Interpretar o transformar el mundo: una cuestión fundamental y el
papel de los filósofos reciclados
VOLVIÉNDOSE
BUENO: LA TRAYECTORIA DE HANS-GEORG GADAMER
Lic. Fernando
Britos V.
Hans-Georg Gadamer fue una estrella de la filosofía con su
hermenéutica. Su trayectoria muestra la forma en que
académicos conservadores y derechistas colaboraron en el ascenso de
Hitler, legitimaron el nacionalismo agresivo y el racismo y se
reciclaron a la caída del Tercer Reich conservando intactas sus
posiciones académicas. Los nazis se evaporaron en mayo de 1945
cuando los aliados ocuparon Alemania. Los criminales más connotados
huyeron a refugios seguros en las Américas por “el camino de las
ratas”; muchos miles se mantuvieron en la República Federal y una
ínfima minoría fueron juzgados y encarcelados o ahorcados. Ha
pasado más de medio siglo para que ese procedimiento para “volverse
buenos” que llevaron a cabo varios de los intelectuales alemanes
quedara al descubierto. El caso de Gadamer fue típico y su estudio
debería servirnos para comprender y prevenir procesos similares en
cualquier lugar del mundo, en la actualidad.
Fugados, ocultos y reciclados -
Cada poco tiempo, alguien necesitado de llenar un espacio u obtener
unos segundos de atención mediática saca a luz alguna vieja versión
relativa a América Latina (por ejemplo: que Hitler no se habría
suicidado en Berlín el 30 de abril de 1945 sino que habría muerto
tranquilamente en Paraguay 25 o 30 años después) o recicla algún
detalle verdadero pero insignificante en si (como que Mengele habría
formalizado su casamiento en Colonia Suiza, Uruguay, en un fugaz
pasaje de su permanente huída). A veces esas apariciones tienen
tufillo a codicia nostalgiosa pero generalmente responden a la
superficialidad, es decir a una deliberada ausencia de profundización
en la complejidad de los fenómenos y, en este caso, en el desarrollo
del fascismo, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría
y la URSS, que marcaron en forma indeleble la historia del siglo XX
y, en cierta medida, se proyecta sobre la suerte de la humanidad en
este siglo XXI.
Hace unos 2.500 años, el dramaturgo griego Agatón (457 – 402
a.n.e) sostenía que ni siquiera los dioses pueden cambiar el pasado.
Esto es verdad en cuanto a lo que realmente sucedió pero los humanos
y los dioses que son sus criaturas, han intentado siempre acomodar la
imagen del pasado mediante el ocultamiento, el olvido y la
mistificación. En abril y mayo de 1945, cuando los ejércitos
aliados penetraron en el corazón de Alemania no solamente se
encontraron con las huellas del genocidio en los campos de
exterminio; las carreteras sembradas de cadáveres producto de “las
marchas de la muerte” que arreaban los guardias de las SS mientras
huían despojándose de sus uniformes negros; la fuga generalizada de
los jefes, algunos cargados de documentos otros con el oro expoliado
a los asesinados, y una multitud de personas que habían abandonado
las zonas ocupadas por los nazis o las tierras de Prusia Oriental o
que vagaban apáticamente porque habían perdido sus hogares en los
bombardeos de los últimos meses. Lo que no encontraron fueron nazis
1.
La mayoría de los alemanes y austríacos habían perdido la memoria
y se habían vuelto demócratas. Los pocos verdugos que fueron
identificados, se amparaban en la “obediencia debida” o en la
insignificancia de sus actos. Los intelectuales y académicos salían
de su “exilio interior” (algo parecido al “insilio”
rioplatense pero con un significado muy distinto como veremos más
adelante).
Muchos nazis y sus colaboradores más sanguinarios (como los ustachis
croatas) habían fugado disfrazados con papeles falsos y se
encaminaron a través de “la línea de las ratas” organizada por
el aparato de la Iglesia Católica en Italia dirigido por el obispo
Alois Hudal, con el apoyo de Pío XII y con la complicidad de la Cruz
Roja (que se había hecho la distraída ante los horrores que
contempló en los campos de exterminio y ante el regimen aniquilador
al que se sometía a los prisioneros de guerra soviéticos a
diferencia del que sufrieron los prisioneros de otros aliados).
Desde puertos italianos y españoles partieron miles de criminales de
guerra que fueron amparados durante meses y años en refugios
europeos, dotados de pasaportes, nuevas identidades y dinero, y
embarcados para las Américas (a Canadá, a los Estados Unidos, a
Brasil y especialmente a la Argentina y a Chile). Al mismo tiempo,
los británicos y sobre todo los estadounidenses desarrollaron la
búsqueda y traslado de los técnicos y especialistas (Operación
Paperclip) para desarrollar sus industrias bélicas, sus aparatos de
represión y espionaje y para incorporar los conocimientos que
suponían que los torturadores nazis habían obtenido con sus crueles
experimentos con seres humanos.
Un tercer cauce por el que se esfumaron los criminales de guerra y en
general quienes habían ocupado cargos de responsabilidad o sido
parte de las SS (que en su conjunto fue declarada por los aliados
como una “organización criminal”) fue estableciéndose en las
zonas de ocupación británica y estadounidense, ya fuese con una
identidad falsa o con la suya propia, en el campo o en una ciudad
distinta a la de sus orígenes y aún en su antigua casa. Muy pocos
de estos individuos fueron molestados y la mayoría murió
tranquilamente por causas naturales, apacibles abuelitos de edad
provecta rodeados por sus familiares y vecinos.
Las cifras son impactantes. Se calcula que el personal de los
campos de exterminio, SS y los kapos auxiliares, fueron no menos de
60.000; sin embargo solamente 600 fueron juzgados en Alemania y
Polonia en la posguerra. En las zonas de ocupación soviética y
francesa y después en la República Democrática Alemana (R.D.A.) no
les fue tan bien. Muchos fueron desenmascarados y juzgados pero en
abril de 1945 la enorme mayoría de los comprometidos y
colaboracionistas habían corrido a entregarse a los británicos y
estadounidenses. Después de pasar unos meses en un campo de
prisioneros, a la mayoría se los rehabilitó de hecho y quedaron
libres sin más trámite.
Decenas de miles de intelectuales y técnicos - que no habían sido
combatientes, ya fuesen afiliados al Partido Nacional Socialista, a
las SS o simplemente simpatizantes o apolíticos - consiguieron
reciclarse y mantuvieron u ocuparon altos cargos en la
administración, la judicatura, la enseñanza, la cátedra
universitaria y en las fuerzas policiales y militares de la República
Federal Alemana (R.F.A) que se constituyó al calor de la Guerra Fría
al agrupar las zonas de ocupación de los Estados Unidos, Gran
Bretaña y Francia, en 1949.
Muchos de estos intelectuales alemanes reciclados pasaron a ser
estrellas en el firmamento de la cultura europea de posguerra con
gran predicamento entre los posmodernistas franceses y anglosajones.
Pasaron décadas antes de que algunos de estos personajes fueran
confrontados abiertamente con su pasado. El caso más conocido, más
famoso y más comprometido con el nazismo fue el de Martin Heidegger
quien se mantuvo tozudamente aferrado a su ideología nazi hasta su
muerte, sin hacer caso a los ruegos de sus discípulos, Hanna Arendt
y Herbert Marcuse, para que se desmarcase de su simpatía hitleriana.
Una historia de éxitos y un pasado oscuro –
Hans-Georg Gadamer (1900-2002) parecía una típica historia de éxito
en la R.F.A. Este filósofo no se había afiliado al Partido Nacional
Socialista, se mantuvo al margen de la política y durante el Tercer
Reich (1933 – 1945) aseguró que se había refugiado en el “exilio
interno”. Por cierto, Gadamer no fue nazi pero el análisis de su
obra antes, durante y después de la guerra, muestra un profundo
conservadurismo y un significativo grado de coincidencia y
colaboración con los nazis.
Sus ideas opuestas a la Ilustración (que en el plano político
culminó con la Revolución Francesa) y su carácter de principal
promotor de la hermenéutica - postura que destaca la naturaleza
circunstancial y parcial de la verdad - le llevaron a coincidir con
el nazismo antes y con la fauna posmodernista después. En este
último caso, el tradicionalismo de Gadamer (el papel determinante
que atribuía a la tradición) parecía diferente del posmodernismo
pero su rechazo de las ideas de Kant (especialmente de la moralidad
universal) se transformó en un cimiento fundamental para la
deconstrucción posmoderna de la verdad objetiva en las últimas
décadas del siglo XX.
La coincidencia de Gadamer con los nazis era más sutil que la de su
maestro Heidegger. El escepticismo de la hermenéutica respecto a la
razón coincidía con la apología de la particularidad germana que
hacía el nazismo y su tesitura de la raza superior (el Herrenvolk).
Una parte de la intelectualidad, cuando el ascenso del nazismo, hizo
un pacto fáustico con ese movimiento. Este pacto fue más bien
europeo, no se limitó a Alemania e Italia. En Francia – por
ejemplo – muchos intelectuales se negaban a explorar la historia
reciente de su país porque esta, lejos de mostrar un avance
progresivo y una profundización de los ideales republicanos a partir
de la Revolución Francesa, mostraba la influencia regresiva del
nacionalismo a través de la configuración de la ciudadanía por
medio de “la sangre”, “la patria” y “la tradición” y la
existencia de una derecha reaccionaria, profundamente racista,
antisocialista y anticomunista.
En Francia esto se manifestó en el Segundo Imperio, la derrota de la
Comuna de París, el escándalo Boulanger, el caso Dreyfus, las
organizaciones católicas protofascistas de los años 30 del siglo
XX, hasta el derrotismo de 1940 y el colaboracionismo filonazi de
Vichy, la represión de los argelinos y otros magrebíes en la
posguerra, las guerras coloniales de Vietnam y Argelia, la
trayectoria de personajes como Maurice Papon que pasaron limpiamente
de Vichy al gaullismo y la prédica actual de Marine Le Pen y
compañía.
En la R.F.A. pasaron casi cuatro décadas desde que Hitler se suicidó
en su bunker de Berlín, el 30 de abril de 1945, para que empezaran a
aflorar investigaciones acerca de los intelectuales y académicos
durante el Tercer Reich. Entonces empezaron a perforarse los mitos
diversionistas acerca de “la otra Alemania” o “el exilio
interno”. Quedó claro el papel que habían jugado muchos
historiadores alemanes de entreguerras, derechistas aunque no nazis,
al proporcionar a las SS la información etnográfica y demográfica
en la que se basó la planificación y ejecución de la Solución
Final. Esos historiadores han sido calificados como “Vordenker der
Vernichtung” (profetas del aniquilamiento) que actuaron como
legitimadores de los actos genocidas e imperialistas.
Las justificaciones no provenían mayormente del riñón del partido
nazi sino de círculos académicos afines a los varios partidos de
derecha y de centro que existían hasta que el nazismo los absorbió
en 1933/1934. Entre 1939 y 1945, muchos profesores conservadores,
provenientes del campo de las humanidades ( historiadores, filósofos,
musicólogos, especialistas en cultura y antiguedad clásica,
historiadores del arte, etc.) se incorporaron a toda prisa al aparato
propagandístico del nazismo que dirigía el Dr. Joseph Goebbels y
que promovía la superioridad de la cultura y los valores alemanes.
Según parece fue un efecto de la impresión que había producido
entre los intelectuales derechistas las primeras victorias de las
fuerzas armadas alemanas. En realidad muchos universitarios de
disciplinas más prácticas como la medicina, el derecho, la
arquitectura, la ingeniería, estaban colaborando con el régimen
desde mucho antes.
Bajo la dirección de un destacado profesor de derecho de la
Universidad de Kiel, Paul Ritterbusch, se creó un programa para
promover en Europa la oposición a los valores de los enemigos de
Alemania. Organizaron publicaciones monográficas y conferencias de
alto nivel académico y se crearon institutos alemanes en las
ciudades de los países ocupados para difundir la propaganda nazi y
el idioma alemán. Estas actividades tenían dos facetas, por un lado
se presentaban películas y se montaban exposiciones para una
concurrencia masiva que presentaban los éxitos de la Wehrmacht, los
beneficios de la administración alemana y campañas racistas contra
los judíos, los eslavos, etc. Por otra parte y a un nivel
académicamente elevado se intentaba convencer a las elites europeas
acerca de la superioridad cultural y científica de Alemania y
consiguientemente de la inevitabilidad del triunfo del Tercer Reich a
nivel mundial. Contaban para esto con que ese público selecto
estaría integrado por académicos derechistas (dado que los
opositores habían debido exiliarse o estaban presos) y con que
podrían atraerlos a una colaboración duradera.
El propio Gadamer reconoció haber suscrito un pedido internacional
de apoyo a Adolf Hitler organizado por profesores universitarios
alemanes en noviembre de 1933. La solicitada apoyaba a Hitler que
promovía un plebiscito para la salida de Alemania de la Liga de las
Naciones (el antecedente de las Naciones Unidas). Para los nazis,
abandonar ese organismo era un primer paso en el camino de expansión
y de conquista que desarrollaron. El apoyo de los intelectuales
derechista fue importante para legitimarlo ante la estirada
oligarquía prusiana y la gran burguesía que todavía veía a Hitler
como un advenedizo.
Como perdido en su curricula aparece que, en 1936, Gadamer participó
de buena gana en un “campamento de reeducación política”
organizado por los nazis. Reconoció que lo hizo para favorecer su
carrera como docente universitario. Tanto el filósofo como sus
biógrafos actuales ocultaron que, desde 1933, Gadamer se había
afiliado a la Asociación Nacional de Docentes Nacionalsocialistas
(Nationalsozialistchen Lehrerbund) lo que implica un compromiso más
antiguo y mayor con el nazismo.
Verdades que la hermenéutica
desconoce - Durante las célebres polémicas de los
historiadores (Historikerstreit) Hans Mommsen 2
instó a sus colegas a abandonar las racionalizaciones y mecanismos
de defensa que habían practicado desde 1945 y reconocer que
eufemismos como “las afinidades” entre los intelectuales y la
Alemania nazi ya no servían como excusa. Durante décadas Gadamer y
otros se habían hecho los distraídos y empleado verdades a medias
cuando resultaba evidente que habían adoptado la visión del mundo
del nazismo. El colaboracionismo, que antes se consideraba una
excepción durante el Tercer Reich se ha transformado en la regla en
la medida en que continuamente aparecen nuevos documentos,
testimonios y traducciones sin retoque de los textos de época. El
mito de la excepcionalidad y el exilio interior corrió paralelo a
otro, también derruido, como el que sostenía que la Wehrmacht (el
ejército alemán) se había limitado a combatir sin participar en
los crímenes de guerra que se atribuían exclusivamente a las SS,
las Waffen SS y los Einsatzgruppen.
Otra cosa que ha cambiado es lo que se entiende como “participación”
en el sistema de los nazis. Durante décadas se consideraba
participantes exclusivamente a quienes figuraban como afiliados al
Partido Nacionalsocialista en los registros y fichas que se
conservaban en los archivos. En los últimos tiempos el criterio se
amplió para abarcar múltiples formas de oportunismo y colaboración
por acción u omisión que se registraron en todos los ámbitos de la
ciencia, el arte y la cultura. Bajo el antiguo criterio estrecho de
participación , muchos intelectuales sacaban la pata del lazo
atribuyendo su presencia en cátedras, laboratorios y actos públicos
a actividades exclusivamente profesionales, apolíticas,
circunstanciales, casuales u obligadas, que coexistían con un
presunto sentimiento íntimo opositor o discrepante. Este argumento
es, salvadas las distancias, una forma de la infame “obediencia
debida” bajo la que los criminales de todas las épocas alegaban
limitarse a cumplir eficientemente las órdenes recibidas. Los
profesores y científicos se habían visto “obligados o
chantajeados para colaborar”. Unos y otros fueron seres banales con
pocas excepciones.
En su existencia relativamente breve (1933 – 1945) el régimen nazi
desarrolló una fuerte presión sobre todas las clases del pueblo
alemán. Entre las herramientas fundamentales para el rápido ascenso
de Hitler (de político advenedizo en 1920 a Fuhrer investido de
poder absoluto en 1933) y para el sometimiento ideológico de
millones de seres se encontraba el nacionalismo y el racismo. Ambas
tendencias fueron impulsadas por las clases dominantes desde siglos
atrás (el Sacro Imperio Romano Germánico, pasando por Lutero, el
romanticismo conservador y el militarismo prusiano). Sin embargo, la
ideología nazi era sincrética, es decir amalgamaba las distintas
corrientes del nacionalismo, el racismo, el irracionalismo y el
misticismo que por cierto no eran homogéneas.
En el ámbito académico, el nazismo practicaba una especie de
“pluralismo vigilado”. Al estudiar la psicología y la
psicoterapia que se practicaba en la Alemania nazi – por ejemplo –
se percibe la existencia de ciertos resquicios, como el llamado
Instituto Goering 3,
dirigido por un primo hermano del Mariscal del Reich, Hermann
Goering, que funcionó oficialmente hasta la desintegración del
Tercer Reich en 1945.
Bajo la supervisión de Goebbels, las distintas variantes permitidas
en el ámbito académico exigían la eliminación de izquierdistas y
judíos y no admitían divergencias políticas concretas. Esas
variantes en el terreno ideológico eran toleradas porque eran
funcionales al régimen porque ampliaban y consolidaban la base
social del nazismo y la superioridad racial de los arios, no
solamente en Alemania sino en los países ocupados y en general en
los regímenes fascistas como Italia, España, Hungría, Portugal y
la Francia de Vichy.
Grandes y pequeños participantes – Desde muy
temprano los nazis comprendieron que necesitaban incorporar filósofos
e intelectuales conservadores, aunque no fueran sus simpatizantes.
Bastaba con que no criticaran abiertamente las medidas políticas,
que apoyaran la superioridad de la cultura y la nación alemana y que
estos intelectuales “volkisch” se opusieran nítidamente
al comunismo y a los países que se enfrentaban con Alemania. En
forma paradojal, sujetos como Gadamer, carentes de convicciones
político-partidarias pero que coincidían con las directrices del
régimen, tuvieron más posibilidades de abrirse camino y de ser
promovidos en el ámbito universitario que los nazis fanáticos, que
como Goebbels y Rosenberg, tuvieron altas responsabilidades políticas
y sufrieron las consecuencias de sus actos criminales (el primero se
suicidó con su familia y el segundo fue ahorcado después de ser
juzgado en Nuremberg).
Estos mismos principios de “amplitud” fueron aplicados por los
nazis en otros campos, claramente en la judicatura, entre los
funcionarios públicos y muy especialmente en las fuerzas armadas y
policiales, donde los fundamentos de adhesión se remontaban al
militarismo prusiano, al espíritu de casta, a la disciplina clasista
y aristocrática y al racismo teutónico.
Como ha señalado Richard Wolin 4,
en el ámbito de la educación superior, los nazis a menudo valoraron
la estabilidad más que la corrección ideológica absoluta, pues
esta era en todo caso difícil de definir. En las humanidades
(Geisteswissenschaften) existía una maleable “zona ideológica
gris”, porque los límites entre las posiciones conservadoras y
nacionalistas tradicionales, que promovían orgullosamente la
superioridad alemana, y la ortodoxia nazi eran casi imperceptibles.
Quienes intentan explicar el éxito del nazismo para imponerse a la
sociedad alemana en términos estrictamente ideológicos no
distinguen claramente el fenómeno que pretenden explicar. Aunque el
terror jugaba un papel central, los nazis no podían completar su
dominio de Alemania exclusivamente por este medio. Es preciso
reconocer que en la adhesión masiva que alcanzó (sobre todo
mientras las cosas marchaban bien) se sustentaba en el apoyo que
recibió de los conservadores tradicionales, con quienes se
identificaba precisamente Gadamer. Aunque estos derechistas podían
tener discrepancias con los métodos nazis, la brutalidad de las SA y
el antisemitismo rabioso de Hitler, estaban convencidos de que la
República de Weimar era un fracaso y que se necesitaba mano dura
para enfrentar a los trabajadores organizados, a los socialistas, a
los comunistas y a los movimientos sociales que impulsaban un cambio
profundo de la sociedad alemana.
Las clases dominantes de la Alemania de la primera posguerra, los
mandos militares que difundían la reverenda mentira de que no habían
sido derrotados en los frentes de combate sino por la defección de
la retaguardia, los aristócratas terratenientes prusianos, los
grandes industriales, los comerciantes y los banqueros que se habían
enriquecido con la guerra y con la crisis, las organizaciones
religiosas desde el poderoso catolicismo bávaro hasta los luteranos
del norte y el este y, desde luego, los intelectuales tuvieron una
gran responsabilidad en el ascenso de Hitler al poder. Bajo su
dominio la burocracia alemana y los mandos militares seguirían en su
lugar, el sistema educativo y el judicial y los privilegios sociales
y económicos de esas clases se preservarían y profundizarían.
Como advierte Robert O. Paxton (2005)5
“buscar temores puede ser, en realidad, una estrategia de
investigación más fructífera que la búsqueda literal de
pensadores que “crearon” el fascismo” (47). Estas “pasiones
movilizadoras” dice Paxton (54) se dieron en su mayoría por
supuestas y no se expusieron siempre abiertamente como proposiciones
intelectuales pero fueron el magma sobre el que se asentó el
fascismo y suelen encontrarse, de uno u otro modo, en el sustrato de
los intelectuales alemanes.
He aquí las principales: 1) un sentimiento de “crisis abrumadora”
que requiere medidas especiales; este es el tema favorito de los
promotores del “cuanto peor mejor”. 2) la primacía de la nación
(el Volk) sobre las personas que tienen deberes superiores
hacia ella y esos deberes están por encima de cualquier derecho
humano o individual. 3) la creencia de que la nación es una víctima
lo cual justifica cualquier accióncontra lo enemigos internos o
externos sin atenerse a límites legales o morales. 4) el temor a la
decadencia de la nación y el debilitamiento de su cultura a causa de
la lucha de clases, la presencia de extranjeros, etc. 5) la necesidad
de la pureza racial y la más estrecha integración al grupo
superior, ya sea por las buenas o por las malas (violencia
excluyente). 6) la necesidad de un líder o caudillo que debe
encarnar el destino de la nación y cuyas orientaciones son
indiscutibles e inherentemente superiores a cualquier razonamiento.
7) la belleza de la violencia (y la guerra como su máxima expresión)
y el poder de la voluntad cuando se aplica al éxito del Volk.
8) el derecho del pueblo elegido a dominar a otros sin restricción
alguna de tipo humano o divino que se da por la capacidad del Volk
para triunfar en la lucha por la supervivencia.6
En el campo de las humanidades y las ciencias sociales hubo
académicos como el filósofo Martin Heidegger, el jurista y filósofo
Carl Schmitt7,
Ernst Krieck8,
y Alfred Baeumler9,
que tenían ambiciones políticas y trataron de incidir activamente
en la orientación ideológica lo que los llevó, por un lado, a
ocupar cargos importantes, especialmente durante los primeros años
del periodo nazi, para tener que apartarse o ser apartados después
por “discrepancias” aunque sin ser perseguidos o molestados. El
pastor Martin Niemoller10,
en cambio, apoyó a Hitler hasta que se transformó en opositor en
1937 y fue preso hasta 1945.
La mayoría de los oportunistas alegaron, en 1945, haberse mantenido
en el “exilio interno” y a diferencia de Alfred Rosenberg, que
había sido el jefe (Gauleiter) de los territorios ocupados en
Polonia, no fueron molestados y siguieron dictando sus clases,
escribiendo y publicando, cosechando distinciones en la RFA y en el
extranjero hasta su muerte. Por añadidura, la falta de depuración
de nazis y colaboracionistas en la posguerra, hizo que estos
elementos se mantuvieran en el cerno de la cultura alemana, de modo
que los filósofos y científicos que habían debido abandonar
Alemania perseguidos por los nazis, no consiguieron reinsertarse a su
regreso al país.
Estudiosos como Yvonne Sherratt11
han señalado con indignación que nazis y colaboracionistas como
Heidegger y Gadamer se han vuelto famosos en los países que lucharon
contra el nazismo, como los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
Asimismo y como producto de la Guerra Fría en el campo ideológico
esos mismos filósofos, más algunos otros que debieron huir de los
nazis, como Karl Popper, han disfrutado de popularidad por su
anticomunismo y sus argumentos útiles a los propagandistas.
Nuevos elementos sobre las acciones de Gadamer – En
una entrevista que concedió en 199012
, Hans-Georg Gadamer se refirió a su participación voluntaria en un
campo de rehabilitación política de los nazis quitándole
importancia al adoctrinamiento que recibió. Gadamer calificó como
“tonterías paramilitares” las jornadas de gimnasia matutina, los
deportes en equipo y las marchas con equipo completo cantando
canciones nacionalistas.
Sostuvo que se había mantenido apolítico porque los capitostes
nazis “no se interesaban en nosotros” (los filósofos), aseguró.
Sin embargo su “inversión” rindió frutos rápidamente. En 1937
obtuvo el nombramiento como profesor universitario en Marburg, donde
trabajó con Heidegger, y en 1938 alcanzó una cátedra en Leipzig
donde permaneció inamovible. Después de la guerra se dedicó a
colocar a sus colegas en puestos universitarios de la RFA hasta que
finalmente siguió el mismo camino en 1948.
Aquel pasado (que ni siquiera los dioses pueden cambiar) fue muy
distinto a lo que esgrimió Gadamer en su defensa. La doctrina de la
guerra total se aplicó en Alemania junto con la invasión a la URSS,
en junio de 1941, y exigió a los filósofos y otros catedráticos
una participación activa en acciones propagandísticas. Durante el
periodo nazi, Gadamer había publicado “Nación e historia en el
pensamiento de Herder”. Aunque J.G. Herder 13
no había sido un nacionalista furibundo o un racista, los
colaboradores del nazismo, entre ellos Gadamer, emplearon su concepto
de Volk (nación) a favor de Hitler y los suyos (Volkstum,
Volkheit, Volkseele, entre otros términos fueron derivaciones
nazis).
La monografía sobre Herder fue escrita bajo la influencia del
triunfo espectacular que los ejércitos alemanes habían conseguido
en los primeros años de la guerra (1939 – 1941), especialmente con
la conquista de Francia. Para Gadamer el éxito de la Wehrmacht
demostraba la superioridad de la civilización alemana sobre la
francesa (inficionada por los valores de la Ilustración). Gadamer no
era y no fue un nazi pero no tuvo reparos ante los métodos brutales
del nazismo en la medida en que este había conseguido los
tradicionales objetivos de la derecha intelectual alemana que veía
en los valores de la Ilustración y en el marxismo los principales
enemigos a derrotar.
Algunos estudiosos actuales consideran que Gadamer fue un oportunista
pero según Wolin 14
esto no le exime de responsabilidad como querrían sus admiradores
porque “¿cuántos oportunistas se necesitan para estabilizar un
régimen como el de los nazis?”, o bien “¿pertenece el
oportunista a una categoría moralmente superior a la de los
partidarios convencidos?”. “¿En qué categoría caerían los
actos de Gadamer durante el Tercer Reich?”.Desde Platón a
Heidegger los filósofos nunca han estado al margen de los
compromisos éticos. Algunos pueden ser disculpados pero otros son
imperdonables. Los filósofos pueden equivocarse pero en el caso del
nazismo no pueden atribuir el error (su acuerdo o su indiferencia) a
una confusión circunstancial en relación con un régimen que
exterminó a millones de víctimas inocentes, estableció un sistema
de terror, conquista y saqueo, en suma un régimen criminal apoyado
en una ideología declaradamente racista y de nacionalismo genocida.
Muchos intelectuales alemanes cometieron actos más graves y
comprometedores que Gadamer. También es cierto que no existe un
imperativo categórico que exija, ante un sistema como el nazismo, el
actuar como un héroe luchando en la clandestinidad (como muchos lo
hicieron incluso en Alemania) pero lo que no puede hacerse es mentir
u ocultar acciones de colaboración como las que – ahora se sabe –
Gadamer desarrolló.
En 1941, funcionaba en el París ocupado el Instituto Alemán bajo la
dirección de Karl Epting (1905 – 1979) que creía que en una
Europa dominada por los nazis, las humanidades jugarían un gran
papel para demostrar la superioridad de la cultura germánica. El
instituto tenía objetivos puramente propagandísticos: celebrar la
superioridad racial de los arios, suministrar una justificación a la
ocupación nazi, legitimar a los colaboracionistas de Vichy y atraer
intelectuales derechistas para colaborar con los gobiernos títere o
con las autoridades militares alemanas. Epting pensaba que la
traducción al francés de los textos de nazis fanáticos como
Goebbels o Rosenberg no resultaba muy conveniente porque su
estridencia panfletaria o su ampulosidad podía chocarle a los
conservadores franceses. En cambio difundían activamente a
Heidegger, Weber, Sombart, Wagner y Herder.
En la edición original de las obras completas de Gadamer (que vio la
luz en la RFA a fines de la década de 1950) no se incluyó el ya
mencionado “Nación e historia en el pensamiento de Herder” y
tampoco se mencionó la conferencia que el promotor de la
hermenéutica brindó en el Instituto Alemán de París sobre ese
mismo tema. Wollin denunció 15
que las ediciones posteriores fueron retocadas de modo que el
concepto de Volk y la superioridad germánica tan reiterados
en la época del Tercer Reich fue cuidadosamente eliminado de las
obras completas. En lugar de celebrar “los momentos más grandiosos
de la unidad nacional y política en la moderna historia alemana”
como se había referido al Tercer Reich en 1942, Gadamer aparecía
aludiendo en el mismo párrafo, 25 años después, “al más crudo
despotismo… que ha recaído sobre la historia alemana de las
últimas dos centurias”. Mintiendo y embrollando el filósofo “se
había vuelto bueno”.
En sus textos originales Gadamer también había adulterado el
pensamiento de Herder. Este creía en “el pluralismo cultural”
que era partidario del desarrollo de un sentimiento nacional entre
los pueblos eslavos. Ese era un tema absolutamente prohibido para los
nazis que consideraban a los eslavos como raza inferior
(Untermenschen) pasible de ser esclavizada o exterminada. El
Gadamer de posguerra mentía diciendo que había tenido problemas con
los nazis porque objetó la predominancia de las razas nórdicas y
germánicas y defendió la diversidad de pueblos, culturas y
lenguajes. En realidad los textos que produjo bajo el Tercer Reich
están llenos de afirmaciones sobre la superioridad cultural y
política de los alemanes que nada tienen que ver con su
autoproclamada oposición, con el conveniente “exilio interior” o
con el apoliticismo.
La polémica incesante: interpretar o transformar –
El espíritu conservador y derechista de Gadamer, el filósofo
estrella de la RFA, volvería a quedar en evidencia y con secuelas
que se extienden hasta la actualidad a partir de una polémica que
había encendido Karl Marx con sus Tesis sobre Feuerbach 16.
Desde fines de la década de 1960 y muy especialmente en la de 1980,
Hans-Georg Gadamer se vio envuelto en la célebre polémica con
Jürgen Habermas 17.
El fuego lo rompió Habermas en 1967 con la publicación de La
lógica de las ciencias sociales 18
y después, en 1970, con el artículo “La pretensión de
universalidad ded la hermenéutica” (que en español es un capítulo
del libro antes citado). Gadamer respondió con varios artículos
que, en 1986, se incluyeron en Verdad y método II (por
ejemplo “Retórica hermenéutica y crítica de la ideología”).
El debate se dio en el marco de la reinterpretación crítica Marx y
Hegel que hizo la Escuela de Frankfurt y su inclusión del
psicoanálisis en la teoría crítica para contribuir a la
transformación de la sociedad 19
La posición de Gadamer parte de la postura ontológica de Heidegger
que sostiene que el hombre no es una consciencia trascendental sino
un Dasein: un ser-en-el-mundo de la vida fáctica,
pre-teórica, cuya característica es el comprender. Para comprender
es necesario interpretar en un ámbito previo a la teoría.
Desarrollando a Heidegger, Gadamer sostiene que no somos una
conciencia ante un mundo objetivo por conocer sino que lo que siempre
hacemos es interpretar en una situación histórica y linguística
concreta que determina la universalidad de la hermenéutica (es decir
de la interpretación). “El ser que puede ser comprendido es
lenguaje” sostiene Gadamer (1999) 20
La relación con el mundo es lingüística, la palabra permite
comprender y lo comprendido también es lenguaje. Para él, la
universalidad de la hermenéutica permite superar el sometimiento de
“las ciencias del espíritu” al método científico.
Al sostener que comprendemos desde un ámbito histórico y
lingüístico que nos precede resulta que la verdad se da en ese
ámbito y por tanto hay verdades no científicas en el arte y la
filosofía, lo que plantea una oposición central al sujeto que
accede a la verdad a través del método científico. Al cuestionar
el método científico y la conciencia en relación con la verdad,
Gadamer ataca la racionalidad moderna, las ideas de la Ilustración y
a quienes pretenden emancipar a la humanidad sobre la base de una
crítica racional de la tradición religiosa, metafísica y política.
La universalidad ontológica antepone la necesidad de interpretar el
mundo.
Habermas (1988) 21,
en cambio, plantea que la universalidad no radica en la dimensión
lingüístico-ontológica sino en la razón. La suya es una
universalidad epistémica que antepone la necesidad de transformar el
mundo. De este modo, en tanto Gadamer promueve la revalorización de
la tradición y sus prejuicios para alcanzar la auto-comprensión,
Habermas desarrolla la crítica y la ruptura de la tradición para
liberar a la humanidad de sus problemas. Sostiene que el promotor de
la herméutica hace sus interpretaciones a través de prejuicios que
no pueden ser criticados. Advierte que los prejuicios suelen ser el
resultado de la falsa conciencia y de la pseudocomunicación impuesta
por el poder.
El consenso del lenguaje – según Habermas – se puede producir
por coacción autoritaria mientras que la hermenéutica gadameriana
parte de ciertos presupuestos idealistas e irreales, a saber: la
comunicación exenta de dominio; la convivencia entre las personas
exenta de coacción en una humanidad emancipada; la vida moralmente
correcta. Suposiciones que resultan naturalmente irreales dado que
desde el siglo XVIII los filósofos de la Ilustración habían
criticado el derecho divino por el cual gobernaban los reyes y el
orden social estamentario y aristocrático “establecido por Dios”
como prejuicios negativos.
Habermas llamó a desconfiar de los acuerdos logrados mediante el
lenguaje, que solamente podrían ser valederos en una sociedad libre
de coacción que en realidad no existe. Sin que los dialogantes lo
perciban el lenguaje suele comportar una carga de prejuicios que
legitima la situación de dominio de una clase sobre otras. A cierta
altura de la polémica, Habermas consideró que el psicoanálisis
freudiano podía ser un modelo de reflexión social porque emplea la
interpretación crítica para restablecer una comunicación deformada
por el paciente.
Gadamer reafirmó sus posiciones en Verdad y Método II 22que
recoge artículos de las décadas de 1980 y 1990, en los que aceptaba
que las relaciones entre la hermenéutica y las ciencias sociales
era, para decir lo menos, problemáticas. Gadamer reiteró su rechazo
a la oposición que la Ilustración planteaba entre autoridad y razón
aunque reconoció que la autoridad puede actuar dogmáticamente en
diversas formas de dominio.
Otro de los promotores de la hermenéutica, Paul Ricoeur 23
intentó mediar para reconciliar las posiciones de Habermas y de
Gadamer, poco antes de la muerte de este último, aludiendo a la
“hermenéutica crítica” y a la “crítica hermenéutica”, y
manifestó que no comprendía las razones por las que se debatía
dado que la polémica no ahondaba en el pensamiento filosófico. En
realidad, el conciliador era partidario de Gadamer.
Ambas posiciones pueden resumirse como sigue:
Gadamer reconoce la universalidad de la comprensión desde un
horizonte dominado por el lenguaje natural (dialógico), por la
tradición y por el prejuicio entendido positivamente como un
elemento heredado que ayuda a la comprensión. En consecuencia, la
ciencia y su método, que son productos de la razón, no son las vías
privilegiadas para acceder a la verdad. Para transformar la sociedad
no es necesaria la destrucción radical de la tradición y por eso
las revoluciones, en tanto transformaciones radicales dela sociedad,
carecen de sentido o razón de ser.
Habermas, en tanto, señala a la tradición como fuente de error; el
lenguaje natural, con su carga de prejuicios, es resultado de la
ideología. Solamente a través de la ciencia (ya sea natural o
social) y de su lenguaje monológico se puede abordar la crítica
radical de la tradición (tanto la religiosa como la política) y
proponer la transformación revolucionaria.
La polémica no ha cesado con la desaparición de Gadamer y si bien
no consagró a Habermas como un genuino renovador del marxismo,
sirvió para demostrar que el promotor de la hermenéutica fue
siempre un conservador que sirvió a los nazis debido a sus
coincidencias, consiguió reciclarse para llegar a ser el favorito de
la República Federal Alemana y mantuvo su oposición de toda la vida
a las transformaciones de la sociedad e hizo lo posible para evitar
que la reflexión filosófica contribuyese a esas transformaciones.
NOTAS
1El
fenómeno fue analizado en forma más amplia aunque no siempre
profunda por Richard Bessel (2009) en Alemania
1945. De la guerra a la paz; Ediciones B, Barcelona.
2
Hans Mommsen (1930 – 2015)
fue el historiador que instó a los alemanes a reconsiderar la
catástrofe que representó el nazismo. Mommsen rechazó el
pensamiento predominante entre sus colegas que atribuía la
responsabilidad por lo sucedido a las intenciones y decisiones de
Hitler y su entorno inmediato. Criticó esta postura aduciendo que
era simplista y exculpatoria y enfocó sus investigaciones en las
acciones concretas del régimen nazi lo que transfería la
responsabilidad histórica principal a las elites conservadoras y
nacionalistas - a la gran burguesía industrial y financiera, a la
aristocracia, a los altos funcionarios estatales, judiciales y
militares – no solamente por haber facilitado la llegada de Hitler
al poder sino por haber colaborado amplia y sostenidamente con el
régimen, para escapar después a un segundo plano a partir de mayo
de 1945 pero sin ceder en sus posturas derechistas. Entre
otras acciones documentó y denunció el trabajo esclavo de los
prisioneros de campos de concentración que utilizó intensamente la
Volkswagen.
3Se
trata del Institut für psychologische Forschung
und Psychotherapie). Allí trabajaron Matthias Heinrich Goering,
Müller-Braunschweig, Harald
Schultz-Hencke y
Werner
Kemper. Durante la quema de libros de 1933 en Alemania
se quemaron públicamente los trabajos de Freud pero a pesar de ello
se siguió practicando el psicoanálisis (aunque en una forma
limitada) gracias a la ambición y amplia disposición a aceptar
compromisos de los funcionarios alemanes no judíos, así como
también a las relaciones familiares del director y además, gracias
a la posición de Freud, quien al menos no se opuso al proceder de
los funcionarios alemanes ni a la actuación de Ernest Jones.
4Wolin,
Richard (2004) The seduction of unreason: the intellectual
romance with fascism. From Nietzche to postmodernism. Princeton
University Press. Nueva Jersey.
5Paxton,
Robert O. (2005) Anatomía del fascismo. Ediciones Península,
Barcelona.
6Se
apreciará hasta que punto las políticas de Donald Trump, Benjamin
Nethanyahu, Recep Tayip Erdogan y tantos otros emplean actualmente
estas mismas “pasiones movilizadoras”.
7Carl
Schmitt (1888 – 1985) fue ideólogo del Movimiento Revolucionario
Conservador. Católico, discípulo de Max Weber. Nazi activo
entre 1933 y 1936. Los SS lo consideraban un advenedizo. Sus teorías
jurídicas fueron el fundamento constitucional del Tercer Reich.
Entre 1936 y 1945 promovió la teoría del “espacio vital”
(Lebensraum). Su “teoría del partisano” le ganó adeptos en la
izquierda foquista de la década de 1960. Murió tranquilamente en
su pueblo de Westfalia a los 97 años.
8Ernst
Krieck (1882 – 1947) maestro y profesor. Nazi desde 1932.
Presidente de la Universidad de Frankfurt. Espía de la Gestapo en
el ámbito universitario. En 1938 discrepó con medidas racistas
extremas y dejó las SS pero le mantuvieron su cargo honorario.
Murió en 1947 en un campo de prisioneros estadounidense.
9Alfred
Baeumler (1887 – 1968) Filósofo y pedagogo. Principal experto en
Nietzche. Fundador del Instituto de Pedagogía Política. Sus libros
los reeditaron los fascistas italianos en 1990.
10Martin
Niemöller (1892-1984), pastor luterano que antes de ordenarse,
durante la Primera Guerra Mundial comandó un submarino, fue al
comienzo partidario del nazismo (era anticomunista, antisemita y
nacionalista) pero en 1933 se opuso a la nazificación de las
iglesias protestantes y en 1937 fue preso y estuvo en campos de
concentración hasta 1945; después fue figura del movimiento
pacifista y fue conocido por su poema “Cuando los nazis vinieron
por los comunistas” (“primero vinieron a buscar a los
comunistas pero como yo no era comunista no hice nada para
impedirlo...etc.etc.”).
11Sherratt,
Yvonne (2014) Los filósofos de Hitler. Editorial Cátedra. Madrid.
12Entrevista
de Gadamer con Dörte von Westernhagen. En: “Das Argument” 32(4)
julio/agosto de 1990.
13Johann
Gottfried von Herder (1744
-1803)
fue un filósofo, teólogo y crítico literario alemán, cuyos
textos contribuyeron a la aparición del romanticismo germánico.
Como instigador del movimiento conocido como Sturm und Drang
("Tormenta e ímpetu"), la vertiente alemana del
prerromanticismo europeo fue muy influyente.
14Wolin,
R. Op. Cit. P. 123.
15Wollin,
R. Op. Cit. p. 116.
16Las
Tesis sobre Feuerbach
son once breves notas filosóficas escritas por Karl Marx en 1845 y
publicadas por Friederich Engels en 1888. La última de ellas, la
célebre Tesis XI, dice: "Los filósofos no han hecho más que
interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es
de transformarlo" (en el original alemán: "Die
Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kömmt
drauf an, sie zu verändern").
17Jürgen
Habermas (Düsseldorf, 1929) es un filósofo y sociólgo
alemán, conocido sobre todo por sus trabajos en filosofía práctica
(ética, filosofía política y del derecho). Habermas es el miembro
más eminente de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt y
uno de los exponentes de la Teoría Crítica desarrollada en el
Instituto de Investigación Social.
18Habermas,
Jürgen (1988) La lógica de las ciencias sociales. Tecnos,
Madrid.
19García
Guadarrama, José L. (2006) “El debate Gadamer/Habermas:
interpretar o transformar el mundo”. En: Contribuciones desde
Coatepec, enero-junio 2006, N.º 10; Universidad Autónoma del
Estado de México, Toluca.
20Gadamer,
Hans-Georg (1999) Verdad y método I, Ed. Sígueme,
Salamanca.
21Habermas,
Jürgen (1988) La lógica de las ciencias sociales. Tecnos,
Madrid.
22Gadamer,
H-G. (2000) Verdad y método II, Ed. Sígueme, Salamanca (pp.
225-265).
23Ricoeur,
Paul (2002) Del texto a la acción; Fondo de Cultura Económica,
México. Ricoeur (1913 – 2005) hizo el tránsito de la
fenomenología a la hermenéutica.