lunes, 31 de octubre de 2011

Sobre topes jubilatorios

¿Por qué la Universidad no puede?
ANUNCIOS IMPORTANTES, OLVIDOS SIGNIFICATIVOS
por Fernando Britos V. ([1])
En las últimas horas se han conocido importantes novedades en materia previsional anunciadas por el Ministro de Trabajo y Seguridad Social: las pasividades servidas por el B.P.S. se incrementarán en un 14% a partir de enero de 2012, además habrá partidas adicionales para las jubilaciones sumergidas y se estima que desde mediados del año que viene no habrá jubilaciones y pensiones de menos de $ 5.000 mensuales. Son todas muy buenas noticias para los pasivos que sobrevivan.
Por otra parte, el pasado jueves 20 de octubre se llevó a cabo, en la sala de conferencias de la Facultad de Ciencias Sociales, una nueva reunión de la segunda etapa del Diálogo Nacional sobre Seguridad Social[2] convocado por el Poder Ejecutivo para discutir “posibles ajustes al sistema previsional”. La primera etapa de ese Dialogo se llevó a cabo en 2007 y 2008 y entre sus frutos se menciona la ley 18.395 que redujo de 35 a 30 años de trabajo una de las condiciones de acceso a la jubilación y reconoció a las madres un año adicional de trabajo por cada hijo, entre otras modificaciones menores. En este caso se trató de la cuarta jornada de esta etapa que empezó el año pasado y expusieron los representantes “sociales” del B.P.S. y los de los partidos políticos. El Director Nacional de Seguridad Social (MTSS) Roberto Baz, dijo a los periodistas que se interesaron que se habían tratado ideas generales y no propuestas concretas. Está previsto que en este mes de noviembre se lleven a cabo otras dos jornadas en estas “mesas de diálogo”.
Según parece, el jueves 20 de octubre hubo coincidencia entre los invitados en torno a la necesidad de flexibilizar la incompatibilidad entre trabajo y jubilación para permitir un retiro gradual que evite un corte abrupto de la actividad y otros asuntos como una posible elevación de la edad de retiro, etc.
Aunque los voceros gubernamentales señalan que la recaudación del B.P.S. continúa aumentando hay un tema que todos los participantes en el llamado Diálogo Nacional no parecen tomar en cuenta: las graves injusticias que siguen afligiendo al sistema. Por ejemplo los infames topes para las jubilaciones, más bajos en ciertos sectores de aportación que en otros o sencillamente inexistentes, ni siquiera son mencionados en uno de los documentos básicos denominado “Breve descripción de la Seguridad Social para las Mesas Temáticas”, o en el documento de la Mesa Temática 4 “Cobertura del Sistema de Seguridad Social”. Los topes jubilatorios tampoco aparecen en anexos donde aparentemente se recopilan “Opiniones de los Ciudadanos” y es imposible encontrar referencia alguna empleando el buscador temático de la página Web correspondiente. En suma, es un tema sistemáticamente ignorado.
Pocos sectores como éste han mantenido intactas las ilegítimas medidas de la dictadura (1973-1985), como el Acto Institucional Nº9 (de 1979) y los infames topes a las jubilaciones que el BPS heredó sin chistar y aplica impertérrito[3].
En muy pocos espacios económicos del país es posible apreciar la disparidad de soluciones y resultados que mantiene un sistema jubilatorio que, pese a su pretensión de universalidad, es una verdadera colcha de inequidades y privilegios para pocos. No se necesita ser un especialista para percibir como la Caja Militar o la Caja Policial no solamente son las generadoras de déficits monstruosos sino el origen de de beneficios para quienes capitalizaron en su provecho el “estado de guerra interna” de las épocas oscuras y el latrocinio e impunidad dictatoriales. No menos chocante es la situación de otras Cajas paralelas, algunas fundidas otras florecientes, a costa de los beneficios corporativos que sufraga la sociedad en su conjunto (Caja Bancaria, Caja Notarial, Caja de Profesionales Universitarios).
La Universidad de la República sufre graves problemas que, por un lado son inseparables de la problemática previsional del país y, por otro, tiene dolorosas peculiaridades, desigualdades e injusticias que le son propias por lo que no puede dejar de examinar sus propias llagas.
Tal como están planteadas las cosas los funcionarios no docentes de la Universidad de la República, siguen siendo víctimas de las confiscaciones incorporadas a un sistema jubilatorio que fue brutalmente “reestructurado” por la dictadura, en 1979, en perjuicio de los trabajadores. Con la reapertura democrática se reinstitucionalizó el BPS (por Ley 15.800) pero se mantuvo intacto el mecanismo de estafa continuada establecido entre otras cosas mediante los topes impuestos a muchas pasividades.
En este contexto, los funcionarios no docentes de la Universidad de la República (poco más de 5.400) están condenados a morir trabajando o a trabajar hasta morir (que no es lo mismo). ¿Cuántos de los 540 funcionarios que tenían 60 años o más en el 2009 habrán fallecido o alcanzado un estado de incapacidad irreversible en el último bienio? Esta es la “solución biológica” que aporta la muerte o ciertas incapacidades totales y el interrogante no es retórico: debe ser respondido sin ambages.
Como en muchos temas, lo dicho en el pasado ha sido olvidado rápidamente por todos los actores políticos de este país, sin excepción. El sociólogo Einöder cita al actual Presidente del BPS, Ernesto Murro, quien - en el año 2000 - decía “cuando corresponde cumplir con un derecho ya establecido, no sólo en este caso sino siempre, primero está el derecho y luego la financiación”. La asunción del cargo y con él la principal responsabilidad en la perpetuación de tanta injusticia ha tenido un efecto demoledor sobre su memoria.
Einöder advertía, en uno de los artículos referidos, que “el único argumento para sostener la apropiación de los haberes de retiro fue la falta de recursos. Ello nunca fue demostrado porque siempre se mantuvo en secreto la cantidad de personas afectadas así como el costo de la ineludible deuda social”. El sociólogo cita al periodista José Luis Sampayo Pírez quien, sobre este tema, escribió “lo que es detestable es que los sucesivos gobiernos elegidos por la gente, hayan aceptado de buena gana la vigencia plena de seudonormas que tanto daño hacen hasta hoy a la vida de tanta gente”.
Quienes apuestan a dejar correr los años y a que la naturaleza resuelva el problema por muerte o incapacidad total de los reclamantes se hacen cómplices directos de un crimen. El olvido, la distracción o la omisión, deliberada o no, deja de ser un fenómeno puramente psicológico para entrar de lleno en el campo de la ética, de la responsabilidad cívica y del delito. Quienes han ocupado cargos en los poderes públicos (Ejecutivo, Legislativo, Judicial), tienen responsabilidad en la perdurabilidad de estos perjuicios que se vienen sosteniendo desde el 1º de marzo de 1985 o desde el 23 de octubre de 1979, si se prefiere retrotraer dichos efectos a la imposición de los topes y otras medidas de exacción que impuso, en forma totalmente ilegítima, el Acto Institucional Nº9.
Algunos en la cama, casi todos en el suelo - La Ley 18.119 del año 2007 dispuso un sistema de ajuste para los topes impuestos por el Acto Institucional Nº9 de 1979 pero en realidad eludió el problema de fondo y lo dejó librado a la “solución biológica”. Se mantiene la perversidad de que quien más ha trabajado y aportado resulta ser quien más pierde. En realidad la Ley 18.119 institucionaliza las desigualdades existentes, algunas de vieja data. Los topes son diferentes según las actividades y como siempre favorece a quienes son laderos del poder: ministros de Estado: 18,55 salarios mínimos; las pasividades de los jefes no están topeadas en la Caja Militar o en la Policial; los jueces, según Murro, cobran una jubilación adicional como si fueran abogados aunque nunca aportaron.
La exposición de motivos de esta torpe normativa dice que beneficiaría (por revisión gradual de los topes) a unos 8.400 jubilados, menos del 1% del total a un costo de unos 12 millones de dólares (poco dinero si se lo compara con la ganancia de 45 millones de dólares que tuvo el BPS en el año 2008).
En la Universidad de la República, los funcionarios no docentes (que son una especie de no personas a la luz de la Ley Orgánica y también de la proyectada) no solamente son los únicos topeados sino que, a diferencia de los docentes, se les prohíbe trabajar. Como sucede en general, los cargos políticos y de particular confianza no tienen topes y gozan de privilegios.
Más allá de la discusión acerca de si las jubilaciones y pensiones pueden considerarse amparadas en el derecho de propiedad, resulta que las pasividades está protegidas por los derechos humanos tutelados por acuerdos internacionales que nuestro país ha suscrito, por ejemplo, La Convención Americana Sobre Derechos Humanos, conocida como el Pacto de San José (1969) y el Protocolo de San Salvador (1988) que es una norma complementaria de la anterior que, específicamente, en su artículo 17º establece – entre otras cosas -  que “toda persona tiene derecho a la seguridad social que la proteja contra las consecuencias de la vejez y la incapacidad que la imposibilite para obtener los medios para llevar una vida digna y decorosa”.
¿Cuáles podrían ser las razones de la pasividad de la Universidad ante asuntos que son la esencia de sus fines (Art. 2º de la Ley 12.549)? - Ya vimos que destacados catedráticos e investigadores de la Universidad de la República han efectuado, desde siempre, aportes sustantivos sobre la problemática de la seguridad social en nuestro país. Son científicos, hombres y mujeres, que hacen honor a su condición de universitarios y de este modo enaltecen a la institución. Sin embargo, las autoridades universitarias y en general todos los actores no hemos estado a la altura de la producción teórico-práctica y de esos valores.
Es inevitable preguntarse ¿por qué? ¿Por qué no se ha efectuado un trabajo sistemático de divulgación, de denuncia y de reclamo por los derechos conculcados de los trabajadores de este país (entre los cuales figuran desde luego sus propios funcionarios)?. ¿Por qué desde la recuperación de la institucionalidad después de la dictadura, hace más de un cuarto de siglo, no se ha adoptado medidas coherentes en la Universidad para combatir tanta iniquidad?
Descartado el desconocimiento o la llana ignorancia, solamente quedan los dilemas éticos en los que habrá que detenerse. No se trata de cuestiones retóricas. Si los dilemas éticos no pueden percibirse o si ante la encrucijada dilemática se elige un camino perverso esto acontece por razones objetivas y concretas. Un ejemplo pertinente fue traído recientemente a colación por el periodista Micah Uetricht (en Bitácora Nº 411 del 3/4/2011) quien se refiere a una investigación que llevaron a cabo dos economistas estadounidenses de la Universidad de Massachusetts Amherst[4]. Ellos tomaron a 19 economistas, consultores, profesores y analistas financieros presuntamente objetivos e hicieron una recopilación de sus escritos, libros, declaraciones e informes entre 2005 y 2009. También efectuaron un seguimiento de la vinculación de estos especialistas con diversas instituciones y empresas, así como sus inversiones privadas en bonos y otros instrumentos financieros que no habían hecho públicas al dar sus informes o recomendar determinadas medidas.
Lo que quedó claro es que estos magos de las finanzas no previeron las crisis y cataclismos económicos sucedidos en los últimos años ni propusieron solución alguna porque ellos mismos estaban comprometidos y se estaban beneficiando de la desregulación del sector financiero y de las inversiones de alto riesgo en las que millones de personas perdieron sus ahorros pero en las que, ellos y los responsables del desastre, obtuvieron pingües ganancias.
Nosotros no creemos, como proponen los investigadores del PERI, que estos problemas del mundo financiero puedan resolverse con un Código de Ética para los economistas pues lo que interesa resaltar es que para captar los problemas y prevenirlos, en general, es imprescindible clarificar los intereses en juego y evitar los conflictos entre los intereses públicos y los privados.
En otras palabras y remitiéndonos a exclusivamente a la pasividad o morosidad de la Universidad en temas previsionales y, particularmente, en los perjuicios que sufren la mayoría de sus funcionarios, hay que decir que el gobierno de la Universidad tiene una enorme dificultad para percibir el problema y para actuar en consecuencia porque para quienes lo integran, en su gran mayoría, la jubilación no es tema importante. Por contrapartida, quienes sufren directamente el problema no gravitarán en el cogobierno universitario.
Está claro que para los integrantes del orden docente y especialmente para quienes se retiran como docentes, ya sea compulsivamente al llegar a los 65 años (como sucede en alguna Facultad como la de Medicina), ya sea por retiro voluntario, el monto de la jubilación no solamente no entra en su ecuación económica (no van a vivir de lo que por ese concepto perciban) sino que, no están sometidos a los injustos topes, no pesa sobre ellos la prohibición de trabajar por lo que, en la mayoría de los casos, continúan con su práctica profesional o son recontratados como docentes y posiblemente una de las famosas cajas paraestatales les servirá su jubilación.
Todo esto es muy importante para que no se pierda la experiencia y gran capacidad que mantienen casi todos los docentes universitarios, cada vez por más años a partir del momento del primer retiro formal. Entonces, la situación jubilatoria de los docentes también es muy distinta que la de los no docentes, desde el punto de vista del mantenimiento de una actividad provechosa para la sociedad y saludable para el individuo. Estos últimos están condenados por los inicuos topes a “trabajar hasta morir” o a dedicarse al informalismo más degradante si intentan mantenerse activos después del retiro.
Como dice el viejo adagio, “la gente habla según le fue en el baile”. El problema es que la mayoría de quienes tienen responsabilidades de gobierno universitario tal vez crean que “nunca les tocará bailar con la más fea” y tampoco perciben que la orquesta desafina y que algunos de los presentes en el salón son obligados a retirarse de mala manera o a seguir bailando más allá de sus fuerzas.
Para las autoridades docentes y en buena medida para los egresados, la jubilación no es un problema o por lo menos no es un episodio tan perjudicial y dramático como para sus dependientes, los funcionarios no docentes. En cuanto a los cogobernantes estudiantiles, hay obvios factores cronológicos que hacen que su lucidez y gran empuje se canalicen hacia otros problemas. La jubilación como la muerte o la incapacidad, comprensible y espontáneamente, no figuran en el horizonte vital y en la agenda de la mayoría de los gobernantes jóvenes.
El principal escollo contra el que se estrellan algunas buenas intenciones es, precisamente, la existencia de topes y condiciones perversas para el retiro de los funcionarios apoyadas en normas ilegítimas. Mientras estos mecanismos perjudiciales  e injustos no desaparezcan hablar de retiro compulsivo u otros intentos por manipular la tasa de actividad de los funcionarios es un verdadero atentado contra ellos.
Esto no quiere decir que la Universidad no pueda adoptar medidas para paliar el efecto dañino de los topes y facilitar condiciones dignas para el retiro de sus funcionarios. Aquí llegamos a los llamados premios o incentivos para el retiro. Este es un tema del que se ha hablado en organismos centrales de la Universidad y cuando se ha hecho las autoridades anteponen las consideraciones presupuestales con el resultado de que cualquier propuesta razonable resulta inviable “porque no hay disponibilidad”. A quienes adoptan este talante, que siempre es un callejón sin salida, habría que recomendarle los dichos del Murro 2000, en el sentido de que la justicia y la legalidad deben tener prelación sobre la disponibilidad. Cuando existe voluntad política los recursos para financiar ciertas medidas pueden y deben aparecer pero nunca falta alguien que, cuando se plantea que un premio de retiro debe ser sustantivo (15 o 20 sueldos, como mínimo), reaccione con sorna o considerando tal propuesta como un despropósito, una veleidad, una locura.
Por otra parte, los topes jubilatorios tienen sus defensores[5] porque si no los tuvieran sería inexplicable la unanimidad que existe para ignorar el problema y hacerlo desaparecer de la agenda de los Diálogos Cupulares. Como dijimos, el tope establecido para una parte de las jubilaciones es de siete unidades de base de prestaciones y contribuciones (BPC) que no alcanza a la mitad de una canasta familiar. Los defensores de esta injusticia, invocando lo que sucedería en otros países, aducen que la existencia de topes induce a un retiro más temprano porque los trabajadores que tienen ingresos que superan el límite no obtendrán ningún beneficio si continúan trabajando.
En realidad no solamente no se obtiene beneficio sino que se produce pérdida porque al trabajar más años el ingreso se reduce (pérdida total de aportes). Quienes ven a los topes como una ventaja para el sistema, sostienen que los trabajadores que tienen ingresos superiores a la media (“supuestamente con un nivel cultural más alto”) debieron ser previsores y ahorrar lo suficiente para mantener como pasivos el nivel de vida que tenían cuando estaban en actividad. Es posible que este argumento valga para los jerarcas de entes autónomos, servicios descentralizados, banca oficial y aún de la administración central, que perciben salarios dos y tres veces superiores a los funcionarios de la Universidad que desempeñan idénticas funciones. En el caso de los no docentes de la Universidad ese ahorro o capitalización patrimonial siempre ha resultado imposible y ya se sabe que las posibilidades de ganar el cinco de oro son ínfimas.
Quienes abogan por los topes son, naturalmente, quienes ganan grandes sueldos y honorarios trabajando en las AFAP. Para ellos lo que cuenta es “el ahorro individual”. Sostienen que en los Estados Unidos “la población activa de ese país se ha volcado masivamente a ese tipo de ahorro, quizás, porque hay una cultura del ahorro en la sociedad norteamericana. Ese comportamiento reduciría el temor de que una persona de ingresos medio altos y altos "no pueda" retirarse porque el monto de su jubilación sea muy baja”.
La verdad es que este ejemplo de Estados Unidos y de Europa se les ha ido al demonio. En efecto, los trabajadores previsores de los países desarrollados que habían ahorrado en fondos privados de jubilación han sufrido los perores descalabros y quienes habían creído en los cantos de sirena del capitalismo han visto esfumarse la seguridad de su vejez al convertirse en las principales víctimas de los fraudes, quiebras y estallidos de burbujas que arrecian desde el 2008.
Sin embargo, los defensores locales del “ahorro individual” no dejan de atacar a los sistemas de solidaridad intergeneracional y por ende no cesan en la alabanza de las injusticias porque, aducen, la existencia de un sistema solidario es lo que ha permitido que los imprevisores no ahorren para enfrentar la miseria de las jubilaciones que les tocarán[6].
Con los sueldos que ha pagado y que paga la Universidad apenas se puede vivir al día y resulta que ahora los no docentes, después de toda una vida de trabajo, fuimos imprevisores porque nos descansamos en la existencia de un sistema jubilatorio y no nos incorporamos a las maravillosas AFAP, no capitalizamos los excedentes de nuestros supersueldos o no nos ampararnos en una jubilación de privilegio contra las que se cuidan muy bien de no decir nada. ¡Qué descaro!.
FBV – 21/10/2011.


[1] Licenciado en Psicología de la UdelaR. Director de División, desde 1992 Secretario de la Facultad de Arquitectura. Se interesa por la investigación y divulgación en psicopatología del trabajo, ética y aplicación de técnicas psicológicas y defensa de los derechos humanos en el ámbito laboral público y privado. Mantiene su blog “Ética y psicopatología del trabajo” al que se accede mediante http;//fernandobritosv.blogspot.com/
[2] El Diálogo Nacional sobre Seguridad Social (DNSS) es un proyecto organizado y convocado por organismos de gobierno que integran la Comisión Sectorial de Seguridad Social -que funciona en la órbita de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y la Universidad de la República, con el apoyo del Sistema de Naciones Unidas en Uruguay y la Agencia Española de Cooperación Internacional. Como es habitual en este tipo de proyectos funciona a nivel cupular y tecnocrático con mínima difusión y participación de la ciudadanía (reuniones de carácter reservado, acceso exclusivamente por invitación, etc.). Alguna información puede obtenerse en www.dialogoseguridadsocial.org
[3] - Algunos artículos periodísticos :
Einöder, Egon Herbert – “El Acto Dictatorial Nº9” – artículo publicado en La República el jueves 13 de marzo de 2008. (Einöder es sociólogo y fue catedrático de la FCCEE).
Einöder, Egon Herbert – “Los topes jubilatorios: al final del túnel” – artículo publicado en La República el 4 de setiembre de 2009.
Posada, Iván – “Otra ley para el país de los vivos” – artículo publicado en El País de Montevideo. (Posada es diputado por el Partido Independiente).
[4] Epstein, Gerald y Jessica Carrick-Hagenbarth (2010) – Financial Economists, Financial Interests and Dark Corners of the Meltdown: It’s Time to set Ethical Standards for the Economics Profession – Political Economy Research Institute, octubre de 2010, Universidad de Massachusetts, Amherst.
[5] Véase el artículo “Los topes jubilatorios inducen a un retiro más temprano” en el suplemento Economía y Mercado de el diario El País de Montevideo, del lunes 1/2/2010.
[6] En suma buenos discípulos de Von Hayek (Friedrich August von Hayek; Viena, 1899 - Friburgo,  1992) el pope del neoliberalismo para quien la solidaridad humana era el peor de los pecados.

Encrucijadas


ENCRUCIJADAS DE LA PSICOLOGÍA
Lic. Fernando Britos V.
Psicología e ideología – A veces resulta irónico que la psicología sea una de las disciplinas que proporciona fuertes evidencias en apoyo de la tesis de que la ciencia refleja los valores y los intereses de los científicos que la desarrollan (Heather, 1976) [1]. También es diáfana en cuanto a que no se trata de una actividad neutral desde el punto de vista social y cultural. Sobre el mito weberiano[2] acerca de una ciencia libre de valores, que con tanto entusiasmo adoptaron los posmodernos a fines del siglo pasado, siguen siendo irrefutables los argumentos de Alvin W. Gouldner (1961)[3] .
            En el desarrollo de la psicología, se encuentran las más claras evidencias acerca de la gravitación de los valores. Los estudios sobre percepción, que se pusieron de moda hace sesenta años, demostraron palmariamente que nuestros intereses y creencias tienen una influencia, que puede anticiparse, sobre aquello que percibimos. Hace más de medio siglo, Leon Festinger[4] puso sobre el tapete la noción de “disonancia cognitiva”, apuntada a demostrar que nos resulta muy difícil aceptar evidencias que entren en conflicto con lo que ya creemos pero cuyas investigaciones y métodos, paradójicamente, se basaron sistemáticamente en el engaño a los participantes para la confirmación de sus hipótesis.
Los ejemplos clásicos acerca de la gravitación de los valores en la observación empírica son dos que no se puede dejar de mencionar: el psicoanálisis de Sigmund Freud y la psicología genética de Jean Piaget. Más adelante, cuando hagamos la disección de las pruebas o tests que estudian la personalidad, nos extenderemos acerca de la forma en que los perfiles, los estereotipos, los prejuicios y las falacias lógicas inciden, abrumadoramente, sobre los resultados de las mismas.
Los métodos de la ciencia están diseñados para minimizar el riesgo de que las predisposiciones subjetivas afecten las observaciones, pero las observaciones nítidas y exactas, al estilo de las ciencias físico-naturales, no pueden ser la meta para la psicología, debido a la naturaleza misma de la conducta humana.
La psicología cuyos valores están claramente establecidos, la psicología de las personas, no se preocupa tanto por la “pureza” de las observaciones y el reduccionismo metodológico sino por aspectos de orden superior que derivan, en parte, de la organización social de la ciencia pero también de características ineludibles de la psicología como ciencia y del compromiso ético del conocimiento científico en tanto búsqueda de verdades concretas.
            Los métodos estadísticos crecientemente complejos, siguen siendo una ayuda  necesaria pero nunca suficiente para explicar la realidad puesto que no hay una manera absoluta de dirimir entre hipótesis alternativas. Por esta razón, en psicología, no puede perderse de vista la dificultad que existe para establecer observaciones genuinamente repetibles y generalizaciones enmarcadas en los paradigmas metodológicos de las “ciencias duras”. Las características vitalmente contradictorias de la persona pueden terminar saldándose mediante la determinación de hechos o categorías que, con frecuencia, son el resultado de ciertos convencionalismos o tendencias científicas y no de los fundamentos empíricos en si mismos.  Algo parecido sucede con la proliferación de teorías, escuelas e hipótesis acompañadas por sus respectivos lenguajes teóricos.
Las hipótesis ‘comúnmente aceptadas’ suelen ser las que resultan más convenientes para quienes detentan el poder. Cuando aparecen alternativas en materia de métodos y caminos científicos nos vemos obligados a tomar partido y esto se hace al amparo de los valores imperantes y a través de dilemas éticos que no tienen resolución unívoca (¿a quién beneficia la acción?, ¿cuál es la certeza del método?, ¿cuáles son aportes sustantivos al conocimiento y al bien común?, etc.). En estos puntos de inflexión, por otra parte comunes en el trabajo científico y técnico, pueden colarse los procedimientos pseudocientíficos - por ejemplo, la aplicación de interpretaciones simbólicas en materia de selección de personal, como veremos más adelante – ya sea por codicia o por pereza (prestigio y ganancias con poco trabajo).
            La atención de los psicólogos ha estado dirigida, en distintas épocas, hacia ciertos problemas pero esto, más allá de una moda transitoria, también ha llevado a la exclusión o la postergación de otros asuntos. El estudio de los problemas educativos y el surgimiento del concepto de cociente intelectual y su medición prestaron un servicio directo al desarrollo de una educación clasista o racista, excluyente y segregacionista[5].
También es cierto que la trivialización del conocimiento psicológico, que se da -  como dicen Klimovsky e Hidalgo (1998)[6] -  cuando se eligen temas banales para investigar, incluye un sesgo interesado en el conocimiento, una especie de diversionismo. La determinación del tema que se va a investigar nunca es inocente. La determinación de la pertinencia nunca es ingenua.
            Además, en todos los aspectos empíricos de la psicología se encuentran, en forma subyacente, los supuestos ideológicas que no son una forma de evidencia sino que dependen de la concepción que se tenga acerca de la organización de la sociedad y de las relaciones entre los distintos actores. Las expresiones dicotómicas ‘normal – anormal’, ‘sano –  enfermo’, ‘adaptado – inadaptado’, que generalmente ocupan un lugar central en la psicología académica, implican - desde el punto de vista de la misma - que lo deseable es el ajuste o la adaptación acrítica a las normas de la sociedad.
            Finalmente gravitan los tipos de personalidad que maneja la psicología. Estas tipologías no son meras construcciones basadas en la experiencia o el resultado de una anticipación exenta de valores sino, por el contrario, se trata de una concepción acerca de las personas y de la sociedad que requiere una lectura ética y política. En este campo la psicología entra como componente ineludible - nunca exclusivo - en la discusión multidisciplinaria acerca de los fines del conocimiento y, en particular, del fin último del conocimiento científico.
La justificación y validez de las ciencias físico-naturales se apoya en su capacidad para que la especie humana controle y modifique el mundo físico en su beneficio. Más allá de los aspectos discutibles que puede encerrar esta cuestión, es muy claro que la validez de las ciencias humanas es harina de otro costal.
            Los conductistas y neo-conductistas consideran que la psicología es la encargada, de  prever y controlar  la conducta humana. Esta es una concepción política (¿quién debe controlar?, ¿quiénes deben ser controlados?, ¿cómo se llevará a cabo el control?, ¿con qué objetivos?). El carácter instrumental de estas corrientes y técnicas psicológicas es funcional a los intereses dominantes pero generalmente está encubierto por razones ideológicas. El hecho que nuestro conocimiento del mundo refleje las relaciones existentes en la sociedad no se debe a una actitud siempre deliberada o conspirativa. La explotación está encubierta por un sistema de ilusiones que la legitiman y encubren su verdadera naturaleza.
En la actualidad hay corrientes científicas y sobre todo pretendidamente científicas, medios de comunicación y otros actores sociales, que cumplen la función de hacer aceptables o soportables a sociedades insanablemente injustas e incapaces de resolver los principales problemas que se le plantean a la humanidad. Más específicamente sucede con los enfoques y las técnicas de la psicología aplicada y, dentro de ésta, con los procedimientos desarrollados para la selección de personal que se presentan bajo el lema de ‘la persona adecuada para el puesto apropiado’.
            Kolakowski (1972)[7] sostenía que el empirismo lógico - por ejemplo - es producto de una cultura donde la eficiencia tecnológica es considerada como el valor supremo que se corresponde con una ideología tecnocrática que se asemeja a una concepción científica y aséptica del mundo, una concepción desprovista de juicios de valor.
Para quien se interese en la psicología es muy importante detectar esta función operativa de las técnicas, una función esencialmente conservadora, que pone el énfasis en una clasificación de las personas según perfiles, rasgos o definiciones útiles para los propósitos de la sociedad tecnocrática: consumismo, eficientismo a ultranza, escapismo, conformismo.
Procedimientos ideológicos - Hay formas de la psicología que son claramente ideológicas. Por ejemplo: el empleo de la psicología con fines publicitarios y de mercadeo para inducir el consumo innecesario bajo formas más o menos engañosas; las investigaciones e intervenciones de los psicólogos para perfeccionar los métodos de interrogatorio y de tortura; las técnicas para el control mental y de multitudes; el uso de tests de inteligencia o de aptitudes para justificar formas de discriminación racial, de género, de origen, en la educación, en el trabajo, en el  ámbito forense; el empleo de pruebas psicológicas y en particular la aplicación de técnicas (cuestionarios, tests, entrevistas, etc.) para husmear en la personalidad profunda de las personas para seleccionar el personal más adecuado con el propósito de una más exhaustiva y tranquila explotación de los recursos humanos[8].
            Hay formas de la psicología y sobre todo conceptos y esquemas teóricos que inciden sobre prácticas que parecen menos ideológicas, más inocentes o menos perversas, que las que acabamos de mencionar. En todos los casos el lado oscuro de la psicología académica tiene que ver con la negación del papel protagónico de la persona humana, con el ocultamiento de la dimensión social de los asuntos humanos y con la incapacidad para concebir a la sociedad históricamente.
A continuación presentamos cinco características que aparecen en las formas ocultas en que la psicología sirve a propósitos oscuros de manipulación de la realidad (Heather 1976)[9].
a) Reificación – Se trata de la transformación de las personas en cosas. Ingleby (1972)[10] sostenía que un modelo reificante de la naturaleza humana, por definición, representa a las personas como menos de lo que realmente son (o pueden ser). En la medida en que una sociedad requiera que las personas (o cierta proporción de ellas) sean como cosas en su trabajo, orientación, pensamiento y experiencia, tal modelo constituirá tanto un reflejo como un refuerzo de dicha sociedad (porque las personas tienden       a volverse lo que se les dice que son). Si el trabajo es mecánico, es conveniente que aquellos que tienen que hacerlo se consideren una especie de máquina. Si la libertad de elección, la imaginación, la búsqueda de experiencias y objetivos novedosos son vistas como amenazas a una “estructura social” sacrosanta, las personas deberán aprender a desempeñarse en el trabajo como ejecutantes de capacidad limitada, incapaces por definición de crear tales objetivos y tales significados y serán ‘seleccionadas’ parea cumplir esa función.
            A diferencia de las ciencias físico-naturales, en la psicología el objeto de estudio, la persona, es capaz de comprender lo que se está diciendo acerca de ella y puede aceptarlo o cuestionarlo. Hay corrientes psicológicas que tienen una función mistificadora, describen una imagen de las personas que se ajusta a la alienación necesaria para el mantenimiento del sistema y esta función nunca es más importante que en el mundo del trabajo.
b) Construcción del consentimiento – La sociedad faculta a algunas personas -  quienes ejercen el poder y a  algunos técnicos y científicos - para tratar al resto de las personas como si fueran cosas. Esto se basa en la suposición que existe un derecho absoluto para controlar el mundo físico, cosa que intentan las ciencias físico-naturales. En la medida en que las personas forman parte de ese mundo, quienes ejercen el poder asumen el derecho de controlarlas. Es la “responsabilidad” del gran propietario, de la alta gerencia, de los directores de la economía y la política globalizadas.
            Pocos autores se confiesan tan claramente en esta materia como lo han hecho Eysenck (1969)[11] y Skinner (1972)[12] dos de los popes del conductismo duro y puro. En un artículo titulado “La Tecnología del Consentimiento”, el británico Eysenck se preguntaba como estructurar el consentimiento social para hacer que las personas se comportasen en una forma socialmente adaptada, respetuosa de la ley, que no provocase grietas en la intrincada interacción de la vida social. Estamos fallando en esto - decía Eysenck - y esgrimía como evidencia el aumento de las huelgas ‘ilegales’, el incremento de toda clase de crímenes y enfermedades mentales.
Para él lo que se necesita es una tecnología del consentimiento, o sea un método de aplicación general para inculcar hábitos adecuados de conducta socializada a los ciudadanos y en especial a los futuros ciudadanos del país en cuestión o preferentemente a todo el mundo. Para Eysenck el consentimiento no puede ser concedido o rehusado en forma voluntaria, debe ser impuesto y esto es así porque para él las desigualdades y las injusticias de la sociedad son eternas e inmodificables.            
            En suma, era incapaz de ver las manifestaciones de descontento, el delito, las enfermedades, como el resultado último de un sistema donde el bienestar, el poder, las oportunidades y la calidad de vida se distribuyen en forma esencialmente inequitativa. A Eysenck no le interesaban las soluciones porque demandaban grandes cambios en la sociedad. Prefirió que la psicología se encargase de estructurar el consentimiento y el conformismo para con la injusticia y la violencia cotidiana o, lo que es muy similar, su canalización hacia acciones que no pongan en cuestión el statu quo en cualquiera de los planos de análisis y de acción.
c) El culto de la normalidad – La mayoría de las corrientes psicológicas contemporáneas han partido de una aceptación de la sociedad actual y de la conducta humana que es funcional a dicha sociedad. Para ellas, esta es la única realidad social posible y sienten que su certeza (o meticulosidad porque en esto hay grados) se ve reafirmada en un mundo que ven como uniformemente poseído por un capitalismo globalizador omnipotente y sin barreras.
            Los seres humanos son ahora, a principios del siglo XXI, lo que siempre han sido y lo que siempre serán, la historia ha terminado. Se trata de desterrar, definitivamente, el pensamiento acerca de lo que las personas y las relaciones entre ellas pueden llegar a ser. La exploración del potencial humano y en particular del potencial para desarrollarse socialmente y para vivir en un mundo distinto, equitativo y pacífico, son los verdaderos ‘malos pensamientos’. Por esto muchas corrientes y escuelas de la psicología hacen un culto a la normalidad - al perfil ideal, a la psiquis perfecta – que adopta varias formas. Una de ellas es la del culto a la norma estadística que se manifiesta en el área de las teorías de la personalidad y sobre todo en la psicometría contemporánea, empeñada en las taxonomías, las clasificaciones discriminantes y en la exploración de la personalidad mediante baterías de tests, cuestionarios y entrevistas.
            Otra de las manifestaciones de esclerosis psicológica se manifiesta en el uso de dicotomías clasificatorias, por ejemplo normal-anormal, equilibrado-desequilibrado, introvertido-extrovertido. Todas estas antinomias parten de la base que la normalidad y la adaptación a esta sociedad, el conformismo, es la mejor conducta, la única buena y aceptable  [13]. Mediante un sutil acto de prestidigitación – dice Heather  [14] – lo que es realmente un juicio de valor de inmenso significado es deslizado dentro del punto de vista que la psicología tiene del hombre, disfrazado como una aseveración sobre un hecho objetivo. De este modo, cuando se dice que alguien es anormal en una escala psicológica u otra, inmediatamente se piensa que esa característica de la personalidad es algo indeseable que debe ser corregido.
            La psicología puede jugar y de hecho juega, un papel de encuadramiento que la sociedad capitalista ejerce sobre las personas, desde que nacen hasta que mueren, para que se adapten, para que se conformen, para que sean como los demás, para no salirse del trillo. Los manuales de interpretación de casi todos los tests psicológicos y cuestionarios, los guiones de entrevista psicológica y en general la mayoría de las herramientas usuales para la exploración de la personalidad y la medición de la inteligencia son, en mayor o menor medida, repertorios de rasgos y valores mesocráticos, idiosincráticos, conformistas, desarrollados a partir de las listas de síntomas de la psiquiatría clásica (Szasz 1973) [15].          
            Hace algunos años la perspectiva de anormalidad era presentada como indeseable mediante el uso de ciertos paralelismos biológicos, por ejemplo adaptado-inadaptado, considerando al ser humano como equiparable con otras formas de vida. Si un animal no se adapta a su ambiente puede considerarse que esto es indeseable porque disminuirá las posibilidades de supervivencia del individuo y de la especie. Sin embargo, los humanos crean y modifican su propio ambiente (no siempre en el buen sentido) y no se puede concluir que el ajuste al medio sea invariablemente la mejor alternativa. Cuando el medio es insalubre, destructivo, esterilizante, deberá ser cambiado y en tal caso la inadaptación, el apartamiento de la norma es lo aconsejable y, muchas veces, la única vía históricamente practicable. La normalidad y la adaptación están emparentadas con las infames concepciones del ‘darwinismo social’ y la ‘eugenesia’.
d) Descalificación de quienes se apartan de la norma -  La característica ideológica de este procedimiento es la contracara del anterior. Se trata de presentar a la normalidad bajo una luz más favorable descalificando o tratando peyorativamente a quienes se apartan de la norma. Quienes se apartan son inadaptados, inmaduros, enfermos mentales. No se trata de generalizar sosteniendo que las desviaciones o apartamientos de la norma son positivos (muchas veces no lo son) sino de advertir acerca del papel encuadrador de muchas corrientes y técnicas de la psicología aplicada. Este papel se manifiesta cuando una condena moral a las personas diferentes se disfraza con el lenguaje de la ciencia o se presenta como un hecho científicamente comprobado.
            Al despojar al acto desviado de su significado social, la psicología lo presenta como una forma perversa con lo cual cancela inmediatamente la posibilidad que dicho acto pueda ser justificado o por lo menos abordado desde el punto de vista de una concepción distinta a la de la sociedad establecida. La psicología es capaz de recurrir a calificativos y acciones estigmatizantes cuando las acciones o las intenciones, reales o supuestas, se apartan de la norma. Muchas veces esto se hace - en forma acrítica y descontextualizada – estableciendo relaciones arbitrarias entre el pronóstico sobre el desempeño de las personas y fenómenos reales pero a los que se ha dotado del valor simbólico de estigmas: hogares perturbados,  antecedentes familiares o delictivos, inmadurez intelectual o emotiva, neurosis, psicosis. De este modo el apartamiento de la norma es sancionado recomendando la internación, la eliminación, la no contratación, ertc. En casos extremos,  la psicología y la psiquiatría han justificado crímenes contra la humanidad más allá de que estos se hayan apoyado en ‘la eugenesia’, ‘la higiene mental’, ‘la pureza racial’ y otros conceptos pseudocientíficos.[16]
            La descalificación de quienes se apartan de la norma nunca es inocua sino que tiene efectos perjudiciales sobre las personas. Quienes se apartan de los ‘buenos’ valores: trabajo duro, auto negación e individualismo, conformismo y competencia por factores económicos - independientemente de la causa y tanto en sus manifestaciones formales como en los aspectos de fondo - serán denigrados primero y descalificados enseguida si es que se puede.
            El tratamiento que se  hace de la desviación tiene otras consecuencias. Una de ellas es la de construir consensos artificiales. La psicología oficial reitera permanentemente que las desviaciones de la norma no aportan nada valioso y por eso debe desarrollar un supuesto consenso que es el fundamento de la norma. Ningún individuo sano y normal puede comportarse en forma patológica y anormal y estos conceptos se plantean como evidentes por si mismos, de sentido común.
            La verdad es que en la sociedad se manifiestan puntos de vista muy diferentes y cambiantes y que las personas mantienen diferencias que responden a circunstancias materiales, concretas. Por lo general tienen mejores posibilidades de imponer sus puntos de vista quienes tienen mayor poder (acceso o control de los medios de comunicación, presencia gubernamental, apoyo de expertos, autoridad científica, etc.) pero la psicología ha padecido y padecerá crisis que ponen en cuestión las doctrinas comúnmente aceptadas.
e) Individualización, control, selección -    La psicología abstracta considera a los seres humanos como individuos aislados, separados de las fuerzas económicas y sociales, que operan en sus vidas. Uno de los efectos de este enfoque es que los fenómenos más importantes desde el punto de vista social no son aceptados como evidencia. Esto es ostensible en el concepto de personalidad que lleva a creer que la conducta es causada, en lo esencial, por fenómenos internos de la persona (una dinámica interna desarrollada en la primera infancia, algún rasgo adquirido en forma misteriosa, alguna respuesta condicionada desarrollada sin que el sujeto se diese cuenta o algún factor constitucional de tipo biológico o fisiológico). Este menosprecio del presente y de las circunstancias externas de la vida social y económica, que desaparecen detrás de la cortina de humo de las explicaciones individualistas, juega un papel alienante.
            El caso más claro de control social ideológico no corresponde a la psicología sino a la psiquiatría. Sin embargo, la psicología se ha usado con claras funciones de control ideológico, sobre todo en la llamada psicología aplicada (clínica, educacional, laboral, organizacional, criminológica, forense, etc.).
Hay muchas formas de controlar la vida de las personas. Una de ellas es mediante técnicas psicológicas (cuestionarios, tests, entrevistas, etc.) que procuran clasificar a las personas para poder disponer de ellas de diversas formas. Suele perderse de vista el hecho que, en la mayoría de los casos, los psicólogos industriales, laborales o dedicados a la psicología del trabajo, son meros seleccionadores que procuran eliminar, de antemano, a los aspirantes a trabajar o a estudiar que presumen problemáticos para ahorrarle molestias y los consiguientes costos, reales o supuestos, a las empresas e instituciones: son los “mercaderes de la certeza” como los denominó Balicco (2002) [17]. En la década de 1930, por ejemplo, la mayoría de los manuales de psicología industrial (laboral) eran muy explícitos, la función del psicólogo era filtrar a los “troublemakers” (los problemáticos) para aprovechar al máximo la superexplotación que se desarrolló junto con la miseria y la desocupación que aparejó la crisis mundial del capitalismo de 1929.

La psicología y la manipulación de las conductas - Es hora de volver sobre Burrhus Frederic Skinner, (1904 – 1990). Fuera del mundo académico este personaje no es sino el Director de la escuela de Springfield a la que concurren Bart y Liza Simpson. Para el genio de Matt Groening [18] es un guiño cómplice dirigido a quienes se oponen al crudo conductismo del verdadero Skinner. Fue el heredero de Augusto Comte y sus planes para erigir una sociedad perfecta, para enterrar la lucha de clases y suprimir cualquier intento por eliminar el capitalismo. Su libro “Beyond Freedom and Dignity”[19] (Más allá de la libertad y la dignidad) fue el intento culminante para desarrollar una psicología que, en todos los campos, fuese una “tecnología de la conducta”. Trabajos anteriores de Skinner tenían títulos tan sugestivos como “Libertad y el control de los hombres” (1955-56) y “El control de la conducta humana” (1955).
            Sus tesis fueron muy controvertidas, entre otras cosas por su rechazo del método hipotético-deductivo, pero sus discípulos constituyen el núcleo dominante en la psicología oficial estadounidense desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. No es poca cosa. Skinner fue  más explícito que sus discípulos respecto al papel que debía jugar la psicología en una sociedad futura basada en sus principios. Para muchos autores ésta es la rama más inteligente del conductismo porque elimina la mistificación y la confusión y es brutalmente franca acerca de lo que realmente es la teoría de la conducta aplicada: una tecnología para que la gente haga lo que uno quiere que hagan. La idea básica que subyace a esta tecnología es que la conducta es modelada y mantenida por sus consecuencias (estímulo – respuesta). La tarea del técnico es operar sobre estas consecuencias, estructurar el ambiente del organismo, a fin de producir o “reforzar” una conducta adecuada y conveniente.
            Lo “adecuado y conveniente” pertenece al terreno de la ética y la política. Si les suena autoritario, por no decir brutal, es porque efectivamente es autoritario aunque el puño de hierro invista, a veces, guante de terciopelo. En primera instancia es el psicólogo quien decide que es lo adecuado y conveniente. Cuando se apura un poco a un conductista clásico, admitirá que sus definiciones y normas de conducta son las de la sociedad actual. En los Estados Unidos es lo que se conoce por valores WASP (white, anglo saxon, protestant; blanco, anglosajón, protestante) y las conductas convenientes las que son socialmente correctas según esos valores excluyentes.
            Las experiencias y sentimientos que acompañan a estas conductas impuestas, como la alegría, el placer, la ira, la indignación, la relación con el drama vital de las personas, no interesa para nada, son descartados como meros epifenómenos que no tienen lugar en el discurso científico. Todo lo que sucede se manifiesta (conducta evidente) y todo lo que se manifiesta se puede medir. Ahora bien se mide o compara contra un baremo, un perfil, una tabla, un conjunto de rasgos autoritariamente establecidos. “Díganme que funcionario quieren y nosotros les hacemos el perfil”, manifestaba un profesor de la Universidad de la República que además defendía la “medición” de los aspirantes mediante pruebas de personalidad con carácter eliminatorio.
            Un ejemplo concreto de las técnicas de Skinner para ‘la modificación de las conductas’ es el Sistema de Economía de Fichas. Este consistía en proporcionar a los pacientes de un hospital psiquiátrico una recompensa en fichas, de acuerdo con la “normalidad” de su conducta, su buen comportamiento. Con esas fichas los pacientes podían adquirir alguna golosina, frutas de su agrado, cigarrillos, etc. que operaban como refuerzo a las conductas convenientes. Estos programas se derrumban cuando los pacientes reciben esos artículos de sus familiares, por ejemplo en sus horas de visita. Entonces los internados ya no tienen necesidad de hacer lo que se les impone para obtener la recompensa.
La lección más interesante es el carácter perverso de estos sistemas. Funcionan cuando la persona cuya conducta se pretende modificar está indefensa e impedida de acceder a lo que desea. Por eso estos sistemas se han practicado con los más inermes, los más desprotegidos por la sociedad y sus variantes (recuérdese que las fichas pueden ser sustituidas por otras míseras “recompensas”). Los pacientes psiquiátricos crónicos, los presos y especialmente los presos políticos, los niños y especialmente los niños institucionalizados, los discapacitados, etc. han sido las víctimas de estas técnicas.
            Estos programas funcionan cuando el psicólogo, el técnico o el carcelero que lo controla detenta el monopolio de las recompensas. A veces, pueden ir acompañados o disfrazados como programas educativos o sistemas de desarrollo.

Alternativas al camino de la ciencia – Tanto las corrientes de la psicología académica como la psicología concreta que procura colocarse al servicio de la sociedad se enfrentan con importantes divergencias y peculiaridades metodológicas pero intentan mantenerse en el campo de la ciencia empírica. Sin embargo, existe un camino alternativo, que elude los requisitos del método científico. Se trata de la apelación a la pseudociencia y a ese tortuoso camino dedicaremos uno de los siguientes capítulos (Cfr. Crítica de los métodos pseudocientíficos). ¿Por qué hay quien sigue este camino?. Naturalmente no hay una respuesta unívoca pero en términos generales puede decirse que a la pseudociencia se recurre por codicia (dinero/prestigio/dinero) o por pereza (la madre de la ignorancia). La mayoría de los paradigmas operativos conocidos, desde el de las ciencias físicas y naturales, del conductismo, pasando por el del interpretativismo, el de la psicología dinámica, el de la psicología cognitiva o  el de la psicología concreta, demandan mucho trabajo. Son caminos laboriosos, necesariamente inciertos, que tienen la carga de ‘la búsqueda de la verdad’. La pseudociencia - la charlatanería - en cambio, no es muy exigente, es un camino fácil[20] porque a los charlatanes no les interesa la verdad. No les interesa sustituir la verdad por una mentira sino obtener un beneficio del fraude (ya que la verdad no es absoluta de modo que el fraude puede incluirla).



[1] Heather, Nick (1976) – Perspectivas Radicales en Psicología – CECSA, México, 1981.

[2] Por Maximilian Carl Emil Weber (18641920)  filósofo, economista, jurista, historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio antipositivista de la sociología y la administración pública.

[3] Gouldner, Alvin W. (1961) – El antiminotauro: el mito de una sociología libre de valores – incluido en "La nueva sociología. Ensayos en honor de C. Wright Mills" por Irving L. Horowitz (compilador), publicado por Amorrortu en Buenos Aires, en dos tomos, en junio de 1969.

[4]Leon Festinger (Nueva York, 1919 - 1989) Psicólogo social estadounidense, autor de A Theory of  Cognitive Dissonance (1957).
[5] Gould, Stephen Jay (2003) -  La falsa medida del hombre. Drakontos/Crítica, Barcelona.
[6] Klimovsky e Hidalgo, Op.Cit.
[7] Kolakowski, Leszek (1972) – Positivist Philosophy – Ed. Penguin, Harmondsworth, 1972.

[8] Britos V., Fernando (2011) – Pruebas psicolaborales y manipulación en el mundo del trabajo. En: revista Derecho Laboral, tomo LIV, Nº 241, pp.       . FCU, Montevideo.
[9] Heather (1976),  Op.Cit.
[10] Ingleby, David (1972) – “Ideology and the human sciences” – incluído por Pateman, Trevor (comp.) en Counter Course – Ed. Penguin, Harmondsworth, 1972.

[11] Eysenck, Herbert J. (1969) – “The Technology of Consent “ – en New Scientist, 26/VI/1969; pp. 688-690.

[12] Skinner, B.F. (1972) – Beyond Freedom and Dignity – Ed. Alfred Knopf,  Nueva York, 1972.

[13] Merani, Alberto (19  ) – Problemas y pseudoproblemas en psicología -
[14] Op.Cit.
[15] Szasz, Thomas S. (1973) – El mito de la enfermedad  mental – Ed. Amorrortu, Buenos Aires.

[16] Röder, Thomas , Volker Kubillus y Anthony Burwell (1995) – Psychiatrists- The Men Behind Hitler – Freedom Publishing, Los Ángeles y también: George J. Annas y Michael a. Grodin (eds.), The Nazi Doctors and The Nuremberg Code: Human Rights in Human Experimentation, Oxford University Press, New York, 1992. En especial y sobre la “psicología de los perpetradores” :Médicos y tortura: lecciones de los doctores nazis por Michael Grodin y George Annas (traducido de la revista de la Cruz Roja Internacional, 2004).

[17] Balicco Christian (2002) – Los métodos de evaluación en recursos humanos: el fin de los mercaderes de la certeza – (reseña CNAM, París, 2002 – Facultad de Arquitectura UDELAR: materiales para la capacitación de los funcionarios, Montevideo, mayo de 2004).

[18] Matt Groening es el creador de la serie televisiva Los Simpson.
[19] Op.Cit.

[20] Frankfurt, Harry G.  (2006)- On Bullshit: sobre la manipulación de la verdad ,  Ed. Paidós Ibérica, Barcelona.