martes, 14 de marzo de 2017

Volverse bueno: trayectoria de Hans-Georg Gadamer


Interpretar o transformar el mundo: una cuestión fundamental y el papel de los filósofos reciclados

VOLVIÉNDOSE BUENO: LA TRAYECTORIA DE HANS-GEORG GADAMER

Lic. Fernando Britos V.

Hans-Georg Gadamer fue una estrella de la filosofía con su hermenéutica. Su trayectoria muestra la forma en que académicos conservadores y derechistas colaboraron en el ascenso de Hitler, legitimaron el nacionalismo agresivo y el racismo y se reciclaron a la caída del Tercer Reich conservando intactas sus posiciones académicas. Los nazis se evaporaron en mayo de 1945 cuando los aliados ocuparon Alemania. Los criminales más connotados huyeron a refugios seguros en las Américas por “el camino de las ratas”; muchos miles se mantuvieron en la República Federal y una ínfima minoría fueron juzgados y encarcelados o ahorcados. Ha pasado más de medio siglo para que ese procedimiento para “volverse buenos” que llevaron a cabo varios de los intelectuales alemanes quedara al descubierto. El caso de Gadamer fue típico y su estudio debería servirnos para comprender y prevenir procesos similares en cualquier lugar del mundo, en la actualidad.

Fugados, ocultos y reciclados - Cada poco tiempo, alguien necesitado de llenar un espacio u obtener unos segundos de atención mediática saca a luz alguna vieja versión relativa a América Latina (por ejemplo: que Hitler no se habría suicidado en Berlín el 30 de abril de 1945 sino que habría muerto tranquilamente en Paraguay 25 o 30 años después) o recicla algún detalle verdadero pero insignificante en si (como que Mengele habría formalizado su casamiento en Colonia Suiza, Uruguay, en un fugaz pasaje de su permanente huída). A veces esas apariciones tienen tufillo a codicia nostalgiosa pero generalmente responden a la superficialidad, es decir a una deliberada ausencia de profundización en la complejidad de los fenómenos y, en este caso, en el desarrollo del fascismo, el nazismo, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la URSS, que marcaron en forma indeleble la historia del siglo XX y, en cierta medida, se proyecta sobre la suerte de la humanidad en este siglo XXI.

Hace unos 2.500 años, el dramaturgo griego Agatón (457 – 402 a.n.e) sostenía que ni siquiera los dioses pueden cambiar el pasado. Esto es verdad en cuanto a lo que realmente sucedió pero los humanos y los dioses que son sus criaturas, han intentado siempre acomodar la imagen del pasado mediante el ocultamiento, el olvido y la mistificación. En abril y mayo de 1945, cuando los ejércitos aliados penetraron en el corazón de Alemania no solamente se encontraron con las huellas del genocidio en los campos de exterminio; las carreteras sembradas de cadáveres producto de “las marchas de la muerte” que arreaban los guardias de las SS mientras huían despojándose de sus uniformes negros; la fuga generalizada de los jefes, algunos cargados de documentos otros con el oro expoliado a los asesinados, y una multitud de personas que habían abandonado las zonas ocupadas por los nazis o las tierras de Prusia Oriental o que vagaban apáticamente porque habían perdido sus hogares en los bombardeos de los últimos meses. Lo que no encontraron fueron nazis 1.

La mayoría de los alemanes y austríacos habían perdido la memoria y se habían vuelto demócratas. Los pocos verdugos que fueron identificados, se amparaban en la “obediencia debida” o en la insignificancia de sus actos. Los intelectuales y académicos salían de su “exilio interior” (algo parecido al “insilio” rioplatense pero con un significado muy distinto como veremos más adelante).

Muchos nazis y sus colaboradores más sanguinarios (como los ustachis croatas) habían fugado disfrazados con papeles falsos y se encaminaron a través de “la línea de las ratas” organizada por el aparato de la Iglesia Católica en Italia dirigido por el obispo Alois Hudal, con el apoyo de Pío XII y con la complicidad de la Cruz Roja (que se había hecho la distraída ante los horrores que contempló en los campos de exterminio y ante el regimen aniquilador al que se sometía a los prisioneros de guerra soviéticos a diferencia del que sufrieron los prisioneros de otros aliados).

Desde puertos italianos y españoles partieron miles de criminales de guerra que fueron amparados durante meses y años en refugios europeos, dotados de pasaportes, nuevas identidades y dinero, y embarcados para las Américas (a Canadá, a los Estados Unidos, a Brasil y especialmente a la Argentina y a Chile). Al mismo tiempo, los británicos y sobre todo los estadounidenses desarrollaron la búsqueda y traslado de los técnicos y especialistas (Operación Paperclip) para desarrollar sus industrias bélicas, sus aparatos de represión y espionaje y para incorporar los conocimientos que suponían que los torturadores nazis habían obtenido con sus crueles experimentos con seres humanos.

Un tercer cauce por el que se esfumaron los criminales de guerra y en general quienes habían ocupado cargos de responsabilidad o sido parte de las SS (que en su conjunto fue declarada por los aliados como una “organización criminal”) fue estableciéndose en las zonas de ocupación británica y estadounidense, ya fuese con una identidad falsa o con la suya propia, en el campo o en una ciudad distinta a la de sus orígenes y aún en su antigua casa. Muy pocos de estos individuos fueron molestados y la mayoría murió tranquilamente por causas naturales, apacibles abuelitos de edad provecta rodeados por sus familiares y vecinos.

Las cifras son impactantes. Se calcula que el personal de los campos de exterminio, SS y los kapos auxiliares, fueron no menos de 60.000; sin embargo solamente 600 fueron juzgados en Alemania y Polonia en la posguerra. En las zonas de ocupación soviética y francesa y después en la República Democrática Alemana (R.D.A.) no les fue tan bien. Muchos fueron desenmascarados y juzgados pero en abril de 1945 la enorme mayoría de los comprometidos y colaboracionistas habían corrido a entregarse a los británicos y estadounidenses. Después de pasar unos meses en un campo de prisioneros, a la mayoría se los rehabilitó de hecho y quedaron libres sin más trámite.

Decenas de miles de intelectuales y técnicos - que no habían sido combatientes, ya fuesen afiliados al Partido Nacional Socialista, a las SS o simplemente simpatizantes o apolíticos - consiguieron reciclarse y mantuvieron u ocuparon altos cargos en la administración, la judicatura, la enseñanza, la cátedra universitaria y en las fuerzas policiales y militares de la República Federal Alemana (R.F.A) que se constituyó al calor de la Guerra Fría al agrupar las zonas de ocupación de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, en 1949.

Muchos de estos intelectuales alemanes reciclados pasaron a ser estrellas en el firmamento de la cultura europea de posguerra con gran predicamento entre los posmodernistas franceses y anglosajones. Pasaron décadas antes de que algunos de estos personajes fueran confrontados abiertamente con su pasado. El caso más conocido, más famoso y más comprometido con el nazismo fue el de Martin Heidegger quien se mantuvo tozudamente aferrado a su ideología nazi hasta su muerte, sin hacer caso a los ruegos de sus discípulos, Hanna Arendt y Herbert Marcuse, para que se desmarcase de su simpatía hitleriana.

Una historia de éxitos y un pasado oscuro – Hans-Georg Gadamer (1900-2002) parecía una típica historia de éxito en la R.F.A. Este filósofo no se había afiliado al Partido Nacional Socialista, se mantuvo al margen de la política y durante el Tercer Reich (1933 – 1945) aseguró que se había refugiado en el “exilio interno”. Por cierto, Gadamer no fue nazi pero el análisis de su obra antes, durante y después de la guerra, muestra un profundo conservadurismo y un significativo grado de coincidencia y colaboración con los nazis.

Sus ideas opuestas a la Ilustración (que en el plano político culminó con la Revolución Francesa) y su carácter de principal promotor de la hermenéutica - postura que destaca la naturaleza circunstancial y parcial de la verdad - le llevaron a coincidir con el nazismo antes y con la fauna posmodernista después. En este último caso, el tradicionalismo de Gadamer (el papel determinante que atribuía a la tradición) parecía diferente del posmodernismo pero su rechazo de las ideas de Kant (especialmente de la moralidad universal) se transformó en un cimiento fundamental para la deconstrucción posmoderna de la verdad objetiva en las últimas décadas del siglo XX.

La coincidencia de Gadamer con los nazis era más sutil que la de su maestro Heidegger. El escepticismo de la hermenéutica respecto a la razón coincidía con la apología de la particularidad germana que hacía el nazismo y su tesitura de la raza superior (el Herrenvolk). Una parte de la intelectualidad, cuando el ascenso del nazismo, hizo un pacto fáustico con ese movimiento. Este pacto fue más bien europeo, no se limitó a Alemania e Italia. En Francia – por ejemplo – muchos intelectuales se negaban a explorar la historia reciente de su país porque esta, lejos de mostrar un avance progresivo y una profundización de los ideales republicanos a partir de la Revolución Francesa, mostraba la influencia regresiva del nacionalismo a través de la configuración de la ciudadanía por medio de “la sangre”, “la patria” y “la tradición” y la existencia de una derecha reaccionaria, profundamente racista, antisocialista y anticomunista.

En Francia esto se manifestó en el Segundo Imperio, la derrota de la Comuna de París, el escándalo Boulanger, el caso Dreyfus, las organizaciones católicas protofascistas de los años 30 del siglo XX, hasta el derrotismo de 1940 y el colaboracionismo filonazi de Vichy, la represión de los argelinos y otros magrebíes en la posguerra, las guerras coloniales de Vietnam y Argelia, la trayectoria de personajes como Maurice Papon que pasaron limpiamente de Vichy al gaullismo y la prédica actual de Marine Le Pen y compañía.

En la R.F.A. pasaron casi cuatro décadas desde que Hitler se suicidó en su bunker de Berlín, el 30 de abril de 1945, para que empezaran a aflorar investigaciones acerca de los intelectuales y académicos durante el Tercer Reich. Entonces empezaron a perforarse los mitos diversionistas acerca de “la otra Alemania” o “el exilio interno”. Quedó claro el papel que habían jugado muchos historiadores alemanes de entreguerras, derechistas aunque no nazis, al proporcionar a las SS la información etnográfica y demográfica en la que se basó la planificación y ejecución de la Solución Final. Esos historiadores han sido calificados como “Vordenker der Vernichtung” (profetas del aniquilamiento) que actuaron como legitimadores de los actos genocidas e imperialistas.

Las justificaciones no provenían mayormente del riñón del partido nazi sino de círculos académicos afines a los varios partidos de derecha y de centro que existían hasta que el nazismo los absorbió en 1933/1934. Entre 1939 y 1945, muchos profesores conservadores, provenientes del campo de las humanidades ( historiadores, filósofos, musicólogos, especialistas en cultura y antiguedad clásica, historiadores del arte, etc.) se incorporaron a toda prisa al aparato propagandístico del nazismo que dirigía el Dr. Joseph Goebbels y que promovía la superioridad de la cultura y los valores alemanes. Según parece fue un efecto de la impresión que había producido entre los intelectuales derechistas las primeras victorias de las fuerzas armadas alemanas. En realidad muchos universitarios de disciplinas más prácticas como la medicina, el derecho, la arquitectura, la ingeniería, estaban colaborando con el régimen desde mucho antes.

Bajo la dirección de un destacado profesor de derecho de la Universidad de Kiel, Paul Ritterbusch, se creó un programa para promover en Europa la oposición a los valores de los enemigos de Alemania. Organizaron publicaciones monográficas y conferencias de alto nivel académico y se crearon institutos alemanes en las ciudades de los países ocupados para difundir la propaganda nazi y el idioma alemán. Estas actividades tenían dos facetas, por un lado se presentaban películas y se montaban exposiciones para una concurrencia masiva que presentaban los éxitos de la Wehrmacht, los beneficios de la administración alemana y campañas racistas contra los judíos, los eslavos, etc. Por otra parte y a un nivel académicamente elevado se intentaba convencer a las elites europeas acerca de la superioridad cultural y científica de Alemania y consiguientemente de la inevitabilidad del triunfo del Tercer Reich a nivel mundial. Contaban para esto con que ese público selecto estaría integrado por académicos derechistas (dado que los opositores habían debido exiliarse o estaban presos) y con que podrían atraerlos a una colaboración duradera.
El propio Gadamer reconoció haber suscrito un pedido internacional de apoyo a Adolf Hitler organizado por profesores universitarios alemanes en noviembre de 1933. La solicitada apoyaba a Hitler que promovía un plebiscito para la salida de Alemania de la Liga de las Naciones (el antecedente de las Naciones Unidas). Para los nazis, abandonar ese organismo era un primer paso en el camino de expansión y de conquista que desarrollaron. El apoyo de los intelectuales derechista fue importante para legitimarlo ante la estirada oligarquía prusiana y la gran burguesía que todavía veía a Hitler como un advenedizo.

Como perdido en su curricula aparece que, en 1936, Gadamer participó de buena gana en un “campamento de reeducación política” organizado por los nazis. Reconoció que lo hizo para favorecer su carrera como docente universitario. Tanto el filósofo como sus biógrafos actuales ocultaron que, desde 1933, Gadamer se había afiliado a la Asociación Nacional de Docentes Nacionalsocialistas (Nationalsozialistchen Lehrerbund) lo que implica un compromiso más antiguo y mayor con el nazismo.

Verdades que la hermenéutica desconoce - Durante las célebres polémicas de los historiadores (Historikerstreit) Hans Mommsen 2 instó a sus colegas a abandonar las racionalizaciones y mecanismos de defensa que habían practicado desde 1945 y reconocer que eufemismos como “las afinidades” entre los intelectuales y la Alemania nazi ya no servían como excusa. Durante décadas Gadamer y otros se habían hecho los distraídos y empleado verdades a medias cuando resultaba evidente que habían adoptado la visión del mundo del nazismo. El colaboracionismo, que antes se consideraba una excepción durante el Tercer Reich se ha transformado en la regla en la medida en que continuamente aparecen nuevos documentos, testimonios y traducciones sin retoque de los textos de época. El mito de la excepcionalidad y el exilio interior corrió paralelo a otro, también derruido, como el que sostenía que la Wehrmacht (el ejército alemán) se había limitado a combatir sin participar en los crímenes de guerra que se atribuían exclusivamente a las SS, las Waffen SS y los Einsatzgruppen.

Otra cosa que ha cambiado es lo que se entiende como “participación” en el sistema de los nazis. Durante décadas se consideraba participantes exclusivamente a quienes figuraban como afiliados al Partido Nacionalsocialista en los registros y fichas que se conservaban en los archivos. En los últimos tiempos el criterio se amplió para abarcar múltiples formas de oportunismo y colaboración por acción u omisión que se registraron en todos los ámbitos de la ciencia, el arte y la cultura. Bajo el antiguo criterio estrecho de participación , muchos intelectuales sacaban la pata del lazo atribuyendo su presencia en cátedras, laboratorios y actos públicos a actividades exclusivamente profesionales, apolíticas, circunstanciales, casuales u obligadas, que coexistían con un presunto sentimiento íntimo opositor o discrepante. Este argumento es, salvadas las distancias, una forma de la infame “obediencia debida” bajo la que los criminales de todas las épocas alegaban limitarse a cumplir eficientemente las órdenes recibidas. Los profesores y científicos se habían visto “obligados o chantajeados para colaborar”. Unos y otros fueron seres banales con pocas excepciones.

En su existencia relativamente breve (1933 – 1945) el régimen nazi desarrolló una fuerte presión sobre todas las clases del pueblo alemán. Entre las herramientas fundamentales para el rápido ascenso de Hitler (de político advenedizo en 1920 a Fuhrer investido de poder absoluto en 1933) y para el sometimiento ideológico de millones de seres se encontraba el nacionalismo y el racismo. Ambas tendencias fueron impulsadas por las clases dominantes desde siglos atrás (el Sacro Imperio Romano Germánico, pasando por Lutero, el romanticismo conservador y el militarismo prusiano). Sin embargo, la ideología nazi era sincrética, es decir amalgamaba las distintas corrientes del nacionalismo, el racismo, el irracionalismo y el misticismo que por cierto no eran homogéneas.

En el ámbito académico, el nazismo practicaba una especie de “pluralismo vigilado”. Al estudiar la psicología y la psicoterapia que se practicaba en la Alemania nazi – por ejemplo – se percibe la existencia de ciertos resquicios, como el llamado Instituto Goering 3, dirigido por un primo hermano del Mariscal del Reich, Hermann Goering, que funcionó oficialmente hasta la desintegración del Tercer Reich en 1945.

Bajo la supervisión de Goebbels, las distintas variantes permitidas en el ámbito académico exigían la eliminación de izquierdistas y judíos y no admitían divergencias políticas concretas. Esas variantes en el terreno ideológico eran toleradas porque eran funcionales al régimen porque ampliaban y consolidaban la base social del nazismo y la superioridad racial de los arios, no solamente en Alemania sino en los países ocupados y en general en los regímenes fascistas como Italia, España, Hungría, Portugal y la Francia de Vichy.


Grandes y pequeños participantes – Desde muy temprano los nazis comprendieron que necesitaban incorporar filósofos e intelectuales conservadores, aunque no fueran sus simpatizantes. Bastaba con que no criticaran abiertamente las medidas políticas, que apoyaran la superioridad de la cultura y la nación alemana y que estos intelectuales “volkisch” se opusieran nítidamente al comunismo y a los países que se enfrentaban con Alemania. En forma paradojal, sujetos como Gadamer, carentes de convicciones político-partidarias pero que coincidían con las directrices del régimen, tuvieron más posibilidades de abrirse camino y de ser promovidos en el ámbito universitario que los nazis fanáticos, que como Goebbels y Rosenberg, tuvieron altas responsabilidades políticas y sufrieron las consecuencias de sus actos criminales (el primero se suicidó con su familia y el segundo fue ahorcado después de ser juzgado en Nuremberg).

Estos mismos principios de “amplitud” fueron aplicados por los nazis en otros campos, claramente en la judicatura, entre los funcionarios públicos y muy especialmente en las fuerzas armadas y policiales, donde los fundamentos de adhesión se remontaban al militarismo prusiano, al espíritu de casta, a la disciplina clasista y aristocrática y al racismo teutónico.

Como ha señalado Richard Wolin 4, en el ámbito de la educación superior, los nazis a menudo valoraron la estabilidad más que la corrección ideológica absoluta, pues esta era en todo caso difícil de definir. En las humanidades (Geisteswissenschaften) existía una maleable “zona ideológica gris”, porque los límites entre las posiciones conservadoras y nacionalistas tradicionales, que promovían orgullosamente la superioridad alemana, y la ortodoxia nazi eran casi imperceptibles.

Quienes intentan explicar el éxito del nazismo para imponerse a la sociedad alemana en términos estrictamente ideológicos no distinguen claramente el fenómeno que pretenden explicar. Aunque el terror jugaba un papel central, los nazis no podían completar su dominio de Alemania exclusivamente por este medio. Es preciso reconocer que en la adhesión masiva que alcanzó (sobre todo mientras las cosas marchaban bien) se sustentaba en el apoyo que recibió de los conservadores tradicionales, con quienes se identificaba precisamente Gadamer. Aunque estos derechistas podían tener discrepancias con los métodos nazis, la brutalidad de las SA y el antisemitismo rabioso de Hitler, estaban convencidos de que la República de Weimar era un fracaso y que se necesitaba mano dura para enfrentar a los trabajadores organizados, a los socialistas, a los comunistas y a los movimientos sociales que impulsaban un cambio profundo de la sociedad alemana.

Las clases dominantes de la Alemania de la primera posguerra, los mandos militares que difundían la reverenda mentira de que no habían sido derrotados en los frentes de combate sino por la defección de la retaguardia, los aristócratas terratenientes prusianos, los grandes industriales, los comerciantes y los banqueros que se habían enriquecido con la guerra y con la crisis, las organizaciones religiosas desde el poderoso catolicismo bávaro hasta los luteranos del norte y el este y, desde luego, los intelectuales tuvieron una gran responsabilidad en el ascenso de Hitler al poder. Bajo su dominio la burocracia alemana y los mandos militares seguirían en su lugar, el sistema educativo y el judicial y los privilegios sociales y económicos de esas clases se preservarían y profundizarían.

Como advierte Robert O. Paxton (2005)5 “buscar temores puede ser, en realidad, una estrategia de investigación más fructífera que la búsqueda literal de pensadores que “crearon” el fascismo” (47). Estas “pasiones movilizadoras” dice Paxton (54) se dieron en su mayoría por supuestas y no se expusieron siempre abiertamente como proposiciones intelectuales pero fueron el magma sobre el que se asentó el fascismo y suelen encontrarse, de uno u otro modo, en el sustrato de los intelectuales alemanes.

He aquí las principales: 1) un sentimiento de “crisis abrumadora” que requiere medidas especiales; este es el tema favorito de los promotores del “cuanto peor mejor”. 2) la primacía de la nación (el Volk) sobre las personas que tienen deberes superiores hacia ella y esos deberes están por encima de cualquier derecho humano o individual. 3) la creencia de que la nación es una víctima lo cual justifica cualquier accióncontra lo enemigos internos o externos sin atenerse a límites legales o morales. 4) el temor a la decadencia de la nación y el debilitamiento de su cultura a causa de la lucha de clases, la presencia de extranjeros, etc. 5) la necesidad de la pureza racial y la más estrecha integración al grupo superior, ya sea por las buenas o por las malas (violencia excluyente). 6) la necesidad de un líder o caudillo que debe encarnar el destino de la nación y cuyas orientaciones son indiscutibles e inherentemente superiores a cualquier razonamiento. 7) la belleza de la violencia (y la guerra como su máxima expresión) y el poder de la voluntad cuando se aplica al éxito del Volk. 8) el derecho del pueblo elegido a dominar a otros sin restricción alguna de tipo humano o divino que se da por la capacidad del Volk para triunfar en la lucha por la supervivencia.6

En el campo de las humanidades y las ciencias sociales hubo académicos como el filósofo Martin Heidegger, el jurista y filósofo Carl Schmitt7, Ernst Krieck8, y Alfred Baeumler9, que tenían ambiciones políticas y trataron de incidir activamente en la orientación ideológica lo que los llevó, por un lado, a ocupar cargos importantes, especialmente durante los primeros años del periodo nazi, para tener que apartarse o ser apartados después por “discrepancias” aunque sin ser perseguidos o molestados. El pastor Martin Niemoller10, en cambio, apoyó a Hitler hasta que se transformó en opositor en 1937 y fue preso hasta 1945.

La mayoría de los oportunistas alegaron, en 1945, haberse mantenido en el “exilio interno” y a diferencia de Alfred Rosenberg, que había sido el jefe (Gauleiter) de los territorios ocupados en Polonia, no fueron molestados y siguieron dictando sus clases, escribiendo y publicando, cosechando distinciones en la RFA y en el extranjero hasta su muerte. Por añadidura, la falta de depuración de nazis y colaboracionistas en la posguerra, hizo que estos elementos se mantuvieran en el cerno de la cultura alemana, de modo que los filósofos y científicos que habían debido abandonar Alemania perseguidos por los nazis, no consiguieron reinsertarse a su regreso al país.

Estudiosos como Yvonne Sherratt11 han señalado con indignación que nazis y colaboracionistas como Heidegger y Gadamer se han vuelto famosos en los países que lucharon contra el nazismo, como los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Asimismo y como producto de la Guerra Fría en el campo ideológico esos mismos filósofos, más algunos otros que debieron huir de los nazis, como Karl Popper, han disfrutado de popularidad por su anticomunismo y sus argumentos útiles a los propagandistas.


Nuevos elementos sobre las acciones de Gadamer – En una entrevista que concedió en 199012 , Hans-Georg Gadamer se refirió a su participación voluntaria en un campo de rehabilitación política de los nazis quitándole importancia al adoctrinamiento que recibió. Gadamer calificó como “tonterías paramilitares” las jornadas de gimnasia matutina, los deportes en equipo y las marchas con equipo completo cantando canciones nacionalistas.

Sostuvo que se había mantenido apolítico porque los capitostes nazis “no se interesaban en nosotros” (los filósofos), aseguró. Sin embargo su “inversión” rindió frutos rápidamente. En 1937 obtuvo el nombramiento como profesor universitario en Marburg, donde trabajó con Heidegger, y en 1938 alcanzó una cátedra en Leipzig donde permaneció inamovible. Después de la guerra se dedicó a colocar a sus colegas en puestos universitarios de la RFA hasta que finalmente siguió el mismo camino en 1948.

Aquel pasado (que ni siquiera los dioses pueden cambiar) fue muy distinto a lo que esgrimió Gadamer en su defensa. La doctrina de la guerra total se aplicó en Alemania junto con la invasión a la URSS, en junio de 1941, y exigió a los filósofos y otros catedráticos una participación activa en acciones propagandísticas. Durante el periodo nazi, Gadamer había publicado “Nación e historia en el pensamiento de Herder”. Aunque J.G. Herder 13 no había sido un nacionalista furibundo o un racista, los colaboradores del nazismo, entre ellos Gadamer, emplearon su concepto de Volk (nación) a favor de Hitler y los suyos (Volkstum, Volkheit, Volkseele, entre otros términos fueron derivaciones nazis).

La monografía sobre Herder fue escrita bajo la influencia del triunfo espectacular que los ejércitos alemanes habían conseguido en los primeros años de la guerra (1939 – 1941), especialmente con la conquista de Francia. Para Gadamer el éxito de la Wehrmacht demostraba la superioridad de la civilización alemana sobre la francesa (inficionada por los valores de la Ilustración). Gadamer no era y no fue un nazi pero no tuvo reparos ante los métodos brutales del nazismo en la medida en que este había conseguido los tradicionales objetivos de la derecha intelectual alemana que veía en los valores de la Ilustración y en el marxismo los principales enemigos a derrotar.

Algunos estudiosos actuales consideran que Gadamer fue un oportunista pero según Wolin 14 esto no le exime de responsabilidad como querrían sus admiradores porque “¿cuántos oportunistas se necesitan para estabilizar un régimen como el de los nazis?”, o bien “¿pertenece el oportunista a una categoría moralmente superior a la de los partidarios convencidos?”. “¿En qué categoría caerían los actos de Gadamer durante el Tercer Reich?”.Desde Platón a Heidegger los filósofos nunca han estado al margen de los compromisos éticos. Algunos pueden ser disculpados pero otros son imperdonables. Los filósofos pueden equivocarse pero en el caso del nazismo no pueden atribuir el error (su acuerdo o su indiferencia) a una confusión circunstancial en relación con un régimen que exterminó a millones de víctimas inocentes, estableció un sistema de terror, conquista y saqueo, en suma un régimen criminal apoyado en una ideología declaradamente racista y de nacionalismo genocida.

Muchos intelectuales alemanes cometieron actos más graves y comprometedores que Gadamer. También es cierto que no existe un imperativo categórico que exija, ante un sistema como el nazismo, el actuar como un héroe luchando en la clandestinidad (como muchos lo hicieron incluso en Alemania) pero lo que no puede hacerse es mentir u ocultar acciones de colaboración como las que – ahora se sabe – Gadamer desarrolló.

En 1941, funcionaba en el París ocupado el Instituto Alemán bajo la dirección de Karl Epting (1905 – 1979) que creía que en una Europa dominada por los nazis, las humanidades jugarían un gran papel para demostrar la superioridad de la cultura germánica. El instituto tenía objetivos puramente propagandísticos: celebrar la superioridad racial de los arios, suministrar una justificación a la ocupación nazi, legitimar a los colaboracionistas de Vichy y atraer intelectuales derechistas para colaborar con los gobiernos títere o con las autoridades militares alemanas. Epting pensaba que la traducción al francés de los textos de nazis fanáticos como Goebbels o Rosenberg no resultaba muy conveniente porque su estridencia panfletaria o su ampulosidad podía chocarle a los conservadores franceses. En cambio difundían activamente a Heidegger, Weber, Sombart, Wagner y Herder.

En la edición original de las obras completas de Gadamer (que vio la luz en la RFA a fines de la década de 1950) no se incluyó el ya mencionado “Nación e historia en el pensamiento de Herder” y tampoco se mencionó la conferencia que el promotor de la hermenéutica brindó en el Instituto Alemán de París sobre ese mismo tema. Wollin denunció 15 que las ediciones posteriores fueron retocadas de modo que el concepto de Volk y la superioridad germánica tan reiterados en la época del Tercer Reich fue cuidadosamente eliminado de las obras completas. En lugar de celebrar “los momentos más grandiosos de la unidad nacional y política en la moderna historia alemana” como se había referido al Tercer Reich en 1942, Gadamer aparecía aludiendo en el mismo párrafo, 25 años después, “al más crudo despotismo… que ha recaído sobre la historia alemana de las últimas dos centurias”. Mintiendo y embrollando el filósofo “se había vuelto bueno”.

En sus textos originales Gadamer también había adulterado el pensamiento de Herder. Este creía en “el pluralismo cultural” que era partidario del desarrollo de un sentimiento nacional entre los pueblos eslavos. Ese era un tema absolutamente prohibido para los nazis que consideraban a los eslavos como raza inferior (Untermenschen) pasible de ser esclavizada o exterminada. El Gadamer de posguerra mentía diciendo que había tenido problemas con los nazis porque objetó la predominancia de las razas nórdicas y germánicas y defendió la diversidad de pueblos, culturas y lenguajes. En realidad los textos que produjo bajo el Tercer Reich están llenos de afirmaciones sobre la superioridad cultural y política de los alemanes que nada tienen que ver con su autoproclamada oposición, con el conveniente “exilio interior” o con el apoliticismo.

La polémica incesante: interpretar o transformar – El espíritu conservador y derechista de Gadamer, el filósofo estrella de la RFA, volvería a quedar en evidencia y con secuelas que se extienden hasta la actualidad a partir de una polémica que había encendido Karl Marx con sus Tesis sobre Feuerbach 16. Desde fines de la década de 1960 y muy especialmente en la de 1980, Hans-Georg Gadamer se vio envuelto en la célebre polémica con Jürgen Habermas 17.

El fuego lo rompió Habermas en 1967 con la publicación de La lógica de las ciencias sociales 18 y después, en 1970, con el artículo “La pretensión de universalidad ded la hermenéutica” (que en español es un capítulo del libro antes citado). Gadamer respondió con varios artículos que, en 1986, se incluyeron en Verdad y método II (por ejemplo “Retórica hermenéutica y crítica de la ideología”). El debate se dio en el marco de la reinterpretación crítica Marx y Hegel que hizo la Escuela de Frankfurt y su inclusión del psicoanálisis en la teoría crítica para contribuir a la transformación de la sociedad 19

La posición de Gadamer parte de la postura ontológica de Heidegger que sostiene que el hombre no es una consciencia trascendental sino un Dasein: un ser-en-el-mundo de la vida fáctica, pre-teórica, cuya característica es el comprender. Para comprender es necesario interpretar en un ámbito previo a la teoría.

Desarrollando a Heidegger, Gadamer sostiene que no somos una conciencia ante un mundo objetivo por conocer sino que lo que siempre hacemos es interpretar en una situación histórica y linguística concreta que determina la universalidad de la hermenéutica (es decir de la interpretación). “El ser que puede ser comprendido es lenguaje” sostiene Gadamer (1999) 20 La relación con el mundo es lingüística, la palabra permite comprender y lo comprendido también es lenguaje. Para él, la universalidad de la hermenéutica permite superar el sometimiento de “las ciencias del espíritu” al método científico.

Al sostener que comprendemos desde un ámbito histórico y lingüístico que nos precede resulta que la verdad se da en ese ámbito y por tanto hay verdades no científicas en el arte y la filosofía, lo que plantea una oposición central al sujeto que accede a la verdad a través del método científico. Al cuestionar el método científico y la conciencia en relación con la verdad, Gadamer ataca la racionalidad moderna, las ideas de la Ilustración y a quienes pretenden emancipar a la humanidad sobre la base de una crítica racional de la tradición religiosa, metafísica y política. La universalidad ontológica antepone la necesidad de interpretar el mundo.

Habermas (1988) 21, en cambio, plantea que la universalidad no radica en la dimensión lingüístico-ontológica sino en la razón. La suya es una universalidad epistémica que antepone la necesidad de transformar el mundo. De este modo, en tanto Gadamer promueve la revalorización de la tradición y sus prejuicios para alcanzar la auto-comprensión, Habermas desarrolla la crítica y la ruptura de la tradición para liberar a la humanidad de sus problemas. Sostiene que el promotor de la herméutica hace sus interpretaciones a través de prejuicios que no pueden ser criticados. Advierte que los prejuicios suelen ser el resultado de la falsa conciencia y de la pseudocomunicación impuesta por el poder.

El consenso del lenguaje – según Habermas – se puede producir por coacción autoritaria mientras que la hermenéutica gadameriana parte de ciertos presupuestos idealistas e irreales, a saber: la comunicación exenta de dominio; la convivencia entre las personas exenta de coacción en una humanidad emancipada; la vida moralmente correcta. Suposiciones que resultan naturalmente irreales dado que desde el siglo XVIII los filósofos de la Ilustración habían criticado el derecho divino por el cual gobernaban los reyes y el orden social estamentario y aristocrático “establecido por Dios” como prejuicios negativos.

Habermas llamó a desconfiar de los acuerdos logrados mediante el lenguaje, que solamente podrían ser valederos en una sociedad libre de coacción que en realidad no existe. Sin que los dialogantes lo perciban el lenguaje suele comportar una carga de prejuicios que legitima la situación de dominio de una clase sobre otras. A cierta altura de la polémica, Habermas consideró que el psicoanálisis freudiano podía ser un modelo de reflexión social porque emplea la interpretación crítica para restablecer una comunicación deformada por el paciente.
Gadamer reafirmó sus posiciones en Verdad y Método II 22que recoge artículos de las décadas de 1980 y 1990, en los que aceptaba que las relaciones entre la hermenéutica y las ciencias sociales era, para decir lo menos, problemáticas. Gadamer reiteró su rechazo a la oposición que la Ilustración planteaba entre autoridad y razón aunque reconoció que la autoridad puede actuar dogmáticamente en diversas formas de dominio.

Otro de los promotores de la hermenéutica, Paul Ricoeur 23 intentó mediar para reconciliar las posiciones de Habermas y de Gadamer, poco antes de la muerte de este último, aludiendo a la “hermenéutica crítica” y a la “crítica hermenéutica”, y manifestó que no comprendía las razones por las que se debatía dado que la polémica no ahondaba en el pensamiento filosófico. En realidad, el conciliador era partidario de Gadamer.

Ambas posiciones pueden resumirse como sigue:
Gadamer reconoce la universalidad de la comprensión desde un horizonte dominado por el lenguaje natural (dialógico), por la tradición y por el prejuicio entendido positivamente como un elemento heredado que ayuda a la comprensión. En consecuencia, la ciencia y su método, que son productos de la razón, no son las vías privilegiadas para acceder a la verdad. Para transformar la sociedad no es necesaria la destrucción radical de la tradición y por eso las revoluciones, en tanto transformaciones radicales dela sociedad, carecen de sentido o razón de ser.

Habermas, en tanto, señala a la tradición como fuente de error; el lenguaje natural, con su carga de prejuicios, es resultado de la ideología. Solamente a través de la ciencia (ya sea natural o social) y de su lenguaje monológico se puede abordar la crítica radical de la tradición (tanto la religiosa como la política) y proponer la transformación revolucionaria.

La polémica no ha cesado con la desaparición de Gadamer y si bien no consagró a Habermas como un genuino renovador del marxismo, sirvió para demostrar que el promotor de la hermenéutica fue siempre un conservador que sirvió a los nazis debido a sus coincidencias, consiguió reciclarse para llegar a ser el favorito de la República Federal Alemana y mantuvo su oposición de toda la vida a las transformaciones de la sociedad e hizo lo posible para evitar que la reflexión filosófica contribuyese a esas transformaciones.

NOTAS
1El fenómeno fue analizado en forma más amplia aunque no siempre profunda por Richard Bessel (2009) en Alemania 1945. De la guerra a la paz; Ediciones B, Barcelona.
2 Hans Mommsen (1930 – 2015) fue el historiador que instó a los alemanes a reconsiderar la catástrofe que representó el nazismo. Mommsen rechazó el pensamiento predominante entre sus colegas que atribuía la responsabilidad por lo sucedido a las intenciones y decisiones de Hitler y su entorno inmediato. Criticó esta postura aduciendo que era simplista y exculpatoria y enfocó sus investigaciones en las acciones concretas del régimen nazi lo que transfería la responsabilidad histórica principal a las elites conservadoras y nacionalistas - a la gran burguesía industrial y financiera, a la aristocracia, a los altos funcionarios estatales, judiciales y militares – no solamente por haber facilitado la llegada de Hitler al poder sino por haber colaborado amplia y sostenidamente con el régimen, para escapar después a un segundo plano a partir de mayo de 1945 pero sin ceder en sus posturas derechistas. Entre otras acciones documentó y denunció el trabajo esclavo de los prisioneros de campos de concentración que utilizó intensamente la Volkswagen.
3Se trata del Institut für psychologische Forschung und Psychotherapie). Allí trabajaron Matthias Heinrich Goering, Müller-Braunschweig, Harald Schultz-Hencke y Werner Kemper. Durante la quema de libros de 1933 en Alemania se quemaron públicamente los trabajos de Freud pero a pesar de ello se siguió practicando el psicoanálisis (aunque en una forma limitada) gracias a la ambición y amplia disposición a aceptar compromisos de los funcionarios alemanes no judíos, así como también a las relaciones familiares del director y además, gracias a la posición de Freud, quien al menos no se opuso al proceder de los funcionarios alemanes ni a la actuación de Ernest Jones.
4Wolin, Richard (2004) The seduction of unreason: the intellectual romance with fascism. From Nietzche to postmodernism. Princeton University Press. Nueva Jersey.
5Paxton, Robert O. (2005) Anatomía del fascismo. Ediciones Península, Barcelona.
6Se apreciará hasta que punto las políticas de Donald Trump, Benjamin Nethanyahu, Recep Tayip Erdogan y tantos otros emplean actualmente estas mismas “pasiones movilizadoras”.
7Carl Schmitt (1888 – 1985) fue ideólogo del Movimiento Revolucionario Conservador. Católico, discípulo de Max Weber. Nazi activo entre 1933 y 1936. Los SS lo consideraban un advenedizo. Sus teorías jurídicas fueron el fundamento constitucional del Tercer Reich. Entre 1936 y 1945 promovió la teoría del “espacio vital” (Lebensraum). Su “teoría del partisano” le ganó adeptos en la izquierda foquista de la década de 1960. Murió tranquilamente en su pueblo de Westfalia a los 97 años.
8Ernst Krieck (1882 – 1947) maestro y profesor. Nazi desde 1932. Presidente de la Universidad de Frankfurt. Espía de la Gestapo en el ámbito universitario. En 1938 discrepó con medidas racistas extremas y dejó las SS pero le mantuvieron su cargo honorario. Murió en 1947 en un campo de prisioneros estadounidense.
9Alfred Baeumler (1887 – 1968) Filósofo y pedagogo. Principal experto en Nietzche. Fundador del Instituto de Pedagogía Política. Sus libros los reeditaron los fascistas italianos en 1990.
10Martin Niemöller (1892-1984), pastor luterano que antes de ordenarse, durante la Primera Guerra Mundial comandó un submarino, fue al comienzo partidario del nazismo (era anticomunista, antisemita y nacionalista) pero en 1933 se opuso a la nazificación de las iglesias protestantes y en 1937 fue preso y estuvo en campos de concentración hasta 1945; después fue figura del movimiento pacifista y fue conocido por su poema “Cuando los nazis vinieron por los comunistas” (“primero vinieron a buscar a los comunistas pero como yo no era comunista no hice nada para impedirlo...etc.etc.”).
11Sherratt, Yvonne (2014) Los filósofos de Hitler. Editorial Cátedra. Madrid.
12Entrevista de Gadamer con Dörte von Westernhagen. En: “Das Argument” 32(4) julio/agosto de 1990.
13Johann Gottfried von Herder (1744 -1803) fue un filósofo, teólogo y crítico literario alemán, cuyos textos contribuyeron a la aparición del romanticismo germánico. Como instigador del movimiento conocido como Sturm und Drang ("Tormenta e ímpetu"), la vertiente alemana del prerromanticismo europeo fue muy influyente.
14Wolin, R. Op. Cit. P. 123.
15Wollin, R. Op. Cit. p. 116.
16Las Tesis sobre Feuerbach son once breves notas filosóficas escritas por Karl Marx en 1845 y publicadas por Friederich Engels en 1888. La última de ellas, la célebre Tesis XI, dice: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo" (en el original alemán: "Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert; es kömmt drauf an, sie zu verändern").
17Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929) es un filósofo y sociólgo alemán, conocido sobre todo por sus trabajos en filosofía práctica (ética, filosofía política y del derecho). Habermas es el miembro más eminente de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt y uno de los exponentes de la Teoría Crítica desarrollada en el Instituto de Investigación Social.
18Habermas, Jürgen (1988) La lógica de las ciencias sociales. Tecnos, Madrid.
19García Guadarrama, José L. (2006) “El debate Gadamer/Habermas: interpretar o transformar el mundo”. En: Contribuciones desde Coatepec, enero-junio 2006, N.º 10; Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca.
20Gadamer, Hans-Georg (1999) Verdad y método I, Ed. Sígueme, Salamanca.
21Habermas, Jürgen (1988) La lógica de las ciencias sociales. Tecnos, Madrid.
22Gadamer, H-G. (2000) Verdad y método II, Ed. Sígueme, Salamanca (pp. 225-265).
23Ricoeur, Paul (2002) Del texto a la acción; Fondo de Cultura Económica, México. Ricoeur (1913 – 2005) hizo el tránsito de la fenomenología a la hermenéutica.

sábado, 4 de marzo de 2017

Fábulas en los medios y derechos en la vida real


FÁBULAS EN LOS MEDIOS Y DERECHOS HUMANOS
EN LA VIDA REAL

Lic. Fernando Britos V.

La diva hipócrita - Por lo menos dos veces una invitada, a la mesa paqueta que monta en televisión la diva argentina Mirta Legrand, se levantó y abandonó el set dejando a la anfitriona desairada. Hace muchos años le preguntó a una actriz española, como se sentía al tener un hijo gay. La mujer indignada tiró la servilleta y al retirarse le espetó a la vieja actriz que podía decirlo ella misma dado que tenía un hijo que había hecho esa opción. El otro caso de protesta indignada, más reciente, sucedió cuando en medio de los pseudo diálogos que promueve en sus almuerzos le reprochó a una actriz argentina que recordó que su esposo había sido desaparecido por la dictadura militar (1976 – 1983), “vos siempre con lo mismo, hay que renovarse, hay que dar vuelta la página”. Esta señora, que gira bajo el apellido artístico Legrand, fue de las figuras de la farándula que apoyaron la sangrienta dictadura militar y después que esta se retiró sumida en la ignominia manifestó no haberse enterado nunca del terror y de los tremendos crímenes, de las decenas de miles de desaparecidos, presos y torturados que se produjeron entonces.

Estos episodios vienen a cuento debido a dos filmes sobre el mismo argumento, separados por 55 años entre si, en uno de los cuales la diva de los almuerzos, que en su juventud era estrella de comediolas, tuvo un papel protagónico dramático a los 33 años. La película data de 1960; bajo la dirección de Daniel Tinayre, marido de la Legrand, esta era Paulina, el personaje central de La Patota, considerada un clásico de la cinematografía argentina. Se desarrollaba según libreto y producción de Eduardo Borrás (1907 – 1968) un dramaturgo, guionista y periodista catalán, anarquista disidente que después de escapar por Francia a la caída de la República, en 1939, anduvo por Santo Domingo (donde no le sentó el régimen del Chivo Trujillo) y Cuba, antes de radicarse definitivamente en la Argentina. Por ahora digamos que la protagonista era una profesora de filosofía en un liceo nocturno bonaerense que resulta violada por un grupo de sus alumnos, queda embarazada, continúa dando clases y mantiene su embarazo.

El segundo de estos filmes data de mediados del 2015 (se estrenó en el Uruguay en febrero del 2016 en el Festival de Cine de Punta del Este). Bajo el título Paulina, patrocinado especialmente por instituciones francesas, se presentó como una remake del clásico de Tinayre. Fue dirigido, coguionado y producido por el joven director y libretista argentino, Santiago Mitre y protagonizado por su pareja, Dolores Fonzi, como Paulina, y Osvaldo Martínez, como el padre de esta. La película fue multipremiada en los festivales cinematográficos de Cannes y San Sebastián y recibió críticas muy elogiosas de medios europeos.

La sinopsis que, invariablemente y en diferentes idiomas, se encuentra en Internet reza más o menos como sigue: “Paulina es una joven abogada con una carrera floreciente en Buenos Aires que elige volver a su ciudad natal (Posadas en Misiones). Su padre Fernando, es un destacado juez izquierdista que destaca en la sociedad conservadora. En contra de la voluntad de Fernando, Paulina decide dar clases en una escuela suburbana (que los uruguayos llamaríamos un liceo) como parte de un programa de inclusión social. Una noche, luego de la segunda semana de trabajo, es brutalmente atacada por una patota. Ante la mirada atónita de quienes la rodean, Paulina decide volver a trabajar a la escuela, en el barrio donde fue atacada, sin imaginar que los responsables están más cerca de lo que se sospecha”. Esta sinopsis es rematadamente falsa y persigue el fin de presentarla como un thriller cuando se trata, en realidad, de un panfleto ideológico, algo diferente (pero no menos ideológico) que la versión que protagonizó la Legrand en 1960.

Para analizar la trama y la verdadera intención de estos filmes los veremos en contraposición y coincidencias. Más adelante abordaremos la relación de estos mensajes con las realidades de aquí y ahora en el Uruguay, es decir con la construcción de argumentos que tienen que ver con asuntos palpitantes relativos al embarazo, al dominio del cuerpo femenino y al oscurantismo clasista, racista y desde luego machista al que abonan ciertos medios y algunas religiones.

Nueva versión laica de una fábula cristiana” - Este es el título que certeramente colocó el crítico argentino Juan Pablo Cinelli a la reseña que se publicó en Página 12 el 18 de junio del 2015, cuando Paulina se estrenó en Buenos Aires. Mitre y su coguionista Llinás – advierte Cinelli – se han encargado de establecer una especie de diálogo entre las dos películas de modo que muchos de los detalles de la versión 2015 funcionan como respuestas o como reacciones a lo que proponía la de 1960 (no sólo temáticamente sino también por la puesta en escena).

Ambos relatos y la conducta de los protagonistas (esencialmente Paulina y su padre) se enmarcan en un fondo más que religioso específicamente católico. La película de Tinayre es marcadamente religiosa y desde el principio incluye citas del Evangelio (aquella en que Jesucristo insta a perdonar setenta veces siete). La fábula cristiana consiste en que Paulina, violada brutalmente por una patota que la confundió (ya veremos con quién y cómo) y embarazada a resultas de ello, asume voluntariamente el papel del cordero que se ofrece en sacrificio para limpiar los pecados de la humanidad (la injusticia brutal de un sistema que genera pobreza y marginalidad) con su sufrimiento (la negativa a denunciar a sus agresores y su perdón, la decisión puramente individual de seguir con las clases y mantener su embarazo).

Hasta aquí ambas películas se parecen. El nieto de la Legrand, Ignacio Viale y un productor argentino fueron los que encargaron a Santiago Mitre hacer la nueva película aunque dándole libertad, según se dice, para hacer los cambios que creyera adecuados. Las principales modificaciones consistieron en una eliminación de cualquier mención a la religión o a la iglesia, que en última instancia es la principal promotora y beneficiaria de la prédica ideológica de la fábula del cordero sacrificial.

Sin embargo la versión laicizada del 2015 no podía prescindir de esa fábula y tampoco logró eliminar algunos aspectos simbólicos. Tinayre había incluido en el calvario (el lugar de la violación) imágenes espectrales de estatuas (“que parecían sacadas de un cementerio”). Su versión era en blanco y negro lo que daba un sentido más sobrecogedor a los hechos. Mitre en cambio mantuvo una simbología sutil que llena de cruces el lugar donde se produjo la violación de Paulina y al cual vuelve la protagonista. El edificio es una estructura industrial abandonada, de varios pisos, sin paredes o tabiques, de modo que vigas y planchadas aparecen insistentemente como cruces de fondo en las imágenes.

Otra diferencia es la profesión de la protagonista. En la de Tinayre, Paulina es una profesora de filosofía que enseñaba que todos somos iguales en el amor a Dios; en la de Mitre es una abogada que va a dar clases de educación cívica y comenta la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cinelli apunta lúcidamente que ese cambio, de la filosofía al derecho, refleja el cambio de punto de vista que se produjo entre 1960 y 2015. En 1960, la desigualdad y la justicia eran abordadas como ideas y por ende los conflictos podían racionalizarse. La Paulina representada por la Legrand salvaba a sus agresores pasando por la cuestión ética (la dicotomía del bien y del mal) y hacía posible la redención de los pecadores (ellos reconocían la entereza de la martirizada, se arrepentían, confesaban y ella los perdonaba y seguía adelante con su embarazo) logrando un “final feliz” para todos. En el 2015, el tema pasa por el derecho antes que por la justicia (“Cuando hay pobres la justicia no busca la verdad sino culpables” le dice Paulina a su padre que trata de que los patoteros sean juzgados mientras ella se niega a reconocerlos). Esto le permite a Mitre articular el círculo de “víctimas contra víctimas” que es una pieza fundamental en los discursos conservadores, de ahora y de siempre. La Paulina que representa la Fonzi es una víctima que aparece empeñada a no condenar a los agresores porque también son, a su vez, víctimas del sistema social.

A pesar de que Mitre sostuvo en entrevistas que el cambio de lugar (entre el Buenos Aires de Tinayre a Misiones de él) respondió al interés de no estigmatizar a las villas y zonas rojas bonaerenses, se podría decir que el ambiente rural del norte argentino evita eso pero no deja bien parados a los pobladores, sin perjuicio de que, deliberadamente o no, el exotismo del medio resulte un ingrediente más atractivo para los patrocinadores franceses y los jurados internacionales.

Clasismo, sexo y anti abortismo - Hay otras diferencias entre ambos filmes. La versión “católica” de Tinayre hace que su Paulina (cuyo nombre no parece tampoco casual) se refugie para reflexionar en una iglesia mientras que la Paulina de la versión “laica” de Mitre hace que la suya vaya a la casa de una tía ex-hippie que vive en medio de sus orquídeas y que le cuenta que su hermana, la madre de la protagonista fallecida años atrás, era una fiera sexual que se volteaba a todos los muchachos que andaban en la vuelta.

En la versión de 1960, los adolescentes ven a una vecina del barrio que se maquilla y se viste en forma que les resulta provocativa. En la oscuridad, atrapan a la profesora, la llevan a una casa abandonada y la violan creyendo que lo hacen con la coqueta (que, como frecuentemente argumentan los violentos, daba pie para ser violada).

En el 2015, los patoteros ven desde un escondite a una maestra soltera haciendo una felación y sacándose la ropa interior. Aunque sus únicos pecados son ser mujer y gustarle el sexo eso motiva que se vuelva candidata a la violación, impulsada por un ex novio despechado. Los sujetos, entre los cuales dos o tres alumnos de Paulina, la confunden porque viene en la moto de su compañera, desde la casa de esta, la derriban y la violan colectivamente. En la versión de Tinayre, la violación no es presentada sino indirectamente, en forma reservada. En la de Mitre, en cambio es representada en forma directa, cruda y prolongada de modo que el via crucis de Paulina se transforma en un espectáculo público agresivo.

Las escenas finales de ambos filmes son antitéticas. En el de Tinayre hay una clara alegoría a la redención cristiana: los agresores que ya han sido liberados de culpa se alejan al amanecer, caminando bajo un puente hacia la luz en la que se pierden mientras la cámara permanece fija. En la de Mitre, la que camina es Paulina y la cámara se va moviendo delante de ella, en tanto el plano se va cerrando y la escena se oscurece al caer la noche, se sobreimprimen títulos y no se sabe adonde va la protagonista.

Mitre ha declarado que su película se refiere a la convicción pero a través de su fábula laicizada plantea varias cuestiones, a veces ambiguamente, pero no las resuelve. Por ejemplo y entre otras cosas: el derecho a la igualdad de condiciones entre las personas y más específicamente el peso del clasismo y del racismo, el derecho de las mujeres a disponer sobre sus cuerpos, el derecho a interrumpir los embarazos según la ley, la construcción de las figuras parentales y maternales, el derecho de la sociedad a establecer normas y a hacerlas respetar, la prevención de los delitos violentos en particular contra los más débiles (las mujeres, los niños, los viejos) y hasta cierta cuestión generacional.

En todo caso, ambas películas son clasistas y discriminadoras. Marina Yuszczuk en su artículo “La decisión de Paulina” (Página 12, 19 de junio de 2015) sostiene que en el caso de la de Tinayre, la resolución cristiana de la película, basada en la idea de pecado y perdón, indicaba que los alumnos, admirados por la integridad de la maestra, se arrepentían y confesaban, en tanto que ella practicaba ese tipo de caridad católica que marca las relaciones entre ricos y pobres porque los perdonaba y les pedía que no dejaran de estudiar para tener un futuro mejor.

Antes como ahora, la diva Legrand aparecía en la ficción expiando las culpas de toda su clase social al volverse “capaz de una bondad que rozaba lo absurdo”. En la película de Mitre, Paulina es “un poco Heidi y un poco trágicamente ciega” y no considera a los agresores como “cabecitas negras” aunque de hecho todos los son, hablan guaraní y pertenecen seguramente a los sectores más desfavorecidos de la sociedad argentina.

En cualquiera de las dos películas la violación estaba dirigida contra mujeres de la misma clase y las protagonistas resultan víctimas “inocentes” por error. Las relaciones sexuales en la de Mitre establecen claramente las diferencias entre el sexo de los ricos y el sexo de los pobres. El primero es el que mantiene Paulina con su novio y que muestra muy claramente la interrupción del jugueteo sexual para que él se coloque un condón y el segundo es el que mantiene la otra maestra, una felación y coito al paso, en un auto, con un brasileño.

En el filme del 2015 el foco está puesto en la actitud de la protagonista sobre el embarazo producto de la violación. Su decisión de no abortar es equiparable a la decisión de no luchar, de adoptar una especie de resignación cristiana, de eludir el conflicto de clase, de ignorar los tormentos de la culpa y la angustia de enfrentar a los agresores. En suma la empecinada decisión de Paulina elude estas y otras situaciones tremendas que debe enfrentar realmente una víctima de abuso. La Paulina de Mitre actúa invariablemente como si su violación fuese un caso de su exclusiva incumbencia, puramente personal, que ella debe resolver, ante su conciencia y en forma nebulosa a través de un diálogo que procura con su violador y principal instigador del ataque, cosa que no consigue concretar. La dimensión social del abuso sexual, la violación que como se sabe es opresión brutal que nada tiene que ver con el sexo, los crímenes perpetrados contra las mujeres y la prevención de la violencia de género, todo se disfumina en el drama puramente individual.

Paulina nunca existió en 1960, en el 2015 o ahora mismo, ni en la Argentina, ni en Francia, en España, en Paraguay, ni, desde luego, en el Uruguay. Es un personaje irreal e ideológico, es decir destinado a promover, sobre todo, una concepción que conlleva el sometimiento de la mujer, el avasallamiento de los derechos de las mujeres y de los niños y un enfoque clasista y dogmático que tiene en la Iglesia Católica y una serie de sectas evangélicas sus principales promotores. Paulina plantea la posibilidad de imponer la postura de llevar hasta sus últimas consecuencias ese modo de pensar, la oposición irreductible y fanática al aborto, amparado en la mentirosa premisa de “la defensa de la vida” y el intento tozudo y rastrero por desconocer, violar, anular las leyes que despenalizan el aborto.

Marina Yuszczuk sostiene que, en su posibilidad de elegir entre abortar o no, el respeto que le demuestran su padre y su novio aunque estén en desacuerdo, el lugar que le reconocen como sujeto independiente, el que ella no tema volver a ser atacada, el que viva su violación como puramente individual sin contemplar la posibilidad que violen a otras mujeres y niñas, todo demuestra claramente que Paulina no tiene nada que ver con las víctimas reales y que los problemas sociales y éticos son más confundidos que expuestos.

La actitud de Paulina, dice la columnista argentina, niega la bronca de muchas mujeres y niñas y, en todo caso, solamente tiene sentido en un relato que usa una fábula cristiana para plantear una experiencia de clase. “Para demasiadas de las mujeres que terminan descartadas en bolsas como basura o aparecen semi enterradas en un baldío, las que tienen que soportar que sean sus propias parejas o padres o familiares los que las traicionan, las niñas a las que se obliga a llevar adelante un embarazo traumático, hasta la perspectiva de hacer justicia parece un lujo que no se les concede, y la furia como respuesta colectiva y movilizadora es lo único que cabe”.

Una celada contra el derecho de las mujeres y niñas – La concepción ideológica que se opone dogmáticamente a que las mujeres tengan autonomía sobre su cuerpo no ha cesado de intentar trabar la aplicación de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva N° 18.987, promulgada en el 2012 que, entre otras medidas salutíferas, despenaliza el aborto y remite a la voluntad de la mujer llevarlo a cabo en un periodo que alcanza hasta las doce semanas de embarazo. El proceso tiene ciertos vericuetos burocráticos pero desde la aplicación de la ley las muertes y afecciones de mujeres a consecuencia de abortos clandestinos han dejado de tener lugar. Tampoco se ha producido una avalancha de interrupciones del embarazo que los agoreros anti abortistas pronosticaban porque, de un modo u otro ven, en forma pervertida, al embarazo como un castigo por el pecaminoso placer sexual.

La psicología basal de los fanáticos antiabortistas es conocida. En la mayoría de los casos se trata de señores mal cogidos y señoras mal cogidas, a veces fornicadores/as vergonzantes, con culpas intestinales, impotencias o perversiones bien guardadas y sobre todo psiquis corroídas por la envidia y por un afán de poder sobre los cuerpos, especialmente el de los más desvalidos. Naturalmente la materia es propicia para los manejos de santones, estafadores y codiciosos delirantes, sacerdotes, pastores o laicos, de los cuales es un ejemplo el llamado Padre Pío 1, cuyas sombras se proyectan también sobre la ciudad de Mercedes.

Los antiabortistas ocasionales o perpetuos que psicológicamente tienen la misma contextura, adoptan formas más “racionales” o aparentemente menos fanáticas o presuntamente libertarias (porque se presentan, por ejemplo, como defensores de los “derechos del padre”) son especialistas infatuados, políticos oportunistas, viejas faranduleras.

En forma torticera atacan la ley y defienden un fallo judicial invocando una vieja trampa de los malos sofistas: el derecho es materia sacrosanta de jueces y abogados ante el cual nadie puede opinar porque para eso ellos estudiaron y han hecho de su vida un apostolado de luz. De este modo, algunos mercachifles del derecho y la política atacan la ley que despenaliza el aborto e invisten los argumentos puramente ideológicos de intangibilidad por parte de los legos. Ni que decir habría que esa prédica y sus variantes se puede hacer, con un micrófono en la mano, un teclado benévolo, en una mesa de cotilleos mientras se almuerza ante las cámaras o dirigiendo películas, como las que vimos.

Lo que hacen es teñir de pecado las vidas ajenas y corromper el placer aun cuando todo se presente bajo un disfraz místico, creencias sobrenaturales o una hipócrita defensa de la vida. En suma, el sexo se les aparece como un medio para el ejercicio del poder y para exorcizar su propia culpa por acolitarlo o ejercerlo, que dicho sea de paso suele ser el precio que se paga por imponerse con violencia física, psíquica o simbólica a otros seres aunque sea vicariamente.

A principios de este año un caso llamativo tomó estado público en Uruguay. Una mujer trabajadora de 24 años de edad, madre soltera de una niña de cinco años, mantuvo una relación casual con un individuo. Debido a un error en la administración de las píldoras anticonceptivas que tomaba resultó embarazada. Cuando concurrió al médico de su mutualista, en la ciudad de Mercedes (Departamento de Soriano al oeste de Montevideo), se comprobó su estado. En enero se comunicó con el hombre con que había mantenido la relación sexual y le hizo saber sobre el embarazo y le manifestó que pensaba acogerse a la ley para abortar. Él se dio por informado y respondió que respetaría su decisión. Semanas después, respaldado por un prestigioso abogado de su ciudad, el sujeto en cuestión se presentó ante la Jueza en lo Civil de Soriano solicitando que se impidiese que la mujer abortara.

La Jueza, significativamente llamada Pura Concepción Book Silva, desconoció olímpicamente lo establecido por la Ley de Salud Sexual y Reproductiva (N.º 18.987), prohibió que la interrupción del embarazo se llevase a cabo, designó un abogado de oficio para el embrión e invocó todo tipo de normas para justificar su fallo sin ocultar el fuerte contenido ideológico del mismo. La Jueza Pura Concepción adujo entre otras cosas que la demandada no había presentado los recaudos necesarios para practicarse un aborto según la ley y acogió la postura del presunto padre en el sentido de imponer la continuación del embarazo porque que estaba dispuesto a hacerse cargo de “su hijo” aunque fuese sin “madre”. Quiere decir que el fallo tiene doble filo, por un lado condena a una joven mujer – interviniendo en un procedimiento en que la ley no atribuye intervención alguna a la justicia – a someterse a un embarazo de riesgo vistos todos los antecedentes que presentó, transformándola en una cosa, un vientre compulsivamente dispuesto, y por otro lado descarga sus baterías contra la ley que despenaliza el aborto.

Dos médicos opinaron apenas conocido el fallo. El Dr. Leonel Briozzo, ex- Viceministro de Salud Pública y uno de los principales impulsores de la ley vigente, sostuvo que la jueza había dictaminado entrabando la ley y por motivaciones ideológicas absurdas por lo que su fallo debía ser revocado y ella misma destituida. La Dra. Mónica Xavier, senadora de la República , manifestó que el embarazo transcurría en el cuerpo de la mujer por lo que las decisiones al respecto eran de ella y no podían judicializarse para imponerle la gestación. “Si el embarazo transcurriese en el cuerpo de los hombres el aborto habría sido despenalizado hace siglos” concluyó.

No cabe duda que el fallo de esta jueza obstaculiza el procedimiento legalmente previsto, pone en condición de indefensión a la mujer, de modo que el plazo de 12 semanas que vencía en los primeros días de marzo, cayera condenándola a parir o morir en la demanda antes de que pudiera ser anulado por un Tribunal de Apelaciones y quedando así sometida a la voluntad de un hombre caprichoso, un abogado engolado y una jueza cegada por el antiabortismo fanático. Así, expuesta mediáticamente en todo el país y particularmente en su ciudad, la embarazada de 24 años se vio sometida a un tremendo estrés. Finalmente, el 1º de marzo, cuando faltaba una semana para que venciese el plazo para realizarse un aborto, este se produjo espontáneamente según lo informó su abogado que allegó a la justicia los informes médicos del caso.

El abogado del demandante (quien dijo estar unido a su cliente por una relación “personalísima”) dijo no creer en el aborto espontáneo y anunció que reclamaría una investigación. En verdad, habrá que investigar los puntos oscuros de todo el episodio porque hasta podría pensarse que esta mujer ha sido víctima de una celada montada por los fanáticos enemigos de la Ley 18.987. La oportunidad, el lugar y los argumentos armados de antemano ya estaban dispuestos para caer sobre una mujer que pretendiese ejercer su derecho legal. Todo parece haber sido preparado para desatar un caso mediático y ejemplarizante, para darle un golpe a la ley sometiendo a una mujer cualquiera como si fuera una cosa, una máquina incubadora al servicio de un hombre cualquiera.

Es extraño que se diga que la ley no tiene en cuenta al padre, por cuanto “el padre” es una construcción social y cultural que se produce desde el nacimiento. El engendramiento no equivale automáticamente a la paternidad y en muchos casos el progenitor desaparecido, inexistente, anónimo o involuntario no es sino eso: el colaborador de la gestación que, en todo caso, se desarrolla en el cuerpo de la mujer. Se debería investigar seriamente la historia de este progenitor fugaz, que después de encuentros sexuales ocasionales y de aceptar la voluntad de la mujer con la que no mantiene ni ha mantenido una relación estable, aparezca semanas después pidiendo amparo a la justicia para hacerse de “su hijo”, transido de amor, cuando a todas luces es imposible siquiera determinar el sexo del embrión incipiente y disponerse a criarlo “sin madre”.

Ahora sabemos algo acerca de la mujer que ha sufrido esta terrible encerrona, este desconocimiento brutal de sus derechos y la ignominia a que se la ha sometido. Declaraciones ha efectuado públicamente este joven ciudadano, víctima de “la fascinación del chupete”2, acerca de las ideas de fondo que lo inspiraron, de las razones que le llevaron después de varias semanas a cambiar de opinión y pasar de aceptar la voluntad de la mujer a interponerse como amoroso padre. También habló la mujer gestante. Habrá que establecer con transparencia ¿qué y quiénes indujeron los cambios de actitud de un joven treintañero, soltero veleidoso, profesor de educación física, con un sueldo mínimo de $ 12.000 mensuales, sin orientación clara en cuanto a su futuro, sin medios personales, para inflamarse de amor un amor paternal arrasador? ¿Quién financió esta operación, qué y quién extravió o descartó la documentación médica que presentó la demandada si eso hubiera sucedido? ¿Cuáles fueron las circunstancias concretas de estos hechos? Sin lugar a dudas la Jueza Pura Concepción Book era la indicada para producir un fallo semejante. Su actuación deberá ser investigada por la Suprema Corte de Justicia aunque el proceso que ella inició se haya cancelado por “sustracción de sustancia”. Como en el caso de tantos magistrados que han cometido “errores incalificables”, sus actitudes suelen tener antecedentes y sobre todo pueden reiterarse si el corporativismo y el secretismo que impera en el medio judicial impiden que se adopten drásticas medidas correctivas.

El papel de la mayoría de los medios de comunicación y en particular de los programas de televisión, los informativos y los “talk shows” - que se caracterizan por mantener una fauna de opinólogos archireaccionarios y soberbios - ha sido lamentable. La noticia invariablemente se acompañaba con ecografías de embarazos a término, se despotricaba tranquilamente sobre “los derechos del padre” y se reproducían mensajes rebotados en las redes sociales cuyo anonimato permitía todo tipo de canalladas contra la mujer en la picota y los más lapidarios pronunciamientos de los antiabortistas y de abogados promotores de su negocio que proponen que “los padres deben ser representados por abogados” u otras paparruchas como la de que entre “el padre” y “la madre” se debían poner de acuerdo y de que su “pareja” tal o cual cuando la mujer rechaza enfáticamente ser la novia del ocasional compañero sexual. Siempre se manejan con el esquema de la familia tipo (mamá, papá y el nene – que no la nena – llamando sistemáticamente a un embrión todavía no viable como feto o hijo).

Esto sin profundizar en la erupción instantánea, corporativista y medioeval, de la Asociación de Magistrados del Uruguay y del Colegio de Abogados que empinados en su cátedra olímpica desataron rayos para defender “la independencia técnica de los jueces y abogados” que están por encima del común de los mortales, aunque a la estatua de la justicia se le haya caído la venda hace mucho tiempo.

La intención ideológica que movió a los guionistas y directores de La Patota (1960) y de Paulina (2015) podría llevar a concebir una tercera película donde el protagonista sea un Paulino, religioso o laico, que traduzca la obstinación de las divas argentinas embarazadas en la obcecación o interés clasista y patriarcal por “tener un hijo” por parte de un ciudadano que, sin ser presuntamente un astro cinematográfico, se ha prestado para semejante celada y para estrujar en ella a una víctima propiciatoria pero con el pellejo ajeno de una amante ocasional en la que, como un bíblico Onan, derramó su semen una noche de diciembre.

1Francesco Forgione, llamado Padre Pío de Pietralcina, fue objeto de una larga pujadis entre las alas progresista y cavernaria del Vaticano. De este modo el papa Juan XXIII lo estudió y estableció que era un delirante estafador y abusador de la credulidad pública. Desde 1923 los especialistas de la Iglesia habían probado que el tal Pío era un fraude que falsificaba milagros, se flagelaba y se producía llagas o estigmas con productos químicos, se asperjaba con perfume para impresionar a sus seguidores y que fornicaba a troche y moche entre las mujeres y hombres de su “guardia pretoriana”. Desde luego, los Papas más retrógrados y fanáticos como Pío XII levantaron temporalmente las interdicciones que pesaban sobre el monje pero habría que esperar hasta comienzos de este siglo para que sus sectarios (grupúsculos que también existen en el Uruguay) vieran su beatificación y elevación por parte de Juan Pablo II, a su vez conocido como “el Papa de los pedófilos”.

2La “fascinación del chupete” no tiene que ver con la puericultura . Se trata sino del exhibicionismo que subyuga a algunos cuando se les pone delante el “chupete” de un micrófono y una cámara de televisión.