DE
AUTOCONVOCADOS NADA
Lic. Fernando Britos V.
Muchos y autorizados análisis se han efectuado sobre la
situación del agro, la movilización de los llamados autoconvocados, las
soluciones que pretenden y las que se buscan, las medidas que puede tomar el
gobierno, los objetivos de la movilización y sus alcances, las expectativas que
despiertan pero, ahora, hay que volver a Mafalda. El personaje de Quino decía
durante las épocas de la feroz dictadura argentina: “los diarios no existen ...
la mitad de las cosas que pasan no las dicen y la otra mitad es mentira”.
Vamos a detenernos en procedimientos de los grandes medios
de comunicación y en el plan de manipulación desinformativa que se ha venido
desarrollando.
1) El nombre y las
consignas cambiantes – La denominación “autoconvocados” procura
resaltar la presunta espontaneidad de las movilizaciones, su carácter
popular, su masividad y sobre todo su homogeneidad y presunto
apoliticismo.
Autoconvocados o sea el hecho que se hubieran convocado
espontánea y empáticamente es absoluta y visiblemente falso: se trata de un
salto en calidad, desde el irresponsable y seguro anonimato de las llamadas
redes sociales (facebook, twitter, etc.) - donde se puede largar cualquier
bolazo, insulto o atizamiento del odio – hacia el uso intensivo de la artillería
pesada, en especial de los canales de televisión, actuando en batería, es decir
no en base a disparos de piezas aisladas (informativos y flashes) sino
empleando todo tipo de de programas y armando verdaderas cadenas de los
poderosos medios privados para trasmitir “en directo” como lo intentaron el 23
de enero para conseguir el “fuego de saturación”.
Naturalmente ese tipo de despliegue requiere un grado de
organización y financiación que nada tiene de espontáneo. Son movimientos bien
planificados con mucha antelación y detalle, dotados de medios económicos
abundantes (mover gente y equipos, disponer movileros por todos lados,
concertar entrevistas, editar y repetir imágenes, organizar campamentos,
contratar expertos, requiere mucho trabajo y hay que pagar, a veces para que
alguna gente vaya pero sobre todo para remunerar a los operadores). No es una
patriada sino una operación desestabilizadora que hace caudal de la experiencia
de los piqueteros argentinos, de los caceroleos de señoras conchetas y de otros
operativos semejantes organizados por provocadores y manipuladores
profesionales como el ecuatoriano Durán Barba, asesor de Macri.
Los uruguayos, en general, tenemos experiencia respecto a lo
que cuesta y demanda mantener una “protesta” como la que sufrimos por el corte
de los puentes internacionales, especialmente por los piqueteros de
Gualeguaychú; manipulados, retribuidos, mantenidos y alimentados por los
oscuros intereses opuestos a la instalación de la planta de celulosa en Fray
Bentos. Seguramente entre los manifestantes acampados en la carretera había
algunas personas aterrorizadas por los falsos ecologistas que sacudían el
fantasma de la contaminación y el cáncer pero el movimiento en si era
verdaderamente una operación política destinada a conseguir a cualquier costo
que la planta se instalase en la Argentina o, por lo menos, evitar que
funcionase en nuestro país.
Entre los tiburones siempre nadan los pequeños peces, los
verdaderos productores pequeños y medianos que en algún caso han sido
manipulados o inducidos a creer que las causas de su situación y sobre todo las
soluciones que necesitan son las que promueven los insaciables escualos, los
voraces latifundistas, los intermediarios, los especuladores, los grandes
patrones que muchas veces son también diputados, senadores e intendentes del
Partido Nacional (de ejemplo basta un botón pero hay varios como ese senador
fogonero que arrienda 300 hectáreas del Instituto Nacional de Colonización, un
patrón que no las trabaja nunca con sus propias manos). Los que esgrimen “un
solo Uruguay” como consigna saben que el único país que les interesa es el de
su propiedad, el de su riqueza.
A esta altura lo de la homogeneidad de la movilización es
una consigna de segunda generación porque antes se había promovido otra
rencorosa y fementida: “primero el campo”, “el campo le da de comer al país”,
“el campo produce para los vagos de la ciudad”, “el campo se cansó”, etc.
Todavía hay carteles con ese tipo de consignas pero los organizadores han hecho
un visible esfuerzo para encuadrarlas porque la discriminación de la ciudad,
viejo tema, mostraba demasiado la hilacha de la oligarquía vacuna, su desprecio
por los trabajadores y los jubilados, su odio xenófobo, su adoración por las
dictaduras que siempre han sido promovidas por las gremiales patronales.
Últimamente la consigna central, fuertemente contradictoria,
típicamente macrista, neoliberal, es la de “reducir el costo del Estado” lo
cual entraña varias paradojas. En primer lugar, si en el costo del Estado se
considera, como ellos lo hacen, según la cantidad de empleados públicos (que
siempre han sido objeto del odio y el desprecio de la derecha) se están
metiendo en un lío porque el 70% de los cargos políticos de particular
confianza se radican en las Intendencias Municipales en manos de los blancos y
la cantidad de funcionarios municipales son la base del sistema clientelista y
corrupto de esas Intendencias.
Los grandes medios de comunicación han pasado agachados ante
los escándalos que, ahora mismo, se están produciendo, con total impunidad, en
las principales intendencias municipales gobernadas por el Partido Nacional y
el hecho de que en muchas de ellas nueve de cada diez funcionarios sean
contratados a dedo y en forma precaria: en Soriano un intendente-empresario,
librador de cheques sin fondos, que se enriquecía vendiendo nafta al municipio
desde sus propias estaciones de servicio; en Lavalleja una Intendente que
aumentó en un promedio superior al 30% el sueldo de sus decenas de cargos de
confianza, incluyendo un 57% a su esposo que es, al mismo tiempo, su
subordinado en la comuna; en Cerro Largo un Intendente que ingresa a dedo, sin
concurso y violando la ley, a más de doscientos funcionarios. Además, como se
sienten incluidos en los reclamos de los movilizados, estos Intendentes ofrecen
ridículas medidas de “disminución del gasto”, la venta de un auto viejo, por
ejemplo, para limpiar tajamares.
Entre los pequeños y medianos productores efectivamente hay
cierto grado de espontaneidad y desde luego un aporte genuino, no solamente de
preocupaciones sino de su tiempo y su dinero porque para responder a esas
convocatorias hay que dejar de trabajar, llevar o mandar vehículos y aportar
víveres. Esa parte no la pagan los ricos patrones, los dueños de los medios y
los asesores extranjeros que han diseñado la ofensiva.
El carácter popular, es decir amplio e inclusivo, se ha
pretendido resumir en consignas muchas veces vagas y contradictorias que, como
es lógico, están en el banco de pruebas y han ido cambiando. La apelación al
nacionalismo siempre es redituable para ocultar la finalidad fundamentalmente
política de la movilización. La masividad es de boquilla, en los hechos no hay
masas (excepto alguna de confitería) en las movilizaciones.
El negocio de la venta de banderas y el himno nacional entre
mate, tortas fritas, choripán y asado sirve para disimular las cosas que no
dicen los manoseadores de la patria y para crear cierto clima de camaradería
entre los participantes, clima que corre el riesgo de desaparecer apenas se
apague el fogón y termine la reunión, cuando aparezca la fea cara del odio -
que se dispensa abiertamente por las redes - contra las políticas sociales para
los más desfavorecidos, menospreciando el apaleamiento de peones, promoviendo
el rechazo a las ocho horas y derechos elementales en el trabajo rural y la
ausencia ocultada o maquillada de los excluidos, de los trabajadores rurales,
los peones y capataces, los maquinistas, los zafreros, los choferes, que
raramente se encuentran en esas congregaciones de patrones.
La ventaja de la imagen sobre el discurso, para detectar la
falta de carácter popular e inclusivo de las congregaciones, es que muestra
cosas difíciles de disfrazar. Está claro que en Durazno se reunió todo tipo de
gente de trabajo, pero hay trabajos y trabajos, propietarios y arrendatarios,
presentes y ausentistas, y eso se nota porque no estamos en la escuela pública
donde la túnica nos uniformiza democráticamente sino en un sitio donde los
poderosos, casi que inevitablemente, tienden a exhibir los símbolos de su
poderío, en su atuendo, en su vehículo, en sus prendas.
Hablando de popular y aunque es un indicador poco relevante
en cuanto a la legitimidad de los reclamos - muchos de los cuales son, como se
sabe, totalmente justos (y no necesariamente acertados) - es innegable que el
vehículo popular por excelencia, en todo el país, ha dejado de ser la bicicleta
y ha pasado a ser la moto. Por eso, cuando La República tituló con elocuentes
fotos panorámicas, el 24 de enero, “Muchos autos… Poca gente” (o algo así) se
acabaron los drones. Efectivamente había unos miles de vehículos privados,
herramientas de trabajo 4x4, casi ninguna moto y poquísimos ómnibus colectivos.
Por ende, poca gente en general y sobre todo poca, muy poca gente de a pie.
Si en lugar de mirar a los presentes se contempla el
entorno, los manejadores de la movilización, aparece más claramente el objetivo
político de todo lo organizado: derrotar al Frente Amplio a cualquier costo,
liquidar las conquistas en cuanto a equidad social, salud y bienestar, pasarle
la factura a los trabajadores, a los jubilados, a los pequeños y medianos
comerciantes y productores. ANDEBU, la gremial de los grandes medios de
comunicación, la prensa de derechas, la cámara inmobiliaria de Punta del Este,
no solamente no son populares sino que son anti populares por vocación y
tradición.
2) Bajame el dron y
cerrame las tomas - Los canales
privados de televisión han jugado el papel de puntas de lanza en la premeditada
operación mediática de los llamados autoconvocados. Su primer acto se llevó a
cabo en el centro del país, en unos campos cerca de la ciudad de Durazno, el
pasado 23 de enero. En los días previos, todos los programas de esos canales
privados se dedicaron a promover “la gran convocatoria”, presentadores y
presentadoras de todo tipo de espacios, desde modas a informativos pasando por
los talk-shows y programas varios, hablaban de cientos de miles
de asistentes, recomendaban llegar temprano en la mañana, anunciaban decenas de
caravanas de vehículos que partirían desde todos los rincones del país.
Las imágenes previas eran, invariablemente, reproducciones
de caravanas de vehículos, con amplia predominancia de flamantes camionetas 4x4
doble cabina y algunos tractores, cosechadoras y palas mecánicas tan
relucientes que parecían provenir directamente de los establecimientos de venta
de maquinaria. Después los dueños de esos establecimientos reconocieron que
apoyaban los desfiles y que habían mandado a sus empleados a sacar las máquinas
para acompañar a sus clientes movilizados.
Sensibles a las críticas que se sintieron acerca de la
exhibición de vehículos nuevos, los editores de imágenes hicieron famosa una
toma, repetida hasta el hartazgo en todos los canales, donde la caravana
aparecía encabezada por un viejo tractor rojizo, un cacharro voluntarioso que
aparecía enfocado en primer plano, marchando a buen paso y detrás, desenfocados
y embanderados, 40 o 50 vehículos diversos.
La hora prevista para la lectura de la proclama, que se
planteaba como central eran las 16. El día era caluroso, con un sol de
justicia, y el predio estaba dividido en dos campos separados por un camino. En
el predio más grande se estacionaban los vehículos y en el otro, bordeado de
eucaliptus, se concentraría el público. En un extremo se había montado un
estrado, las instalaciones de amplificación sonora y algunos puestos de venta
de bebidas y alimentos. Desde temprano los equipos de las televisoras estaban
trasmitiendo. Todos anunciaron una trasmisión “en vivo y en directo”. Algún
dron se elevó y mostraba a las personas refugiadas a la sombra de los árboles y
en la distancia el otro predio de estacionamiento. Llegaron las 16 horas y
todos los movileros se dedicaron a decir que “había 50.000 personas”, “que
había un retraso porque las docenas de caravanas que se dirigían al predio
congestionaron las rutas”.
Llegada la hora prevista los organizadores invitaron a los
presentes a salir de la sombra mientras trataban de ganar tiempo con la
actuación de músicos y anuncios acerca de las caravanas que llegarían, que ya
estaban cerca, bla, bla. Los drones se elevaban nuevamente y se veía que no
llegaban los anunciados. Todo se dilató por un par de horas y las imágenes
aéreas en el momento de mayor asistencia mostraron que las expectativas de los
organizadores no se habían cumplido.
En el momento de mayor asistencia y utilizando las imágenes
de un dron que abarcaba todo el predio y sus alrededores, un astrónomo aplicó
el método utilizado para medir puntos de luz y calculó con un margen de
corrección muy elevado que los asistentes sumaban poco más de 4.800 personas.
Otra medición, sobre las mismas imágenes, llevadas a cabo mediante
reticulación, similar a la empleada en laboratorios, arrojó guarismos similares.
Aunque la cantidad de asistentes no fuese una expresión del
respaldo popular que recibieron los reclamos, produjo un inmediato ajuste en el
manejo de las imágenes por parte de los expertos. Desde ese momento el uso de
drones cambió radicalmente: se abandonaron los planos cenitales, es decir las
tomas desde gran altura y en cambio las tomas aéreas pasaron a ser, en el mejor
de los casos, de escalera (a una altura de pocos metros), apuntando al
horizonte. De este modo, la concentración de público que presentaba grandes
huecos o distancias considerables entre grupos de gente aparecía más tupida e
impedía cualquier tipo de contabilización. Estas tomas que “llenan el ojo” pero
son engañosas se generalizaron inmediatamente y después se repitieron durante varios
días acompañado declaraciones reiteradas diciendo que “se habían reunido 50.000
personas” (ese fue el número fijado como consigna).
La otra técnica muy popular para mostrar aglomeraciones
donde no las hay o para “aumentar” el público es la de cerrar las tomas. Nada
de planos abiertos, panorámicos, la imagen se cierra y enfoca sobre el movilero
y su interlocutor, detrás pueden verse banderas y personas pero nunca es
posible hacerse la idea de la cantidad de gente o su actitud. Además, se
generalizó la reiteración de unas pocas tomas seleccionadas o editadas de modo
que, en adelante, nunca fuera posible discernir si se trataba de asistentes al
acto de Durazno, de paseos preparatorios por las rutas o de nuevos actos
locales.
Estas técnicas elementales y los patéticos esfuerzos de
algunos movileros y conductores de programas por acomodar con palabras lo poco
que mostraban las imágenes fueron la confesión más nítida de la decepción que
produjo la escasa convocatoria. La lección fue bien aprendida para el segundo
paso de la movilización programada: la “vigilia” del 31 de enero al 1º de
febrero.
Los organizadores no se volverían a someter a un papelón o
decepción como el que sufrieron el 23 de enero, con un esfuerzo enorme, una
inversión seguramente muy importante, con la mayoría de los medios de
comunicación comprometidos en la operación, con las llamadas redes sociales a
toda manija, con adhesiones de todo tipo. La montaña parió un ratón.
El segundo paso, que debía estar previsto con mucha
antelación, se transformó en una serie de pequeñas concentraciones locales,
vigilias les llamaron, aunque alguien las calificó acertadamente como
“pijamadas” o fogones. Los organizadores anunciaron antes más de 200 de esas
reuniones en todo el país y el 1º de febrero ya hablaron de “más de 300” aunque
naturalmente esas cifras no se pueden sostener, seguramente son falsas.
Posiblemente las reuniones no hayan pasado de 60 y el total de vigilantes
nuevamente y en el mejor de los casos, no habría superado las cuatro o cinco
mil personas.
Se había establecido que las concentraciones debían
mantenerse desde el mediodía del 31 hasta las 18 horas del 1º pero la enorme
mayoría se desarrollaron en la noche y no alcanzaron al amanecer siguiente. Los
canales privados movilizaron a todos sus corresponsales y equipos en el
interior del país, mandaron a sus “periodistas estrella” a alguna de las
vigilias para utilizar el prestigio o reconocimiento de estos y no se emplearon
drones ni planos abiertos o tomas panorámicas. Se practicó invariablemente la
imagen intimista, el diálogo, la entrevista amable cara a cara, al amor del
fuego, con el mate, las tortas fritas, y la parrilla con corderos y chorizos.
Por excepción se escaparon algunas imágenes un poco más
abiertas cuando se cumplió la consigna de cantar el himno nacional, cosa que se
produjo a las 20 horas. Allí se vieron concentraciones de 15 o 20 personas y
las más grandes de 50 o 60. En este caso, el énfasis de la movilización,
pacífica por demás, parece haberse efectuado en la presencia de grandes y
flamantes camiones (naturalmente sin carga) y maquinaria colocados fuera de los
márgenes de la carretera.
3) El discurso de los
patrones y los que les levantan centros – Desde el punto de vista de los
manipuladores mediáticos el discurso y la imagen deben complementarse para
cumplir sus objetivos políticos. De la misma manera que las imágenes pueden
ocultar la realidad o mostrarse como posverdades, los discursos son tan
importantes por lo que presentan como por lo que esconden.
Está claro que el discurso de los grandes patrones, de la
derecha política es antagónico al de la izquierda, al del gobierno elegido
democráticamente, en general. En realidad no existen dos modelos de país o en
todo caso existe el modelo de desarrollo con justicia social y redistribución
de la riqueza que el Frente Amplio viene aplicando exitosamente desde el 2005 y
el “retorno al pasado”, el reino del privilegio, la corrupción y la riqueza
que, con matices para la tribuna es lo que plantean blancos y colorados.
Los ejemplos de lo que se proponen están ahí al lado. Ellos
los admiran y lo que es peor están dispuestos a imitarlos a cualquier costo,
desean contratar o han contratado ya a los asesores que guían la políticas del
neoliberalismo salvaje. Son esencialmente anti democráticos, están dispuestos a
jugar sucio, a renunciar a los principios republicanos, a la solidaridad y la
convivencia. Son partidarios de aliarse con cualquiera para cualquier cosa, no
tienen principios sino intereses puros y duros, como Macri, como Temer.
En un país democrático se puede y se debe desarrollar
movilizaciones para reclamar soluciones. Esto no solamente es lícito sino
necesario pero hay un sitio por donde pasan ciertos límites, en el discurso y
en la imagen. Estos límites están dados por el respeto hacia los demás
(“respete si quiere que lo respeten”), por el respeto hacia la libertad que no
puede ser bastardeado por el odio y la agresión.
En este movilización veraniega, además del odio reaccionario
que resuman las redes y las falsedades y canalladas impunes (fotos trucadas del
Presidente, acusaciones falsas contra Fernando Lorenzo por presunto uso de auto
oficial, fotos de Woodstock haciéndolas pasar por las de Durazno) ya hay
declaraciones públicas del tipo “si tiene que haber sangre, la habrá” (y el
responsable tan campante) y carteles que resuman resentimiento y bravuconería (una cosa es el
enojo y otra el insulto). Por ahora son expresiones aparentemente aisladas pero
hay aspectos del discurso de los organizadores y principales voceros que llevan
a pensar que nada los conformará.
El gobierno actuó rápidamente disponiendo algunas medidas
para aliviar, en forma primaria, la situación de los sectores más afectados
(lechería, arroceros, granjeros) y llamó al diálogo, a trabajar respetando la
institucionalidad, para concretar otras medidas. Sin embargo, parece que a los
promotores de la movilización no les interesa el diálogo ni lo que ya se ha
hecho para contemplar a diversos sectores de productores. Nada les alcanza. Nada
les satisface, juegan una partida de suma cero, es decir al todo o nada, como
si con un país se pudiera jugar en esa forma como lo hace Temer en Brasil y
Macri en la Argentina. Ellos ganan y los demás pierden.
Por eso en el discurso, la plataforma del 23 de enero se ha
ido desdibujando porque, en primer lugar, no hay medidas que sirvan a todos los
talles. La agropecuaria es compleja y sobre todo las distintas clases que se
mueven en torno al agro tienen intereses distintos y muchas veces enfrentados.
La Asociación Rural siempre ha sido enemiga de los pequeños y medianos
productores e invariable defensora de los poderosos, de los grandes intereses
nacionales e internacionales y contraria a la justicia social y la equidad.
Algo parecido pasa con las cámaras empresariales y que decir de las
inmobiliarias de Punta del Este.
La plataforma de esta movilización ha sido analizada con
justeza y claridad por distintos especialistas, no hay más que remitirse a
Ernesto Agazzi o Constanza Moreira. Cualquier observador percibe que no existe
un discurso único, una verdad revelada y polivalente. Cuando determinados
voceros rechazan las propuestas del gobierno, las declaran inservibles,
renuncian al diálogo y anuncian una escalada de medidas, se demuestra que más
allá del aumento artificial del dólar, la rebaja de los combustibles (para
ellos), el achique del Estado y la rebaja o no pago de impuestos, hay otra
orden del día netamente política y anti democrática. Están haciendo un esfuerzo
desesperado para quebrar al gobierno y los poderosos que tienen la batuta están
dispuestos a cualquier cosa para conseguirlo.
El discurso de los patrones no es novedoso. Son los
inventores del “está todo mal”, del reclamo insaciable y del ocultamiento de
sus ganancias. Son los reyes de la impunidad. Ahora es llamativo otro fenómeno
común del que se han favorecido los ricos: algunos periodistas se afanan en
“ayudarlos” a hilvanar un discurso netamente comprometido con las consignas centrales
de la movilización. Entre estas: “todos
los sectores ligados al agro están igualmente afectados”, “el gobierno no
entiende al agro”, “las medidas no sirven”, “el agro es todo”, “los impuestos
son excesivos”, “el Estado es gordo y las empresas pobres”.
En general los desinformativos están marcadamente sesgados.
Cuando se haga una medición precisa se sabrá cuantas veces más tiempo se dedica
a recoger machaconamente las reclamaciones de los productores, los
transportistas, los inmobiliarios, los rematadores, los economistas y agrónomos
funcionales a los grandes patrones, los vendedores de maquinaria e incluso de
sectores parasitarios que viven de la intermediación, que las declaraciones del
Presidente, de Ministros y de expertos que discrepan con la linea fijada por
los organizadores en la trastienda de la movilización.
De todas maneras, el papel más evidente lo juegan algunos
periodistas, movileros, que buscan entrevistas, simulando una especie de
muestreo de dirigentes locales y participantes, y hacen preguntas que ponen
palabras en boca de sus interlocutores, sugieren respuestas, recuerdan temas
que el declarante pueda haber olvidado. Las grabaciones de estas tenidas serán
piezas de estudio sobre lo que un periodista no debe hacer al transformarse en
un vehículo servil y complaciente de jugadas rastreras.
Sus silencios su falta de una mínima capacidad crítica - que
algunos consideran disculpable porque si la desarrollaran perderían el empleo –
no justifica su falta de curiosidad ni sus silencios. Por eso, siempre se
muestran dispuestos a recordar los horrores del déficit fiscal pero se hacen
los distraídos respecto al crecimiento sostenido de la economía uruguaya o a la
terrible sangría que representan las pingües y privilegiadas jubilaciones de
los oficiales de las fuerzas armadas que le costaron al erario público en el
2017 la friolera de 550 millones de dólares.
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