EL CONSULTOR EMPRESARIAL
QUE DESLUMBRÓ A LOS
ESTADOUNIDENSES
¿Qué sentido tiene clonar
un dinosaurio?
un dinosaurio?
Los intentos por disfrazar las políticas más
reaccionarias y oscuras presentándolas como recetas gerenciales
innovadoras, exentas de ideología y capaces de producir cambios
positivos, están condenados a revolver el panteón de autores del pasado.
Se trata de clonar los dinosaurios de una gestión perimida.
Por Fernando Britos V.
La literatura sobre temas empresariales, como la de autoayuda con la que está emparentada, es evanescente, light
y naturalmente efímera. Sin embargo, de vez en cuando, se intenta
volver a reciclar a figuras del pasado más o menos reciente. Es el caso
de algún reverenciado consultor o gurú gerencial.
PEQUEÑA NOTA BIOGRÁFICA
Peter
Ferdinand Drucker nació en Viena el 19 de noviembre de 1909 y murió por
causas naturales, en California, el 11 de noviembre de 2005. Le faltaba
una semana para cumplir los 96 años. En su larga vida fue escritor
prolífico y gozó de gran reconocimiento en el mundo empresarial como
consultor con fama de "gurú" o iluminado. Su familia, perteneciente a la
burguesía vienesa, abandonó Austria cuando la anexión hitleriana. Su
padre se convirtió en profesor de economía internacional en los Estados
Unidos; su madre fue una de las primeras mujeres en estudiar medicina en
su país. Peter había hecho sus estudios en Alemania y en Gran Bretaña.
Se doctoró en derecho en la Universidad de Frankfurt en 1931.
Ya
entonces se desempeñaba como docente de derecho internacional y de
historia constitucional, y también escribía comentarios financieros en
un diario de Frankfurt (el Frankfurt General Anzeiger). Como
era joven, inteligente y conservador, los nazis le ofrecieron un puesto
en el Ministerio de Información de Goebbels pero Drucker no aceptó y
prefirió emigrar a Gran Bretaña. Después de un tiempo en Inglaterra
-donde trabajó en importaciones y exportaciones en un banco
internacional- Drucker se reunió con su familia en los Estados Unidos,
cuya ciudadanía recibió en 1943.
Fue
profesor de administración en la Universidad de Nueva York entre 1950
y 1971. Desde entonces hasta su muerte fue el profesor de ciencias
sociales y administración de la Universidad Clarke, en la Escuela de
Graduados Claremont. Dio conferencias y actuó como consultor de empresas
y de entidades sin fines de lucro, en todo el mundo; fue columnista
editorial del Wall Street Journal y asiduo articulista en la Harvard Business Review, Harper's y Fortune.
Se mantuvo activo hasta sus últimos años (en 2001 se publicó una
antología de sus textos esenciales sobre administración, el postrero en
vida suya). Una persona muy inteligente y muy activa. Además fue un
estudioso del Japón y un aficionado a la pintura japonesa tradicional.
En 1939, Drucker publicó "The End of Economic Man: The Origins of Totalitarianism"
(“El fin del hombre económico”), un libro de tesis apuntado como una
crítica liberal al fascismo que imperaba en Europa. H.N. Brailsford, que
prologó el libro, hizo una alabanza del autor diciendo que "...puede
observar a sus congéneres, si bien se encuentra igualmente a gusto en
una biblioteca; es un hombre que logra la excelencia en el trabajo
minucioso del análisis económico, sin embargo, puede entender al místico
y al santo".
En
1943, este joven abogado austríaco con una formación cultural superior,
que era rara en las altas esferas empresariales estadounidenses, fue
llamado por el todopoderoso Presidente de la General Motors Corporation,
Alfred P. Sloan, para que hiciera un análisis de las políticas
directivas y la estructura organizativa de su empresa. Los resultados
fueron muy buenos para la carrera de Drucker: encontró "su lugar en el
mundo" porque comenzó su carrera de consultor empresarial con los
mejores auspicios.
A Sloan no le gustó el informe, pero Drucker hizo del capo de la General Motors uno de sus ídolos. De hecho, Drucker concretó este idilio en su tercer libro, "Concept of the Corporation (A study of General Motors)"
(“El concepto de corporación”), que apareció en 1945. Sus admiradores
(por ejemplo Parkinson, Rustomji y Sapre) lo consideran "un hito en los estudios de administración", porque "... el verdadero tema cubierto por ese libro son los problemas sociales y políticos de la sociedad industrial".
Una
definición intelectual un poco más clarificadora puede encontrarse en
la propia autobiografía de Drucker (cuyo apellido en alemán significa
precisamente "impresor"), "Adventures of a Bystander" (1979),
que ha de estar traducido al español con un título similar a “Aventuras
de un espectador”. En esa obra sostiene que sus tres influencias vitales
fundamentales fueron: Joseph Schumpeter, Alfred Sloan y Sören
Kierkegaard.
Haremos
bien en ilustrarnos sintéticamente sobre esas influencias decisivas
para comprender mejor la "filosofía corporativa" cuya paternidad se
atribuye al finado Drucker, porque sus libros, aparte de ser repetitivos
y aforísticos, son esencialmente obras de divulgación.
Joseph
Aldis Schumpeter (1883-1950) fue un economista compatriota de Drucker.
Después de la Primera Guerra Mundial fue ministro de economía en su país
por un corto periodo. Catedrático de economía y de finanzas públicas en
varias universidades (Graz, Bonn, etc.). En 1932 se fue a Estados
Unidos y hasta su muerte fue profesor en la Universidad de Harvard. De
sus obras principales la que parece haber impresionado más a Drucker fue
la Teoría del desarrollo económico, de 1912. Schumpeter
construyó una teoría del ciclo económico y también intentó forjar una
teoría del crecimiento económico con un reconocimiento explícito a la
innovación tecnológica. Según Salvador Osvaldo Brand, "hizo énfasis en la naturaleza progresiva del sistema capitalista" y "predijo que el capitalismo evolucionaría gradualmente hacia el socialismo".
De Sören Kierkegaard (1813-1855) dice Émile Bréhier que su pensamiento religioso llega “a una
especie de individualismo e impresionismo, … mal dispuesto hacia todo
lo que se presente como objetivo, universal, impersonal y, por tanto,
destructor de la existencia personal que, por su temperamento
melancólico, está en el primer plano de la realidad, el error reside en
la objetividad y la verdad en la subjetividad".
Alfred P. Sloan fue llamado "el señor General Motors" y fue en los Estados Unidos el mentor de Drucker. Según éste, "Sloan
no tenía personalidad. Una persona de estatura mediana, con una cara
larga, cabello gris y un gran aparato para la sordera, no parecía
impresionante; y aun asi un visitante sentía su autoridad al instante".
Este hombre había llegado a la gerencia general de la General Motors en
la década de 1920 cuando la empresa estaba medio fundida, y la
transformó en un gigante empresarial; en 1946 se retiró pero siguió
mandando de hecho por diez años más.
Sloan
sedujo a Drucker, de modo que los conceptos que el vienés endilgó
durante décadas provienen de aquel personaje; así su concepto sobre
administración por objetivos, toma de decisiones, selección de personal,
trato con los sindicatos, enfoque sistémico, disciplina, etc. Sin
embargo, fue un amor no correspondido, porque Sloan nunca aceptó el
informe que produjo Drucker sobre su empresa. Es más: lo rechazó y
escribió o hizo escribir su propio libro "My Years With General Motors" (1964) para dar su versión. La principal idea que Sloan inspiró a Drucker se refleja en una frase del primero: "Aquellos que llevan una gran responsabilidad industrial deben convertirse en estadistas industriales"
(en suma: lo que es bueno para mi empresa es bueno para el país, como
dicen que lo dijo). Peter Drucker comprendió rápidamente que el negocio
estaba en transformarse en "consigliere" de estos señores.
IDEAS CLAVE EN LA OBRA DE DRUCKER[1]
-
Un profundo escepticismo acerca de la teoría macroeconómica. Drucker
sostenía que los economistas de todas las escuelas fracasan en la
explicación de aspectos importantes de las economías modernas.
-
El deseo de simplificarlo todo al máximo (la simplificación a toda
costa). Según Drucker, las corporaciones tienden a producir demasiados
productos, a contratar empleados que no necesitan (la mejor solución es "contracting out" (“achique y tercerización”), y a expandirse en sectores económicos de los que deberían permanecer apartados.
-
La creencia en lo que llamó "la enfermedad del gobierno". Drucker
sostuvo que, al margen de los partidos políticos, “el gobierno muchas
veces no puede o no quiere prestar nuevos servicios que la gente
necesita o desea”, aunque consideraba que este problema era
independiente de la forma de gobierno. Aun programas exitosos como el de
seguridad social (US Social Security) hace tiempo que dejaron de interesar a un creciente número de ciudadanos que se desentienden del asunto, sostenía Drucker.
- La necesidad del "abandono planificado" ("planned abandonment",
algo así como una retirada planificada). Las corporaciones, como los
gobiernos, tienen una tendencia natural a aferrarse a "los éxitos del
pasado" en lugar de observar en qué momento dejan de ser útiles.
-
La perdurable contribución del "padre de la administración científica",
Frederick Winslow Taylor. Aunque Drucker tenía escasa experiencia en el
análisis del trabajo obrero (él transcurrió su carrera analizando el
trabajo gerencial), le atribuía a Taylor el origen de “la importante
idea germinal” de que el trabajo puede ser desarmado o desarticulado en
sus partes, analizado y mejorado.
-
La necesidad de comunidad. Ya al comienzo de su carrera, Drucker
predijo "el fin del hombre económico" y abogó por la creación de una
"comunidad de la planta industrial" que atendiera las necesidades
sociales del individuo. Más tarde admitió que tal “comunidad de la
planta industrial” nunca se materializó y en la década de 1980 sugirió
que el voluntariado en el sector de las organizaciones sin fines de
lucro podía ser la clave para la comunidad y su desarrollo.
En julio de 2002, el entonces presidente George W. Bush condecoró a Drucker con la Medal of Freedom. Desde 1990 se desempeñaba como presidente honorario de la Peter F. Drucker Foundation for Nonprofit Management (Fundación P.F. Drucker para la Administración Sin Fines de Lucro). Actualmente esta fundación se llama "Leader to Leader Institute”
(“Instituto Líder a Líder”). Su aporte más controvertido en los últimos
años de su vida se refirió a los esquemas de retribución. Espantado por
la monstruosas inequidades y por las remineraciones de los jefes
ejecutivos estadounidenses, Drucker sostuvo que los grandes jerarcas no
debían ser retribuidos con salarios más de veinte veces mayores que el
del empleado de remuneración más baja. Esto produjo revuelo y fuertes y
abundantes críticas en el medio empresarial estadounidense, precisamente
entre quienes antes lo habían alabado como infalible gurú.
NO, GRACIAS, RECIÉN TIRÉ
Los
latinoamericanos en general, en particular los interesados por el mundo
del trabajo, por las ciencias sociales, podemos deberle tanto a Drucker
como a Arnold Schwarzenegger o a Henry Kissinger ‑salvando algunas
distancias y contemplando también algunas similitudes entre estos
teutones norteamericanizados‑ aunque es probable que el último de tan
singular trío haya resultado mucho más influyente sobre nuestras vidas
que los dos primeros.
Entonces
¿cuál es para nosotros la importancia real de Peter F. Drucker? Es una
buena demostración de la endeblez de la llamada teoría y práctica
gerencial corporativa, de su falta de originalidad, de su esencia
ominosa, de sus valores conformistas y egoístas. La mayoría de las
concepciones filosóficas, económicas, sociológicas o psicológicas de
Drucker se remontan a fuentes clásicamente conservadoras, desde Adam
Smith y sus análisis de la división del trabajo, pasando por Schumpeter,
hasta su crudo "taylorismo". Fue un divulgador inteligente, laborioso y
longevo de "la voz del amo" corporativo.
Su
visión fragmentadora, elitista, su utopía de un mundo corporativizado
cuyo modelo explícito debía ser una gigantesca General Motors
Corporation al cual un consultor espléndidamente remunerado y
culturalmente refinado pudiera servir de númen o de eminencia gris
detrás del puño de hierro del Alfred P. Sloan de turno. En fin, la
explotación más cruda apenas adornada con elucubraciones prestadas y
frases presuntamente ingeniosas que sus émulos recogen en breviarios
porque reconocen que su estilo es denso, enrevesado y confuso.
No,
gracias. La verdad es que rendirle homenaje institucional sería
sencillamente una pérdida de tiempo. Más valdría conmemorar la
publicación de "El hombre organización", por William
H. Whyte, Jr., un libro impactante y aún vigente, cosa que no puede
sostenerse de la obra de Drucker a pesar del gigantesco aparataje
mundial que lo endiosa para transformarlo en el implacable innovador y
promotor de la eficiencia a cualquier costo. ¿Qué sentido tiene clonar
este dinosaurio?
De
todas maneras, si se dispone de tiempo sobrante, se lo puede estudiar y
si alguien está dispuesto a hacer ese sacrificio le advertimos que hay
mucho material (y también toneladas de basura) en Internet, pero es
mejor recorrer las obras en su versión íntegra, en soporte papel, es
decir como libros.
Las dos novelas que escribió no trascendieron (“La tentación de hacer el bien” y “La última de las palabras posibles”)
según parece porque son aburridas y a los efectos que nos interesan
pueden ser ignoradas sin más. La autobiografía es mediocre
(independientemente de que suele ser un género más importante por lo que
se omite que por lo que se cuenta); y de sus otros veintisiete libros
puede excluirse el último que es una antología y que no tenemos certeza
de que se haya traducido al español.
BREVE GUÍA DE LECTURA
La obra de Peter F. Drucker puede circunscribirse a los siguientes títulos:
1) La gerencia de empresas.
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1961 (la edición original en
inglés data de 1954 y nosotros la consideramos -en cierto sentido- su
obra matriz, puesto que durante medio siglo continuó repitiendo, en
forma más o menos farragosa, la "filosofía gerencial" que acuñó en esta.
En suma este es "el recetario Drucker" en su forma tal vez más
descarnada. Está compuesto por una introducción ("Naturaleza de la
gerencia") y cinco partes: I) "La dirección de un negocio"; II) "La
dirección de los gerentes"; III) "La estructura de la gerencia"; IV) "La
dirección del trabajador y del trabajo" y V) "Lo que significa ser
gerente". Para no malgastar tiempo con las 444 páginas, recomendamos un
botón de muestra: el capítulo 23 de la parte IV, págs. 345 a 363, que se
titula "La creación de motivos para un desempeño óptimo").
2) La gerencia en tiempos difíciles.
Editorial El Ateneo; Buenos Aires, 1981 (la edición en inglés es
de 1980 y aun sus partidarios más fervientes lo consideran "un poco
repetitivo"); en esencia su tema de fondo es "la empresa como
institución política" y accesoriamente "la producción compartida", es
decir la complementación transnacional, la búsqueda de mano de obra
barata, el achique y la planificación de los despidos. En suma, su
visión acerca de "las turbulencias" y cómo superarlas desde el sillón de
mando. A esta altura ya hacía años que se le consideraba el "el mayor
filósofo de la administración empresarial" (opinión de Harold Koontz).
3) La innovación y el empresario innovador (la práctica y los principios).
Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1986 (la edición original, en inglés,
es de 1985 y, como lo dice el título, su tema principal es la innovación
y el espíritu empresarial (entrepreneurship) o empresarialismo
como lo traducen algunos; en pocas palabras, en el estilo cambalachesco
de Drucker aparece Say junto a Schumpeter, Marx y Saint Simon, George
Siemens y J.P. Morgan y un largo etcétera. En el fondo pretende ser un
libro sobre estrategia ‑lo cual ya se había puesto de moda‑ y en
especial sobre "la sociedad como empresa innovadora", pero es su visión
acerca de lo que innovación es y podemos asegurarles que es muy poco
novedoso).
4) Las nuevas realidades en el estado y la política... en la economía y los negocios... en la sociedad y en la imagen del mundo.
Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1990 (la edición original en inglés es
de 1989 y el prologuista de la edición argentina lo califica desde
"acontecimiento mundial" hasta "el libro más lúcido que se ha escrito
sobre la crisis", pasando por "la cumbre, la culminación de una obra",
sin saber que Drucker escribiría todavía durante más de una década. Esta
es la clásica obra para deslumbrar gerentes ignorantes, es decir gente
al estilo Bush y Cheney, poderosos pero burros, y podemos suponer que
alguien le dijo al entonces Presidente de los Estados Unidos que por
esto se merecía una medalla (y se la dieron).
5) Dirección de instituciones sin fines de lucro. Teoría y práctica.
Ed. El Ateneo, Buenos Aires, 1992 (la edición original es de 1990 y se
trata de una de los últimos hallazgos del gurú: las organizaciones sin
fines de lucro, que él califica como "elemento medular de la sociedad
norteamericana" y "el éxito más resonante alcanzado en los Estados
Unidos en los últimos cuarenta años". Drucker se transforma en una
especie de Madre Teresa pero no en Calcuta sino en California, y no
mediante la caridad sino mediante el "gerenciamiento" de instituciones
tan empingorotadas como las Girls Scouts y los Boy Scouts de los EE.UU.
Entre los colaboradores de Drucker en esta obra figuran, entre otros, el
presidente del directorio de Herman Miller Inc., quien dirigía el
Colegio Hope y el Seminario Teológico Fuller; un profesor de la Escuela
de Administración de la Kellog Corp.; el Vicario para el Ministerio
Social de la diócesis católica de Illinois; el director del Seminario
Fuller ubicado en Pasadena; el presidente y director general de Buford
Television, que había fundado dos instituciones sin fines de lucro: la
Leadership Network y la Fundación Peter Drucker; la vicepresidenta de la
cadena de hospitales San José; un directivo de la Federación Americana
de Maestros y otro de la Asociación Americana del Corazón. Y adivinen:
en este caso el tema central del libro es... ¡¡ la misión!!: "la misión
ante todo" y la gerencia orientada hacia el rendimiento).
6) Post-Capitalist Society.
Ed. Harper Business, Nueva York, 1993 (lamentablemente en inglés,
aunque estamos seguros de que ha sido publicada en español; en su estilo
ecléctico Drucker trata sobre la sociedad: "del capitalismo a la
sociedad del conocimiento"; la polìtica: "de la nación al megaestado y
el gobierno mundial"; y el conocimiento: "su economía y su
productividad")
Más práctico que leer a Drucker es hojear un par de obras laudatorias sobre el autor:
a) Tarrant, John J. – “Drucker: el hombre que inventó la sociedad corporativa”.
Ed. Diana, México, 1977 (expone todas las facetas del Drucker maduro y
es claramente exegético pero interesante, porque relaciona a Drucker con
sus sustentos "científicos" mediante una tan extensa como sosa
"bibliografía administrativa" y aporta algunos datos, como por ejemplo
que la primera publicación no habría sido "El fin del hombre económico"
sino un ensayo acerca de los escritos políticos de Friedrich Julius
Stahl, un filósofo conservador del siglo XIX, que es anunciado como una
proclama antinazi “formulada desde la derecha protestante y
constitucionalista”).
b) Parkinson, C. Northcote, M.K. Rustomji y S.A. Sapre: Peter Drucker, un comentario crítico sobre su filosofía gerencial.
Ed. Diana, México, 1993 (el original en inglés es de 1987) (Es un libro
que de crítico no tiene, generosamente, casi nada; se trata de una obra
laudatoria de divulgación. Sin embargo, de allí y del libro anterior
tomaremos los epigramas que se reproducen en la conclusión de esta
nota).
UN FLORILEGIO DE EPIGRAMAS DRUCKESCOS
Sigue una selección entre más de 150; las glosas entre paréntesis obviamente nos pertenecen.
"Si algo puede marchar mal, lo hará" (ley de Murphy según Drucker).
"Si alguna cosa marcha mal, todo lo demás marchará mal y al mismo tiempo" (ley de Drucker).
"El desarrollo económico y social es el resultado de la administración" (el llamado delirium druckeris).
"Los
mercados no son creados por Dios, por la naturaleza ni por fuerzas
económicas, sino por los hombres de negocios" (y Drucker es su profeta).
"La ganancia es, primeramente, la prueba del funcionamiento, el único examen efectivo" (es coherente).
"La primera regla es que no hay clientes irracionales" (ni siquiera para los libros de Drucker).
“El trabajo es una extensión de la personalidad” (extensión o manifestación perogrullesca).
"La autoridad es una dimensión fundamental del trabajo" (ergo: la autoridad es una dimensión fundamental de la personalidad).
"El propósito de aprender es el mejoramiento propio" (M'hijo el dotor).
"El
crecimiento que aumenta el volumen sin mejorar la productividad es
grasa y obesidad. El crecimiento que hace disminuir la productividad es
un cáncer" (un paralelismo biológico ayuda de vez en cuando).
"El impuesto sobre la renta que grava a las empresas es el más estúpido de los impuestos" (del evangelio neoliberal).
"Si
todos los países subdesarrollados desaparecieran, las grandes empresas
transnacionales ni siquiera lo notarían" (¿cuándo dejarán de pasar niños
hambrientos por TV?).
"La
gran empresa moderna es una institución política; su propósito es la
creación de poder legítimo en la esfera industrial (la política es la
gerencia por otros medios).
"Las
únicas cosas que evolucionan por sí solas en los organismos son el
desorden, las disensiones y el trabajo deficiente". (666: las fuerzas
del mal).
"Nada
sabemos acerca de las motivaciones. Todo lo que podemos hacer es
escribir libros sobre ellas" (está bien; pero ¿se lo habrá comentado a
Maslow y a McClelland?).
"Una crisis que se repite no debe repetirse" (¡¡qué profundidad, troesma!!).
"Las
prioridades son cosa fácil. Lo difícil son las ‘posterioridades’, los
trabajos que no hay que realizar" (lo dice Drucker, el rey de las
posterioridades).
"La administración es un puente entre la ideología o cultura" (cuidado, puente roto).
"Los
planes a largo plazo no se refieren a decisiones futura sino al futuro
de las decisiones actuales" (típico juego de palabras o chascarrillo
druckesco).
"En
ninguno de los anales históricos se ha sabido de un economista que haya
tenido que preocuparse acerca de dónde vendrá su siguiente comida"
(¡¡verdad, maestro, y extiéndalo a los consultores a los que tampoco
preocupa de dónde vendrá su próxima 4x4!!).
"Aparte
de auxiliar en casos de hambre, el auxilio alimenticio debe darse con
parquedad; acaba con los incentivos" (¡¡vayan a trabajar, atorrantes!!).
"La
tarea no es hacer que los pobres sean ricos, sino productivos" (del
evangelio neoliberal y a su vez de los apóstoles de la sociedad
esclavista).
"Yo
soy más competente para las cosas que para las personas. Me interesan
más las personas pero soy más apto para las ideas" (¡qué cosas son las
ideas, don Peter!).
"La creatividad no es sustituto del análisis y el conocimiento" (está claro que no).
.
ResponderEliminarpara asesorías empresariales recomiendo a Sadre te ayudan durante el proceso de creación y desarrollo de tu empresa
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