miércoles, 25 de mayo de 2011

Mundo del trabajo - El retorno de los brujos


Mundo del trabajo

El retorno de los brujos
Licenciado en Psicología Fernando Britos V.

La aplicación de “evaluaciones psicotécnicas” carentes de validez y confiabilidad, es irresponsable, peligrosa y nuevamente se intenta, ahora para ingresar a la carrera diplomática en el Uruguay
 
La maza sin cantera - En junio del año 2008 llevamos a cabo un investigación a propósito de los procesos de selección de personal que se llevaban a cabo en distintas reparticiones públicas. En aquel entonces detectamos la presencia de indicadores de posible arbitrariedad, manipulación o falta de transparencia en varios llamados a concurso para la provisión de cargos.

Con el objeto de estudiar la transparencia, adecuación de la información y respeto de los derechos de los aspirantes a ocupar cargos públicos, se tomó una muestra de ocho casos de llamados para la provisión de cargos o contrataciones en otras tantas dependencias públicas que se publicaron en la sección avisos económicos de un periódico dominical, el 8 de junio de 2008. Se accedió a la información disponible en las direcciones electrónicas indicadas y se estudió el texto de las bases y otras informaciones relativas a los llamados en cuestión.

El análisis, caso por caso, consistió en confrontar la información incluida u omitida con dieciocho factores, condiciones o garantías que se consideran fundamentales para la transparencia, equidad y eficacia de los procesos de selección de personal desde el punto de vista ético y técnico. La omisión o la infracción de uno o varios de estos factores se estimó como “indicador de posible arbitrariedad o manipulación de los aspirantes” en el proceso de selección para proveer el cargo llamado. Los diecinueve factores se enuncian en las Conclusiones de este trabajo.

En aquel entonces, los casos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, ASSE, la Intendencia Municipal de Montevideo, ANCAP y el Poder Judicial mostraban indicadores preocupantes respecto a sus procesos de selección de personal. Aunque el propósito era hacer una evaluación tentativa y aproximativa de algunos rasgos del sistema de evaluación de personal, hay que destacar que los casos de ANCAP y del Poder Judicial eran especialmente graves a la luz de varios de los criterios que se pusieron de manifiesto. En tanto, en el Ministerio de Industria y Energía, el Ministerio de Desarrollo Social y Presidencia de la República/Agesic, no aparecían indicadores de riesgo de arbitrariedad y/o manipulación en la provisión de cargos.

Antes como ahora, consideramos que la transparencia, la eficiencia y la justicia de los procesos de selección de personal, es decir de las condiciones de acceso al trabajo, en especial de los jóvenes, es una preocupación seguramente compartida por todas las autoridades de gobierno, por todos los jerarcas y por todos los técnicos involucrados en los dilemas éticos de la función pública. Se trata de incrementar legítimamente el nivel de exigencia para ingresar al servicio del Estado, mediante herramientas y procedimientos válidos. Si no ¿qué cosa fuera esa maza sin cantera?.

La clave radica en los indicadores de posible arbitrariedad y manipulación que fuimos delineando en anteriores investigaciones sobre psicopatología del trabajo- La presencia de uno o algunos de estos indicadores en las bases de un llamado, en la información suministrada a los aspirantes, en los “perfiles” de los cargos a proveer, en los procedimientos de selección en general deberían llamar la atención de los responsables técnicos y políticos, de los periodistas, del público en general y muy especialmente de quienes aspiran a acceder a un trabajo, ya sea en el ámbito público como en el privado, para reclamar la eliminación de los aspectos negativos y la vigencia de garantías para los derechos humanos que, inexorablemente, resultan afectados por la manipulación, el limitacionismo y la exclusión indebida.

Dieciocho indicadores de arbitrariedad y manipulación - Desde luego los indicadores están muy relacionados entre si y no son evidencia concluyente per se pero la aparición de ciertos rasgos o modalidades concretas o la ausencia de otros, tomados en su conjunto, llaman la atención acerca de una probabilidad que excede la esperable al azar de que nos encontremos ante una manipulación, una violación del derecho al trabajo, del derecho a la intimidad o ante una afectación de la dignidad de las personas. Se trata de indicadores concretos (no abstractos) en circunstancias reales que cualquier persona, sin necesidad de una formación especial o del dominio de una jerga técnica, puede descubrir y denunciar.

1) Evidencias acerca del carácter esencialmente excluyente, limitacionista o indebidamente discriminatorio del proceso de selección, por ejemplo cuando aparecen sorteos con reglas de juego diferentes para distintos aspirantes a los mismos cargos; limitación inexplicada de las vacantes; requisitos impertinentes como son las limitaciones infundadas por razones de género, de edad, de origen; exigencias exageradamente altas para los cargos de ingreso < gran experiencia previa, formación muy superior a la realmente requerida > y por el contrario requisitos vagos o muy reducidos para cargos superiores, etc..

2) Carácter eliminatorio o excesivamente gravitante de las pruebas o evaluaciones psicolaborales que, por definición, no deben ser empleadas como filtros o barreras excluyentes debido a la esencia aproximativa y complementaria de sus conclusiones.

3) Carácter eliminatorio de los exámenes médicos sin que se hayan explicitado de antemano los baremos que se tomarán en cuenta para determinar los grados de aptitud o el tipo de aptitudes imprescindibles para el desempeño.

4) Falta de información, amplia y suficiente, acerca del trabajo que se ofrece o la limitación de las fuentes existentes para la investigación previa del mismo por parte de los interesados.

5) Carácter abstracto, indefinible o arbitrario de los rasgos, aptitudes o competencias exigibles y, en general, la inclusión de “perfiles” que incluyen exigencias ambiguas o que no pueden ser válidamente evaluadas o certeramente pronosticadas con las técnicas actualmente disponibles (por ejemplo, “nivel intelectual”, “equilibrio emocional”, “capacidad para trabajar en equipo”, “capacidad para manejarse en situaciones difíciles”, etc.);

6) Aparición de procedimientos distintos y potencialmente inequitativos, sin fundamentación conocida, como los que establecen cierto tipo de pruebas para algún o algunos cargos y no para otros en todo similares, la gravitación diferente de las evaluaciones psicolaborales (que generalmente encubre la incidencia de intereses corporativos).

7) Ausencia de información adecuada sobre la idoneidad de los profesionales, expertos o peritos, que aplican las pruebas y técnicas psicológicas. Entre las muchas falacias lógicas en que se suele incurrir, en este caso, se hace abuso del “principio de autoridad” (“el profesional, por serlo, no tiene que explicar nada sobre su competencia”).

8) Ausencia de información acerca de la validez y confiabilidad de las pruebas y técnicas psicológicas que se emplearán (debidamente respaldadas y científicamente comprobadas) lo cual es especialmente grave cuando se emplean tests de personalidad (cuestionarios con cientos de preguntas relativas a aspectos personales, interpretación de manchas o figuras geométricas, confección de dibujos , desarrollo de relatos sobre láminas o figuras ambiguas, etc.) que no cuentan con el más mínimo respaldo empírico o estudios realizados en nuestro país, ni siquiera en el ámbito clínico.

9) Ausencia de un compromiso expreso acerca de que se respetará la intimidad y los derechos de los aspirantes, absteniéndose de investigar aspectos de la personalidad de las personas que no son probadamente pertinentes con fines laborales. De hecho, los estudios de personalidad tal como suelen desarrollarse con baterías de tests proyectivos y entrevistas calcadas del protocolo de los psicodiagnósticos clínicos han probado ser impertinentes e ineficaces desde el punto de vista del pronóstico laboral.

10) falta de explicitación acerca de que no se emplearán pruebas de tipo clínico con propósitos de selección y que no se manejará información de ámbitos privados, ajenos a los fines de la selección, como por ejemplo antecedentes familiares, historias clínicas o información clínica de tipo genético .

11) ausencia de un compromiso expreso acerca del respeto hacia el consentimiento informado previo de los aspirantes como condición para la realización de pruebas que exploren la intimidad de las personas. Este compromiso no solamente debe abarcar las pruebas de personalidad - que como vimos son por lo común impertinentes con fines de selección de personal - sino las pruebas de aptitud o habilidades. Los aspirantes deben ser informados, previamente y en un lenguaje franco y llano, del tipo de prueba que enfrentarán, de los riesgos que corren (por ejemplo, el riesgo de fracasar y la importancia o gravitación del resultado en la selección).y su consentimientos expreso es indispensable. Por contrapartida, el negarse a hacer una prueba con una fundamentación aún de tipo personal (temor o malas experiencias anteriores, por ejemplo) no debería incidir negativamente o descalificar al aspirante y mucho menos cuando los profesionales responsables no tienen alternativas adecuadas que ofrecerle a quien enfrenta una prueba.

12) presencia de cláusulas o estipulaciones que indican que quienes participan en el proceso de selección aceptan irrevocablemente los términos y procedimientos establecidos en las bases puesto que tal cosa es una forma de burlar o arrancar el previo consentimiento de los aspirantes y no puede anular, en modo alguno, lo requerido en el numeral anterior (consentimiento informado).

13) ausencia o limitación de la información acerca de la devolución de resultados (oportuna, completa, lisa y llana) debida a todos los aspirantes que participan en un proceso de selección. La devolución es una obligación para los técnicos y un derecho esencial para los aspirantes por lo que ésta no debe ser reclamada por estos últimos (que se exponen así en posición desventajosa) sino que debe ser cumplida por los profesionales con cortesía, franqueza y sin altanería. En materia de devoluciones suelen registrarse dos perversiones. Una de ellas es el uso tortuoso del secreto profesional cuando éste es invocado para no hacer una devolución completa a quien se sometió a pruebas mientras que, por otro lado, se le da toda la información de esa persona a quien pagó el estudio- A esta grosera violación del secreto profesional suele sumarse lo que hemos dado en llamar la trivialización de los resultados. De este modo, en muchos casos, los técnicos procuran que un aspirante que ha resultado descalificado por el resultado de sus pruebas de personalidad no levante objeciones contra las mismas y se resigne sin cuestionar el procedimiento. Es típico que se trate de minimizar las consecuencias del fracaso pero sin explicitar las verdaderas razones de la descalificación.

14) ausencia de un compromiso explícito acerca de la confidencialidad de la información suministrada por cada aspirante y que, por lo tanto, recibirá idéntico informe que el que se entregó al tribunal, comisión asesora, directiva o gerencia que entendió en un concurso o que tomará decisiones de selección. Este también es un requisito fundamental puesto que los psicólogos muchas veces se consideran “propietarios” de la información que les han suministrado los aspirantes cuando en realidad es un material confidencial que han recibido en confianza para ejercer el principio de beneficencia esencial en su profesión. Este principio obliga al técnico no solamente a no causar mal a las personas que trata sino a hacerles el bien. Indudablemente no se les hace el bien cuando se trata de descubrir sus defectos, fallas o afecciones para excluirlos de la posibilidad de trabajar.

15) ausencia de un compromiso claro en el sentido que los datos y resultados de sus pruebas de selección no serán empleados sin su consentimiento expreso para otros fines así fuese en forma anónima y que el aspirante podrá recuperarlos a cualquier altura del proceso si decidiese retirarse del mismo o al final una vez concluido.

16) información inadecuada o inexistente acerca de listas de espera, prelación para ocupar los cargos, procedimientos o exámenes complementarios, traslados u otras circunstancias determinantes para la ocupación del puesto, etc..

17) expresiones de discrecionalidad acerca de la vigencia de los resultados o de la prelación en las listas de espera de quienes califiquen y no resulten seleccionados en primera instancia (por ejemplo, cuando se señala que la autoridad competente podrá modificar o fijará la vigencia de la lista de espera).

18) ausencia de un compromiso claro en el sentido de que no se empleará información proveniente de terceros, de archivos, bancos de datos, informes personales, referencias, etc. relativas a la persona, a su familia o a su entorno, sin conocimiento y consentimiento previos por parte del aspirante.

El retorno de los brujos - De todas maneras no hemos escrito lo que antecede para hacer historia antigua. Los procedimientos inadecuados y criticables se siguen aplicando y ahora los lectores tienen la oportunidad de comprobarlo directamente accediendo a la página del Ministerio de Relaciones Exteriores (www.mrree.gub.uy) allí pueden consultar las bases del llamado para proveer 24 cargos de secretario de tercera (los cargos de ingreso al servicio exterior de nuestro país). Las inscripciones tendrán lugar entre el 1º de marzo y el 4 de abril próximos.

Es lamentable pero no sorprendente que exista una “evaluación psicotécnica eliminatoria” y de entrada. Será el primer filtro que enfrentarán los aspirantes y aunque su gravitación positiva es baja (4 puntos contra 45 puntos correspondientes a una prueba de conocimientos, o 20 puntos para los idiomas) será decisiva desde un punto de vista negativo, es decir excluyente.

En realidad, el peor dilema ético que plantea un proceso de selección como éste es que las autoridades hayan comprado la idea de que existen pruebas psicolaborales (ya sean entrevistas, cuestionarios, tests psicológicos o dinámicas de grupo, uno por uno o articuladamente) capaces de arrojar resultados válidos y confiables para un perfil tan genérico como el de los cargos de iniciación en la carrera diplomática. Esta es una ingenuidad imperdonable. Han comprado una ilusión cientificista, es decir pseudocientífica, asimilable a la magia simpática pero muy redituable para los aprendices de brujo que las venden. ¿Dónde está la evidencia de la idoneidad, validez y confiabilidad de las pruebas?, ¿dónde los antecedentes y los resultados?, ¿dónde las garantías debidas?, ¿dónde el resguardo de los derechos de los futuros diplomáticos y sobre todo de quienes serán excluidos?, ¿cuánto le costará esta engañosa ineficiencia a nuestro país?

Tal vez algo pueda hacerse todavía para evitar una mala selección, un perjuicio seguro para el país y el servicio público y seguramente para quienes pasen bajo las horcas caudinas de esta ignota y seguramente inválida evaluación psicotécnica. Lo que si es ineludible es que alguien informe, seriamente, acerca de la docena de indicadores de arbitrariedad y manipulación que se desprenden de las bases de este llamado. ¿Quién se hará responsable señor Ministro?


RECLAMOS PREVISIONALES Y DILEMAS ÉTICOS


¿Por qué la Universidad no puede?
RECLAMOS PREVISIONALES Y DILEMAS ÉTICOS
por Fernando Britos V. (*)
En el año 2010, unas cuantas docenas de viejos funcionarios, docentes y no docentes, que recientemente se habían jubilado de la Universidad de la República se reunieron en el Paraninfo, convocados por las autoridades universitarias, para recibir un sencillo homenaje acompañado por una medalla conmemorativa. Todo fue muy emotivo y comedido, las cálidas palabras de los representantes de los gremios y del Rector, la alegría de los homenajeados, de sus familiares y amigos, el aplauso de los presentes. Pocos sabían que se trataba de un hecho con pocos antecedentes pues aunque distintos servicios universitarios tienen alguna forma, más o menos expresiva, de despedir a quienes pasan a retiro, la Universidad de la República, como tal se había mostrado renuente, durante muchos años, a un gesto tan elemental como el manifestar un reconocimiento postrero a mujeres y hombres que le dedicaron su vida.
            Esta morosidad de la Universidad hizo que varios de los que debieron recibir el homenaje ya hubieran fallecido y esto fue mencionado por los oradores porque en definitiva se trataba de un acto crepuscular, tardío e insuficiente, para los miles de funcionarios de la institución. En aquel momento era palpable que si este acto no era seguido rápidamente - más allá de su plausible y periódica reiteración - por una serie de medidas concretas en el campo previsional, pronto se tornaría parte insignificante de un hueco panteón ceremonial.
            Desde el punto de vista de la psicopatología del trabajo - es decir del estudio y prevención del sufrimiento que ocasiona el trabajo y las secuelas de aquel – las instancias más cruciales se ubican al ingreso al mundo laboral y al momento del retiro o jubilación por cualquiera de las causales que comúnmente se manejan. Años y decenas de entrevistas destinadas a explorar la historia laboral de los funcionarios universitarios, especialmente no docentes, nos permiten afirmar que para la gran mayoría de quienes se jubilan, el momento del retiro y los tiempos que lo preceden y sobre todo que lo suceden, es altamente traumático. Se trata de una peripecia dolorosa, conmovedora y solitaria porque, citando palabras de un entrevistado, “la Universidad nos ha dejado caer como una camisa vieja que se tira a la basura”.        
(*) Licenciado en Psicología de la UdelaR. Director de División, desde 1992 Secretario de la Facultad de Arquitectura. Se interesa por la investigación y divulgación en psicopatología del trabajo, ética y aplicación de técnicas psicológicas y defensa de los derechos humanos en el ámbito laboral público y privado (fbritos@farq.edu.uy).
Como el objeto de este texto no es profundizar en los fenómenos que, inevitablemente, desencadena el retiro y los cambios que introduce en la vida de los trabajadores, podemos resumir los sentimientos que entonces se producen diciendo, en lenguaje corriente, que la mayoría de los funcionarios de la Universidad se retira con la amargura producida por la disparidad fenomenal entre lo que han dado a la institución y lo que han recibido de ella, especialmente en un momento tan crítico como el de la jubilación.
            Es preciso introducir, sin dilación, la necesidad de analizar lo que la institución no hace y debiera hacer para cumplir con sus fines esenciales, nada más ni nada menos que con quienes la mantienen con su trabajo e inevitablemente habrán de contribuir a proyectarla al futuro que la sociedad uruguaya le exige. Sin una reflexión seria y una acción decidida sobre estos temas no hay reforma ni planes que tengan posibilidad de éxito. Se podrá decirnos que los temas de la seguridad social son temas del país, del conjunto de la sociedad, como en verdad lo son, pero habrá que reconocer que la Universidad de la República mantiene un retraso histórico en materia de defensa y promoción del bienestar de sus estudiantes y funcionarios. Por otra parte, en el terreno específicamente previsional tenemos peculiaridades y carencias de cuya responsabilidad no podemos escapar ni amortiguar por medio alguno.
En forma recurrente aparece a nivel de los círculos directrices de la Universidad de la República la temática previsional - obsesivamente centrada en la necesidad de provocar u obligar la jubilación del personal que se considera envejecido -  y en forma igualmente reiterada desaparece sin dejar conclusiones dignas de tal nombre.
            Cuando la CSGA[1] trató la eventual renovación de un mínimo incentivo jubilatorio  - que permitió el retiro de algunos viejos funcionarios, no afectados por los topes, en los años 2009 y 2010 - el tema hizo fugaces sombras chinescas sobre la mesa. Ahora, una vez cancelado ese incentivo, que todos sabíamos muy limitado y mezquino,  es imprescindible agarrar por los cuernos al toro previsional.

8 de abril de 2011.


1)    La Universidad le debe a la sociedad un diagnóstico institucional objetivo sobre lo previsional y tiene que reclamar a los poderes del Estado la adopción de urgentes medidas que hagan justicia en estas materias  - Precisamente son los especialistas e investigadores de la Universidad de la República quienes han hecho los principales aportes al estudio de estos temas a nivel nacional[2]. En suma, la Universidad tiene y siempre ha tenido los especialistas como para hacer un abordaje interdisciplinario de este asunto fundamental para cualquier proyecto de futuro y para formular propuestas concretas[3].
Pocos sectores de la sociedad han sufrido tan fuertemente las políticas económicas neoliberales que imperaron durante tantas décadas y hasta el 2005. Menos aún  son los sectores que siguen sufriendo las secuelas perversas de esas políticas pese a los esfuerzos que vienen realizando los gobiernos para atender la problemática social. En el campo previsional y especialmente en los mecanismos que debieran amparar a quienes han culminado una vida de trabajo persisten las mayores iniquidades.
Los problemas previsionales son, en general, estructurales y específicamente lo son en la Universidad de la República. Por ende deben ser tratados con perspectiva bien documentada. La erosión sufrida por el sistema solidario intergeneracional con la introducción de las AFAP – por ejemplo - ya cuenta con un lapso suficiente como para hacer una evaluación de la erogación del sistema y de quienes han resultado realmente beneficiados con esta creación.
Asimismo, pocos sectores como éste – con la excepción de los delitos cobijados por la Ley de Impunidad -  han mantenido intactas las ilegítimas medidas de la dictadura (1973-1985), como el Acto Institucional Nº9 (de 1979) y los infames topes a las jubilaciones que el BPS heredó sin chistar y aplica impertérrito[4].
En muy pocos espacios económicos del país es posible apreciar la disparidad de soluciones y resultados que mantiene un sistema jubilatorio que, pese a su pretensión de universalidad, es una verdadera colcha de inequidades y privilegios para pocos. No se necesita ser un especialista para percibir como la Caja Militar o la Caja Policial no solamente son las generadoras de déficits monstruosos sino el origen de de beneficios para quienes capitalizaron en su provecho el “estado de guerra interna” de las épocas oscuras y el latrocinio e impunidad dictatoriales. No menos chocante es la situación de otras Cajas paralelas, algunas fundidas otras florecientes, a costa de los beneficios corporativos que sufraga la sociedad en su conjunto (Caja Bancaria, Caja Notarial, Caja de Profesionales Universitarios).
La Universidad de la República sufre graves problemas que, por un lado son inseparables de la problemática previsional del país y, por otro, tiene dolorosas peculiaridades, desigualdades e injusticias que le son propias por lo que no puede dejar de examinar sus propias llagas.
2)    Tiempo de vivir y tiempo de morir: la deuda social como problema que algunos esperan se resuelva biológicamente - Tal como están planteadas las cosas los funcionarios no docentes de la Universidad de la República, siguen siendo víctimas de las confiscaciones incorporadas a un sistema jubilatorio que fue brutalmente “reestructurado” por la dictadura, en 1979, en perjuicio de los trabajadores. Con la reapertura democrática se reinstitucionalizó el BPS (por Ley 15.800) pero se mantuvo intacto el mecanismo de estafa continuada establecido entre otras cosas mediante los topes impuestos a muchas pasividades.
En este contexto, los funcionarios no docentes de la Universidad de la República (poco más de 5.400) están condenados a morir trabajando o a trabajar hasta morir (que no es lo mismo). ¿Cuántos de los 540 funcionarios que tenían 60 años o más en el 2009 habrán fallecido o alcanzado un estado de incapacidad irreversible en el último bienio? Esta es la “solución biológica” que aporta la muerte o ciertas incapacidades totales y el interrogante no es retórico: debe ser respondido sin ambages.
Como en muchos temas, lo dicho en el pasado ha sido olvidado rápidamente por todos los actores políticos de este país, sin excepción. No conocemos a nadie que haya defendido o defienda la legitimidad del Acto Institucional Nº9 o que niegue los perjuicios que sigue causando a tantos miles de compatriotas. El sociólogo Einöder cita al actual Presidente del BPS, Ernesto Murro, quien - en el año 2000 - decía “cuando corresponde cumplir con un derecho ya establecido, no sólo en este caso sino siempre, primero está el derecho y luego la financiación”. La asunción del cargo y con él la principal responsabilidad en la perpetuación de tanta injusticia ha tenido un efecto demoledor sobre la memoria y seguramente sobre la conciencia ética de Murro.
Einöder advertía, en uno de los artículos referidos, que “el único argumento para sostener la apropiación de los haberes de retiro fue la falta de recursos. Ello nunca fue demostrado porque siempre se mantuvo en secreto la cantidad de personas afectadas así como el costo de la ineludible deuda social”. El sociólogo cita al periodista José Luis Sampayo Pírez quien, sobre este tema, escribió “lo que es detestable es que los sucesivos gobiernos elegidos por la gente, hayan aceptado de buena gana la vigencia plena de seudonormas que tanto daño hacen hasta hoy a la vida de tanta gente”.
Quienes apuestan a dejar correr los años y a que la naturaleza resuelva el problema por muerte o incapacidad total de los reclamantes se hacen cómplices directos de un crimen abominable contra los derechos humanos con permanencia en el tiempo (como lo son, en notoria analogía, las desapariciones forzosas de personas que se cometieron bajo la dictadura). De este modo, la desmemoria, el olvido, la distracción o la omisión, deliberada o no, consciente o inconsciente, deja de ser un fenómeno puramente psicológico para entrar de lleno en el campo de la ética, de la responsabilidad cívica y del delito. Quienes han ocupado cargos en los poderes públicos (Ejecutivo, Legislativo, Judicial), tienen responsabilidad en la perdurabilidad de estos perjuicios que se vienen sosteniendo desde el 1º de marzo de 1985 o desde el 23 de octubre de 1979, si se prefiere retrotraer dichos efectos a la imposición de los topes y otras medidas de exacción que impuso, en forma totalmente ilegítima, el Acto Institucional Nº9.
3)    Algunos en la cama, casi todos en el suelo - La Ley 18.119 del año 2007 dispuso un sistema de ajuste para los topes impuestos por el Acto Institucional Nº9 de 1979 pero en realidad eludió el problema de fondo y lo dejó librado a la “solución biológica”. Se mantiene la perversidad de que quien más ha trabajado y aportado resulta ser quien más pierde. En realidad la Ley 18.119 institucionaliza las desigualdades existentes, algunas de vieja data. Los topes son diferentes según las actividades y como siempre favorece a quienes son laderos del poder: ministros de Estado: 18,55 salarios mínimos; las pasividades de los jefes no están topeadas en la Caja Militar o en la Policial; los jueces, según Murro, cobran una jubilación adicional como si fueran abogados aunque nunca aportaron.
La exposición de motivos de esta torpe normativa dice que beneficiaría (por revisión gradual de los topes) a unos 8.400 jubilados, menos del 1% del total a un costo de unos 12 millones de dólares (poco dinero si se lo compara con la ganancia de 45 millones de dólares que tuvo el BPS en el año 2008).
En la Universidad de la República, los funcionarios no docentes (que son una especie de no personas a la luz de la Ley Orgánica y también de la proyectada) no solamente son los únicos topeados sino que, a diferencia de los docentes, se les prohíbe trabajar. Como sucede en general, los cargos políticos y de particular confianza no tienen topes y gozan de privilegios.
Más allá de la discusión acerca de si las jubilaciones y pensiones pueden considerarse amparadas en el derecho de propiedad, resulta que las pasividades está protegidas por los derechos humanos tutelados por acuerdos internacionales que nuestro país ha suscrito, por ejemplo, La Convención Americana Sobre Derechos Humanos, conocida como el Pacto de San José (1969) y el Protocolo de San Salvador (1988) que es una norma complementaria de la anterior que, específicamente, en su artículo 17º establece – entre otras cosas -  que “toda persona tiene derecho a la seguridad social que la proteja contra las consecuencias de la vejez y la incapacidad que la imposibilite para obtener los medios para llevar una vida digna y decorosa”.
4)    ¿Cuáles podrían ser las razones de la pasividad de la Universidad ante asuntos que son la esencia de sus fines (Art. 2º de la Ley 12.549)? - Ya vimos que destacados catedráticos e investigadores de la Universidad de la República han efectuado, desde siempre, aportes sustantivos sobre la problemática de la seguridad social en nuestro país. Son científicos, hombres y mujeres, que hacen honor a su condición de universitarios y de este modo enaltecen a la institución. Sin embargo, las autoridades universitarias y en general todos los actores no hemos estado a la altura de la producción teórico-práctica y de esos valores.
Es inevitable preguntarse ¿por qué? ¿Por qué no se ha efectuado un trabajo sistemático de divulgación, de denuncia y de reclamo por los derechos conculcados de los trabajadores de este país (entre los cuales figuran desde luego sus propios funcionarios)?. ¿Por qué desde la recuperación de la institucionalidad después de la dictadura, hace más de un cuarto de siglo, no se ha adoptado medidas coherentes en la Universidad para combatir tanta iniquidad?
Descartado el desconocimiento o la llana ignorancia, cuya suposición sería un insulto inadmisible, solamente quedan los dilemas éticos en los que habrá que detenerse. Previamente digamos que no se trata de cuestiones retóricas. Si los dilemas éticos no pueden percibirse o si ante la encrucijada dilemática se elige un camino perverso esto acontece por razones objetivas y concretas. Un ejemplo pertinente fue traído recientemente a colación por el periodista Micah Uetricht (en Bitácora Nº 411 del 3/4/2011) quien se refiere a una investigación que llevaron a cabo dos economistas estadounidenses de la Universidad de Massachusetts Amherst[5]. Ellos tomaron a 19 economistas, consultores, profesores y analistas financieros presuntamente objetivos e hicieron una recopilación de sus escritos, libros, declaraciones e informes entre 2005 y 2009. También efectuaron un seguimiento de la vinculación de estos especialistas con diversas instituciones y empresas, así como sus inversiones privadas en bonos y otros instrumentos financieros que no habían hecho públicas al dar sus informes o recomendar determinadas medidas.
Lo que quedó claro es que estos magos de las finanzas no previeron las crisis y cataclismos económicos sucedidos en los últimos años ni propusieron solución alguna porque ellos mismos estaban comprometidos y se estaban beneficiando de la desregulación del sector financiero y de las inversiones de alto riesgo en las que millones de personas perdieron sus ahorros pero en las que, ellos y los responsables del desastre, obtuvieron pingües ganancias.
Nosotros no creemos, como proponen los investigadores del PERI, que estos problemas del mundo financiero puedan resolverse con un Código de Ética para los economistas pues lo que interesa resaltar es que para captar los problemas y prevenirlos, en general, es imprescindible clarificar los intereses en juego y evitar los conflictos entre los intereses públicos y los privados.
En otras palabras y remitiéndonos a exclusivamente a la pasividad o morosidad de la Universidad en temas previsionales y, particularmente, en los perjuicios que sufren la mayoría de sus funcionarios, hay que decir que el gobierno de la Universidad tiene una enorme dificultad para percibir el problema y para actuar en consecuencia porque para quienes lo integran, en su gran mayoría, la jubilación no es tema importante. Por contrapartida, quienes sufren directamente el problema no integran y seguramente no integrarán nunca el cogobierno universitario.
Independientemente de las sensibilidades y capacidades individuales de los gobernantes universitarios - que son elevadas e incuestionables - está claro que para los integrantes del orden docente y especialmente para quienes se retiran como docentes, ya sea compulsivamente al llegar a los 65 años (como sucede en alguna Facultad), ya sea por retiro voluntario, el monto de la jubilación no solamente no entra en su ecuación económica (no van a vivir de lo que por ese concepto perciban) sino que, no están sometidos a los injustos topes, no pesa sobre ellos la prohibición de trabajar por lo que, en la mayoría de los casos, continúan con su práctica profesional o son re contratados como docentes y posiblemente una de las famosas cajas paraestatales les servirá su jubilación.
Todo esto es muy importante para que no se pierda la experiencia y gran capacidad que mantienen casi todos los docentes universitarios, cada vez por más años a partir del momento del primer retiro formal. Entonces, la situación jubilatoria de los docentes también es muy distinta que la de los no docentes, desde el punto de vista del mantenimiento de una actividad provechosa para la sociedad y saludable para el individuo. Estos últimos están condenados por los inicuos topes a “trabajar hasta morir” o a dedicarse al informalismo más degradante si intentan mantenerse activos después del retiro.
Como dice el viejo adagio, “la gente habla según le fue en el baile”. El problema es que la mayoría de quienes tienen responsabilidades de gobierno universitario tal vez crean que “nunca les tocará bailar con la más fea” y tampoco perciben que la orquesta desafina y que algunos de los presentes en el salón son obligados a retirarse de mala manera o a seguir bailando más allá de sus fuerzas.
Para las autoridades docentes y en buena medida para los egresados, la jubilación no es un problema o por lo menos no es un episodio tan perjudicial y dramático como para sus dependientes, los funcionarios no docentes. En cuanto a los cogobernantes estudiantiles, hay obvios factores cronológicos que hacen que su lucidez y gran empuje se canalicen hacia otros problemas. La jubilación como la muerte o la incapacidad, comprensible y espontáneamente, no figuran en el horizonte vital y en la agenda de la mayoría de los gobernantes jóvenes.
5)    Escollos en los que naufragan las soluciones simplistas - Es natural que en la Universidad exista preocupación acerca de la escasa movilidad que se produce en algunos de los escalafones no docentes. Este es un problema que tiene que ver con la carrera funcionarial obstaculizada por una serie de factores, desde los más obvios (cual es la inexistencia de una verdadera pirámide salarial dado que entre el grado más bajo y más alto de los escalafones no docentes apenas hay una relación de 3 a 1) hasta otros más complejos (por ejemplo, la ausencia de una verdadera política de personal, en el sentido del desarrollo de los cargos y de los funcionarios con perspectivas que vayan más allá de las soluciones puntuales).
Sin embargo, el principal escollo contra el que se estrellan algunas buenas intenciones es, precisamente, la existencia de topes y condiciones perversas para el retiro de los funcionarios apoyadas en normas ilegítimas. Mientras estos mecanismos perjudiciales  e injustos no desaparezcan hablar de retiro compulsivo u otros intentos por manipular la tasa de actividad de los funcionarios es un verdadero atentado contra ellos.
Esto no quiere decir que la Universidad no pueda adoptar medidas para paliar el efecto dañino de los topes y facilitar condiciones dignas para el retiro de sus funcionarios. Aquí llegamos a los llamados premios o incentivos para el retiro. Este es un tema del que se ha hablado en organismos centrales de la Universidad y cuando se ha hecho las autoridades anteponen las consideraciones presupuestales con el resultado de que cualquier propuesta razonable resulta inviable “porque no hay disponibilidad”. A quienes adoptan este talante, que siempre es un callejón sin salida, habría que recomendarle los dichos del Murro 2000, en el sentido de que la justicia y la legalidad deben tener prelación sobre la disponibilidad. Cuando existe voluntad política los recursos para financiar ciertas medidas pueden y deben aparecer pero nunca falta alguien que, cuando se plantea que un premio de retiro debe ser sustantivo (15 o 20 sueldos, como mínimo), reaccione con sorna o considerando tal propuesta como un despropósito, una veleidad, una locura.
6)    Si se quiere, se puede: he aquí un ejemplo - El pasado 31 de marzo, el semanario Búsqueda, informó que la Junta Departamental de Montevideo aprobó un plan de retiro incentivado para los funcionarios por el que dará sumas equivalentes a 34.000 y hasta 68.000 dólares[6]. El plan va dirigido a los funcionarios de 60 años y hasta 68 años que actualmente son 79 y ocupan los grados más altos donde cobran salarios que oscilan entre los $ 71.000 y los $122.000, se introdujo como asunto “grave y urgente” y se aprobó por unanimidad el pasado 24 de marzo. Como es natural este procedimiento cuenta con el apoyo del gremio de los funcionarios del legislativo comunal. Los funcionarios podrán optar por una de dos formas de percibir el incentivo: mensualmente o en un solo pago contado.
Más detalles pueden encontrarse en el artículo citado pero hay que señalar que la Junta Departamental calcula que si todos los funcionarios optaran por el incentivo mensual, el costo sería de $ 2.900.000 por mes. La Presidenta de la JD, Cecilia Cairo, declaró que con el procedimiento apoyado por todos los ediles se espera obtener un importante ahorro presupuestal y promover la renovación del funcionariado.
Salvadas las distancias, este plan de retiro incentivado demuestra que si existe voluntad política puede hacerse con apoyo unánime y beneficio para todos. Hay que tener en cuenta que los funcionarios mayores de 60 años, en los grados más altos de todos los escalafones no docentes de la UdelaR  han ser unos 100 o 150 (aunque bien podríamos estar hablando de 500 y eso no modificaría la ecuación). Por otra parte, los salarios de los funcionarios universitarios, en forma también aproximada, alcanzan a la mitad de los que perciben los de la Junta Departamental de Montevideo. Estas variables deben ser tenidas en cuenta para no hacer un traslado mecánico del procedimiento aprobado por la JD. De todos modos es posible demostrar que un procedimiento exento de mezquindad podría generar incentivos de retiro digno para los funcionarios universitarios y economías aún mayores para la UdelaR.


[1] Comisión Sectorial de Gestión Administrativa
[2] Una muestra sumaria de la calidad de estos aportes no podría dejar de tomar en cuenta los trabajos de los Profes. O. Ermida Uriarte, A. Grzetich, A. Plá Rodríguez y O. Sarlo desde la Facultad de Derecho, o los importantes aportes desarrollados desde el Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas por  A. Melgar, A.Vigorito, G. Freire y M. Sienra, entre otros, y  también desde la Facultad de Ciencias Sociales.
[3] Para no citar sino tres de los trabajos más recientes:
Sienra, Mariana (2007) – La evolución del sistema de seguridad social en el Uruguay (1829-1986) – Instituto de Economía (Serie Documentos de Trabajo), Montevideo.
Álvarez, Ignacio, Natalia da Silva et al. (2009) - ¿Qué incentivos al retiro genera la seguridad social? El caso uruguayo. Documento Nº23/09 – Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Montevideo.
Álvarez, Ignacio, Natalia da Silva et al. (2010) – “El retiro de los trabajadores uruguayos y la seguridad social” – Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR, Montevideo.
[4] - Algunos artículos periodísticos :
Einöder, Egon Herbert – “El Acto Dictatorial Nº9” – artículo publicado en La República el jueves 13 de marzo de 2008. (Einöder es sociólogo y fue catedrático de la FCCEE).
Einöder, Egon Herbert – “Los topes jubilatorios: al final del túnel” – artículo publicado en La República el 4 de setiembre de 2009.
Posada, Iván – “Otra ley para el país de los vivos” – artículo publicado en El País de Montevideo. (Posada es diputado por el Partido Independiente).
[5] Epstein, Gerald y Jessica Carrick-Hagenbarth (2010) – Financial Economists, Financial Interests and Dark Corners of the Meltdown: It’s Time to set Ethical Standards for the Economics Profession – Political Economy Research Institute, octubre de 2010, Universidad de Massachusetts, Amherst.
[6] Búsqueda – 31 de marzo de 2011, Pág.13 – “Junta Departamental aprobó plan de retiro incentivado por el que dará a sus funcionarios compensaciones entre U$S 34.000 y U$S 68.000”.