sábado, 13 de diciembre de 2014

LOS PSICÓLOGOS Y LAS TORTURAS




¿Porqué no habría habido torturas sin los psicólogos?[1]

Las mayores organizaciones de médicos, psiquiatras y enfermeras determinaron que sus obligaciones éticas prohibían a sus miembros la participación en estos interrogatorios, por ende ¿qué estaba hacienda la Asociación Psicológica Americana?

Gracias a las revelaciones en el reciente informe del Comité Senatorial sobre Inteligencia, ahora es ampliamente conocido que el programa de torturas de la CIA fue creado, supervisado e implantado por dos psicólogos clínicos – James Mitchell y Bruce Jessen – a quienes se les pagaron millones de dólares por sus esfuerzos.
Menos conocido es el hecho que la operación de torturas de la administración Bush, tanto de la CIA como del Pentágono – en “agujeros negros” y en Guantánamo – fue diseñada y supervisada fundamentalmente por psicólogos clínicos. Estos psicólogos emplearon sus conocimientos del funcionamiento de la mente humana y las investigaciones sobre el “control mental”, para producir “indefensión aprendida”[3] y “debilidad, dependencia y temor” que apuntan a destruir las mentes de los detenidos con la esperanza de que podría obtenerse de ese quebranto “inteligencia operativa” e “información sobre amenazas críticas”.
Los psicólogos resultaron vitales para el programa de torturas por una razón adicional: la Oficina de Asesoría Legal (OAL) del Departamento de Justicia de los EUA había determinado que la presencia de psicólogos y médicos , monitoreando el estado y las condiciones de los prisioneros torturados , brindaría protección a los jerarcas de la CIA y la administración Bush contra demandas potenciales por las torturas. Más tarde, la OAL aplicó las mismas reglas al “programa de interrogatorios potenciados o mejorados” (“enhanced interrogation program”)  del Departamento de Defensa, el que de acuerdo con una investigación del Comité Senatorial de Servicios Armados, fue creado y supervisado por un equipo dirigido por un psicólogo clínico y en adelante exclusivamente supervisado por psicólogos clínicos.
Sin embargo, este escándalo no ha sido totalmente expuesto ni se ha concluido. Parece que para que los psicólogos fueran capaces de hacer la tarea para la administración Bush y supervisar la tortura de los detenidos, requirieron no solamente indemnizaciones para cubrirse de futuras demandas judiciales (a Mitchell y Jessen, la CIA les prometió 5 millones de dólares como “fondo para financiar su defensa”) sino que también exigieron indemnizaciones de otra fuente, de una autoridad superior si se quiere. Los profesionales médicos están atados a sus respectivos códigos de ética. Los psicólogos involucrados en las “técnicas de interrogatorio potenciadas” (“enhanced interrogation techniques”) – lo que la mayoría de nosotros denomina tortura – estaban preocupados por la posibilidad de ser acusados por violaciones éticas.
Si fueran encontrados culpables de violaciones éticas, estos psicólogos podrían perder  la habilitación para el ejercicio de su profesión y en ese caso, de acuerdo con los reglamentos de la CIA y del Departamento de Defensa, podrían perder sus puestos y su capacidad para trabajos profesionales en el futuro. Lo mismo sucede ahora en la medida en que el monitoreo sigue siendo un component esencial del apoyo de la administración Obama al nuevo Manual de Operaciones del Ejército, con su propio conjunto de “técnicas de interrogatorio mejoradas”.
Las recientes revelaciones de James Risen[4] en su nuevo libro  Pay Any Price: Greed, Power, and Endless Waragregan una nueva dimensión a esta historia: parece que los miembros principales de la Asociación Psicológica Americana, la mayor organización de psicólogos del mundo, se confabuló con psicólogos de los organismos de seguridad nacional de la CIA, el Pentágono y la Casa Blanca, para adaptar las disposiciones de ética de la APA de modo que se compadecieran con las necesidades de los psicólogos interrogadores.
En este momento, la APA bajo una enorme presión generada por las revelaciones de Risen, se ha avenido a someterse a una investigación independiente que será conducida por David Hoffman, un antiguo inspector general y fiscal federal. Todo parece indicar que se tratará de una rara oportunidad para escudriñar el interior del mundo secreto de la confabulación entre la APA y la contrainteligencia. La APA parece haber actuado en colusión con la CIA para que las reglamentaciones de la ética profesional puedan permitir la tortura.
Risen basó sus acusaciones en correos electrónicos que fueron encontrados en la computadora personal de Scott Gerwehr, un investigador de la Corporación Rand y según parece consultor de la CIA, que se mató en un accidente motociclístico en el 2008. Gerwehr había establecido una estrecha colaboración funcional con un grupo de “psicólogos de seguridad nacional que tenían influencia sobre el escenario de instituciones claves por todo Washington”.
Entre ellos estaba Susan Brandon, consultora sobre ciencias de la conducta de la Casa Blanca en la administración Bush (ahora es científica en jefe sobre interrogatorios para la administración de Obama) y Kirk Hubbard, el jefe de los científicos conductistas de la CIA, que ha admitido públicamente que fue él quien trajo a Mitchell y a Jessen a la agencia para diseñar su programa “interrogatorios mejorados”.
Brandon, Hubbard, Gerwehr y Geoff Mumford (el director de política científica de la APA) venían trabajando juntos desde muy poco después que los ataques del 11 de setiembre conjuntaran a psicólogos investigadores con psicólogos operativos para colaborar en asuntos relativos a interrogatorios de seguridad nacional  y a la investigación sobre dichos interrogatorios. Mitchell y Jessen figuraron entre los operativos presentes en esas reuniones a las cuales se asistía exclusivamente por invitación. En julio del 2004, meses antes que tomara estado público el papel de los psicólogos en la tortura cuando un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja sobre Guantánamo se filtrara a The New York Times, Hubbard, Gerwehr y personal de la CIA y del Pentágono fueron invitados por Mumford y el director de ética de la APA, Stephen Behnke, a una reunión secreta.
Públicamente la APA había manifestado en varios sitios que el encuentro era para evaluar desafíos que enfrentaban las investigaciones legales domésticas. Sin embargo, el verdadero objetivo, de acuerdo con los correos electrónicos obtenidos por Risen, era “reunir a gente que tenía interés en interrogatorios de seguridad nacional”, preguntar a los individuos involucrados en ese trabajo cuales eran los asuntos relevantes y suministrar orientaciones sobre las cuestiones éticas que podrían surgir en relación con dichos interrogatorios: se trataba de los mismos nauseabundos interrogatorios descritos en el informe del Senado.
Podríamos colegir algunas de las motivaciones inmediatas para la convocatoria de esta reunión a partir de la información desvelada esta semana en el informe del Comité del Senado. El informe cita una revisión del Inspector General de la CIA, fechada el 7 de mayo de 2004, que daba cuenta que los psicólogos de la CIA estaban planteando cuestiones de ética acerca de la forma en que Mitchell y Jessen desarrollaban los interrogatorios: “los psicólogos objetaban el empleo de psicólogos en el campo como interrogadores y planteaban conflictos de intereses y preocupaciones éticas. Según la información, las cuestiones se sustentaban en la preocupación que los psicólogos de campo que estaban administrando  las técnicas “mejoradas” de la CIA, participaran en las evaluaciones asesorando sobre la eficacia y el impacto de las “técnicas de interrogatorio” sobre los detenidos. ¿No sería que esos temores fueran los mismos que impulsaron a Hubbard, Mumford y Behnke para hacer una tormenta de cerebros sobre la ética de la APA y la seguridad nacional?
Como resultado directo de esta reunión secreta Mumford y Behnke propusieron la creación de un grupo de trabajo (task force) para determinar los lineamientos éticos de la APA acerca de la participación de los psicólogos en los interrogatorios de seguridad nacional. El grupo de trabajo se reunió en junio del 2005 y decidió que “es consistente con el Código de Ética de la APA que los psicólogos sirvan como consultores en los interrogatorios y en los procedimientos para reunir información con propósitos relacionados con la seguridad nacional.
Al adoptar esta decisión la APA quedó sola entre las profesiones de la salud. Todas las otras grandes organizaciones nacionales de médicos, psiquiatras y enfermeras, establecieron que sus obligaciones éticas prohibían a sus miembros participar en esos interrogatorios. Pero la APA no solo concluyó que era ético que los psicólogos participaran sino que su dirigencia manifestó que la presencia de los psicólogos era necesaria para que los interrogatorios de seguridad nacional se mantuvieran “seguros, legales, éticos y efectivos”, un papel que las otras profesiones de la salud consideraban conflictivo, no ético e imposible de ser desempeñado responsablemente.  
            Desde hace tiempo los miembros de la APA sospechaban que el grupo de trabajo era un sello de goma de la CIA y el Departamento de Defensa para que sus políticas fueran aprobadas porque la mayoría de sus miembros fueron reclutados directamente en unidades de la CIA y del Pentágono que estaban involucradas en los interrogatorios de seguridad nacional y en la investigación sobre los mismos. Entonces solamente había evidencia circunstancial de que sus miembros habían sido elegidos para lo que aparecía como un hecho consumado orquestado por la CIA y el Departamento de Defensa.
            Con la publicación de los correos electrónicos de Gerwehr, Risen ha aportado la prueba del delito. Es indudable que ese intercambio de mensajes entre Mumford de la APA y Hubbard de la CIA, fue el que presionó a la APA para avenirse ahora a una investigación independiente. El 5 de julio del 2005 – el día en que el grupo de trabajo emitió su informe, Mumford le envió a Hubbard una copia del mismo y le escribió: “también deseo, en forma semi pública, reconocer su contribución personal… para hacer que este esfuerzo despegara … Sus puntos de vista estuvieron bien representados por los miembros, muy cuidadosamente seleccionados, del grupo de trabajo”. El mensaje continúa revelando que Susan Brandon había servido como “observadora” en la reunión del grupo de trabajo (los nombres de los observadores no se hicieron públicos) y ayudó a incluir algún lenguaje relativo a la investigación en el informe.
            Entonces Risen puso en evidencia otra bomba: en la época en que Mumford produjo su nota de agradecimiento, Hubbard se había retirado de la CIA y estaba trabajando para Mitchell Jessen and Associates, la compañía creada en el 2005 por los dos psicólogos con el propósito específico de venderle sus servicios a la CIA. Entre el 2005 y el 2009, la empresa recibió 81 millones de dólares de la CIA por esos servicios.
Desde que se libró el informe del grupo de trabajo, los miembros de la APA han luchado para rescindirlo y mantener a los psicólogos fuera de los interrogatorios. Sin embargo, cada vez que se propone o aprueba una política en este sentido, la dirigencia de la APA ha encontrado la forma de anular esos intentos. En el 2008, un grupo de miembros de la APA recurrió a la totalidad de los afiliados mediante un referéndum para prohibir que los psicólogos participaran en cualquier operación que violara la Convención de Ginebra o la Convención de las Naciones Unidas Contra la Tortura[5]. El referéndum obtuvo una amplia mayoría y en febrero del 2009 se transformó en una política oficial de la APA. Sin embargo, hasta la fecha la dirigencia de la APA se ha resistido a su puesta en práctica aduciendo que la Asociación no puede determinar cuando una política de seguridad nacional de los EUA viola una ley internacional. La APA se aferra a esta posición aún ante pronunciamientos del Comité de las Naciones Unidas Contra la Tortura, referidos por ejemplo al estatus ilegal de las detenciones indefinidas en Guantánamo.            
            Esperamos los resultados de una investigación independiente. Mientras tanto existen tres preguntas que los estadounidenses y la profesión de la psicología deben responder simultáneamente: ¿por qué la APA ha dedicado sus recursos para garantizar la presencia de psicólogos en estas operaciones criminales? ¿cómo es que el gobierno de los EUA ha permitido la militarización de la psicología? Y ¿cómo podemos hacer que los psicólogos que aparentemente crearon, justificaron, supervisaron e implantaron la tortura y la asociación profesional que parece haberlos apoyado, son llamados a rendir cuentas?   


[2] Steven Reisner es psicoanalista y uno de los fundadores de la Coalición para una Psicología Ética, candidato a la presidencia de la APA y asesor en temas de ética y psicología de Médicos por los Derechos Humanos.
[3] La “indefensión aprendida” fue desarrollada por Martin P. Seligman mediante atroces experimentos torturando perros y después aplicada para quebrar prisioneros. Seligman ha pedido disculpas y se ha reciclado para presentarse desde hace poco como promotor de la “psicología positiva”.
[4] James Risen es un premiado y perseguido periodista de investigación, tal vez el más importante de los Estados Unidos en la actualidad, que escribe en The New York Times.
[5] La Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1984, y entró en vigor el 26 de junio de 1987, al haber sido alcanzado las ratificaciones necesario. Su antecedente más inmediato fue la Declaración sobre la protección de todas las personas contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes aprobada por la Asamblea de General de Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1975.

2 comentarios:

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  2. Hola. Cómo están? Me gusta mucho el blog, ya que habla de Psicología. Siempre que puedo leo mucho acerca del tema. Saludos.

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