Los
escuderos prestaron sus armas ideológicas a la Guerra Fría
KARL
POPPER ESCUDERO DE LA GUERRA FRÍA (I)
Fernando
Britos V.
Hoy
más conocido y cada vez menos recordado por su “Lógica de la
Investigación Científica” que puso en boga su absurdo criterio
del “falsacionismo”, Karl Popper es prototípico de los filósofos
que aportaron a las luchas ideológicas que ocuparon a los
intelectuales durante la llamada Guerra Fría (1945 – 1991).
Comprender el papel que jugó requiere, también, considerar sus
orígenes: un joven intelectual judío formado en el ambiente
fermental y al mismo tiempo ominoso de la Viena de principios del
siglo XX.
Un
poco de historia - Uno de los fenómenos globales más
importantes de la segunda mitad del siglo pasado fue la llamada
Guerra Fría que enfrentó a Estados Unidos con la Unión Soviética
desde 1945 hasta la disolución de esta última en 1991. El momento
del inicio de esa confrontación sigue siendo discutido porque tanto
en los Estados Unidos como en Gran Bretaña hubo fuerzas gravitantes
que esperaron que la Alemania nazi derrotase a la Unión Soviética
primero (retrasaron la apertura de un Segundo Frente – el
desembarco en Normandía – hasta junio de 1944 cuando estaba claro
que los soviéticos solos derrotarían completamente a los alemanes)
y jugaron con las ideas estratégicas de jefes militares fanáticos
como George Patton (que quería seguir de largo con sus blindados más
allá de Berlín y atacar a los soviéticos lo que fue olvidado
después de que el general, que se creía la reencarnación de genios
militares del pasado, sufrió un definitivo estrellamiento con su
coche, en 1945) o Douglas MacArthur (que en Asia confrontó a los
soviéticos y chinos, protegió a la criminal familia imperial
japonesa e impulsó la Guerra de Corea con el objetivo de una guerra
total contra China por lo que fue destituido en 1951).
Militares,
diplomáticos y economistas se dedicaron a rescatar y proteger a los
científicos, técnicos, espías y especialistas nazis trasladándolos
y dándoles trabajo y honores en los Estados Unidos (Cfr. Operación
Paper Clip de la que el ingeniero Werner von Braun, padre de las
bombas V2 que mataron londinenses y de los cohetes espaciales, es el
ejemplo más conocido) mientras otros se ocupaban de desmontar los
procesos de “desnazificación” (que se habían acordado en un
primer momento para desarticular la organización social, cultural,
política y económica del nazismo), a acotar los juicios contra los
criminales nazis y a delimitar rígidamente las zonas de ocupación
de Alemania que terminó en la partición del país y en la creación
en primer lugar de la llamada República Federal (con las porciones
ocupadas por estadounidenses, británicos y franceses). Esto permitió
a miles de criminales de guerra nazis volver tranquilamente a sus
pueblos y a otros tantos a emigrar a América del Norte y del Sur.
En esos
albores de la Guerra Fría aparecieron personajes intelectuales,
filósofos, sociólogos, psicólogos, juristas, historiadores,
pastores y clérigos, economistas y empresarios que no habían
adherido al nazismo, que habían escapado de sus garras, que se
habían retirado a tiempo o que habían permanecido en un discreto
segundo o tercer plano en el seno de Alemania, en su profesión u
otra sin sufrir persecución. Este fue el caso de muchos
intelectuales conservadores, en una amplia panoplia que abarcaba
desde aquellos pertenecientes a los sectores del antiguo Centro
Católico o luteranos que no adhirieron al nazismo en Alemania o las
variantes socialcristianas en Austria, hasta los nobles monárquicos
que se habían mantenido al margen de “la chusma nazi” pero que
no habían sido molestados por ser arios y de derechas, más o menos
complacientes y profundamente nacionalistas, anticomunistas y
aristócratas e incluso ciertos intelectuales de origen judío que al
escapar de las regiones que cayeron bajo la férula del Tercer Reich
se salvaron del exterminio.
Muchos
de estos personajes aprovecharon cabalmente el clima de confrontación
de la Guerra Fría y ocuparon lugares destacados en la política, la
economía y las finanzas, la jurisprudencia, los medios de
comunicación, las instituciones religiosas, las universidades y la
enseñanza en general en los Estados Unidos, en Gran Bretaña y en la
República Federal Alemana (RFA) y, a partir de 1955, también en
Austria. El ejemplo más conocido de este último tipo de emergentes
es el del influyente criminal germanoestadounidense Henry Kissinger.
Muy
pocos jerarcas de la RFA y de Austria salieron de las cárceles o de
los campos de concentración; otros emergieron de las ocupaciones de
bajo perfil en las que se habían desempeñado durante los años del
nazismo; otros volvieron de su exilio. El criterio de los
estadounidenses y británicos al cabo de la guerra era reponer en sus
antiguos cargos o posiciones a quienes los habían desempeñado antes
de la llegada de Hitler al poder en 1933. Esto en Austria significó
un blanqueo rápido de nazis y colaboracionistas que continuaron en
los puestos de los que habían partido durante el Tercer Reich. Un
ejemplo de estos casos es el del ex-oficial de las SS, Kurt Waldheim
que llegó a ser Secretario General de las Naciones Unidas y en cuya
defensa llegó a actuar el también vienés, “cazador de nazis”,
Simón Wiesenthal.
Los que
damos en denominar “escuderos de la Guerra Fría”1,
en cambio, no son precisamente políticos, empresarios o militares
sino intelectuales que produjeron obras o articularon cursos y
conferencias al servicio de los propósitos políticos de los
estrategas estadounidenses y británicos para enfrentar a la Unión
Soviética, a China y en general a los paises del Este de Europa (la
República Democrática Alemana – RDA – Polonia, Checoeslovaquia,
Hungría, Rumania, Bulgaria, Yugoeslavia, Albania) bajo la forma de
lucha ideológica, dirigida mayormente contra el marxismo y en
general contra las ideas sociales, culturales, políticas de
izquierda en todo el mundo.
Una
simple reseña de estos personajes excedería largamente la extensión
de un artículo. Por eso hemos elegido a uno de estos escuderos, muy
festejado en las últimas décadas del siglo pasado por los
laboratorios ideológicos (los think tank) de Reagan y
Thatcher y ahora menos recordado, aunque algunas de sus ideas
aparecen en forma fantasmática en los discursos y acciones de Obama,
de Trump y de Rajoy para no citar sino tres entre su público. Nos
referimos a Karl Raimund Popper (1902 – 1994). Para mejor
comprensión ubicaremos a Popper en la Viena que lo vio nacer, en un
hogar de padres judíos asimilados en la más asimilada de las
ciudades de Europa.
Viena
la cosmopolita - La identidad judía es un asunto complejo. Los
conceptos contradictorios de asimilación y exclusión no definen
adecuadamente la situación de muchos judíos vieneses que ocupaban
un lugar de transición permanente entre esos términos: nunca
totalmente asimilados, nunca totalmente excluidos, en la capital de
un imperio como el austro-húngaro, multinacional y cultural, bajo la
égida del viejo emperador católico Francisco José I que reunía
además los títulos de Rey de Hungría, de Bohemia, de Croacia, de
Dalmacia, de Eslavonia, etc. y que reinó sobre quince naciones
(checos, eslovacos, polacos, bohemios, rutenos, rumanos, serbios,
croatas, bosnios, montenegrinos, italianos, romaníes y además
austríacos, húngaros y desde luego judíos) desde 1848 hasta su
muerte en 1916.
El
emperador había tenido una actitud receptiva hacia los judíos y
durante su extensísimo reinado se produjo la emancipación legal de
los mismos lo que les permitió adoptar muy diversas definiciones y
significó una apertura para su posicionamiento en las ciencias y las
universidades, la economía, la industria y el comercio como lo
veremos enseguida.
Aunque
se le consideraba un déspota paternalista y benévolo y el más
filo-hebreo de los Habsburgos, Francisco José era ultra católico y
muy reaccionario por lo que recién en la década de 1860 había
aceptado a regañadientes una constitución y el abandono del
absolutismo a raíz de una crisis económica terrible y de las
pérdidas territoriales sufridas en Italia. Los banqueros vieneses,
casi todos judíos, eran su único apoyo y uno de ellos, Anselm
Rothschild, había proclamado “sin constitución no hay dinero”.
Recién entonces los judíos tuvieron derecho a adquirir bienes
inmuebles (tierras y casas) y a cambiar libremente de domicilio o de
ocupación 2.
Sin
embargo, aunque los judíos estuvieran bien instalados y se hubiese
desarrollado una fuerte asimilación, con las consiguientes
conversiones al protestantismo o al catolicismo oficial, la
aceptación social de una persona de origen judío siempre era
decidida por otros. La exclusión o la discriminación, las reservas
y distancias no expresadas, la manida “cuestión judía”, estaban
en manos de la mayoría cristiana. A fines del siglo XIX poblaban el
imperio más de 40 millones de católicos, 4 y medio millones de
ortodoxos y 2 millones y medio de judíos entre otras confesiones. 3
Las
posiciones sociales y políticas adoptadas por los judíos eran
independientes de la religión propiamente dicha. Sigmund Freud (1856
- 1939), por ejemplo, reconocía orgullosamente su fuerte identidad
judía pero, al mismo tiempo, mantenía una actitud críticamente
negativa hacia las religiones, incluyendo la religión judía (“fui
educado sin religión y permanecí incrédulo” decía). Los judíos
vieneses, ya fueran creyentes o simplemente descendientes, como el
padre del psicoanálisis, eran parte de una colectividad coherente,
vivían, trabajaban y se casaban en el seno de la misma. A principios
del siglo XX, los judíos que se habían convertido al cristianismo,
se sentían cómodos en los barrios predominantemente judíos de
Innenstadt, Leopoldstadt y Alsergrund y la mayoría de sus amistades
pertenecían a otras familias judías ya fueran conversos o no.
Viena
era la ciudad europea que presentaba el porcentaje más alto de
conversiones al cristianismo entre los judíos lo que según Edmonds
y Eidinow (2001: 94) se debía tanto a la internalización de la
cultura del anti semitismo como a la convicción que el convertirse a
la fe predominante era necesario para abrirse camino en la sociedad
del Imperio de los Habsburgo. Las leyes que prohibían el matrimonio
entre judíos y cristianos también tenían que ver con el fenómeno
porque para casarse era imprescindible que uno de los novios adoptase
la religión del otro o que, por lo menos, hiciese una declaración
de ajenidad a la religión. Cuando se planteaban casamientos entre
judíos y cristianos eran generalmente los primeros los que se
convertían.
Arthur Schnitzler (1862 –
1931) – por ejemplo - fue un médico, narrador y dramaturgo vienés
cuyas obras muestran un gran interés por el erotismo, la muerte y la
psicología. Sigmund Freud admiraba su arte literario y ambos
mantuvieron correspondencia. El abuelo paterno de Schnitzler era un
artesano judío húngaro de orígenes modestos que había cambiado su
apellido, Zimmermann (“carpintero”) por el más refinado de
Schnitzler (“tallista”). El padre del dramaturgo fue enviado a
estudiar medicina en Viena, se convirtió en un laringólogo muy
reconocido y brillante profesor universitario e hizo fortuna. La
madre del escritor, Louise Markbreiter (1840-1911), también era
judía e hija de un célebre médico vienés 4.
Precisamente, Schnitzler advirtió que aunque la aculturación
germánica de los judíos de habla alemana fuera completa en todos
los aspectos de la vida, familiar, laboral y política, no era
posible para un judío ignorar que lo era en la vida pública; nadie
lo hacía, no lo hacían los gentiles y mucho menos los otros judíos.
Sin embargo, en las sociedades de habla alemana, la asimilación era
considerada como muy deseable.
Había
muchas formas, algunas sutiles y otras no tanto, en que los
descendientes judíos podían aludir a la conversión. Expresiones
como “Liegend getauft” (bautizado cuando bebé) era una forma
elíptica de referirse al origen judío de un converso. Del famoso
compositor romántico alemán Félix Mendelsohn (1809 - 1847), por
ejemplo, se decía “als Kind getauft” (bautizado cuando niño).
Sin embargo, entre quienes usaban esos términos había expresiones
más “judías” como “Übergetreten” para referirse a quien
había decidido deliberadamente convertirse al cristianismo.
En 1857, los judíos alcanzaban al 2% de
la población vienesa pero en 1900 ya eran el 9% y la proporción
siguió aumentando hasta antes de la Primera Guerra Mundial de modo
que, después de Varsovia y de Budapest, la colectividad vienesa era
la más numerosa de Europa. Naturalmente esos porcentajes no
represetaban la verdadera gravitación de la colectividad en la vida
de la ciudad y en todos los campos, excepto en la corte imperial y en
el gobierno.
La emancipación de los judíos y el
Estatuto de 1867 (concebido para asegurar derechos cívicos y
políticos equitativos a todos los ciudadanos austríacos) atrajo a
muchas familias desde las distintas regiones del imperio
austro-húngaro. Como originalmente habían sido excluidos del
servicio civil y de los grados más altos de las fuerzas armadas, las
energías de las nuevas generaciones, ya fueran creyentes, conversos
o agnósticos, se canalizaron hacia la educación superior y las
actividades artísticas e intelectuales. De este modo los estudiantes
de origen judío eran, en 1880, el 30% de los inscriptos en la
enseñlanza secundaria pre universitaria y un 20% de los que habían
ingresado en la Realschule, una especie de escuela industrial. En la
Facultad de Medicina eran un 40% de los estudiantes y un 20% en la
Facultad de Derecho.
Los ciudadanos de origen judío
aprovecharon las oportunidades que se les ofrecían y a cambio
ofrecieron su lealtad a Austria. En 1883, el Gran Rabino, Adolf
Jellinek, aludiendo a la naturaleza multinacional del imperio
sostenía que los judíos eran los portadores de la concepción
austríaca de la unidad, coincidiendo asi con el lema imperial de
Francisco José I que era “Viribus unitis” (mediante
las fuerzas unidas) ya que la principal preocupación del monarca
era evitar la desintegración del Imperio 5.
Semejante adhesión no era exclusiva de
Austria sino que marcó la asimilación de muchísimas familias
judías en Alemania a partir del siglo XIX. Los conversos optaron
tanto por posiciones de izquierda como de derecha y se sabe que se
destacaron en la actividad industrial, comercial, artística y
científica formando parte de la cultura alemana moderna.
En particular, desde antes de la Primera
Guerra Mundial, muchos judíos habían formado parte del ejército
del Kaiser Guillermo II y se distinguieron en los frentes de batalla.
Cuando los nazis promovieron las infames leyes racistas (las Leyes de
Nuremberg de 1935) destinadas a barrer a los “no arios” del
aparato estatal y excluirlos de la vida social y cultural germana,
establecieron que los oficiales y soldados judíos que se hubieran
destacado recibirían un trato más benévolo.
Hitler pensaba que los que se
encontraban en ese caso serían unas pocas docenas pero enseguida los
nazis estupefactos se dieron cuenta que eran más de 4.000 los
oficiales voluntarios de origen judío que habían recibido la Cruz
de Hierro de primer y segundo grado (ya una u otra y en altísima
proporción ambas) por heroísmo en defensa de su país. Por eso
cuando la persecución antisemita se agudizó esa disposición fue
anulada y no salvó a aquellos que confiaban que los méritos
patrióticos les resguardarían del racismo nazi. Pero sobre esto
habremos de volver en otra oportunidad.
El huevo de la serpiente - En
Austria, a principios del siglo XX, también había oficiales de
origen judío pero su pertenencia al ejército y su lealtad tampoco
los salvaba del antisemitismo sistemático que se respiraba en el
Imperio. Los historiadores han recogido una afirmación que Francisco
José le hizo a una de sus hijas en el sentido que la monarquía
debía hacer lo posible para proteger a los judíos pero se
preguntaba si había alguien que no fuera antisemita.
Adolf Hitler, que también era austríaco
había deambulado por Viena como artista fracasado en su juventud,
entre 1906 y 1913. Aunque Baldur von Schirach6
sostenía que él no amaba a Viena y odiaba a su pueblo, su estadía
fue muy importante. Sostiene en Mein Kampf que la ciudad le
enseñó todo sobre la vida y que en ese periodo se había conformado
su ideología y la filosofía que era la base de todos sus actos
posteriores. Esa ideología o “filosofía” no era otra que el
nacionalismo, el racismo y el antisemitismo que campeaban en la
ciudad. El alcalde Karl Lueger había sido su ejemplo y su mentor en
materia de antisemitismo y de retórica manipuladora para aterrorizar
y ganarse a las capas medias.
Lueger
(1844 – 1910) fue el fundador del Partido Socialcristiano
austríaco, era un demagogo vociferante, un católico especialmente
antisemita. Mediante el odio que destilaba y con el apoyo de la
prensa amarillista fue electo alcalde de Viena en 1895 y aunque el
emperador lo vetó dos veces finalmente ocupó la alcaldía hasta su
muerte en 1910. Hitler lo admiraba y dijo que había sido el alcalde
alemán más grande de todos los tiempos. Muchas décadas antes de
que el nazismo se hiciera con el poder en Alemania, los partidarios
de Lueger marchaban por las calles gritando vivas a su líder y “que
revienten los judíos” y “Saujud” (sucio judío). Los
historiadores coinciden en que si hay una ciudad europea que puede
considerarse el nido del antisemitismo esa fue Viena.
Otro judío vienés, el escritor Stefan
Zweig dice en sus memorias, que el electorado de Lueger era
exactamente la misma capa social asustada que más tarde congregó a
su lado, como primera gran masa, Adolf Hitler. K. Lueger le sirvió
de modelo también en otro sentido: le enseñó que el antisemitismo
era una herramienta muy útil para la manipulación pues ofrecía a
los descontentos círculos pequeñoburgueses un adversario palpable
y, por otro lado, imperceptiblemente desviaba el odio que generaban
los grandes empresarios, los terratenientes y la riqueza feudal.
El primer periódico del partido católico, el Illustrierte
Wiener Volkszeitung, se subtitulaba "Órgano de los
antisemitas". El cardenal de Praga pidió sin éxito al Papa
León XIII que suspendiera el apoyo del Vaticano al partido de Lueger
(cuya foto dedicada ornaba el escritorio papal). La actitud de la
jerarquía romana se mantendría con el sucesor de León XIII, el
Papa Pío XII, conocido como “el Papa de Hitler” por el papel que
le cupo durante el ascenso del nazismo como Nuncio Papal en Alemania
cuando impulsó la disolución del Partido Católico de Centro y
consiguió que su electorado votara a los nazis. Pero esta también
es otra historia que no se terminó con el fin de la Segunda Guerra
Mundial desde que el Vaticano, como está bien probado, amparó y
ayudó a los criminales nazis a huir hacia las Américas.El caracter endémico del antisemitismo austríaco puede palparse hoy en día al comprobar el auge actual de los neonazis, que al amparo del terror y el rechazo que generan los refugiados del Medio Oriente, podrían hacerse del gobierno próximamente. También se puede ver el reptil a través de la membrana transparente del huevo en el hecho que el alcalde Lueger sea reverentemente recordado desde que se le ha dado su nombre a varias calles y plazas actuales de la ciudad.
Las andanzas de Lueger también
gravitaron sobre otro austrohúngaro judío, el periodista Theodor
Herzl, que ante el ascenso del antisemitismo abandonó sus ideas
primigenias de asimilación masiva de su colectividad (por las que
todos los judíos serían bautizados como cristianos en las aguas del
Danubio). Herzl se decantó por el sionismo, una forma de
nacionalismo judío que materializó, en 1897, al fundar la
Organización Mundial Sionista.
Popper en Viena - Karl
Raimund Popper fue el hijo menor (tuvo dos hermanas mayores) del
abogado protestante Simón Siegmund Carl Popper y de su esposa
protestante Jenny Schiff; ambos provenían de familias judías.
Popper mismo se caracterizaba como agnóstico. En la familia materna
se contaban varias personalidades destacadas tales como el director
de orquesta Bruno Walter. La familia de Popper se había convertido
al protestantismo antes de que él naciera en un confortable
apartamento céntrico con vista a la catedral de San Esteban.
El padre era socio de un famoso bufete
vienés, encabezado por el ex-alcalde Raimund Grübl (de ahí el
segundo nombre de Karl) y la madre provenía de la alta burguesía
vienesa. La pareja era considerada un ejemplo de virtudes: Besitz
(propiedad), Recht (ley) y Kultur (cultura). Simón
Popper era aficionado a la traducción de clásicos griegos y latinos
al alemán. Además integraba comisiones que se ocupaban de proveer
vivienda para trabajadores y personas de bajos recursos.7
Con motivo de sus actividades benéficas recibió una condecoración
imperial: fue nombrado Caballero de la Orden de Franciasco José.
Su abuelo paterno, un comerciante
bibliófilo, había acumulado una formidable biblioteca (más de diez
mil volúmenes) en la que él, desde niño, contraería la pasión de
la lectura. Siempre lamentó haber tenido que venderla cuando se
desplomaron las finanzas de su familia que, durante su infancia,
había disfrutado de un lujoso bienestar.
Karl Popper era muy joven cuando estalló
la Primera Guerra Mundial pero las dos décadas que siguieron
afectaron profundamente su vida. Su padre perdió toda su fortuna en
la espiral inflacionaria que se desató al final de la guerra.
Tempranamente se dedicó a dar clases en escuelas primarias y
secundarias y a partir de 1919 se fue a vivir muy austeramente a un
edificio que había sido un hospital militar que un grupo de
estudiantes transformaron en una residencia tipo “okupas” y se
vinculó a los socialistas sin mayor actuación en esa colectividad.
La crisis y la liquidación del imperio
austrohúngaro que sobrevino junto con la derrota en la guerra, no
había cancelado la vida intelectual. Viena siguió siendo la ciudad
del físico y filósofo Ernest Mach, aquel cuyas concepciones criticó
Vladimir Lenin en Materialismo y Empiriocriticismo;
la ciudad de Sigmund Freud y su teoría del poder del inconsciente;
del músico Arnold Schoenberg y su técnica dodecafónica; del
escritor Arthur Schnitzler y sus monólogos interiores; del filósofo,
matemático y linguista Ludwig Wittgenstein y su Tractatus
logico-philosophicus; del arquitecto Alfred Loos pionero del
movimiento moderno y la desornamentación como precursor del
racionalismo arquitectónico; del escritor y dramaturgo Karl Kraus el
gran satírico en lengua alemana.
Además, el Círculo de Viena (Wiener
Kreis) de los positivistas lógicos - fundado por Moritz Schlick
en 1921 - que se ocupaba de la lógica de la ciencia y proponía que
la filosofía se encargase de establecer que era ciencia y que no lo
era e intentaba crear un lenguaje común a todas las ciencias -
funcionó hasta 1936 cuando Schlick fue asesinado. Entre los miembros
del Círculo además del fundador se contó a Rudolf Carnap, Otto
Neurath, Herbert Feigl, Philipp Frank, Friedrich Waismann, Hans Hahn,
Hans Reichenbach, Kurt Gödel, A.J. Ayer, Felix Kaufmann, Victor
Kraft, Otto Weininger y Carl Hempel. De los catorce miembros, ocho
eran judíos 8.
Popper intentó ingresar al Círculo de
Viena pero nunca fue invitado y desarrolló un resentimiento que le
duraría toda la vida. De este modo, en su autobiografía fanfarronea
acerca de que él habría sido el responsable de la disolución de la
organización con sus críticas demoledoras, lo cual naturalmente
falta a la verdad. Sin embargo su primera obra Logik der Forschung
(Lógica de la Investigación Científica) apareció en las
publicaciones del Círculo por lo que hubo quien consideró que
Popper era positivista (su trabajo incluía una crítica moderada al
positivismo).
Al terminar el año 1928 el joven Karl
había culminado su doctorado en ciencias físicas y naturales y
estaba habilitado para dar clases de física y matemáticas en la
Universidad. En esa época leyó el Mein Kampf de Hitler y a
diferencia de muchos burgueses austríacos y alemanes se lo tomó en
serio y vio venir los acontecimientos que se precipitaban. Se empeñó
en abandonar Austria antes de la anexión por parte de Alemania que
se produjo en 1938. Siempre fanfarrón y con el diario del lunes,
Popper diría después que él había previsto el ascenso de Hitler
al poder ya en 1929, mucho antes del 31 de enero de 1933, la anexión
de Austria mucho antes del 12 de marzo de 1938 y la Segunda Guerra
Mundial mucho antes del 1º de setiembre de 1939.
En 1934, Austria ya había sufrido un
golpe de Estado por parte del corporativismo católico ultra
derechista, que había masacrado a los obreros en Viena. El
austrofascismo crecía aceleradamente y los nazis austríacos se
habían apoderado de la universidades y clausurado cualquier
posibilidad de que un judío converso pudiese dar clases en ellas.
Entonces Popper resolvió dejar el país. Intentó obtener una visa
para los Estados Unidos y fue rechazado y lo mismo le sucedió en
Gran Bretaña.
Finalmente recibió un ofrecimiento para
trasladarse a Christchurch, en Nueva Zelandia y se fue para allá en
1937. Allí vivió y trabajó tranquilamente aislado de los
torbellinos de la guerra. Escribió “La sociedad abierta y sus
enemigos” que sería uno de sus principales aportes al arsenal
de la Guerra Fría. Como su amigo, el sociólogo y economista vienés
Friederich von Hayek, señaló que su libro se refería tanto al
nazismo como al comunismo que eran “los enemigos de su sociedad
abierta”. 9
Cuando Popper intentó abandonar Austria
en 1936 y aspiró a ingresar a Gran Bretaña sin conseguirlo, se
describió a si mismo como protestante, nominalmente evangélico pero
de origen judío. Al responder a la pregunta acerca de si deseaba que
se le conectase con alguna comunidad religiosa puso un NO mayúsculo
en el formulario y lo subrayó para que no quedaran dudas. Sin
embargo, el origen judío implica la pertenencia a un club al que no
se puede renunciar por lo que muchos años después seguía dando
explicaciones sobre su origen. Por ejemplo, en 1969, cuando ya era
ciudadano británico, Sir Karl, refiriéndose a lo mismo dijo que era
descendiente de judíos pero que sus padres eran protestantes
bautizados y que él había sido bautizado y educado como
protestante. Por otra parte declaró que no creía en las razas y que
abominaba todas las formas de racismo y nacionalismo. “No me
considero judío” dijo. También rechazó al sionismo y sostuvo que
la creación del Estado de Israel había sido “un trágico error”.
En 1984, comentando las acciones del gobierno israelí hacia los
árabes dijo que se sentía avergonzado de sus orígenes y agregó
que la noción de “el pueblo elegido” era tan maligna como la del
“Herrenvolk”.
Popper justificaba la asimilación.
Tenía una concepción idealizada del imperio austrohúngaro al que
vio como una especie de proyecto para una sociedad liberal y
cosmopolita en la que la diversidad podía desarrollarse
pacíficamente. El ejército austrohúngaro, en el que se hablaban
diez idiomas diferentes, era para Popper una especie de ejemplo de
ese proyecto. La realidad había sido muy distinta porque los
turbulentos nacionalismos que se gestaron en aquella diversidad no
solamente hicieron saltar el imperio sino que provocaron muertes y
guerras por doquier, sin ir más lejos la del único heredero del
trono de Francisco José, el archiduque Francisco Fernando cuya
muerte en el atentado de Sarajevo, en 1914, actuó como el detonante
puntual de la Primera Guerra Mundial. Las huellas de esa idealización
y lectura distorsionada del decadente Imperio de los Habsburgo
aparecen después en su aporte ideológico a la Guerra Fría.
Terminada la guerra, Popper abandonó su
retiro universitario neozelandés, desembarcó en Gran Bretaña en
1946 y ocupó un puesto en Cambridge que von Hayek gestionó para él.
Después se hizo ciudadano británico, llegó a ser Profesor Emérito
y escribió incansablemente hasta su muerte en 1992. Los principales
blancos de su crítica epistemológica y, desde luego, ideológica,
fueron el psicoanálisis, el marxismo y en general las ciencias
sociales a las que consideraba como pseudociencias. En el caso de una
inteligencia aguda y compleja, la de un polemista feroz, un fanfarrón
narcisista muchas veces malintencionado10
y un crítico siempre lindante con la provocación – como lo fue
Popper - hay que circunscribirse. Veremos los ataques popperianos al
marxismo en un próximo artículo. Sus críticas al psicoanálisis
las dejamos para una tercera oportunidad.
1Según
Sebastián de Covarrubias y Orozco
(1539 – 1613) en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española que
publicó un par de años antes de su muerte “escudero” “es
el hidalgo que lleva el escudo al caballero, en
tanto que no pelea con él. En la paz, los escuderos sirven a los
grandes señores, de acompañar delante de sus personas, asistir en
la antecámara y sala; otros están en sus casas, y llevan
acostamiento de los señores, acudiendo a sus obligaciones militares
o cortesanas a tiempos ciertos; los que tienen alguna pasada (es
decir aquellos con mayores fortunas) huelgan más de estar en sus
casas que de servir, por lo poco que medran y lo mucho que les
ocupan”.
2Beller,
Steven (2009) Historia de Austria, Akal, Barcelona.
Refiriéndose al tema, a partir de 1848, (2009:134) “Los
Rothschild fueron favorecidos por un Estado agradecido de haber sido
sacado de apuros en varias ocasiones (...) los emprresarios judíos
se convirtieron en los principales inversores en la industria y el
comercio, sobre todo en los principales sectores de crecimiento
(...) se formó una rica e influyente elite de financieros e
industriales judíos con varias familias tituladas”. Y más
adelante (2009: 149) : “Los empresarios judíos también
destacaron en un prestigioso proyecto del neoabsolutismo: la
Ringstrasse de Viena”. Esa era la gran avenida circunvalar
desarrollada a partir de la demolición de las murallas en donde se
ubicaron los edificios más destacados de Viena y donde se
encontraba el bufete del padre de Popper medio siglo después.
3Edmonds,
David y Eidinow, John (2001) Wittgenstein's Poker, Harpers
Collins Publ., Nueva York.
4
A diferencia de otros
intelectuales vieneses contemporáneos de origen judío, como Karl
Kraus (dramaturgo y escritor satírico),
Otto Weininger (el
filósofo suicida), el bisabuelo paterno de Popper (comerciante y
bibliófilo) y
los ancestros de Ludwig Wittgenstein que se habían convertido en
Alemania varias generaciones
antes (el filósofo, hijo
del magnate industrial dueño de la fortuna más inmensa del
Imperio).
Schnitzler, que era
un escéptico en materia religiosa,
no se molestó en
abandonar
formalmente la
religión judía ni
se convirtió, a pesar
de que ello le hubiese facilitado el éxito profesional.
5
Friederich Engels,
refiriéndose a los pueblos sin historia, había calificado al
imperio de los Habsburgo y al de los Romanov como “cárceles de
pueblos”.
6Baldur
von Schirach fue jefe de las Juventudes Hitlerianas y entre 1940 y
1945 Gauleiter de Viena (Gobernador).
7
Irónicamente en una de esas
pensiones se alojó un desconocido Hitler durante sus juveniles
estancias en Viena.
8El
Tractatus logicus-philosophicus de Ludwig Wittgenstein –
también de origen judío – influyó grandemente en el Círculo de
Viena pero su autor nunca integró la organización ni se
consideraba particularmente afín a la misma.
9Fridrich
von Hayek (1899 – 1992) uno de los popes del neoliberalismo y otro
escudero de la Guerra Fría escribió Camino de servidumbre
(The Road to Serfdom) publicado en inglés, en 1944, y dedicado a
promover el liberalismo salvaje, a atacar al marxismo y a advertir,
entre otras cosas, que la justicia social y la solidaridad son
nociones que deben ser eliminadas.
10La
envidia y la mala voluntad de Popper eran considerables como se ha
demostrado en sus ataques a Wittgenstein (Cfr. Klemke, E.D. (1981)
Popper's criticisms of Wittegenstein's Tractatus y el ya
citado Edmonds, D. Y Eidinow, J. (2001) Wittgenstein's
Poker.
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