viernes, 30 de noviembre de 2012

Taller sobre acoso moral



PRINCIPIOS AUSPICIOSOS Y CAMINOS ABRUPTOS
La Udelar empieza a moverse para prevenir y erradicar una de las formas más ominosas de violencia institucional: el acoso moral
Lic. Fernando Britos V.
Desde los trabajos pioneros de Heinz Leymann, hace treinta años, hasta los más recientes de Iñaki Piñuel, pasando por las obras de Marie-France Hirigoyen y los casos que hemos descripto y denunciado en Uruguay, se sabe que el acoso moral es una de las formas de violencia más comunes y un flagelo cuya incidencia es muy frecuente en las instituciones de enseñanza y especialmente en las universidades públicas.
Sucede que el acoso es una forma de violencia solapada, abominable, vergonzante y su abordaje teórico figura, por lo común, entre los temas tabú, políticamente incorrectos, al tiempo que su mera existencia es sencillamente inadmisible. Esto se debe a que la sola admisión de la posibilidad de que casos de acoso moral hayan sucedido, estén sucediendo o puedan suceder en una institución de tan elevados fines y valores éticos como una universidad resulta sencillamente insoportable para muchas personas.
En los últimos tiempos, prácticamente desde diciembre de 2011, el acoso moral ha empezado a ponerse sobre el tapete, en forma incipiente, tímida y tangencial, en la  Universidad de la República. Por ahora se trata de charlas y talleres impulsados desde la Comisión de Derechos Humanos de A.F.F.U.R (el gremio de los funcionarios no docentes) y del Programa Central de Salud Mental (P.S.M) radicado en el Servicio Central de Bienestar Universitario.
El 28 de noviembre las actividades del año de este programa culminaron con un taller denominado “Acoso moral en la Udelar, ¿cómo intervenir?”. Se trata, sin lugar a dudas, de un gran y auspicioso esfuerzo que requiere un apoyo redoblado. Para ello hay que prestar atención a las palabras inaugurales de la Asistente Social, Lic. Teresa Dornell, coordinadora del P.S.M.  Esta docente reconoció que la audiencia y participación se limitaba a los funcionarios no docentes, que muchos de sus colegas no se consideraban trabajadores públicos y por lo tanto se pensaban inmunes al acoso moral y que algo parecido sucedía con los estudiantes que siempre fueron una fuerza justiciera e innovadora en la Universidad.
Esta lúcida advertencia de Dornell no implica desaliento pero no debe ser pasada por alto. Nuestra explicación empieza a partir de una contextualización del acoso moral. Por lo común, las primeras aproximaciones al tema son de tipo asistencial: se trata de ayudar a la o las víctimas del acoso moral y en este terreno hay varias modalidades o procedimientos para materializar esta ayuda solidaria y ya volveremos sobre esto más adelante. Después se trata de identificar a los acosadores y existe una fuerte tendencia hacia la tipificación tanto de las víctimas como de los perpetradores. Sin embargo, queda poco claro el papel que juega el entorno, es decir los cómplices por acción o por omisión y sobre todo la organización del trabajo que hace posible la incidencia del acoso moral.
La experiencia demuestra que las organizaciones pasan por tres etapas, a veces consecutivas, a veces simultáneas. La primera siempre es la negación: en esta institución no existe el acoso moral; lo que se dice acoso moral se reduce a problemas interpersonales; somos muy amplios, transparentes, democráticos; aquí no existen conflictos de intereses, no hay curias de poder, no hay patronales, no hay explotación, no existe el sufrimiento en el trabajo; en esta organización no se aplican los principios gerenciales y tecnocráticos del neoliberalismo, hay equidad perfecta y respeto por los derechos de todos.
La segunda etapa es la banalización del fenómeno : hay problemas pero son excepcionales, producto de individuos desviados, acosadores circunstanciales y equivocados, acosados con problemas de salud (de salud mental), vulnerabilidad y baja autoestima; la organización no necesita ser corregida, la organización es perfectible pero únicamente en el sentido gerencial del término (“separar el timón de los remos”, “evitar el conflicto”,  “hacer énfasis en la satisfacción en el trabajo”, “establecer mecanismos de conciliación o mediación obligatoria”, “hacer consultas pero evitar la participación de los asalariados en las decisiones que les afectan”, “pensamiento positivo”, etc.).
La tercera etapa es la conocida como la de “matar al mensajero de las malas noticias”. Es la etapa de las acciones excluyentes cuando la negación y la banalización han resultado insuficientes para impedir que los casos de acoso moral sean sofocados, negociados u ocultados. Naturalmente lo que las organizaciones frecuentemente desarrollan en esta etapa es una fuerte ofensiva que se encuadra en los límites de la violencia institucional y que, en casos muy excepcionales, puede llegar a la agresión abierta o la eliminación de quienes denuncian o exponen los casos que se trata de ocultar. El caso más flagrante de “acción aversiva y disuasoria” es el desarrollado por el Vaticano, a instancias del papa Juan Pablo II, hacia quienes efectuaron denuncias contra sacerdotes pedófilos. Las instrucciones que recibió la jerarquía eclesiástica en Estados Unidos, Gran Bretaña, Irlanda, eran no negociar con los denunciantes sino denunciarlos penalmente a su vez y levantar todo tipo de cargos contra las víctimas.
Las iniciativas que se están empezando a promover en la Udelar para identificar y prevenir el acoso moral son ciertamente auspiciosas pero parecen estar transcurriendo aún por la etapa organizacional de la negación. Todo indica que para avanzar no bastará con multiplicar los talleres y charlas sino que será preciso dar un salto en la conciencia del colectivo acerca de la incidencia del acoso moral, a partir de un análisis impostergable, público y respetuoso de los casos reales que están sucediendo y de una consideración temprana de las denuncias que se formulan.
Es preciso tener en cuenta que la clave del acoso moral radica en su carácter solapado, alevoso, sostenido. Los primeros en percibirlo pueden ser los compañeros de las víctimas y son ellos los que deben ser alentados y respaldados para impedir el aislamiento de los acosados. Los psicólogos, los asistentes sociales, los abogados, los médicos, que pueden y deben hacer una contribución importante en los casos de acoso moral suelen “llegar tarde”.
Sin embargo, el punto clave parece ser el esclarecimiento de la vinculación que existe entre el acoso moral y otras formas de violencia institucional con los dilemas éticos que suelen presentarse en la enseñanza universitaria y la investigación científica. Por ejemplo, los estudiantes pueden percibir claramente como hay ciertas formas de “explotación” de su trabajo y de plagio que están directamente emparentadas con los fenómenos del acoso incluyendo no solamente el acoso moral sino el acoso sexual, la discriminación de género y otros flagelos.
Son caminos abruptos, no desprovistos de riesgos e incertidumbres pero prometedores y los universitarios uruguayos están probando ser capaces de recorrerlos.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Crímenes y mitos encubridores




CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD Y MITOS ENCUBRIDORES
Lic. Fernando Britos V.
El juez federal argentino Daniel Rafecas (n.1947), ha llevado adelante desde el 2004 algunos de los casos más resonantes abordados por la justicia argentina (desde la llamada Megacausa del Primer Cuerpo de Ejército donde sigue dos grandes líneas: la de las estructuras de mando durante la dictadura argentina y la de los centros clandestinos de detención, hasta los sobornos en el Senado de su país, la causa Papel Prensa y otras de palpitante actualidad)[1].
Rafecas es profesor de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires y en las de Rosario y de Palermo. Es mundialmente reconocido por su actividad académica dedicada al estudio de los crímenes de lesa humanidad, contra la discriminación y en defensa de los derechos humanos. Hace pocos meses se publicó su libro [2] sobre la Solución Final y con motivo de su presentación en Montevideo concedió una entrevista [3] a la que deseamos referirnos ahora.
Sería un atrevimiento opinar sobre el libro de tan destacado profesor sin haberlo leído de modo que simplemente se trata de hacer ciertos apuntes, como contribución a los temas candentes y de enorme vigencia que trae a cuento, el Prof. Rafecas y las preocupaciones que compartimos uruguayos, argentinos, latinoamericanos y ciudadanos de todo el mundo.
1 – El origen del mal y las secuelas actuales – Tal vez el capítulo más importante de la historiografía del nazismo y de la historia del siglo pasado ha sido el de los orígenes ¿cómo sucedió esto?, ¿cómo un pueblo culto, trabajador y sensible pudo prohijar y seguir fanáticamente a los nazis en sus crímenes? ¿cómo pasó? ¿cuáles fueron las causas? Filósofos, psicólogos, literatos, médicos, maestros, historiadores, políticos, periodistas, hombres y mujeres comunes y corrientes y grandes catedráticos, en todo el mundo se han planteado y, como puede verse aún se plantean y se plantearán, la misma interrogante. A principios de mayo de 1945 - cuando las cenizas del Füehrer aún no se habían enfriado – Bertolt Brecht, que había condenado valientemente los orígenes y ascenso del régimen, advertía, refiriéndose al capitalismo como causa del fascismo:  "señores, no estén tan contentos con la derrota de Hitler porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al Bastardo, la Puta que lo parió está caliente de nuevo" (6 de mayo de 1945).
Brecht anticipaba así el desarrollo de la Guerra Fría que en realidad había empezado antes de la derrota del Eje. Los orígenes del mal no pueden ser comprendidos si no se estudia la forma en que los criminales nazis fueron benévolamente tratados, amparados e incluso contratados por los gobiernos de los Estados Unidos, de Gran Bretaña, de Francia y, desde luego de Japón y de la República Federal Alemana, desde su creación[4].
Los orígenes y las secuelas del Holocausto están tan estrechamente vinculados que las reparaciones, la ubicación de los bienes robados, la denuncia del aprovechamiento de mano de obra esclava y otros métodos de enriquecimiento, latrocinio y explotación ha sido insuficiente, vacilante o acallada. La reparación ha sido extraordinariamente mezquina con las víctimas y el reconocimiento apenas balbuceado.
La Puta que parió al nazismo no ha sido otra que el capitalismo y sus métodos de explotación, destrucción y degradación de los seres humanos, de ejercicio del poder por la clase dominante y de los métodos imperialistas para el sojuzgamiento de los pueblos. Por eso la profundización necesaria en estas temáticas no puede circunscribirse a la esfera estrictamente política de “la toma del poder” por los nazis o al desarrollo de un “estado totalitario” y una burocracia estatal ciega y eficiente.
En los últimos años hay varias líneas de investigación multidisciplinaria sobre el nazismo y sus crímenes que renuevan y enriquecen viejas perspectivas y, sobre todo, que tienen un gran valor prospectivo, precisamente en el sentido que dice Rafecas: no existe vacuna contra estos crímenes y nada impide su repetición sino la alerta temprana basada en un reconocimiento de los procedimientos, los síntomas precursores y las situaciones que llevaron a su desarrollo. La aguda crisis europea resuena ahora cataclísmicamente similar a la de la República de Weimar y aunque es sabido que la historia es irrepetible sus lecciones no admiten desperdicio.
2 – Precursores -  La investigación de los crímenes contra la humanidad está inexorablemente sometida a diversas etapas. En la del Holocausto y los crímenes del nazismo, la generación de aquellos que sufrieron directamente el nazismo, el fascismo, el franquismo, ya desaparecieron. Actualmente la generación de los hijos de los sobrevivientes y de los estudiosos más o menos contemporáneos de los hechos está cediendo su lugar a una tercera o cuarta camada de nuevos investigadores que no conocieron los fenómenos sino a través del sufrimiento de su padres, de sus abuelos o el de comunidades que aparecen histórica y culturalmente distantes [5].
Los nuevos investigadores aportan a su vez nuevos puntos de vista, nuevas sendas de investigación y las inevitables polémicas con que se desarrolla el conocimiento pero en todos los casos existe una pasión, no necesariamente reconocida, que es producto de la identidad intrínseca a la especie humana. Se trata siempre de una materia de palpitante interés porque el riesgo de reiteración de los crímenes, independientemente de su escala, no se disipará sino con la desaparición del capitalismo.
Es preciso estudiar a los perpetradores, de donde provienen, como se forman, como se organizan, cual es su concepción y sus procedimientos, quien los financia, cual es el entramado de los autores intelectuales, los instigadores, los festejantes. Como se entrelazan las responsabilidades, las complicidades, las omisiones. Esto implica estudiar las organizaciones criminales en las que se entrenan y actúan y la forma  como justifican y ocultan sus crímenes a través de la desinformación y lo que nosotros denominamos “mitos encubridores de crímenes de lesa humanidad” [6].
También es necesario considerar a las víctimas, sus actos, sus huellas, reivindicar su memoria, ubicar sus restos y reparar a los sobrevivientes, a sus descendientes y a las comunidades que sufrieron las acciones criminales en todo sentido, es decir desde la reivindicación simbólica a la material en todas sus formas.
En este marco general es decisiva la seriedad y consistencia de las investigaciones y la coherencia de las acciones que se lleven a cabo. Las secuelas de los crímenes de lesa humanidad son transgeneracionales y transculturales. Hay un vínculo directo entre los crímenes racistas y los genocidios del pasado, del presente y del futuro. Hay un hilo conductor mucho más directo que lo que se supone entre un agente de la Ojrana, un oficial otomano o nipón, un esbirro de la Gestapo, un verdugo franquista, un interrogador estalinista, un sturmbanfüehrer de las SS, un paracaidista francés, un agente de la CIA o del Mossad y un torturador pinochetista, ruandés, argentino, guatemalteco, congoleño o uruguayo. Los métodos se han heredado, perfeccionado y trasmitido.
Hace mucho que se sabe que los nazis se inspiraron en el genocidio que sufrieron los armenios en 1915 a manos de los turcos. En diciembre de 1941, a instancias de Goering y Himmler, el Teniente General de las SS Reinhard Heydrich convocó una reunión para tratar la Solución Final del Problema Judío. La reunión debió postergarse y finalmente se llevó a cabo en el barrio berlinés de Wannsee, el 20 de enero de 1942, con la participación de 15 capitostes militares, policiales y civiles nazis [7].
Los acuerdos que se adoptaron fueron redactados por Heydrich y Eichmann y disponían la organización del Holocausto, es decir el aniquilamiento de los judíos y otras razas inferiores de toda Europa. Los documentos fueron capturados y presentados en el Tribunal de Nuremberg que juzgó a los jefes nazis después de la guerra. Hay testimonios de que, en la Conferencia de Wannsee, Heydrich citó el genocidio armenio como un ejemplo de impunidad para tranquilizar a los jefes que expresaban dudas respecto a las represalias que podía acarrear un crimen tan gigantesco.
Sin embargo, antes del exterminio de los opositores políticos y el desarrollo demencial de los campos de concentración, los nazis habían llevado a cabo una operación de “limpieza étnica” mediante el asesinato sistemático de enfermos mentales, discapacitados y pacientes afectados por enfermedades hereditarias y congénitas. Esto sucedió mucha antes de la guerra, sus acciones preparatorias empezaron antes del acceso del nazismo al poder en 1933, fue dirigido por una serie de eminencias médicas de Alemania y condujo al exterminio de cientos de miles de personas.
La política oficial de la Alemania Nazi comprendía la “higiene racial” que prohibía los matrimonios con personas de “razas inferiores”, no solamente judíos sino también romaníes (gitanos) que fueron tan implacablemente gaseados como los primeros, prescribía la esterilización forzosa y la procreación favorecida de los arios (Lebensborn). El sistema incluía la eutanasia de personas estigmatizadas (programa Aktion T4): enfermos incurables, débiles mentales, homosexuales, ancianos y niños inválidos, lisiados, personas con deformidades, etc. que eran presentadas como una carga intolerable para la sociedad a través de campañas propagandísticas sistemáticas. 
Este sistema tenía antecedentes en la eugenesia o mejoramiento de la especie y la eutanasia que venía siendo promovida en los Estados Unidos desde el siglo XIX y que contó promotores en todos los países, inclusive en el nuestro, a principios del siglo XX. De modo que los nazis se sirvieron del antisemitismo, el anticomunismo y la eugenesia, en forma complementaria, para asegurarse el control,  el poder y la permanencia en el mismo mediante el terror, el engaño, el miedo y la adhesión fanática pero, en realidad no inventaron nada sino que lo combinaron en una forma bastante eficaz en las condiciones concretas de la Europa de entonces y especialmente en las de la sociedad alemana.
El genocidio armenio fue un antecedente del Holocausto pero no fue el más importante  desde cualquier punto de vista. La “legalidad” de los crímenes masivos se basaba en antecedentes que pueden remontarse a la Edad Media y aún a la antigüedad, en materia de segregación, discriminación, persecución y opresión de unas personas sobre otras.
Desde el punto de vista práctico de la ejecución racional, el antecedente más importante no fueron “las marchas de la muerte”, las masacres de aldeas enteras y el exterminio por hambre que caracterizaron al genocidio armenio sino la fría sincronización de acciones y de medios del Aktion T4. El mismo personal médico y de enfermería que seleccionaba los pacientes para ser esterilizados o asesinados fue después el que perfeccionó los sistemas de selección de las víctimas en los campos de la muerte, ya fuese para el trabajo esclavo, ya para los sönderkommando que acarreaban los cadáveres, ya para ser gaseados, ya para los crueles experimentos (“resistencia al dolor, a la congelación, a la anoxia, a tóxicos y venenos”) y las vivisecciones que practicaban [8].
Los asesinados mediante inyecciones letales y procedimientos similares fueron más de 270.000 de modo que los hospicios, asilos y sanatorios de Alemania fueron “vaciados” entre 1934 y 1938. Más de 400.000 personas fueron esterilizadas contra su voluntad. El antisemitismo, el anticomunismo y la eugenesia fueron ingredientes fundamentales del odio y la despersonalización de las víctimas necesarios para el genocidio. Auschwitz ya había sido bien ensayado antes y el personal que lo haría funcionar tenía experiencia hecha sobre su propio pueblo.
3 - Responsabilidades de antes y de ahora – Este es otro gran tema recurrente en el estudio de los crímenes de lesa humanidad, en la prevención de los mismos y en la reparación de sus secuelas. Periódicamente se producen nuevos debates historiográficos sobre el Holocausto y sus causas y pocas cosas podrían agregarse a lo que generaciones de historiadores y analistas políticos han propuesto.
Los “mitos encubridores” inevitablemente van cayendo ante el trabajo de los investigadores, los descubrimientos documentales y arqueológicos, los testimonios in articulo mortis y los análisis multidisciplinarios de las evidencias. Esto ha venido pasando en la historiografía del Holocausto, en la de España (1936 al 39), Argelia (1956al 60), Vietnam (1945 al 75), las dictaduras terroristas latinoamericanas de las décadas del 60, 70 y 80 del siglos pasado y tantos otros episodios marcados por los crímenes de lesa humanidad.
Como advirtió Rafecas sería fácil y tranquilizadora la supervivencia del mito de que el nazismo fue producto o creación de un grupo de dirigentes psicópatas. Pero ese mito hace muchas décadas que ha sido sepultado. En cambio, retorna una y otra vez, el tema de la responsabilidad colectiva. En 1996 se produjo intensa controversia cuando el historiador estadounidense Daniel Goldhagen produjo su libro “Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes comunes y el Holocausto” donde hacía un hincapié absoluto en el antisemitismo como causa y una simplificación de la culpa colectiva de todos los alemanes como “verdugos voluntarios”. La obra fue un éxito de ventas pero sus tesis fueron demolidas por la academia.
Los historiadores, incluyendo todos los especialistas judíos en el Holocausto, hicieron una severa crítica de la obra señalando que su truculencia y simplificaciones prestaban un flaco servicio a la determinación de las responsabilidades en la comisión de los crímenes de lesa humanidad y concretamente a la comprensión de los crímenes del nazismo. Pocos años después el argentino Federico Finchelstein produjo la que sigue siendo, sin lugar a dudas, la mejor recopilación e interpretación en español sobre lo que se dio en llamar el debate Goldhagen [9].
Para precavernos de las interpretaciones simplistas que terminan salvándoles la ropa a los verdugos e igualando todas las responsabilidades, lo que equivale a disolverlas todas, nada mejor que citar un párrafo de Finchelstein (1999, p.38). “El complejo universo de la Solución Final, sus contradictorios elementos de planificación científica, de racionalidad instrumental que, mezclados con elementos atávicos de barbarie y salvajismo llevaron a esa severa caída de la civilización de la que habla Norbert Elías, están ausentes en el planteo de Goldhagen. Auschwitz es así una previsible, e históricamente determinada, puesta en escena de los nazis que expresa el deseo colectivo alemán de exterminio físico de los judíos europeos”.
Goldhagen y otros abusivos simplificadores después de él, ignoran la compleja historia de los judíos alemanes. Omer Bártov sostiene en la misma obra (Cap.4, p.106) que si se acepta las tesis de Goldhagen hay que creer que los judíos alemanes estaban ciegos o eran directamente estúpidos, ya que el mensaje de su destrucción estaba escrito en las paredes desde hacía cien años “y toda su existencia se basaba en una ilusión”. Lo más interesante es lo que dice Bártov enseguida: “Esta visión del pasado (la de Goldhagen) también nos confronta con serios problemas que conciernen al presente, ya que lo que Goldhagen llama el “antisemitismo eliminacionista” , el predecesor de su variante exterminacionista, parece haber desaparecido totalmente de Alemania después de 1945”.
En otras palabras, de la misma manera que los crímenes de lesa humanidad tienen su contexto, sus antecedentes, su historia, esas condiciones concretas tampoco desaparecen repentinamente aún en medio de la derrota bélica o de una transición acelerada. Nadie podría creer que Alemania (tanto la RFA como la RDA) o Japón, se transformaron en democracias perfectas en 1945. Cualquier transición requiere sospechar de esas “conversiones” retóricas o repentinas y esto vale tanto para la España de Suárez posterior a la muerte de Franco como para el Uruguay al amanecer del 1° de marzo de 1985.
Finalmente deseamos llamar la atención hacia cuatro obras que no son precisamente novedosas pero que marcan otras tantas líneas de investigación. En primer lugar los aspectos políticos y prácticos de la toma del poder por los nazis, donde destaca la obra de William Sheridan Allen, “La toma del poder por los Nazis. La experiencia de una pequeña ciudad alemana, 1922-1945”. Desde hace casi medio siglo Sheridan Allen sostiene, apoyándose en investigación de campo, que los nazis se hicieron del poder en forma “legal”, organizada, propagandística y sistemática, apelando a concepciones, prejuicios e intereses pre existentes, sin perjuicio de la violencia de sus métodos y del terror que después implantaron [10]. El autor muestra como funcionaba el aparato de promoción, de recaudación y de compromisos que montaron los nazis para ganarse la adhesión de una muy cómoda mayoría en una pequeña población del norte de Alemania.
Otro aspecto importante de las responsabilidades actuales en los crímenes del pasado es el de la participación de los bancos suizos como caja negra y lavadores del oro robado por los nazis (de lo cual hay una vasta y documentada bibliografía) y de la participación de grandes empresas alemanas y de otros países en los beneficios del trabajo esclavo o en el sustento técnico para el Holocausto. Este precisamente es el caso de la IBM (International Business Machines). Edwin Black aparece como autor del libro titulado “IBM y el Holocausto. La alianza estratégica entre la Alemania nazi y la más poderosa corporación norteamericana”. [11]
Asimismo, aunque se refiere al Asia y a un teatro de crímenes menos estudiado y conocido como son los cometidos por los japoneses en China, Corea, Manchuria, Filipinas y todos los países que ocuparon antes y durante la Segunda Guerra Mundial, se destaca la obra de los esposos Seagrave [12]. Con impresionante documentación estos periodistas de investigación muestran páginas ocultas de la guerra en Asia y de la guerra fría a nivel mundial por cuanto dan cuenta del saqueo sistemático de todas las riquezas de los países ocupados y su enterramiento en lugares secretos, incluyendo el Palacio Imperial de Tokio. La operación fue dirigida por el emperador Hirohito y los príncipes imperiales que eran los que actuaban sobre el terreno.
Los estadounidenses facilitaron el ocultamiento de inmensas cantidades de oro y con parte de ellas se financiaron guerras y cruentas intervenciones de la guerra fría en todo el mundo. Lo hicieron al incluir en el tratado de paz con el que formalmente terminó la guerra, en 1952, de un artículo que exoneró al gobierno japonés de cualquier obligación de pagar indemnizaciones o asumir responsabilidad por los saqueos cometidos, por el trabajo esclavo, por la muerte y torturas infligidas a millones de personas, por las violaciones y la esclavitud sexual de decenas de miles de mujeres, por la destrucción de obras civiles y otros crímenes que permanecen impunes.
Por fin, se encuentra el tema de las responsabilidades de las iglesias, especialmente de la Iglesia Católica y del Vaticano en relación con el Holocausto y otros crímenes de lesa humanidad. En 1963, el controversial dramaturgo alemán Rolf Hochhuth produjo el drama titulado Der Stellvertreter. Ein christliches Trauerspiel (El representante, una tragedia cristiana) que se desarrolla en la época del Holocausto y presentaba al Papa Pío XII como indiferente ante la suerte de los judíos y en general de las víctimas de los nazis.
John Cornwell un profesor católico de Cambridge, realizó a finales de la década de 1990 una investigación documental y testimonial en los archivos del Vaticano con la intención de que los hechos absolverían al Papa Pacelli de las acusaciones que no dejaban de producirse [13]. El resultado fue desconcertante para el mismo Cornwell quien confiesa en el prólogo de su obra que se encontró en una situación de shock moral porque todo ratificaba y agravaba el siniestro papel jugado por Pacelli, desde cuando fue Nuncio Papl en la Alemania nazi y favoreció la desaparición de los partidos del centro católico y la consolidación de Hitler, hasta su desprecio por los judíos y su papel posterior como Papa, a partir de 1939, de indiferencia ante los crímenes.
Cornwell (p. 10) dice que Eugenio Pacelli no fue un monstruo, pues su caso fue más complejo y más trágico dado que su historia se basaba en una combinación fatal de elevadas aspiraciones espirituales en conflicto con una ambición desmedida por el poder y el control. Su vida – sostiene Cornwell – no es un retrato de la maldad sino el de una fatal disociación moral, el divorcio entre la autoridad y el amor cristiano que lo condujo a la colusión con la tiranía y en último término con la violencia.


[1] Este Juez Federal accedió por concurso de oposición y méritos y fue designado por Néstor Kirchner , hace precisamente ocho años, luego que el Parlamento argentino anuló las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida  con que Menem y Alfonsín habían amparado los crímenes de la última dictadura. Desde entonces y solamente en la Megacausa del Primer Cuerpo de Ejército, Rafecas ha conseguido identificar positivamente a más de mil víctimas y ha procesado con prisión a más de 130 perpetradores del Ejército, la Fuerza Aérea, el Servicio Penitenciario, la Gendarmería, la Policía Federal y la SID, la mayoría con prisión preventiva. Entre ellos el más notable ha sido el anteriormente indultado Videla quien encabezó la dictadura entre 1976 y 1981.  A estos perpetradores militares se ha sumado posteriormente el ex Presidente De la Rúa, procesado por ordenar los sobornos a senadores y varios parlamentarios por haberlos aceptado.
[2] Rafecas, Daniel (2012) Historia de la Solución Final. Una indagación de las etapas que llevaron al exterminio de los judíos europeos. Siglo XXI, Buenos Aires.
[3] Kovacic, Fabián (2012) “No estamos vacunados contra otro holocausto”. Con el juez argentino Daniel Rafecas. En: Brecha, 9 de noviembre de 2012, Montevideo.
[4] Es ridículamente bajo el porcentaje de criminales efectivamente juzgados y condenados en Nuremberg y en Tokio después de la Segunda Guerra Mundial. Algo parecido había pasado después de la Primera cuando el Kaiser alemán murió tranquilamente en exilio dorado cercano a los países que había devastado. Hirohito, Eichmann, Barbie, Mengele, Papon y miles de perpetradores de los crímenes más horrendos vivieron disfrutando de libertad y riquezas durante décadas y la mayoría ni siquiera fue juzgada.
[5] De la misma manera los “cazadores de nazis” han desaparecido por sustracción biológica de materia y el interés se amplía más allá de la detectivesca y necesaria ubicación de los perpetradores para someterlos a juicio. Este es un proceso que está sucediendo en todo el mundo y en todos los casos de crímenes contra la humanidad.
[6] El estudio de las organizaciones criminales y de las responsabilidades colectivas requiere la mayor atención precisamente porque se han creado determinados “mitos encubridores”, para no citar sino dos: en el Japón de la posguerra se acuñó con decisivo papel del gobierno estadounidense y de su virrey Mac Arthur el mito que el emperador Hirohito había sido una figura decorativa y que los criminales formaban una camarilla de militares y políticos que decidían. En realidad Hirohito planificó, alentó y dirigió todos los crímenes y latrocinios cometidos en toda el Asia pero siguió reinando y murió tranquilamente sin ser juzgado. Otro mito es el de que la Wehrmacht se limitó a combatir mientras que las masacres y sevicias sobre la población civil y los prisioneros las cometía la SS. Está probado que el ejército, la fuerza aérea y la marina alemana cometieron atrocidades y crímenes de guerra, especialmente en el frente germano-soviético, que fueron ocultados y por los que los responsables no rindieron cuentas.
[7] En artículo aparte haremos una relación de los participantes en esta decisiva reunión criminal y el destino de cada uno de ellos que sirve para probar la lenidad con que fueron juzgados y la forma en que la mayoría de ellos eludieron su responsabilidad en la muerte de millones de personas.
[8] Téngase en cuenta que en Asia sucedió lo mismo y que los médicos japoneses que desarrollaron las armas químicas y bacteriológicas que se usaron en China, que se experimentaron con la población civil y con los prisioneros inermes, que promovieron el canibalismo y efectuaron vivisecciones, fueron “perdonados” por los ocupantes estadounidenses a cambio de informes exhaustivos del resultado de sus “experimentos”.

[9] (1999) Finchelstein, Federico (edit.) Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El Debate Goldhagen. Eudeba, Buenos Aires (la obra incluye un prefacio de Dominick LaCapra, un ensayo introductorio del propio Finchelstein, acertadamente titulado: El debate Goldhagen en contexto. Memorias colectivas y representaciones críticas, Además contiene capítulos de J. Habermas, R. Hilberg, preferido por Rafecas, R. Chartier, J.E. Burucúa, H. Mommsen, C.R. Browning, S. Aschheim, O. Bartov, I, Deá y R. Wistrich.
[10] Sheridan Allen, William (2009) La toma del poder por los nazis. La experiencia de una pequeña ciudad alemana, 1922-1945. Ediciones B, Barcelona (la primera edición en inglés data de 1965).
[11] Black, Edwin (2001) IBM y el Holocausto. Editorial Atlántida, Buenos Aires.
[12] Seagrave, Sterling y Peggy (2005) Los guerreros del oro. El tesoro de Yamashita y la financiación de la guerra fría. Ed. Crítica, Barcelona.





[13] Cornwell, John (2000) O Papa de Hitler. A História Secreta de Pio XII; Imago, Río de Janeiro.