viernes, 17 de abril de 2015

Moleskine/1 - Metalecturas de viaje

ARQUITECTURA, PODER Y GLORIA
Lic. Fernando Britos V.
Muy pocas personas saben que la Biblioteca de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República (que no en vano es la biblioteca nacional de arquitectura) conserva un tesoro en obras raras y valiosas y que muchas de ellas encierran historias apasionantes y testimonios de gran importancia histórica. 
Entre estas piezas figura Della trasportatione dell'obelisco Vaticano et delle fabbriche di nostro signore Papa Sisto V, un libro escrito por el arquitecto Doménico Fontana, ilustrado con imponentes y minuciosos grabados, hechos por Natalio di Girólamo Bonifazio sobre los dibujos del autor e impreso en tamaño folio imperial por la Stamperia Vaticana, en 1590, entonces a cargo de su primer maestro impresor, el veneciano Doménico Basa.
Se trata de la obra que inauguró la Imprenta del Vaticano y por ende un auténtico incunable producido por la única imprenta que ha subsistido hasta la actualidad por lo que el encuentro con un volumen de estos es capaz de hacer delirar a historiadores, expertos y bibliófilos de todo el mundo.
Desde hace 425 años  conserva textos e imágenes que dan cuenta de la erección del obelisco egipcio que se levanta en la plaza de San Pedro. No son muchos los ejemplares que figuran, hoy en día, en las colecciones más importantes del mundo y es único en nuestro país y casi seguramente en América Latina.
Se encuentra en impecable estado al punto que parece recién salido de las prensas de Doménico Basa y su rescate patrimonial incluye trabajos y peripecias que sería interesante dar a conocer si no fuera que ahora el espacio y el tiempo para hacerlo es limitado.   
    El libro de Fontana ocupa un lugar de preferencia entre los raros libros ilustrados de los siglos XV y XVI y entre los que fueron capaces de abordar con minuciosidad las obras de un arquitecto laborioso en un momento histórico turbulento y decisivo. En el fondo, el libro trata de la vinculación entre la arquitectura y los símbolos del poder.
Este artículo es un apretado resumen de un extenso ensayo inédito que recibió mención especial en el Premio Nacional de Letras 2012, en su categoría, y que contiene las claves para comprender y contextualizar esta joya bibliográfica como testimonio de la aventura intelectual de la humanidad.
En primer lugar, se consideraron las pistas para apreciar el papel que jugó el libro en su época y se rescata su capacidad evocativa. Sin este análisis podría considerarse como un suntuoso portafolio de imágenes para mayor gloria de un Papa dinámico y su diligente arquitecto cuando, en realidad, estamos ante una verdadera máquina del tiempo. 
En segundo lugar, se rescató en toda su potencia gráfica los grabados que se hicieron sobre los dibujos de Fontana que son, al mismo tiempo, un ejemplo de ilustración de los problemas tecnológicos y por otro un repertorio de  alegorías que tienden un puente entre el imaginario del Renacimiento y del Barroco y el de la Revolución Industrial.
En tercer lugar, al tratarse de una obra cuyo protagonista es un antiquísimo icono del poder, la erección del Obelisco Vaticano es una especie de itinerario que conecta capacidades técnicas y designios sociales y políticos desde el Egipto faraónico y la Roma imperial hasta el Vaticano de la Contrarreforma y reúne en un mismo escenario a personajes tan vívidos como el extraordinario Papa Sixto V, su arquitecto Fontana y las leyendas de la época.
    El rescate patrimonial supuso una investigación que reunió - por primera vez – en forma exhaustiva, toda la información disponible, todas las historias que se entrecruzan, se anudan y se prolongan a partir de este libro maravilloso, los principales actores que le dieron origen y las épocas turbulentas que atravesaron.
Sin embargo, no se trata solamente de exhibir una de las joyas desconocidas conservada en una biblioteca pública uruguaya, sino de promover nuevos enfoques, nuevos tratamientos, una nueva vida para la obra como hito en la historia de la tecnología.
Hoy en día es posible encontrar en Internet numerosos facsímiles de las imágenes de Fontana y se venden versiones digitalizadas. Asimismo basta echar a andar un buscador para obtener un cúmulo de información sobre el Papa Sixto V, sobre los obeliscos y otras obras de arquitectura e ingeniería de la antigüedad, el Renacimiento y el Barroco europeo pero se trata de informaciones fragmentarias y frecuentemente inconexas.
Recopilar todo eso en medio de los excesos torrenciales de la red habría sido tarea fácil, sencilla pero engañosa. Investigar es diferente. Descubrir las claves encerradas en este libro requiere, como fundamento, la materialidad del mismo y la exploración y confrontación sistemática de todas las conexiones, consecuencias y pistas como lo demanda espíritu crítico y la pasión del conocimiento científico. Después de todo, también en este caso la realidad supera a la ficción.
Para empezar hay que recordar el papel que un puñado de libros ilustrados del  siglo XVI  jugó en el desarrollo del conocimiento y de los saberes tecnológicos y en particular de la importancia de las imágenes para mostrar los desafíos técnicos y su solución así como para simbolizar las encrucijadas sociales y políticas de la época. Sin estos libros la Revolución Industrial y su dinámica habrían sido muy diferentes.
    Otro aspecto importante es el análisis de la situación en que se encontraba la ciudad de Roma, a fines del siglo XVI. La que había sido “el centro del mundo” durante cientos de años se había degradado pasando de un millón de habitantes en los primeros años de nuestra era a diez mil o menos en 1570. En época de glorias imperiales fueron “importados” a la gran ciudad monumentos y símbolos de poder de las culturas que le antecedieron.
Cuando Sixto V ascendió al trono pontificio (en 1585) la orgullosa urbe de otrora se había transformado en un campo de ruinas, donde se apacentaban ovejas y cabras. Su sistema vial estaba arruinado, sus monumentos derruidos (de los ocho o nueve obeliscos egipcios que se levantaban en la Roma imperial solamente se mantenía en pie el que Fontana debía trasladar trescientos metros). Los ocho o nueve grandes acueductos estaban cegados o destruidos.
El Tíber contaminado y sus riberas malsanas, al punto que toda la ciudad era una zona de paludismo endémico. Los escasos habitantes se encerraban a la puesta del sol para evitar la picadura de los mosquitos trasmisores de la malaria1 y muchos eran enfermos crónicos. En suma un desastre.
Pero el Papa Sixto V tenía un ambicioso proyecto geopolítico que no habían desarrollado sus predecesores y que pocos de sus sucesores en el trono de San Pedro iban a llevar adelante con tanto dinamismo y audacia como él. Para este Papa, que fue el mayor impulsor de la Contrarreforma, enfrentar los desafíos del protestantismo no solamente era un problema político esencial sino la condición misma de la supervivencia de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
En su lucha a muerte por la reconstrucción de la supremacía eclesial se planteaba volver a hacer de Roma el epicentro mundial de un renovado poder papal. La operación requería que la ciudad recuperara su centralidad bajo la dirección de la iglesia militante de la Contrarreforma y Sixto V tenía un plan urbanístico visionario (grandes avenidas que vinculaban las siete colinas y un obelisco como símbolo de poder eterno plantado en cada una de ellas, imponentes iglesias y palacios). El primer paso de este plan fue el que motivó el libro del que tratamos. 
Para contextualizar la obra del arquitecto Fontana hay que remontarse al origen de los obeliscos, su significado y su resolución técnica en el Egipto faraónico y su posterior apropiación por los emperadores romanos, comprendiendo las vicisitudes del traslado y erección de estos monolitos. 
El origen de los obeliscos, invariablemente monolíticos, se remonta a la época pre dinástica en Egipto, hace unos seis mil años, a partir de los ben ben, unas pequeñas piezas de forma vagamente piramidal que después crecieron y se estilizaron pero que mantuvieron su carácter de símbolo solar y por ende de efigie del poder divino. Los obeliscos se ubicaban de a dos en los templos (nunca tuvieron relación con ritos funerarios) y hoy en día uno solo queda en pie en su patria original.
Los egipcios del Imperio Antiguo ya habían extendido su conquista de Nubia, hasta más allá de la segunda catarata del Nilo, para alcanzar los yacimientos del granito rosa que fue la materia prima primordial y única para el tallado de obeliscos. Como detalle curioso cabe señalar que los yacimientos de esta roca son muy escasos, de hecho se encuentran en el Alto Nilo, en Sudáfrica y en nuestro país, donde se le ha dado mucho uso y es posible ver comúnmente su superficie pulida de color rojizo jaspeado de negro y de cuarcita. 
Bajo la dominación romana, en los estertores del Egipto de la dinastía faraónica tolemaica, se produjo un activo traslado de obeliscos hacia Roma. Los romanos construyeron en el siglo I algunos de los trirremes más grandes hasta entonces conocidos para llevar monolitos, cruzando el Mediterráneo y remontando por el Tíber, trasladándolos luego sobre rodillos por vías especiales.
Es peculiar la mezcla de los diferentes recursos disponibles para resolver los problemas que planteaba la erección de obeliscos en Egipto, en la Roma imperial y en el siglo XVI. El desafío que se le planteó a Fontana y las soluciones que adoptó son interesantes para comprobar  la evolución de la fuerza humana y animal (bueyes y caballos) y el desarrollo de maquinarias (grúas, tornos, poleas y malacates, torres y terraplenes, etc.) así como su compleja articulación para conseguir los efectos deseados.
    Los seres humanos hacen la historia pero no en las condiciones que desean por eso sería difícil comprender cabalmente la significación del libro sin una noticia biográfica del Papa Sixto V, el potente iniciador de la Contrarreforma, el político europeo que dejó una profunda huella en el mundo de su época, el transformador de Roma y benefactor de su tierra natal, las Marcas.
La llegada al papado del Cardenal Montalto, en 1585, es la leyenda del asno que se transformó en león. En efecto, se trataba de un hombre de origen muy modesto, criado en la pobre provincia adriática de Las Marcas, que de monje franciscano había recorrido toda la escala hasta llegar al solio cardenalicio en Roma. Era menospreciado por las aristocráticas familias romanas que se alternaban en el trono papal. Le llamaban “el asno de Las Marcas” por haber sido porquerizo en su infancia aunque se había recibido de Doctor en Teología, en 1548, a los 27 años.
Por añadidura, era un refugiado serbio (su nombre original era Srečko PeriĆ, italianizado como Felice Peretti) pues su familia de campesinos pobres había cruzado el Adriático, en arriesgada travesía desde Ragusa, huyendo de los turcos otomanos.
En la década de 1580 la pugna entre las diferentes familias aristocráticas para la designación de Papa en el Concilio había alcanzado una situación de empate virtual. En abril de 1585, Felice Peretti se excusó de asistir al Concilio, destinado a elegir sucesor del fallecido Gregorio XIII, aduciendo su mala salud.
En realidad el astuto cardenal contaba con que las distintas facciones del colegio cardenalicio optaran por ganar tiempo nombrando un Papa comodín, de transición; alguien no proveniente de sus filas que al estar enfermo les asegurara un reinado efímero y una futura y próxima vacante del trono pontificio. Mientras tanto las facciones podrían reacomodar sus fuerzas y negociar un acuerdo para designar un futuro Papa más duradero.
 Las cosas no resultaron así. El Colegio designó al cardenal ausente y cuando los camarlengos fueron a su domicilio para comunicarle su efectiva designación como Papa, se encontraron con un cardenal pleno de energía que sabía muy bien lo que quería y que tenía preparado un ambicioso plan de acción. Inmediatamente adoptó el nombre de Sixto V y se transformó en la locomotora de la Contrarreforma.
La política que desarrolló, tanto a nivel interno como internacional; la forma en que ejerció el poder; el tipo de organización que adoptó y el entrelazamiento con sus proyectos urbanísticos, pautaron su breve pero intenso reinado (falleció a fines de 1590) que dejó huellas trascendentes en la historia.
Se destacaron los aspectos controversiales de este papado así como su vocación de trascendencia, su fundamentalismo, sus designios políticos, sin los cuales es virtualmente imposible descifrar el sentido de sus emprendimientos urbanísticos y arquitectónicos.
Además, este Papa que era reconocido como gran predicador, buen escritor y hábil polemista, fue un articulador ideológico de la Contrarreforma y como comprendía perfectamente el papel de las obras escritas fue el fundador de la Stamperia Vaticana, dotando a la Sede Pontificia de una poderosa herramienta de divulgación.
Como hemos dicho esta imprenta, que hoy en día publica el Osservatore Romano, es la única que se mantiene en funcionamiento ininterrumpido desde aquel momento (y por ende la más antigua del mundo) y el libro de Fontana fue su obra príncipe.
Sixto V combatió decididamente la corrupción en la iglesia y el bandolerismo en los estados pontificios. Los ladrones eran decapitados y sus cabezas clavadas en picas en los accesos al Castel Sant’Angelo, de acuerdo con sus antecedentes como cruel y severo jefe de la Inquisición en Venecia.
Saneó la economía del Vaticano e intervino en política internacional (por ejemplo, conspiró para derrocar a Isabel de Inglaterra quien le correspondió con un complot para envenenarlo; ambos fracasaron). Se dice que las profecías de San Malaquías se refieren a este Papa como “el hacha en medio del signo” (axis medietate signi), expresión que hace referencia a que en su escudo de armas figuraba un hacha cruzada sobre un león que es un signo del Zodiaco.
En la actualidad, con el Papa Francisco, los argentinos cuentan con uno de ellos en el trono de San Pedro. Sin embargo, un estudio genealógico ha determinado que el conocido actor y psiquiatra argentino Diego Peretti es descendiente del Papa Sixto V.
En cuanto al arquitecto Doménico Fontana, hay poca información directa y - coherentemente - la mayor cantidad y calidad de la misma proviene de sus obras y del libro investigado. Era un lombardo nacido en Melide (Suiza) en 1547, donde se conserva su casa natal.
Se formó como estucador emigrado en Roma y posteriormente fue maestro de obras del Cardenal de Montalto, el futuro Papa Peretti. Después bajo el impulso del mismo Sixto V fue Arquitecto Vaticano y a la muerte del pontífice se estableció como Arquitecto Real en el reino español de Nápoles hasta su muerte en 1607.
En su periplo profesional no solamente se especializó en descubrir y levantar obeliscos egipcios sino que allanó colinas, desvió ríos, canalizó marismas, construyó palacios, escalinatas, sepulcros, monumentos, acueductos y fuentes2.
En el ensayo extenso en que se basa esta reseña se incluye una relación de las obras que llevó a cabo con su hijo y como parte de un conjunto de arquitectos migrantes que fueron considerados los maestros del barroco napolitano.
El tema central  del incunable lo ocupa la relación pormenorizada de la erección del llamado Obelisco Vaticano, desde los antecedentes del proyecto, el concurso original y cómo ganó Fontana  la posibilidad de llevar a cabo tan compleja obra, su laboriosa preparación, las claves de su sistema y los grandes episodios que jalonaron la ejecución hasta su culminación.
Allí figura la relación de las ilustraciones y la reproducción de la portada del libro así como de las principales láminas que ilustran el traslado del obelisco y otras obras significativas con las referencias que Fontana preparó para cada una de ellas, alguna de las cuales reproducimos a continuación.
Finalmente,  nos referiremos a dos hechos que no fueron recogidos por Fontana en el texto pero cuya veracidad fue comprobada y son elocuentes respecto al entorno de la titánica obra que demandó varios meses en tres etapas. En la primera se trataba de encamisar el obelisco de más de 25 metros de altura y de unas 320 toneladas de peso, elevarlo con cabrestantes y poleas entre las dos gigantescas torres construidas al efecto y luego acostarlo sobre una plataforma rodante. Esto se hizo en una jornada.
La segunda etapa era la del desplazamiento del monolito sobre un terraplén de trescientos metros que compensaba la diferencia de más de seis metros entre el nivel de su primitiva ubicación (detrás del baptisterio de la basílica de San Pedro) hasta el medio de la plaza. Varias décadas después se produciría la erección de las columnatas por Bernini.
La tercera jornada consistía en la elevación del monolito hasta colocarlo en el pedestal previamente preparado. Todas las instancias, particularmente la primera y la última eran seguidas por numeroso público. Miles de romanos y extranjeros se ubicaban en la plaza, detrás de un cordón de la guardia papal, en absoluto silencio.
Sixto V había determinado que cualquier sonido sería castigado con la muerte. El silencio era fundamental para que las instrucciones mediante trompetas y campanas que Fontana emitía desde una torre de control, fueran percibidas por los operadores de los tornos y los palafreneros de caballos, los faquines que operaban las máquinas directamente y sus colaboradores que controlaban todo sobre el terreno.
Kilómetros de gruesos cordeles - trenzados al efecto por los más hábiles cordeleros italianos según los cálculos de Fontana y bajo su dirección - debían ser tensados de un lado y aflojados de otro con perfecta sincronización para que las 320 toneladas del monolito se moviesen lentamente y en la dirección apropiada. Cualquier falla hubiera provocado un desastre.
Volcar, trasladar y volver a erigir el obelisco eran operaciones de alto riesgo. Un error mínimo podía provocar una ruptura irreparable. Fontana sabía que el Papa no se andaba con chiquitas y que la quiebra del monolito le costaría la vida. Por eso y en secreto, hombres de su confianza mantenían permanentemente un par de buenos caballos ensillados en cada salida de la plaza. De haberse producido una catástrofe, el arquitecto habría saltado de la torre para huir a  escape sin detenerse hasta haberse alejado de los Estados Pontificios y del vengativo pontífice. Como todo salió bien la fuga nunca se produjo.
Por otra parte, Sixto V que era consciente de que el traslado del obelisco constituía un gran espectáculo que le prestigiaba, retrasó con distintas excusas la llegada del embajador del Rey de Francia para que su arribo al Vaticano se produjese en medio del episodio culminante de la erección final. El Conde de Angulema y su séquito quedaron efectivamente muy impresionados por aquella demostración de destreza y poderío papal.

A la versión completa de la publicación digital (bajo forma de e book) se accede en: www.farq.edu.uy/patio/novedades/moleskine1-metalecturas-de-viaje.html






























jueves, 16 de abril de 2015

Psicopatología del trabajo: culpa y responsabilidad

Psicopatología del trabajo: culpa del piloto y responsabilidad de las compañías

Una catástrofe que pudo prevenirse – Desde la psicopatología del trabajo se arroja luz sobre las causas del desastre del vuelo 9525. Efectivamente, Andreas Lubitz, el copiloto de Germanwings había planeado cuidadosamente el estrellamiento de la aeronave con bastante antelación. No solamente había estudiado los mecanismos de la puerta de la cabina, para asegurarse que nadie podría interponerse en sus designios, sino que parece haber escogido el sitio exacto del desastre.
Esa zona específica de los Alpes franceses le era muy conocida. Durante años la había surcado desde el aire porque era precisamente allí donde se producía el giro silencioso de su planeador, el punto distal del recorrido que tantas veces hizo desde su natal Montabaur en vuelos sin motor.
También había recorrido el lugar por tierra. Para él tenía un significado profundo: el alfa y el omega de sus sueños, sus ilusiones y el monumento demencial de la destrucción final.
Hay algo más que un simbolismo macabro en la elección de lugar y eso explica el descenso relativamente gradual, de casi 9.000 metros, que demandó los agónicos diez minutos en que dirigió el aparato hasta la inmolación.
Si Lubitz no hubiera estado navegando hacia un lugar preciso podría haber resuelto el estrellamiento con una picada más pronunciada y un pequeño viraje hacia el sureste.
Sin embargo hay algo mucho más ominoso y terrible en esta catástrofe: la inocultable responsabilidad de la compañía propietaria, en este caso Lufthansa porque también ha quedado claro que las empresas suelen desentenderse de la salud de sus empleados, en particular de los pilotos, al punto de que parecen haber dejado de reclamar, obligatoriamente, los resultados de los análisis periódicos o de considerarlos seriamente.

Ineficacia rutinaria y “bajo costo” – Los exámenes psicofísicos son generalmente una formalidad y no representan necesariamente una verdadera preocupación por la salud y el bienestar del personal. Es lo que sucede, salvadas las distancias, con las evaluaciones psicolaborales a las que empresas e instituciones someten a su personal con fines de ingreso o ascenso. La única preocupación de estas pruebas es filtrar indeseables según los estereotipos (los famosos “perfiles empresariales”), suelen carecer de validez y confiabilidad y en todo caso no representan un verdadero interés por las capacidades, el bienestar y la salud de los examinados.
Lubitz demostró algo que es bien sabido y no solamente en el transporte aéreo. Las pruebas, en tanto meros filtros, pueden ser burladas; las técnicas carentes de validez (entrevistas, tests de personalidad, etc.) suelen arrojar falsos negativos (personas aptas que son rechazadas) y falsos positivos (personas con limitaciones o padecimientos serios que son aceptadas).
Las “compañías de bajo costo” (low cost) no ahorran meramente retaceando unos vasos de whisky o de coñac, sustituyendo el menú de abordo por unos flacos sandwiches y unos caramelos, cobrando el equipaje que no sea de mano y suprimiendo el forro de los apoyacabeza y las reservaciones anticipadas.
El mantenimiento de los aviones y sus equipos también puede resentirse pero aquí los organismos estatales de contralor mantienen protocolos relativamente estrictos y exigen que se respeten. Por otra parte, la estrategia comercial de los vuelos de bajo costo procura rentabilizar los talleres y técnicos montados por las empresas madre o arrendatarias generando una ocupación plena de los mismos. De este modo, en ese campo, los riesgos se cuidan un poco más.
En cambio, en materia de personal de vuelo, que es el mejor pago, las economías van por otro lado: aumento de la explotación (menos personal de cabina para atender a los pasajeros, recorridos más largos, frecuencias aumentadas y descansos reducidos), rebaja de las exigencias para el ingreso y el desempeño (procurando que los pilotos noveles hayan pagado su formación de su bolsillo), controles de aptitud más laxos, salarios menores, prestaciones recortadas a un mínimo.
En otras condiciones, Lubitz no podría haber sido copiloto ni de una avioneta (tenía solamente 630 horas de vuelo) o no se le habría permitido volar y se le hubiera facilitado asistencia médica y psicológica al reconocer sus trastornos psicológicos y sus limitaciones visuales (probablemente psicosomáticas).
El empeoramiento de las condiciones de trabajo no fue la causa directa y unívoca del estado maníaco depresivo de Andreas Lubitz pero si fue el medio en el que su condición pasó desapercibida y le permitió hacerse del control de la aeronave.
Falla humana y sobre explotación – Los partidarios de buscar las causas del accidente en “la falla humana” generalmente procuran responsabilizar a los trabajadores para que los errores y horrores de la organización del trabajo se mantengan en un segundo o tercer plano o pasen desapercibidos.
El fatal trastorno de Lubitz podría haberse prevenido si quienes lo examinaron y diagnosticaron sus problemas tiempo atrás, se hubieran preocupado por su suerte. Si quienes certificaron su ineptitud para volar, precisamente en los días previos y en el mismo día del desastre, se hubieran preocupado por el destino de su interdicción y por el tratamiento del paciente después que abandonó el consultorio.
Si Andreas Lubitz se hubiera visto impedido para abordar como copiloto y hubiera debido quedarse en casa tal vez habría terminado corriendo por la Autobahn a contramano para estrellarse contra otros vehículos.
Hay que entender que un trastorno maníaco depresivo como el que posiblemente sufría este joven es parte de un devenir prolongado con episodios anteriores e intentos de procurar ayuda frustrados, ocultados o menospreciados.
Tal vez en marzo de 2015 ya hacía muchas semanas o meses que el proceso que conducía a un desenlace catastrófico ya había alcanzado un punto sin retorno. Eso nunca se sabrá pero lo que es seguro es que la catástrofe aérea podría haberse evitado.
La problemática de las malas condiciones de trabajo como caldo de cultivo de accidentes y catástrofes se manifiesta en todas las actividades humanas y son particularmente llamativas en el caso de grandes desastres: descarrilamiento de trenes por omisión de conductores agotados o faltos de apoyo, choque de buses de pasajeros conducidos por chóferes trajinados o medicados, cruceros con tripulantes ineptos y capitanes irresponsables.
En el mundo de la aviación ha habido otros suicidas apocalípticos, algunos confirmados (Air Egypt, 1999) y otros que por el momento se mantienen como hipótesis a comprobar (Air Malaysia, 2014) pero hay abundantes indicios de como la sobre explotación afecta a los trabajadores y por ende a la seguridad de los vuelos. Sucede que los episodios menores apenas merecen análisis serio y generalmente quedan reducidos, cuando aparecen, a recopilaciones de bloopers.

No solamente en la India – Air India, por ejemplo, la compañía de bandera de su país, no obtiene ganancias desde hace ocho años y vive una crisis con permanentes “reestructuras” jalonada por episodios que han trascendido.
Recientemente se supo que piloto y copiloto de un vuelo dominical entre Jaipur y Delhi se agarraron a puñetazos antes de despegar. Según parece el primer oficial se enfureció cuando el comandante le pidió que hiciera las comprobaciones de rigor antes de partir (número de pasajeros a bordo, peso al despegue, carga de combustible, etc.).
El copiloto golpeó al comandante en la cabina y este decidió sin embargo continuar los procedimientos y despegó con destino a Delhi adonde llegaron sin novedad. La aerolínea minimizó el incidente, dijo que no hubo pelea sino un intercambio acalorado de palabras. Ambos hombres fueron suspendidos mientras se llevaba a cabo una investigación cuyo resultado se desconoce.
Este episodio no es el único ni el primero en conmover a la aerolínea hindú y se considera expresión de la profunda crisis y del consiguiente deterioro de las condiciones de trabajo. Se dice que las peleas a bordo se han vuelto más frecuentes en el transporte aéreo y precisamente Air India registró una bronca masiva entre los pilotos y las azafatas y sobrestantes durante un vuelo.
Según periodistas hindúes, la pelea se desató porque el comandante y su copiloto fueron acusados de molestar a una azafata que se resistió a sus intentos sexuales a resultas de lo cual la echaron a empujones de la cabina. Intervinieron tripulantes varones y hubo una violenta piñata. Cuando las pasiones se calmaron, los pilotos y el personal de cabina siguieron trabajando como si nada hubiese pasado.
Aunque las broncas a bordo parecen no tener nada que ver con las reivindicaciones de los trabajadores, Air India venía de una huelga de pilotos que dejó en tierra sus 155 aviones durante cinco días y produjo un fenomenal atascamiento en los aeropuertos del país. Un mes atrás, los pilotos tomaron la medida de certificarse simultáneamente por enfermedad durante 24 horas.
Este mes se cumplen seis años del estrellamiento de un Boeing 737-800 de Air India en Mangalore que causó la muerte a 158 pasajeros. La investigación de las cajas negras demostró que el comandante, el serbio Zlatko Glusica, había dormido, roncando fuertemente, durante más de la mitad del viaje de tres horas desde Dubai.
Glusica se despertó antes del aterrizaje pero los investigadores concluyeron que padeció “inercia de sueño”, es decir que estaba medio dormido, por lo que descendió más allá de la mitad de la pista y terminó estrellándose en una cañada en medio de un bosque. El copiloto hindú que advirtió el error intentó volver a remontar el aparato pero no lo consiguió.
Los investigadores concluyeron que si el comandante hubiese aplicado los frenos de emergencia podría haber evitado el desastre.
Solamente ocho pasajeros consiguieron saltar del avión antes de que estallara en llamas. Los pasajeros eran modestos trabajadores migrantes que regresaban a sus hogares después de trabajar en el Golfo Pérsico. La catástrofe fue la peor de las sufridas por la aviación hindú en la última década.
Sin embargo, hubo situaciones similares que culminaron mejor como la que se produjo un año antes cuando un vuelo de Air India que debía aterrizar en Mumbai siguió volando más allá del aeropuerto de destino con piloto automático, por 20 minutos, en los que recorrió más de 300 kilómetros, porque el comandante y su copiloto estaban profundamente dormidos.
Los dos se despertaron merced a una chicharra en el tablero que activaron desde tierra los controladores de vuelo, dieron una vuelta y aterrizaron sin inconvenientes. Afortunadamente no hubo accidente, los pasajeros no se dieron cuenta de nada y el episodio fue silenciado.
Más o menos en esa época y a resultas de episodios reiterados, las autoridades de la aviación civil de la India resolvieron comprobar la documentación de los 4.000 pilotos comerciales del país cuando ubicaron a cuatro que volaban aviones de pasajeros con documentos falsificados. Se dice que, a pesar de las medidas adoptadas, en los últimos dos años 57 pilotos se presentaron a trabajar alcoholizados.
La India es tal vez el mercado aeronáutico más dinámico de Asia y uno de los de mayor expansión en el mundo. Los controles y exigencias se han multiplicado sin que aparentemente hayan conseguido superar hechos que responden a la feroz competencia entre las aerolíneas y al deterioro de las condiciones de trabajo.
Por el Licenciado Fernando Britos V.

lunes, 13 de abril de 2015

Embaucamientos: ahora el método HANSI

Hace 50 años el Lisado de Corazón; hace 25 el Agua de Querétaro; ahora con el Método HANSI vuelven a lucrar con la angustia de los enfermos y sus familias.

LOS CHARLATANES DEL ETERNO RETORNO

Lic. Fernando Britos V.

    Las pseudociencias, charlatanerías que se presentan bajo pretensiones y jerga científica, no son precisamente innovadoras. Se pierde en la noche de los tiempos la promesa mágica de la cura milagrosa y el poder y el dinero que han amasado con métodos manidos quienes se benefician con la manipulación del dolor ajeno. Refutados, desenmascarados y siempre piadosamente olvidados, los charlatanes vuelven, una y otra vez, a tocar las mismas melodías para despojar a los incautos. Se trata de un recurrente mal social y cultural.

El tren de la agonía - Quienes hicimos el trayecto en ferrocarril entre Montevideo y Rivera, ida y vuelta, a principios de la década de los sesenta del siglo pasado no olvidaremos fácilmente las terribles escenas de víctimas ilusionadas por la charlatanería, familias enteras que viajaban a la ciudad norteña en busca de la cura para alguno de sus miembros. A la ida, hombres y mujeres en estado terminal, generalmente mayores, no necesariamente ancianos, consumidos por  la enfermedad, viajaban acomodados por sus deudos, en busca de la droga  milagrosa: el Lisado de Corazón.

    Era un viaje largo, larguísimo. En las incómodas bancas de los vagones de segunda nos hacinábamos durante 18 o 20 horas. El tren solía partir de la Estación Central a las 5 y 30 o 6 de la mañana y llegaba a Rivera, en el extremo norte del país, con suerte a medianoche o en la madrugada. El convoy estaba formado por un par de vagones de primera y tres o cuatro de segunda, más los de carga. En cada uno de los más modestos iban dos, tres o cuatro enfermos, a veces moribundos, acompañados por algunos familiares.

    El regreso era tétrico porque algunos enfermos volvían dos, tres,diez o quince días después como cadáveres, vestidos y arropados pero sentados en la  postura del rigor mortis o en las primeras instancias de la flaccidez y la descomposición, peor en verano, para ahorrar el costoso traslado de cientos de kilómetros por carretera, efectuado por una funeraria. Los inspectores hacían la vista gorda y el resto de los viajeros tomábamos distancia si podíamos.

    Federico Díaz, un químico farmacéutico de Rivera, había “inventado” la droga milagrosa, que llamó SJ-29, a partir de experimentos para curar a sus perros boxer. Todo era muy folclórico y potencialmente un gran negocio. El Lisado de Corazón se fabricaba mediante hidrólisis de vísceras vacunas y se promovió a nivel popular, a partir de 1960, como cura para el cáncer y cualquier otra enfermedad grave.

    En aquella época los médicos no acostumbraban a revelarle a los pacientes que tenían cáncer aunque si se le informaba a los parientes.  Los enfermos, despistados por la “mentira piadosa”, tenían la esperanza de tener una patología benigna y los familiares solían inducirles a viajar a Rivera (“el Lisado de Corazón te va a curar”). El medicamento milagroso no estaba autorizado por el Ministerio de Salud Pública porque no cumplía los requisitos que ya entonces se exigían para asegurar la validez y eficacia de los fármacos.

    Era poco menos que un viaje clandestino. Los pacientes abandonaban el hospital o el sanatorio y los tratamientos convencionales y allá se iban con su familia. Naturalmente el tren era el medio de transporte más económico. Días o semanas después algunos de los enfermos viajeros habían fallecido y los que no, volvían a  la clínica en muy mal estado físico y anímico para que los médicos hicieran lo que pudieran que, generalmente, ya era muy poco.

    En 1961, el gobierno blanco nombró como ministro de salud pública a un abogado de Rivera, Aparicio Méndez Manfredini. El mismo que después, actuó como acólito de la dictadura militar  entre 1973 y 1981 como Presidente títere de la República. Méndez legalizó el Lisado de Corazón de su coterráneo y amigo, en 1962, lo que impulsó su fabricación y venta masiva. El tiempo de los grandes negocios pasó en pocos años pero el medicamento sigue vendiéndose actualmente aunque nunca se probó que sirviera para nada más que para enriquecer a sus promotores haciendo caudal de las expectativas y la angustia de los enfermos. Seguramente para lo que sirvió, indirectamente, fue para acelerar la muerte y defraudar las esperanzas de muchas familias.

La estafa mexicana -   Treinta años después de la eclosión del Lisado de Corazón y cuando hacía unos cuantos años que este había pasado al olvido surgió otra “droga milagrosa”: Esta vez se trataba de una estafa importada desde México que se derramó por toda Latinoamérica. En Uruguay se la conoció como “el agua de Querétaro” aunque en Argentina y aún en México y en los Estados Unidos se usó una denominación geográficamente más precisa como “agua de Tlacote”. Tlacote El Bajo es una pequeña población próxima a la capital del centromexicano estado de Querétaro.

    El propietario de un establecimiento cercano, también llamado El Tlacote, un sedicente ingeniero veracruzano, Jesús Chahin Simón, declaró que el agua de un manantial ubicado en su propiedad tenía extraordinarias propiedades curativas que él había verificado con sus perros (más o menos como el químico Díaz en Rivera), de tal modo que uno de ellos había bebido el agua y se había curado rápidamente de sus heridas. Después sus peones también se habían beneficiado.

    Con tan endebles testimonios, Chahin lanzó una gran campaña publicitaria y ofreció en venta, a partir de 1991, el “agua milagrosa”a la que atribuía eficacia contra cualquier tipo de cáncer, el Sida y prácticamente todas las enfermedades conocidas. Contó con la complicidad del gobierno mexicano que autorizó el embotellamiento y la venta del agua sin exigirle requisito sanitario alguno. 

    Las supuestas virtudes de esas aguas provocaron un movimiento explosivo y expansivo que hizo que decenas de buses llegaran diariamente de todo México y de los Estados Unidos para comprar el líquido. Los controles carreteros cifraron en 3.000 el promedio de personas que llegaban diariamente por el agua. Solamente en el año 1991 se calculó el número de visitantes en un millón de personas.

    Hubo testimonios de pacientes que decían haberse curado de diversas enfermedades, especialmente de distintos tipos de cáncer, pero nunca se registró evidencia científica de curaciones y el análisis del agua reveló que se trataba de un liquido poco potable pues presentaba contaminación fecal (Pseudomonas aeruginosa). Chahin aseguraba que se trataba de un “agua liviana” (956 gramos por litro) y que contenía bicarbonato de sodio pero los análisis químicos demostraron que ambas afirmaciones eran falsas.

    Salud Pública advirtió que el liquido debía ser hervido o adicionado con unas gotas de hipoclorito por litro pero los esperanzados consumidores no lo hacían por que Chahin advertía que esas medidas implicarían la pérdida de las misteriosas propiedades curativas. Los promotores mexicanos (médicos contratados por Chahin) la denominaban en forma rimbombante como “néctar crístico astrogénico bipolar”.

    En la medida en que el embaucamiento se difundió, a los buses se sumaron vuelos charter de personas que iban a comprar el agua y volvían con bidones conteniendo cuarenta o sesenta litros del anhelado líquido.  En nuestro país, en Argentina, en Chile, hubo reclamaciones para que los gobiernos importaran el agua y la suministraran gratuitamente a los enfermos. 

    En algunos lugares de trabajo y organizaciones barriales se hacían colectas para enviar personas a que trajeran el agua milagrosa desde Querétaro. Hubo familias que vendieron su vivienda y se empeñaron para ir por el agua. En el bonaerense aeropuerto de Ezeiza dos hombres que dijeron tener Sida amenazaron con agarrar a mordiscos a los aduaneros si no les entregaban inmediatamente los bidones que habían traído desde México.

    La desesperación por hacerse de esas aguas fue bien capitalizada por los avivados de siempre, desde la venta de pasajes en vuelos charter hasta la venta de bidones cuyo contenido provenía de aljibes locales. Las aguas de Querétaro nunca curaron a nadie, excepto por el llamado efecto placebo, es decir por sugestión y en todo caso con alivios transitorios en afecciones psicosomáticas. A pesar de que se hicieron algunos estudios ninguno pudo dar cuenta de la remisión, enlentecimiento o curación de proceso canceroso alguno. Para fines de los noventa casi nadie recordaba las presuntas virtudes del agua milagrosa.

    Cuando la venta de agua disminuyó, en 1994, Chahin vendió la finca a quienes habían sido sus propietarios originales y se dedicó a otros negocios. Aunque el manantial sigue fluyendo como antes el líquido ya no se vende ni se regala y su “descubridor” murió de un cáncer en el año 2004, padecimiento que mantuvo durante algún tiempo sin que sus aguas hubieran podido curarlo.

    Las polémicas entre los embaucadores que promovían el Agua de Querétaro y quienes denunciaban el engaño se alineaban entre el llamado "derecho a la esperanza", por el que los enfermos estarían justificados para probar  cualquier recurso, por más extravagante que fuese, si se trataba de enfrentar el dolor o la muerte, y la obligación del personal de la salud que debía denunciar y oponerse a las curas mágicas. Los curalotodo no solamente succionan los recursos económicos y anímicos de los pacientes sino que, frecuentemente, les conducen a abandonar o postergar los tratamientos de eficacia comprobada.        

    Las llamadas terapias alternativas se apoyan en la falacia irracionalista del pensamiento positivo, que pretende enfrentar la fe con la ciencia y que sostiene que si el paciente cree que las pócimas de nada (placebos) lo curan, mejorará su estado de ánimo y podrá defenderse mejor de la enfermedad. Si el médico o el psicólogo advierte que el placebo no cura, los charlatanes sostienen que está afectando el estado de ánimo del paciente. De este modo, los mercachifles de la esperanza sostienen que si las expectativas de curación que sustentan los pacientes disminuyen, la responsabilidad no será de ellos, los embusteros, sino de los críticos que los desenmascaran.

    Lo que sucede es típico: el enfermo cree que el Lisado, o el Agua de Querétaro o el método HANSI (homeopatía) lo puede curar o prolongarle la vida porque algunos charlatanes presentan un puñado de testimonios individuales de curaciones milagrosas. Nunca estudios serios y objetivos, rigurosamente respaldados con evidencia, ni publicaciones en revistas auditadas. Confiando en las propiedades de las pócimas o brebajes que le ofrecen, compromete todos sus recursos en los "tratamientos alternativos" y abandona los probados. A raíz de esto la muerte del enfermo puede resultar prematura o su calidad de vida puede deteriorarse pero los charlatanes alegarán que su estado anímico era muy bueno.
    Lo más frecuente es que a poco se desvanezca el efecto placebo y el ansiado milagro no se produzca. La enfermedad sigue su curso, reaparecen los síntomas y el paciente descubre que se ha abusado de su buena fe lo que redunda en una frustración y depresión catastrófica. Bárbara Ehrenreich ha dado cuenta del daño terrible que produce el "pensamiento positivo" que promueven los embaucadores en  "Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo" (B. Ehrenreich, 2011, Ed. Turner, Madrid).

¿Quiénes son los responsables? - En estos casos aparecen promotores, gurús, videntes o chamanes que difunden las supuestas propiedades curativas de las pócimas o brebajes.
    El Agua de Querétaro tuvo un agente promotor en el Río de la Plata que fue el extravagante vidente uruguayo Gerardo Calabrese. Los medios de comunicación jugaron un papel fundamental. En la Argentina, Mirta Legrand invitó dos veces a Calabrese para publicitar el brebaje; Clarín y revistas de la farándula lo reportearon.
    Los noticieros de todos los canales de televisión en ambas márgenes del Plata dieron amplia difusión al fenómeno. Los gobiernos (el presidido por Luis A. Lacalle en nuestro país y el de Carlos Menem en la Argentina) dejaron hacer y no ejercieron los controles sanitarios debidos. Algunos médicos, sedicentes especialistas, homeópatas y desconocidos, participaron muchas veces en la promoción y otros profesionales, frente a la demanda desbocada de pacientes y familiares, acallaron sus objeciones en aras del "derecho a la esperanza”. Finalmente la demanda del Agua de Querétaro se extinguió como había empezado.
    Hace unos años, un agrónomo, Juan Hirschmann, y un ginecólogo, Ernesto Crescenti, argentinos, lanzaron un nuevo tratamiento “inmunomodulador” apto para enfrentar a la mayoría de las enfermedades conocidas y especialmente a los distintos tipos de cáncer (más de 200). El agrónomo decía haber descubierto la capacidad del aloe y algunos oligoelementos (minerales) para curar plantas de cactus. Según parece también agregaban veneno de serpientes. Todo en forma infinitesimal puesto que se trataba de homeopatía. Denominaron su descubrimiento como HANSI, sigla correspondiente a “homeopático activador natural del sistema inmune”.
    Después un laboratorio veterinario reivindicó la paternidad del invento, asegurando que se lo había suministrado al agrónomo Hirschmann que lo pidió “para ensayarlo en un amigo con cáncer”. Como sea, el agrónomo y el ginecólogo se pelearon y sus caminos se bifurcaron. El “HANSI” nunca fue homologado  como medicamento en la Argentina y no han podido demostrar curación alguna por lo que han recibido críticas demoledoras.

    En Uruguay, aprovechando la falta de una reglamentación para comprobar la seguridad y la eficacia de los llamados medicamentos homeopáticos, Hirschmann fue traído para promover el HANSI. Revistas, diarios y programas de televisión le hacen la promoción con los consabidos testimonios lacrimógenos o entusiastas de presuntos “curados por el HANSI” y con la verborrea pseudocientífica de médicos que amasan su fortuna con tratamientos que son simples placebos.

    El método de los embaucadores y sus argumentos de venta no han cambiado con los años. Los actuales promotores del HANSI, los pseudoperiodistas que les dan cámara y les hacen la propaganda sin confrontarlos con sus críticos, los médicos que tejen explicaciones llenas de frases y rótulos enrevesados para vender sus tratamientos, las autoridades que le atribuyen “interés nacional y cultural” a sus manipulaciones, son responsables, como siempre, de los abusos de la fe pública y de la explotación comercial que hacen de la angustia de los enfermos y sus familiares.

Píldoras e inyecciones de nada y su parentela – La homeopatía es un terapéutica medicamentosa formulada por el químico y médico alemán Samuel Hahnemann hace poco más de doscientos años. Se caracteriza por usar remedios carentes de principios activos, pues la creencia fundamental es que “lo similar cura lo similar” siempre que se administre en proporciones muy diluidas. La disolución de la totalidad de los medicamentos homeopáticos (en gotas o glóbulos) es infinitesimal. De este modo cuando se los somete a análisis químico generalmente resulta que no son otra cosa que agua.
    Sucede que el “principio de similitud” que pergeñó Hahnemann carece de sustento teórico y experimental. Nadie ha podido demostrar este “principio” que equivaldría, por ejemplo, a probar que la diabetes se cura ingiriendo azúcar. Asimismo, en más de doscientos años nadie ha podido probar (y los homeópatas ni siquiera lo intentan) que el efecto de uno de estos medicamentos es superior a alguno de la medicina tradicional. La demostración es siempre el punto débil de los curalotodo. La prueba de sus bondades siempre se remite a unos pocos testimonios y anécdotas. La técnica tiene muchos puntos de contacto con el “pare de sufrir”.
    No existe una relación causa – efecto en las mejorías que se atribuyen a un tratamiento homeopático. La homeopatía no es capaz de diferenciarse de la administración de un placebo, es decir de un remedio que no tiene principio activo pero que puede activar una sugestión positiva en el paciente si este cree que lo tiene. No hay estudios rigurosos (buen número de casos, procedimientos bien diseñados,  controlados y contrastados) que muestre que las mejorías que  muchas veces registran los enfermos y aún las remisiones de ciertas patologías,  se deba precisamente al tratamiento homeopático.
    La homeopatía contradice todos los conocimientos sobre física, química, biología, nosología. Por ejemplo, sostiene que es imposible conocer los procesos internos de una enfermedad y rechaza los que se refieren al origen de las enfermedades por la existencia de patógenos ( virus y bacterias). Además es una técnica elemental y simplista que no necesita gran estudio ni medios diagnósticos, se basa en una lista de enfermedades y un repertorio de tratamientos.
    En otras palabras, la homeopatía vive de lo que no se sabe todavía más que del conocimiento comprobado. Como el conocimiento científico ha ido avanzando, aún con altibajos, resulta que la homeopatía se ha vuelto incoherente con sus “principios teóricos” y ha echado mano, en forma oportunista, a otros conceptos como la “ley de infinitesimales”, las “energías vitales”, la herboristería y aún los fármacos disponibles hoy en día y los métodos diagnósticos actuales, que no se compadecen con sus principios originales pero que tampoco le dan respaldo teórico o práctico. De últimas y aunque muchos practicantes puedan rechazarlo, el carácter pseudocientífico de la homeopatía y las “adaptaciones” antes mencionadas se asimilan cada vez más con una pura charlatanería. 
    En la medida que la piedra angular de la homeopatía - que como vimos es la dilución infinitesimal del principio activo hasta su virtual desaparición - resulta inverosímil, los promotores del HANSI recurren a un concepto con connotaciones irracionales, anti científicas y profundamente reaccionarias: la llamada “memoria molecular”. Ellos sostienen que, si bien su remedio no tiene siquiera trazas del principio activo sino agua, las moléculas de esa agua conservan la memoria de la sustancia con la que estuvieron en contacto antes de la radical disolución.
    Jamás han podido comprobar experimentalmente que el agua “recuerde”. A fines de la década de los ochenta, un inmunólogo francés, el Dr. Jacques Beneviste publicó un estudio que pretendía demostrar la memoria del agua pero rápidamente fue desacreditado cuando se descubrió que se trataba de un fraude.
    Sin embargo, el argumento de la memoria molecular sigue siendo usado por charlatanes de toda laya con los siguientes propósitos:
a) para intentar demostrar la existencia de una “inteligencia divina” que ha guiado la evolución de la vida y de la humanidad según un plan o proyecto pre determinado (el llamado “diseño inteligente”); de este modo pretenden negar la teoría de la evolución y afirmar “el creacionismo” (existencia de Dios como inteligencia sobrenatural determinante), la interpretación literal de la Biblia y otras tradiciones judeocristianas.
b) demostrar que la vida consciente intrauterina existe desde el momento en que se unen los gametos y de este modo dar respaldo a la iniciativa de las iglesias que pretenden prohibir radicalmente el aborto y la píldora del día después. Debe advertirse que se trata de un argumento muy semejante al que se usa para demostrar la existencia de una “memoria hereditaria”, de los arquetipos y hasta de la reencarnación.
c) intentar establecer paralelismo, similitud o conexión entre el funcionamiento de la mente humana y la mecánica cuántica, lo que estiman que daría fundamento a los fenómenos psíquicos paranormales: telepatía, telequinesis, predicción, videncia.
         

miércoles, 1 de abril de 2015

Sobre la personalidad virtual

LOS PSICÓLOGOS ANTE
LOS DESAFÍOS DE INTERNET




Aventuras y desventuras
de la personalidad virtual


Realidad y virtualidad en la proliferación de relaciones que genera la cautivante muchedumbre de Internet. En nuestro medio no hay estudios sobre los efectos sociales y psicológicos de la tecnología digital.



Por Fernando Britos V.


La etimología nos recuerda que la palabra “persona” remite al griego antiguo por la máscara que investían los actores. Ahora el escenario ha explotado en billones de imágenes proteicas con el desarrollo de una personalidad virtual que parece llevar al paroxismo la omnipotente capacidad para crearla, liquidarla o multiplicarla en linea.
Los psicólogos hemos estado un tanto lentos o remisos para encarar el fenómeno de la personalidad virtual, lo que los anglosajones denominan e‑personality, de modo que lo que arroja una búsqueda juiciosa son, por lo general, comentarios anecdóticos que llegan hasta las páginas impresas y llenan muchos blogs rodeando siempre la periferia del asunto sin llegar al carozo.
Por otra parte, nos hemos habituado a desarrollar actividades en línea de tal modo que, a veces, se pierde de vista la enorme cantidad de desafíos que plantean cambios que hubieran sido impensables hasta hace quince o veinte años. En suma, estamos ante dimensiones de enorme variabilidad y de profundidad del fenómeno.
El escenario y las modalidades de nuestra vida cotidiana cambian más rápido de lo que podemos llegar a percibir y esto es especialmente vertiginoso en el terreno de la psicología. La reflexión se reduce a unos pocos caracteres, líneas o intercambios en las redes sociales. Amigos y parientes que se encuentran o se reencuentran, nuevas relaciones que se traban, soledades que se disuelven o se crean en la fugacidad de la comunicación virtual.
Las problemáticas pueden ser o parecer triviales. Por ejemplo, Catlin Dewey[1] advierte que en la era de las redes sociales interrumpir una relación de pareja (y aun diríamos cualquier tipo de relación) se ha vuelto mucho más difícil. Tatuarse el nombre de la prenda en lugar visible del pellejo podría ser más fácil de borrar que cortar los lazos electrónicos que se han ido tejiendo en una relación virtual.
En la Universidad de Miami han investigado cómo afecta Facebook la recuperación después de una ruptura. y concluyeron que los obsesivos y los melancólicos pasaban más tiempo en Facebook rememorando lo perdido y por ende tenían más dificultad para recuperarse.
Mantener el contacto en Facebook, así sea indirectamente, dificulta la recuperación y del mismo modo incide la presencia fantasmagórica de alguien con quien se ha roto en Google, Twitter o en el celular. Cortar vínculos requiere cambiar de estatus, pero el duelo no se hace fácilmente. Muchas personas revisan el “perfil” de su ex después de la separación para tratar de “ver” los cambios que presenta. Frecuentemente releen antiguos mensajes, emiten nuevas fotos, eliminan otras y “siguen” a sus ex en las redes.
Estos investigadores no han descubierto siquiera el agua tibia. Los duelos de separación pasaban antes por la devolución de cartas y regalos, por la obsesiva relectura de misivas y canciones, por las evocaciones de momentos pasados que operaban más fuertemente en aquellas personas con toques de trastornos obsesivo-compulsivos (TOC).
Ninguno de los fenómenos analizados es realmente novedoso. En todo caso lo nuevo se apoya en algunas características propias del mundo virtual. Entre ellas, la velocidad de reacción y la multiplicación de imágenes y de medios. Para ocultar en Facebook a ciertas personas, de modo de no ver sus fotos o sus novedades y no acceder a su muro, se ofrecen aplicaciones específicas: Eternal Sunshine o Block your ex.
Las diferencias de las relaciones virtuales con respecto a las relaciones cara a cara tampoco son novedosas. Desde las personificaciones de Cyrano de Bergerac hasta las relaciones platónicas epistolares hay poca cosa para inventar. Sin embargo, Internet y la realidad virtual generan poderosas adicciones y las relaciones virtuales ganan terreno por su capacidad para complacernos, a resguardo de las posibilidades de “desengaño” que puede aparejar la realidad de una relación cara a cara.
Temores, timideces y limitaciones, reales o presuntas, están a salvo en una relación virtual. Por añadidura las posibilidades de desarrollar una personalidad virtual son cada vez mayores. Sin perjuicio de considerar que la llamada inteligencia artificial es una tontería atractiva (pero tontería al fin), el mundo de la informática está lleno de casos en que muchos expertos han mantenido largas relaciones con un robot sin darse cuenta que no estaban dialogando con una lúbrica doncella o con un guapo doncel sino con una máquina con la que nunca llegarían a encontrarse.
No es nuevo para la psicología lo que se da en llamar el Efecto Forer o Efecto Barnum: una tendencia que corrientemente explotan estafadores, charlatanes y adivinos, mediante la que se desarrolla una credulidad acrítica hacia afirmaciones más o menos genéricas que halagan al individuo o le suministran cierta contención o respaldo ante sus temores y sus fantasías.
Internet está llena de trampas, estafas, propuestas, caminos y aun intercambios inocuos que se basan en el Efecto Forer; es decir, en la suspensión del espíritu crítico, el análisis racional y la voz de la experiencia. En Facebook y similares opera fuertemente la humana necesidad de ver y de ser visto. Muchas veces esta necesidad de ser visto se transforma en una especie de exhibicionismo que puede llegar a poner en la vitrina universal actos íntimos. Esta ablación del pudor suele ser dañina y generalmente termina vinculada a la esfera delictiva (pedofilia, pornografía infantil y juvenil, chantaje, prostitución, robo de identidad, etc.) o a una exposición indeseada.
Tanto en el caso de los jóvenes como en el de los adultos, estas exposiciones indeseadas son capaces de transformarse en un estigma, un tatuaje indeleble, que puede tener efectos catastróficos sobre ciertas personalidades.
Hay que reconocer que la exhibición de la intimidad con connotaciones sexuales o de hábitos insólitos sorprende cada vez menos, pero no parece ser la que supera las barreras y controles que existen en las redes para ocupar el primer lugar en el ranking del exhibicionismo.
La manifestación más frecuente es la de la “alegría total”, el torrente de imágenes de “la felicidad”. Entre las docenas o cientos de personas con las que cada uno puede contactarse por las redes, las ocasiones festivas se llevan las palmas.
Es natural el deseo de compartir o comunicar los momentos felices; pero en muchos casos la comunicación se reduce a eso y se transforma en exhibicionismo. Es “una larga cadena de riquezas y placer”, como dijo Celedonio Flores en “Mano a mano”. Una cadena continua, profusa y exclusiva de imágenes de fiestas, viajes y escenas de alegría desbordante, que suele tener la función de conjurar los temores de hoy sobre el mañana (“cuando seas descolado mueble viejo y no tengas esperanzas en el pobre corazón”).
Elias Aboujaoude, un psiquiatra estadounidense que ha dedicado atención a estos fenómenos[2], advierte que mientras los cambios aparejados por el mundo virtual son evidentes y a esta altura están incorporados en nuestras vidas, la sutil reconfiguración del panorama psicológico permanece oculta.
Aboujaoude sostiene que la mayoría de nosotros, cuando nos referimos a los efectos de Internet en nuestra psicología, tendemos a derivar hacia lo romántico, lo social o lo clínico. En otras palabras, intercambiamos historias acerca de amores encontrados y separaciones desgarradoras; elogiamos el apoyo que se obtiene en comunidades virtuales o de parte de personas con intereses comunes; nos maravillamos de la capacidad de Internet para conectarnos con muchos individuos que comparten intereses que no creíamos que otros pudieran tener; nos emocionamos ante la posibilidad de retomar contacto con viejos amigos o compañeros de la infancia perdidos hasta ahora en un lejano pasado; exploramos curas psicológicas o médicas, nos diagnosticamos e intercambiamos tratamientos.
Sucede que también se producen cambios en la identidad de las personas y en la forma en que interactúan. Los correos electrónicos y los mensajes de texto van superando gradualmente a los contactos cara a cara, cada vez más escasos, e inclusive a las mismísimas llamadas telefónicas.
La personalidad tradicional coexiste con una personalidad virtual que ha ido surgiendo inadvertidamente y que no coincide con la primera. En nuestro medio no hay estudios acerca del impacto social y psicológico de la tecnología digital, pero es notorio que el número de horas semanales que pasamos conectados en Internet aumenta y se diversifica a un ritmo sostenido. Allí está una de las pruebas, pero no la única, de la existencia de condiciones para el desarrollo de la personalidad virtual.
La mayoría de nosotros emplea el correo electrónico y los mensajes de texto varias veces por semana. Muchos navegamos en Internet sin una finalidad específica o lo hacemos para obtener distinto tipo de informaciones (horarios, precios, direcciones, datos para hacer las tareas, etc.). Muchos jugamos, pagamos cuentas, bajamos películas, miramos partidos de fútbol, seguimos en YouTube a nuestros cantantes favoritos, nos conectamos con nuestros amigos. Muchas personas hacen contacto con algún grupo o comunidad. Todo ello sirve para comunicarnos con nuestros familiares y amigos, saber de sus vidas y chatear, sin necesidad de pisar sus casas o de encontrarnos para charlar. Muchas transacciones en linea suponen que no pisaremos una oficina, o un banco o un comercio o que no necesitaremos acercarnos a un mostrador o abrir un libro o comprar un diario o una revista.
El resultado de toda esta interacción en linea conduce al desarrollo de una identidad virtual que cuenta con datos reales: número de cédula de identidad, claves de ingreso, un empleo, un domicilio, una imagen, números de teléfono, una familia, etc. La identidad, real o virtual, también está conformada por una serie de expectativas, deseos, fantasías y propósitos, nuestros y atribuidos por los demás. En el caso de la identidad virtual, sin embargo, se trata de una personalidad mucho más compleja que la suma de sus rasgos. La personalidad virtual, aunque no es real en sentido estricto, está llena de pujante vitalidad y tiene sus propios atractivos.
Aparentemente esta personalidad virtual se encuentra liberada de una serie de reglas de comportamiento que se basan en los antiguos usos y costumbres, es mucho más audaz y se encuentra menos constreñida por las normas y las expectativas de la sociedad. También es cierto que esta personalidad suele tener cierta inclinación hacia el lado oscuro, hacia lo prohibido, y es decididamente más sexuada.
Las ventajas de la personalidad virtual no pueden ser subestimadas porque puede actuar como una fuerza liberadora para el individuo en la vida real al permitirle actuar en forma más desinhibida, sin las restricciones de la timidez, lo cual abre la posibilidad de establecer relaciones que de otro modo serían imposibles.
Esta versión mejorada puede complementar la personalidad real y actuar como una extensión de la misma colocándola en la mejor posición posible, más audaz, más fuerte, más eficiente y omnipotente que la versión original. Es la que facilita la respuesta de muchas personas a ciertas convocatorias en la red en contra de alguna injusticia o en solidaridad con alguna causa, aunque no garantiza que la adhesión y los “me gusta” se materialicen después en la vida real. También es la explicación para las facilidades y dificultades que antes referimos en relación con la ruptura de una relación.
Cuando nos conectamos a Internet nos convertimos, en cierta medida, en individuos diferentes. Adoptamos una personalidad virtual que en algunos casos no se parece a la que asumimos cotidianamente. Si reflexionamos sobre nuestras actuaciones en linea, es posible que nos demos cuenta que, a veces, se nos ha ido la mano porque hemos escrito mensajes, hemos chateado o hemos hecho negocios o promesas como si no fuéramos nosotros mismos. Sentados al teclado, frente al monitor, nos sentíamos libres, intangibles, inmunes y por tanto impunes.
La personalidad virtual puede ser una creación consciente basada en nuestras fantasías o una elaboración de nuestras mejores características concebidas para presentarnos ante los demás bajo la luz más favorable. Sin embargo, esa personalidad virtual suele desarrollarse en forma inconsciente, a través de un proceso gradual y prolongado que surge de horas y horas de intercambios en el espacio virtual y que ayuda al sujeto a sentirse más poderoso y feliz.
Desplegar la personalidad virtual desde una computadora al cabo de un agotador día de trabajo puede tener una especie de virtud terapéutica, que ayuda a superar el estrés, las inhibiciones y contrariedades de la vida cotidiana y muchas veces actúa catárticamente o como un escapismo bienvenido que permite trascender u olvidar por un rato las circunstancias concretas que nos agobian.
Estos despliegues de la personalidad virtual pueden ser gratificantes y divertidos, pero son capaces de pasarnos una factura abultada en el mundo real, por lo menos de dos maneras. En primer lugar, los rasgos que se han personificado en linea pueden llegar a incorporarse en la personalidad real y por lo tanto podemos volvernos excesivamente atrevidos, violentos, desinhibidos y faltos de tacto en nuestras relaciones cotidianas.
En segundo lugar, las aventuras en linea pueden representar un costo a asumir en el mundo real. La sensación de omnipotencia y de gratificación que se experimenta en el mundo virtual a menudo se prolonga en la vida cotidiana y puede apartarnos de la realidad. Mucho tiempo dedicado a las relaciones en Facebook, por ejemplo, es capaz de afectar las relaciones en el hogar, en el trabajo, en los estudios.
Sería un simplismo imperdonable pensar que el desdoblamiento entre personalidad real y la virtual implica siempre una disociación o que esta se produce siempre en la misma forma. Sin embargo, parece indiscutible que la personalidad virtual es capaz de entrar en competencia con la vida real y actuar como un recordatorio perpetuo de nuestras limitaciones y frustraciones al suministrarnos el imaginario de nuestra vida “como podría haber sido”.
En el mundo virtual prima la rapidez y facilidad con que se pueden desarrollar y satisfacer las fantasías entre las cuales nuestra inteligencia, nuestra belleza, nuestro poderío, nuestra riqueza, nuestro atractivo personal, excederán holgadamente nuestros atributos reales. No es de extrañar que en muchos casos las personas empiecen a preferir la versión virtual de su personalidad a la realidad que empezará a aparecer como gris, aburrida, rutinaria y erizada de dificultades y menosprecio.
A partir de esta gradual disociación podemos encontrar personas que, en fase aguda, desarrollan un resentimiento o rencor hacia su personalidad real acompañado de una baja autoestima, lo que puede traducirse en una depresión, o se sumergen totalmente en el mundo virtual y el divorcio de lo real llega a asemejarse a un cuadro psicótico. Seguramente estos casos son una minoría de los usuarios de Internet; pero su ocurrencia debe alertarnos acerca de la capacidad de Internet de generar cuadros semejantes a la depresión o la psicosis.
Los expertos aseguran que todos presentamos menos inhibiciones y actuamos más intensamente en linea que cuando lo hacemos en persona. Los mecanismos que en condiciones normales mantienen nuestros pensamientos y conductas bajo control suelen fallar en el ciberespacio. Entre los varios factores que contribuyen a la desinhibición en Internet se suele mencionar el anonimato, la invisibilidad, la desaparición de las fronteras entre individuos y la ausencia de una organización percibida.
El anonimato permite que los sujetos hagan una escisión entre sus acciones en linea y sus actitudes en la vida real, se sientan menos vulnerables y responsables por sus actos y, de este modo, puedan considerarse amparados como para ser bravucones, violentos, lascivos, provocadores, sin temor a las consecuencias.
La invisibilidad promueve el reino del Photoshop, el embellecimiento o la recreación de la imagen personal. También permite llevar a cabo actividades censurables eludiendo la culpa, como por ejemplo el juego en linea y las amenazas o descargas en blogs, correos electrónicos o chateos.
Cuando estas fallas se vuelven crónicas se las denomina “efecto de desinhibición en linea”.Todos los humanos somos capaces de desarrollar cierto grado de disociación y, por ejemplo, soñar despiertos mientras llevamos a cabo tareas rutinarias sin tener clara conciencia de lo que estamos haciendo. Sucede que las personas que tienen un desorden disociativo plenamente implantado no pueden “retornar” de las desconexiones con la realidad que, por lo común, son más profundas y duraderas y afectan gravemente sus capacidades.
Navegar en la red sin un propósito definido o sin un plan de acción y hacerlo durante periodos tan prolongados como para que el sujeto pierda la referencia de los tiempos y requerimientos de la realidad (horarios de comidas, de sueño y vigilia, de estudio y de trabajo, de relación con los demás, etc.) es en la actualidad un síntoma de disociación que requiere una atención especial e inmediata para evitar perjuicios graves y las desventuras de la personalidad virtual.
 
 
 
 
 


 

 
 


 
 


[1] Terminar en tiempos de internet, en The Washington Post (20 de marzo de 2015), reproducido por “El Observador (Montevideo). 

[2] Aboujaoude, E.: “Virtually you. The Dangerous Powers of the E‑Personality”. W.W. Norton & Co., Nueva York, 2011. 

La psicopatología y el piloto del apocalipsis

El piloto del apocalipsis

El terrible rompecabezas de informaciones acerca de la catástrofe del vuelo 9525 de Germanwings, estrellado en los Alpes franceses por su copiloto Andreas Lubitz, parece completarse. La grabación de los sonidos de los últimos diez minutos del vuelo dan cuenta del horror que vivieron las 149 víctimas y ha llegado la hora de tratar de comprender por qué pasó lo que pasó sorteando explicaciones interesadas y simplistas.

“Haré algo por lo que todo el mundo conocerá mi nombre” – Tremenda profecía que Lubitz le habría hecho, hace un par de años, a María W. una ex novia y compañera de trabajo. Es coherente con el profundo trastorno psíquico que aquejaba al joven renano de 28 años, tal vez desde su adolescencia.
El copiloto del vuelo 9525 no sufrió de un ataque de locura sino que habría actuado en forma deliberada y perfectamente planificada, posiblemente desde mucho tiempo atrás y seguramente antes del despegue de Barcelona. Lubitz obsesionado con el vuelo y con las montañas alpinas que había sobrevolado con su planeador a partir de los 14 años, escogió el lugar para la catástrofe (los montes pelados de Trois Evêchés, cerca de Barcelonette).

Adoptó el procedimiento más adecuado para caer allí: no puso al avión en picada lo que habría acelerado el descenso sino que fue perdiendo altura, a unos 900 metros por minuto (como si fuera a aterrizar), para llegar adonde quería sin alertar de inmediato al piloto Patrick Sonderheimer que se había ausentado de la cabina.

Es cierto que Lubitz se favoreció por el hecho, frecuente, de que el capitán le dejara los controles y fuera al baño cuando ya se había alcanzado la altura establecida para su recorrido (11.700 mts.). Se encerró inexpugnable en la cabina blindada y sin inmutarse, en total control y silencio, siguió su plan, mientras Sonderheimer desesperado intentaba derribar la puerta con un hacha, los controladores de vuelo de Aix en Provence le llamaban por radio y la alarma automática repetía “tierra, tierra”. Diez minutos para pulverizarse con el avión, sus cinco compañeros y 144 pasajeros, a 700 kph contra la montaña.

La grabación de la caja negra contiene más elementos. A poco de despegar de Barcelona, el capitán le recomienda a su copiloto ir preparando el aterrizaje en Düsseldorf y la respuesta ahora resulta premonitoria: “ojalá, vamos a ver…”.
“Un joven amable, educado, impecable, algo tranquilo” – Son los juicios primarios de los vecinos de la casa paterna en Montabaur (Renania-Palatinado) y de su apartamento en Düsseldorf, en donde vivía con su pareja, aparentemente en vías de separación.

La peor pesadilla de las compañías de aviación y de las autoridades aeronáuticas y las agencias de seguridad se había producido una vez más: el estrellamiento de un avión provocado, deliberadamente, por uno de sus pilotos. En las últimas dos o tres décadas se han producido y confirmado media docena de estos episodios y otros tantos no confirmados presentan todos los indicios para ser considerados como suicidios apocalípticos
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Las medidas del manual se ejecutaron a toda velocidad: comprobación de todos los pasajeros y sobre todo de los que habiéndose registrado no embarcaron a último momento (para descartar una bomba plantada), comprobación de los pilotos y personal de a bordo (buscando indicios de adicciones y consumo de drogas y alcohol, vínculos o simpatías con sectas y organizaciones políticas y/o religiosas, antecedentes penales, notas suicidas, etc.).

Los allanamientos en las viviendas de Lubitz solamente arrojaron evidencias limitadas, nada de antecedentes criminales, terrorismo, fanatismo o drogadicción pero si indicios de trastornos psicofísicos ocultados por él (constancias de incapacidad por razones médicas, que abarcaban el día de la catástrofe, que fueron destruidas).

En suma, Lubitz padecía un trastorno psíquico severo que había conseguido ocultar en los exámenes psicofísicos periódicos. Aunque es difícil aventurar un diagnóstico, es posible que el copiloto con fuertes rasgos maníaco-depresivos y obsesivo-compulsivos, haya sufrido una “herida narcisista” desencadenante al comprobar, reiteradamente que su salud le impediría cumplir su sueño grandioso: transformarse en un piloto de línea de Lufthansa a cargo de vueltos transcontinentales.

Su historial muestra que hace seis años había estado suspendido e impedido de volar por algunos meses al haberse sumido en una depresión. Más recientemente parece que estaría sufriendo de problemas visuales, posiblemente de origen psicosomático, que mantuvo ocultos.

No se trata de estigmatizar a quienes padecen problemas de salud pero lo sucedido con Lubitz demuestra que hay una importante responsabilidad de los empleadores, las compañías aeronáuticas, que no se interesan por el bienestar y la salud de sus trabajadores. De este modo, si bien el joven copiloto ocultaba sus padecimientos, la compañía empleadora, Germanwings (una de las filiales para vuelos de bajo costo de Lufthansa) sería responsable por no haberle prestado la atención necesaria (psicológica y posiblemente psiquiátrica) para su recuperación y para apartarle, en el interín, de responsabilidades de vuelo.

No toda depresión aguda deriva en un suicidio y no todos los trastornos maníacos conducen a un derrumbe catastrófico, a un crimen monstruoso. Lubitz no era un suicida típico, si es que se puede hablar de ellos, sino un suicida apocalíptico que provoca la grandiosidad de la destrucción con mecanismos similares a los que se introducen armados en una escuela o lugar público y matan a sangre fría sus compañeros, profesores y público. El mecanismo es el mismo, la ceguera de las sociedades y las instituciones para determinar las condiciones que favorecen estos horrores y las dificultades para prevenirlas son similares.

Medidas parciales y pruebas inservibles – Paradójicamente una medida de seguridad adoptada a resultas de los atentados de las Torres Gemelas, en el 2001, impidieron que el capitán y la tripulación del vuelo 9525 anulara a Lubitz y recuperara el control del avión. Poco después Niki Lauda, el corredor de autos actualmente propietario de empresas aeronáuticas, reclamó que hubiera tres tripulantes en la cabina de modo que en caso alguno permanecieran menos de dos. Inmediatamente todas las compañías europeas adoptaron esa tesitura que tal vez, y solo tal vez, hubiera impedido la catástrofe del 9525.

Lufthansa, la compañía más poderosa del país más rico del continente, salió a enfrentar el desastre de su filial por medio de su autoridad máxima, Carsten Spohr. Lubitz estaba cien por ciento apto para volar aseguró Spohr. Después se anunció que cada una de las familias afectadas recibirá 50.000 euros independientemente de las indemnizaciones que obtengan judicialmente. Se sabe que las demandas lloverán sobre el gigante aeronáutico y su salud económica corre serio riesgo porque deberá desembolsar cientos de millones de euros.
La atención pública se ha concentrado sobre las fallas que permitieron que alguien como Lubitz llegara a ser y a mantenerse como copiloto de Germanwings. Los expertos dicen que uno de los principales problemas del sector aeronáutico es el acceso a la profesión de piloto comercial. En los Estados Unidos se exige un mínimo de 1.500 horas de vuelo para ser copiloto de aviones de línea. El copiloto del vuelo 9525 tenía 630 horas y solamente 100 en ese tipo de avión.

Según parece, la estrategia comercial de las compañías que ofrecen pasajes de bajo costo (low cost) viene creciendo a gran ritmo en las últimas tres décadas y tiene mucho que ver en estos fenómenos. La demanda de pilotos crece y los requisitos para serlo se van rebajando o interpretando con laxitud.

Las compañías de bajo costo aseguran que ahorran en amenidades y atenciones a los pasajeros como forma de brindarles precios más convenientes. No dan comidas y bebidas o las cobran aparte, no permiten sino equipaje de mano, no reservan asientos, no admiten cambios en las reservaciones y últimamente apiñan más los asientos que ya no son reclinables y suelen suprimir pantallas, bolsillos, bandejas y las fundas de los apoya cabezas.

Las medidas de ahorro abarcan todos los aspectos de la operación. Las medidas de mantenimiento mecánico, limpieza y reposición de equipos se han contraído al mínimo aceptable según las normas de los organismos de control aeronáutico. Asimismo la explotación de los trabajadores ha aumentado, incrementando las demandas y reduciendo los requisitos para ingresar al mercado de trabajo (aumentar la oferta) y también las remuneraciones del personal.

Por ejemplo, hay una gran diferencia entre lo que gana un copiloto y lo que gana un piloto. Por otro lado, la cantidad de aplazados en las escuelas europeas de pilotos (incluida la Escuela de Bremen que forma a los de Lufthansa) es mucho menor que en los estudios universitarios. Las escuelas de aviación comercial, que en el pasado solían ser estatales se han privatizado. En España, el curso para recibir el brevet de piloto comercial (multimotores) demanda un total equivalente a unos dos millones y medio de pesos uruguayos. El negocio de las compañías es contratar con salarios bajos a egresados que les han pagado su formación. La remuneración no se condice con las responsabilidades que se les exigen.

Por otra parte se sabe que los exámenes periódicos a que son sometidos los pilotos (exhaustivo al ingreso y menos profundos anualmente) incluyen siempre una evaluación psicológica, el interrogatorio para despistar problemas neurológicos y psicológicos y sobre todo al principio pruebas psicológicas de personalidad y entrevistas. En este último caso se reafirma lo que ya se sabe: las pruebas de personalidad, pruebas proyectivas, cuestionarios y entrevistas, carentes de validez y confiabilidad, son perfectamente inútiles y, en todo caso, los individuos que presentan trastornos pueden ocultarlos de modo que el filtro que hacen los psicólogos suele ser ineficaz.

En todo caso, la responsabilidad de Germanwings y por ende de Lufthansa por la catástrofe es grande. No se preocupó por la salud de Lubitz, prueba de lo cual es la facilidad con la que este pudo ocultar su patología y la información que determinaba su ineptitud para volar justamente ese día (los médicos no están obligados a comunicar el caso a la aerolínea).

En caso de certificación médica, el galeno le da al paciente un papel que incluye la descripción de la enfermedad. En la copia destinada en principio a la empresa, no figura esa información y si el piloto no quiere comunicar su baja a la aerolínea, nadie lo detectará.

Andreas Lubitz comprendió que debido a sus problemas de salud, su gran sueño de trabajar en Lufthansa, como comandante y como piloto de largo radio era prácticamente imposible. Su contrato de trabajo peligraba. Cualquier problema de salud sería causal de exclusión.

Por su parte, los trabajadores del sindicato Vereinigung Cockpit (VC) están reclamando que se mantenga la edad de jubilación a los 55 años y recibir hasta el 60% de su salario hasta los 65 años, mientras que Germanwings considera vital para su viabilidad que la edad se prolongue y obligar a los trabajadores a cubrir parcialmente en forma privada su jubilación.

En julio debía renovar su licencia de vuelo y varios profesionales, un neurólogo y un psiquiatra, le habían dictaminado que no lo conseguiría. Sus amigos sostienen que sin su brevet la vida de Lubitz no valdría nada. Entre supuestos convencionales, baches reglamentarios y omisiones corporativas, planificó y consiguió hacerse del mando de un Airbus para concretar su suicidio apocalíptico.
Por el Licenciado Fernando Britos V.