Un
debate interminable con recursos fraudulentos
KARL
POPPER ESCUDERO DE LA GUERRA FRÍA (II)
Fernando
Britos V.
De vuelta de su tranquilo refugio en Nueva Zelandia, Popper traía
bajo el brazo su aporte fundamental, aunque no único, al arsenal
ideológico de la Guerra Fría (“La sociedad abierta y sus
enemigos”) aunque derrotado el nazismo el plural sobraba, para
Popper el enemigo era el marxismo y en general todo lo que se
opusiera al “liberalismo” (el zorro libre en el gallinero libre).
Ahora veremos la calidad de su producto.
Un filósofo de mala leche –
Para los filósofos Karl Popper conserva cierta interés por sus
contribuciones a la teoría de la ciencia y más aún por las
refutaciones que recibió de Thomas Kuhn y de sus discípulos Imre
Lakatos y Paul Feyerabend, pero para el común de los lectores y
especialmente para los políticos su importancia está relacionada
con sus trabajos en el área de la teoría política y de la
filosofía de la historia. Para filósofos ilustres como Bertand
Russell, Popper habría sido quien efectuó la crítica más
demoledora y presuntamente definitiva de varios autores destacados
como Platón, Hegel y Marx. Los críticos de Popper, por su parte,
han puesto al descubierto la manipulación abusiva que ha hecho de
los textos de los clásicos que él ataca.
Según el filósofo mexicano Alejandro
Tomasini Bassols 1
“a lo largo y a lo ancho de sus escritos Popper se dedicó a
apuntar o a desarrollar en contra de diversas ideas de Marx tanto
líneas generales de crítica, tanto de orden metodológico como
sustancial o teórico” y por ende el calibre filosófico de las
mismas es muy variado, “desde panfletos semi-cómicos como “¿Qué
es la dialéctica?” hasta libros completos como Miseria del
Historicismo. Sin embargo la artillería pesada que empleó en su
ataque frontal contra el marxismo se encuentra en su libro más
famoso La Sociedad Abierta y sus Enemigos 2
y más específicamente en ocho
capítulos del segundo volumen. En ellos Popper se plantea
desmantelar la teoría marxista de la sociedad capitalista y de la
historia, exhibir falacias de Marx y derribar la visión marxista del
hombre y del Estado y los ideales que la integran.
“Pretensiones
teóricas tan grandiosas como esas
son de entrada sospechosas – advierte
Tomasini
– porque además el
triunfalismo y la absoluta falta de autocrítica fueron también una
característica popperiana que se desveló cuando sus procedimientos
quedaron expuestos en relación a su crítica a otros autores.
Esa
obra,
redactada
cómodamente en su retiro en Nueva Zelandia, se transformó en un
clásico de la Guerra Fría porque
al equiparar al nazismo y el comunismo se convirtió
en uno de los máximos
exponentes de “la teoría de los dos demonios” que, desde
siempre, se utilizó para defender al capitalismo en su variante
neoliberal.
“Hay
que reconocer que, dada la fuerza argumentativa del libro –
sostiene Tomasini – para múltiples pensadores de izquierda
representó un golpe difícil de asimilar. Se trata, podemos decirlo,
de una obra que le hizo mucho daño a todo lo que estaba asociado con
el socialismo (valores, ideales, organización y tácticas políticas,
etc.)” y que reforzó la ideología del
capitalismo (ideología que en el vocabulario popperiano era la de
“la sociedad abierta”). Popper que había sido una víctima del
nazismo pretendía que su trabajo apuntara contra el
nacional-socialismo pero lo cierto es que se trata de una obra
ideológica dirigida
inconfundible y exclusivamente contra el socialismo en general
que en su terminología de
Guerra Fría era el “totalitarismo”, “la sociedad cerrada”.
Por eso
no debería resultar sorprendente que la “reconstrucción” del
marxismo que hace Popper para combatirlo sea una caricatura, un
espantajo
construido para ser
refutado
sin demasiado esfuerzo. Sir Karl no polemiza con Marx sino con una
imagen deleznable
confeccionada por él lo que
le permite
lucirse quedando como un
campeón en una pelea asi
amañada (lo mismo había
hecho con Platón y con Hegel). El
marxismo del vienés
solamente existe en su imaginación.
Además
de construir a su rival, el
escudero Popper utilizó otra
técnica paralela,
la de hacer del cuadro completo de su argumentación un conjunto
abigarrado, casi caótico, que
abarca torrencialmente una
enorme cantidad de temas, nociones y conceptos. Ese
método está concebido para que desenredar
ese frangollo sea una tarea
extraordinariamente compleja, aparentemente
inaccesible para las personas
corrientes y aburridora para los especialistas, lo que además
arrojaba como subproducto para sus patrones, los promotores de la
Guerra Fría, el manido
recurso cazabobos
del sastre estafador (la
lujosa vestimenta
del rey “que solamente
podían ver los súbditos leales”).
Al
desmontar la técnica de Popper, Tomasini (2008:
67-86) advierte que es
ambigüa y contiene tres tipos de confusiones. En primer lugar,
Popper distingue dos Marx: el Marx profeta (que él considera
pseudocientífico) y el Marx científico. Siguiendo esta dicotomía
distingue, en segundo lugar, entre el científico acertado que
enuncia verdades y el científico errado que enuncia falsedades (no
tesis incontrastables e irrefutables o absurdos metafísicos).
Una
lectura detenida de la obra muestra que, contrariamente a lo que
muchos políticos alabanciosos creen, Popper no rechaza todo lo que
Marx sostiene y en lo esencial está de acuerdo con el diagnóstico
que este hace acerca de capitalismo de su tiempo. La objeción de
Popper radica en que, según él, en la obra de Marx se introdujo un
elemento perturbador del
que el vienés se considera
enemigo jurado: “el historicismo”.
Popper admite que
muchas de las leyes enunciadas por Marx son correctas pero sostiene
que el historicismo del sabio de Tréveris lo indujo a establecer
conexiones carentes de fundamento lo que según el vienés, le llevó
a creer que podía “profetizar” el futuro del capitalismo y esta
convicción sería la que habría echado a perder la teoría marxista
dado que la transforma en un instrumento utilizable contra la
“sociedad abierta” democrática.
De este modo y en
tercer lugar, el ataque de Popper da la impresión de ser más
potente y profundo de lo que en realidad es debido a una clásica
mescolanza de argumentos disímiles: cuando le conviene los
argumentos de Marx son disecados y aparentemente invalidados
lógicamente aunque los hechos los respalden pero cuando lo que le
conviene es lo contrario, atribuye a los hechos, la experiencia y la
historia, la refutación de Marx aunque sus razonamientos sean
impecables.
Tomasini
(2008)
toma uno por uno los cuatro
temas principales de la crítica popperiana: el historicismo
marxista, la teoría de las clases, el advenimiento del socialismo y
la deficiencia o el mal uso de algunas teorías económicas concretas
como las teorías del valor, de la explotación,
de las crisis, etc.
El
falso profeta - El
meollo de la crítica popperiana a la obra de Karl Marx se encuentra
en la calificación o etiquetamiento del marxismo como “una
concepción historicista”. Según Popper, el “historicismo” es
una tesis pretendidamente científica acerca de que el estudio
minucioso de la sociedad actual permite extraer conclusiones sobre el
futuro, predecir la evolución de la sociedad. Como considera a Marx
un historicista típico automáticamente lo califica como falso
profeta: “Profetizó sobre el curso de la historia y sus profecías
no resultaron ciertas” (dice Popper) y afirma que el carácter
profético del marxismo deriva de su economicismo.
El
ataque popperiano apunta a las facetas histórica
y económica
de la obra de Marx y entonces
Tomasini se pregunta “¿cómo fundamenta Popper esas atribuciones?
Aquí nos llevamos una primera sorpresa: la principal justificación
de su atribución de historicismo al pensamiento de Marx proviene no
de un estudio y una discusión de la clase de leyes que Marx presenta
en su magnum opus,
sino tan sólo de una cita textual de una afirmación que éste hace
en el Prólogo a la Primera Edición de El Capital y
que Popper muy astutamente explota”. Lo que Marx afirma es que “la
finalidad última de esta obra es, en efecto, descubrir la ley
económica que preside el movimiento de la sociedad moderna” 3
Según Popper esta
“confesión” deja ver el objetivo oculto de Marx y, al mismo
tiempo, su error mayor: pretender encontrar la ley que rige el
desarrollo de la sociedad capitalista y por otro lado, atribuyéndole
una concepción más bien primitiva de la ciencia, determinista,
creía poder formular leyes de carácter científico que le
permitirían predecir el futuro. Popper le achaca así a Marx una
concepción simplista y primitiva de la ciencia que le llevó a caer
en el “historicismo”.
Popper creía refutar a Marx con simples
argumentos a priori 4
y particularmente la visión global de la sociedad que se origina en
la teoría marxista de la historia desplegando su ataque en tres
direcciones: primera un examen del economismo marxista, segunda el
ataque a la teoría de las clases sociales del marxismo (el “sistema
social” como lo llama Popper) y tercera el análisis de diversas
teorías que conjugadas le habrían llevado a Marx a creer que podía
vislumbrar y anunciar el fin del capitalismo.
El tratamiento de esos asuntos se
caracteriza por la superficialidad, por la acumulación de
comentarios impertinentes y falsos (como por ejemplo el atribuirle a
Marx, que era un materialista consecuente, el dualismo mente-cuerpo).
El interés fundamental de Popper es la refutación de la idea de que
el estudio del capitalismo permite deducir la tesis del carácter
inevitable del socialismo o, lo que es lo mismo, del fin del
capitalismo. El vienés presenta la posición de Marx como si este
fuera un teólogo medioeval que acostumbra a argumentar siempre a
priori pero Tomasini advierte que es precisamente Popper el que se
maneja como un escolástico y señala que entender este modus
operandi es importante para tener claros los verdaderos alcances
(o si se quiere la potencia real) de la crítica popperiana.
Sir Karl no pretende demostrar que las
cosas no eran como Marx las describió sino que aduce que las razones
que esgrimió no eran suficientes para probar la verdad de sus
conclusiones. Popper utiliza la lógica, su lógica, para concluir
que de las premisas establecidas por Marx se pueden deducir otras
conclusiones. Por ejemplo, sostiene que es falso que el triunfo de
los trabajadores conduzca inevitablemente al socialismo porque puede
imaginarse que la victoria del proletariado puede producir una nueva
división de clases y no la desaparición de estas. También
argumenta que el socialismo no es la única alternativa al
capitalismo. El capitalismo de los tiempos de Marx se ha renovado y
transformado de tal modo que es radicalmente diferente y por ende la
experiencia ha refutado la teoría marxista. Escurriendo el bulto,
Popper elude considerar los fracasos del capitalismo para solucionar
los problemas que enfrenta la humanidad, problemas que eran tan
notorios y tremendos al principio de la Guerra Fría como después de
la misma y en la actualidad.
Otro punto de la crítica popperiana
contra el advenimiento del socialismo asegura que es falsa la teoría
que señala que la acumulación y concentración del capital
implicarán una supresión de las clases medias y alimentarán la
revolución social. Popper dice que Marx no parece haber entendido
que las clases privilegiadas y el Estado pueden hacer uso del
lumpen-proletariado para contener al proletariado y que en el
interior de las clases trabajadoras se pueden crear sectores
privilegiados y concluye que es un error afirmar que la revolución
social es inevitable.
Popper no rechaza la concepción de
clases sociales y sostiene que ha desempeñado un papel positivo al
alentar movimientos políticos opuestos a los revolucionarios. Su
objeción es que el concepto de clase social es tan nítido
teóricamente que difícilmente podría aplicarse a la vida real: la
compleja sociedad capitalista no permite que se le impongan esquemas
propios de situaciones idealizadas concebidas por economistas. Es
comprensible que semejantes tesis concitaran la adhesión de muchos
de los llamados “filósofos posmodernos”.
Con la misma levedad Popper se mide con
la teoría del valor, el efecto del excedente de población sobre los
salarios (el ejército de reserva), la teoría de los ciclos
económicos y el decrecimiento de la tasa de beneficio. Respecto a la
explotación de los trabajadores, la posición de Popper es ambigüa
puesto que rechaza parcialmente la posición de Marx pero reconoce
que no existe una teoría alternativa. Sus objeciones se concentran
en el hecho que las concepciones marxistas acerca del trabajo, la
mercancía, el valor, etc. conducen a una concepción política
revolucionaria como única forma de acabar con la explotación del
hombre por el hombre. Popper rechaza la revolución y predica la
“ingeniería social gradual”, la intervención estatal moderada y
la acción política y moral conservadora (al estilo del viejo
emperador Francisco José).
Autopsia del escudero por
Tomasini Bassols5
– El filósofo mexicano comienza su crítica al ataque popperiano
tomando las consideraciones sobre la presunta ley de desarrollo.
Popper repite muchas veces que Marx aspiraba a encontrar “la ley
que rige el desarrollo de la sociedad capitalista”. “Ahora bien –
dice Tomasini – es claro para quien lee El Capital o
cualquier otro libro de Marx que sencillamente no hay en la obra
de este último tal ley. Marx nunca enunció nada asi ni se
propuso hacerlo”. Y más adelante: “Frente a la interpretación
popperiana de la obra de Marx ciertamente tenemos derecho a
preguntar: ¿cuál es esa ley de la que él habla? ¿Por qué si
supuestamente Popper la detectó, nunca la enuncia? La respuesta es
obvia: porque no existe. Evidentemente, Popper podría remitirse a lo
que de hecho es una cita textual (la que incluimos antes, extraída
del Prólogo a la Primera Edición de El Capital) pero con
ello estaría exhibiendo su mala fe, porque es evidente (y debería
haberlo sido para un filósofo de la ciencia como él) que lo que
Marx estaba diciendo era otra cosa, algo que ciertamente no se
explica como Popper lo hace. Primera conclusión importante: Popper
le adscribe a Marx un objetivo teórico que este nunca se
fijó. Esto es como para alarmar a cualquiera”.
La mala leche de Popper se confirma al
advertir que su argumentación le condujo a atribuirle a Marx una
idea ridícula de ciencia, “una idea típicamente positivista –
dice Tomasini – tanto del positivismo comptiano (que Marx tanto
despreciaba) como del positivismo lógico (que nunca conoció). Me
refiero a la idea de la unidad fundamental de la ciencia.6
En efecto, Popper le atribuye a Marx la creencia en un determinismo
característico de la física de su época. Pero es evidente que Marx
nunca tomó a la física como modelo de explicación científica. Su
explicación en todo caso es mucho más afín a las explicaciones
biológicas, de las que difícilmente se puede excluir a la
teleología. Pero la verdad es que ni siquiera este último es el
caso, ya que lo que Marx realmente ofrece es la fundamentación de
las ciencias sociales (sociología, historia, crítica literaria,
antropología, economía, etc.); con él se introduce lo que
podríamos llamar la 'perspectiva histórica' en las ciencias
humanas.”
Los manejos de Popper dejan ver el
flanco de sus posiciones en pro de las “ciencias duras” y en
desmedro de las “ciencias sociales”, que también es funcional a
la Guerra Fría en su interés por manejar el conocimiento. “Las
ciencias duras tienen como objeto permitir la manipulación del mundo
y, en la medida en que ésta es efectiva, la predicción de los
sucesos. Pero en las ciencias sociales el objetivo no es tanto
predecir como comprender, en el sentido de tener una representación
convincente del objeto de estudio (la civilización griega, el modo
de producción capitalista, etc.). En un caso se requieren esquemas
abstractos, altamente matematizados, una lógica del discurso ya muy
estudiada concerniente a las definiciones, a los experimentos, etc.
En el otro caso lo que resulta particularmente importante es la
descripción minuciosa, exacta de casos únicos e irrepetibles (…)
Así, Marx, al hablar de la “ley que rige el desarrollo del
capitalismo”, en realidad de lo que está hablando no es de “una”
ley en el sentido de, digamos las leyes de gravedad de Newton o las
de gravitación universal y la teoría de la relatividad, sino de un
cuadro general completo de la sociedad capitalista, de su modus
operandi, esto es, de sus complejos mecanismos internos, de su
estructura, de sus tendencias”. Esa es la “ley” que usa Popper
para achacarle a Marx “el más torpe y ramplón de los
historicismos”7.
“No hay “tesis historicistas” en
la obra de Marx - dice Tomasini - La teoría de la historia no es la
teoría del futuro aunque, obviamente, comprender la historia permite
enfrentar mejor el futuro” . Lo que Popper denomina “historicismo”
es una amalgama de tesis que Marx piensa que están “lógicamente
implicadas por o en sus teorías “ o bien se trata de imputaciones
injustificables de predicciones fantasiosas que ciertamente Marx no
hizo”. Tomasini no tiene inconveniente en reconocer que Marx podría
haberse equivocado pero advierte que Popper no intenta refutarlo sino
descalificarlo. “Toda la historieta del historicismo es una mera
invención popperiana” concluye el filósofo mexicano.
Refutando al refutador –
Quienes hayan tenido algún contacto con las tesis popperianas sobre
epistemología o filosofía de la ciencia habrán notado que Popper
nunca intentó aplicar en el contexto de La Sociedad Abierta y sus
Enemigos su famoso “criterio de demarcación”, el llamado
“falsacionismo”. Popper estableció que en ciencia primero se
hacen esfuerzos para establecer leyes a partir de las observaciones
empíricas y que logrado esto lo que se hace es un esfuerzo igual o
aún mayor para demostrar la falsedad de dichas leyes, para
refutarlas o desecharlas. Este es el método que Popper promovió en
materia de investigación científica para distinguir entre tesis
metafísicas y tesis científicas dado que las primeras no pueden ser
“falsadas” y por ende son pseudocientíficas.8
Popper nunca aplicó su “criterio de
demarcación” a las teorías de Marx porque si hubiese demostrado
que alguna de ellas era falsa eso habría demostrado, según su
propia elaboración, el genuino valor empírico de la misma. Según
el concepto de ciencia de Popper las afirmaciones de Marx a propósito
del socialismo, la sociedad sin clases, el fin del capitalismo, etc.
son científicamente inobjetables, lo cual se contradice frontalmente
con su capciosa argumentación que atribuye a Marx un historicisimo
irracional, meramente emocional, producto del deseo.
Un filósofo de la ciencia como Popper,
con formación en física y matemáticas, no podía fingir ignorancia
acerca de la relación existente entre la construcción de teorías y
la aplicación de estas. En este sentido, frecuentemente, los
científicos trabajan en forma completamente abstracta, limitándose
a la mera construcción de modelos. Se trata entonces de un trabajo
puramente teórico que no incluye elementos de carácter empírico
como fuerzas en presencia, el azar, resistencias, pérdidas o
transformación de las condiciones.
Inevitablemente, los elementos de
caracter empírico tendrán que ser tomados en cuenta cuando se vaya
a aplicar el modelo en la realidad. En ese momento resulta claro para
cualquier trabajador científico que se requieren adaptaciones o
ajustes de la teoría. Más claro es aún el hecho que esos ajustes o
adaptaciones no son refutaciones porque no existe modelo puramente
formal que no requiera algún tipo de modificación cuando se aplique
en la práctica. Así les sucede tanto a los químicos y los físicos
al confrontar modelos en sus laboratorios, como a los economistas o a
cualquier científico social al enfrentar sus teorías y
especulaciones con la realidad social e histórica.
Esto permite comprender por qué ciertas
predicciones de Marx, perfectamente racionales - no solamente
razonables porque no estaban basadas en magia, fuerzas sobrenaturales
o creencias dogmáticas, sino en la ciencia – podrían no haberse
cumplido. Sin embargo, la crítica popperiana atribuye arteramente a
ese incumplimiento el caracter de refutación y sobre todo de una
refutación general del corpus teórico del marxismo basado en casos
o presuntos casos que en verdad no son sino necesarios ajustes y
adaptaciones que enriquecen la teoría y la retroalimentan con
factores empíricos que el modelo no contemplaba. Marx – por
ejemplo – no podía haber incluido en sus teorías la existencia de
armas de destrucción masiva, como las bombas atómicas, capaces de
arrasar el planeta y acabar con la humanidad. Si tal cosa sucediera
no podría considerarse como una refutación de la concepción
marxista acerca del fin del capitalismo y el advenimiento de una
sociedad radicalmente distinta, socialista o como quiera llamársele.
El solo hecho de plantear tal “refutación” como lo hace Popper
es ridículo y muy expresivo acerca de su catadura ideológica.
Tomasini Bassols explica que, en
realidad, “lo que Marx hizo fue construir un intrincadísimo mapa
(una “red” en el sentido del Tractatus de Wittgenstein) de
la realidad social de su época y sostuvo, sobre la base de la
convicción de la utilidad de sus categorías y la exactitud de sus
descripciones, que era racionalmente aceptable trazar ciertas
inferencias respecto a potenciales líneas de desarrollo de la
sociedad de la que él se ocupaba. Dado que era muy poco probable que
Marx visualizara todos los posibles factores empíricos relevantes
que habría que tomar en cuenta para deducir de manera formalmente
correcta descripciones concernientes al futuro, que es lo que Popper
absurdamente exige, es comprensible que algunas de sus “profecías”
no se hayan cumplido de un modo diferente a como él las enunció.
Marx, claro está, nunca canceló la posibilidad de que nuevos
factores que de hecho jugaran papeles cruciales en las vidas de los
hombres hicieran su aparición y que, por lo tanto, las expectativas
a que daba lugar su teoría no se cumplieran matemáticamente. Pero
es evidente que nada de esto permite restarle méritos a la red
teórica misma, la cual (guste o no) sigue siendo la única teoría
completa del modo capitalista de producción”.
La duplicidad o la ingenuidad de Popper
alcanzan niveles superlativos cuando recurre a la experiencia para
mostrar el carácter fallido de la explicaciones de Marx. Popper,
oponiéndose a Marx, defiende la ingenua creencia de que el empleo
total es factible en el sistema capitalista, es decir que no es
empíricamente imposible que en el sistema capitalista todas las
personas aptas para trabajar tengan empleo, a pesar de la
explotación, la competencia, la concentración del capital, la
plusvalía, el perfeccionamiento de habilidades y la mecanización,
etc. Refiriéndose a Marx, Popper asegura que aunque la opinión de
aquel podría haberse justificado en su época, “como profecía ha
sido refutada por la experiencia posterior” 9.
Tomasini señala que lo que la
experiencia ha refutado invariablemente ha sido esta idea de Popper
acerca del pleno empleo. Ni los Estados Unidos ni otro país
capitalista ha conseguido, nunca, eliminar la desocupación. El
“ejército
industrial de reserva” es un concepto desarrollado por Marx
10
referido a la existencia estructural, en las sociedades capitalistas,
de una parte de la población que resulta excedentaria como fuerza de
trabajo para las necesidades de la acumulación del capital: un
ejército de desocupados permanente que hace a la esencia de dicha
acumulación y por ende no puede ser eliminado. De hecho la
desocupación no es casual sino uno de los problemas más graves del
mundo actual. En la época de Marx las máquinas desplazaron a muchos
trabajadores y en la actualidad ese papel lo cumple la informática y
la robotización. Las tendencias que se dan en el siglo XIX, en el XX
y en el XXI confirman el acierto del marxismo y la quiebra de las
concepciones popperianas.
Eclipse de los escuderos fraudulentos
- El filósofo mexicano analiza las razones por las que el libro de
Popper, a pesar de su carácter equívoco, tendencioso, superficial e
inocultablemente mal intencionado, disfrutó de un auge importante en
las últimas décadas del S. XX y más allá del fin de la Guerra
Fría. Tomasini explica que La Sociedad Abierta y sus Enemigos
es “un libro contextual” “por lo que modificadas las
circunstancias de gestación su importancia tenía inevitablemente
que disminuir” (...) “Nadie discute las tesis de Popper sobre
Platón o sobre Marx”. Su éxito transitorio se debió al contexto
histórico- político de la Guerra Fría. Estados Unidos y sus
aliados necesitaban una obra política de tipo semejante y Popper,
inicialmente rechazado por ellos, se prestó a escribirla en su
refugio neozelandés para asegurarse “un retorno triunfal” al
mundo académico.
El precio que pagó el vienés por esas
palmas y patacones fue el de haberse convertido él mismo en un
“filósofo contextual” cuya gravitación se esfumó gradualmente
aún en vida cuando uno de los bloques enfrentados en la Guerra Fría
desapareció. El objetivo político de la crítica al marxismo se
cumplió parcialmente pues como advierte Tomasini “causó mucho
daño en ciertos sectores progresistas de la inteligencia mundial”.
Quienes creyeron que las credenciales
tempranas de Popper como autor de La Lógica de la Investigación
Científica11
le daban a su actuación como escudero de la Guerra Fría el aire de
un debate académico entre intelectuales, no solamente fueron
engañados sino que muchos tomaron distancia del marxismo, volvieron
sus arrepentidos ojos hacia los llamados posmodernos y a otra
categoría de propagandistas del más rancio conservadurismo como
Francis Fukuyama.
El mundo siguió cambiando rápidamente,
el socialismo real se derrumbó, el capitalismo y en particular el
imperialismo entró en una nueva fase pero ninguno de los grandes
desafíos que enfrenta la humanidad encontró solución. Por el
contrario, la violencia, la explotación, la desigualdad, el hambre,
las enfermedades, la desocupación, la contaminación y depredación
del medio ambiente, las guerras y desplazamientos de población se
han multiplicado. La falsedad de Popper es inocultable, su fraude
intelectual ha quedado al descubierto. Pero la dinámica del siglo
XXI sigue haciendo que otros escuderos muerdan el polvo, como es el
caso prototípico de Fukuyama 12.
Ishihiro Francis Fukuyama, un politólogo
nacido en los EUA de padres japoneses, sostenía que la historia,
como lucha de ideologías, había terminado, con un mundo basado en
la democracia liberal que se ha impuesto tras el fin de la Guerra
Fría con la caída del comunismo. Esto ha dado origen al llamado
pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido
sustituidas por la economía. Estados Unidos es la única realización
posible de una sociedad sin clases. En palabras de Fukuyama: “El
fin de la historia significaría el fin de las guerras y las
revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a
través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas
en ese tipo de batallas”.
Fukuyama plantea un idealismo
típicamente hegeliano, pero a diferencia de Hegel no defiende al
estado prusiano sino que lo reemplaza por el gobierno de los Estados
Unidos, ignora el caracter histórico de los imperios y que un
pseudoanálisis de la ideología capitalista al considerarla como una
pulsión natural y no como un producto del sistema. Como Popper al
comienzo de la Guerra Fría, Fukuyama es el escudero del final de la
misma y como el primero intentó refutar al materialismo histórico
justificando la evolución de las condiciones materiales de
existencia del pueblo soviético y chino como un ejemplo de triunfo
de la economía de mercado. También culpó a "un marxismo
actualizado" (el de la URSS) de querer conducir al "apocalipsis
definitivo de la guerra nuclear".
Como Popper, la estrella de Fukuyama se
ha eclipsado, tal vez más rápidamente que la del vienés. El
politólogo estadounidense fue uno de los principales promotores de
los llamados neoconservadores y un belicista declarado que azuzó a
los gobiernos de su país para que desataran las guerras en el Golfo
Pérsico pero ahora está tomando distancia y dice que ya no soporta
a sus compinches neoconservadores: “Neoconservatism has evolved
into something I can no longer support” (El neoconservadurismo
ha evolucionado en algo que ya no puedo apoyar). Su discrepancia –
afirma - radica en el unilateralismo que está practicando la
política estadounidense y en la acción política en el Medio
Oriente.
1En
sus trabajos en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la
UNAM, el Dr. Alejandro Tomasini se ha centrado en las obras de
Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein. Los párrafos siguientes se
apoyan en su ensayo “Karl Popper y el Marxismo: somera revisión
de un gran fraude intelectual” al que se accede en
www.filosoficas.unam.mx/~tomasini/ENSAYOS.
Se trata de un capítulo del libro Tomasini Bassols, Alejandro
(2008) Discusiones filosóficas. Plaza y Valdés: México.
2Popper,
Karl (1967) La Sociedad Abierta y sus Enemigos, vols. I (“el
influjo de Platón” y II (“La pleamar de la profecía”).
Buenos Aires; Paidós. Esta fue la edición que impactó en el Río
de la Plata desde fines de los sesenta hasta los ochenta del siglo
pasado, aunque la versión original en inglés no encontró editor
en los Estados Unidos y fue publicada en Londres en 1946, para bien
o para mal, es la obra por la que será recordado.
3Marx,
Karl (1974) Prólogo a la Primera Edición de El Capital.
Traducción de Wenceslao Roces. México: Fondo de Cultura Económica
(p.xv).
4La
concepción kantiana de los argumentos a priori establece que
son aquellos que no tienen su fundamento en la experiencia
sino en el ejercicio de la razón pura.
Popper, un hábil
manipulador de los textos, se agarra de una frase descontextualizada
y despacha el asunto con su escolástico
golpe de galera.
5Tomasini
Bassols, Alejandro (2008) “Karl Popper y el Marxismo: somera
revisión de un gran fraude intelectual”. En: Discusiones
filosóficas. Plaza y Valdés: México. Asequible en:
www.filosoficas.unam.mx/~tomasini/ENSAYOS
6Recordemos
que Popper se vanagloriaba de haber refutado a los positivistas
lógicos de Círculo de Viena y a Ludwig Wittgenstein a quien había
enfrentado en Inglaterra.
7El
historicismo es una
tendencia del idealismo filosófico y del liberalismo del siglo XIX
que considera que toda la realidad es producto de un devenir
histórico. Concibe al ser esencialmente como un proceso temporal
que no puede ser captado por la razón. Según el historicismo, la
filosofía es un complemento de la historia.
8Estos
asuntos se siguen discutiendo en filosofía de la ciencia y el
problema de la “demarcación” popperiana está bastante revisado
como lo veremos, en un futuro, cuando abordemos las críticas del
vienés al psicoanálisis y la obra de Pigliucci, Massimo y Marteen
Boudry (comps.) (2013) Philosophy of Pseudoscience. Reconsidering
the Demarcation Problem. The University of Chicago Press:
Chicago.
9Popper,
Karl (1967) La Sociedad Abierta y sus enemigos, tomo II, p. 249.
10
Marx, Karl (
1867
)”Producción
progresiva de una superpoblación o de un ejército industrial de
reserva”. El
Capital:
crítica de la economía política, Vol.
I, Cap. XXIII.
Pgr. 3: 532-542.
México: Fondo de
Cultura Económica.
Marx dice que el
ejército industrial de reserva le brinda al capital “el material
humano, dispuesto siempre a ser explotado en la medida en que lo
reclamen sus necesidades variables
de explotación e independiente, además, de los límites que pueda
oponer al aumento real de la población” (p.535).
11Recordar
que la Logik der Forschung apareció
originalmente en Viena, por capítulos, a
principios de la década de 1930 y fue reescrito por Popper en 1934,
traducido por él al inglés en 1959 y traducido al español en
1962.
12Precisamente
en 1992, dos años antes de que Karl Popper falleciera en su
residencia de East Croydon (el 17/9/94), se publicó The End of
History and the Last Man del politólogo estadounidense Francis
Fukuyama. La edición en español El Fin de la Historia y el
último hombre la efectuó Planeta en 1994.
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