jueves, 26 de enero de 2012

UNA FÁBULA PREVENTIVA

Cuatro psicólogos
a las puertas del infierno
Una fábula preventiva acerca de psicólogos, tortura y huevos de oro.
Publicada el 19 de diciembre de 2011 por el Dr. Roy Eidelson en Dangerous Ideas

“Cuando uso una palabra – dijo Humpty Dumpty en un tono un tanto despectivo – significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos”.

“La cuestión es – dijo Alicia – si tu puedes hacer que las palabras quieran decir cosas tan diferentes”.

“La cuestión es – dijo Humpty Dumpty – quien es el amo, eso es todo”.

Alicia en el País de las Maravillas por Lewis Carroll.

Esta es la historia de cuatro hermanos con nombres insólitos: Seguro, Legal, Ética y Efectivo. En forma igualmente insólita crecieron y llegaron a ser psicólogos, cada uno de ellos con un área de interés profesional diferente. A través de muchos años de práctica independiente, los cuatro se ganaron considerable reconocimiento como expertos. En cierto momento se unieron para formar una empresa en la que la contribución de cada uno de los hermanos complementaba la de los demás.
Final del formulario
El hermano Seguro era experto en riesgos. Para él nada era más importante que proteger de daños a sus clientes. Sus hermanos especulaban que esta pasión se debía al hecho de había sido un niño pequeño, inseguro y temeroso, siempre carente de confianza en comparación con sus pares. Sin embargo, cuando un nuevo tratamiento psicológico empezaba a ganar popularidad, era Seguro quien “leía la letra chica”, revisaba las reacciones potencialmente adversas y sus efectos colaterales y entonces recomendaba si debían incorporar ese enfoque al conjunto de sus intervenciones. Como resultado de la meticulosidad de Seguro, los hermanos eran reconocidos por la forma en que rara vez sus clientes sufrían retrocesos terapéuticos que los dejaran peor de cómo estaban al comenzar el tratamiento. Esta era una fuente de tremenda tranquilidad para quienes procuraban la ayuda de ellos.
La hermana Legal era considerada, por lejos, la más inteligente de los hermanos y nadie se sorprendió cuando obtuvo su grado en leyes paralelamente a su doctorado en psicología. A medida que creció, Legal  se convirtió en una detallista y se preocupaba de las reglas e infracciones más triviales en los juegos infantiles. Sus hermanos y hermana a menudo se irritaban por su obsesividad  pero también reconocían cuan útil era siempre que como equipo enfrentaban a sus vecinos en competencias amistosas. Como profesionales, tener una abogada talentosa en el negocio familiar era una ventaja real para evitar juicios y demandas potencialmente costosos. Legal se aseguraba de que la empresa estuviese siempre en el lado correcto de la ley. Sus consistentes recomendaciones eran simples: permanecer lejos de las áreas grises y mantener una distancia suficiente de las líneas que nunca deben traspasarse: de este modo uno nunca puede extraviarse accidentalmente yendo a parar adonde no se debe.
El hermano Efectivo era el menor de ellos y creció sintiendo que no estaba en pie de igualdad con sus hermanos y hermanas. Su reacción fue volverse hipercompetitivo, siempre buscando una ventaja dondequiera que pudiera encontrar alguna. Más adelante, cuando Efectivo llegó a ser psicólogo encontró su veta dedicándose a emplear solamente aquellos enfoques terapéuticos que tuvieran el más sólido respaldo teórico y empírico. Se pasaba muchas horas por semana examinando los más recientes hallazgos en investigación y meta análisis para determinar que métodos debían adoptarse en el consultorio y cuales debían ser evitados por carecer de suficiente evidencia que respaldara lo que prometían sus entusiastas proponentes. A resultas de esto, Efectivo y sus hermanos eran capaces de dar cuenta, en forma consistente, destacados éxitos terapéuticos.
La hermana Ética contaba con un respeto muy grande de los demás por ser la mayor de los cuatro. Seguro, Legal y Efectivo, a lo largo de sus vidas, también la habían considerado cansadora debido a sus incesantes advertencias acerca de la importancia de “hacer lo correcto”. Durante sus años de infancia, los hermanos muchas veces habían abandonado algún pícaro plan de diversión o beneficio debido a que los sermones de Ética simplemente implicaban un costo muy elevado para ser afrontado. Sin embargo, como psicólogos apreciaban tener un miembro de la empresa con tan confiable y afinada brújula moral. Siempre se podía contar con Ética para discernir, de antemano, los potenciales conflictos éticos en cualquier caso. Ella conocía todas las reglas y era capaz de citar pasajes apropiados siempre que era necesario hacerlo, incluyendo la distinción entre las secciones obligatorias de los códigos de aquellas que constituían meras aspiraciones. En suma, aunque Ética no era muy divertida, el reconocimiento público de la empresa como un ejemplo de prácticas psicológicas éticas era motivo de orgullo para todos ellos.
Los talentos de los hermanos y el trabajo duro hicieron que su práctica de la psicología resultase tremendamente exitosa. Los cuatro disfrutaban de vidas muy confortables y gratificantes que incluían el placer de trabajar juntos y el de ofrecer sus perspectivas únicas en los muchos y difíciles casos que habitualmente llegaban a su consultorio. La combinación de enfoques expertos en materia de seguridad, legalidad, ética y eficacia parecía ser especialmente vital. Sistemáticamente producían estrategias claras y orientaciones políticas en un mundo profesional donde muchos de sus pares luchaban en medio de consideraciones enfrentadas. Al discutir cada una de sus cuestiones favoritas: “¿es seguro?”, “¿es legal?”, “¿es ético?” y “¿es efectivo?”, los hermanos raramente se encontraban empantanados o padecían incertidumbre acerca del mejor camino a seguir.
Pero una tarde todo cambió.
Varios hombres grandotes, algunos de ellos en uniforme,  hicieron una visita inesperada en la oficina de los hermanos en el centro. Rápidamente pasaron por las cortesías habituales. Uno de los hombres habló en tono serio, casi susurrando, acerca de la oportunidad de una consultoría inmediata, de corto plazo y altamente lucrativa relacionada con “asuntos de seguridad nacional”. Aún antes de escuchar todos los detalles, los hermanos empezaron a considerar cual de los cuatro podría hacerse tiempo en sus actividades ante una solicitud efectuada con tan escasa antelación. Pero la conversación se interrumpió cuando uno de los hombres dijo firmemente “Paren, necesitamos a los cuatro. Si cualquiera de ustedes rechaza esta oferta, nunca volverán a oir de nosotros y creo firmemente que lo lamentarán. Piensen que nosotros somos como la gansa proverbial que ponía huevos de oro. Tenemos un avión esperándolos en el aeropuerto”. En ese momento rebuscó en su portafolios y extrajo cuatro brillantes huevos de oro que depositó sobre la mesa. “Uno para cada uno de ustedes, considérenlos un adelanto”.
Trágicamente, como después se vería, los cuatro hermsnos tenían una debilidad por los huevos de oro, las figuras autoritativas y los reconocimientos especiales. Una horas más tarde, Seguro, Legal, Ética y Efectivo estaban juntos en el avión y después de un muy largo viaje llegaron a su destino a la noche siguiente sin tener idea clara de donde se encontraban en realidad. Inmediatamente después del desembarco fueron llevados a un gran depósito o galpón donde muchos hombres grandotes gritaban órdenes a otros hombres casi tan grandes como ellos. Los hermanos sintieron una mezcla de temor y orgullo cuando el más grande de los hombres se aproximó a ellos, les tendió la mano y dijo ”su país les agradece”. Enseguida los condujo a una oficina reservada donde había una compleja consola de video.
Tan pronto como todos estuvieron sentados el hombre empezó una breve presentación. “Bienvenidos.  Espero que su viaje haya sido confortable. Lo que necesitamos de ustedes es en realidad muy simple. Estoy seguro que mis colegas les han explicado  esto durante el vuelo. Entre otras responsabilidades, nosotros estamos en el negocio de los interrogatorios”.  Después que asintieron con la cabeza, continuó: “este trabajo es crucial para la seguridad de nuestra nación pero nosotros reconocemos que podría no ser popular ante todo el mundo. Por esta razón, nuestra gente de mercadeo ha desarrollado un eslogan que ha pasado muy bien la prueba ante varios grupos concretos. Queremos publicitar a nuestros interrogadores como ‘seguros, legales, éticos y efectivos’ y asi se transformará en una frase memorable. Nuestros analistas confían en que con el uso repetido y su exposición masiva, será capaz de acallar aún a los más tozudos opositores”.
Al cabo de una breve pausa el hombre grandote resumió “sin duda ahora se han dado cuenta del porqué contactamos a los cuatro. Queremos que los famosos y muy respetados psicólogos Seguro, Legal, Ética y Efectivo respalden oficialmente nuestros métodos. ¿Ingenioso no es verdad?” Sonrió fugazmente. “El sello de aprobación de ustedes será muy útil para nosotros, especialmente cuando la gente cuestiona nuestras afirmaciones  tratando de promover la agenda de sus propios intereses. De modo que esto es lo que hemos hecho: reunimos una docena de video clips para que ustedes los vean, que muestran las técnicas que empleamos aquí para mejorar nuestros interrogatorios. Siempre que lo soliciten  pueden hacer una pausa o rebobinar el video si quieren verlo de nuevo. ¿Son claras mis instrucciones?”. Los hermanos asintieron con la cabeza. “Bien. La clave es que esto se haga rápidamente de modo que ustedes puedan volver a casa y nosotros podamos lanzar nuestra campaña de mercadeo. Siéntanse en libertad de hablar entre ustedes. Yo regresaré en una hora para obtener aprobaciones escritas de cada uno. A propósito, nosotros estaremos filmando todo”.
El grandote se paró y abandonó la habitación. Un guardia permaneció de pie al otro lado de la puerta. Durante la siguiente media hora, los hermanos miraron los video clips, con profundo descreimiento. El primer clip mostraba a un prisionero desnudo, encapuchado, en una pequeña celda; el preso temblaba en forma incontrolable cada vez que le arrojaban baldes de agua helada. En el segundo video, un prisionero colgado, luchaba para mantenerse en equilibrio, parado con esposas encadenadas al techo y con sus pies encepados unidos a un anclaje en el suelo; parecía no haber dormido durante un tiempo muy prolongado. En el tercero, un preso, obviamente maltratado, que solamente tenía puesto un pañal, estaba confinado en una pequeña caja oscura, demasiado baja para permitirle estar de pie. El cuarto video mostraba a un preso temblando arrinconado en un ángulo de su celda por dos grandes perros feroces, que tiraban de sus cadenas y rugían a centímetros de la cara del prisionero. El quinto clip mostraba a un preso jadeante e incapaz de respirar mientras yacía atado con correas a una tabla inclinada mientras grandes cantidades de agua eran derramadas sobre un paño que cubría su nariz y boca.
Llegados a este punto, los cuatro hermanos se levantaron al unísono para tomar el control remoto y apagar la video casetera. Se miraron entre si, confundidos y alarmados por la situación en la que ahora se encontraban. El silencio se rompió cuando el hombre muy grande retornó a la habitación. “Hemos visto lo suficiente” dijeron atropelladamente los cuatro al mismo tiempo. “Excelente – replicó el grandote – esto será todavía más rápido que lo que yo anticipaba. Permítanme asegurarles que los videos que ustedes no llegaron a ver no habrían cambiado su punto de vista de todas maneras. Aquí están los formularios para expresar su respaldo y aquí está su compensación”. Dos grandotes introdujeron una gran valija y entre ambos la pusieron sobre la mesa.
“Comencemos con nuestra revisión – dijo el grandote – Dr. Seguro, usted es el primero. ¿Está listo para confirmar que los procedimientos que observó son enteramente seguros? Déjeme asegurarle que, excepto uno, todos los prisioneros que vio en los videos están todavía vivos hoy y que sus órganos vitales funcionan dentro de límites normales. La única excepción es la del individuo que estaba encadenado al techo. Murió varios días después a causa de una infortunada caída accidental que no estaba relacionada, en modo alguno, con estas técnicas de interrogatorio. Es obvio que los prisioneros en los videos están experimentando incomodidad física y psicológica en distintos grados pero estoy seguro de que usted se da cuenta que esto es completamente distinto de que estén inseguros. ¿No está de acuerdo Dr. Seguro?”. El hombre abrió la valija: “aquí hay algunos huevos de oro para ayudarle en su decisión. Tómese algunos minutos mientras yo converso con su hermano y hermanas”.
“Dra. Legal, usted es la próxima” dijo el hombre mientras se volvía hacia ella. “Supongo que no observó nada ilegal en los que se desprende de los videos, ¿no es correcto? Espere, déjeme retroceder un escalón. Al plantearle la pregunta también presumo que una psicóloga con su formación jurídica está familiarizada con las últimas interpretaciones de las leyes de los Estados Unidos relativas a los que se conoce como tortura  o tratamiento cruel, inhumano o degradante. Espero que no nos hayamos equivocado al juzgarla en ese sentido.  Asimismo, como precaución, por favor no permita que la distraigan ninguna de las nebulosas restricciones que algunos supuestos científicos denominan como ‘leyes internacionales’. Aquí todos somos patriotas estadounidenses, ¿no es cierto? Atengámonos a lo que conocemos. Aquí hay algunos huevos de oro para contribuir a enfocar sus pensamientos”.
Efectivo se preguntaba si podría fingir una indisposición repentina antes de que llegara su turno pero se dio cuenta de la inutilidad de ese plan en cuanto el grandote se dio vuelta y se dirigió directamente a él. “Dr. Efectivo, este respaldo no debería ser difícil para usted, especialmente si lo enfoca en la forma correcta. Comience por dejar de lado todos los hallazgos de investigaciones con las cuales está familiarizado. En lugar de eso, enfóquese en este hecho: de todo lo que hacemos aquí tomamos muy cuidadosas y detalladas notas. Monitoreamos constantemente y recogemos y analizamos todos los datos con precisión religiosa. Luego ajustamos nuestras técnicas de interrogatorio de acuerdo con eso. Por lo tanto, la pregunta clave que usted debe plantearse es si este es o no un proyecto de investigación efectivo para determinar cuáles técnicas de interrogatorio funcionan y cuáles no. Asimismo cuente con mis seguridades de que estamos aprendiendo muchas cosas valiosas de la gente que interrogamos, aunque todas estas cosas son reservadas y muy secretas, lo cual estoy seguro que comprenderá. Si tiene dudas tal vez esto le ayude” y le alcanzó algunos huevos de oro a través de la mesa. Inmóvil y con la mirada fija hasta entonces, Efectivo atrapó uno de ellos cuando estaba a punto de caer rodando de la mesa.
Ética había contemplado a sus hermanos, a quienes había admirado durante tanto tiempo, que parecían ahora hipnotizados, uno tras otro. Sabía que también ella sería    severamente puesta a prueba. “Entonces, Dra. Ética, ahora me dirijo a usted, al final pero no de últimas” comenzó el grandote. “Antes de que sopese el asunto déjeme mencionarle que ha habido discusiones acerca de la conveniencia de un eslogan más corto, como ‘seguro, legal y efectivo’ pero ‘ético’ aparentemente tiene mucho peso en ciertos sectores. ¿Está de acuerdo con que todo lo que vio era ético? No pretendemos entusiasmo, simplemente asienta. Estoy seguro de que se da cuenta que la ética es inevitablemente incómoda, abstracta y sujeta a interpretaciones. Asimismo, si esto le simplifica las cosas tenga presente que la gente que interrogamos son ‘lo peor de lo peor’ y tienen información crucial que necesitamos desesperadamente. Desde  una perspectiva ética ¿hay alguna consideración más importante que preservar nuestra sociedad en si misma? Tenga algunos huevos de oro mientras considera rápidamente esto”.
El grandote se puso de pie y dirigió la mirada, alternativamente, a cada uno de los cuatro hermanos. “Por qué no firmamos esos papeles de adhesión, ahora mismo, de modo que podamos llevarles a casa sin más demora? Si cualquiera de ustedes prefiere cierta soledad para acelerar sus reflexiones, debajo del vestíbulo tenemos varias pequeñas jaulas que actualmente están vacías. Me disculpo si mis intentos humorísticos no les parecen divertidos”. Los hermanos se sonrieron de mala gana pero este chiste aparentemente intimidatorio era enteramente innecesario. Seguro, Legal, Ética y Efectivo ya se habían reclinado en sus asientos y cada uno de ellos había empezado a explorar mentalmente las opciones que podrían tener para defender después sus adhesiones si a tal cosa se llegase a requerir. Los hermanos habían permanecido en silencio hasta entonces pero Ética hizo una pregunta: “¿quién más va a ver estos videos?” “Oh, no necesitan preocuparse por eso – replicó rápidamente el grandote – planeamos destruirlos”.
Entonces ofreció algunas seguridades adicionales: “miren, todos parecen un poco dubitativos, no estoy seguro del porqué. Solamente tengan en mente que enorme oportunidad es ésta” dijo mientras habría completamente la valija llena de huevos de oro, “oportunidades no solamente para ustedes cuatro sino para toda la profesión de la psicología. ¿Comprenden claramente esto? La ayuda de ustedes aquí, esta noche, abrirá muchas puertas a mucho más trabajo, consultorías, investigación, todo. Confíen en mi, estamos en esto con miras a largo plazo. Les ofrecemos sentarse a la mesa. Queremos que sean parte de nuestro equipo, el equipo ganador. El equipo que lleva a cabo interrogatorios ‘seguros, legales, éticos y efectivos’.
Por supuesto los cuatro hermanos sabían que ‘seguro, legal, ético y efectivo’ de hecho no describían lo que habían visto tras viajar miles de kilómetros. Las horrendas imágenes de video, dolorosamente frescas en sus mentes, solamente intensificaban los esfuerzos internos de los psicólogos por torcer la realidad. Cada uno de ellos se preguntaba acerca de cuestiones que en otros momentos habrían considerado ridículas o absurdas: ¿qué tan peligroso debía ser algo  para que ‘seguro’ fuese una descripción inadecuada?, ¿puede alguien distinguir, con absoluta certeza, entre lo que es ilegal y lo que es ‘legal’?, ¿por qué debería requerirse evidencia documentada de éxito para concluir que algo es ‘efectivo’?, ¿son los juicios acerca de lo que es ‘ético’ siempre blanco o negro en un mundo que a menudo es tan gris?
Los hermanos miraron de reojo al grandote, se miraron entre ellos y a la valija llena de huevos de oro. Ética empezó a hablar pero el hombre la interrumpió abruptamente: “lo siento pero permítanme mencionarles una cosa más: resulta que estábamos desinformados acerca del calendario de vuelos de regreso a los Estados Unidos. Está previsto uno esta noche, en aproximadamente una hora. Detestaría que lo perdieran porque acabo de enterarme que el próximo tendrá lugar recién dentro de dos meses. Estoy seguro de que las comodidades disponibles aquí no son las que ustedes acostumbran. Digamos que ocho semanas entre nosotros probablemente se sientan como mucho más prolongadas aunque les proporcionarían la oportunidad de observar y asistir a algunos de nuestros interrogatorios de primera mano. Sin embargo ¿es posible que estén dispuestos a firmar sus adhesiones ahora?”.
Mirando en forma ovejuna en su derredor, los cuatro psicólogos firmaron los formularios de respaldo otorgando, por lo tanto, a las técnicas de interrogatorio su altamente apreciado y ampliamente respetado respaldo. Los hermanos se quedaron tranquilos acerca de cualquier temor de que una vida de arrepentimientos y pesadillas pudieran esperarles. En lugar de eso balbuceaban en voz alta, entre ellos, acerca de la escasa posibilidad de escoger que tuvieron y como otros en su situación hubieran hecho exactamente lo mismo que ellos hicieron.
De este modo, en una tierra lejana y en medio de la noche, se lanzó una histórica campaña de mercadeo y promoción y nació una nueva era para los psicólogos. Empujando un carrito que llevaba la valija llena con huevos de oro, Seguro, Legal, Ética y Efectivo recibieron el aplauso de docenas de sonrientes hombres musculosos mientras se dirigían a la pista de aterrizaje. Cuando se aproximaban al avión, el grandote se les apareció por última vez.
“Doctores, hay algunas pocas malas noticias. Resulta que también necesitamos transportar cuatro prisioneros en este avión. Con sus capuchas y cadenas no les causaran el más mínimo problema pero habrá una pequeña parada en el vuelo a la capital. El problema más grande es éste: con estos pasajeros adicionales, esa valija con los huevos de oro pondrá en riesgo al avión a causa del exceso de peso. Por lo tanto ya sea la valija o ustedes cuatro deberán permanecer aquí. Lo siento”. El grandote se encogió de hombros y se alejó. Seguro, Legal, Ética y Efectivo se miraron entre si, incapaces de hablar, lo que les hizo más fácil escuchar los repentinos gritos de angustia que provenían del galpón a sus espaldas.
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Traducida del inglés por el Lic. Fernando Britos V. (enero de 2012).

jueves, 19 de enero de 2012

Lecturas veraniegas

LA SENDA DE LAS LÁGRIMAS
Lic. Fernando Britos V.
El verano es bueno para lecturas extraordinarias y para descubrimientos o reencuentros que nos impulsan a compartir. Aunque no parece que se haya estudiado la reseña de libros como fenómeno estacional creo que su frecuencia aumenta a la sombra de los árboles. Aquí va una muestra.
“La senda de las lágrimas: la historia de la remoción de los indios norteamericanos, 1813 - 1855”  (The Trial of Tears)[1] no es de reciente edición y hasta donde sabemos no ha sido traducido al español. La antropóloga estadounidense que lo escribió  investigó y documentó cuidadosamente una parte de la historia de nuestro hemisferio que la mayoría de los uruguayos ignoramos o, simplemente, reconocemos a través de una visión literaria, cinematográfica o televisiva tangencial y fuertemente sesgada. Lo que es más importante, la relató sin remilgos, en forma conmovedora y mordaz. Es de esos libros que se empiezan y se terminan en una noche.
Si uno apela a la memoria inmediata posiblemente  recuerde a  “El último de los mohicanos”[2], los dibujitos de Pocahontas[3] y sobre todo a alguna de las recreaciones de la masacre de Wounded Knee[4].
Pocos se acuerdan de ”La última frontera”,  un clásico de Howard Fast[5] que relató la gesta de los cheyennes, en 1859, conducidos por Cerdo Salvaje y Cuchillo Lento, que consiguieron refugiarse en Canadá, con mujeres, niños y ancianos, después de abrirse paso entre y contra ejércitos que les decuplicaban en número, armamento y capacidad de movimiento.
Sin embargo, estos últimos son episodios de la segunda mitad del siglo XIX. Precisamente “La senda de las lágrimas” arroja luz sobre “el amargo relato de los tristes acontecimientos que condujeron inexorablemente a la masacre final de Wounded Knee” (1890).
Con impecable documentación la antropóloga Jahoda produjo un apasionante y detallado  relato acerca de la forma en que la expansión de los blancos, a partir de la costa Este de los Estados Unidos, desplazó violentamente a más de cincuenta tribus indígenas hacia el Oeste del río Mississippi. Hubo guerras, falsos tratados, engaños de todo tipo y las poblaciones indígenas fueron arrasadas, sus tierras ocupadas por colonos blancos, aventureros y especuladores, su ganado robado, sus cultivos arruinados.
Decenas de miles de Creeks, Choctaws, Cherokees, Chicksaws, Shawnees, Seminolas, Potawatomis, Delawares, Senecas, Miamis y muchas otras tribus  fueron conducidas, en verdaderas marchas de la muerte, hasta los llamados Territorios Indios[6]. El hambre, las enfermedades, el alcohol adulterado, los alimentos en mal estado y los ataques que sufrieron por el camino dieron cuenta de la mayoría de los indígenas. Los sobrevivientes le pusieron el nombre de “la senda de las lágrimas”.
A los uruguayos, la cultura pop y las simplificaciones del charruismo[7] no solamente no nos han ayudado a entender sino que nos han alejado de un verdadero conocimiento y comprensión de la saga sangrienta que se extendió desde la llegada de los europeos hasta Salsipuedes y más allá.
Como había hecho Hernán Cortés a principios del siglo XVI, en México, ingleses y franceses utilizaron o desarrollaron las rivalidades entre las tribus con que se encontraron al llegar a las costas de América del Norte para sus luchas coloniales. Estas tribus habían llegado desde el Oeste, en oleadas, varios miles de años atrás.
A diferencia de las tribus de las grandes llanuras, cazadores-recolectores, como los Sioux y Comanches, las tribus del Este practicaban la agricultura del maíz, la caza y la pesca en los bosques, desarrollaron la cerámica y habían levantado pueblos de cabañas en sitios que, en algunos casos, son ubicables a través de la nomenclatura geográfica actual.
A principios del siglo XIX la totalidad de estas tribus convivían con colonos europeos y existía un grado importante de mestizaje, en lo fundamental con escoceses e irlandeses que se desempeñaban como comerciantes, traficantes de pieles, aventureros y misioneros que muchas veces se aquerenciaron entre los “pieles rojas”, adoptaron sus costumbres y formaron familias extensas.
 Algunas de estas tribus mantenían orgullosamente sus tradiciones pero habían adoptado usos y costumbres de los “cuchillos largos” como llamaban a los blancos. Cierto número de mestizos, formados en las escuelas de las misiones anglicanas, metodistas o de otras sectas protestantes, dominaban la escritura y la lengua de los colonizadores.
Ocasionalmente estallaban conflictos provocados por los traficantes y sobre todo por los vendedores de alcohol. El whisky, que muchos consideraban “la maldición de los indios”, tuvo efectos devastadores. Desde el principio los colonizadores percibieron que además de las cuentas y los paños coloridos, los cuchillos y  otras herramientas de acero y las armas de fuego, la mayoría de los indígenas rápidamente se transformaban en grandes consumidores de bebidas alcohólicas con lo que la destilación y venta de las mismas era un extraordinario negocio[8]. Jahoda advierte que en la firma de muchos tratados truchos y en muchas batallas ambos bandos estaban bajo los efectos de borracheras.
En cuanto a las enfermedades infecto contagiosas tanto  las dolencias autóctonas, (como la malaria en las zonas pantanosas, la disentería y el tifus, la neumonía), como las importadas (viruela, sarampión y otras además de la tuberculosis y las venéreas) habían alcanzado cierto grado de uniformización tanto entre los blancos como entre sus vecinos indígenas.
La mayoría de las muertes por enfermedad que se produjeron durante los éxodos forzosos por “la senda de las lágrimas”  tuvieron como causa el hambre y las inclemencias del tiempo. La virulencia de las enfermedades se vio multiplicada por el frío o el calor a la intemperie y por la falta de alimentos.
En 1812, durante la última guerra entre ingleses y estadounidenses[9], los “pieles rojas” se alinearon mayoritariamente del lado de los primeros que, entre otras cosas, les habían prometido frenar la avalancha de migrantes y aventureros que se apoderaban de las tierras labrantías, diezmaban los animales salvajes y robaban los caballos de los indios. Tampoco los franceses y los mismos británicos habían cumplido promesas anteriores, de modo que esta vez, los ingleses derrotados se atrincheraron en Canadá y abandonaron a sus aliados.
El despojo de los indígenas había empezado antes de 1813 y bastante antes de la independencia estadounidense, en 1776. Próceres como Thomas Jefferson ya habían promovido un modus operandi que consistía en hacer que los indígenas contrajeran deudas, reales o inventadas, para después obligarles a pagar con sus tierras.
Así habían sido alejados de las costas del Atlántico, incluso mediante enfrentamientos violentos para expulsarles más allá de la cadena de los Apalaches. Algunos blancos denunciaban las trampas, contrabandos y crímenes que perpetraban los colonos y especuladores pero invariablemente los jueces y las autoridades estadounidenses miraban para otro lado.
Cuando las tensiones se volvían muy fuertes, cuando algún cacique y sus guerreros no eran neutralizados por el alcohol y desenterraban el hacha de guerra, intervenían las milicias estaduales (principalmente sucedió en Georgia) que salían a cazar indios y a robar su ganado y enseres. Pero estos eran  irregulares, inclinados a saquear los poblados, violar mujeres y matar niños y ancianos, generalmente bajo los efectos de una borrachera persistente y colectiva.
Cuando aparecían los guerreros de Águila Roja (un jefe creek), los milicianos huían en desbandada con su botín. Entonces intervenía el ejército regular, los “casacas azules” que no sin dificultades terminaban reduciendo a los indígenas insurrectos. Después intervenían los negociadores del gobierno, conseguían la anuencia de algunos caciques y mestizos influyentes (muchos de estos se habían transformado en ricos agricultores que tenían a su servicio decenas y cientos de esclavos africanos), los invitaban a Washington y les hacían firmar un tratado mediante el cual cedían sus tierras, admitían retirarse al este del Mississipi, a cambio de víveres, enseres, herramientas y, a veces un estipendio monetario equivalente a unos pocos miles de dólares por cientos de miles de hectáreas[10].
El proceso se repitió varias veces, entre 1813 y 1855, y las promesas realizadas fueron sistemáticamente incumplidas. Los comisionados designados para administrar la reubicación de cada tribu, por lo general estafaban a los pieles rojas quedándose con los fondos miserables que les asignaban, entregaban víveres en mal estado (harina con gorgojos, carne agusanada, etc.) y remataban las parcelas y los bienes de los indígenas antes de que las hubiesen abandonado.
A partir de ese momento se organizaban estas marchas de la muerte en las que, por ejemplo, varios miles de familias indígenas eran formadas en una caravana de 5 o 6 kilómetros con diez o doce carretas para algunos víveres y para quienes no podían caminar. El ejército les rodeaba, custodiaba y capturaba a los prófugos. Muy pocos de los exiliados podían conservar sus caballos.
Para la marcha se reunía a los removibles en empalizadas - verdaderos campos de concentración - durante la primavera, por lo que se impedía que pudieran cosechar su maíz. Eran llevados a la fuerza. Los que escapaban a los bosques estaban condenados a morir de hambre. Muy pocos pudieron refugiarse donde vecinos blancos suficientemente caritativos. Algunos mestizos (con un abuelo o bisabuelo indígena) pudieron eludir la leva pero muchos otros que habían adoptado la cultura de los blancos no pudieron hacerlo y debieron marchar con sus esclavos y con caballos, carruajes y algunos bienes que pudieron llevar.
El trayecto empezaba en verano y se extendía hasta el invierno. Agotadoras jornadas, sin abrigo ni refugio, por tierras abruptas donde no existía otra cosa que trochas de cazadores, sin caminos ni puentes o poblaciones de acogida en las distintas etapas. La logística no consideraba a los indios desplazados como personas, eran salvajes que debían arreglarse con cortezas y carroña o con los alimentos podridos que les entregaban. Muchos observadores dijeron que los caballos del ejército estaban mucho mejor alimentados y cuidados que los indígenas.
Cuando llegaban a su destino tampoco disponían de tierras adecuadas para sembrar, semillas, arados de hierro o animales de tiro. La mortandad por hambre era enorme. Las dos terceras partes de quienes habían empezado el terrible éxodo perecían por el camino o en el primer año en las áridas planicies del Territorio Indio. Fueron sin lugar a dudas genocidios seriales, bien organizados.
Aunque el libro es un gran friso histórico cuyo verdadero protagonista son los pueblos indígenas del Este de los Estados Unidos, en el relato se destacan algunos personajes.
Entre ellos, el Gral. Andrew Jackson[11] que guerreó contra los indios y que cuando llegó a la presidencia de los Estados Unidos, en 1829, fue el artífice y el más implacable ejecutor de la política de erradicación de las tribus indígenas.
También se destacaron estadistas como John Ross, un cherokee muy inteligente y cultivado, que abogó en defensa de su tribu ante el gobierno de Washington y finalmente, lleno de amargura, condujo a su pueblo desde Georgia hacia los áridos territorios al Oeste del Mississipi. O jefes legendarios como el seminola conocido como Osceola.
Entre todas las naciones indígenas de América del Norte – asegura Jahoda – los seminolas[12] eran únicos. Nunca escogieron su identidad como tribu sino que la historia la escogió para ellos. En efecto, cuando los Creeks y otras grandes tribus empezaban a ser desplazadas hacia el Oeste, surgieron como pueblo, a fines del siglo XVIII, en la Florida. A los españoles les había llevado doscientos años liquidar a los indígenas que encontraron en la gran península a su llegada (Apalachees, Timucuas y Calusas, entre otros).
Cuando “cedieron” el territorio a los británicos, en 1763, era una zona semi vacía: una costa apenas poblada, un norte fértil  apto para la agricultura y la ganadería que ocupaban los Creeks y otras tribus y un gran pantano y selva tropical impenetrable que constituía y en gran medida constituye todavía el corazón de la península. Los Creeks ocuparon el vacío dejado por las tribus anteriores y los británicos llamaron seminolas a todos los indígenas y esclavos fugados que encontraron después en la Florida. Los esclavistas de Georgia y Carolina habían impuesto a los pieles rojas la obligación de devolver a los esclavos fugados para permitirles permanecer en aquellas tierras que por entonces no les interesaban pero los indígenas no la cumplían. Tampoco estaban dispuestos a trasladarse al Oeste.
En 1832, en medio de las negociaciones entre los jefes seminolas y los comisionados del gobierno para uno de los infames tratados de erradicación surgió un nuevo caudillo Asi-Yaholo, que los blancos denominarían Osceola. Era un joven mestizo con antepasados  escoceses,  británicos y  creeks que se las veía con tortuosos personajes como el Reverendo Schermerhorn que ya había engañado a varias tribus con tratados truchos. Osceola terminó la reunión con su célebre declaración: el único tratado que haré es este - gritó mientras clavaba su chuchillo en la mesa – haré que el hombre blanco quede rojo de sangre y lo ennegreceré al sol y la lluvia donde el lobo pueda olfatear sus huesos y el buitre vivir de sus despojos. Durante cinco años cumplió su promesa. Murió en cautiverio pero nunca se rindió.
También aparecen otros personajes de distinto signo como el noble millonario irlandés St. George Gore quien durante tres años ininterrumpidos mantuvo una expedición de caza y pesca en los Estados Unidos. Gore era un depredador implacable a quien acompañaba un equipo de setenta u ochenta personas (armeros, batidores, edecanes, taxidermistas, monteros pues trajo varias jaurías con más de 40 perros, etc.) que exterminó miles de búfalos y antílopes  por el puro placer de matar y llevarse algunas docenas de piezas para su galería de trofeos.
Como en todos los procesos complejos, en la historia de choque y destrucción de naciones surgieron profetas, locos, oportunistas y uno de ellos tuvo su momento de fama, Eleazer Williams, el príncipe perdido, un Mohawk que condujo a la tribu de los Oneidas hacia Wisconsin.
 Williams era producto educado de una escuela de misioneros, descendiente de un clérigo de Massachusetts cuya hija había sido capturada por los Mohawk[13] y también un mitómano de fuste. A cierta altura de sus andanzas convenció a un obispo episcopal que era Luis XVII, el delfín perdido, hijo de los guillotinados María Antonieta y Luis XVI. Su Alteza había eludido la muerte milagrosamente, otro había sido ejecutado en su lugar y algunos fieles servidores lo habían sacado a escondidas de Francia, lo habían trasladado en secreto hasta América del Norte y lo habían confiado a los Mohawks para eludir a sus perseguidores. Durante algunos años el embuste le proporcionó fama hasta que alguien investigó sus orígenes y quedó al descubierto.
El desplazamiento forzoso de pueblo enteros hacia el este del gran río Mississipi culminó en 1855 pero pronto los Territorios Indígenas sufrirían nuevas embestidas. Para empezar, las grandes llanuras del Oeste no eran un espacio vacío sino el coto de los Sioux  y otras grandes tribus nómades que no veían con buenos ojos a los recién llegados. Sin embargo lo más grave fue el desarrollo de los ferrocarriles transcontinentales que atravesaban las planicies. Las compañías desalojaban a los indígenas, interrumpían las migraciones de búfalos y antílopes y contribuían a su depredación. Sobre todo, crearon una incontenible corriente de colonos blancos, ganaderos, agricultores, comerciantes, fanáticos religiosos, vaqueros y aventureros de todo tipo. Todo se multiplicó en forma prodigiosa con el descubrimiento de oro en la costa del Pacífico y el resto de la historia ya es cuestión de las películas. Las tribus indígenas fueron sumergidas por la avalancha humana que invadió el Lejano Oeste.


[1] Jahoda, Gloria (1995) The Trial of Tears. The Story of The American Indian Removals 1813-1855; Wings Books, Nueva York (la edición original data de 1975 y la obra es catalogada bajo los rubros de Indígenas Norteamericanos, Relocalización, Relaciones con el gobierno estadounidense; 356 pp.).
[2] Cooper, James Fenimore (1826) El último de los mohicanos (la visión romántica que tan parecida suena al Tabaré de Zorrilla de San Martín aunque es mucho más compleja y refleja en forma más entretenida los conflictos entre franceses e ingleses y su respectivos aliados indios, entre las distintas tribus y entre estas y los colonos blancos a mediados del siglo XVIII).
[3] Pocahontas(1595, Virginia - 1617, Londres) fue la hija mayor de Powhatan, el jefe de la confederación algonquina en Virginia. Su verdadero nombre fue Matoaka, pero se le conocía por su mote pequeña licenciosa.
[4] La Masacre de Wounded Knee fue la última de las grandes confrontaciones entre los indios lakota y el ejército de los Estados Unidos. El 29 de diciembre de 1890, quinientos soldados del Séptimo de Caballería apoyados por fuerzas auxiliares y una ametralladora rodearon el campamento Lakota de Minneconjou. El comandante llevaba órdenes de desarmar a los lakota y escoltar a los habitantes hasta un tren que los deportaría a Nebraska. Cuando el desarme se estaba terminando se inició un tiroteo, que nunca fue aclarado, y se desató la masacre: ciento treinta y cinco lakota  fueron muertos, entre estos, sesenta y dos mujeres y niños. También murieron veinticinco soldados en lucha cuerpo a cuerpo.
[5] Fast, Howard (1941  ) La última frontera.
[6] Tierras que el gobierno de los Estados Unidos consideraba poco menos que inhabitables, comprendiendo las grandes llanuras y zonas desérticas y semi desérticas de los actuales estados de Nevada y Oklahoma. Los Territorios Indios habían sido establecidos por los británicos y los estadounidenses los fueron acotando al oeste del Mississipi.
[7] El charruismo es un fenómeno propagandístico que se caracteriza por utilizar datos descontextualizados de la antropología y la historia para una presentación mítica de los charrúas con fines poco claros aunque generalmente vinculados con reivindicaciones o propósitos crematísticos.
[8] Los caballos, sin embargo, se compraban, vendían y robaban pero no eran novedad para ninguna de las partes.
[9] En la Guerra Anglo-Estadounidense de 1812 las tropas de la marina real británica mantuvieron un choque decisivo con las fuerzas estadounidenses dirigidas por Andrew Jackson, quién con la colaboración del corsario franco-estadounidense Jean Lafitte, y unos mil piratas que engrosaban las filas de del ejército estadounidense se enfrentaron en la Batalla de New Orleans, que dio la victoria definitiva a los estadounidenses.
[10] Jahoda ha estimado que el gobierno de Washington invirtió unos 3 millones de dólares de la época, en 42 años, para hacerse de tierras feraces que constituyen la cuarta parte del territorio actual de los Estados Unidos. Naturalmente buena parte del dinero nunca llegó a manos de los indígenas o les fue estafado en poco tiempo.
[11] Andrew Jackson (1767-1845) era llamado Jacksa Chula Harjo por los indígenas,
[12] Seminolas proviene del término Creek siminoli que quiere decir exiliado, vagabundo.
[13] Los Oneidas y los Mohawk eran tribus con lenguas similares, algo así como el español y el portugués, y Williams era un extraordinario orador en ambas y autoproclamado predicador.