martes, 6 de octubre de 2015

Aplican tests psicológicos a escolares sin consentimiento informado


Frecuentes prácticas abusivas que deben ser denunciadas e impedidas

LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS

Fernando Britos V.

La aplicación de tests psicológicos a escolares sin recabar previamente el consentimiento informado de los padres es una grave violación de los derechos de los niños porque los hallazgos que presuntamente se hacen en esas condiciones adolecen de fallas éticas y técnicas descalificantes y pueden acarrear secuelas dañinas.

La falla ética
Desde el colegio citan a la madre para concurrir a una reunión con la maestra de su hijo de seis años que cursa primer año de primaria en la institución. Después de algunas postergaciones debidas a problemas de agenda de las docentes, la reunión se lleva a cabo el primer lunes después de las vacaciones de primavera. Entonces la madre es recibida en un despacho por la maestra de su hijo y la psicóloga del colegio.

La reunión no fue promovida por mi, aclara de entrada la docente, sino por la psicóloga. De inmediato esta aborda el motivo de la convocatoria: a su niño se le ha aplicado el test de Bender y han salido a luz “problemas emocionales” por lo que desean saber si los padres los han notado o si en la vida familiar se han producido hechos que pudieran causarlos.

Según se desprende de esta declaración primaria (que dicho sea de paso está grabada) el test psicológico, que Lauretta Bender pergeñó hace ochenta años, podría haber sido aplicado, colectivamente, a todos los niños de primer año. Aunque los criterios empleados para utilizar una u otra técnica psicológicas y para determinar a que niños se aplican nunca fueron explicitados.

La madre del niño en cuestión, que es una profesional universaitaria bien informada (aunque no sea psicóloga) preguntó enseguida con que autorización se había aplicado un test psicológico a su hijo. Sin lugar a dudas resultó una pregunta inesperada para la psicóloga y después de un silencio prolongado vino la respuesta: se trataba de “un procedimiento rutinario para ayudar a los niños”, “el colegio lo autorizaba y de todas maneras la situación no era para preocuparse porque la psicomotricidad del niño era muy buena” y se intentaba “determinar los problemas emocionales que según el test lo estaban afectando”.

¿Qué respuesta esperaba la psicóloga del colegio?_ Una de dos o la madre debía haberse manifestado preocupada preguntando que recomendaba la profesional para superar los “problemas del niño” o una respuesta evasiva, en el sentido de negar que hubiera “problemas” y alguna manifestación para relativizar “los resultados del test”.

Seguramente no habían previsto un cuestionamiento ético (y también técnico como lo veremos enseguida) acerca de la violación de los derechos infantiles que se produce cuando se efectúa una intervención sobre la psiquis o el cuerpo de un niño pequeño sin el imprescindible y previo consentimiento informado que, en este caso, debe ser el de los padres, tutores o adultos que se encuentren a cargo del menor.

Ningún colegio y si vamos al caso ningún director, docente o responsable de una institución puede autorizar genéricamente la realización de intervenciones psicofísicas sobre los niños que no tienen nada que ver con la tarea pedagógica. Está claro que aplicar tests psicológicos sin autorización paterna, como lo sería también y por ejemplo extraer sangre para pruebas de glicemia, aplicar vacunas, obtener muestras de orina o efectuar interrogatorios o encuestas para obtener de los menores cualquier tipo de información sin relación directa con finalidades pedagógicas o requisitos curriculares, es una violación ética totalmente injustificable e implica menoscabo a los derechos de los niños en tanto personas que deben ser protegidas, amparadas, representadas y tuteladas por sus padres o personas debidamente encargadas por la justicia de familia en defecto de los primeros.

Dicho en otras palabras, las instituciones educativas a las que son confiados niños, adolescentes y en todo caso menores de edad, no son omnipotentes en su esfera de acción y, por el contrario, deben ser extraordinariamente cuidadosos para no incurrir inadvertidamente en abusos y violación de derechos. En el caso de ser deliberados, dichas conductas soberbias son dolosas, independientemente de los fines o propósitos que se aduzcan para ponerlas en práctica. Por ejemplo, que “las intervenciones se autorizan para propender al bienestar o la salud de los pequeños”, “para llevar a cabo investigaciones científicas con el objeto de mejorar las condiciones de enseñanza aprendizaje”, etc. son pretextos inadmisibles e incapaces de encubrir la omisión fundamental: no se ha solicitado y obtenido previamente el consentimiento informado de los padres o tutores.
El consentimiento informado es uno de los principios básicos de la bioética. Nunca puede ser soslayado como tampoco se puede dar por cumplido cuando no ha sido otorgado expresamente por quienes tienen la obligación de hacerlo en razón de los deberes de la patria potestad, o si se lo ha “obtenido” bajo la modalidad de engaño que es la de suponer consentimientos basados en la ignorancia y no en la información debida. Esta información, que es la condición esencial para la validez del consentimiento, debe ser previa, amplia, suficiente y brindada en lenguaje sencillo, explicando no solamente las virtudes o beneficios que se atribuyen a la intervención (en este caso sobre la psiquis de los niños) sino en relación con su inocuidad, sus limitaciones y eventuales efectos adversos o desconocidos para los profesionales.

Aunque se cumplan todas estas condiciones, las escuelas, colegios o cualquier tipo de institución de enseñanza no son entidades asistenciales y aun si cuenten con “gabinetes psicológicos” o psicólogos de planta, no pueden administrar tests psicológicos al barrer, dando por supuesta una autorización que nunca obtuvieron. Tampoco pueden desconocer o ignorar las consecuencias potencialmente dañinas de esas intervenciones, tanto sobre los niños como sobre sus familias.

Más delicado es el caso de los psicólogos que trabajan en colegios y que, legalmente, son los únicos profesionales habilitados para administrar tests psicológicos y otras herramientas de la profesión. Estos profesionales no pueden ignorar que el consentimiento informado y la devolución oportuna y adecuada son condiciones esenciales para una práctica ética y eficaz. La aplicación indebida de tests psicológicos y otras intervenciones similares sobre los escolares no es un problema de intenciones, buenas o malas, sino una omisión grave en materia de responsabilidad profesional.

Se puede considerar que los psicólogos que aplican tests psicológicos en los colegios - sin recabar el consentimiento informado de los padres y sin respetar otros requisitos de la bioética que no desarrollaremos ahora – están animados del mejor espíritu de hacer el bien a los pequeños y de contribuir al esfuerzo pedagógico. Sin embargo, la grave omisión señalada echa por tierra las buenas intenciones y causa perjuicios concretos (es decir no genéricos o abstractos) a los niños, a sus padres, a los docentes y por fin a la institución para la que trabajan.

La falla técnica

Ahora bien, supongamos que el colegio dirige una comunicación a los padres anunciando que se va a aplicar determinado test psicológico a sus hijos, señalando cuál es la técnica empleada, cuáles son sus objetivos, cuáles sus virtudes y cuáles sus limitacionesy cómo se hará la devolución de resultados, y solicitando en respuesta una autorización por escrito (como lo hacen habitualmente para salvar responsabilidades en ocasión de paseos o salidas del colegio).

Aunque se dieran esas condiciones subsistiría un problema que actualmente es prácticamente insalvable: cualquier técnica que se emplee debe estar respaldada por investigaciones científicas que demuestren que se trata de procedimientos válidos y confiables. La validez quiere decir, en términos generales, que la técnica, un test o una batería de tests psicológicos, realmente evalúa lo que dice evaluar con un grado de certeza ampliamente superior al que se podría obtener al azar. La confiabilidad quiere decir que la técnica es consistente porque sus resultados son razonablemente equiparables en aplicaciones sucesivas.

Aquí aparece un cuestionamiento mayor. A los efectos de nuestro análisis podemos dividir a los tests psicológicos en dos grandes tipos: los que evalúan destrezas o aptitudes (por ejemplo, habilidades de lecto-escritura, psicomotricidad, acuidad visual y perceptiva y los llamados tests de inteligencia) y los que pretenden diagnosticar la personalidad de las personas y eventualmente pronosticar su conducta futura. Dentro de estos últimos se encuentran tests o pruebas llamadas proyectivas porque parten de la muy discutible afirmación de que en respuesta a estímulos abstractos (figuras geométricas como en el Bender, manchas de tinta como en el Rorschach, dibujos difusos como en el TAT, el CAT o el TRO o Test de Phillipson, colores como en el test de Lüscher, etc., etc.) los sujetos “proyectarán” en forma inadvertida aspectos de su psicología profunda (sus ansiedades, temores, fantasías, impulsos, etc.).

Lo que sucede es que tratándose de algo tan complejo como la personalidad humana, sobre la que no existe una definición unívoca y consensuada, la estandarización de los resultados de estos tests es virtualmente imposible. En otras palabras, la interpretación de los resultados es subjetiva y a pesar de los enormes esfuerzos que se han realizado no hay tests proyectivos cuya validez haya sido científicamente respaldada. En el mejor de los casos, en manos de un psicólogo con mucha experiencia clínica y psicométrica, un test proyectivo, formando parte de una batería de tests y otras técnicas (por ejemplo, entrevistas y dibujo libre, etc.) puede dar indicios o tendencias que nunca son suficientes por si solos para dar cuenta de la problemática estudiada.

El test de Bender, que su autora denominó “test guestáltico visomotor” se basó en las investigaciones sobre percepción que el psicólogo Max Wertheimer desarrolló en la década de 1930. Consiste en un conjunto de nueve tarjetas con dibujos geométricos de linea, en blanco y negro, representando figuras, lineas sinusoidales, conjuntos de círculos, etc. Las tarjetas son presentadas de a una al sujeto dado que la administración prevista es individual y el técnico solicita que sean copiadas con lápiz, tan precisamente como sea posible (se puede usar goma de borrar) en una hoja de papel tamaño carta o A4. La idea de la psiquiatra Lauretta Bender era que la calidad de la reproducción daría cuenta de la percepción y la psicomotricidad y accesoriamente de algunos retardos y desórdenes importantes. Fue una prueba desarrollada en un contexto de clínica psiquiátrica con pacientes adultos y niños de la Dra. Bender.

El objetivo de este test no verbal era examinar la función guestáltica visomotora, su desarrollo y sus regresiones. Bender llevó a cabo sus investigaciones en el Hospital Bellevue de Nueva York para determinar el retardo mental, la pérdida de funciones y los defectos cerebrales orgánicos en sus pacientes adultos y niños desde los cuatro años en adelante. El test pretendía explorar la maduración en niños y adultos deficientes y especialmente la patología mental infantil, como por ejemplo las demencias, oligofrenias y neurosis, las afasias y demencias paralíticas, el alcoholismo, las psicosis y la esquizofrenia.

En las últimas décadas el Bender pasó a ocupar un lugar muy secundario en la determinación de lesiones cerebrales o defectos orgánicos de la psiquis pues de estos fenómenos pueden dar cuenta más precisa técnicas como la electroencefalografía o la resonancia magnética. Al mismo tiempo se agudizó la tendencia a utilizar este test de orígenes clínico-patológicos como una instrumento para explorar la personalidad en estados no patológicos.

Actualmente los técnicos no pueden ignorar que el uso extensivo de estas herramientas originadas en la clínica tiende a “psiquiatrizar” los resultados y a la proliferación de diagnósticos que mucho después se catalogan como “falsos positivos” de desórdenes severos como el autismo, la esquizofrenia y cuadros psicóticos en sujetos que no padecen otra cosa que estados comunes y circunstanciales. Dichos estados, bajo la óptica psicopatológica de ciertos tests, derivan en diagnósticos y decisiones de tratamiento impertinentes e incluso peligrosas.

El rigor de Bender en cuanto al procedimiento podía no estar justificado como no lo estaban muchas de sus polémicas prácticas terapéuticas por las que fue conocida como “la reina del electroshock”. Durante décadas esta psiquiatra infantil aplicó empecinadamente terapias electroconvulsivas a niños pequeños, sin obtener resultados positivos pero con secuelas devastadoras para las víctimas. Extender livianamente la aplicación de su test al conjunto de la población carece de respaldo serio y de investigaciones que avalen su validez. En otras palabras, el uso del test de Bender como prueba proyectiva extra clínica, capaz de arrojar resultados que sustenten interpretaciones sobre la personalidad de los niños, es subjetivo e irresponsable aunque se hayan respetado las condiciones de aplicación previstas por la autora. Esta es una falencia técnica imperdonable.










1 comentario:

  1. Regularmente cuando se aplican este tipo de examenes o algunas pruebas como esta testyexamenespsicometricos.com/pruebas-psicometricas-para-ninos. Es necesario comentarle a los padres, nunca sabes quien deseara que no se la hagas a su hijo.

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