viernes, 29 de junio de 2012

LAS ARMAS DE LA RAZÓN Y LA ESPERANZA



RECORDANDO A STEPHEN JAY GOULD

           
            Stephen Jay Gould es un autor conmovedor, en el más cabal sentido de la palabra. Muchos recordamos con emoción el primer trabajo que leimos con su apasionante capacidad para echar luz sobre complejos temas de la biología, de la evolución, del origen de la vida en la tierra. Su rigor filosófico de vívida dialéctica, su amenidad cálida de buen amigo, su crítica humorística y siempre precisa. Ha sido, seguramente uno de los grandes divulgadores  de temas científicos.

Murió a los sesenta años de edad, en mayo de 2002, Pocos sabíamos que luchó durante veinte años contra un cáncer implacable y que venció porque en esos años publicó las obras que le consagraron. No se si este texto habrá sido traducido al español antes. Yo lo conocí hace tiempo revisando su copiosa bibliografía. Creo que es un magnífico legado sumamente útil para enfrentar los momentos críticos de la vida y no solamente las enfermedades ominosas que nos acechan. Creo que es una lección de vida plena, es el secreto de Gould que como todos los grandes sabios lo ha brindado para que lo usemos para restañar nuestras propias heridas pero sobre todo para ayudar a nuestros amigos y familiares que sufren, para alentar a nuestros compañeros atribulados. Es la magia del conocimiento que nos brinda este luchador materialista chapado a la antigua; como dice el Dr. Dunn, son "las armas de la razón y de la esperanza".

Cordialmente,



                                                                Lic. Fernando Britos V.
                                                                        


Prefacio por Steve Dunn - Stephen Jay Gould fue un influyente biólogo evolucionista que enseñó en la Universidad de Harvard. Fue el autor de por lo menos diez populares libros sobre la evolución y la ciencia, incluyendo entre otros: La sonrisa del flamenco; La desmesura del hombre; Maravillosa vida; El pulgar del panda y Casa llena (casi todos traducidos al español).

En lo que a mi concierne, La mediana no es el mensaje, de Gould, es lo más sabio y lo más humano que se haya escrito sobre cáncer y estadística. Es el antídoto, tanto para quienes dicen “las estadísticas no importan” como para quienes tienen el desafortunado hábito de pronunciar sentencias de muerte a pacientes que enfrentan un pronóstico difícil. Cualquiera que investigue la literatura médica se enfrentará con las estadísticas sobre su enfermedad. Quienquiera que lea este texto tendrá las armas de la razón y de la esperanza.




LA MEDIANA NO ES EL MENSAJE
Por Stephen Jay Gould

            Mi vida se ha entrecruzado recientemente, en la forma más personal, con dos de los famosos dichos de Mark Twain. Uno de ellos lo diferiré para el final de este ensayo. El otro (a veces atribuido a Disraeli), identifica tres tipos de mendacidad, cada uno peor que el anterior: mentiras, malditas mentiras y estadísticas.

            Consideren el ejemplo corriente de estirar la verdad con números; un caso completamente relevante para mi relato. La estadística reconoce diferentes medidas de un “promedio” o tendencia central. La media es nuestro concepto habitual de un promedio de conjunto: sume los ítems y divídalos entre el número de participantes (100 caramelos reunidos por cinco niños el pasado Halloween arrojarán 20 para cada uno en un mundo equitativo). La mediana, una medida de tendencia central diferente, es el punto del medio camino. Si yo pongo en fila cinco niños según su altura, el chiquilín de la mediana es más bajo que dos de ellos y más alto que los otros dos (que podrían tener problemas para obtener la porción media de caramelos). Un político en el poder podría decir con orgullo: “el ingreso medio de nuestros ciudadanos es de $ 15.000 por año”. El líder de la oposición podría replicar: “pero la mitad de nuestros ciudadanos obtienen menos de $ 10.000 por año”. Ambos tienen razón  pero ninguno de ellos cita la estadística con impasible objetividad. El primero invoca una media, el segundo una mediana. (Las medias son más elevadas que las medianas en tales casos porque un millonario puede contrabalancear a cientos de personas pobres al establecerse dicha media mientras que solamente puede compensar a un solo mendigo al calcular una mediana).

            El asunto más importante que crea la común desconfianza o desprecio por la estadística es más problemático. Mucha gente efectúa una desafortunada e inválida separación entre el corazón y la mente o entre los sentimientos y el intelecto. En algunas tradiciones contemporáneas, ambientadas por actitudes estereotípicamente centradas en el sur de California, los sentimientos son exaltados como más “reales” y como el único fundamento apropiado para la acción - 'si se siente bien, hágalo' - mientras que el intelecto recibe escasa consideración como un colgado elitismo pasado de moda. La estadística, en esta absurda dicotomía, a menudo se convierte en el símbolo del enemigo. Como escribió Hillaire Belloc: “las estadísticas son el triunfo del método cuantitativo y el método cuantitativo es la victoria de la esterilidad y la muerte”.

            Este es un relato personal de estadísticas, adecuadamente interpretadas, como profundamente educativas y dispensadoras de vida. Le declara la guerra santa a la degradación del intelecto al contarles una pequeña historia acerca de la utilidad del seco conocimiento académico sobre de la ciencia. El corazón y la mente son puntos focales de un cuerpo, una personalidad.

            En julio de 1982, me enteré que estaba sufriendo de mesotelioma abdominal, un cáncer raro y serio usualmente asociado con la exposición al asbesto. Cuando reviví después de la cirugía, le hice mi primera pregunta a mi doctora y quimioterapeuta: ¿Cuál es la mejor literatura técnica sobre el mesotelioma?” Ella me contestó, con un toque de diplomacia (el único apartamiento de la franqueza directa que había hecho alguna vez), que la literatura médica no contenía nada cuya lectura realmente valiese la pena.

            Desde luego, tratar de mantener a un intelectual alejado de los trabajos escritos es como recomendarle castidad al Homo sapiens, el más sexuado de todos los primates. Tan pronto como pude caminar me fui volando a la biblioteca médica de Harvard y marqué ‘mesotelioma’ en el programa de búsqueda bibliográfica de la computadora. Una hora después, rodeado por las últimas publicaciones sobre mesotelioma abdominal, me di cuenta, tragando saliva, porqué mi doctora me había brindado un consejo tan humano. La literatura médica no podría haber sido tan brutalmente clara: el mesotelioma es incurable, con una mediana de supervivencia ubicada solamente a ocho meses después de ser descubierto. Estuve allí sentado y petrificado durante quince minutos, después sonreí y me dije a mi mismo: así que es por esto que no me dieron nada para leer. Entonces mi mente empezó a trabajar nuevamente, gracias virtud.

            Si es que un pequeño aprendizaje (un conocimiento escaso) puede llegar a ser algo peligroso, yo encontré un ejemplo clásico. La actitud importa, claramente, en la lucha contra el cáncer. No sabemos por qué (desde mi perspectiva materialista, al viejo, estilo, yo sospecho que los estados mentales se retroalimentan al sistema inmunológico) pero si se equiparan personas con el mismo cáncer en cuanto a edad, clase, salud, situación socioeconómica, en general quienes tienen actitudes positivas, con una fuerte voluntad y propósito para vivir, con el compromiso para luchar, con una respuesta activa para ayudar a su propio tratamiento y no una mera aceptación pasiva de cualquier cosa que le digan los médicos, tienden a vivir más. Unos pocos meses después, le pregunté al Dr. Peter Medawar, mi gurú científico personal y Premio Nobel en inmunología, cual sería la mejor receta para triunfar sobre el cáncer. “Una personalidad sanguínea” me contestó. Afortunadamente (desde que uno no puede reconstruirse a si mismo en plazos breves y para un propósito definido) yo soy, si algo fuera, ecuánime y confiado, justamente de esta manera.

            He aquí el dilema para los doctores humanistas: desde que la actitud importa tan críticamente, ¿debería advertirse acerca de tan sombrías conclusiones, especialmente cuando pocas personas tienen una comprensión suficiente de las estadísticas para evaluar lo que realmente significan sus afirmaciones?. A partir de años de experiencia con la evolución en pequeña escala de los moluscos terrestres de las Bahamas mediante tratamiento cuantitativo, he desarrollado este conocimiento técnico y estoy convencido de que jugó un papel muy importante en la salvación de mi vida. El conocimiento es poder, según el proverbio de Bacon.

            El problema puede ser establecido resumidamente así: ¿qué significa “una mediana de mortalidad (o de supervivencia) de ocho meses” en nuestro lenguaje cotidiano?. Sospecho que la mayoría de las personas sin entrenamiento en estadística leerán esa afirmación como “probablemente estaré muerto en ocho meses”; precisamente la conclusión que debe ser evitada porque no es así y porque la actitud importa tanto.

            Yo no estaba, desde luego, regocijándome pero tampoco leí esta afirmación en la forma corriente. Mi entrenamiento técnico conllevaba una perspectiva diferente acerca de “ocho meses de mortalidad (supervivencia) mediana”. El punto es sutil pero profundo porque entraña el característico modo de pensar en mi propio campo de la biología evolutiva y la historia natural.

            Nosotros todavía arrastramos el bagaje histórico de una herencia platónica que busca esencias nítidas y límites definidos. (Por eso esperamos encontrar un “comienzo de la vida”  o “definición de muerte” exentos de ambigüedades, aunque la naturaleza llega a nosotros a menudo como un continuo irreductible). Esta herencia platónica, con su énfasis en las distinciones claras y las entidades separadas e inmutables, nos conduce a ver incorrectamente a las medidas estadísticas de tendencia central, de hecho opuesta a la interpretación apropiada en nuestro mundo actual de variación, sombras y continuos. En suma, vemos las medias y las medianas como las duras “realidades” y la variación que permite su cálculo como un conjunto de transitorias e imperfectas medidas de esta esencia escondida. Si la mediana es la realidad y la variación en torno a la mediana solamente un recurso para calcularla, el "probablemente estaré muerto en ocho meses” puede pasar como una interpretación razonable.

            Pero los biólogos evolutivos saben que la variación en si misma es la única esencia irreductible de la naturaleza. La variación es la dura realidad, no un conjunto de medidas imperfectas de la tendencia central. Medias y medianas son las abstracciones. Por lo tanto, yo miré en forma completamente diferente las estadísticas sobre mesotelioma, y no solamente porque soy un optimista que tiende a ver la rosquilla en lugar de su hueco sino, primariamente, porque yo se que la variación en si misma es la realidad. Yo debía ubicarme a mi mismo en la variación.

            Cuando supe de la mediana de ocho meses, mi primera reacción intelectual fue: 'muy bien, la mitad de la gente vivirá más que eso; ahora, ¿cuáles son mis posibilidades de encontrarme en esa mitad? ' Leí furiosa y nerviosamente durante una hora y concluí - con alivio - 'rematadamente buenas'. Yo poseía cada una de las características que confieren la probabilidad de una larga vida: era joven; mi enfermedad había sido detectada en una etapa relativamente temprana; recibiría el mejor tratamiento médico disponible; tenía el mundo para vivir por él; sabía como leer la información y no desesperarme.

            Otro punto técnico agregó entonces mayor solaz. Reconocí inmediatamente que la distribución de la variación en torno a la mediana de ocho meses debería estar, casi seguramente sesgada, los que los estadísticos llaman “inclinada a la derecha”. (En una distribución simétrica, el perfil de variación a la izquierda de la tendencia central es una imagen a espejo de la variación a la derecha. En distribuciones sesgadas o inclinadas, la variación para un lado de la tendencia central está más estirada - inclinada a la izquierda si se extiende hacia ese lado, inclinada hacia la derecha si lo hace hacia allí.). La distribución de la variación debía estar sesgada hacia la derecha, razoné. Después de todo, la izquierda de la distribución tiene un límite inferior irrevocable de cero (dado que el mesotelioma solo puede ser identificado al morir o antes). Por lo tanto, no hay mucho espacio para la mitad más baja o izquierda de la distribución: debe estar comprimida entre cero y ocho meses. En cambio, la parte más alta o derecha puede extenderse por años y años aunque finalmente nadie sobreviva. La distribución debía estar inclinada hacia la derecha y yo necesitaba saber que tanto se extendía esa cola porque yo ya había concluido que mi perfil favorable me hacía un buen candidato para esa parte de la curva.

            La distribución estaba realmente, fuertemente inclinada hacia la derecha, con una larga cola, aunque pequeña, que se extendía por varios años más allá de la mediana de ocho meses. No vi razón alguna por la cual yo no pudiera estar en esa pequeña cola o extensión y exhalé un muy prolongado suspiro de alivio. Mi conocimiento técnico me había ayudado. Había leído la gráfica correctamente. Había hecho la pregunta correcta y había encontrado las respuestas. Había obtenido, con toda probabilidad, el más precioso de todos los dones posibles dadas las circunstancias: tiempo sustancial. No debía detenerme y seguir, de inmediato, la indicación de Isaías a Ezequiel: 'pon tu casa en orden porque morirás y no vivirás'. Yo tendría tiempo para pensar, para planear y para luchar.

            Un punto final acerca de las distribuciones estadísticas. Se aplican solamente a un conjunto establecido de circunstancias, en este caso a la supervivencia con mesotelioma bajo las formas convencionales de tratamiento. Si las circunstancias cambian la distribución puede alterarse. Fui ubicado en un protocolo de tratamiento experimental y, si la fortuna me acompaña, estaré en la primera cohorte de una nueva distribución con una mediana alta y una extensión a la derecha prolongándose hasta la muerte por causas naturales a una edad avanzada.

            Desde mi punto de vista, se ha vuelto un poco demasiado a la moda el contemplar la aceptación de la muerte como algo equivalente a la dignidad intrínseca. Desde luego que yo estoy de acuerdo con el predicador del Eclesiastés en que hay un tiempo para amar y un tiempo para morir y cuando mi ovillo se acabe espero enfrentar el fin tranquilamente y a mi modo. Para la mayoría de las situaciones, sin embargo, prefiero el punto de vista más marcial de que la muerte es el último enemigo y no encuentro nada reprochable en quienes se rebelan poderosamente contra la muerte de la luz.

            Las espadas de batalla son numerosas y ninguna más efectiva que el humor. Mi muerte fue anunciada en una reunión de mis colegas en Escocia y casi experimenté el delicioso placer de leer mi obituario escrito por uno de mis mejores amigos (el referido sospechó y comprobó la información; él también es estadístico y no esperaba encontrarme tan hacia afuera en el extremo derecho de la distribución). Aún así, el incidente me proporcionó mi primera buena risa después del diagnóstico. Piensen nada más, yo casi conseguí repetir el más famoso párrafo de Mark Twain: los reportes acerca de mi muerte son grandemente exagerados.


Posfacio por Steve Dunn
Mucha gente me ha escrito preguntándome que sucedió con Stephen Jay Gould. Lamentablemente el Dr. Gould murió en mayo de 2002 a la edad de 60 años. El Dr. Gould vivió veinte muy productivos años después de su diagnóstico, por lo tanto ¡ excedió treinta veces los ocho meses de la mediana de supervivencia !. Aunque murió de cáncer, aparentemente no fue el mesotelioma sino un segundo cáncer no relacionado con aquel.

En marzo de 2002, el Dr. Gould publicó su "Magnum Opus" de 1.342 páginas: La estructura de la teoría evolutiva. Es apropiado decir que Gould, uno de los más prolíficos científicos y escritores del mundo, fue capaz de completar la obra definitiva de su trabajo científico y filosófico justo a tiempo. Ese texto es demasiado extenso y denso para casi cualquier lego pero los trabajos de Stephen Jay Gould le sobrevivirán y yo espero que lo haga especialmente La mediana no es el mensaje.

domingo, 24 de junio de 2012

Ébano y marfil


El abismo de las soluciones simples y los problemas complejos
ÉBANO Y MARFIL
Lic. Fernando Britos V.
Miel y limón - Hace exactamente treinta años Stevie Wonder y Paul McCartney cantaban la meliflua balada Ivory and Ebony que, en su momento, vendió muchos discos y figuró por siete semanas a la cabeza del ranking estadounidense. Después, con el correr de los años, pasó a revistar en la lista de las cien peores canciones de los últimos tiempos. El tema jugaba con una vieja idea: las teclas blancas y negras del piano eran imprescindibles para la armonía musical y estos destacados exponentes de la canción pop lo escenificaron a dúo como una especie de alegato edulcorado acerca de la armonía racial.
Lejos parecían estar los tiempos del Black Power y la foto más famosa de cualquier Olimpíada, hasta el momento, cuando en el podio de México 68 Tommie Smith y John Carlos con las medallas de oro y de bronce en sus pechos levantaron sus puños enguantados de negro y mantuvieron bajas sus cabezas. Los dos atletas negros que habían ocupado el primer y tercer lugar (oro y bronce) en los 200 metros llanos contaron con el activo apoyo de su colega australiano blanco Peter Norman (plata) que no levantó el puño pero también lucía la insignia del Black Power y se había pronunciado públicamente contra la discriminación racial en Australia.
Poco se recuerda la persecución y el odio duradero que se desató contra estos tres grandes atletas. Al australiano Norman (1942-2006) se le prohibió actuar en cualquier actividad olímpica posterior pese a que en 1971 y 1972 marcaba tiempos espectaculares en su especialidad. Siguió corriendo y jugando al fútbol pero fue vetado por la autoridades y los medios que lo consideraban un traidor. Recién en el 2000 recibió una invitación protocolar para presenciar la inauguración de los Juegos Olímpicos que se desarrollaban en Sidney. Murió de un ataque al corazón, depresivo y alcoholizado. Sus compañeros de aquel podio extraordinario llevaron el féretro y le rindieron homenaje durante su sepelio en Melbourne.
Smith y Carlos nunca pudieron volver a correr y fueron expulsados de la Villa Olímpica, recibidos como delincuentes, perseguidos y amenazados de muerte. No consiguieron trabajo durante muchos años. Smith, por ejemplo, lavaba autos en un estacionamiento hasta que el dueño se enteró de quien era su peón y lo echó. La esposa de Carlos, que había proporcionado los guantes negros, terminó suicidándose debido a las insoportables presiones que sufrieron.
Atletas y militantes sobrevivieron hasta hoy como entrenadores y en los últimos años han recibido premios y distinciones. Sin embargo no han abandonado sus principios. Carlos, por ejemplo, volvió a levantar su puño en octubre del año pasado durante un discurso que hizo en Ocupar Wall Street (entre otras cosas dijo: “estamos aquí 43 años después porque hay una lucha que todavía debe ganarse. Este día no es para nosotros sino para nuestros niños del porvenir”).  
En estos momentos, en el Parlamento de nuestro país circula una iniciativa para asignar un porcentaje de cargos en la administración pública a los “afrodescendientes” y esto obliga a pensar muy bien si la cuotificación o la llamada “acción afirmativa” con base en medidas aisladas es capaz de contribuir en forma sencilla a resolver un problema complejo: el de la discriminación o postergación de ciertos sectores de la población.
Como todas las propuestas simples a ésta debe reconocérsele cierto mérito y el riesgo del abismo del reduccionismo que se abre ante quienes las promueven como solución a problemas complejos. El tema admite (por no decir exige) enfoques de variable profundidad y amplia pluralidad.
El encanto de la diversidad – La diversidad de los humanos siempre ha sido fascinante aún reconociéndola como una forma de las variaciones que presenta la vida en el planeta Tierra. La capacidad de observar, el impacto de nuevas tecnologías y el desarrollo de la ciencia acrecientan esa fascinación.
Los viajes, las comunicaciones, reales y virtuales, nos permiten establecer un contacto mucho mayor con los demás 7.000 millones de seres humanos y en cierto sentido más intenso que cuando el planeta estaba poblado por algunos cientos de miles de individuos en el Paleolítico.
Ver no implica automáticamente comprender pero es un primer paso y sobre todo alimenta, como nunca antes, la fascinación que ejerce la diversidad sobre los humanos que son, como es sabido, los más curiosos de los primates.
Ahora sabemos que los ancestros de nuestra especie (el Homo Erectus) surgieron en África Oriental hace medio millón de años. Las teorías paleoantropológicas que explican el origen de los humanos coinciden en este punto. Todos los Homo Sapiens somos “afrodescendientes”.
A partir de esa hipótesis bien asentada existen dos teorías que tienen sus defensores y evidencias de respaldo: el Modelo de la Continuidad Multiregional por el que se sostiene que los Homo Erectus se dispersaron por buena parte del mundo (Asia, Europa, Oceanía) y en distintos puntos surgieron los Homo Sapiens cuyas características diferenciales más notorias se deberían en general a una adaptación a las condiciones ambientales y se habrían fijado por selección natural.
El Modelo Out of África (proveniente de África) sostiene que el Homo Sapiens surgió en África hace unos 500.000 años y que gradualmente, desde hace unos 100.000 o 120.000 años empezó a salir del continente africano hacia el Medio Oriente y para extenderse por Europa, Asia, América del Norte, Central y del Sur. Según este modelo, por ejemplo, los primeros Homo Sapiens en lo que hoy es nuestro país habrían llegado, como mucho, hace 12 o 15.000 años.
La genética y particularmente el análisis del ADN mitocondrial (que se trasmite exclusivamente por las mujeres) nos remite a todos a una “madre africana”: la Eva mitocondrial que habría vivido en África hace medio millón de años. Una de las características del material genético que se trasmite de unos individuos a otros generación tras generación no es su inmutabilidad sino su cambio. Estas mutaciones se van incorporando a las cadenas del ADN, han sido identificadas, se sabe cuando aparecieron y de esta manera es posible hacer una genealogía genérica de toda la humanidad estudiando unas gotas de sangre de cada individuo.
Los científicos chinos eran partidarios del modelo de continuidad multiregional (apoyándose en fósiles humanos muy antiguos, el llamado “hombre de Pekín” y el “hombre de Java”) de modo que consideraban que en buena parte de Asia, el Homo Erectus salido de África había evolucionado a Homo Sapiens con las características que hoy les conocemos. Sin embargo, cuando se perfeccionó la técnica del análisis y datación de las mutaciones del ADN mitocondrial hicieron decenas de miles de análisis de sangre de sus compatriotas, de las diversas etnias que conviven en China y descubrieron que los H. Sapiens del Oriente, contrariamente a su creencia, habían llegado de África como tales.
Desde que los europeos empezaron un ciclo de expansión colonialista, desde el siglo XV hasta alcanzar su apogeo en el siglo XIX, los viajeros, descubridores, conquistadores y posteriormente los científicos se dedicaron a describir y calificar las características externas de los pueblos que encontraban: el color de su piel (negros, rojos, amarillos, blancos, etc.), su contextura física, su rostros, su pelo, su vestimenta, sus costumbres.
También fue la edad de oro de la antropometría: se medía el cubicaje craneano y se forzaban los datos para establecer lo que se quería creer: la superioridad de los europeos, y especialmente los europeos septentrionales, en relación con otros pueblos y culturas. Se justificaba así, en forma más o menos indiscreta, la explotación, esclavización y dominación de otros seres humanos que era la base del colonialismo y el imperialismo. Pero no hay que olvidar que esas clasificaciones no solamente operaban para discriminar a los colonizados sino a las clases y sectores dominados de sus propias sociedades: los pobres de la ciudad y del campo, las mujeres, los campesinos, los enfermos, los más débiles.
 Estos prejuicios propios de las justificaciones pseudocientíficas siempre han tenido que ver con el poder, la discriminación como sustento de la dominación y la explotación y algunas de los peores males de las sociedades humanas: la explotación de unos seres por otros, la xenofobia, el miedo y el rechazo de las diferencias, el racismo, el sexismo, la limpieza étnica, las persecuciones, los pogromos, las masacres, los genocidios.
El estudio de la diversidad humana muestra la perversidad de la eugenesia (acuñada por Galton en 1883) que procura el “mejoramiento de la raza” promoviendo la procreación de los “mejores” y la exclusión de los “inferiores” y la monstruosidad de los genocidios y de los apartheid. De la misma manera en que sabemos que África fue la cuna de la humanidad, sabemos también que las diferencias externas entre los humanos son absolutamente mínimas desde el punto de vista genético.
Compartimos un alto porcentaje del material genético con seres que consideramos muy inferiores, por ejemplo gusanos, y que estamos mucho más cerca de los gorilas que de los chimpancés como se creía antes de la secuenciación del genoma de los grandes simios. Lo cierto es que entre un ser humano y un chimpancé hay menos diversidad genética que entre dos chimpancés y aún las diferencias genotípicas entre los humanos son mucho menores. En general, la variabilidad genética entre individuos de dos poblaciones humanas diferentes es menor que la que se registra entre dos individuos de la misma población.
Por eso la genética no sustenta el racismo. No lo hace porque la variabilidad genética es insignificante y porque las variaciones del fenotipo, es decir los rasgos externos de los individuos, no tienen relación unívoca con el genotipo. Las características externas pueden responder a un conjunto de materiales genéticos, a diversos genotipos. Ningún caso los rasgos externos, que efectivamente existen, pueden ser interpretados como superioridad o inferioridad absoluta o relativa entre poblaciones o individuos.
Uno de los problemas que enfrenta la cuotificación del empleo, de la representación parlamentaria o de la igualdad de oportunidades, cuando se trata de grupos étnicos o raciales, es la determinación exacta de la categoría. En este caso la categoría afrodescendiente. ¿Qué grado de ascendencia y cómo se comprueba? Si la determinación se hiciese por rasgos externos (color de piel, cabello, rasgos faciales, etc.) sería muy poco confiable o imposible con un grado de certeza apenas aceptable y la determinación genética es igualmente precaria. Partamos de la base de que no existen poblaciones genéticamente homogéneas inclusive en países relativamente “cerrados” como Japón y de que América Latina es, especialmente, un continente de fusión demográfica.
Desde este punto de vista, el establecer un umbral que separe a los “afrodescendientes” de quienes no lo son es muy difícil y puede generar grandes injusticias. Por otra parte, la búsqueda de indicadores raciales “objetivos” conlleva la infame marca de la sociobiología, el determinismo biológico y junto con ellos las formas más cruentas de discriminación y persecución.
Esta dificultad no tiene nada que ver con el derecho inalienable que tienen todos los seres humanos a considerarse integrantes de determinada categoría, clase, etnia o grupo humano, a proclamarse orgullosos de ello y a defender sus derechos y valores culturales siempre que esto no implique avasallamiento o menoscabo de los derechos de otros colectivos.
Definiciones de la discriminación - Un segundo problema radica en que los grupos, colectividades, clases y etnias que la sufren discriminación suelen ser numerosos. En Canadá, por ejemplo, el Estado ha determinado la existencia de cuatro grandes categorías que se considera son víctimas de la discriminación: las mujeres, los discapacitados, los aborígenes y las minorías visibles. Resulta sencillo concluir que los grupos humanos discriminados son muchos más. Este fenómeno complica enormemente la eficacia de las cuotas como medida para remediar los efectos malignos de la discriminación.
La discriminación adopta muchas formas pero todas ellas incluyen alguna forma de exclusión o rechazo. Entre los humanos existen diferencias y desigualdades. Las primeras deben ser asumidas y las segundas deben ser eliminadas o superadas. La discriminación estigmatiza lo diferente y sirve a la preservación de las desigualdades.
Sin ánimo taxativo hay que mencionar la discriminación racial o étnica que se basa en diferencias reales o percibidas como tales. Existe asimismo una discriminación basada en la nacionalidad o el origen de las personas. También hay una discriminación por sexo, género e identidad de género que se apoya en estereotipos de género. La discriminación étnica y la nacionalista muchas veces se suma o complementa con la discriminación religiosa y la discriminación por la lengua que se emplea as{i como con la xenofobia. La discriminación clasista refuerza el poder de una clase, casta o estamento dominante sobre el resto de la sociedad. La discriminación laboral, es decir la privación del derecho a un trabajo digno se combina y manifiesta bajo la forma de acoso moral en el trabajo, acoso sexual, discriminación por edad y por sexo, discriminación de los discapacitados.
La discriminación juega un papel económico, social, político e ideológico en las sociedades humanas. Sirve para reforzar la dominación y el control y para abaratar costos y justificar la superexplotación de los menos favorecidos y de los más débiles. Desde el punto de vista social, político e ideológico, pueden distinguirse formas más cruentas y brutales de discriminación y otras más sutiles.
En las sociedades contemporáneas no hay necesidad de perjudicar a alguien para discriminar. Un ejemplo son las donaciones especiales o los subsidios diferenciales cuando producen o acentúan la distribución regresiva del ingreso. De este modo, se puede disponer un subsidio para todas las personas que, sin embargo, sea menor en el caso de algunos grupos. Asi, todos reciben algo pero las desigualdades se refuerzan. Naturalmente el igualitarismo absoluto es también una forma de discriminación al no tener en cuenta las condiciones concretas y la historia de los distintos grupos o clases.
La discriminación requiere catalizadores ideológicos justificantes y estos son el miedo, el odio y la desconfianza. Los temores a lo diferente, a los desposeídos, a los migrantes, a presuntos invasores, a las enfermedades, a ciertos grupos étnicos u organizaciones políticas o religiosas, a los habitantes de ciertos barrios o regiones, han sido un ingrediente fundamental de las formas extremas de discriminación  y terrorismo de Estado junto con los estereotipos y los prejuicios.
La cuotificación, es decir la asignación de cupos preferenciales para ciertos grupos identificados como víctimas de discriminación se aplica en algunos países para la educación, la vivienda, el empleo pero es muy discutida y sus efectos han resultado muy difíciles de demostrar.
Como parámetro es complicada la promoción de la cuotificación a favor de uno o algunos de los grupos discriminados dejando de lado a los demás  y mucho más difícil si se trata de una medida aislada que no forma parte de un conjunto articulado y sustentado en información demográfica, sociológica, antropológica y psicológica actualizada acerca de la problemática social.
Los afrodescendientes han sufrido y sufren discriminación pero además de alguna información demográfica hay pocos estudios acerca de las características concretas que aquella está presentando en el Uruguay. Las Naciones Unidas han definido a la discriminación racial como cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la raza, el color, la ascendencia, el origen nacional o étnico, que tenga el propósito o el efecto de anular o perjudicar el reconocimiento, disfrute o ejercicio de los derechos humanos basados en la equidad y las libertades fundamentales en materia política, económica, social, cultural o en cualquier otro ámbito de la vida.
La senda de la justicia – De últimas un análisis de las experiencias de distintos países demuestra que la clave para combatir la discriminación radica en la articulación de las medidas que se adopten a favor de la justicia y la equidad, de recuperación de la solidaridad y la reconstrucción de la trama social del país. La superación de las desigualdades es fundamental. En ese sentido, desde el comienzo de la crisis estructural del país, en la década de los sesenta del siglo pasado y hasta marzo del 2005 poco se había hecho para evitar la destrucción de la trama social.
Por el contrario, la dictadura (1973 -1985) sembró violencia, odio y terror que fueron fundamentales para la proliferación de todo tipo de injusticias y discriminaciones. Los gobiernos de Sanguinetti, Lacalle y Batlle, con su orientación neoliberal agudizaron la terrible herencia, preservaron la impunidad, los primacía del mercado, es decir de los intereses más regresivos que no por casualidad o simple coincidencia fueron los promotores de las distintas formas de discriminación, racial, social y cultural que nos afligen.
Medidas que se produjeron desde el 2005, como la significativa reducción de la indigencia y la pobreza, el desarrollo del Sistema Nacional Integrado de Salud, el Plan Ceibal, la creación de empleo y la disminución de la desocupación, el desbaratamiento de la impunidad de la que gozaban los perpetradores del terrorismo de Estado, la reparación a las víctimas, las mejoras en la calidad de vida de todos los uruguayos y en particular de los más modestos, son la mejor contribución a la lucha contra todas las formas de discriminación y la reparación de los daños que ellas produjeron. Otras medidas que vendrán como la despenalización del aborto, la profundización de la equidad en materia tributaria, el saneamiento del sistema carcelario, consolidarán este proceso de mejora que, sin embargo, entraña todavía enormes desafíos.
Este marco general no resuelve completamente el enfrentamiento a las distintas formas de discriminación. Por eso mismo, los casos de discriminación deben ser denunciados y será preciso tomar medidas correctivas y preventivas específicas. Lo que debe quedar claro es que es establecimiento de cuotas, por si solo, posiblemente no llegue a ser un aporte adecuado.

martes, 5 de junio de 2012

LA SEGURIDAD SOCIAL EN EL URUGUAY


GOBERNANZA Y EMBAUCAMIENTO
Como se impuso la reforma neoliberal de la seguridad social en 1995 y como podrían aplicarse procedimientos similares para promover la ”mano dura” y el lenguaje de las armas en materia de seguridad ciudadana.
Lic. Fernando Britos V.
Este texto consta de dos partes: en la primera se alude al plan que, en 1995, condujo a la imposición de la reforma de la seguridad social en el Uruguay, estableciendo las cuentas individuales y liquidando la solidaridad intergeneracional[1]. En la segunda se aduce que el “sistema mixto”, “a la uruguaya”, como sostienen sus apologistas, sintonizó perfectamente con la globalización neoliberal y especialmente con la constelación de la gobernanza[2] y se hace una reflexión acerca del modo en que ciertos actores políticos conservadores y sectores empresariales y sociales, procuran aplicar ahora la receta que resultó eficaz hace 17 años, para capitalizar el miedo y la preocupación y presentar a “la mano dura”, el autoritarismo y el lenguaje de las armas como panacea en materia de seguridad ciudadana.
I - COMO LA COALICIÓN BLANQUICOLORADA IMPUSO SU SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL Y  EVITÓ UN PLEBISCITO DEROGATORIO RECURRIENDO A LA GOBERNANZA.
Desde fines de la década de los 50 del siglo pasado la economía uruguaya estaba estancada y el sistema de seguridad social a pesar de mantener un déficit crónico conservaba una apariencia aparentemente generosa pero deterioraba sistemáticamente las jubilaciones y pensiones mediante el aumento del costo de vida y trámites interminables. Los partidos blanco y colorado empleaban el sistema previsional como un recurso clientelista, de “prontos despacho” y privilegios para captar votos. Después la inflación y la pobreza se encargaban de reducir los costos reales de la seguridad social: los déficits y las ineficiencias se enjugaban reduciendo las jubilaciones. Durante la dictadura (1973-1984) se siguió con el mismo sistema aunque con la corruptela y autoritarismo que caracterizaron ese periodo.
En 1989, se produjo un cambio que conmovió a la coalición blanquicolorada liderada por los Dres. Julio María SanguinettI y Alberto Volonté. Las organizaciones sociales y la izquierda promovieron una reforma constitucional en la que se estableció que las jubilaciones y pensiones se ajustarían según el índice medio de salarios acumulado. Los efectos positivos de esta reforma fueron notables. Según De los Campos (1997)[3] las pasividades aumentaron en términos reales, por primera vez, y entre un 35 y un 40% de los mayores de 65 años salieron de la situación de extrema pobreza en que se encontraban. Los dirigentes políticos blancos y colorados vivieron el plebiscito de 1989 como una temible rebelión. Los mecanismos legítimos de la democracia directa se oponían a los designios neoliberales que ellos habían hecho suyos y que contaban con el respaldo y la bendición de los organismos internacionales (FMI, BID, BM).
El viejo sistema clientelista fue herido de muerte. El monto de las jubilaciones ya no estaba en manos del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo sino que, constitucionalmente, se establecía automáticamente. Si a esto se le suma que en el mismo acto electoral la izquierda accedió a la Intendencia Municipal de Montevideo y pasó a gobernar casi la mitad de la población del país, queda perfectamente claro que en ese momento, blancos y colorados empezaron una carrera contra reloj para imponer las reformas neoliberales (desregulaciones, privatizaciones, reducción y reforma del Estado, instauración de las “leyes del mercado” como eje de las políticas sociales, etc.) antes de perder el gobierno nacional como efectivamente sucedería en el 2005.
El Dr. Luis Alberto Lacalle fracasó en sus intentos para privatizar las empresas públicas. El equipo del electo Presidente Sanguinetti comenzaría a preparar su segundo gobierno en las suites del Victoria Plaza y uno de los puntos clave fue la solución para volver a bajar los costos de la seguridad social mediante una reforma neoliberal. En esa materia se aplicó un plan maestro que resultó exitoso. Un ejemplo de gobernanza[4] cuyos pasos vale la pena considerar con más detenimiento.
Primer paso: objetivos claros bajo apariencias ambiguas – La clave de la gobernanza es la diferencia entre su retórica y sus verdaderos resultados. Una de las claves del éxito, desde los juegos combinatorios hasta la guerra o la política, es el requisito de una estrategia clara pero acompañada de tácticas que no sean evidentes para todos, aún para los aliados, de modo de alcanzar los objetivos con la mayor eficacia.
La estrategia en materia de seguridad social resultaba clara y compartible por la gran mayoría de la sociedad uruguaya y de sus organizaciones sociales: el viejo sistema previsional, lleno de desigualdades y discriminaciones, topes para unos y privilegios para pocos, gestión ineficiente y redistribución negativa, estaba completamente agotado, debía ser reformado y nadie lo defendería.
Las tácticas para imponer reformas no podían exponerse públicamente antes de que la mayoría parlamentaria de la coalición la aprobara en el Parlamento. Política y técnicamente los distintos aspectos del plan requerían un manejo cuidadoso. Dentro de la coalición de gobierno y también entre sus aliados (organizaciones empresariales, grupos de presión, organismos internacionales) imperaban posiciones distintas. Los “halcones” tecnocráticos, inspirados en el sistema pinochetista, tenían como objetivo fundamental establecer cuentas individuales, arrasar con la solidaridad intergeneracional y entregar todos los fondos de jubilación y pensiones a administradores privados. Las “palomas” gradualistas, sabían que lo que en Chile se había implantado en medio de una dictadura sanguinaria no prosperaría en un Uruguay que se había librado de otra pocos años antes, y no querían exponerse a un revolcón como el de 1989.
De este modo, el primer paso fue una negociación política reservada con la participación exclusiva de tres grandes grupos: el Dr. Sanguinetti, al que se reputa como articulador y promotor de la reforma neoliberal de la seguridad social, y su entorno en el que descollaba como máximo tecnócrata el Cr. Ariel Davrieux; el Dr. Alberto Volonté, dirigente de Manos a la Obra, sector del Partido Nacional identificado como socio principal del Dr. Sanguinetti al punto que Quirici (2011)[5] lo menciona como “primer ministro” del presidente colorado y un tercer grupo de menor incidencia que incluía a los sectores francamente neoliberales como los del Dr. Lacalle y el Dr. Jorge Batlle y sectores denominados como los centristas de la coalición gobernante cuyo peso electoral era poco significativo pero que debían jugar un papel de señuelos en las tácticas de implantación (entre ellos se cita a los encabezados por Hugo Batalla y por Carlos Julio Pereyra).
Después, el entonces secretario de la Presidencia, contó que en esas negociaciones, Lacalle y Batlle eran partidarios del modelo chileno sin anestesia. Davrieux que al principio figuraba entre los más audaces después adoptó una postura conciliadora. Volonté y Pereyra querían un modelo menos osado que no generara la resistencia popular y Sanguinetti se desempeñó como árbitro de modo que, al final primaron los menos osados, es decir quienes coincidían con los grandes objetivos pero requerían disimular sus aspectos más cruentos. Veremos sintéticamente donde y como.
Un punto que debían acordar era el alcance de la reforma, es decir los alcances del principio de universalidad. Se discutió si debía alcanzar a los ya jubilados. Los duros querían reducir los beneficios de todos los pasivos pero los cautelosos se opusieron y se dice que a instancias del Dr. Batalla se acordó que los derechos adquiridos no serían afectados.
En la retórica se cita una pretendida universalidad pero en los hechos las cajas militar y policial no fueron incluidas en la reforma y las no estatales (bancaria, profesionales universitarios y notarial) tampoco fueron afectadas. Todos se pusieron de acuerdo rápidamente por obvias razones. Las mismas por las que las cajas de jubilaciones y pensiones de los aparatos represivos no fueron tocadas en ninguna de las reformas neoliberales de la seguridad social que se hicieron en América Latina. Quirici (2011)[6] no descarta la existencia de temores y/o acuerdos políticos secretos para no meterle mano a las jubilaciones y pensiones de policías y militares. Sanguinetti se limitó la reforma al BPS y el herrerismo se opuso terminantemente a cualquier propuesta relativa a las cajas militar y policial y su déficit crónico y enorme.
En este punto queda clara la diferencia entre la retórica y la realidad de la gobernanza: quienes argumentaban que la reforma de la seguridad social se hacía en aras de la eficiencia, el equilibrio financiero y la equidad se preocuparon por dejar intactas las cajas más ineficientes, deficitarias e inequitativas. De todas maneras para tratar de disimular de algún modo semejante contradicción patearon la pelota para adelante y anunciaron que el tema se  trataría en un futuro que, lógicamente, nunca llegó.
Otro asunto fundamental a cocinar era el de quien manejaría los fondos jubilatorios. El sistema chileno de capitalización individual total en manos de empresas privadas tenía muchos partidarios pero había sufrido ya algunos descalabros estrepitosos (administradoras de fondos que habían quebrado y otras estafas resonantes) y cronológicamente parece haber sido el último punto de acuerdo entre los coaligados. Se dice que el Dr. Volonté fue quien propuso una administradora de fondos estatal (de todas maneras como empresa pública de derecho privado como lo exigía la doctrina neoliberal) y aunque tuvo mucha oposición terminó siendo aceptada a regañadientes por el Dr. Sanguinetti para aprovechar la confianza de los uruguayos en los bancos estatales y quitarle fuerza a los argumentos de quienes se opondrían a las privatizaciones.
De la misma manera debieron cocinar otros puntos. Entre ellos un sistema mixto que establecía tres niveles: para mantenerse con aportaciones al BPS, para optar por este y por la capitalización individual y para remitirse a esta última exclusivamente. El objetivo era promover las cuentas individuales y perforar, de una vez por todas, el sistema de solidaridad intergeneracional o de reparto.
Los participantes en esta cocina preliminar hicieron grandes esfuerzos para ocultar la influencia decisiva de los asesores extranjeros y de los organismos internacionales (BID,BM, CEPAL, OIT, etc) en la gestación y características de la reforma. Los organismos internacionales habían elaborado proyectos y el BID prestó dinero para que el sistema de ahorro individual obligatorio pudiera ponerse en marcha. En esos esfuerzos se gestó la retórica de una reforma “a la uruguaya” y sus aspectos engañosos.
La operación de embaucamiento llegó a incluir un informe del Banco Mundial que, en febrero de 1995, hizo un curioso informe crítico sobre el proyecto del gobierno que culminó en un “distanciamiento” que se prolongó durante dos años. Por su parte, el BID, a través de su Presidente que era entonces el Cr. Enrique iglesias, reclamó participación en el proyecto antes de que éste ingresara al Parlamento. Quirici (2011)[7] cita estudios que consideran que declaraciones de ese tipo estaban destinadas a hacer aparecer el proyecto como de factura puramente nacional y a ocultar que tanto el BID como el BM habían estado comprometidos ideológica y prácticamente con la reforma desde muchos años antes.
Segundo paso: exclusión de la crítica, ausencia de diálogo y desconcierto de la oposición - Esta etapa de negociaciones preliminares, a puertas cerradas en el hotel Victoria Plaza, se concluyó en marzo de 1995. ONAJPU y el PIT-CNT habían reclamado participar en las sesiones pero sólo se permitió que asistieran a alguna reunión de intercambio de informaciones, de modo que, deliberadamente, se los mantuvo bien distantes de cualquier participación efectiva y del conocimiento de los aspectos concretos acordados. Las organizaciones sociales tenían posturas claras y habían manifestado, reiteradamente, su deseo de participar en un diálogo pero fueron sistemáticamente excluidas.
Las críticas apuntaban certeramente al objetivo estratégico de la coalición blanquicolorada y a las tácticas empleadas para “confeccionar” una reforma que únicamente procuraba bajar el gasto en seguridad social, trasladar el control de los fondos al mercado de capitales del sector privado y desvirtuar la universalidad y la solidaridad como principios.
El primer paso del plan gubernamental funcionó perfectamente. La coalición de gobierno unificó posiciones, negoció sus diferencias y concibió a lo largo de ese proceso una retórica que serviría para desconcertar y confundir a los opositores. El actual Presidente del Directorio del BPS, Ernesto Murro, que en aquellos tiempos era representante de los trabajadores en el organismo reconoció, en 1997, la carencia de un proyecto alternativo cuando apareció la reforma neoliberal y la demora en elaborar uno que pudiera sustituirlo al contraponerlo públicamente. [8]
Es un capítulo aparte la escasa capacidad del Frente Amplio para dar una respuesta contundente tanto en el debate parlamentario como en la campaña posterior para plebiscitar la ley que la mayoría parlamentaria de la coalición blanquicolorada había impuesto. Posiblemente la falta de coherencia, la ambiguedad y la excesiva confianza de la fuerza política en que la mayoría de la ciudadanía rechazaría la ley mediante un plebiscito derogatorio fueron igualmente importantes para desmovilizar y facilitar así el plan del neoliberalismo.
Tercer paso: creación de un clima de catástrofe inminente por parte de la coalición blanquicolorada y maniobra política de la Corte Electoral – Desde 1989, los partidos Colorado y Nacional y sus tecnócratas habían venido trabajando junto con los “expertos” de los organismos internacionales y los chilenos contratados para crear un clima de catástrofe en materia de seguridad social. Un gobierno como el del Dr. Sanguinetti que había edificado obras tan costosas como prescindibles (por ejemplo, la Torre de las Comunicaciones y los más de 120 millones de dólares que demandó) se especializó en generar incertidumbre respecto a un próximo e inevitable colapso de las jubilaciones y pensiones.
Los planteamientos eficientistas y el temor que sembraron en la ciudadanía, especialmente en los jubilados, no solamente estaba destinado a “castigar” a quienes les habían apabullado en 1989 sino a generar un clima favorable a la aceptación o por lo menos a la no oposición a una reforma de la seguridad social de carácter neoliberal. El enfoque de “resolución de problemas” propio de la gobernanza necesita de esas situaciones de pánico puesto que en ellas la reivindicaciones, las críticas, los razonamientos complejos tienden a ser relegados ante consensos o soluciones salvadoras que se presentan en las instancias de consulta.
Esos climas catastrofistas se desarrollaron, sistemáticamente, en todas las privatizaciones de servicios públicos que tuvieron lugar en el continente. A veces la creación del clima iba precedida de una operación fáctica de vaciamiento acelerado de empresas o entes públicos, en otros casos se trataba del desarrollo prolongado de determinadas perversiones estructurales y de la redistribución negativa de la riqueza a lo largo de generaciones. Este último fue el caso de la seguridad social en el Uruguay anterior al 2005 y específicamente, en el caso de las jubilaciones y pensiones, antes de 1989. La variable de ajuste para enfrentar las crisis económicas habían sido hasta entonces los salarios, las jubilaciones y las pensiones. En épocas de bonanza las ganancias son privadas, en épocas de crisis la pérdidas son socializadas mediante el sacrificio de los trabajadores y los pequeños empresarios.
La retórica del proyecto neoliberal para la seguridad social era reduccionista porque limitaba el problema a las jubilaciones y pensiones (ignorando la concepción integral de la seguridad social), atemorizante, porque presentaba un colapso inminente cuando en realidad tal inminencia no existía y, en todo caso, las cajas absolutamente deficitarias eran piadosamente ignoradas y con las características de “el último tren” (es decir súbanse a este porque no habrá otra oportunidad) y comprendía una concepción vital típica del neoliberalismo: el individualismo contrapuesto a la solidaridad.
En 1995 el parlamento aprobó la reforma neoliberal que endureció los requisitos jubilatorios, extendió las edades y los plazos para calcular los montos, estableció la historia laboral, mantuvo intactos los inicuos topes jubilatorios establecidos por la dictadura en 1979, preservó las jubilaciones de privilegio, estableció el sistema mixto (reparto y capitalización individual) y creó las AFAP, una de las cuales es un engendro de capital público pero de derecho privado.
En mayo de 1999, la Comisión Nacional en Defensa de los Principios de la Seguridad Social presentó ante la Corte Electoral 330.000 firmas en apoyo a la solicitud de plebiscitar la derogación de las AFAP. Para consultar a la ciudadanía se requería un total de 240.000 firmas equivalentes al 10% del padrón electoral. La Corte Electoral recibió únicamente 311.000 de las entregadas y en uno de los procesos más vergonzosos de la historia política de nuestro país rechazó al mes siguiente casi 80.000 firmas por lo que, de hecho, impidió la realización del plebiscito (“faltaron” algo más de 7.800 firmas).
Los motivos esgrimidos por la Corte Electoral y los procedimientos insólitos que desarrolló para anular firmas fueron precedidos de una intensa campaña de terror desencadenada desde la Presidencia de la República. Semanas antes de conocerse el resultado de la faena, voceros del Poder Ejecutivo afirmaban que las firmas no alcanzarían para habilitar la consulta popular y se anunciaban demandas, juicios y graves perjuicios si las AFAP fueran derogadas. Naturalmente los gerentes de las AFAP declaraban que la derogación afectaría la credibilidad del país aunque se cuidaban de divulgar el monto de los salarios que perderían ellos en caso de que sus empresas desapareciesen.
La maniobra de la Corte Electoral jugó un papel político decisivo y fue la culminación del proceso que había comenzado en las suites del Victoria Plaza a principios de 1995. Los coaligados respiraron aliviados, la consulta popular en que las encuestas daban como ampliamente mayoritaria la derogación de las AFAP no se llevaría a cabo; la reforma neoliberal estaba a salvo y en materia de jubilaciones, la biología se encargaría de liquidar lo que quedaba del sistema de reparto.
II – LA GOBERNANZA EN LA REFORMA DE LA SEGURIDAD SOCIAL Y ALGUNAS DE SUS TÁCTICAS EN LA AGITACIÓN SOBRE SEGURIDAD CIUDADANA
Al referirse a las doctrinas neoliberales se produce a veces cierta simplificación que dificulta la comprensión de sus alcances prácticos y aún la crítica superadora. Una de estas simplificaciones radica en considerar que la esencia de la doctrina neoliberal se reduce a la desregulación, es decir al retroceso del Estado en el campo normativo, y a la privatización. Si bien ambas características son comunes, el neoliberalismo no se ha limitado a disminuir el poder del Estado y a aumentar el del mercado. Las contraposiciones entre regulación y desregulación o entre lo público y lo privado no alcanzan a esclarecer la complejidad y los alcances de las transformaciones que ha producido.
En nuestro país, los promotores del neoliberalismo no han puesto el énfasis mayor en la desregulación sino en nuevas formas de regulación y sobre todo en una concepción distinta de la relación entre lo público y lo privado. En la década de los 90 del siglo XX fueron derrotados los principales intentos de privatización de las grandes empresas y servicios públicos. Esta fue una de las grandes diferencias entre el Uruguay bajo Lacalle y Sanguinetti y la Argentina bajo Menem pero esto no sirve para que nos sintamos mejor o superiores a nuestros hermanos de la otra orilla. En definitiva ellos tienen unos trenes que funcionan horriblemente y ocasionan muchas muertes en accidentes evitables y nosotros no tenemos trenes de pasajeros y nos especializamos en muertes en pasos a nivel o en accidentes carreteros.
Entre nosotros triunfó el proyecto de reforma neoliberal de la seguridad social, que es una nueva forma de regulación y no una desregulación, pero hubo otros casos menos notorios que también se basan en una relación distinta entre lo público y lo privado, fundamentalmente a través de las famosas empresas de servicio público regidas por el derecho privado. Un ejemplo es el llamado Fondo de Solidaridad que se estableció por ley, casi al mismo tiempo que la reforma previsional, como una especie de matrícula universitaria post facto, un verdadero y arbitrario impuesto a los títulos universitarios, presuntamente destinado a financiar becas estudiantiles que es administrado por una institución de derecho privado.
Los intentos fallidos por imponerle a la Universidad de la República el cobro de matrícula derivaron en este recurso: una gabela que recae sobre quien ha culminado la educación superior pública independientemente de su medio de vida, de su profesión o de cualquier racionalidad. En suma, un típico procedimiento neoliberal.
En muchos casos el neoliberalismo promueve las leyes del mercado de modo que adoptan el nombre de autorregulación que, en buen romance, significa que los mismos sujetos que deben ser regulados son los que dictan las normas a las que se deben atener. Este es un sistema muy propio de los países anglosajones pero en ciertos sectores de la vida nacional se ha difundido o se ha asimilado con ciertas “libertades” o vacíos jurídicos existentes. Muy claro es el ejemplo de los medios de comunicación masiva, en especial los electrónicos donde los permisarios se arrogan, de hecho o de derecho, la prerrogativa de regular su propio negocio y de esgrimir contra cualquier intento de racionalización regulatoria de los bienes comunes la acusación de atentar contra la libertad (el zorro libre en el gallinero libre).
Las nuevas formas de regulación se basan en mitos o afirmaciones dogmáticas que ya hemos visto al considerar la gestación de la reforma neoliberal de la seguridad social. Algunos de estos mitos se agitan intensamente en la actual crisis europea: el Estado de bienestar se encuentra en una crisis irreversible (como si los Estados hubiesen sufrido un colapso por causas ignotas y no debido a un proceso de desmantelamiento), o bien: los distintos subsistemas sociales tienen sus propios mecanismos de reproducción y son autónomos (de modo que la economía, la política, las ciencias sociales, el derecho, etc. no pueden influir directamente unos sobre otros). Otro de los mitos es que la administración pública debe ser transformada, esta es “la madre de todas las reformas” que invariablemente el neoliberalismo apunta contra los trabajadores y la ciudadanía, recortando derechos y salarios, achicando y desarmando a los poderes públicos para que el mercado opere libremente con la eficiencia que la mitología neoliberal le atribuye.
Todas las nuevas formas de regulación y de gestión constituyen lo que Estévez Araújo (2009)[9] denomina “la constelación de la gobernanza”. Esta constelación está formada por la autorregulación, las leyes de mercado, la desregulación y por la gobernanza propiamente dicha. La gobernanza, en sentido estricto, es una nueva forma de imponer decisiones políticas y un ejemplo notable de la misma fue la reforma neoliberal de la seguridad social en 1995.
Como dijimos antes hay que distinguir entre la retórica y la forma en que efectivamente se toman las decisiones. Los promotores de la gobernanza abarcan un espectro político relativamente amplio que llega a ciertos ámbitos tecnocráticos y políticos que se consideran de izquierda. Esto sucede porque la retórica de la gobernanza indica que el objetivo principal de la misma es sustituir la forma en que se toman decisiones políticas “desde lo alto” por lo que llaman un círculo virtuoso. Este círculo virtuoso integra a la interacción, la participación, las redes sociales, etc. y en abstracto puede resultar atractivo.
La gobernanza muestra sus verdaderos propósitos cuando su desarrollo contrapone la solución de problemas con la reivindicación de derechos. De este modo, la gobernanza blanquicolorada de 1995 se aplicó a solucionar “el problema de la seguridad social” que para ellos era el volcar los aportes de los trabajadores al mercado de capitales en contraposición con la reivindicación del derecho a una jubilación digna y al conjunto de prestaciones sociales.
La gobernanza se promueve como un mecanismo práctico para promover la participación y “manejar” las críticas, para intercambiar ideas y evitar conflictos, porque la clave de este método radica en cultivar la ilusión de participación pero mantener a los participantes tan distantes como sea posible de las instancias de decisión.
Estas tácticas funcionaron muy bien para homogeneizar a los promotores de la reforma de 1995 y para embaucar y confundir a quienes tenían posturas críticas o reivindicaban los derechos concretos que estaban en juego. Hay distintas versiones de la gobernanza. En los Estados Unidos gravitan directamente las grandes empresas y las agencias “independientes”. En Europa los intereses del gran capital están representados por agentes políticos. La gobernanza blanquicolorada de 1995 se asemejó al modelo europeo.
En todas sus formas la gobernanza se caracteriza por una gran desconfianza hacia los representantes de las organizaciones sociales, sindicales y políticas capaces de oponerse o de bloquear las iniciativas del gran capital o sus representantes. Sin embargo, la gobernanza pretende ser democrática y por lo tanto no reprime a quienes se oponen sino que los posterga, con firmeza pero sin violencia. La clave para lograrlo radica en controlar la participación de la sociedad civil en los procesos de toma de decisiones. Es lo que se llama “solamente consultas”. Los participantes son estrictamente seleccionados y se accede únicamente por invitación, todas las opiniones son recogidas y las críticas son cuidadosamente diluidas en la elaboración de los informes u olvidadas entre un cúmulo de información que después es depurada. La etapa de consultas está claramente separada de la toma de decisiones.
Estos fenómenos son más comunes de lo que se cree en muchos organismos aparentemente democráticos. Este es el caso del Diálogo Nacional sobre Seguridad Social que se desarrolla en nuestro país desde el 2007. Lo esencial radica en el grado de acceso que tienen los organismos de la sociedad civil a las instancias de decisión, el grado en que sus opiniones son tomadas efectivamente en cuenta y la capacidad de revisar o cuestionar las decisiones después que han sido adoptadas.
Por lo general, los órganos de decisión se reservan la capacidad de actuar como árbitros ante los distintos puntos de vista. Entonces no hay realmente un debate democrático sino que quienes resuelven deciden inapelablemente que se tomará en cuenta y que se dejará de lado. La lógica de la gobernabilidad no es la de la democracia porque las críticas son excluidas lo cual permite que se lleven a la práctica los planteamientos de corte neoliberal. En 1995 se trataba de controlar las reivindicaciones, reducir el costo de la seguridad social  e inculcar el individualismo como concepción vital.
La gobernanza, que en el Victoria Plaza personificaba el Cr. Davrieux, no procuraba la participación democrática ni las transformaciones sociales sino la solución del problema costo de la seguridad social, el mantenimiento de la redistribución negativa del ingreso que se había visto afectada por la “rebelión” de 1989 mediante una negociación exclusivamente circunscripta a los sectores políticos de la coalición de gobierno.
Sería una ingenuidad considerar que la gobernanza y sus tácticas para manejar conflictos solamente pueden ser desarrolladas desde el gobierno o con fines exclusivamente oficialistas. En realidad cualquier actor político o social políticamente conservador, corporativo, o tecnocrático, identificado con las leyes del mercado o representante de grandes intereses económicos, puede utilizar las tácticas de la gobernanza en su provecho.
 Algunos de los elementos de la receta neoliberal de la gobernanza, que funcionaron bien en la década de los 90 pueden encontrarse ahora entre los métodos que se emplean para promover determinadas acciones y crear determinados fenómenos en materia de seguridad ciudadana.
Es indudable que existe un problema de seguridad ciudadana que es multifacético, multicausal y suficientemente complejo como para requerir acciones articuladas de corto, mediano y largo plazo. También ante este tipo de problemas sociales existen propuestas de distinto signo y algunas de ellas son de nítido corte neoliberal. En tal sentido construyen una idea de la violencia como un fenómeno inherente a la condición humana, abstracto en la medida en que no tiene historia ni vinculación con el contexto social concreto e imprevisible porque se presenta como capaz de atacar a cualquiera en cualquier momento.
La idea es reducir un fenómeno tan complejo como la violencia a esquemas sencillos que erigen a algún personaje en árbitro de lo malo y lo bueno, que se presentan en forma mesiánica como salvadores y que relevan a las víctimas inexorables de cualquier responsabilidad social porque focalizan a “la violencia” como un fenómeno puramente individual. Esta es la visión catastrofista que genera y se alimenta del temor.
El miedo no es un fin sino un medio idóneo para vender protección, aerosoles de gas pimienta, perros feroces, informativos, películas, machetes y sobre todo armas de fuego. La industria del miedo genera también desconfianza, resentimiento y enfrentamientos de distinto tipo aún entre gente que, en esencia, enfrenta los mismos problemas. Históricamente el miedo ha sido utilizado para promover la violencia, para discriminar, perseguir y destruir personas y aún pueblos enteros. Esta dimensión social de los grandes temores y del terror en su versión extrema es una herramienta política que afecta la trama social.
Revuelto el río por el deterioro de la trama social surgen los pescadores turbios: los que procuran arrimar votos para su candidatura política, quienes tratan de sacar algún provecho multiplicando por diez o por cien lo que les sustrajeron, quienes procuran ser “compensados” evitándose el pago de impuestos y quienes procuran uniformizar todos los tipos de violencia para seguir comprando cosas robadas o cascando a la mujer o a los chiquilines sin sentirse culpables. Como en el caso de la violencia no todos los perpetradores, no todos los instigadores, no todos los manipuladores son iguales y las responsabilidades tampoco lo son.
Hay un estilo liberal o neoliberal de encarar los problemas de violencia y este se puede identificar con gran claridad en los Estados Unidos, un gran país, una potencia y epicentro del capitalismo mundial que también mantiene el triste privilegio de ser la nación más violenta del planeta, la que presenta la mayor cantidad de presidiarios en proporción al número de habitantes, una de la que muestra la mayor tasa de homicidios y sin lugar a dudas la sociedad con la mayor proporción de adictos a todo tipo de drogas. Precisamente es también la sociedad más armada y donde las muertes accidentales o deliberadas por armas de fuego son las más elevadas.
Es imposible trazar el itinerario que ha llevado a esta situación en pocas líneas y sería injusto atribuirla únicamente a una perversión del capitalismo salvaje pero hay datos de la realidad que son inocultables. Existe una relación directa entre la cantidad de armas de fuego en poder de las personas y la violencia y la criminalidad en esa sociedad. Existe una relación directa entre el consumo y sobre todo el tráfico de ciertas sustancias y los índices de morbimortalidad y de violencia. No parece existir relación entre la dureza de las penas y la incidencia de los crímenes contra la vida humana (el endurecimiento de las penas no se acompaña necesariamente de una disminución de los delitos). La “mano dura” o la “tolerancia cero” no han disminuido las tasas globales de criminalidad pero los delitos han cambiado de forma.
Ya vimos que la gobernanza es una nueva forma de imponer decisiones políticas y ante el problema de la seguridad ciudadana de lo que se trata es de seguir los pasos de la receta clásica. En primer lugar, conformar el problema (que en modo alguno quiere decir crearlo porque existe y es complejo), es decir destacar los aspectos más irracionales, hacer el énfasis en algunas de las formas de violencia en desmedro de otras. Por ejemplo, presentando y repitiendo los delitos contra la propiedad y ciertos crímenes cometidos por algunos sujetos (jóvenes) en algunos lugares (comercios) como parte excluyente de una epidemia.
Darle forma al problema requiere presentarlo en forma episódica. No hay ni un antes ni un después. El impacto de la violencia genera tanto más temor cuanto menos conocimiento exista de las razones, de las circunstancias, de los móviles, de las secuelas, de los cómplices, instigadores y manipuladores. Las imágenes del asesinato del empleado de La Pasiva, fueron repetidas cincuenta veces en 48 horas. Las razones de la autora intelectual del crimen, ni joven ni marginal, en comparación, pasaron desapercibidas.
Las llamadas redes sociales, inexistentes en 1995, son vehículos muy apropiados para el manejo virtual de los problemas, para la simplificación no comprometida del anónimo y ambiguo “me gusta/no me gusta” y encajan perfectamente con la receta del círculo virtuoso de la gobernanza dado que cultiva la semejanza de participación aunque los integrantes de la red no tengan la más mínima capacidad real de incidir sobre las decisiones. La gobernanza se propone eludir el debate cara a cara y sofocar las críticas reflexivas. Las redes utilizadas como herramienta de agitación y propaganda son pues una buena herramienta para mediatizar la participación y degradar el debate.
Un ejemplo reciente fue la convocatoria de la marcha a la Plaza Independencia manipulada por los operadores políticos del Dr. Pedro Bordaberry para montar una provocación dirigida, directamente, contra la Presidencia de la República y específicamente contra la imagen del Presidente Mujica. El manejo que los medios de comunicación hicieron del episodio fue típico: los de la oposición contaban la asistencia por miles, multitudinaria dijeron, y se regodeaban con los insultos y la proclama fascistoide. Las imágenes mostraron una realidad muy distinta, un par de centenares de activistas y otro tanto de apartados espectadores.
El problema de la seguridad ciudadana se reduce y reconcentra en la seguridad de cada ciudadano y sus propiedades y, especialmente, en la confrontación “jóvenes violentos y drogados” y “comerciantes y trabajadores inermes”. Todas las otras formas de violencia son eclipsadas por este problema. Las muertes y mutilaciones en accidentes de tránsito, las víctimas de la violencia doméstica, los muertos y heridos en accidentes de trabajo para no citar sino tres de los fenómenos más preocupantes son relegados a un segundo o tercer plano.
Así planteado el asunto, las reivindicaciones potables son claras “queremos protección”, “así no se puede vivir”, “estamos cansados de que nos roben”, “nadie hace nada”, “nosotros estamos presos y los delincuentes libres” y las soluciones sencillas son insistentemente promovidas por los mercaderes del miedo, los políticos autoritarios y nostálgicos de la dictadura que los crió, por sectores empresariales que intentan sacar partido del miedo de sus colegas (los que no pueden pagar costosos sistemas de seguridad) para tratar de evadir impuestos y otros para eludir sus responsabilidades sociales o para hacer gala de su mentalidad de estancieros prepotentes y feudales.
Las soluciones propuestas no son nuevas ni creación exclusiva del neoliberalismo: restituir el “principio de autoridad”, más represión, penas más duras, armarse para enfrentar a los criminales, ampliación del concepto de defensa propia, prisión prolongada para ciertos delitos, más policías, gatillo fácil, sacar la tropa a la calle, tirar primero y preguntar después, la prisión como retaliación y no como rehabilitación. En suma: más restricciones y menos libertades y derechos para la mayoría.
En una sociedad que recupera lentamente su memoria y que ha sufrido la espiral y las formas extremas del poder antidemocrático, brutal, asesino y ladrón, de la dictadura (1973-1985), la promoción de semejantes soluciones necesita naturalmente las formas engañosas y la retórica de la gobernanza neoliberal para adquirir un imprescindible barniz de legitimación.
Para embaucar no solamente hay que tener una propuesta estratégica aparentemente legitimada sino que hay que desarrollar tácticas para unificar sectores en torno a esa propuesta y para confundir a quienes se oponen. Una diferencia no menor pero tampoco insuperable es que en 1995 y 1999, la reforma neoliberal de la seguridad social había sido promovida desde el gobierno y ahora la coalición blanquicolorada de entonces es oposición, presenta graves problemas y carece de alternativas potabilizadoras idóneas (Batalla, Pereyra, etc.) mientras que los reaccionarios más duros se han enseñoreado de la derecha clásica (Bordaberry, Lacalle) y parecen condenados a jugar al contragolpe del gobierno frenteamplista.
Sin lugar a dudas, el ejemplo de las tácticas de gobernanza exitosas en la reforma de la seguridad social serán tenidos en cuenta por todos los actores. Para la derecha es una forma de recomponer una alianza algo más amplia con sectores sociales que los habían abandonado y ganar nuevas adhesiones para su propuesta regresiva. Para ellos también se trata de confundir a la fuerza política que gobierna y a las organizaciones de la sociedad civil (el PIT-CNT, los defensores de los derechos humanos, los comunicadores independientes, etc.) y sembrar diferencias que dificulten el ejercicio efectivo del gobierno y el sustento de las medidas de corto, mediano y largo plazo que se requieren para enfrentar a la violencia como fenómeno social sin descuidar todos los grandes desafíos de la sociedad uruguaya (salud, educación, trabajo, vivienda, desarrollo infraestructural, etc.).
Para el Frente Amplio y para cada una de las organizaciones que lo componen, así como para las organizaciones sociales en general es preciso estudiar y evitar los errores y vacilaciones que se tuvieron durante el enfrentamiento a la gobernanza que impuso la reforma neoliberal de la seguridad social. Es posible que esto no implique, necesariamente, proponerse liquidar las AFAP pero es seguro que requerirá retomar consecuentemente los principios esenciales de universalidad y solidaridad que son la base de cualquier sistema sano. Esto quiere decir que se debe llevar a cabo una política de debate abierto y tratamiento serio de los problemas previsionales, corrigiendo el secretismo y la exclusión del llamado Diálogo Nacional sobre Seguridad Social. Al hacerlo será patente que es preciso incluir, sin demora, a todas las cajas que la coalición blanquicolorada dejó intactas y sobretodo eliminar los inicuos topes jubilatorios, un despojo para miles de jubilados, que sobrevive impertérrito a la dictadura que los estableció en 1979.


[1] En esta parte nos basaremos en Quirici, Gabriel (2011) “Entre el Estado y el mercado. La reforma de 1995: innovación. oposición y continuidad” (197-251). En: Bucheli, Gabriel y Silvana Harriet (Coord.) (2011) – La seguridad social en el Uruguay. Miradas desde la historia política; Facultad de Ciencias Sociales (Instituto de Ciencias Políticas) y República AFAP, Montevideo.
[2] Para esta parte resulta fundamental el artículo de Estévez Araújo, José A. (2009) “Que no te den gobernanza por democracia”. Revista Mientras Tanto (108-109), Enero de 2009 (pp. 33-49), Barcelona. El Dr. Estévez Araújo es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Barcelona.
[3] Citado por Quirici, p.201 – De los Campos, Hugo, “Los plebiscitos y la seguridad social”. En La seguridad social en el Uruguay de hoy. Una visión social. Montevideo; La República.
[4] La gobernanza es una forma de imponer decisiones políticas que se presenta como un procedimiento para “solucionar problemas”  sin promover la participación democrática ni las transformaciones sociales.
[5] Citando a Finch, Henry (2005) La economía política del Uruguay contemporáneo. 1870-2000. EBO, Montevideo.
[6] Op. Cit. P.211.
[7] Op. Cit. P.217
[8] Citado por Quirici (2011): Murro, Ernesto (1997) “Balance de la representación de los trabajadores en el BPS 10/1992- 6/1997”. En: La seguridad social en el Uruguay de hoy. Una visión social. Montevideo, La República.
[9] Op. Cit. P.42.