viernes, 15 de febrero de 2013

Ètica y secretismo en las organizaciones

ÈTICA Y SECRETISMO EN LAS ORGANIZACIONES
De la jubilaciòn de Benedicto XVI al traslado de la jueza Mariana Motta.
Lic. Fernando Britos V.
Como a menudo sucede en la larga y turbulenta historia del Vaticano es posible que nunca lleguemos a conocer el minùsculo itinerario de los hechos que precipitaron la decisiòn del Papa Ratzinger pero, dicha decisiòn es a su v ez, una fisura en las murallas de secretismo que caracterizan las cumbres de la Iglesia Catòlica Apostòlica y Romana.
En efecto, no deberìa sorprender a nadie esta renuncia desde que este papado y especialmente su actual titular se debatiera en los escándalos, apenas soterrados, conocidos como "Los cuervos del Vaticano". Un Papa traicionado, espiado y vendido por sus propios mayordomos y camarlengos tampoco deberìa ser una novedad  lo que llama la atención es el insilio de la víctima, decisión aparentemente adoptada por propia voluntad.
Es seguro que más allá de las claras alusiones a las rencillas internas (un eufemismo para designar a las feroces luchas intestinas por el poder eclesial) y al afán de trepar a cualquier costo que el mismo Benedicto hizo en una de sus ùltimas apariciones, el  secretismo y la omertá harán el resto.
La maquina resoplarà y se esforzará para bendecir y encalar las fisuras del muro del silencio y las desdichas del Papa alemàn pasaran al panteòn marmóreo en que también yace el fugaz y posiblemente envenenado Juan Pablo I y el polaco Wojtyla, el Papa Juan Pablo II.
Sin embargo, la historia menuda no es importante. El secretismo se ha desgarrado por un instante y las acciones importantes, las razones de fondo y la ética perversa de algunas organizaciones queda por un momento al descubierto. Esto tiene que ver con el aforismo comúnmente atribuido a Lord Acton: el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.
En el último medio siglo ninguno de los problemas que acucian a la Iglesia Católica ha sido resuelto y es posible establecer que los últimos Papas han sido presos y carceleros - al mismo tiempo - de hechos dramáticos. Las responsabilidades y las culpas no pueden ser disimuladas por los procedimientos clásicos, por ejemplo la canonización.  ¿Deberìa haber muerto Benedicto en su trono para mantener incólume el secretismo Vaticano? - Es probable pero, como se sabe, no hay secreto invulnerable.
Por ejemplo, Juan Pablo II hace tiempo ha dejado de ser el adalid del anticomunismo y los estudiosos ahora la imputan un papel vacilante y anodino en los hechos polìticos que tuvieron lugar en su Polonia natal en la década de los 80 del siglo pasado. En cambio detrás de la imagen beatífica de Papa dinàmico, viajero y esquiador, aparece con el tiempo su rostro más sórdido, el de "Papa de los pedófilos" debido a su responsabilidad directa en la determinaciòn de la política desarrollada por la Iglesia CAtólica para enfrentar el torrente de escándalos por pedofilia y abusos sexuales que se han extendido exponencialmente desde hace 35 o 40 años.
En efecto, Juan Pablo II estableció instrucciones específicas e intervino personalmente para limitar los daños morales y los enormes perjuicios econòmicos de los escàndalos que estallaron en todo el mundo. El Papa convocò y encuadrò a los cardenales estadounidenses, irlandeses, españoles, alemanes y de todos los continentes afectados.
Sus directivas reforzaron el secretismo clàsico. Los sacerdotes pedófilos y perversos debìan ser trasladados discretamente a diócesis lejanas, sus antecedentes debían ser ocultados. Los reincidentes debìan recibir una reprensión y un tratamiento de apoyo pero sin medidas más severas.
Lo más importante de la nueva linea para lidiar con las denuncias de abuso sexual contra los sacerdotes fue el hecho de revertir la técnica defensiva seguida hasta entonces y pasar a la ofensiva contra los denunciantes. Los cardenales estadounidenses, envueltos ellos mismos en sospechas de malversaciòn y abuso, habían respondido a las demandas con arreglos extrajudiciales y el pago de indemnizaciones abultadas para evitar los juicios públicos. Esa línea había costado a fines de los ochente varios cientos de millones de dólares pero como las denuncias seguían fluyendo y probándose se estimaba que las reparaciones demandarían unos cinco mil millones adicionales.
Ante esta amenaza, Juan Pablo II determinò que no se debía negociar con las víctimas de los sacerdotes pedófilos sino rechazar enérgicamente las denuncias y contratacar acusándolas de falsedad, chantaje, afán de lucro, estafa, evitando por todos los medios pagar reparaciones en dinero o la admisiòn de culpa que alguno de los victimarios estuviera dispuesto a realizar. Esta última medida requerìa el trtaslado y apartamiento o reclusión de los perpetradores para evitar cualquier confesiòn indeseable para la Iglesia o el contacto con los periodistas y los investigadores.
En términos generales esta estrategia no era necesariamentre menos costosa porque lo que no se pagaba en indemnizaciones reparatorias se invertía en abogados, publicaciones y en todo el operativo de ocultamiento (modificación de los escenarios, traslados de personal, actividades caritativas, propaganda institucional, actos litúrgicos, campañas destinadas a desviar la atención hacia otros asuntos, etc.).
Esta perversión de la ética, de hecho su negación más absoluta en defensa de los estrechos intereses materiales del poder eclesial se afinca en el denominado doble discurso (video meliora proboque deteriorata sequor, veo el bien y lo apruebo pero practico el mal) y en el caso del Papa Wojtyla no se limitó al enfrentamiento a las acusaciones de pedofilia.
Un ejemplo notorio para los montevideanos y los uruguayos en general es el enorme crucifijo de cemento que se instaló, dizque provisoriamente como escenografía para la visita papal, en la intersección de Bulevar Artigas y Avenida Italia, bajo promesa de desmontarlo.
Después de oficiada la misa papal, el armatoste de cemento fue dejado como un hecho consumado, luego cuidadosamente envuelto en mármoles y granitos, cercado y culminado con una estatua del Papa polaco. Un ejemplo de doble discurso y cruda propaganda proselitista: en un país laico y respetuoso de la liberrtad de culto y pensamiento plantaron una cruz con apropiaciòn y abuso de los espacios públicos al lado de la que el "muñeco coreano" parece una modesta muestra gratis.
Secreto y doble discurso ocultando los verdaderos propósitos de las organizaciones constituyen el descaecimiento de su ética y por ende la negación de la ética de la convivencia democrática y respetuosa de los valores ajenos. Del pase a retiro de Benedicto XVI al traslado de la Jueza Mariana Motta en el Uruguay median distancias y similitudes muy evidentes, las mismas que se pueden percibir entre el Papa Ratzinger y el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Dr. Ruibal Pino.
Como es sabido la Jueza Mariana Motta ha sido la más seria y respetuosa en el diligenciamiento de casos que involucran a los delitos cometidos durante los años de terrorismo de Estado, especialmente durante la dictadura que se extendió de 1973 a 1985.
Es evidente que desde el punto de vista admnistrativo el traslado de la Jueza Motta es inobjetable, desde el punto de vista de la justicia inoportuno y acomodado a los intereses de los perpetradores de los peores atentados a los derechos humanos y, finalmente, desde el punto de vista político una expresión del secretismo y la arbitrariedad en la cúspide del Poder Judicial.
Las similitudes entre las "curias de poder" , en este caso la legendaria curia de poder del Vaticano y la curia de poder de la corporación del Poder Judicial en el Uruguay, salen a luz, por ejemplo, cuando el Presidente de la Suprema Corte intenta cabecear los centros que le levanta un periodista complaciente para explicar lo inexplicable y, de paso, vestir de cierta corrección la manipulación perpetrada contra la resolución de buena parte de las denuncias por violaciones de derechos humanos.
De la misma manera que el Papa Ratzinger la Dra. Motta no es sino una pieza expiatoria en un manejo de las respectivas curias de poder. No sabemos cuales son los objetivos encubiertos en el secretismo Vaticano pero ya se irá viendo en la medida en que se abran nuevas fisuras. En cambio en el caso de la curia subsidiaria de la Suprema Corte no es difícil ver adonde apunta el fuego: se trata de desmontar de una vez por todas el descubrimiento de la verdad, de interrumpir las investigaciones sobre los crímenes de la dictadura y del terrorismo de Estado.
Esta es la antesala de una declaración de inconstitucionalidad contra la ley que dispuso la imprescriptibilidad de los crímenes de kesa humanidad y por lo menos una dilación por la que clamaban los defensores de los perpetradores de esos crímenes. Naturalmente esto no quiere decir que la magistrada designada para reemplazar a Mariana Motta no sea igualmente diligente y apegada a las leyes per, en todo caso, deberá  tomar contacto y familiarizarse con más de cincuenta voluminosos expedientes sin el beneficio de la experiencia y el tiempo que había requerido su desarrollo. Indudablemente el traslado, bajo la forma de ascenso envenenado, servirá para que los perpetradores ganen tiempo adicional después de varias décadas de impunidad.
Finalmente, en lamentable papel el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, entra al área ética para rematar un pase regalado por el jadeante periodista. La Jueza Motta habría sido sancionada por participar en la tradicional marcha del silencio. No - contesta el Dr. Ruibal - no se le sancionó sino que se le reclamó acatar la ética del poder judicial. ¿Cuál es la infracción ética? - Pues la sobre exposición, dice el jerarca máximo de este curioso poder del Estado. La Jueza Motta se expuso demasiado para el gusto de un jerarca que, precisamente, está desarrolllando una sobre exposición por la que se le puede velar el rollo.
Esta concepción de jueces distantes , anónimos, fríos intérpretes de leyes y mandatos pueden asimismo establecer contactos sobrenaturales. El modelo se parece mucho al secretismo eclesial y como ejemplo de administración de justicia es muy poco ético,  desafortunado e insuficiente para cuestionar a uan magistrada ejemplar.

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