domingo, 4 de mayo de 2014

Manipulación del sufrimiento



LA REDITUABLE MANIPULACIÓN DEL SUFRIMIENTO
 Desde el ocultamiento y la justificación a la exhibición benévola pero sesgada 
Lic. Fernando Britos V.
Menos que el miedo pero muchas veces en combinación con este, el sufrimiento y la solidaridad que este produce han sido utilizadas para manipular a la opinión pública, para confundir los fines que se persiguen, para potenciar irresponsablemente ciertas creencias benévolas o para conseguir los redituables puntos de rating. La penuria moral de los “talk show” y algunas cruzadas solidarias y la teletonización infinita de la beneficencia, desde la comida chatarra que asegura donaciones para los niños con cáncer hasta los pesitos que succionan los supermercados en cada compra para otros niños que vuelan o que serán “ganadores”.   
Explotación de la solidaridad – Desde mediados del siglo pasado un grupo de publicistas uruguayos (de alguna manera hay que llamarlos) puso en marcha una máquina de hacer dinero: las mega rifas solidarias. Empezaron con el Hospital Pereira Rossell. Una gran campaña publicitaria prodigaba casas, autos, con una calidad y volumen de los premios muy atrayente para el gran público. El despliegue de publicidad fue enorme, los sorteos se hicieron y los premios se entregaron. La antigua lotería estatal que aportaba al Hospital Maciel parecía anémica ante el relumbrón de la gran rifa que, además, tenía el noble propósito de volcarse en directo beneficio de los niños y las madres uruguayas a través de la mejora del Pereira Rossell que entonces como ahora era otro de los grandes centros de referencia de la salud pública.
En un par de temporadas quedó claro el oscuro mecanismo es esta gran rifa: el hospital que brindaba la fachada benéfica y el patrocinio oficial recibía migajas, un magro porcentaje de lo recaudado. El 80 o 90% de los ingresos por venta de números quedaba en poder de los promotores por concepto de gastos de publicidad, “administración”, comisiones y otros rubros enmarañados en una contabilidad indescifrable. Más adelante aparecieron problemas y dilaciones en la entrega de los premios y el pago a los proveedores. El castillo de naipes se derrumbó con poco ruido y escándalo, después de todo los grandes medios de comunicación habían hecho muy buena plata y estaban muy comprometidos con el embaucamiento.
Aprovechando los huecos que entonces existían (y en cierta medida aún persisten) en la reglamentación de la organización de “rifas benéficas” aún se ensayaron otras, por parte de los mismos organizadores, cuyos presuntos beneficiarios serían los clubes grandes del fútbol uruguayo. Después estos explotadores de la solidaridad recorrieron el continente de sur a norte en pocos años. Montaron su tinglado sucesivamente en Argentina, en Chile, en Perú, en Ecuador y en Colombia.
A lo largo de este periplo la banda se fue desintegrando. Los miembros se fueron apeando con su parte del botín para dedicarse a otros negocios. Uno de los últimos se compró un hotel en una isla del Caribe, asesinó a su esposa colombiana y terminó suicidándose en la suite donde vivían.
Estos precursores no fueron originales y tuvieron émulos que crearon franquicias y marcas comerciales en el cono sur para distintas formas de ordeñar la solidaridad o simularla: en Argentina, Susana Giménez; en Chile la familia Pinochet (con la franquicia Un techo para mi país) y Mario Luis Kreutzberger, Don Francisco, (el inventor y dueño de la franquicia Teletón desde 1978)[1].
Los fines benéficos, solidarios, humanitarios siempre fueron una forma de captar audiencia para la publicidad destinada a vender productos, servicios o imágenes institucionales y evadir impuestos. “Las buenas noticias de RAUSA”, “Las tres tareas de la buena voluntad” que conmovían a oyentes y telespectadores de hace 50 o 60 años parecían simpáticas órdenes mendicantes comparadas con el brillo de los premios y el poderoso lenitivo espiritual de la codicia que era el fin benéfico. Obtener fama y fortuna ayudando a los enfermos, a los niños, a los desvalidos era lo máximo: excitaba la codicia, la asociaba y justificaba con un presunto bien ajeno y superior y, al mismo tiempo, conjuraba mágicamente el temor a la propia enfermedad, a la propia pobreza.
El momento de explosión de la “caridad mediática” solamente puede comprenderse en el marco del gran despliegue y desarrollo de los medios masivos de comunicación que fue una de las características del siglo XX que se continúa hasta ahora. Los operadores posteriores de la explotación de la solidaridad no han hecho más que trabajarla en distintas vertientes y se basan en sofismas repetidos: el espectáculo del sufrimiento es el más redituable (falso) porque como mecanismo es nuevo y genial (falso), porque muestra una realidad desconocida (falso), porque atiende lo que está desatendido por un Estado que no hace nada ni se preocupa (falso), porque moviliza energéticamente a la gente (falso), porque los mecanismos empresariales privados son ágiles y eficientes (falso), porque ayuda a comprender o tolerar las propias desgracias (falso).
Estas razones aparentes (que eso son los sofismas) juegan un papel esencial en la manipulación de las personas, en la anulación del pensamiento crítico y aún del llamado sentido común. En el mejor de los casos justifican el individualismo y la autocomplacencia, la pasividad egoísta, la inacción y la indolencia, en el peor justifican las complicidades y los crímenes.
Una pequeña minoría de los manipuladores y explotadores de la solidaridad forman, en circunstancias concretas, la corte de los genocidas, de los promotores del terrorismo de Estado, de los verdugos y ejecutores de órdenes inhumanas. Otros aprovechan las circunstancias para alcanzar lo que les parece su propio beneficio, poder, fama, riqueza, creencias intolerantes (estás conmigo o estás contra mi) independientemente de que el fin de sus actos sea altruista o el simple abuso de la fe pública.
En la mayoría de los casos, la ideología que subyace en la manipulación no es evidente, no aparece como un sustento bien deliberado, discernido o aún conectado con auténticos sentimientos de solidaridad, comprensión, amor y respeto, por quienes deberían ser los beneficiarios de la acción. La ignorancia, la falta de reflexión, las posturas clasistas, el racismo más o menos velado es el sustrato de muchos comunicadores que siendo grandes profesionales o maravillosas personas caen en la trampa de la soberbia, del poder que les brinda la posición asimétrica en su favor que desarrollan los medios de comunicación, en particular la televisión. Otros, pocos, son mentecatos, bailan en el caño o hacen programas de chismes.
Un desafío convenientemente olvidado - Desgraciadamente los resultados de los espectáculos solidarios no siempre son inocuos. Olvidado ha sido el terrible accidente ocurrido en Young, en la tarde del viernes 17 de marzo del 2006 que causó muertos y heridos trozados por una locomotora en el marco de un “festival solidario”.
Un programa televisivo, desarrollado por el canal privado Saeta TV, Canal 10, bajo el elocuente título de “Desafío al Corazón” eligió como escenario a Young, una ciudad de 15.000 habitantes del Departamento de Río Negro para que ellos mismos llevaran a cabo una “tarea solidaria”.
La prueba, ideada por los creativos del programa, Ernesto Depauli y Fernando Seriani, consistía en que cierta cantidad de voluntarios del pueblo remolcaran a pulso mediante largas cuerdas, una locomotora de AFE con su motor apagado por 75 metros, distancia equivalente a los años que cumplía el hospital local. A cambio de ese esfuerzo el programa proponía reunir 30.000 dólares, presuntamente entre los habitantes y empresas locales, para donar al nosocomio.
Una típica idea teletonesca con sabor y simbolismo local: el esfuerzo colectivo de los forzudos del pueblo se traduciría en dinero para mejorar la atención en un carente centro de salud pública del interior del país: 75 años, 75 metros para mover 56 toneladas inertes de acero rodante y obtener 30.000 dólares para calefaccionar el nosocomio. ¡Una fiesta, un desafío, qué genialidad!
            Viernes húmedo y caluroso de fines del verano. Unos 2.000 vecinos entusiasmados se aglomeraron en la estación de ferrocarril de Young (las vías atraviesan la ciudad que se extiende a lado y lado). A las 13 arribó desde Paysandú la locomotora Nº 818 de AFE que sería utilizada para la prueba y el conductor apagó sus motores y puso el freno aunque en ese tramo los vías no tienen pendiente alguna. Enseguida llegó el equipo de televisión de Canal 10, encabezado por Humberto de Vargas, nombre artístico de Humberto De Feo, conductor del programa que además es uno de los dueños principales de la emisora.
El entusiasmo de la multitud arengada por los promotores y gruesas fallas de organización, hicieron que el inútil, pintoresco y posteriormente trágico desafío empezara diez minutos antes de lo previsto. Bajo densa llovizna, unos trescientos entusiastas vecinos, alentados por los espectadores y altoparlantes y radios locales, se uncieron a los largos calabrotes que se habían atado al frente de la locomotora, a la voz de vamos, vamos, el conductor soltó el freno y empezaron a moverla, diez minutos antes de la hora fijada por los organizadores. Mujeres, ancianos y niños bajaron del andén a las vías y echaron mano a las cuerdas sin control alguno.  
Se dice que los rieles mojados facilitaron el desplazamiento de la máquina pero ese factor es despreciable.  Sucedió que los organizadores habían ignorado el tremendo riesgo que implicaba mover una mole incontenible de 56.000 kilos. Lo que provocó el resbaloso suelo mojado fue la caída de quienes estaban más cerca de la locomotora.
Entonces se desarrolló una tragedia en cámara lenta. La mole iba arrollando y mutilando a quienes caían. El fervor generalizado, la incorrecta ubicación de las víctimas y sobre todo la falta de responsables, la ausencia o distracción  de quienes debían estar vigilando el desarrollo del suceso, impidió distinguir entre los gritos de dolor y terror de quienes iban siendo engullidos por la máquina y los de aliento de los sirgadores. El resultado: ocho personas muertas y decenas de heridos, algunos de ellos con mutilaciones. En medio de un caos y de la sangrienta escena, la locomotora quedó atravesada en la calle impidiendo el paso de las ambulancias hacia el hospital.
Ninguna de las instituciones comprometidas (el Ministerio de Salud Pública, la Intendencia Municipal de Río Negro, la Policía, los Bomberos, las empresas del medio, las iglesias y sobre todo el Canal 10 y el conductor del programa “Desafío al Corazón” nunca fueron llamados a responsabilidad por el accidente. La única persona que fue sometida a la justicia, el maquinista de AFE, fue absuelto tres años después porque era evidente que no había tenido responsabilidad en lo sucedido[2].
En la sentencia absolutoria, el juez Mario Suárez Suñol señala que el Estado no obró como agente de seguridad en el insuceso y "por tal no tiene derecho a formular requerimiento penal pues consintió y autorizó un acto que aparejaba riesgos" y agregó que “aunque parezca mentira, porque ya parece que integra el modus operandi institucional, el Estado debe seguir convalidando y alentando estas iniciativas sociales para solventar cometidos esenciales, por los que le reclama la ciudadanía".
Claro que la ciudadanía reclama, algunas veces (y este fue el caso en Young) instigada por los medios de comunicación y en particular por los que hacen explotación de la solidaridad para promover sus negocios, sus propósitos políticos o ambas cosas. En todo caso los verdaderos responsables de instigar el reclamo, presionar la convalidación de actos riesgosos que se presentan como “iniciativas sociales”, concebir el espectáculo y difundirlo masivamente, se mantienen a salvo de cualquier exigencia de responsabilidad civil o penal cuando como en esta oportunidad las cosas salen trágicamente mal y quedan en condiciones de repetir el show bajo otro formato.
También es cierto que hubo una operación bastante amplia para disolver culpas y responsabilidades y para reducir al olvido el terrible episodio. No hubo culpables de la tragedia. Pasó porque tenía que pasar: lo inexorable simplemente sucede y si alguien tuvo la culpa fue el maquinista que era un forastero. Hubo exceso de entusiasmo y nada más. El juez  que investigó el caso explicó el accidente por el "gran entusiasmo popular".
"Todo hace pensar que fue la euforia de la gente lo que hizo que se comenzara a tirar de las sogas antes de tener implementadas las medidas de seguridad, que teníamos detalladamente - declaró Juan Pablo Apollonia, un enfermero que era el Director del Hospital de Young  en el 2006 - Nunca se esperó, por ejemplo, que hubiera mujeres. Estaba previsto que los que iban a cinchar era todos hombres, que habían recibido una instrucción sobre cómo era el procedimiento".
Una de las pruebas de que aún no se había dado la orden de comenzar - sostuvieron los organizadores - es que los equipos de filmación no estaban todavía listos — la barquilla del alumbrado público desde la cual se iban a realizar algunas tomas no había sido montada — y el personal de la producción del canal 10 estaba sobre la locomotora cuando la gente empezó a tirar. Según Apollonia, "a eso de las dos y cuarto de la tarde del viernes la gente se empezó abalanzar hacia las cuerdas. Se empezó a pedir que se retirara, y una persona de la organización fue a buscar un megáfono y a llamar a la Policía. Cuando nos quisimos acordar, la locomotora se estaba moviendo".
En todo caso, las reiteradas menciones a “los organizadores” hechas por el Director del Hospital y a las medidas que no funcionaron demuestra que lo inevitable pudo ser evitado. De este modo, en el peor de los casos se sostiene  que fue una imprudencia de quienes fueron arrollados (exceso de entusiasmo, euforia: la culpabilización de las víctimas siempre rinde).
La comunidad se cerró en si misma, se enajenó tras una tesitura homogénea de silencio, apoyo y solidaridad a las familias diezmadas.  Quienes quisieron dilucidar lo sucedido o reclamar reparación del daño sufrido y la pérdida de vidas de sus familiares, fueron silenciados y presionados para que no demandaran[3].
Si las experiencias del pasado aprovecharan sería interesante que los jóvenes estudiantes de ciencias sociales y de ciencias de la comunicación revisitaran Young para estudiar las secuelas de la tragedia, entre ellas  las razones de una defensa negadora, del encubrimiento o dilución de las responsabilidades ante el sufrimiento.
Algunos medios llamaron a los fallecidos "los mártires de la solidaridad". Un donante anónimo aportó los 30.000 dólares y este invierno, ocho años y ocho muertos después, se podrá ver si la calefacción del Hospital sigue funcionando. Los explotadores de la solidaridad aliviados y seguramente agradecidos en su fuero íntimo. 
Hablando de enfermedades raras – El pasado 29 de abril, en uno de los talk show  de la televisión uruguaya (“Esta boca es mía” por Teledoce, Canal 12, conducido por la Sra. Victoria Rodríguez) se abordó el tema: La historia de Andy, un niño con “huesos de cristal”. El formato, curiosamente rígido y desordenado a un tiempo, comprende a la conductora, siempre de pie como corresponde en el medio del plató; un panel con cuatro o cinco comentaristas de planta a un lado; una tertulia escalada de varias filas que incluye un par de docenas de personas sentadas (entre las cuales dos o tres en las primeras filas que son los que están programados para intervenir mientras los demás permanecen callados; finalmente, completa el perímetro, una plataforma en la que, en cada módulo del programa, se van alternando los invitados que corresponden a la categoría de personajes centrales o expertos.
En esta oportunidad y en el primer módulo ocuparon el lugar de honor Andy Moreno y María Rodríguez. Andy es un adolescente de doce años (cursa primero de liceo) que padece de osteogénesis imperfecta, una enfermedad congénita en la que se presenta una falla genética en el metabolismo que hace que sus huesos sean frágiles por lo que sufre frecuentes fracturas con mucha facilidad. Andy está a cargo de su abuela María con la que vive y es quien ahora está sentada a su lado.
El niño fue descubierto por otro programa de Teledoce, una especie de periodístico nocturno especializado en cosas raras y afecto a cuestiones prostibularias y mundos marginales, que parece ser responsable de haberlo motejado con el erróneo pero llamativo calificativo de “niño con huesos de cristal”.
La Sra. Victoria Rodríguez que es una excelente locutora (voz bien timbrada, dicción perfecta, fluidez impecable) no es en cambio una conductora bien informada y se apoya mucho en criterios y valores correspondientes a un estrato social elevado, el suyo, que los argentinos llaman concheto, los rioplatenses paquetería y que epitomiza la Sra. Rosa María Juana Martínez, en su personificación aristocrática de Mirtha Legrand de Tinayre.
En otras palabras la Sra. Rodríguez, como la Sra. Martínez, tiene prejuicios que nublan su comprensión de los temas complejos. Por cierto, ni su producción ni sus panelistas parecen capaces de ayudarla (en realidad alguno de los panelistas, como el Sr. Abdala y la Sra. Bianchi por ejemplo, tal vez paguen para participar porque es difícil creer que sus intervenciones y sus ansias de figuración les hagan merecedores de remuneración).
Victoria Rodríguez cree (y no lo oculta) que las personas que sufren las llamadas enfermedades raras o de baja incidencia están desatendidas en nuestro país. No se les presta atención, no se les suministran medicamentos ni tratamientos. Son en suma una minoría discriminada, no solamente por el Estado (burocrático, ineficiente, dilapidador, asistencialista) sino por un cuerpo médico y de especialistas de la salud que no está al tanto de los últimos adelantos o que solamente se preocupan por obtener grandes ganancias.
En general, la Sra. Rodríguez y quienes piensan como ella, quieren creer en la incuria del Estado y en particular del gobierno porque es un gobierno de izquierda que se preocupa por el “gasto social”, subsidia al pobrerío que no tiene hábitos de trabajo, promueve el aborto, las drogas, la homosexualidad, alienta  los menores delincuentes, etc. y castiga al capital, las hermosas estancias ancestrales, la cultura superior, el buen gusto, los buenos modales y todas esas cosas que se dan tan bien en los círculos selectos de las grandes capitales del primer mundo. Según estas ópticas los problemas de salud, educación, vivienda son siempre problemas de seguridad que a veces ni siquiera se pueden resolver con una sólida fortuna personal.
¿Qué sucede cuando los maestros de ceremonia no consiguen excitar la cuerda del sufrimiento ajeno y qué pasa cuándo lo consiguen pero no resuena como lo querían? ¿Qué pasa cuando los conductores de programas dejan de ser honestos provocadores del pensamiento y difusores de conocimientos y se ven reducidos a simples manipuladores de sentimientos? Bueno esto es lo que le sucedió a la conductora el martes pasado. El interrogatorio primero se centró en un Andy, inteligente, rápido y frontal.
Las preguntas y respuestas no son textuales pero muy aproximadas. ¿Tus compañeros te entienden? ¿Juegan o te dejan solo? Pues se lleva muy bien y juega con sus compañeros, no sufre discriminación alguna. María es una abuela de mediana edad, sencilla, directa, inteligente, suave y fuerte, no presenta ni una gota de autocompasión; se nota que a su lado el nieto ha tenido buena escuela. ¿Quién te ayuda en este caso tan difícil? ¿Hay un sistema de seguimiento o está sola con su niño enfermo? Cuando se fractura llama a la emergencia y una ambulancia lo trae al Pereira Rossell donde lo atienden. No, no hay que pagar taxis desde Barros Blancos y la atención es gratuita. ¿No hay un lugar específico para esta patología? No, la atención en el Pereira es muy buena. ¿No hay un tratamiento específico? Si, hace unos años le hicieron un tratamiento que dio buen resultado. ¿Se puede repetir ese tratamiento? No lo se, confiamos en el profesor.
Las preguntas son un torrente y por su tono, amable pero decidido, la conductora busca una respuesta determinada, busca la falla, el abandono, la incuria, la inseguridad, la soledad que presupone. ¿Cómo se sobrelleva una enfermedad de éstas en el Uruguay? ¿Qué te dicen los médicos? ¿O te sentís medio perdida? (todo sic)- No, no, no… El profesor nos informó, él va  a caminar solo. ¿Lo querrían mandar a otro lado para que lo ayudaran? No.
Alguien del panel le sopla a la conductora que Andy tiene una pensión del BPS. Aaahh… una pensión del BPS, bueno pero ya sabemos que las pensiones no sirven de mucho. Pero resulta que esta sirve. AAhh… y la silla de ruedas ¿cómo hacer para tenerla? La da el BPS, los bastones, todo lo que necesita para desplazarse lo suministra el BPS, los medicamentos, los traslados, todo lo que le corresponde nos lo da el BPS. ¿Hay comprensión de otros miembros de la familia? Si, bisabuela, primo. A Andy: ¿te sentís en desventaja? No. ¿Qué lo que más te preocupa? La abuela piensa un instante y responde (aquí no hay respuestas ensayadas de antemano) _ En verdad, preocuparme nada. Lo único que deseo es seguir luchando junto con él.
¿Ahora no querés aprovechar para un reclamo en particular? Hay una empresa de taxis que lo lleva y lo trae, de eso tampoco tengo que hacerme problema. A él no le hace falta nada (pausa… María se emociona) Bien… ¿y ese rostro?. ¿Querés decir algo que tenés trancado, que quieras decir? No.
El módulo termina con algunas intervenciones para el olvido de algún panelista. Tenemos que asegurarnos que tengas la accesibilidad para ir a estudiar, etc. Demuestra no saber que la exigencia legal y normativa se ha cumplido virtualmente en todas las instituciones públicas y privadas del país. ¿Esta gente vivirá aquí o quiere engañar incautos?
Declaración final de este módulo (tesis) por la conductora: en Uruguay no hay un lugar específico para las enfermedades raras y no hay medicamentos. El Estado no da la respuesta que los enfermos merecen. Falta una respuesta especial para las enfermedades raras; el Fondo Nacional de Recursos no las contempla. Esto es lo que quería demostrar pero Andy y su abuela han sido palmarios: cuentan con apoyo y están enfrentando la enfermedad con los especialistas del Pereira Rossell y del BPS: Sus necesidades están cubiertas.
El módulo final es una paliza épica, una clase dictada por el Dr. Mario Schimchack, un sabio veterano, antiguo profesor de ortopedia infantil de la Facultad de Medicina (cátedra ubicada en el Hospital Pereira Rossell), discípulo del Prof. Oscar Guglielmone (fundador del FNR) y traumatólogo del Departamento Médico Quirúrgico del BPS. Schimchack expone con claridad en que consiste la enfermedad de Andy, cuales son los problemas que enfrenta, cuales los tratamientos que se le aplican y el pronóstico favorable que puede formularse, con base en tratamientos medicamentosos. No, no son caros y todo lo que requiere se le proporcionará. Andy dejará de fracturarse cuando se complete su desarrollo.
Le preguntan cuál es la incidencia de la enfermedad en nuestro país. ¿Me puede hablar de números? Pues las estimaciones de países muy similares en cuanto a incidencia de la osteogénesis imperfecta permite sostener que en nuestro país habría un caso cada 20.000 nacimientos, grosso modo, dos por año. El galeno explica con lujo de detalles los completos servicios que se prestan a los pacientes a través de los servicios públicos. En nivel de atención y aplicación de adelantos estamos a la par y aún por delante de Huston que es el centro de referencia para estas enfermedades en los Estados Unidos. Ninguno de estos niños necesita viajar en busca de atención que el país no pueda brindarle.
El programa termina en medio de una evidente y apenas contenida incomodidad de la conductora. No ha podido obtener confirmación de sus tesis. Andy. María y el Dr. Schimchak la han dejado sin asunto. Los resultados de una especie de encuesta telefónica, que hacen invariablemente durante el programa, no son divulgados porque seguramente los espectadores han entendido la realidad expuesta por los invitados. En conclusión, la Sra. Victoria tendrá que estudiar seriamente el problema de la atención de la salud. Tal vez llegue a ver la importancia de apoyar, potenciar y exigir el desarrollo del primer nivel de atención, es decir la atención primaria de la salud que se lleva a cabo en policlínicas barriales, nacionales y municipales, yendo adonde están los pacientes, promoviendo la atención precoz. Esto es decisivo también para el tratamiento de las llamadas enfermedades raras. El 80 % de las patologías pueden atenderse a este nivel con una mejora espectacular de los resultados. Asimismo el segundo nivel de atención, es decir las clínicas y hospitales generales deben ser conocidos, coordinados y apoyados.
Todo lo que se ha logrado mediante el Sistema Nacional Integrado de Salud merece ser considerado e incluso criticado pero sin contraponer los tres niveles de atención. Finalmente el tercer nivel el de las instituciones de medicina altamente especializada también debe ser seriamente abordado por los comunicadores, por los políticos y también por los médicos e integrantes del equipo de salud y mucho más si se tiene un sincero interés por apoyar a quienes padecen las llamadas enfermedades raras. Como sostiene el Dr. Henry Engler, Director del Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (CUDIM), la institución es capaz de prestar servicios a primer nivel mundial lo que algunos médicos desconocen y persisten en recomendar a sus pacientes que aborden onerosos y a veces penosos viajes para someterse a examen en el extranjero.






[1] El 30 de noviembre del año 2002, el grupo de rock “Los Prisioneros” subió al escenario del Estadio Nacional en Santiago para actuar en el macro show de la Teletón, en medio de grandes aplausos. A los pocos segundos, el vocalista de la banda sorprendería a todos con una filosa crítica: “¡Qué lindo!, ¿no? Qué bonito que se pueda transformar una cosa en otra; que de todo el ego gigante, que todas las ganas de figurar que tenemos los artistas, ¿no?, se puedan transformar en ayuda a los niños. Que de toda la avaricia y el sentido del buen negocio que tienen las empresas, que pueden subir los precios, pagar menos impuestos, hacerse propaganda y, que con lo que consume la gente, entre comillas ayudar, se pueda ayudar realmente a los niños. (…) Es la gallada la que se mete la mano al bolsillo al final, y siempre se cumple la meta”.
[2] Héctor Ramón Parentini Rey, que así se llama el maquinista, estaba procesado sin prisión y con un pedido de la Fiscalía de 5 años y 8 meses de cárcel por considerarlo único culpable.

[3]  El cura Fernando Pigurina, en la ceremonia religiosa que ofició durante el entierro de las víctimas el sábado siguiente a la tragedia dio la linea: "Fue un exceso de amor – dijo -  no le busquemos más vueltas". Su colega, el pastor luterano Gustavo Muñiz, fue uno de los fallecidos.

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