miércoles, 22 de agosto de 2012

Sobre acoso moral


BREVE MANUAL PARA DETECTAR Y ENFRENTAR EL ACOSO MORAL
Lic. Fernando Britos V.
Este texto está dirigido a funcionarios no docentes, de nivel de conducción en organismos de enseñanza, especialmente de la Universidad de la República y en general a todas las personas preocupadas por la proliferación y prevención de los casos de acoso moral en el trabajo. Su fin es esencialmente práctico por lo que ahorraremos referencias a los antecedentes (Heymann, Goffman, Dejours, Hirigoyen, Piñuel y otros) y al sustento teórico de lo expuesto. Tampoco iremos más allá de los imprescindible en cuanto a la vinculación  de este tema con los conexos (por ejemplo, condiciones de trabajo y medio ambiente laboral, carrera funcionarial y responsabilidades de los cargos de conducción, etc.) y dejaremos la discusión y las aclaraciones para otro ámbito y momento.
1)    DEFINICIÓN – El acoso moral es un conjunto de acciones sistemáticas (no hechos o cadenas de hechos aislados) que se desarrollan en forma solapada (con cautela, encubrimiento o disimulo) para perseguir, sin dar tregua ni reposo, a una persona. El “mobbing”, el “bullying” u otros términos anglosajones se refieren a ciertas modalidades de acoso pero no son expresiones adecuadas para nosotros. El acoso puede incluir otras formas, como el acoso sexual y las agresiones físicas pero su característica definitoria es la de ser una persecución ominosa que se efectúa con el fin de eliminar o perjudicar a personas en un medio laboral mediante una campaña de “cerco y aniquilamiento” sostenida en el tiempo. Cada episodio de acoso moral tiene características propias pero no es reductible a un problema individual o grupal. Existe una relación directa entre el desarrollo de episodios de acoso moral y las formas de organización del trabajo y los fenómenos vinculados con estas. El acoso moral tiene como objetivo principal el aislamiento y destrucción de una persona, amedrentar a otras e imponer ciertos designios inconfesados o inconfesables, evitando que sus acciones lleguen a percibirse como un conflicto abierto. Como el acoso moral implica métodos de gran violencia y no solamente de violencia simbólica es difícil mantenerlo oculto o ignorarlo pero cuando algo sale a luz la tendencia general de las instituciones y de sus autoridades es circunscribirlo o manejarlo como un conflicto interpersonal o localizado (una “guerra limitada”).

2)    ACTORES Y CONTEXTO EN EL ACOSO MORAL – Ante una situación de acoso moral es preciso identificar - mediante evidencias, testimonios, observación, investigación y antecedentes - a los actores y al contexto del caso que, esquemáticamente, son cinco: a) el o la acosadora; b) el o la acosada; c) los cómplices y participantes indirectos (estos últimos por acción u omisión); d) las circunstancias que favorecen los hechos o los encubren y e) los objetivos concretos del acoso en el caso que se trate.

a)    Acosadores - Los acosadores son, por lo general, personas comunes y corrientes aunque en los casos extremos es posible que cualquiera pueda percibir ciertos rasgos de personalidad obsesiva o compulsiva, un narcisismo robusto o un concepto grandioso de si mismo; en los casos extremos es posible notar los rasgos de la psicopatía, la perversión u otros características patológicas que manejan, a veces los especialistas, pero esto es excepcional y no esencial para la caracterización de un acosador o acosadora. El acoso moral está muy relacionado con las formas y modalidades del poder, sobre todo del poder informal, en una organización y el acosador debe tener, necesariamente, una relación especial y característica con dichos poderes. Por lo dicho no debe concluirse que el acoso moral siempre se da de “arriba abajo” sino que hay acoso entre pares y de “abajo a arriba”. Esto hace más difícil la identificación del perpetrador del acoso y nos anticipamos a decir que los psicólogos y otros técnicos (sociólogos, antropólogos, asistentes sociales, etc.) generalmente carecen de herramientas o de legítimo interés para una identificación positiva de los acosadores y que por eso los primeros y más aptos involucrados en dicha identificación serán siempre quienes tienen responsabilidades de conducción como funcionarios de carrera. En un caso concreto los acosadores generalmente tienen antecedentes y una trayectoria que debemos estudiar: han acosado antes o inclusive han sido víctimas de acoso: los acosadores juegan con la impunidad (por eso el acoso es solapado), se justifican y evitan el conflicto abierto, de modo que si han acosado y se han salido con la suya muy posiblemente vuelvan a hacerlo. Por otra parte, en algunas y escasas oportunidades, quien ha sufrido acoso moral puede llegar a concluir que es un método exitoso y por ende intentar aplicarlo en una circunstancia que la asegure impunidad (“tirar la piedra y esconder la mano”). Hay que destacar que el acosador tendrá, generalmente, un tipo de relación o interés o fuerte apetencia hacia el poder informal y no particularmente hacia el poder legítimo, formal o establecido. Por el contrario, el perpetrador de acoso moral muy posiblemente lo utilice para atacar, como objetivo secundario, la cadena de responsabilidades y para sustituir o manipular cualquier jerarquía del poder legítimo en su favor. Por fuera de estas orientaciones generales se debe actuar sin esquematismos porque no todo lo que aparece o se presenta como acoso moral lo es. Por ejemplo, hay acosadores que se especializan en presentarse como víctimas o que intentan desviar la atención hacia las exigencias legítimas que se hacen en cualquier colectivo.
b)    Acosados - Los acosados o acosadas tampoco tienen un “perfil” específico. En realidad cualquier mujer u hombre puede ser víctima de acoso moral en el trabajo. Algunos autores han especulado acerca de un supuesto “perfil” de las víctimas de acoso moral. Estas serían seres apocados, con una autoestima erosionada o débiles de carácter, complacientes o estrictos cumplidores del deber. Estas son paparruchas. La experiencia demuestra que cualquiera puede ser víctima de acoso moral independientemente de sus características de personalidad, de su sexo, de su edad, de su posición política, religiosa, filosófica o de su grado o escalafón. Es cierto que, en algunos casos, cuando los profesionales llegan a intervenir o se dan cuenta, siempre tarde, que están ante una víctima de acoso moral, el daño ya se ha producido y esta se encontrará psicofísicamente afectada, nerviosa, dudando de sus razones, cansada, enferma o achicada. Naturalmente un método alevoso como el acoso moral es más efectivo ante personas más débiles, no solamente por sus características físicas y psíquicas sino por su mayor exposición a los riesgos psicosociales, al estrés laboral o por el desgaste y sufrimiento que implica su trabajo. No hay que hacer caso de esos esquemas “psicologistas”. Para determinar si alguien es víctima de acoso moral hay que estudiar el contexto y en lo individual hay que ver como actuaba la persona antes y como después de sufrir persecución y sobre todo que apoyos tiene y ha recibido o no de sus compañeros de trabajo, de sus familiares. Por ahora el apoyo institucional en el Uruguay es virtualmente inexistente y como lo que persigue el acoso moral es aislar a la víctima (“matar con silenciador”) la ayuda concreta que puede conseguirse es insignificante y meramente retórica, cuando no claramente contraproducente.
c)    Cómplices y participantes indirectos – Los perpetradores de acoso, como en cualquier forma de violencia o persecución, raramente actúan en solitario. El acosador muchas veces necesita cómplices que le festejen, le voten y le acoliten o le apoyen discretamente, mediante “alianzas informales”, para aislar y escarnecer a su víctima. A veces es posible que haya cómplices que actúen por temor, es decir para tratar de evitar ser ellos los futuros acosados. A veces se dan situaciones de patoterismo y en esos casos el acosador o acosadora puede “rotar” de modo que, como en los seguimientos callejeros, el perseguido no tiene sobre sus talones siempre al mismo perseguidor. Esta técnica de acoso en manada (como los lobos y los cazadores primitivos) no es lo común sino la excepción, por lo menos en el acoso moral. En cambio lo más frecuente es la indiferencia, el “mirar para otro lado” y todo tipo de sofismas de distracción que, dicho sea de paso, no son exclusivos del acoso moral. Uno de los fenómenos más comunes por los que la víctima resulta aislada y acorralada es el de la “sospecha descalificante”, el “por algo será”, el “algo habrá hecho”, cuando no la difamación y la calumnia cuyas formas más frecuentes son los chismes y las descalificaciones anónimas que siempre se encuentran en estos procesos. Las víctimas de acoso moral empiezan a encontrar que los va envolviendo una red invisible de acusaciones falsas y descalificaciones, que no es posible romper o enfrentar abiertamente porque corresponden al modus operandi clásico, alevoso (a traición y sobre seguro) y solapado (oculto, no hay conflicto declarado). Como en el caso de las arenas movedizas, cuando se ha conseguido acorralar a la víctima y llevarla hasta ellas, cuanto más ésta trata de enfrentar la calumnia más se hunde. Si no se achica, se resigna o se enferma aparecerá como una “sobrerreacción”, como una exageración. Así, a veces, el acosador consigue presentarse como acosado, como víctima, de un “loco” o una “loca” a quien no se le está haciendo nada. Cuando el acosado/a se resigna y no se revuelve contra las calumnias, se hundirá sin ruido y la superficie del pantano volverá a estar “tranquila”. De este modo se justifica la indiferencia de muchos compañeros de trabajo que sin llegar a ser cómplices fueron espectadores pasivos y por ende participantes indirectos y también responsables. Esto quiere decir que los cómplices y participantes indirectos no son meras comparsas sino que deben ser considerados con detenimiento e identificados porque son altamente funcionales en la incidencia del acoso moral.
d)    Circunstancias que favorecen o encubren el acoso – En este aspecto hay dos grandes tipos de circunstancias: las estructurales y las específicas. Entre las primeras se incluye un aspecto fundamental, generalmente menospreciado porque es una responsabilidad institucional y social de gran peso y magnitud, y es el de la forma adoptada por la organización del trabajo. El psicologismo y otras variantes “organizacionales” intentan reducir el acoso moral a “problemas interpersonales” y tratan de desviar la atención de las graves fallas y carencias de la organización del trabajo que generan y reproducen el sufrimiento laboral. Estas fallas se deben a los restos del patrimonialismo con que se manejaron, en forma clientelista, los cargos en la administración pública (en general) durante el siglo pasado y sobre todo a los vientos del gerencialismo y el neo gerencialismo que se basan en la “idolatría del mercado” propia del neoliberlismo y la consiguiente trasposición de los métodos aplicados en la empresa privada abstracta al manejo de la cosa pública. Ahora no vamos a abundar en esto. En cambio nos detendremos un poco en las circunstancias específicas que favorecen la aparición y desarrollo del acoso moral en el trabajo. Estas están vinculadas con la toxicidad de las organizaciones y la experiencia internacional ha desvelado el hecho que es en los organismos públicos y especialmente en los de enseñanza y entre ellos en las universidades donde la incidencia del acoso moral es mayor. Aquí la razón hay que buscarla en una actitud sistemática de “evitación de conflictos” propia de las autoridades electivas y cargos de confianza política que, por lo general, son los que gobiernan esos organismos. Estas autoridades casi siempre tienen entre sus objetivos principales el ser reelectos y son renuentes a tomar medidas antipáticas o que creen antipáticas y por lo tanto de “alto costo político”. Las autoridades electivas y los tecnócratas que les sirven tienen un marcado interés por evitar cualquier tipo de conflicto, por negociar diferencias sobre la base de concesiones inocuas y por dilatar cualquier resolución que pueda alterar los “equilibrios” que mantienen o creen mantener en aras de fines plausibles. Todo eso está muy bien pero la “evitación del conflicto” a cualquier costo suele conducir a un clima de secretismo, informalidad, descaecimiento de la cadena de responsabilidades y desde el ´punto de vista del acoso moral, incapacidad para prevenirlo y aún para percibirlo y actuar oportunamente con justicia y eficacia. Por eso el problema fundamental para un funcionario de carrera que tiene responsabilidades de conducción, en cualquier organismo de enseñanza, es lograr la forma de informar y movilizar a las autoridades para que procedan y asuman sus responsabilidades para impedir, sancionar y reparar a las víctimas del acoso moral.
e)    Objetivos concretos del acoso moral – Como dijimos, el acoso moral es un procedimiento sistemático, prolongado, deliberado, es decir racional, que moviliza elementos irracionales (prejuicios, descalificaciones, estigmas, menosprecios, odio, etc.) para conseguir propósitos concretos, especialmente la eliminación de una persona de su lugar de trabajo. A veces esos propósitos del acosador y sus cómplices se encubre y disimula bajo la apariencia de objetivos lícitos. Por otra parte, a veces, las exigencias legítimas que existen sobre los individuos que integran un colectivo de trabajo son presentadas, arteramente, como formas de persecución, acoso o exigencias indebidas. De modo que poner en evidencia los objetivos del acoso moral en un caso concreto no es un problema sencillo y requiere gran ecuanimidad así como un profundo conocimiento de la situación basado en la investigación y en evidencias.  En suma: un informe sustanciado.
3 – METODOLOGÍA: INTERVENCIÓN TEMPRANA, APOYO A LAS VÍCTIMAS, INVESTIGACIÓN Y DIFUSIÓN - Los funcionarios con personal a cargo juegan un papel fundamental en la intervención temprana, es decir en la detección y prevención del acoso moral y en la ayuda a las víctimas. Un buen supervisor debe procurar mantener una relación fluida con todo el personal de su ámbito de trabajo y si lo hace será visualizado como la primera persona a quien recurrir para hablar sobre el sufrimiento u otros indicios de problemas. El acoso moral no es un trueno en una noche de verano. Es necesario tener en cuenta que hay antecedentes bajo la forma de riesgos psicosociales que suelen manifestarse antes, por ejemplo el estrés laboral. Para estudiar este fenómeno, que muchas veces es caldo de cultivo de persecución y patologías, recomendamos utilizar el cuestionario Karasek en una versión traducida y adaptada por nosotros que podemos enviar a quien lo solicite y que se puede bajar del blog “Ética y Psicopatología del Trabajo”.
Cuando un supervisor recibe quejas, denuncias o versiones, o cuando observa indicios de acoso moral, es decir cuando le llegan, de un modo u otro, evidencias de una actitud reiterada de descalificación, chismes maliciosos o fenómenos por el estilo, debería procurar hablar con las personas que pueden estar siendo víctimas de acoso o que pueden ser los perpetradores del acoso. Es preciso escuchar y animar a las personas a expresarse francamente, asegurándoles confidencialidad, solidaridad y respaldo si fuera necesario. Lo primero es romper el aislamiento y la situación de desorientación que a veces presentan las víctimas de acoso. Sucede, por ejemplo, que en procesos prolongados – y como dijimos los de acoso siempre lo son – las víctimas muchas veces se inculpan a si mismas o no comprenden los fines que persigue el acosador y sus cómplices. Sin embargo, lo que siempre sucede es que está aislado y temeroso de abrirse para buscar ayuda y soluciones. Esto pasa aún en el caso de personas extrovertidas y con iniciativa pero que pueden sentirse avergonzadas por ser víctimas de acoso moral.
El supervisor no es un intermediario, un mediador, o alguien que se dedica a resolver conflictos, sino, antes que nada, un interlocutor próximo y receptivo que debe ser visto como un agente activo para que se tomen las medidas necesarias. Tampoco se puede “tomar partido” sin escuchar a las personas involucradas porque lo primero que habrá que establecer y documentar es que se está ante la presencia de un proceso de acoso moral. Cuando se llega a esa convicción hay que documentarlo y si es del caso tomar medidas concretas para apartar a la víctima del o los acosadores o ponerla bajo protección especial. Hay que tener mucho cuidado con los traslados porque estos pueden tener un efecto contraproducente y aislar a la víctima de sus apoyos, de las tareas que domina y de sus compañeros. No recomendamos que en esas conversaciones se produzcan careos o reuniones acosador/acosado (que es lo que generalmente tratan de promover los mediadores de la “evitación de conflictos” y otros abordajes erróneos).
Quien asume la responsabilidad de intervenir en primera instancia debe tomar sus precauciones porque los acosadores pueden haber hecho un trabajo de demolición capaz de afectar también a quienes se acercan a ayudar a la víctima, de modo que, aunque no se está todavía ante una investigación administrativa, hay que documentar todos los antecedentes, fechas, horas sucesos, etc.
La documentación primaria servirá para romper el secreto del acoso. Arrojar luz sobre el procedimiento y entonces si confrontar las distintas versiones, la del acosador, la del acosado y sobre todo la del supervisor, es esencial para despojar al proceso de su carácter solapado y alevoso. El ideal sería que existiera un protocolo para encarar los procesos de acoso moral pero esto todavía no se ha logrado en el ámbito público a pesar de que a nivel del PIT-CNT hay un grupo de trabajo que tiene propuestas bien trabajadas sobre el tema.
La forma de difundir el asunto es compleja y debe ser estudiada caso por caso. No hay recetas fáciles. El principio es que el acoso no quede encerrado entre las paredes del conflicto interpersonal o las formas de justificación que esgrimen generalmente quienes procuran desviar la atención de las formas tóxicas de organización del trabajo que, como se ha dicho, son caldo de cultivo y encubrimiento de estos fenómenos. Naturalmente, las instancias u organismos de decisión deberán pronunciarse y para ellos debe transitarse por el debido procedimiento (investigación administrativa o sumario). A partir de la intervención temprana se puede recurrir a técnicos (asistentes sociales, psicólogos, sociólogos, médicos, abogados, etc.) pero en el bien entendido que las comprobaciones iniciales, sólidamente documentadas, no deben ser desconocidas o torcidas para salvar las omisiones o las responsabilidades de la organización o de los acosadores. Todos los pasos deben contar con el acuerdo de las víctimas siempre que esto sea posible. Por otra parte, la intervención temprana también cumple con la función de descartar las falsas denuncias de acoso moral o la auto victimización de los acosadores. Cuando estos fenómenos se comprueben deben ser tratados de la misma forma que el acoso moral: expuestos y corregidos.
La prevención requiere una consideración y discusión por parte de los colectivos de trabajadores acerca del sufrimiento en el trabajo, los mecanismos de defensa individuales, grupales e institucionales y otras cuestiones que escapan al alcance de estas reflexiones.
22/8/2012.

viernes, 17 de agosto de 2012

Inútiles pruebas


Las pruebas psicolaborales no permiten enfrentar la violencia ni prevenir la agresión

LAS RANAS PIDEN REY

Lic. Fernando Britos V.

La brutal agresión a  la Directora del Liceo de Villa Rodríguez  por un funcionario de servicios generales del mismo ha hecho que un grupo de veinte colegas de aquella reclamen al Consejo de Educación Secundaria (CES) que se controle la “idoneidad psíquica” de los funcionarios y, lo que es más preocupante, que el titular del organismo, Prof. Juan Pedro Tinetto, haga declaraciones solicitando se lleven a cabo pruebas psicolaborales como  forma de prevenir estos fenómenos.

La psicologización o psiquiatrización del mundo del trabajo no solamente no es la solución a tan removedores y preocupantes episodios sino que, por el contrario, es un sofisma de distracción sobre las verdaderas causas y los indicadores que permiten prevenirlos así como un curro redituable para los “mercaderes de la certeza” que pescan en este río revuelto.

Para fenómenos complejos existe una explicación sencilla que además es falsa – Este apotegma elemental del pensamiento crítico y de una actitud comprometida ante la vida, debe complementarse con aquel que sostiene que cuanto más maravillosa la promesa más exigente debe ser la prueba de eficacia y más sólida la evidencia que la respalde[1].

Quienes proponen la realización de pruebas psicolaborales o de tests psicológicos para la exploración de la personalidad como forma de prevenir y evitar agresiones y crímenes no saben o se hacen los que no saben que no hay herramientas válidas y confiables para lograrlo. Ni siquiera las poderosas compañías que continuamente producen, editan y refritan tests psicológicos dejan de advertir que se trata de técnicas que no pueden ser interpretadas aisladamente, que son indicadores de tendencias que deben manejarse con prudencia, que no permiten pronósticos certeros (por lo menos con un grado de certeza que vaya más allá de lo que implica la elección al azar o la conclusión que puede extraer un observador no calificado).

A esta posición de “responsabilidad empresarial o autoral” han llegado a punta de escándalos, de juicios perdidos y de exigencias de algunas de las mayores asociaciones de psicólogos del mundo que vienen intentando poner límites al abuso que se hace de las pruebas psicológicas, que ha causado perjuicios en el campo clínico, laboral y forense.

En nuestro país no existe ni una sola prueba o test psicológico que brinde una “radiografía de la personalidad” y mucho menos un conjunto o batería de pruebas que permitan hacer un pronóstico confiable acerca de conductas futuras de un ser humano. No hay evidencia empírica que respalde las conclusiones  a las que se puede llegar interpretando figuras ambiguas, manchas de tinta, formas geométricas o contestando largos cuestionarios.

Existan irresponsables y aprendices de brujo que ofrecen respuestas redonditas y sencillas a uno de los fenómenos más complejos, cual es la personalidad y su desarrollo. A los practicantes de las pseudociencias[2], oportunistas de la técnica y violadores de la ética científica y profesional, se les denomina “mercaderes de la certeza”. A los empresarios privados y jerarcas del sector público les venden la idea de que mediante pruebas psicolaborales se puede “encontrar el candidato más adecuado para el puesto” o evitar la contratación de ineptos, enfermos, ladrones o desobedientes[3]. Ante los juristas y el personal de salud despliegan parecidas promesas y certezas disfrazadas como diagnósticos precisos y predicciones infalibles.

Quienes piden pruebas para eliminar de su entorno laboral a psicópatas, perversos o delincuentes, deben saber que no existen tests psicolaborales que puedan protegerles. Esas pruebas serán ineficaces y frecuentemente acarrearán males mayores: personas que serán indebidamente privadas de su derecho al trabajo por los “falsos positivos”  y “falsos  negativos” que arrojan las técnicas carentes de validez comprobada y creación de un clima laboral discriminatorio.

Como en el caso de las ranas de la fábula del legendario Esopo, la psicologización del medio laboral en que se mueven les impondrá el reinado subjetivo, arbitrario y caprichoso de técnicas pseudocientíficas.

Aquellos polvos trajeron estos lodos – En los casos en que se registran episodios de violencia - desde la agresión en Villa Rodríguez hasta la masacre en el estreno de Batman - suele haber antecedentes que han pasado inadvertidos. Todos los testimonios posteriores a la golpiza                                                                                                        que sufrió la Directora del liceo señalan que el agresor tenía antecedentes penales que todos conocían y sobre todo conductas sistemáticamente violentas hacia los demás trabajadores y, desde luego, hacia sus supervisores.           

Se ha dicho que el agresor tenía una historia de “problemas” con la Directora pero los hechos demuestran que el conflicto no era reductible a lo interpersonal o a un posible desorden psíquico del atacante. En el Liceo de Villa Rodríguez se produjo el desenlace de un caso de acoso moral, en esta instancia de un subordinado hacia su supervisora. Esto no fue un trueno en noche de verano sino el desenlace de un proceso prolongado, ominoso, de acoso moral que no fue debidamente reconocido como tal ni por la Directora ni por el resto de la comunidad. Aquí existe una responsabilidad institucional que es lo característico de todos los procesos de acoso moral.

Esto no quiere decir que el atacante no sea responsable y parece natural que haya sido  enviado a prisión. La aplicación de pruebas psicolaborales no hubiera sido capaz de prevenir la culminación del proceso porque  uno de los defectos capitales de este enfoque consiste en reducir los conflictos a “problemas de personalidad”. La psicologización tiende a ubicar el conflicto a nivel individual. En cambio, en los casos de acoso moral en el trabajo no solamente hay un acosador, o varios, y un acosado, o varias, sino un grupo, una comunidad, que hace la vista gorda, que reacciona con indiferencia ante los antecedentes y en algunos casos que hasta es cómplice en el acorralamiento que siempre sufren las víctimas.

La psicodinámica del trabajo demuestra que muchas veces se disimula o menosprecia la incidencia de la organización del trabajo y del medio ambiente laboral en el desarrollo de los procesos de acoso que siempre adoptan la forma de prolongado “cerco y aniquilamiento”. También se sabe que los abogados, los asistentes sociales y a veces los psicólogos y los psiquiatras suelen llegar tarde, cuando a los acosados se les ha producido un daño severo, cuando han sido atacados y lastimados física y psíquicamente, cuando su autoestima y su dominio de si han sido aniquilados, cuando han renunciado, o se han jubilado o se han muerto.

Los fenómenos de acoso moral en el trabajo no son nuevos en el Uruguay. La experiencia muestra que su incidencia es cada vez más alta en los organismos públicos y, dentro de estos, en los institutos de enseñanza. En las empresas privadas, la persecución, la discriminación y el abuso terminan, por lo general, con el despido de las víctimas.

No todos los conflictos o los enfrentamientos son acoso moral. Por el contrario, un conflicto franco y declarado permite apelar a la negociación colectiva, a formas ecuánimes de resolución y a la protección de los más débiles. El acoso moral, en cambio, es un proceso  ominoso, solapado, hecho de pequeñas insidias, de descalificaciones, de desprecio y odio dosificado que alguna vez, como en Villa Rodríguez, estalla en agresión abierta.

Existen formas de organización del trabajo que favorecen la acción de los acosadores o en otras palabras que encubren a las personalidades narcisistas y psicopáticas que generalmente desempeñan el papel de perpetradores del acoso: son las llamadas “organizaciones tóxicas”. Al recurrir a explicaciones causales muy abarcativas para estos episodios - por ejemplo, un deterioro o descaecimiento de los valores en la sociedad o el ascenso  torrencial de la violencia - se pierde la capacidad para  detectar los indicios precursores o las evidencias de un proceso de acoso ya en curso.

Aptos e ineptos: la estigmatización de los servidores públicos – Los “mercaderes de certeza” tienden a moverse con mayor comodidad en algunos campos más que en otros. Por ejemplo, en el terreno forense, el polémico procedimiento de la determinación de la peligrosidad de un preso depende de la “alarma social” y otros factores que no son estrictamente psicológicos. Es natural que los expertos profesionales en este campo sean cuidadosos y eviten la aplicación de técnicas pseudocientíficas. En este campo  los errores pueden tener consecuencias catastróficas. Ningún perito forense se aventuraría a determinar, mediante un test de Rorschach o una batería de pruebas de personalidad, que un asesino serial convicto, como Pablo Gonçalves, se ha rehabilitado y puede salir anticipadamente de la cárcel.  Los profesionales conscientes no emiten, en estos casos, un pronóstico terminante porque no disponen de herramientas confiables para hacerlo.

En cambio, en el campo laboral, las consecuencias del error, la negligencia o la ligereza, difícilmente recaerán sobre el perito. Lo peor que le puede pasar a un seleccionador de personal es escoger un candidato para un cargo gerencial  que al poco tiempo estafe a la empresa o que termine internado en una clínica psiquiátrica.  Por eso, quienes emplean pruebas de personalidad carentes de validez, se limitan a actuar como filtros y ante la sospecha de que alguien se aparta de lo que ellos consideran “normal” elimina sin más al aspirante. Por otra parte, lo más seguro es actuar “al ingreso” para filtrar a quienes se presume puedan resultar “problemáticos”.

Las concepciones neo gerencialistas de la administración pública, trasladan los procedimientos de selección, empleados en algunas empresas privadas, al ámbito público. Esta es la matriz de la proliferación de pruebas psicolaborales. El paquete se completa con criterios de selección que incluye un estereotipo de “nuevo funcionario público”: profesionales jóvenes y emprendedores, sonrientes y bien remunerados, que se muestran en una galería de “estrellas” como la incluida en la revista de la Oficina Nacional del Servicio Civil para justificarlo [4].  Estos son los winners de la nueva administración pública, los frutos del polémico Sistema de Reclutamiento y Selección de Personal que maneja, entre bambalinas,  la Oficina Nacional del Servicio Civil.

Los perdedores son los servidores públicos en general, los no profesionales, los administrativos, los de oficios y sobre todo los de servicios generales, sistemáticamente estigmatizados por quienes han comprado el paquete del neo gerencialismo. El estereotipo más crudo les señala como burócratas haraganes, ineptos o buenos para nada, parásitos que hacen la plancha y cobran un sueldo que no se merecen (para colmo “inamovibles”)  y que son - salvo excepciones que nunca se nombran - los principales obstáculos para el desarrollo, para la llegada de las anheladas inversiones, para la felicidad pública, etc. Según el neo gerencialismo, a estos no hay que perseguirles sino simplemente dejar que desaparezcan e irlos reemplazando a punta de controles rigurosos, sistemas informáticos omnímodos y mediante la manipulación del ingreso con pruebas psicolaborales.

¿De dónde salió el que agredió a la Directora? – El atacante estaba allí. Posiblemente algunos de estos sean enfermos que deberían estar sometidos a tratamiento o personas pasibles de ser sometidas a procesos disciplinarios bajo las garantías del debido procedimiento. De todos modos, en cualquier organización compleja hay trabajadoras y trabajadores que, efectivamente, no están psicofísicamente aptos para el desempeño que se les ha asignado o que no tienen perspectiva alguna para desarrollarse como personas, para sentirse gratificados y desafiados por su quehacer, para experimentar el compromiso y la pasión necesarios para ganarse la vida dignamente al tiempo de sentirse orgullosos por formar parte de un colectivo y de ser parte de su futuro.

Muchos trabajadores han sido abandonados a su suerte desde hace muchos años. Esto afecta tanto a los acosadores como a los acosados y el colectivo que los rodea.  El sufrimiento en el trabajo adopta múltiples formas y la psicodinámica del mismo enseña que existen mecanismos de defensa, individuales, grupales, institucionales pero que muchas veces fallan. Entonces pueden producirse desenlaces catastróficos. Esos son los que generan noticias y revuelo periodístico pero se trata de la punta del iceberg. Miles y miles de casos de sufrimiento en el trabajo, de distinto tipo, se desarrollan, generalmente ante nuestros ojos, sin que seamos capaces de percibirlo, de escuchar y atender a quienes sufren, de detectar los signos, de prevenir y de actuar en consecuencia.

En la cúspide de la cadena de las responsabilidades públicas están quienes ejercen cargos de gobierno en los poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y los expertos y asesores de organismos internacionales. Sus eslabones se extienden hasta alcanzar algunos cargos de carrera, los que no han perdido totalmente gravitación o no han sido reemplazados por cargos de confianza o electivos. La responsabilidad es decreciente pero llega hasta los mismos trabajadores subordinados que tienen un papel decisivo en la prevención del sufrimiento en el trabajo y la creación de condiciones óptimas para desempeñarse.

Las explicaciones para el deterioro de las condiciones de trabajo, el desarrollo de formas “tóxicas” de organización, la banalización del sufrimiento, la invisibilidad de las capacidades reales y potenciales tanto como de las incapacidades e ineptitudes, la falta de atención a los fenómenos de corrupción, discriminación y acoso moral, las inequidades salariales y la falta de reconocimiento,  son complejas y por ende poco atractivas para los promotores de soluciones fáciles.

Las causas mayores deben buscarse en el efecto degradante de muchas décadas de clientelismo y patrimonialismo así como entre las limitaciones que tienen quienes ocupan cargos electivos para adoptar decisiones que afecten su capacidad de ser reelectos, así como en un conjunto de intereses divergentes y hasta antagónicos. El estudio de estas causas está erizado de dificultades y, como el camino al infierno, pavimentado de buenas intenciones frustradas y de profecías autocumplidas.

Estos asuntos no se resuelven dando conferencias sobre “mobbing” o reclamando filtros psicolaborales. Sin perjuicio de que la divulgación tiene un papel a jugar es preciso investigar los casos concretos, denunciar las omisiones y olvidos, establecer protocolos concretos para detectar, enfrentar y reparar la discriminación y el acoso moral. Esto supone, asimismo, una revisión general de responsabilidad para romper el cerco de la indiferencia y la reducción de los conflictos a los abordajes meramente individuales. Si en los liceos de nuestro país se trabajara concretamente sobre estos grandes objetivos, los estallidos violentos podrán prevenirse y posiblemente evitarse.




[1] Cfr. http://www.intelib.com/Ciencia.htm
[2] Prácticas que utilizan un lenguaje parecido al de la ciencia y aprovechan el prestigio de esta para lucrar mediante promesas grandiosas (predicción del futuro, curas milagrosas, soluciones fáciles, etc.)  sin someterse a comprobación alguna ni a las exigencias de objetividad, responsabilidad y compromiso social que  demanda el quehacer científico.
[3] Cfr.  Britos V., Fernando (2011) El lado oscuro del S.R.S.P. De cómo los buenos propósitos del Decreto 56/2011 pueden dejar resquicios abiertos a la manipulación y la injusticia. En: Derecho Laboral, tomo LIV, Nº243, julio-setiembre de 2011.
[4] Cfr. Nisivoccia, Gustavo (2012) “El árbol y sus frutos. Portal de ingreso democrático al Estado”. En: Transformación, Estado y Democracia, Año 7, 1/2012, Nº49. Pp.62/65.  ONSC, Montevideo

domingo, 5 de agosto de 2012

Tratamiento de los cuerpos


“Trata a tu cuerpo con caridad, pero no con más caridad de la que se emplea con un enemigo traidor” , punto 226 de “Camino” el manual para sus seguidores que produjo Escrivá de Balaguer, el creador del Opus Dei.


 COMO TRATAR AL ENEMIGO

Lic. Fernando Britos V.

El episodio que llevó al defenestramiento anticipado  de la Dra. María de las Mercedes Rovira Reich Von Häussler ya fue. Los perjuicios de imagen para el Opus Dei y sus organismos de fachada pronto se superarán y ella misma será tranquilamente reubicada en cualquier otro sitio importante, en cualquiera de los países donde existen anclajes tentaculares de la discreta y poderosa secta, hasta que se calmen las aguas encrespadas.

El arroyo de cartas a los lectores con que llenan páginas algunos periódicos se ha reducido a una cañadita pero no todos los jerarcas del Opus Dei coinciden con la técnica de pasar agachados. Después de todo la organización, a pesar de su carácter sectario y secretista, es una fuerza ideológica de choque en el terreno de acción de la ultra derecha medioevalista y por eso vuelve a la palestra el obispo bloguero de Minas, monseñor Jaime Fuentes.

Este antiguo compañero de colegio de Eleuterio Fernández Huidobro, el reivindicador del oscuro grito de guerra de los milicianos y terroristas fanáticos de las guerras carlistas en España (siglo XIX), de la guerra de los santeros en México (1927) y de la guerra civil española (1936 -1939), ha salido a la palestra mediática para ayudar a la Dra. Rovira a superar el trance y para ofrecer municiones a la prédica fundamentalista. Fuentes cita al Papa Ratzinger (Benedicto XVI) quien se queja de que bajo la lucha contra la discriminación se esconde una ofensiva para que la iglesia católica no viva más su propia identidad. “El hecho de que en nombre de la tolerancia  se elimine la tolerancia es una verdadera amenaza ante la que nos encontramos” – dice el Papa alemán – para arremeter enseguida contra la razón y contra  la defensa de los derechos elementales de los seres humanos.

¿Curioso no?  Los jerarcas de la iglesia que durante milenios han hecho gala de dogmatismo e intolerancia ahora piden tolerancia para conservar intacta su rancia identidad, la que condena a todos los diferentes, la que reclama obediencia incondicional  bajo el estandarte de la infalibilidad papal, la que excluye y degrada a las mujeres, la que ha amparado pedófilos, violadores y perversos, la que tiene en su larga historia el registro más impresionante de atrocidades y de complicidades con cuantos poderes criminales han existido, la que ha quemado, empalado, desterrado, enclaustrado, desollado y ahorcado a los que consideraba herejes o infieles ya fuesen  musulmanes, cátaros, albigenses, judíos, moriscos, hussitas, hugonotes o a quienes se les opusieran entre sus propias filas. Los que bendecían pelotones de fusilamiento y consolaron a fanáticos perturbados por los asesinatos y torturas que perpetraban, los que arroparon a criminales de guerra y les ayudaron a huir, los que miraron para otro lado mientras “masacraban a sus palomas”, incluyendo a sus propios obispos, sacerdotes y monjas,  pueden investir los solios recamados en oro y pedrería  pero no la piel del cordero “que lava los pecados del mundo”.

Dejemos atrás esta paradoja para referirnos al tema del título. Muchas religiones, la católica entre ellas y muchas de sus órdenes y sectas, en particular el Opus Dei, tienen un problema con el cuerpo humano. Este problema no es un invento del cristianismo. La mortificación del cuerpo, el desprecio de la carne, los vapuleos y apaleamientos rituales, las azotainas y los ayunos, se incorporaron a muchas prácticas religiosas hace algunos miles de años. La vida ascética puede ser interpretada como búsqueda de la perfección, como forma de alcanzar trances místicos pero es, sin lugar a dudas, un problema con el cuerpo basado en el dualismo fanático: mente/cuerpo, espíritu/materia. Si la “esquizofrenia galopante” que el obispo Fuentes imputa a la sociedad uruguaya existe, está en considerar al cuerpo como “el enemigo”.

Se equivoca quien cree que estamos ante prácticas extrañas, un poco locas pero respetables en la medida en que son mortificaciones auto infligidas (para estas concepciones,  el cuerpo es el receptáculo y el vehículo de todos los pecados, de todas las debilidades e impurezas, por eso hay que rechazarlo y castigarlo para acceder a la perfección). También se equivoca o induce a error quien propaga estas mortificaciones como procedimientos cristianos  basados en los evangelios.

Se trata de procesos de desensibilización donde la autocompasión es lo primero que se pretende combatir porque, en realidad, lo que se busca anular es la compasión, es decir la capacidad humana  de  conmoverse ante el dolor o el sufrimiento del prójimo.  En  la formación de guerreros perfectos, de verdugos, torturadores, inquisidores y “soldados universales”  interviene necesariamente la desensibilizaciòn bajo la forma de un condicionamiento riguroso, brutal e implacable. Hay que ir quebrantando en el novicio, en el recluta, cualquier indicio de compasión (“sentimiento de ternura y lástima que se tiene del trabajo, desgracia o mal que padece alguno” R.A.E.) mediante mortificaciones implacables.

La obediencia acrítica y absoluta, la sumisión y finalmente la transformación de las personas en instrumento de las mayores sevicias se consigue destruyendo la dignidad, violentando la integridad moral  de los individuos para manipularlos. Esto se hace en nombre de una fe o doctrina incuestionable, una disciplina superior, un dogma indiscutible, y a través de la mortificación de los cuerpos propios y ajenos. Por eso, los baños con agua helada, las autoflagelaciones semanales o diarias, los cilicios que hieren la carne, el pedregullo en las botas y otras barbaridades a las que nos tienen acostumbrados las películas sobre el entrenamiento brutal de los cuerpos de elite.
El propio cuerpo empieza siendo el enemigo a vencer pero después lo será otro cuerpo, otra persona “el enemigo traidor”). La manipulación en estas concepciones tiende a despojar al soldado, al neófito, al guerrero, al sicario, de sentimientos compasivos y por lo mismo de culpa para transformarlo en autómata mortífero y eficiente que cumple órdenes, sean las que sean. Son procesos largos, que no siempre logran su objetivo, y muchos regresan, consiguen escapar de las situaciones de enajenación y desensibilización extremas.

Por cierto, papas, obispos y miembros del Opus Dei deben saber, en su fuero íntimo, que nadie procura imponerle a la iglesia católica o a sus prelados el abandono de sus dogmas y usos más anacrónicos y preciados (el celibato sacerdotal; la subordinación de las mujeres; la infalibilidad papal; la preservación de sus riquezas y sus relaciones carnales, secretas y permanentes, con los poderes temporales, conservadores y reaccionarios; la complacencia y lenidad con los pedófilos, violadores y corruptos entre sus cuadros y adeptos, entre otros).

Saben que han tenido, tienen y tendrán problemas con la naturaleza y con los cuerpos humanos que se resisten a amoldarse a sus dogmas, que se rebelan contra la insensibilidad, contra la falta de compasión, contra la discriminación, contra la intolerancia y las persecuciones. Esto incluye a sus propios cuerpos como muestra la documentada y pormenorizada historia del papado que, desde todo punto de vista es la saga más terrible de crímenes y traiciones amalgamadas con devoción, martirios y sacrificios. Es cierto que en el siglo XXI las acciones sobre los cuerpos, a nivel cupular, tienden a ser más discretas, menos espectaculares pero la historia del Papa Formoso y el Sínodo Horrendo sigue estando presente.

El Papa Formoso, fue el Nº 111 del elenco  oficial del Vaticano, reinó cinco años, entre 891 y 896 (falleció  el 4 de abril de ese año). Fue hombre de confianza del Papa Nicolás I y actuó como su embajador en Bulgaria,  Constantinopla y Francia. El Vaticano intervenía activamente en la lucha de facciones en torno al Sacro Imperio Romano Germánico, a las monarquías de Francia y de Italia. En 877 Formoso, que era activo partidario de la facción teutónica,  apoyó la coronación de Arnulfo como rey de Italia y se enfrentó con el Papa Juan VIII que quería que esa corona fuese a manos del francés Carlos el Calvo. El Papa Juan no se andaba con chiquitas y expulsó de su diócesis al obispo Formoso y le excomulgó. En 883, cuando accedió al trono Vaticano Marino I le devolvió al excomulgado su diócesis de Porto y su cargo eclesiástico.

Habiendo sido investido como Papa, Formoso coronó emperador de Italia a Lamberto de Spoleto, en 892, aunque lo hizo contra su voluntad dado que él intrigaba con el alemán Arnulfo para deshacerse de los Spoleto. En 896, su amigo teutón invadió Italia, expulsó a Lamberto y Formoso lo coronó como emperador en el atrio de San Pedro. Sin embargo, poco después de que su política triunfara, el Papa falleció y fue sepultado en San Pedro.

A la muerte de Formoso le siguió la enfermedad de Arnulfo que tuvo que volverse a su tierra. Esto fue aprovechado por Lamberto de Spoleto y su madre Agiltrude que se tomaron revancha. Esteban VI, el nuevo Papa amigo de los Spoleto hizo exhumar el cadáver de Formoso (nueve meses después de su muerte) y lo sometió a juicio  (in utroque jura) civil y eclesiástico, ante un conclilio citado al efecto. El cadáver fue revestido con todos los ropajes, joyas y ornamentos del papado y sentado en el trono. Ante todos los obispos congregados el Papa Esteban actuó como acusador, desafiando e imprecando al muerto y como el fiambre fue incapaz de articular defensa se procedió a anular su elección como Papa y también se declararon nulos todos los actos que había dispuesto como Sumo Pontífice (entre ellos las ordenaciones de sacerdotes y obispos que todos los Papas hacían y siguen haciendo para asegurarse respaldo).  Después le quitaron todos los paramentos y joyas, le arrancaron al cadáver los tres dedos de la mano derecha con la que impartía  la bendición y lo sepultaron como NN en un lugar secreto.

Pero el movimiento de los restos de Formoso no terminó con el Sínodo Horrendo. Unos años después empezó un proceso de rehabilitación de Formoso. Teodoro II, cuyo  papado duró veinte días, hizo depositar los restos de su antecesor en la basílica de San Pedro.  El Papa Juan IX convocó dos concilios, u no en Rávena y otro en Roma, en los que se estableció, en forma terminante, la prohibición de celebrar juicios a personas muertas. Sin embargo, apenas accedió al trono Vaticano Sergio III, en el año 904, anuló los concilios que habían convocado antes los Papas Juan IX y Teodoro II y celebró un nuevo juicio contra el cadáver, otra vez de cuerpo presente  ante los obispos y cardenales. Nuevamente fue hallado culpable pero esta vez, en lugar de sepultarlo, el Papa Sergio lo hizo tirar al Tíber para impedir cualquier rehabilitación posterior. Según parece los restos de Formoso se enredaron en las redes de un pescador que lo escondió hasta que el rencoroso Sergio III falleció y desde entonces volvieron al Vaticano.

El asunto no solamente dejó mal sabor sino un terrible recuerdo. Unos quinientos años después, cuando el cardenal Pietro Barbo fue elegido Papa por el concilio, en 1464, fue disuadido de adoptar el nombre de Formoso II y terminó aceptando llamarse Pablo II por aquello de que la historia puede repetirse.