CRIANDO A RAFICO. DEPREDADOR SEXUAL Y ASESINO
Crímenes
horrendos se cometen, en todo el mundo, contra niñas, niños y
mujeres indefensos por parte de individuos o grupos. Son casos que
sirven para nutrir la llamada crónica roja y generar indignación y
estremecimientos solidarios hacia las víctimas pero también
fruición perversa y vergonzante, ventas y rating en los medios por
lucrativa promoción del miedo y agitación fugaz e inane en las
redes. Mucho se pierde entre uno y otro episodio: primero la
cercanía, la contextualización de los hechos, los antecedentes, el
análisis del medio y las circunstancias psicológicas, sociales,
culturales; en suma, la conciencia crítica que tal vez permita
prevenir estas tragedias, amparar con solidaridad a quienes las
sufren, reparar el daño infligido y profundizar en las
responsabilidades, no solamente las penales sino fundamentalmente las
sociales, cívicas y culturales ante las que ningún ciudadano del
orbe debería ser elusivo o sentirse indiferente.1
Por el Lic. Fernando Britos V.
Rafico es el sobrenombre juvenil del arquitecto Rafael Uribe Noguera, de 38 años de edad, que en la mañana del pasado domingo 4 de diciembre del 2016, secuestró a Yuliana Samboní, de siete años, la sometió a sevicia y torturas, la violó, la asesinó y en la tarde concurrió, acompañado por su hermano abogado, a internarse en una clínica cardiológica de Bogotá para tratar una presunta arritmia causada por la ingesta de alcohol y cocaína. En Colombia se suceden desde entonces las manifestaciones de indignación y de pesar y los reclamos de justicia sobre este crimen pero extrañamente, en el resto del continente los hechos han sido púdicamente ignorados.
Ante esto se corre el riesgo de mal interpretar el importante concepto acerca de la banalización del mal, como le sucedió a Hannah Arendt, que fue quien acuñó el término, en relación con el genocida nazi Adolf Eichmann 2, lo que llevaría a pensar que Rafael Uribe Noguera es un hombre común y corriente, un ricachón fiestero e irrelevante, y por ende que cualquier persona puede transformarse en un monstruo como él en determinadas circunstancias que podrían ser exculpatorias.
Por esta razón es importante contextualizar sobre el medio en que se desarrollaron los hechos, sobre la forma en que los manejaron los medios y los poderes públicos, la forma en que se cometió el crimen, los antecedentes de Rafico y de su poderosa familia que lo crió y lo protegió, la relación entre dos barrios linderos y la segregación urbanística en Bogotá, entre otros asuntos, porque también es brutalmente cierto que el mal puede ser desarrollado o ignorado (y por lo tanto promovido) por las personas comunes que han adoptado la posición de no reflexionar metiendo la cabeza en la arena.
El barrio de Yuliana – Hace 480 años, en busca del fabuloso El Dorado, los españoles llegaron al altiplano conocido como la sabana de Bogotá en dos expediciones simultáneas, independientes y enfrentadas, desde el norte y desde el sur. Se establecieron contra la rama oriental de los Andes, junto a un río que hoy corre entubado bajo la única avenida sinuosa del centro histórico de la capital colombiana que lleva el nombre de quien se considera como fundador de la ciudad hispánica: Gonzalo Jiménez de Quesada (1509-1579).
La estructura original, naturalmente sobrepuesta a un poblado de los indígenas chibchas que ocupaban la sabana, se ubica en la Plaza de Bolívar donde se levantaron los principales edificios del poder (Parlamento, Alcaldía, Catedral, Palacio de Justicia, etc.). A partir de este punto cero la urbanización se ha ido extendiendo en lo llano pero siempre recostada a la cordillera, mayormente en sentido norte/sur y en menor medida oriente/occidente.
Para un visitante la orientación en esta urbe pujante que ronda actualmente los siete millones de habitantes 3 parece sencilla. Las calles corren en sentido oriente/occidente, de modo que si uno ve los cerros de la cordillera exactamente a su frente o a su espalda sabe que está en una calle. Las carreras, en tanto, corren de norte a sur y si uno ve los cerros a su derecha sabe que se está dirigiendo por una carrera hacia el norte, en tanto que si los ve a la izquierda está yendo al sur. Las diagonales son escasas y no alteran mucho este esquema.
A diferencia de las ciudades rioplatenses, calles y carreras están numeradas y no es necesario un copioso nomenclator de próceres y fechas para ubicarse. Las calles crecen en numeración a partir del punto cero del centro, tanto hacia el sur como hacia el norte. Hoy en día esto varía vertiginosamente en la medida en que la ciudad va pavimentando, edificando y engullendo las tierras fértiles de la sabana: hay unas 250 calles hacia el norte y otras tantas hacia el sur y unas 100 carreras desde los cerros orientales hacia el occidente plano donde se ubica el aeropuerto El Dorado y poblaciones subsidiarias (Chía, Suba, Sopó, Tabio, etc.).
Cada número implica una cuadra española (80 o 90 metros) por lo que Bogotá se extiende por unos cincuenta kilómetros del extremo sur al extremo norte y por unos 25 o 30 desde los cerros orientales hasta la planicie occidental del altiplano. La altura sobre el nivel del mar no varía demasiado, promedia los 2.600 metros y alcanza a los 3.000 o poco más en los cerros cordilleranos que rodean la sabana.
Bogotá es una ciudad de barrios. Se dice que hay más de 1.200 con una población promedial de unos cinco o seis mil habitantes en cada uno. El crecimiento tendencial del siglo XX determinó que los barrios residenciales de la alta burguesía fueran extendiéndose gradualmente hacia el norte y los barrios de trabajadores y pequeños propietarios hacia el sur y el occidente lo que coincidía con la radicación de industrias, talleres y actividades extracción (canteras, hornos de ladrillos, etc.) en esos arrabales de la sabana o cerros arriba en el oriente. Nunca fue un fenómeno lineal ni sencillo. Su característica fundamental es la contradicción, las pujas territoriales y sociales, en forma muy similar a la que se registra en Buenos Aires con la implantación de villas, de Río de Janeiro con sus favelas y de Montevideo con sus asentamientos y cantegriles.
Hasta hace pocas décadas, a pocos metros de la Plaza de Bolívar, en el riñón simbólico y administrativo de Bogotá, se encontraba la Calle del Cartucho que cobijaba a todo tipo de vendedores de bienes insólitos, raterillos, carteristas, changadores con sus burros, mendigos y remendones o el “mercado al aire libre” de San Victorino en cuyos inmensos vericuetos de tenderetes los extraños podían entrar pero sin la certeza de salir de esa corte de los milagros. Barrios y poblaciones originalmente rurales del suburbio fueron absorbidas gradualmente por la ciudad creciente. La ocupación de las duras laderas de la montaña ha sido un proceso de disputa, desalojos y luchas.
Víctor De Currea-Lugo, profesor, médico y escritor publicó, en 1992, una crónica sobre Bosque Calderón, el barrio pobre trepado en las laderas donde vive ahora la familia Samboní, agricultores indígenas provenientes del Cauca4 que migraron a la capital. El texto del profesor mantiene una extraordinaria vigencia porque Rafael Uribe, el depredador asesino, vivía en Chapinero Alto, donde se están erigiendo ahora mismo los edificios de apartamentos de lujo, muy próximos al Bosque Calderón.
Poco después de fundada Bogotá – decía el doctor De Currea-Lugo – vivía al norte y en sus afueras Don Antón Hera Cepeda, fabricante de zapatos chapines: calzado de suelas de madera y correas de cuero que protegían de la humedad y el barro. Gracias a la pujante industria de chapines, esos terrenos recibieron por extensión el nombre de Chapinero. En 1885, Chapinero se hizo barrio con: 233 casas, veinte almacenes o provisiones, dos minas de carbón, diez y seis minas de arena, diez canteras, un tranvía, un camino a Suba, once chicherías, dos zapaterías, dos boticas y tres iglesias.
A comienzos del siglo XX vivía en la parte alta de Chapinero la familia Calderón Tejada. Don Luis y su esposa Elvira poseían un bosque con minas de carbón, chircales, canteras, fábrica de fósforos, un rebaño de más de 500 ovejas y con la explotación de la madera del monte. “La Señora Elvira no quería que le tocaran ni una hoja, ni dejaba tener una gallina ni un marrano porque le dañaban las matas”, contaba una de las primeras trabajadoras de la finca. En los “chircales” se fabricaba ladrillos y tejas de barro. Para mantener encendidos los hornos se requería leña y ramas secas que eran recogidas por las mujeres y los niños. En la década de 1930, la demanda del mercado de la construcción aparejada a la explosión demográfica llevó a Luis Calderón a explotar las canteras en gran escala. También fueron sucesivamente arrendadas para su explotación al municipio, a un comandante de la policía, a varios particulares e incluso a un sacerdote.
Con el auge de las canteras llegó mucha gente dispuesta a trabajar, unos por breve tiempo y otros para radicarse. Los hombres extraían las piedras, las partían y las almacenaban. Las mujeres se dedicaban a triturarlas. Los campamentos que se levantaron para albergar a estas familias se convirtieron en viviendas permanentes, ranchos de terrón y tejas. Pasados varios años, la finca fue dividida en ocho partes cuya propiedad pasó a los herederos de Calderón. Cuando la explotación de las canteras dejó de ser lucrativa, los propietarios de las tierras, en compensación de salarios y prestaciones sociales impagas por muchos años, cedieron la posesión a los trabajadores, pero sin preocuparse por escriturar esos socavones deforestados a favor de los nuevos propietarios.
La gran mayoría de las familias originales estaban formadas por campesinos que procedían de los departamentos de andinos de Boyacá y Santander, muchas traídas por amigos y familiares que les habían precedido5. El agua se transportaba en tarros desde una cañada cercana y se guardaba en ollas de barro. Un puentecito sobre la quebrada era el punto de encuentro para lavar la ropa. El alumbrado era con lámparas de petróleo, velas, y algunos lo traían con cables del “otro Chapinero” usando desde alambre dulce hasta alambre de púas. Cuando alguien se enfermaba, acudía al médico de Lourdes. Los partos eran atendidos en las casas por Doña Aleja de Pineda o Doña Socorro de Durán.
Muchas generaciones de una misma familia han vivido en el Bosque Calderón de manera ininterrumpida. Las familias son en su mayoría numerosas; al crecer fueron poblando los lotes, grandes al comienzo, ahora repartidos entre las nuevas generaciones. Así como ellos, también se constituyeron muchos barrios más.“Hace siete años me casé y mi mamá me dió parte del lote para que hiciera un rancho. Como mi papá tiene un lote grande… a cambio de que lo pierdan, uno coge un pedazo”, decía un joven de 29 años nacido y criado en el Bosque Calderón. El proceso ha continuado con la llegada ininterrumpida de nuevos migrantes que, como los Samboní, arriban a la capital escapando de la miseria en el campo, de los conflictos con los terratenientes y la policía y de los enfrentamientos entre el ejército y la guerrilla.
Desde hace unos cuarenta años, ese panorama de precariedad bucólica cambió tan rápidamente como crecía la urbe. Los especuladores inmobiliarios, los inversores de la construcción y los urbanizadores piratas le habían echado el ojo al sector. Recurriendo a maniobras jurídicas de toda índole, estuvieron a punto de que les escrituraran algunos predios. En 1983 se decidió construir una Avenida Circunvalar encaramada en los cerros, desde el centro hacia el norte residencial, porque las carreras longitudinales como la Séptima o la Caracas estaban abarrotadas por el tránsito vehicular. La apropiación de los terrenos por debajo y por encima de la sinuosa Circunvalar se agudizó. La finalidad era clara: construir conjuntos de costosos edificios residenciales con un magnífico panorama de la sabana.
Las familias que tenían sus ranchos en el trazado de la Avenida fueron reubicadas más arriba con la promesa de que se les escriturarían sus nuevos terrenos; esta promesa no se cumplió. Después la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá, hizo un tendido de lineas de alta tensión por encima de las casas. Para la aprobación de los planos se necesitaba un mínimo de doce metros entre el tendido y las casas, requisito que complicó aún más la legalización total de barrio, ya que excluía como espacio habitable los predios sobre los que cruzaban las lineas. Los habitantes entablaron una acción de petición para que cambiaran el recorrido y el Centro Jurídico Comunitario (CJC) logró ganar el pleito, ratificando la propiedad de los terrenos para sus habitantes.
En junio de 1990, más de mil policías intentaron un desalojo masivo por la fuerza y gracias a la organización comunitaria y al CJC el lanzamiento de los modestos pobladores se aplazó pero en julio un contingente de la policía atropelló a numerosas familias. En los hechos resultaron heridos varios habitantes por disparos efectuados por los uniformados. Según declaraciones del entonces Decano de Teología de la Universidad Javeriana “la confusión fue mayor al ver a los policías entrar a las casas y sacar a los habitantes a palos. Rompían vidrios, lanzaban piedras, era una guerra sin cuartel contra aquellos colombianos indefensos”.
Hasta hace un tiempo a esos barrios de los cerros sólo subían tres vehículos de transporte que recogían los pasajeros en “el otro Chapinero, el de vitrinas elegantes y almacenes lujosos que se extiende como un tapete en la parte baja de los cerros en disputa”. La opción era subir a pie la empinada cuesta que media entre el cerro y las grandes avenidas (la Carrera Séptima, la Carrera Décima, la Avenida Caracas). El comercio del Chapinero tradicional, presionó para que el Alcalde Menor no permitiera que esos transportes operaran.
Para hacer frente a esas situaciones, la comunidad cuenta con una rica experiencia organizativa: Juntas de Acción Comunal, Comité de Salud, Comité Femenino Alma Familiar, Comité de Terrenos y Legalización, el Comité de Vivienda y Levantamientos Topográficos, Comité Pro-niño, Comité de Madres Comunitarias, Comité de Restaurante Escolar y hasta Comité de Cultivos Hidropónicos, que construyó un invernadero. La comunidad ha realizado talleres sobre la defensa de la tierra, programas para la tercera edad, programa de recuperación y legalización de tierras y viviendas de interés social.
Con los años algunos barrios lograron la escrituración de predios y obras de luz eléctrica, agua corriente y saneamiento. Aunque la pavimentación de calles y las vías de acceso siguen siendo totalmente insuficientes. La comunidad de esos barrios, tiene comprometida su supervivencia como desde hace décadas. Las contribuciones inmobiliarias fuertemente incrementadas se han empleado muchas veces para desalojar a los pobladores ya que les obligan a abandonar las viviendas y vender los terrenos a los “constructores” a precio vil. “El suelo que habitan sigue estando en la mira de grandes y poderosos intereses económicos. Lo que hasta hace pocos años era monte, ahora son lotes con alta valorización. Desde la loma se observa buena parte de la capital: un paisaje seductor para vender apartamentos” sostenía De Currea-Lugo.
Estas son las cifras actuales de la zona conocida como Pardo Rubio, localidad de Chapinero, compuesta por 20 barrios (cinco aun sin legalizar). Los que se encuentran en zona crítica son el Bosque Calderón y los Olivos, ya que están ubicados en zona montañosa, por encima de la Circunvalar, sobre los cerros orientales: alguno de los predios en espacios de reserva forestal y otros en zonas de alto riesgo no mitigable por remoción en masa (los riesgos de deslave existen, sin contar incidencia de movimientos sísmicos) y el acceso al primero de ellos solamente es apenas practicable por una callecita angosta y tortuosa.
La población total de la zona Pardo Rubio es de 35.000 personas, muchas de ellas provenientes de comunidades indígenas, de las cuales el 61% se ubican en los estratos 3 y 4, el 19,5% en el 2 y el 11% en el 1 6. Más del 19% de los habitantes son jóvenes y 14% son menores de edad. En toda la zona existen 22.635 hogares en 17.019 viviendas. El 44,4 % de los hogares cuenta con vivienda totalmente pagada, el 11,8 % la está pagando, el 37,5% la tiene en arriendo. El 80 por ciento de la población tiene trabajo por lo que el desempleo se remonta a un abultado 20%. En el sector existen 2 escuelas primarias donde estudian 600 jóvenes, tres jardines de infantes con un poco más de 400 niños y un solo centro médico asistencial. El 98% de los hogares tiene energía eléctrica, el 67% gas natural y el 89% agua corriente. Pero estos porcentajes son engañosos en el caso de Bosque Calderón donde los guarismos son mucho peores y donde la propiedad misma de la tierra no se ha resuelto a favor de las 550 familias que lo habitan que se ubican mayoritariamente en los estratos Bajo y Bajo-Bajo.
Albañiles de otras tierras – A comienzos de 2012 Juvencio Samboní tomó una de las decisiones más difíciles de su vida: dejar a su esposa Nelly Muñoz y a su pequeña hija Yuliana, que entonces tenía tres años. Vivían de trabajar la tierra y habitaban una sencilla casa en las montañas del departamento del Cauca.
Juvencio se cansó de ver que la papa y la cebolla no crecían bien en su parcela de Los Milagros, el caserío donde vivía en el resguardo indígena Yanakuna de San Juan 7. Hombres y mujeres trabajaban duramente y los patrones pagaban $ 7.000 por día (unos 60 o 70 pesos uruguayos) por pasar diez o doce horas sobre los surcos. Los terratenientes los explotaban cruelmente; a veces se producían enfrentamientos entre la policía y los narcos o entre el ejército y la guerrilla. Entonces se decidió a ir a buscar mejor suerte en la capital como otros caucanos conocidos y parientes lo habían hecho en los últimos años. El primero de ese grupo de indígenas en colonizar Bosque Calderón, ese barrio de casas a medio hacer, había sido un hermano de Juvencio llamado Edgar. Después y poco a poco se fueron yendo más parientes, amigos y conocidos.
Ahora Juvencio viajaría primero. Su mujer y su niña se quedarían en el campo con Omar, su hermano mayor, con los primos y los tíos, hasta que él se acomodara. Empacó tres mudas de ropa en un morral. Abordó una chiva8 que lo llevó hasta la cabecera municipal, y de allí tomó un ómnibus hasta Popayán y otro hasta Bogotá.
En la casa de El Tambo, donde Yuliana pasó sus primeros cinco años, vivían 15 personas. Los cuartos eran espaciosos pero desprovistos de comodidades: un solo televisor para toda la casa, paredes de adobe y pisos de tierra. Allá Yuliana Andrea se acurrucaba en la madrugada al lado de un brasero para amortiguar el frío de las montañas colombianas. Después de desayunar un trozo de queso con aguapanela9 caliente caminaba con su prima Camila Sacanamboy hasta la escuela rural.
En los siete años que la niña alcanzó a vivir nunca pasó hambre ni le faltó afecto. Era una niña feliz, dicen sus familiares. Juvencio regresaba a su tierra cada vez que podía. En agosto del 2014, viajó 24 horas en ómnibus para celebrarle el cumpleaños. En las casas hubo fiesta con torta y Coca Cola para Yuliana y sus amiguitas.
En Bogotá, la vida era dura. Un primo que había llegado antes a la capital a trabajar como obrero de la construcción lo recibió en un cuarto donde vivía en el asentamiento que había nacido de la invasión que tuvo lugar cuando se abrió la Avenida Circunvalar y le ayudó a encontrar empleo como peón albañil en una obra. Hoy viven allí unos ochenta paisanos suyos. Con el paso del tiempo, Juvencio se fue acostumbrando al frío y las duras jornadas de más de 12 horas. Ganaba un poco menos del salario mínimo pero cuando logró ahorrar lo suficiente le envió dinero a su esposa para que viajara a Bogotá.
Ya con Nelly a su lado, Juvencio alquiló un cuarto en una precaria casa en el mismo barrio. Los Samboní pagaban el equivalente a unos 1.500 pesos uruguayos mensuales por esa pieza de escasos tres metros de lado y piso de cemento sin pulir. En el cuarto del lado vive una hermana de Juvencio y su esposo, y en la tercera habitación otro hermano Edgar con su cuñada Luz y su hijo de siete años, primo de Yuliana, con quien estaba jugando cuando llegó Rafael Uribe Noguera a secuestrarla. Todos los Samboní comparten el único baño. Allí nació hace dos años Nicole, la hermana menor de Yuliana.
Con un trabajo más estable en el que ganaba al menos el salario mínimo10, Juvencio y Nelly lograron traer a su primogénita, quien llegó a Bogotá en junio del 2015. La mandaban a una escuela pública cercana. Todos dormían en su única cama. La familia iba a crecer pues Nelly transitaba el quinto mes de embarazo. A pesar de la evidente estrechez y las necesidades, los Samboní eran unidos, alegres y apreciados por todos sus vecinos. Juvencio esperaba construir con sus propias manos una casa para estar un poco más cómodos en alguna parte del cerro aunque su acariciado proyecto a largo plazo era comprar una casa en el Cauca para volver algún día. De hecho, varias veces, cuando regresaba a su tierra de visita se detuvo a mirar una vivienda en cemento por la que pedían 15 millones de pesos (unos $ 150.000 pesos uruguayos) y hasta había hablado con el dueño para que se la reservara.
Mientras que en la capital los hombres trabajaban en la construcción, las mujeres yanacaonas consiguieron empleos como limpiadoras o como meseras. Antes del asesinato de Yuliana, su mamá, Nelly, su tía Luz y otra prima habían empezado, entre las tres, a limpiar y pulir 150 apartamentos desocupados en un edificio que se iba a poner en venta. Cuando ocurrió el crimen, el jefe de las tres les notificó que les quedaba debiendo la última quincena, sin dar mayores explicaciones. “No tuvieron compasión ni siquiera con lo que estábamos viviendo”, dijo la tía mientras su marido inflaba unos globos blancos y rosados y disponía unas cartulinas para armarle un altar a Yuliana y rezarle la novena.
Durante buena parte del domingo 4 de diciembre Juvencio, sus familiares y vecinos buscaron a Yuliana cuadra por cuadra, por el barrio y sus alrededores. Nelly, angustiada, no quiso salir de su cuarto confiada en que su hija mayor aparecería de un momento a otro. La esperanza se convirtió en pesadilla cuando los Samboní se enteraron, el lunes 5, que su niña de siete años estaba muerta.
Los caucanos de Bosque Calderón saben que la única forma de sobrevivir es uniéndose, en las buenas y en las malas. Cuando Nelly, Juvencio, Edgar y Luz se enteraron de que el secuestro y el asesinato de la niña era obra de un hombre de poderosa familia adinerada, se encerraron varios minutos en una habitación. No sabían qué hacer. Se vieron enfrentados a la más honda impotencia. Recordaron otras muertes de niños y los años que pasaron sin que se resolvieran los casos y decidieron romper su aislamiento y salir del barrio a pedir ayuda.
Consiguieron un ómnibus, se fueron hasta el edificio en el que fue encontrada muerta la niña y una veintena de caucanos manifestaron y gritaron clamando justicia. Eso desencadenó la solidaridad de los vecinos de Chapinero, de las autoridades y de millones de personas que se fueron enterando a través de los medios de comunicación. El miércoles 7 llegaron decenas de personas con flores y velas para acompañar a los Samboní a velar a la niña en una funeraria de Bogotá.
El jueves 8, un avión de la Policía transportó a la familia y el pequeño cadáver torturado hasta Popayán. La mañana lluviosa y la carretera barrosa retrasó por una noche la llegada al poblado. El viernes 9 una nutrida caravana los acompañó hasta el municipio de Bolívar, donde todo el pueblo salió a recibirlos con globos blancos. Yuliana Andrea regresó en un cajón blanco a Los Milagros. Juvencio no la abandonó hasta sepultarla. Nelly no viajó por su avanzado embarazo. Esa mañana recorrieron el camino por el que tantas veces corrió Yuliana con su prima Camila rumbo a El Tambo y la enterraron en el caserío en donde nació hace siete años.
Ahora los familiares se preguntan porque este hombre rico y poderoso eligió a su niña para cometer este crimen atroz. “De pronto la escogió al mirarnos la pobreza, al ver que no tenemos estudio ni plata ni nada. Y pensó que nos íbamos a dejar, pero se equivocó porque somos caucanos. Y para los caucanos del campo los hijos y la familia son sagrados” declaró la tía de Yuliana.
El duelo de la familia será duro y la recuperación psicológica difícil. Nelly no sabe si el nuevo hijo que espera será niño o niña. El camino de la recuperación psicológica será arduo. Dicen que Nicole, la hermanita inseparable de Yuliana de dos años y medio, pregunta a sus azorados familiares si el señor que se robó a Yuliana la traerá de vuelta, ¿porqué todos lloran? Será difícil contestar.
Ahora los Samboní temen que el crimen de Yuliana caiga en el olvido y tantas penurias y dolores vuelvan a tornarse invisibles. Tales temores no son infundados. En verdad una maquinaria ominosa, hecha de complicidades, indiferencias y manipulaciones se ha estado moviendo para proteger al depredador asesino y para sustraerlo de la pena que se merece. Este en suma es el tema de este artículo como veremos más adelante.
La cuna de Rafico – Una buena cuna oligárquica tiene cuatro sustentos fundamentales: un barrio exclusivo, un colegio exclusivo, un club exclusivo y una familia exclusiva. A partir de la red de relaciones, prestigio, influencias, favores y amparos que allí encuentran su urdimbre, todo lo demás viene por añadidura. Esto no quiere decir que ser rico sea necesariamente pecaminoso sino que la cuna, junto con antecedentes vagamente genéticos y muy probablemente heredados, como el ejemplo, configuran un medio en el que un monstruo puede medrar: herencia, medio y mutaciones perversas.
Rafael Uribe Noguera proviene del barrio Los Rosales, al nororiente de Bogotá, donde transcurrieron cómodamente su infancia y su juventud. Los Rosales está ubicado en Chapinero, limita al sur con la calle 63, al norte con la 77, al occidente con la Carrera Séptima y al oriente con los cerros. Por lo tanto el barrio de los ultra ricos es vecino del Bosque Calderón (que se extiende montaña arriba de la Avenida Circunvalar, entre las calles 53 y 59).
Los Rosales se encuentra entre las cinco áreas residenciales más exclusivas de la capital y su dinamismo actual la pone en el primer lugar. Posee varias sedes de grandes empresas, hoteles, bancos, restaurantes y tiendas afamadas. También hay negocios ambulantes, una feria cercana a la Carrera Séptima (que funciona semanalmente) y sedes de muchas embajadas acreditadas en Colombia.
Más arriba el territorio es netamente residencial, caracterizado por los apartamentos de gran lujo (de a uno por piso o en dos niveles) con dimensiones aún mayores que las mansiones del norte de otrora y con todos los refinamientos imaginables. La alta burguesía bogotana se ha refugiado allí en busca de belleza natural, privacidad y sobre todo seguridad y aislamiento entre iguales, rodeados de cámaras, sensores laser, la parafernalia de las invisibles vallas electrónicas y sus vigilantes privados.
Los alrededores conservan parques de monte natural y arroyos de montaña como las Quebradas de los Rosales, el Parque Gustavo Uribe Botero y la hermosísima Alameda de la Quebrada Vieja, muy usados para el esparcimiento ecológico y deportivo. El sector ostenta los precios más altos por metro cuadrado de todo el país que no van en zaga a los que se negocian en los sectores más exclusivos de Nueva York, París o Londres y que dejan bastante atrás a los de Miami. Un apartamento lujoso puede superar los tres millones de dólares estadounidenses. La actividad de construcción de nuevos conjuntos residenciales es permanente. En la frenética erección y venta de esos edificios se destaca Lascaux Construcciones S.A.S. una empresa cuyos propietarios son los Uribe y que daba empleo como arquitecto a Rafico (en tanto que su madre, la Dra. María Isabel Noguera de Uribe era la representante legal de la empresa).
Los niños y jóvenes de Los Rosales tienden a estudiar en costosísimos colegios privados como el Nueva Granada o el Gimnasio Moderno, situados en Chapinero Alto y El Nogal respectivamente. El Gimnasio Moderno, en particular, es un exclusivísimo colegio que se mantiene como estrictamente masculino desde que fue fundado en 1914 por los hermanos Samper Brush 11 y el educador colombiano Agustín Nieto Caballero. Se podría considerar que fue, a nivel estratégico de formación de las elites colombianas, la reacción de sectores de la alta burguesía liberal modernizadora ante la rígida formación confesional y tomista que ofrecían los colegios regidos por las órdenes religiosas que patrocinaban los conservadores.
Con esta institución, destinada a formar a los miembros de la futura elite en todas las áreas de la vida pública se buscaba replicar los modelos pedagógicos europeos del belga Ovidio Decroly y la italiana María Montessori. Para Nieto Caballero el objetivo del Gimnasio Moderno era la creación de una “nueva aristocracia colombiana” asentada en los sólidos valores morales kantianos más que en el poderío económico, material (marcadamente latifundista y agropecuario) característico de la rancia aristocracia semi-feudal conservadora.
El colegio – donde se formaron Rafael, padre e hijo, y el hermano mayor del segundo Francisco, desde los cinco años hasta terminar el bachillerato – ostenta el lema “Educar Antes que Instruir” que lo consagra como un refugio laico de principios espirituales y morales, que teóricamente no está destinado a producir eruditos sino personas de bien, honradas y confiadas, fundado sobre el principio de la “disciplina de confianza”12, es decir, sobre el supuesto que el alumno se autoimpone su disciplina, porque así se lo han enseñado desde la temprana infancia. Asimismo, el niño confiará en que las decisiones de maestros y profesores siempre serán los más rectas y justas posibles como parte de un ambiente donde el respeto por el otro es la regla fundamental. No se trata de satanizar al colegio de los ultra ricos pero, como veremos, en el caso de Rafael y posiblemente en el de su hermano Francisco hubo fallas catastróficas en la internalización de tan nobles principios.
En el Gimnasio Moderno se formaron grandes capitanes de empresa (los dueños de la mayor empresa aérea y de las grandes cervecerías, por ejemplo), los dueños y directores de los grandes medios de comunicación masiva, de los bancos y empresas financieras, de los mayores estudios jurídicos, los políticos y parlamentarios más conocidos. El colegio también fue la cuna del equipo de fútbol Independiente Santa Fe (cuyos colores blanco y rojo reproducen los emblemáticos de la casa)13. La tradición deportiva gimnasiana dice que a principios de la década de 1990 Rafico se destacaba, como delantero metedor y habilidoso, en el equipo amateur del Gimnasio Moderno.
Los gimnasianos también son conocidos por su Banda de Guerra que, al estilo yanqui, participa en desfiles con sus brillantes uniformes de fantasía, sus instrumentos relucientes y sus redoblantes tambores. Ser el Jefe de la Banda de Guerra, como lo fue Rafael Uribe Noguera (Rafico), es una preciada distinción. Ir revoleando el bastón entorchado al frente de la Banda era y sigue siendo el signo del primus inter pares, es decir el más pintún, el más atlético y el más simpático y bailarín de los galanes por el que se derretían las chiquilinas de los colegios femeninos exclusivos.
Para los ricos bogotanos tener un lugar de esparcimiento, actividad social y recreación se ha convertido cada vez más en una necesidad. En Bogotá existen hoy más de 50 centros privados con todo tipo de actividades a los cuales es posible pertenecer si se tiene la capacidad económica para costear el acceso. Entre estas instituciones hay una veintena que son consideradas las más tradicionales o exclusivos y a los cuales pertenecen un poco más de diez mil familias, los auténticos “cachacos”.
En ellas no basta tener mucho dinero y muy buenos vínculos sino que es imprescindible la “prestancia social”, es decir el signo que da la riqueza por generaciones para asegurar que el ascenso social y el refinamiento alcanzado están basados en despojos, especulaciones, maniobras más o menos dolosas y explotación del prójimo, lo suficientemente lejanas u ocultas como para despegarse de las fortunas instantáneas que generó el narcotráfico, el asesinato de indígenas o los latrocinios no calificados, entre otros crímenes.
La historia natural de la riqueza no es novedosa y no excluye completamente dos hechos antinómicos: uno de ellos es que alguna fortuna original pueda haberse levantado merced al trabajo duro, honesto y agotador de una o varias generaciones; es fenómeno raro pero no imposible. El otro hecho es que el narcotráfico y los lavaderos de dineros sucios en gran escala (como los provenientes del tráfico de personas, la venta de armas, el juego clandestino, las estafas cibernéticas, las quiebras fraudulentas, los contrabandos diversos, la especulación financiera y la expoliación de países enteros, etc.) ya tiene más de cincuenta o sesenta años de desarrollo geométrico sostenido y creciente como para que estos “nuevos ricos” hayan enviado a sus hijos a las mejores escuelas y universidades del mundo para conseguir la mejor formación y la mayor cultura que el dinero puede comprar.
Además hace más de dos o tres generaciones que están casando a sus hijos con los vástagos de las oligarquías clásicas (es decir los que se volvieron honorables en un ciclo anterior) y como desde hace siglos se compran títulos nobiliarios y genealogías inmaculadas que traen, de regalo, la acogida más benévola a cualquier club exclusivo, a cualquier antro psicodélico o prostíbulo caro y hasta el acceso a cualquier galería de arte donde exponer mamarrachos propios junto a los Van Gogh, los Gauguin o los Vermeer de los ultra millonarios. Los Corleone y los Soprano son fantasías realistas ítaloamericanas.
Los primeros clubes en crearse fueron casi esencialmente sociales, es decir, lugares de reunión de los políticos e intelectuales. Sin embargo los conceptos y las características de los proyectos han ido variando con el tiempo. En los últimos años ha surgido un número considerable de clubes campestres que se han convertido en el lugar preferido para la práctica de deportes (especialmente el golf), el descanso y la recreación familiar (piscinas, saunas, equitación, juegos infantiles). También el fantasma de la inseguridad ha hecho que las tradicionales fincas de recreo donde las familias adineradas disfrutaban de vacaciones de campo en la sabana hayan sido reemplazadas por los llamados clubes de fin de semana, clubes-hotel o conjuntos cerrados que son reductos compartidos y fuertemente resguardados.
El padre de Rafael Uribe Noguera es socio vitalicio de uno de los dos primeros y más rancios clubes bogotanos: el Gun Club. El primero de estos fue el Jockey Club que nació en 1874 creado por un grupo de cachacos de alta alcurnia, movidos por el deseo de tener un lugar en el cual hacer sus tertulias. El lugar fue un éxito inmediato entre las grandes figuras políticas, sociales e intelectuales de Santa Fe de Bogotá. Su exclusividad y su gran reconocimiento generaron que, tras ocho años, apareciera su primer competidor, el Gun Club, fundado en 1882. Estos clubes tenían suntuosos edificios de estilo neoclásico en el centro de la capital pero cuando habían cumplido un siglo y debido a la limitada asistencia de socios debido a la migración de la gran burguesía hacia el norte ambas instituciones se mudaron en el mismo sentido para ocupar sedes más modernas y aún más suntuosas.
Tanto el Jockey Club como el Gun Club eran y siguen siendo clubes de hombres, reinos del patriarcalismo más absoluto donde los socios solo pueden ser varones y lo mismo sucede con todo o casi todo el personal de servicio. El énfasis de los más antiguos no se ponía en los deportes o el entretenimiento, sino en la preservación de las costumbres con que los ultra ricos pretendían hacer de su Bogotá una ciudad de estilo y pensamiento europeo, preferentemente londinense, comiendo lo más refinado, bebiendo sus tragos y departiendo mientras fumaban sus habanos mientras chismeaban o conspiraban.
El Gun Club está instalado ahora en la calle 82 con Carrera Séptima y adoptó un aire menos gerontocrático para posicionarse como el club de “las nuevas generaciones de grandes oligarcas”, abriendo sus puertas a las señoras como invitadas frecuentes y a los hijos de los socios aunque siempre como un lugar de reunión refinado y discreto, de sonidos amortiguados y salones principescos. Ese fue el club que frecuentaban los Uribe Noguera.
Ingresar al Jockey Club o al Gun Club es muy difícil. Los clubes son sociedades anónimas con un paquete accionario de no más de 400 o 500 títulos nominativos, a razón de uno por cada socio. El costo de una de las acciones puede equivaler al de un buen apartamento o residencia lujosa y asegura los servicios de por vida al titular y a sus invitados aunque naturalmente los consumos y otras erogaciones deben pagarse a precios elevados. Siguiendo con la tradición, los únicos que pueden ser accionistas son los hombres pero no hay membresías disponibles: el interesado tiene que suministrar todo tipo de información y antecedentes personales, familiares y patrimoniales que son cuidadosamente investigados hasta que la directiva acepta su inclusión en una lista de espera.
La posibilidad de ingreso se abre cuando un socio se retira o fallece sin dejar heredero varón que llene las condiciones de “prestancia social” como para tomar el lugar. Aún asi el candidato, ya sea uno de los que esperan o un heredero debe se presentado por dos socios y considerado por la junta directiva que no tiene plazos estipulados para hacerlo y sin necesidad de justificación puede demorar semanas, meses o años la aceptación definitiva. En todos estos clubes funciona el sistema de la bolilla negra de modo que para entrar es preciso que en la urna de votación secreta, en cualquiera de las dos instancias, no aparezca la vetadora pieza de ébano. Como detalle curioso, en algunos de estos clubes exclusivos, quienes se encargan de la investigación de antecedentes de los aspirantes a ingresar y sus familias, son las esposas de los socios. Inclusive ahí el patriarcalismo parece estarse resquebrajando.
Una familia prestante – El entorno familiar está compuesto por la madre María Isabel Noguera de Uribe, el padre Rafael H. Uribe Rivera y dos hermanos, uno mayor Francisco José y otra menor Catalina. Rafael H. Uribe Rivera (cumplió 71 años precisamente el 15 de diciembre de 2016) precedió a sus hijos como bachiller del Gimnasio Moderno. Estudió arquitectura y se recibió de Arquitecto en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, en 1970. Fue docente durante cuatro años en otra exclusiva universidad privada de la capital colombiana, la Universidad de los Andes. En su curriculum académico deja constancia de su amor por el teatro y por la historia. Trabajó en distintos estudios de arquitectura desde antes de recibirse y en 1972 empezó su actividad independiente en construcción de viviendas. Como delegado docente integró el Consejo de la Facultad de Arquitectura de la Javeriana en 1974.
Rafael Uribe Rivera exhibe un curriculum profesional y académico destacado. Incursionó en la política. Hizo estudios de posgrado en ciencias políticas y fue parlamentario hasta 1982, en que renunció por discrepancias (no se sabe de que partido porque esa filiación no se desprende de sus declaraciones). Fue Coordinador y profesor de Introducción a la Arquitectura, Coordinador de Proyectos de Consultoría y finalmente Decano Académico de la Facultad de Arquitectura de la Javeriana, entre agosto de 1992 y febrero de 1999, periodo durante el cual empezó sus estudios allí su hijo Rafael Uribe Noguera (Rafico).
Algunos de quienes estudiaron cuando Uribe padre encabezaba la Facultad dan una imagen más compleja del catedrático. La arquitecta y artista plástica cartagenera Alexa Cuesta (con posgrados en Valencia y Barcelona), fue alumna de Uribe Rivera cuando estudió en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (entre 1989 y 1994) y lo califica públicamente como un ser perverso. Alexa no se explica cómo pudo durar tanto tiempo como Decano de Arquitectura porque sostiene que los jesuitas, a pesar de ser elitistas, siempre procuran la excelencia académica. Afirma que los comentarios de Uribe Rivera a los proyectos de sus estudiantes eran siempre clasistas, denigrantes y despreciativos de la dignidad de la gente, “para él todo era dinero, lo demás no importaba” dijo la arquitecta costeña que había sido becada por su colegio (Comfenalco) para estudiar una carrera costosa en la capital. Para abonar la actitud despótica y prepotente del Decano, Alexa dio su versión sobre un caso concreto cuando realizaban bajo su dirección un diseño de viviendas de interés social en el occidente de Bogotá.
Se trataba de un predio grande e irregular donde los estudiantes debían hacer mediciones topográficas, ver el paisaje, analizar el contexto y las zonas colindantes – recuerda Alexa – él nos decía: “Nada de eso sirve, calculen cuántos metros cuadrados serán los construidos y a cómo les cobrarán el metro cuadrado a la entidad que les contratará… porque a la gente que vivirá allí todo se lo subsidiarán”. Sostenía que la gente de estratos bajos no necesita diseño y no les dejaba desarrollar curvas o diagonales, porque decía que eso era costoso. Todo debía desarrollarse “como cajitas” y los materiales debían ser los más económicos del mercado porque la gente de bajos recursos no merecía nada mejor.
Alexa también explicó las razones que, desde su punto de vista, sustentaban el poder omnímodo del Decano. En esa época Uribe Rivera era el contratista de todo el mobiliario urbano de Bogotá y tenía una forma de hablar como un general a sus subalternos. “Creo que venía de familia militar – especula Alexa – todos le tenían miedo, eso sí era un profesor puntual y no permitía fallas. Su forma de vestir era muy llamativa: los mejores trajes de paño y corbatas de seda, no sé cuantos Mercedes deportivos tenía pero llegaba en varios”.
El final de la relación profesor / alumna fue tempestuoso según declaró Alexa: “yo estaba totalmente traumatizada e indignada con su filosofía nazi de la vida, así que con tal de no darle la mano en la ceremonia de graduación, pedí que me entregaran mi diploma por ventanilla, y allí fue Troya. Me llamó a su oficina cuando fui a buscar mi diploma, para insultarme porque no quise asistir a la ceremonia, como si estuviera dolido. Sé que se acuerda de mi…”.
De la madre, la señora María Isabel Noguera de Uribe, poca información pública que se conoce. Se dice que es aficionada a la literatura y se ha demostrado que es representante legal de la empresa Lascaux Construcciones, S.A.S., propiedad de la familia dedicada a las construcciones de lujo, donde Rafael Uribe Noguera trabajaba como arquitecto.
El hermano mayor es el abogado Francisco José Uribe Noguera, socio desde 2012 de uno de los bufetes de servicios jurídicos más grandes de Colombia, Brigard & Urrutia, que emplea a no menos de 150 profesionales y maneja los mayores negocios del mundo empresarial, con proyección y contactos globales. Casualmente la sede de la firma queda en Chapinero Alto a pocas cuadras al sur de Los Rosales y otras pocas al norte del Bosque Calderón.
Hasta el crimen atroz que cometió Rafico el miembro de la familia que más había llamado la atención era precisamente Francisco José. Como socio de Brigard & Urrutia era jefe operativo de los negocios jurídicos de su prominente cliente Riopaila Castilla S.A., un gigantesco complejo agroindustrial del Valle del Cauca que ocupa los primeros lugares en el mercado nacional e internacional mediante la producción y comercialización de azúcar, miel, alcohol, energía, palma y todos los derivados imaginables.
Riopaila Castilla es parte del fabuloso imperio de los Caicedo una estirpe de los ultra ricos que tienen su centro de comando en Cali. La plaza principal de esa ciudad lleva el nombre de Plaza Caicedo como símbolo de la gravitación de la familia en la inmensa y dinámica acumulación económica, la política conservadora y la acción religiosa que se remontan al siglo XVIII cuando el primero de ellos fue Alférez Real (virtual virrey) de los monarcas españoles en la región sur de la Nueva Granada.
En particular, Riopaila Castilla surgió de la fusión de dos enormes ingenios de caña de azúcar creados por el gran capitán de industria Hernando Caicedo Caicedo en los años 1928 y 1945, respectivamente. Hernando Caicedo logró convertirse en una leyenda de riqueza, poder y reconocimiento. Cuando murió, en 1966, era el hombre más rico del Valle del Cauca, fundador y propietario de los Ingenios Riopaila y Central Castilla, de la Fábrica de Dulces Colombina, adicionados con una considerable fortuna en tierras y ganados y un gran peso e influencia en la vida política y social del país 14.
En el 2013, una investigación reveló que Riopaila Castilla S.A. había adquirido 42 mil hectáreas en el Vichada15, en forma fraudulenta, a través de auto préstamos. “Las normas están para interpretarse” respondió Francisco Uribe Noguera, el abogado de la firma Brigard & Urrutia, ante las denuncias de parlamentarios sobre la forma en la que Riopaila, se apropió de las tierras (una superficie de 420 kilómetros cuadrados equivalente al 75% del departamento de Montevideo).
Las leyes colombianas establecen que cada persona física o jurídica solamente puede poseer una Unidad Agrícola Familiar (UAF) pero el abogado Uribe Noguera habría sido el inventor de un mecanismo para eludir la ley. De este modo, el 31 de diciembre de 2010, en una escribanía de Cali se constituyeron 27 sociedades anónimas simplificadas (S.A.S) de un solo golpe. En todas las actas figura el Dr. Francisco Uribe Noguera y empleados de Riopaila como hombres de paja. El mecanismo de apropiación de los terrenos fue que cada una de las 27 empresas constituidas por Uribe Noguera adquirió otras tantas UAF de los campesinos entre los municipios de Santa Rosalía y La Primavera, del departamento de Vichada, y en el mismo acto le arrendó la totalidad de los predios a Riopaila Castilla S.A. por 30 años y por un canon que corresponde al valor de la compra de dichos predios.
Tras el contrato de arrendamiento, Riopaila Castilla suscribió con cada una de las sociedades anónimas inventadas un contrato mutuo, en los que se puede verse que las tierras fueron adquiridas mediante un préstamo de recursos de la compañía agroindustrial a favor de las agroforestales, nombre que le pusieron a las S.A.S. Cada una de estas nuevas sociedades pagaría el crédito arrendándole el predio a Riopaila, de tal forma que el canon cubría la cuota.
El mecanismo concebido por el abogado no permitió demostrar que Riopaila adquirió los terrenos violando la ley pero en un informe de gestión del 2011, la compañía señala que una sociedad de su propiedad creada en Luxemburgo, denominada “Asturias Holding Sarl”, adquirió el cien por ciento de la participación de cada una de las S.A.S agroforestales. Lo que para Uribe Noguera fue “una interpretación de la ley” para varios sectores de la opinión pública fue una “jugada maestra” para burlarla y apropiarse de manera indebida de un enorme territorio.
Ya veremos como el hermano mayor y la hermana menor, por lo menos, están severamente involucrados en la cobertura de Rafico posterior al crimen. Ahora veamos los antecedentes del depradador y asesino.
Se dice que en el hogar de “la familia prestante” nadie olvida que cuando los padres se fueron de viaje por un mes y los tres niños quedaron en casa de su abuela: cada una de las tardes de ese mes, Rafael se sentó en las escaleras de la entrada para esperar a su madre con un ramo de flores. A Rafico, como le apodaron desde la infancia, todos sus compañeros de colegio lo recuerdan porque su principal talento era no pasar desapercibido. No era un estudiante brillante y mucho menos un “traga” pero lograba salir adelante. Como adolescente era el “capo” de su grupo: buena pinta, exitoso con las mujeres, valiente, destacado delantero en las canchas de fútbol y audaz en todo lo que fuese nuevas experiencias. “Por todo eso era un tipo al que los demás adoraban u odiaban”, recuerda uno de sus compañeros.
Sus vínculos y su liderazgo juvenil hicieron que llegara ser el Jefe de la Banda de Guerra del Gimnasio Moderno, una de las máximas distinciones para lucirse en los desfiles. Fue una época de borracheras intensas, incontables cajas de Marlboro y otros fumestibles, en medio de farras permanentes en la noche bogotana. Se dice que, desde entonces, sus amigos tenían claro que el simpático Rafico, con unas copas arriba, se transformaba en un tipo fastidioso y pesado. Con sus compañeros viajó a La Habana en la excursión de undécimo grado. Al cabo de trece años de dar que hablar en el Gimnasio Moderno, en 1996 se graduó de bachiller con algunas anotaciones por mala conducta y una fama de galán arrollador. Celebró el grado con una gran fiesta en la que resonaron sus vallenatos favoritos pero por esa época su familia le encubrió por un robo que cometió en un club campestre.
En Colombia rige y parece que seguirá rigiendo un anticuado sistema de reclutamiento forzoso, el servicio militar obligatorio, que de todas maneras obra en forma muy diferente de acuerdo con la clase social a la que pertenecen los jóvenes 16. Los humildes son carne de cañón y los adinerados encuentran la forma de ser eximidos, de conseguir reemplazos o de pasarlo bien y a salvo de riesgos o fatigas. Esto último es lo que su familia le deparó a Rafico.
El flamante bachiller pasó a prestar servicio militar en el Batallón Guardia Presidencial. Dicen que fue un buen soldado. Tras concluir la instrucción militar de los primeros meses y jurar la bandera, lo enviaron a la Casa de Nariño para cumplir labores de mensajería entre oficinas. Luego, merced a las palancas de la familia, fue enviado a conocer mundo y hacer algún dinerillo en la Fuerza de Paz del Batallón Colombia, en el Sinaí.
De regreso al país, ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Javeriana donde su papá era el Decano. Se dice que en esa época se hizo adicto a las drogas, que prolongaba sus festicholas aspirando coca o ingiriendo éxtasis y drogas de diseño y que al otro día su única preocupación era que su imagen no hubiera resultado salpicada por los excesos de la farra. Ahora han surgido denuncias de que la monografía que presentó para obtener su título de arquitecto habría sido plagiada y que la intervención paterna salvó el “inconveniente” e hizo posible la culminación de sus estudios.
Era hombre de participar en todos los acontecimientos sociales, siempre en espectacular compañía femenina pero sus relaciones no eran duraderas. Sus amigos solo pudieron recordar dos novias más o menos estables y todos refieren que era extremadamente celoso, a tal punto que discutía porque una de ellas veía en televisión la serie Guardianes de la Bahía porque aparecían hombres en traje de baño. Una novia que fue su prometida se peleó cuando se le empezaron a perder zapatos y vestidos, hasta que descubrió que él guardaba las prendas para ponérselas sin que nadie lo viera. También se supo que solía embadurnar su cuerpo desnudo con aceite de cocina, se escondía en el placard de su novia y le enchastraba la ropa, lo cual desencadenó la ruptura.
Sus conductas extravagantes, numerosos accidentes automovilísticos, daños a personas y bienes ajenos y escándalos reiterados, producto de su alcoholismo y drogadicción, fueron asumidos por su familia, hasta que los costos y el riesgo de que fuera imposible seguir encubriéndolos hizo que, con la mayor discreción (habitual en estos casos) se le incluyera en exclusivos y carísimos programas de desintoxicación pero Rafico no los culminó porque los familiares pensaron que el lugar era frío y su vástago estaría mejor en casa. “Él es una persona dulce, pero a la vez compleja, le gusta la soledad y le da vueltas y vueltas a sus conflictos existenciales”, manifestó bobaliconamente una de sus ex novias. “#Me LaVuela mi falta de autocontrol” escribió Rafael en su cuenta de Twitter en septiembre de 2012.
Sus amigos no recuerdan ninguna época en que no haya estado muy preocupado por lucir bien y por rodearse de mujeres bellas. Últimamente era un frecuente usuario de Tinder17 para conseguir todo tipo de compañía instantánea para sus fiestas. Hace más de un año, una de sus prolongadas fiestas terminó en líos con los vecinos. De alguna manera Rafael logró ingresar al apartamento contiguo, revolvió el ropero de una mujer mayor que no estaba en ese momento y cuando esta regresó, en compañía de su esposo, lo encontraron durmiendo la borrachera en su sala, luciendo algunas prendas de la mujer. Debido al escándalo reiterado, que desbordó la paciencia de los propietarios, el arquitecto tuvo que dejar el edificio, puso en arriendo el apartamento, y se mudó a otro, a pocas cuadras de allí.
A pesar de los desmanes, locuras y la cantidad de permanentes incidentes penosos de carácter claramente criminal, nadie en su círculo social cercano parece haberse imaginado que Rafael Uribe Noguera, de 38 años, fuera un depredador sexual, un pedófilo asesino. Para Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, el caso podría corresponder a un trastorno de la personalidad de tipo antisocial. Esas personas suelen requerir de estímulos y las drogas son un ansiolítico, pero también desinhiben. “El consumo de alcohol y sustancias psicoactivas corren la compuerta y emerge lo que está debajo. No quiere decir que todo el que se meta un poco de cocaína o el que se ponga una ampolleta de heroína sale a asesinar. Pero se corre una cortina, se revela lo que tienes guardado. No saca lo que uno no tiene, sino lo que uno tiene”, manifestó el psiquiatra a la prensa.
La mayoría de estos sujetos tienen lo que los expertos denominan “encanto superficial” lo que les facilita seducir y atraer para concretar sus propósitos y esto es lo que les resulta sorprendente a los observadores desprevenidos o a los que se hacen los desprevenidos. Psicópatas como Rafico suelen ser, asimismo, fríos y calculadores. Los estimulantes, sean los que sean, no les inducen pérdida de conciencia y distinguen perfectamente el bien del mal. El “encanto superficial” puede dejar paso instantáneamente a la brutalidad y la fuerza cuando la creen necesaria para alcanzar lo que se proponen. La crueldad y la insensibilidad son rasgos inseparables.
Cronología del horror – El sábado 3 de diciembre pasado, en vísperas del crimen, Rafico estuvo con su familia, de talante alegre y simpático, en la fiesta de cumpleaños de una niña sobrina suya. Al amanecer del domingo estaba en su apartamento. Recibió al delivery que le llevó un pedido a domicilio a las cuatro de la madrugada y chateó desde temprano con varios amigos mientras practicaba videojuegos.
Hacia las nueve de la mañana salió en su camioneta para dirigirse al cercano Bosque Calderón. Hay testimonios de que Rafael Uribe Noguera era visitante frecuente y subrepticio del barrio humilde, rondaba la escuela y las callecitas sin bajarse de una Nissan X-Trail 4 X4, plateada, del año 2009. Una vez manoseó a una mujer adulta y esta lo rechazó. Según los investigadores, había hecho tres intentos anteriores para llevarse a Yuliana.
El viernes 2 de diciembre les habría ofrecido dos mil pesos a Yuliana y a una de sus amiguitas para que abordaran la camioneta. Ante la negativa de las menores, el hombre les ofreció cuatro y después cinco mil pesos, pero ellas nunca accedieron. Uribe Noguera abandonó el lugar cuando los primos de la niña, de unos 8 años, tampoco quisieron el dinero. El informe de la Policía dice que el arquitecto volvió al día siguiente, el sábado 3. Esta vez Uribe Noguera habría subido la oferta a 10 mil pesos para que Yuliana abordara la camioneta y ella habría accedido. En el interior del vehículo el hombre habría tocado a la niña y después la dejó ir. La menor solo le contó el episodio a su amiga y a sus primos pero sobre esta versión tal vez nunca se sepa la verdad.
A las 9 y 10 del domingo 4, Rafico volvió al Bosque Calderón. Secuestró a la niña cuando jugaba junto con otros niños en la puerta de su casa. La subió a la fuerza arrastrándola violentamente y se desprendió a patadas de un primito que intentaba retenerla. El rapto ocurrió en un breve lapso, pues el barrio solo tiene una calle de entrada y salida para el escaso centenar de casas a medio construir. Ocho minutos después la Nissan plateada abandonó el lugar como lo muestra inconfundiblemente el video de una cámara de seguridad (la matrícula del vehículo se vio claramente). A las 9 y 45, Rafico ingresó con la camioneta al estacionamiento del edificio donde vivía (en la Carrera 1ª y calle 68) y salió cinco minutos después sin bajarse del vehículo.
A las 9 y 55 llegó al edificio Equus 66, (ubicado en la Cra 4A # 66-14) a pocas cuadras de su casa. Es otro de los edificios erigidos por la empresa familiar Lascaux Construcciones S.A.S. que aunque finalizado recién está en proceso de venta o arrendamiento, hay pocos vecinos y pocas cámaras de seguridad habilitadas. Sin embargo se ve que Uribe Noguera ingresó al apartamento 603 de su propiedad, una unidad vacía y sin amoblamiento alguno que estaba para alquilar. Una cámara registró que Yuliana entró caminando.
A la hora 10 los padres y tíos de Yuliana Samboní informan a la policía, en la comisaría de Chapinero, del secuestro de la niña. Los uniformados de la seccional empiezan la búsqueda. Los Samboní y sus vecinos revisaron metro a metro los predios aledaños. A las 12 y 05 llegaron a la zona los investigadores del Gaula, un grupo de elite de la policía especializado en la represión de secuestros y rescate de víctimas.
A las 12 y 45 el Gaula se pone en contacto telefónico con Laura Arboleda Wartenberg, que figura como propietaria de la camioneta Nissan 4X4 que fue identificada por los vecinos y por el video de las cámaras de seguridad. Laura Arboleda es la cuñada de Rafael Uribe Noguera, esposa del hermano mayor, el abogado Francisco José Uribe Noguera. La policía le informó que su vehículo estaba involucrado en el secuestro de una niña de siete años de edad. Ella respondió que la Nissan ya no le pertenecía (aunque omitió que, con su autorización, desde hacía tres años la utilizaba exclusivamente su cuñado). Laura Arboleda les dió a los investigadores en ese momento el número de celular de su esposo el abogado. Entonces los agentes se toparon por primera vez con Francisco Uribe Noguera. El abogado dijo desconfiar de que la llamada realmente proviniera del Gaula y pidió un tiempo para consultar el asunto. Pasado un rato, un oficial del Gaula nuevamente se comunicó con él y le pidió que se encontraran en una comisaría donde Francisco pudiera estar tranquilo.
A las 14 horas el abogado Francisco Uribe Noguera llegó para encontrarse con los Gaula en la comisaría de la calle 72 y Carrera 7. Explicó que el vehículo no estaba en su poder debido a un negocio familiar informal hecho años atrás, y cuando el abogado trató de entrar en detalles del asunto, los agentes le insistieron en que lo urgente era dar con el paradero de la niña y le hicieron saber que cada minuto era crucial, por lo que necesitaban su colaboración. Fue entonces cuando Francisco empezó a hacer llamadas para averiguar entre su familia sobre la camioneta, sin ofrecer una respuesta clara. Finalmente, al cabo de varias averiguaciones Francisco les dijo a los agentes quién tenía el vehículo “Es que es mi hermano”, dijo. Señaló que su nombre era Rafael Uribe Noguera, pero que nadie en la familia sabía en ese momento dónde estaba. Les dio el número de celular de su hermano y les dijo donde vivía (en la Carrera 1ª y calle 68) pero no les dijo del otro apartamento propiedad de Rafico en Equus 66. Francisco se fue enseguida y los policías del Gaula salieron inmediatamente para la dirección que les dio donde no había nadie y nadie les dio razón del paradero de Rafico o de la camioneta. Desde luego Rafael Uribe nunca contestó las llamadas telefónicas que se le hicieron.
A las 15 hs. testigos que trabajan al lado del edificio Equus 66 (Carrera 4A con calle 66) vieron a la hermana menor de Rafico, Catalina, discutiendo a los gritos con el portero que no la dejaba entrar al edificio. Finalmente Catalina logró que la dejaran y penetró al apartamento 603 con sus llaves. Quince minutos después el que llegó al Equus 66 fue el hermano mayor, Francisco José Uribe Noguera. Unos minutos más tarde llegó al apartamento 603, donde estaba Rafico, una mujer joven que no ha sido identificada. La policía insistió permanentemente en comunicarse con Francisco José pero este no atendió ninguna llamada. A las 15 y 05 un oficial del Gaula le escribió, vía whatsapp: “Señor Rafael, necesitamos hablar urgente con usted”. El celular aparecía encendido.
A las 16 y 30 Catalina Uribe Noguera abandonó el edificio Equus 66. Varios testigos afirmaron que minutos después el arquitecto Rafico se asomó al balcón del sexto piso y gritó “como loco” y a voz en cuello “no, noo”. A esa hora Rafico también llamó por teléfono a un comercio cercano y pidió bebidas energizantes. El portero se las subió al apartamento.
A las 17 horas los vecinos vieron que Rafico salió del edificio caminando (la camioneta quedó en un rincón oculto del estacionamiento subterráneo), recién bañado y compuesto, ostentando lentes de sol. Según parece tomó un taxi más abajo pero la policía no había podido localizar al taximetrista para corroborarlo.
A las 19 horas Francisco Uribe Noguera llamó a los investigadores del Gaula y le dijo que había ocurrido una desgracia pero cortó la comunicación sin decir más nada por lo que no pudo ser localizado.
A las 20 y 30 Francisco volvió a comunicarse con el Gaula. Les dijo que había encontrado a su hermano, que presentaba una sobredosis severa y que estaba llevándole a la Clínica Montserrat (Instituto Colombiano del Sistema Nervioso, Clínica Monserrat, ubicada al norte en la Carrera 20 con calle 134) para que le atendieran. Cuando los policías llegaron Francisco Uribe Noguera estaba allí en compañía de un abogado al que consultó antes de decidirse a hablar con el Gaula. Minutos después, Francisco les dijo a los investigadores que su hermano, camino a la clínica, le había confesado que había estado con la niña que estaban buscando y que esta había muerto accidentalmente. El Gaula preguntó dónde estaba la niña y fue cuando Francisco dio una información que no había mencionado antes: habló de un segundo apartamento en donde habían encontrado a su hermano. Dijo no conocer la dirección pero que sí que sabía llegar. Guiados por él, partieron a toda velocidad hacia el lugar. Pidieron refuerzos a otras unidades y dieron aviso a la Fiscalía.
A las 20 y 50 llegaron al apartamento 603 del edificio Equus 66, un lujoso espacio de dos niveles deshabitado, sin muebles. Apenas vieron unos cigarrillos y una botella de aguardiente. Registraron la primera planta sin hallar nada. Luego subieron a la terraza donde se destacaba un gran jacuzzi empotrado con puertecillas en los costados para acceder a la tubería interna y los motores. Los agentes del Gaula vieron a la niña tendida allá dentro, en un espacio al que no podían acceder desde la compuerta. Estaba muerta. Incluso algunas de sus extremidades ya presentaban rigidez cadavérica, prueba de que su deceso se dio varias horas antes. “¡Qué hizo este man, no puede ser!”, dicen que dijo Francisco entre sorprendido y consternado. La niña estaba desnuda, y sus prendas fueron halladas dentro de la cisterna de uno de los baños del apartamento (salvo un zapato que apareció en la camioneta en cuestión). Medicina Legal observó que el cadáver estaba embadurnado de aceite de cocina y luego estableció, tras una necropsia de diez horas, que la menor fue golpeada, violentada sexualmente y asesinada por asfixia, presionando su boca y cuello.
A todo esto en la puerta de emergencia de la Clínica Monserrat habían rechazado el ingreso de Rafico y sus familiares lo llevaron rápidamente a la Clínica Vascular Navarra (otra institución privada altamente especializada en cirugía cardiológica, ubicada en la Autopista Norte y calle 106, cerca de la Monserrat) donde, alegando una arritmia, fue admitido a las 21 y 15. En el registro de ingreso se anotó que Rafael Uribe Noguera declaró haber ingerido, 4 o 5 horas antes, tres bolsitas de cocaína y un litro y medio de aguardiente. De este modo, consciente y cómodamente instalado, el depredador eludió interrogatorios, hizo declaraciones y recibió visitas familiares y asesoramiento hasta que el martes 6, cuando la justicia dispuso su procesamiento y traslado a la Cárcel Central de Bogotá, La Picota, donde fue alojado en un pabellón VIP junto a los grandes narcos pendientes de extradición a los Estados Unidos.
Dolor, indignación y el operativo para salvar a Rafico – Las manifestaciones que habían iniciado los caucanos el lunes para reclamar justicia se extendieron a toda Colombia. En Bogotá una multitud se congregó ante la Clínica Vascular Navarra con intenciones de linchar a Uribe Noguera. A duras penas pudieron sacarlo en medio de muchos policías anti motines y meterlo en un blindado para llevarlo a La Picota.
La Fiscalía colombiana tiene pruebas suficientes para demostrar la culpabilidad de Rafael Uribe, quien podría afrontar una condena de 50 años de prisión sin ningún tipo de beneficios por ser un feminicidio agravado por tratarse de una menor de edad. Los videos que muestran al arquitecto cuando secuestró a la niña, la ropa encontrada en el apartamento, así como un zapato y huellas encontradas en la camioneta son algunas de las pruebas. Rafico no es el único que enfrenta serios problemas judiciales. Para las autoridades hay serias dudas e inquietudes también sobre las actuaciones de sus hermanos Francisco y Catalina. “La escena del crimen fue manipulada y he instruido a los fiscales para que judicialicen a los terceros que están intentando obstruir la acción de la Fiscalía”, aseguró el Fiscal General, Néstor Humberto Martínez, visiblemente indignado.
Las instrucciones apuntan al papel que jugaron los hermanos Francisco y Catalina. Su afirmación tiene que ver con el papel que desempeñaron los hermanos del arquitecto durante esa fatídica tarde. La Fiscalía tiene plenamente documentados los movimientos y acciones de ambos. Deberán responder acerca de lo ocurrido cuando los tres hermanos Uribe Noguera estuvieron juntos en el apartamento donde se encontró el cadáver de Yuliana. ¿Por qué no avisaron a las autoridades desde el primer momento que estaban con Rafael? ¿Por qué no mencionaron ese segundo apartamento en el edificio Equus al comenzar la tarde, cuando el Gaula y la Policía buscaban afanosamente a Rafael y a la niña?
Días después la Fiscalía supo sobre la mujer joven, una presunta novia de Rafico, que también estuvo en el lugar del crimen y descubrieron una denuncia reciente contra el arquitecto que había sido archivada. Rafael Uribe tuvo un incidente en el mismo barrio en donde secuestró a la pequeña Yuliana. En abril estaba asediando a una mujer. Estacionó la camioneta plateada y empezó a realizar actos obscenos y de acoso. El esposo de la mujer lo corrió y alcanzó a patear el vehículo cuando este huía.
La Fiscalía también ha dejado claro que el criminal se drogó e ingirió alcohol, después de asesinar a la niña, para configurar una táctica, que bien podría haber sido concebida por su hermano el abogado, para eludir responsabilidades: en primer lugar la alegación de insanía o pérdida de consciencia producto de la intoxicación, la ignorancia respecto a lo sucedido y en segundo lugar, ganar tiempo mediante una internación médica para diferir el interrogatorio policial y el procesamiento judicial para poder armar un esquema más amplio de protección al criminal y a su familia.
En los días inmediatos junto con las manifestaciones callejeras y las oleadas en las redes sociales empezaron a aparecer comunicados. La firma de abogados Brigard & Urrutia, de la que era socio Francisco, se solidarizó con la familia de la pequeña víctima y publicó un comunicado de prensa que sostiene que “Francisco Uribe Noguera, miembro de nuestra firma y hermano del presunto responsable de esta tragedia, ha solicitado marginarse de sus actividades profesionales y laborales para atender, junto con su familia y sus abogados, esta difícil situación”, asegura el comunicado, en el que también dice que no darán consejo legal a quien fue miembro de ese bufete por varios años.
La familia de Rafico divulgó un breve comunicado que es una pieza maestra de la estrategia destinada a amortiguar las consecuencias del crimen y a blanquear la acción de Francisco y Catalina que aparecen tan involucrados en la manipulación de evidencias, mediante la equiparación entre los responsables por acción u omisión y sus víctimas. La Familia Uribe Noguera lamenta profundamente la pérdida de la vida de la niña Yuliana Andrea Samboní. Entendemos el dolor, el desconcierto y la impotencia que embarga a sus familiares y a la opinión pública.
Sin desconocer la gravedad del actuar de Rafael, la tragedia también nos toca a nosotros desde todo punto de vista, pero sobre todo desde lo humano y lo familiar. Frente a esta tragedia que embarga a dos familias de bien, somos conscientes de que Rafael deberá asumir las drásticas consecuencias que se desprenden de su inexplicable actuar. Nosotros, como familia, no podemos darle la espalda en estos momentos de angustia, confusión y dolor. Las autoridades están actuando frente al caso con el más estricto cumplimiento de las normas para aplicar justicia ante este terrible caso, con toda nuestra colaboración sin ningún tipo de interferencia.
Otros comunicados tratan de poner distancia entre los firmantes y el asesino. Es el caso de los alumnos y ex-alumnos del Gimnasio Moderno al que tan vinculada está la familia Uribe Noguera. He aquí las partes sustanciales de ese texto. El 4 de diciembre de 2016, Rafael Uribe Noguera (Rafico), ex alumno del Moderno violó y asesinó a Yuliana Andrea Samboní Muñoz, una niña de siete años. No todo lo que sale del Moderno es arte, dirigentes y líderes, no somos mejor que nadie. También compartimos lo peor de la humanidad. Lo que no tiene nombre también lo hace un ex alumno del Moderno que fue jefe de banda, que tenía una familia que lo quería y amigos de toda la vida. La mayoría de los ex alumnos del Gimnasio Moderno presumimos de tener amigos desde los seis años que nos acompañarán el resto de nuestras vidas. También decimos, como pocas personas, que los profesores son nuestros amigos y que de nuestra familia, ya somos la segunda o tercera generación que se educó en el mismo sitio. Pero no todo es felicidad en el Gimnasio Moderno, muchos también sufrieron y otros han ejecutado actos que nos indignan, avergüenzan y nos producen náuseas. (…) No hay que ser un genio para darse cuenta que en el Moderno no todo es felicidad,(…) Tampoco es difícil darse cuenta de todo lo que le debemos a Colombia, hacemos parte de una clase que ha vivido muy bien en un país muy pobre. Esto no quiere decir que el Gimnasio Moderno tenga que responder por los hechos que cometió Rafael Uribe Noguera, es irracional culpar al colegio por el asesinato y violación de la de la niña Yuliana Andrea. Sin embargo, sí creemos que debemos abrir los ojos, asumir que el colegio no es un paraíso y que le debemos mucho a Colombia. Por tanto, nosotros, un grupo de gimnasianos, solicitamos a la familia del victimario con respeto y entendiendo el dolor que deben estar sintiendo, lo mínimo, es decir, que se asuma la verdad y que se demuestre el coraje necesario para aceptar las consecuencias. Pedimos por Colombia que se haga lo correcto, esto significa que Rafael Uribe Noguera responda por sus actos, queremos que no se escape del país o que eluda la justicia por medio de sus abogados. Aunque es natural tratar de entender qué pasó y buscar una justificación a un acto tan violento, no tratamos de entrometernos en el dolor de la familia Uribe Noguera o de satanizarla. Como ex-alumnos del Moderno y como colombianos solo pedimos la verdad y que los abogados acompañen a Rafael Uribe Noguera con honestidad. El comunicado de los gimnasianos deja flotando una sospecha que comparte la mayoría de los colombianos: que la operación que está en marcha haga que, en poco tiempo, el depredador sexual y asesino quede libre, escape del país y viva un exilio dorado.
La Sociedad Colombiana de Pediatría fue muy dura con sus colegas, señaló que haber admitido en una clínica a Rafael Uribe había sido una alcahuetería imperdonable para ayudar al responsable de un crimen atroz cometido contra una niña de siete años. El periodista colombiano Gonzalo Guillén advierte que “con una coartada “coherente”, edificada sobre un par de incongruencias y algunas omisiones estratégicas, Francisco y Catalina Uribe Noguera están a punto de pasar agachados respecto de la relación evidente que, en mi opinión, tienen en el caso de secuestro, tortura, violación carnal y asesinato, cometido por su hermano Rafael en contra de la niñita indígena de siete años de edad, Yuliana Samboní, a quien nadie defendió en vida y tampoco nadie lo hace ahora con su memoria”.
Guillén desmenuza los hechos y la coartada de los hermanos Uribe Noguera “que no resiste ser contrastada con los tiempos y los hechos del crimen”. De acuerdo con la Fiscalía, él y su hermana llegaron al sitio del asesinato a las 15 y 40 y avisaron al Gaula cuatro horas después, a pesar de que debieron hacerlo inmediatamente. En esas cuatro horas claves ocurrieron: 1º) Limpieza de la escena del crimen y del cuerpo de la niña. 2º) Borrado sistemático de los perfiles y mensajes del asesino en redes sociales. 3º) Consumo de alcohol y drogas por el ahora asesino confeso. 4º) Rechazo de Rafael en la Clínica Psiquiátrica Monserrat por no padecer una afección mental. 5º) Admisión de Rafael en la Clínica Navarra como enfermo cardíaco. En todos esos episodios estuvo Francisco Uribe Noguera.
“La coartada de los hermanos Uribe Noguera se edifica en parte sobre la afirmación inverosímil de que ellos jamás vieron a la niña muerta – sostiene Guillén – ni aun cuando la encontró el Gaula en presencia, al menos, de Francisco. ¿Cómo lo prueban? Simple y llanamente con su propio dicho inconsistente y el testimonio de su hermano asesino, que ha intentado negociar con la Fiscalía la culpabilidad del crimen a cambio de que no impliquen a sus hermanos”.
“De acuerdo con la Fiscalía, hay una mujer joven que llegó al apartamento del crimen después de Francisco, ¿Quién es? ¿Cuánto tiempo estuvo ahí? ¿Qué hizo? En la coartada de Francisco Uribe Noguera – agrega el periodista – no hay una sola mención a esa mujer, que, supongo, es clave. Un hecho inaceptable: la Fiscalía declaró que la Policía borró huellas fundamentales en el apartamento en donde se cometió el crimen”.
“En síntesis – concluye Gonzalo Guillén – no habrá un juicio propiamente dicho porque Rafael Uribe Noguera, estratégicamente, se declaró culpable, a la espera de alguna oportunidad para salir libre, y todo parece indicar que a sus dos hermanos no los van a investigar ni a imputarles cargos. Esto quiere decir que nunca vamos a saber a ciencia cierta qué fue lo que sucedió en las dramáticas horas finales de la pequeña Yuliana”.
Los detalles del crimen pueden estimular a los depredadores – Cuando este terrible asunto se sigue manejando en los medios de comunicación, varios expertos han alertado sobre los riesgos que acarrea el del revelar con exactitud las sevicias que padeció Yuliana Samboní. Hay quien dice que los medios manejaron la información del crimen como si se tratara de la trasmisión de un partido de futbol. Cada pormenor del crimen de atroz – que fue siendo administrada por cuentagotas en los medios de comunicación- provocó una indignación creciente pero la difusión de los detalles, además de ir contra la dignidad de la familia de la víctima puede motivar conductas similares.
Esa curiosidad por saber realmente qué ocurrió y cómo se desarrollaron los hechos es natural frente al drama que vivió la niña y su familia. Miles de padres de familia se sienten identificados con su dolor y temen porque a sus hijos pueda pasarles lo mismo. Sin embargo, ese deseo de saberlo todo puede que tampoco sea sano. El Director de Medicina Legal, Carlos Valdés, les ha pedido a los periodistas no revelar los detalles macabros del crimen. El doctor Valdés asegura que saber detalles del crimen no hace ningún aporte a la sociedad y que, por el contrario, sí puede hacerle daño a la familia. Él considera que existe un riesgo que los medios y las redes sociales no pueden contener. “Comunicar este tipo de detalles es entendido por los psicópatas como el reconocimiento que hace la sociedad a sus acciones”, expresó el médico forense.
El Dr. Valdés ha participado en el esclarecimiento de muchos crímenes impactantes y desde la Fiscalía General fue uno de los forenses que ayudó a dilucidar los crímenes de Luis Alfredo Garavito18. Por eso advierte que al estudiar este tipo de individuos, los expertos han encontrado que algunos sienten satisfacción de sus propios delitos. Garavito, por ejemplo, guardaba fotografías y recortes de periódicos de cada uno de los asesinatos que cometía y que eran divulgados en los medios de comunicación. Se excitaba con eso. En entrevistas – recalcó Valdés – Garavito manifestó que daba datos falsos de los menores para que las familias fueran a buscar y poder ver el dolor y la frustración al no encontrar nada. El detalle es el estímulo que ellos buscan, aseguró.
Hay niños y adultos, que escuchan las noticias y entran en estado de angustia. Esto no siempre termina produciendo acciones preventivas concretas y reales, sino que puede reavivar condiciones que no resultan convenientes para algunos, explica. Como es sabido, cuando los medios que abusan de la crónica roja explotan hechos atroces, las consultas de personas con trastornos psicóticos que tienen miedo de causarle daño a otros y temen perder el control de sus impulsos, suelen aumentar sensiblemente.
Seguramente lo importante no es revelar los detalles del crimen, sino aprovechar la oportunidad para enfocar mejor la discusión sobre la violencia sexual; la incidencia en la misma del machismo, el racismo y los prejuicios de clase, asi como la de los factores que facilitan la acción de estos individuos, los mecanismos sociales que se emplean para justificar a los criminales, para deshumanizar a sus víctimas y para banalizar o desconocer la gravedad de los antecedentes, para ignorar las conductas preparatorias y la necesidad de tratamientos eficaces.
La ONDA digital Nº 801
1Dedico esta nota a mi entrañable amigo y compañero, Raúl Legnani (el Chancho) con quien me hubiera gustado conversar este asunto, él como lúcido Urumex y yo como Urucol que ha conocido directamente los escenarios, las idiosincracia y los manejos que rodean a esta tragedia. Su maldita y repentina muerte nos privó a todos de esa charla pero escribir el artículo aparece como una rememoración a su espíritu inquisitivo, reflexivo y sardónico, que tanto necesitamos.
2En “Eichmann en Jerusalén” (1961) Arendt publicó sus notas periodísticas sobre el juicio al jerarca nazi que había sido raptado por los israelíes en Buenos Aires y juzgado y ahorcado después. En cierto sentido Arendt acuñó el concepto de la banalidad del mal porque señaló que Eichmann era un hombre como tantos, un disciplinado, eficiente y ambicioso burócrata: no un monstruo sino una persona “terrible y temiblemente normal”; un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir. El libro de Arendt sigue siendo importante e inspirador porque en lugar de adherir incondicionalmente a la causa, como “buena judía”, se propuso investigar, analizar, reflexionar y debatir sobre las circunstancias lo cual provocó una tremendo rechazo en su colectividad y mas allá porque, entre otras cosas, se refirió a las actitudes de indiferencia, cobardía y hasta de complicidad de las máximas autoridades judías ante el genocidio nazi. Sin embargo, donde se le escapó la tortuga fue cuando Arendt prestó credibilidad a la defensa que Eichmann desarrolló durante el juicio donde, ocultando la soberbia, la iniciativa y el poder decisivo que desempeñó en el envío de millones personas a los campos de exterminio, se presentó como un pobre tipo que sin odio alguno “cumplía las órdenes de sus jefes”. Los defensores de Arendt frecuentemente ocultan o ignoran los extremos a los que esa postura condujo a la filósofa hasta redimir a su maestro y amante, el filósofo nazi contumaz Martin Heidegger, o a considerar al sangriento Francisco Franco como una persona bien intencionada merecedora de elogios.
3Los colombianos consideran que el número real de habitantes de la capital es “el misterio de los misterios” y no existen cifras oficiales confiables, todo son estimaciones. Esto no es resultado de negligencia o simple desorden administrativo sino la consecuencia del crecimiento explosivo que caracterizó a la segunda mitad del siglo XX, de la especulación inmobiliaria desenfrenada, de la falta de planificación y los intereses privados en la construcción y fundamentalmente de las contradicciones entre barrios ricos y pobres, enclaves modestos y barrios privados, que ya se producía desde el siglo XIX. Cuando Bogotá tenía unos 100.000 habitantes en el año 1900, Montevideo tenía más o menos 300.000. En todo caso en medio siglo esa situación se revirtió y ahora la población de la capital colombiana es casi cinco veces mayor que la montevideana.
4El Cauca es un departamento andino que se encuentra al sudoccidente del país donde predomina la agricultura, la pobreza y una gran población indígena, perteneciente a más de veinte tribus diferentes, entre ellas los mayoritarios paeces y guambianos. Ha sido tradicionalmente una zona conflictiva donde se desarrollaban enfrentamientos entre la guerrilla y las fuerzas armadas y entre la policía y los plantadores de coca.
5En la décadas de 1960, 1970 y 1980 se calculaba que la migración del campo a la ciudad incorporaba a tres mil nuevos habitantes por día.
6 Los estratos socioeconómicos con los que se clasifican las viviendas y/o los predios en Colombia son seis, denominados así: 1. Bajo-bajo 2.Bajo 3. Medio-Bajo 4.Medio 5.Medio-Alto 6. Alto.
7El Pueblo Yanakuna o Yanacona, es un grupo indígena que habita en seis departamentos de Colombia, en su mayoría en el montañoso departamento del Cauca. Hablan el español con numerosas raíces de su lengua Quechua o Runa Shimi y las evidencias arqueológicas los sitúan en la región desde hace más de tres mil años.
8El típico y colorido camión techado que hace el papel de ómnibus rural en los campos colombianos.
9 El aguapanela es una infusión preparada a partir de panela, la melaza que se produce con jugo de caña de azúcar solidificado. Muchos campesinos obtienen la mayoría de su ingesta calórica del aguapanela. En muchos casos los únicos alimentos disponibles son panela y pequeñas cantidades de arroz, plátano y/o yuca, lo que produce en los niños una tasa elevada de desnutrición del tipo kwashiorkor. El gobierno intenta paliar la situación proveyendo harina de soja como fuente de proteinas.
10El salario mínimo mensual en Colombia se ha mantenido en el entorno de los 230 dólares estadounidenses, es decir unos $6.600 uruguayos al cambio actual.
11El apellido Samper (que significa San Pedro) ha formado parte de la elite del país y de su historia desde 1778 cuando el primero de la estirpe llegó a América desde Aragón. Desde entonces los Samper han sido figuras de primera linea en la política (parlamentarios, un presidente de la república, etc.), la judicatura y el derecho, el periodismo y la literatura, las grandes empresas estatales y privadas, el arte y la ciencia.
12 Este principio tan difundido está basado en las ideas pedagógicas de “disciplina activa” que acuñó la doctora Montessori.
13 El Club Independiente Santa Fe S. A., fue el primer campeón del fútbol profesional colombiano en 1948. En 1941 había sido creado por ex-alumnos del Gimnasio Moderno y al principio lo integraban exclusivamente ellos; después fueron incorporando jugadores de otros colegios privados y se profesionalizó. Con los años se transformó en lo que es hoy: una gran empresa futbolística que, entre otras cosas, es propietaria del Estadio Nemesio Camacho de Bogotá, conocido como El Campín. El de los gimnasianos es uno de los tres equipos más exitosos y lucrativos del fútbol colombiano con quince títulos en competiciones oficiales, entre nacionales e internacionales. Fue el séptimo mejor club del mundo en 2015, con 240 puntos y ha jugado todas las temporadas en la Primera A colombiana, junto con Millonarios y Atlético Nacional.
14La saga de Hernando Caicedo es una historia apasionante que puede conocerse en http://www.dinero.com/archivo/articulo/la-conquista-del-azucar/17161, la versión digital de una prestigiosa revista de temas económicos que es parte de un grupo editorial, Publicaciones Semana S.A., fundado por Felipe López Caballero, hijo y nieto de dos presidentes liberales del país: Alfonso López Pumarejo y Alfonso López Michelsen.
15El Vichada es un departamento oriental perteneciente a la Orinoquia colombiana (limita con Venezuela) de 106.000 kms.2 y habitado actualmente por apenas 73.000 personas, la mitad de los cuales son indígenas de etnias arawak. Los grandes espacios de tierras pobres sustentan una agricultura elemental pero se da bien la coca y en el subsuelo hay yacimientos de coltan, lo que hace del territorio una frontera sobre la que han echado el ojo grandes empresas colonizadoras.
16En el parlamento colombiano hay un proyecto para mantener, con pocas erogaciones, un ejército numeroso. Se piensa duplicar el salario mensual de los soldados rasos (que es de unos 30 dólares mensuales), unificar la duración de los contratos en 18 meses (actualmente difiere entre bachilleres, campesinos y regulares), limitar la edad a la prestación del servicio a 24 años, suprimir las batidas para secuestrar a la fuerza a quienes eludieron la conscripción, disminuir el costo de la libreta militar, facilitar el empleo a los conscriptos cuando vuelven a la vida civil y manejar mejor las objeciones de conciencia (se dice que en el 2014 hubo 145 en 80.000 conscriptos).
17 Tinder es una aplicación geosocial que permite a los usuarios comunicarse con otras personas con base en sus preferencias para charlar y concretar citas o encuentros. Fue lanzada en agosto de 2012 y se probó inicialmente en los campus universitarios. Es considerada una de las aplicaciones de citas más importantes del mercado digital, y en 2014 fue nominada App del Año en los Premios Enter.Co, con más de 50 millones de usuarios.
18 Luis Alfredo Garavito Cubillos, un vendedor ambulante nacido en 1957 fue capturado en 1999, cuando un niño consiguió escapar de él con la ayuda de un indigente. Garavito confesó haber asesinado a más de 200 niños y la mayoría de sus crímenes fueron probados. La justicia colombiana sentenció que todas las condenas de Garavito suman 1853 años de prisión.