miércoles, 25 de octubre de 2017

Neoliberalismo y realismo en política internacional. Dos epígonos de Carl Schmitt.


Dos epígonos de Carl Schmitt y sus transacciones para ocultarlo

NEOLIBERALISMO Y REALISMO EN POLÍTICA INTERNACIONAL


  Lic. Fernando Britos V.



Un par de proyectos políticos de envergadura germinaron entre las ruinas que dejó la Segunda Guerra Mundial. No estaba circunscripto en ninguna disciplina en particular, aunque se encontraba sobre representado en el campus de la Universidad de Chicago, en los Estados Unidos. Estos proyectos se erigieron a partir de una crítica al liberalismo rooseveltiano al que acusaron de mala preparación para enfrentar los desafíos de un mundo de posguerra que sus popes percibían como traicionero y temible: el mundo de la Guerra Fría que, para los gobernantes, se caracterizaba como un estado de emergencia permanente.

DEL MODERNISMO REACCIONARIO AL CONSERVADURISMO

Muchos intelectuales que se consideraban a si mismos como gente de principios y conservadores, lejos de sentirse a gusto en el nuevo orden mundial que había consagrado a los Estados Unidos como la superpotencia universal, se sentían incómodos con las políticas dominantes después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, muchos científicos europeos, especialmente alemanes y austríacos de estirpe conservadora, que se habían refugiado en los Estados Unidos huyendo de la crisis económica mundial de 1929 y del ascenso del nazismo, estaban disgustados con el triunfalismo y la poca seriedad del liberalismo triunfante de su patria adoptiva y se preguntaban que podrían hacer para contrarrestar la ingenuidad y la falta de sofisticación que atribuían al medio intelectual que les rodeaba.

Uno de estos emigrados fue el abogado y político Hans J. Morgenthau (1904 – 1980) de origen judeoalemán, que llegó a ser una de las figuras más importantes del siglo XX en el campo de la política internacional. Otro fue el economista Milton Friedman (1912 – 2006), nacido en Brooklyn, hijo de inmigrantes provenientes de Europa Central. Ambos participaron en la Conferencia Sobre Teoría de 1954, patrocinada por la Fundación Rockefeller, que es considerada como la incubadora del neoliberalismo. Allí se hicieron homenajes a otro expatriado, el austríaco Friedrich A. von Hayek (1899 - 1992), el fundador de la Sociedad Mont Pélerin1 que había sido concebida para reformular el liberalismo clásico y revisar la teoría política. Para sus contemporáneos, la obra famosa de von Hayek, “Camino de servidumbre” (1944), guardaba gran relación con la de Morgenthau, “El hombre científico y el poder político” (1946).

Existían algunas diferencias y varias similitudes entre el “neoliberalismo” del primero y el “realismo” en relaciones internacionales del segundo. Ambos programas eran claramente transnacionales (estaban destinados a aplicarse en todo el mundo como lo hemos experimentado crudamente los latinoamericanos); ambos estaban preocupados por la teoría política de la posguerra y fuertemente influidos por ideólogos alemanes, especialmente por Carl Schmitt (aunque se las habían arreglado para disfrazar prudentemente esas influencias que eran impotables entonces por su estrecha comunión con el nazismo); ambos procuraban reformular el conservadurismo derechista maquillándolo con un lenguaje moderno (hasta podría decirse modernista), orientado hacia el futuro y cargado de buenas intenciones (ocultando cualquier nostalgia por un pasado autoritario, contrarrevolucionario y ultramontano).

Philip Mirowski 2 cita a un autor que caracterizó el amplio espectro del pensamiento político alemán entre la Primera Guerra Mundial y la era nazi como un constructo intelectual denominado “modernismo reaccionario”, asociado con figuras dispares como Hans Freyer, Ernst Jünger, Werner Sombart, Oswald Spengler y nuestro conocido Carl Schmitt. El denominador común del modernismo reaccionario era el intento de reconciliar los impulsos nostálgicos del romanticismo alemán con el racionalismo modernista embanderado con los avances tecnológicos.

Entre quienes habían tomado distancia de estas posturas, aún sin ser de izquierda, se cita al novelista Thomas Mann que había manifestado su decepción ante el predominio de “un romanticismo altamente tecnológico” en su país. Entre tanto, los nazis se apropiaron y reformularon el entusiasmo con la tecnología del siglo XX y las perspectivas científicas que obraban en el pensamiento alemán y las amalgamaron en una modernidad alternativa, un modernismo biopolítico 3 - con su desprecio por el racionalismo, el individualismo, el parlamentarismo y el feminismo - para levantar el racismo, la eugenesia, la productividad y la fascinación por una agresiva política de masas como doctrinas de intervención social.

Algunos componentes del arsenal ideológico del modernismo reaccionario fueron los siguientes: por el lado del “modernismo” estos intelectuales alemanes exaltaban el espíritu creativo y rechazaban cualquier límite que se pusiese a sus ambiciones. Esta concepción tenía raíces obvias en la búsqueda kantiana del ser auténticamente libre pero adoptaba la linea nitzcheana del triunfo de la voluntad sobre la mera razón que elevaba al espíritu por encima de las limitaciones mundanas o físicas. La fascinación por las técnicas del poder, la conquista del poder, el ejercicio del poder por el superhombre, eran las manifestaciones de esta postura. De este modo evitaban la tentación de caer en un puro solipsismo 4.

Esas tesituras super idealistas se desarrollaban en el marco de la crítica al positivismo filosófico y al marxismo, en defensa de categorías absolutas existentes más allá de cualquier justificación racional. En el modernismo reaccionario dichas posturas estaban estrechamente articuladas con el romanticismo político que rechazaba el dominio de la razón en los asuntos políticos y sociales, procuraba expulsar a la ciencia de esos ámbitos, rechazaba la política cotidiana y en cierta forma la participación en ella de “seres superiores” que encarnaban el espíritu de la nación y no debían rebajarse a la altura de las masas despreciables.

Por otra parte, en esas manifestaciones siempre aparecía un texto oculto y subyacente acerca de fuerzas poderosas que producían sus efectos por detrás o por debajo de las apariencias. El manejo de esas fuerzas, que impulsaban a la nación hacia un grandioso futuro histórico, solamente podía corresponder a ciertos espíritus selectos, telúricos, todopoderosos. Se trata ni más ni menos que el anti-intelectualismo de los intelectuales derechistas.

Con la derrota del nazismo los modernistas reaccionarios se llamaron a silencio y sus tesituras por un tiempo no fueron de recibo pero esto no quiere decir que esa ideología no haya calado hondo en los medios conservadores de todo el mundo. En América Latina y especialmente en el Uruguay los derechistas, simpatizantes locales del fascismo sufrieron un proceso: los admiradores de Franco y la Falange se transformaron, de partidarios de la cruz y de la espada, en meros “hispanistas” y quienes se habían entusiasmado con el histrionismo mussoliniano y la Blitzkrieg triunfante, se convirtieron en partidarios de los Estados Unidos y su democracia liberal cuando se hizo evidente que las potencias del Eje perderían la guerra. Este proceso está clara y documentadamente expuesto en el primer tomo de la minuciosa investigación realizada por Carlos Zubillaga 5.

Algo parecido sucedió en todo el mundo sin perjuicio de lo cual, los rastros del modernismo reaccionario y especialmente la influencia de algunos teóricos, como el jurista Carl Schmitt, perduraría en las ciencias sociales y políticas. Esas doctrinas retornarían, en el Uruguay, bajo el gobierno autoritario de Pacheco Areco, desde 1969, y con la dictadura cívico-militar desde 1973 hasta 1985, de la mano de intelectuales con alma de rata como Edmundo Narancio, Álvaro Pacheco Seré. Aparicio Méndez y Fernando Bayardo Bengoa, entre otros.

En definitiva, el modernismo reaccionario fue el sustrato ideológico en el cual germinarían dos vástagos ominosos: el realismo en política internacional - del abogado y político judeoalemán Hans Morgenthau que se había refugiado en los Estados Unidos - y el neoliberalismo del abogado y economista Friedrich von Hayek - el aristócrata austríaco que se nacionalizó británico -. Uno desde Chicago y el otro desde Mont Pélerin fueron el sustento de las políticas e intervenciones sociales que soplaron sobre el mundo y que periódicamente arremeten con renovados bríos derechistas.

Por eso es importante echar un vistazo a las similitudes y diferencias de estas doctrinas, las transformaciones cosméticas que han sufrido y su relación carnal con el modernismo reaccionario que personificó y personifica el hombrecito de Plettenberg, el jurista nazi Carl Schmitt. Su retiro de la cátedra, en 1945, al negarse al proceso de desnazificación, no impidió el desarrollo de una literatura extensiva sobre su pensamiento legal, político y económico. Morgenthau y von Hayek, cada uno a su manera, fueron sus epígonos. Asimismo, cada uno de ellos, por su lado, crearon una “comunidad epistémica”6 o centros de investigación privados para difundir y defender sus teorías.

Ambos popes llegaron a coincidir en la tesitura que la política no podía reducirse a la razón aunque como se ha dicho crearon sus círculos de promoción (las comunidades epistémicas). Como los dos se habían amamantado en la tradición del modernismo reaccionario germánico partían de la base de que no se podía confiar en que los intelectuales o las masas actuaran racionalmente y por lo tanto, la teoría social, debía dejar de lado el liberalismo primitivo y adoptar doctrinas específicas para asegurar que se aplicasen las medidas que cada uno de ellos consideraba racionales. Según la tradición reaccionaria ambos eran definidamente antipositivistas y se las arreglaban para apelar a “la naturaleza humana” para promover lo que ellos interpretaban como ciencia. Cabe señalar que los dos habían pasado por una fase temprana de su desarrollo ideológico en la que denunciaban el “cientificismo”.

Los dos creían que las actividades políticas en un estado liberal no eran cuestión de las masas sino de la intervención de expertos que, al mismo tiempo, se mantendrían al márgen de la sordidez política. Ambos eran declarados enemigos del utilitarismo, aunque por distintas razones, y en total coincidencia con su carga genética de modernismo reaccionario, planteaban que las crisis del liberalismo se solucionaban mediante un Estado fuerte al estilo schmittiano. Sin embargo, pasada la mitad del siglo XX, se abriría una brecha entre la idea de un Estado ideal que sostenía el realismo y la que impulsaba el neoliberalismo.

Morgenthau y Schmitt habían chocado, en la Universidad de Berlín, cuando el segundo hizo una dura revisión crítica de la opera prima del primero publicada en 1929. Incluso, después de la guerra, Morgenthau acusó a Schmitt de haberle robado algunas de sus ideas originales. Sin embargo, el decisionismo 7 típicamente schmittiano es uno de los fundamentos del llamado realismo8 en la teoría política que jugó un papel tan importante en la Guerra Fría y rige el manejo imperialista de Estados Unidos como superpotencia. Las reminiscencias de las doctrinas nazis que se perciben en la teoría realista ha hecho que sus divulgadores hayan ocultado las similitudes entre Morgenthau y Schmitt y prefieran buscar antecedentes en Max Weber (la racionalidad de los medios y los fines) y en Friedrich Nietzche (la voluntad de poder) que consideran menos quemantes que los del jurista nazi.

EL POPE DEL NEOLIBERALISMO

En el caso de von Hayek, su arraigamiento en el modernismo reaccionario alemán es evidente pero sus exégetas han desarrollado una profusa literatura hagiográfica, destinada a ungirlo como “el más grande de los filósofos de la libertad”, como lo calificó nada menos que el padre de los “Chicago Boys”, Milton Friedman 9, ocultando las terribles consecuencias que la concepción de libertad que promueve el neoliberalismo ha traido aparejada para los pueblos: el zorro libre en el gallinero libre.

Los think tanks derechistas como The Heritage Foundation, el Cato Institute y la Friedrich Naumann Stiftung (que en Uruguay acunan a los sectores más reaccionarios y derechistas del espectro político, como el herrerismo y sus variantes, el lacallismo aguerrondismo, etc.) se cuidan muy bien de aludir a las transformaciones que sufrieron las posturas de von Hayek a lo largo de su trayectoria.

En Viena von Hayek se apoyaba inicialmente en el positivismo de Ernst Mach 10 y trabó relación con Rudolf Carnap, Otto Neurath y otros destacados intelectuales del Círculo de Viena que eran socialistas o con Ludwig Wittgenstein, que no lo era, pero a quien también trató. En 1932, von Hayek se fue a Londres al aceptar una cátedra en la London School of Economics. Entonces empezó a desarrollar una actividad dirigida no contra los marxistas sino contra los científicos que promovían el socialismo como una extrapolación lógica de la visión científica del mundo.

Mirowski (Op.cit. 219) sostiene que entre las actividades de von Hayek que marcaron variantes en sus posturas y una franca derechización debe incluirse su participación en la fundación de la Sociedad para la Libertad en la Ciencia junto con el húngaro-británico Michael Polanyi (1891 – 1976) - personalista y partidario de la economía de libre mercado - que en el invierno de 1940 congregó a un grupo de intelectuales británicos, la mayoría de los cuales pertenecían a la rama de las ciencias naturales y trabajaban en universidades, con el propósito declarado de combatir la difusión del marxismo entre los académicos de Gran Bretaña y lo hizo activamente como herramienta de la Guerra Fría hasta su disolución en el verano de 1963.

Entre 1940 y 1949, su periodo de Cambridge, von Hayek incursionó en toda una serie de disciplinas desde la ciencia política a la economía, pasando por la psicología y la filosofía. De hecho elaboró su propia versión del “anti-intelectualismo de los intelectuales” a partir de su idea de que la mente humana no es capaz de comprender adecuadamente sus propias operaciones y afirmaba que la razón no es capaz de aprehender, por si misma, que los mercados son la forma superior de organización social.

Con esta “filosofía de lo inefable” podría haberse aproximado a Wittgenstein pero en cambio prefirió recurrir a una tradición filosófica alemana, la que procuraba diferenciar las Naturwissenschaften (ciencias de la naturaleza) de las Gesisteswissenschaften (las humanidades), como operaba en la escuela neo kantiana de Heinrich Rickert y Wilhelm Windelband. A partir de entonces empezó a denunciar el “cientificismo” con términos reconocibles para quienes estuvieran familiarizados con la filosofía germana pero que no eran bien aceptados en su auditorio anglosajón.

En 1974, cuando recibió el Premio Nobel, su prédica contra los intelectuales - “los profesionales de la venta de ideas de segunda mano” como los calificó - y contra las autoridades de las universidades conservadoras que habían probado “ser incapaces de eliminar a los defensores del socialismo” y que promovían una “visión hiperbólica de la democracia”, ya había sido recibida y aceptada en los círculos del poder. Su reclamo de 1967 (en su libro “Estudios en filosofía, política y economía”) había coincidido con otro escudero de la Guerra Fría, Karl Popper, y como él y muchos de sus predecesores alemanes, sugería que la sociedad libre (“abierta” según la terminología popperiana) conlleva en ella misma las fuerzas que la destruirán. Es decir que el libre desarrollo de las ideas, que es la esencia de la sociedad libre, acarrearía la destrucción de sus fundamentos.

A cierta altura, después de la Segunda Guerra Mundial, von Hayek optó por emplear las ciencias naturales para “naturalizar” el mercado y por ende para presentar la planificación y en particular la planificación socialista como antinatural. Este intento por conjurar cierto tipo de ciencia, sintonizada con su política derechista pone en evidencia la influencia del modernismo reaccionario sobre el neoliberalismo. Esta reconciliación de von Hayek, a nivel cognitivo, tiene tres componentes (Mirowski, Op.Cit. 221): 1º) presenta una “ciencia unificada” a la que había estado oponiéndose durante décadas pero esto no es una renuncia a su postura anterior sino una coincidencia con lo que Karl Popper presentaba como ciencia verdadera. 2º) von Hayek tomó aspectos del proyecto cibernético, los que procuraban reducir el pensamiento a “un mecanismo”, y se afilió a “las ciencias de la complejidad” tomando conceptos de Weaver 11 . 3º) Después de un tiempo empezó a recurrir a “la evolución” para explicar como se había llegado a un orden complejo inefable, que él identificaba con el mercado. A partir de ese momento la clave de lo inefable pasó de la filosofía alemana a una metáfora biológica.

LA POLÍTICA DEL NEOLIBERALISMO

Las tesis sobre liberalismo y democracia de Carl Schmitt fueron adoptadas por el padre del neoliberalismo, en el sentido que ambos términos resultan antitéticos en determinadas circunstancias. Así von Hayek sostenía que liberalismo y democracia no son equivalentes dado que lo opuesto a liberalismo es el totalitarismo y lo opuesto a democracia es el autoritarismo. De este modo, según él, un gobierno democrático puede ser totalitario y un gobierno autoritario puede actuar según principios liberales. También manifestaba su típico elitismo al sostener que debido al “poder ilimitado de las mayorías” las democracias pueden resultar esencialmente antiliberales.

En su periodo de Chicago (Ebenstein, Op.Cit. 167) von Hayek desarrolló plenamente su teoría política. Sus ideas acerca de la naturaleza le llevaban a creer que las masas jamás llegarían a comprender “la verdadera arquitectura del orden social”. Además teniendo en cuenta que los intelectuales seguían intentando intervenir en su todopodreroso mercado para lograr un mundo más justo y humano, von Hayek planteó la clave política esencial del neoliberalismo: se necesitaba un Estado fuerte para neutralizar lo que él consideraba como las patologías de la democracia. Los ciudadanos debían ser inducidos a olvidarse de sus “derechos” y reclamaciones para aprovechar las oportunidades que daba la mayor fuente de información asequible para la humanidad: el mercado. Por medio de un Estado “fuerte” la elite neoliberal definiría y establecería el tipo de mercado que para ellos (no para la ciudadanía) era el más avanzado.

El austro-británico era el eco de las consignas que Carl Schmitt había promovido contra la República de Weimar y para legitimar el ascenso de Hitler: solamente un Estado fuerte puede preservar y engrandecer un mercado libre; únicamente un Estado fuerte puede generar descentralización genuina y dominios autónomos libres. Si pensamos que lo único importante es el ejercicio de la libertad por la mayoría – decía von Hayek – podemos estar seguros de crear una sociedad escuálida con todas las características de la falta de libertad. Los neoliberales habían reemplazado el Führerprinzip de Schmitt por la figura del emprendedor capitalista, que personificaba la voluntad de poder actuar sin rendir cuenta alguna a la racionalidad o a la comunidad.

Pasarían más de 20 años para que la teoría política neoliberal se pudiera concretar en uno de sus más sangrientos laboratorios latinoamericanos. En 1973, bajo la batuta criminal de Henry Kissinger, en lugar de Hitler, Chile tendría su Pinochet y los “Chicago Boys” se encargarían de aplicar todas sus recetas de choque. Por su lado, von Hayek nunca reconoció su vínculo primigenio con el modernismo reaccionario alemán y ocultó su abultada deuda intelectual con la figura sombría de Carl Schmitt. Aunque había hecho una adaptación de las ideas de ultraderecha apuntadas contra la democracia liberal de Weimar, desarrolló un gambito especial: su “doctrina de la doble verdad”. Según esta, una elite sería entrenada para comprender la necesidad schmittiana de reprimir la democracia mientras que las masas serían acunadas con canciones sobre un supuesto retorno al estado de bienestar y acerca de “la libertad de elegir” que promueve el mercado.

Uruguay, como muchísimos países, sufrió las consecuencias de la “doble verdad”, la maligna estafa neoliberal, desde 1973 hasta el 2005. Sus resultados son evidentes. Para no citar sino dos: la debacle de las AFAPs, que perjudican a los trabajadores porque destruyeron el sistema previsional de solidaridad generacional, y el descalabro de la enseñanza pública producto del atraso presupuestal y las políticas regresivas durante décadas, acompañadas por la promoción desaforada de la enseñanza privada. En todos los casos se ocultaron los verdaderos propósitos bajo la promesa de “la libertad de elegir” promoviendo el individualismo: elegir mejores jubilaciones mediante cuentas personales de inversión, elegir la mejor enseñanza para los hijos, que ocultaba los verdaderos propósitos rapaces del neoliberalismo.

La organización que creó von Hayek para promover “la doble verdad” se reunió por vez primera en Mont Pélerin, Suiza, en abril de 1947. A diferencia de la mayoría de los intelectuales, a mediados del siglo XX, la Sociedad Mont Pélerin (SMP) no pensaba que las universidades, las sociedades académicas o los promotores de intereses corporativos (los lobbies) fueran los instrumentos apropiados para llevar a cabo sus propósitos.

Sus integrantes formaban una sociedad de debates, una cofradía cerrada, cuyos miembros eran personalmente escogidos por von Hayek y más adelante a través de un procedimiento riguroso de selección (así ingresó Ramón Díaz Gaspar en una fecha indeterminada). El propósito original de la SMP era la creación de un espacio para que personas influyentes desarrollaran tesituras divergentes del liberalismo clásico y que estuvieran protegidas del ridículo y las críticas que esperaban recibir sobre sus propuestas. Aparte de un nombre anodino, que ocultaba sus verdaderos fines, la SMP desarrolló una serie de organizaciones concéntricas que actuaban como fachadas sucesivas (o matrioshkas) para incidir sobre ámbitos específicos de poder. Por ejemplo, aunque nunca se lo hubiera reconocido públicamente, la SMP mantenía estrechos vínculos y dominaba a ciertas instituciones académicas como el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago (el nido de los “Chicago Boys”), la London School of Economics, L'Institut Universitaire des Hautes Etudes Internationales de Ginebra, la Universidad de Freiburg en la RFA y la Virginia School.

Un segundo círculo por el que se ponían en acción las políticas promovidas por la SMP se concentraba en fundaciones dedicadas a la promoción de la educación y las doctrinas neoliberales, por ejemplo, el Fondo Volker, una institución dotada por un megamillonario estadounidense, originalmente filantrópica, que se transformó en una de las fundadoras de la SMP y desarrolló entidades filiales como la Intercollegiate Society of Individualists (ISI), que más adelante fue rebautizada con un nombre más inocente como Intercollegiate Studies Institute, y la Fundación para la Educación Económica.

Un tercer círculo lo constituían los centros de investigación privados o think tanks , en principio el Institute for Economic Affairs, el American Enterprise Institute, el Schweizerisches Institut für Auslandsforschung (Instituto Suizo para Estudios Internacionales) que luego se multiplicaron por todo el mundo con denominaciones similares.

A su vez, estos centros desarrollaron su propia red de protección y fachadas, a menduo bajo la forma de centros satélites u ONGs especializados en el abordaje rápido de temáticas puntuales para ayudar con “argumentos”, “encuestas” y presuntos estudios a políticos “amigos”, a especialistas en la aplicación de políticas neoliberales, en sus campañas propagandísticas o electorales y desde leugo para alimentar a los medios de comunicación que les pertenecen o que forman parte de su red.

Los centros satélites procuran borrar las huellas de la “información” que suministran, de los intereses que promueven, de la financiación que los mantiene; se especializan en “operaciones de objetivo único” que pueden apuntar a campañas electorales, campañas de desprestigio de quienes se les oponen, campañas religiosas, ambientalistas, sanitarias, reivindicativas o cualquier otra que por su forma puntual permita ocultar su vinculación con una plataforma política amplia y omnicomprensiva como es la del neoliberalismo.

Los miembros de base de estos centros satélites, así como los participantes benévolos en estas operaciones no suelen percibir la extensión de la red o la relación entre los distintos círculos de la política neoliberal porque estos han sido concebidos para que el origen de la energía, la financiación y las ideas promovidas no se pueda inferir más allá de los límites del círculo en cuestión.


MORGENTHAU, MODERNISTA REACCIONARIO Y LOS DIÁLOGOS REALISTAS

El realismo en relaciones internacionales a menudo vincula sus orígenes con el filósofo británcio Herbert Butterfield (1900 – 1979) y su compatriota, el feroz opositor del empirismo, el historiador E.H. Carr (1892 – 1982) pero según Mirowski (Op.Cit 227) nadie y mucho menos Hans Morgenthau en su intento de establecer una genealogía del realismo, ha anotado que en 1919 Carl Schmitt proponía una “investigación de la realidad” como antídoto apropiado para el romanticismo político. De modo que el realismo de Morgenthau, tan influyente en la política internacional del imperialismo, puede interpetarse como un intento relativamente exitoso para trasladar una versión aparentemente menos agresiva del modernismo reaccionario a los medios gubernamentales de los Estados Unidos. Desde su retiro en Plettenberg, Schmitt sostenía, después de 1945, que el recurso a las típicas formas liberales de resolver conflictos se apoyaba en una ficción.


En sus textos de las décadas de 1940 y de 1950, Morgenthau seguía el hilo del modernismo reaccionario, denunciaba el “positivismo” y no solamente el positivismo legal de su amigo Hans Kelsen (1881- 1973) 12. Equiparaba el utilitarismo con el cientificismo y observaba que el ideal del cientificismo aplicado a la política implica la desaparición de ésta. El fundamento de estas denuncias se remontaba directamente a quien había sido su crítico implacable cuando ambos estaban en Berlín, Carl Schmitt. Este sostenía que negar la existencia del poder como un fenómeno separado implicaba erradicar el asunto esencial de la política.

Se dice que sostener una “verdadera” teoría política habría sido muy impopular con el público estadounidense, de modo que en la obra de Morgenthau los vínculos con el modernismo reaccionario alemán están disimulados y en muy pocos momentos indica en forma explícita su deuda con él, por ejemplo cuando señala que el poder corrompe, no solamente a los actores de la escena política sino también a los observadores, como lo habrían sostenido – dijo – los destacados representantes del romanticismo político, Adam Muller y Carl Schmitt.

Tanto Morgenthau como von Hayek, consideraban que los intentos de la entreguerra para construir un Estado liberal (prototípicamente la República de Weimar) habían sido un desastre y no solamente en el terreno internacional. El diagnóstico de ambos correría por vías paralelas pero el punto de destino sería bastante diferente. La ponencia que presentó Morgenthau durante la Conferencia auspiciada por la Fundación Rockefeller (que también patrocinó a von Hayek en los Estados Unidos), en 1954, señalaba que la política internacional es desarrollada por hombres racionales a través de medios racionales, hasta que resulta que dicha política es desviada de su curso racional a causa de errores de juicio y preferencias emocionales, estas últimas especialmente cuando la política internacional está sometida al control democrático. Este era un típico tema schmittiano que dejaba en evidencia la crisis del Estado liberal.

En “El concepto de lo político” 13, Schmitt había escrito que aunque el liberalismo no ha negado radicalmente al Estado, tampoco ha avanzado una teoría positiva sobre el mismo y solamente ha intentado atar lo político a lo ético y subyugarlo a la economía. Precisamente este último ha sido el camino recorrido por el neoliberalismo aunque von Hayek podría haber suscrito fácilmente afirmaciones de Morgenthau en el sentido que si se le confiara el poder a las mayorías, las salvaguardas liberales serían innecesarias pero, como no se puede confiar en eso, sus libertades deben ser restringidas precisamente en aras de la libertad 14.

Morgenthau rechazaba le afirmación de los catedráticos de Derecho que sostenían que eran capaces de comprender la dinámica de los asuntos internacionales basándose en presupuestos schmittianos. La cuestión – decía – no es tratar de contestar qué es la ley sino qué es lo que debería ser y esa respuesta no puede ser dada por un abogado sino solamente por un estadista.

En una jugada similar a la de von Hayek en la década de 1940, Morgenthau intentó desmarcarse de sus rivales acusándolos de cientificismo, haciendo de este cargo una razón por la que las ciencias sociales y especialmente los entusiastas conductistas que dominaban el campo en la década de 1950 debían mantenerse bien apartados del estudio de las relaciones internacionales: en la esfera internacional – fulminaba – la reducción de los problemas políticos a proposiciones científicas nunca es posible.

Especialistas como William Scheuerman 15 opinan que “Morgenthau nunca fue realmente capaz de pensar creativamente acerca de la posibilidad de un nuevo orden global porque tenía demasiado bagaje intelectual schmittiano” . Lo mismo podría decirse de von Hayek.

Las diferencias y las similitudes, entre los realistas de Morgenthau y los neoliberales de von Hayek, son muy elocuentes. Ambas doctrinas tenían una inflexión hacia el modernismo reaccionario y partían de la premisa que las concepciones liberales del Estado estaban condenadas a fracasar y que la corrupción del Estado se manifestaba en las patologías de la democracia parlamentaria. Sin embargo, los neoliberales se abrieron camino hacia una posición que planteaba como solución la infiltración y copamiento del aparato estatal por un conjunto de cuadros de elite que se encargaría de recrear y estructurar una sociedad regida por el mercado (ejemplo típico pero no único los Chicago Boys en Chile con la sangrienta dictadura de Pinochet).

Los realistas primigenios no tenían necesidad de promover medidas tan drásticas y brutales porque imaginaban que una elite de diplomáticos podrían desarrollar sus acciones en la esfera transnacional y aplicar la lógica de la contención y el equilibrio de poder que primó durante la Guerra Fría y que ahora recorre el mundo bajo la forma de la estrategia de emplear las fuerzas militares como presión, en todo el orbe, y blandir el riesgo de una catástrofe termonuclear.

Morgenthau no fue sino el “realista “ original pero el gran realista y figura de primera magnitud fue Henry Kissinger y nada pinta mejor sus tesituras que la conversación que mantuvo con el presidente Richard Nixon, el 16 de setiembre de 1973, cinco días después que Pinochet y sus secuaces dieran el golpe de Estado en Chile.

"Nixon: ¿Hay algo nuevo que sea de importancia?Kissinger: Nada grave. Lo de Chile es cuestión de consolidación y por supuesto los periódicos son sangre por todos lados porque un gobierno procomunista ha sido derrocado.Nixon: ¡es que acaso eso no es nada, ¿qué acaso eso no es algo de importancia?!.Kissinger: simplemente están de luto, en vez de celebrar, me refiero, en el período de Eisenhower hubiésemos sido héroes.Nixon: bueno, pero como tú bien sabes, nuestra mano no debe detectarse en este caso.Kissinger: Sí, de eso no hay duda. Me refiero a que les ayudamos [ilegible] crea las condiciones tan grandes como sea posible.Nixon: Muy Bien. Y eso es lo que se va a hacer".






1 En 1947, F.A. von Hayek convocó a 36 intelectuales, la mayoría economistas, junto con historiadores y filósofos en el Hotel du Parc en la villa de Mont Pélerin, en Suiza, para discutir la situación y el posible destino del capitalismo y el poder mundial. Entre sus miembros se contó Ludwig Erhard conductor del llamado “milagro alemán”; Jacques Rueff, defensor del patrón oro; Ludwig von Mises el economista austríaco mentor de von Hayek, el periodista estadounidense Walter Lippman, divulgador del término “guerra fría”, el filósofo Karl Popper y el abogado y economista uruguayo Ramón Díaz Gaspar (1926 – 2017) quien presidió la Mont Pélerin en 1998.
2Mirowski, Philip (2011) “Realism and Neoliberalism”. En: Guilhot, Nicolas (2011) The Invention of International Relations Theory (210:238) Columbia University Press, Nueva York.
3Cfr. Cap. 11º “The Third's Reich Biopolitical Modernisn” En: Griffin, Roger ( 2007) Modernism and Fascism. The Sense of a Beginning under Mussolini and Hitler. Palgrave Macmillan, Londres.
4El solipsismo que aproximadamente traducido del latín significa “solo yo existo” es una doctrina filosófica de subjetivismo extremo según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo.
5Zubillaga, Carlos (2015) Una historia silenciada. Presencia y acción del falangismo en Uruguay (1936-1955). Tomo 1. Ediciones Cruz del Sur; Montevideo.
6Una comunidad epistémica es un grupo de expertos, provenientes de distintas disciplinas, que se proponen promover una doctrina política específica, desarrollarla y aplicarla en forma práctica. De hecho es un sinónimo de la expresión inglesa “think tank”, una institución o centro de investigación privado que se ocupa de la reflexión e investigación sobre políticas sociales, estrategia, economía, conflictos internacionales y asuntos militares, tecnología, cultura, etc. Los “think tanks” suelen ser asociaciones civiles sin fines de lucro u organizaciones no gubernamretales (ONG) que tienen contactos con grupos de presión, instituciones aparentemente académicas, partidos políticos o grandes corporaciones que los financian pero tratan de presentarse como desprovistos de una orientación ideológica ostensible. Los análisis y recomendaciones que producen están pensados para incidir sobre las decisiones gubernamentales.
7 Según Schmitt, en el origen mismo del derecho hay una decisión no condicionada; el concepto, según él, proviene de la filosofía de Thomas Hobbes a quién considera el exponente clásico del decisionismo que, en defintiva, se basa en el principio de autoridad: autoritas, non veritas facit legem (las leyes las hace la autoridad, no la verdad) que naturalmente es el fundamento de todas las tiranías.
8Por ahora digamos que el realismo en las relaciones internacionales establece que estas no son benévolas sino egoístas y competitivas, en contraste con otras teorías como la liberal. También asume que el sistema internacional es anárquico y que los Estados deben de relacionarse entre ellos y no guiarse por las directrices de una entidad de control supranacional como las Naciones Unidas. Para el realismo son los Estados soberanos, y no las instituciones internacionales, las ONG o las corporaciones multinacionales, los principales actores en las relaciones internacionales. Cada Estado es un actor racional que actúa siempre según sus intereses para garantizar su propia seguridad. En ese marco las relaciones interestatales están condicionadas por su nivel relativo de poder, determinado por las capacidades estatales, tanto económicas como militares. Además, los realistas creen que los Estados son inherentemente agresivos ("realismo ofensivo") y que la expansión territorial tan sólo se limitará mientras existan otros poderes en oposición.
9Un ejemplo de alabanzas hagiográficas (en el sentido de “vidas de los santos”) es la biografía producida por Ebenstein. Cfr. Ebenstein, Alan (2001) Friedrich Hayek. A biography. Palgrave, Nueva York.
10El físico y filósofo austríaco Ernst Mach (1838 – 1916) rechazó de forma contundente toda metafísica y religiosidad convirtiéndose por ello en uno de los representantes más destacados del positivismo de principios del siglo pasado. Sostenía que para la ciencia no hay declaración admisible si no es empíricamente comprobable. Con Richard Avenarius creó el empiriocriticismo que se proponía "limpiar" la concepción de la experiencia de los conceptos de materia, necesidad y causalidad, que concebía como apercepciones apriorístícas (conceptos intelectivos) legítimamente asignados a la experiencia. El empiriocriticismo fue criticado por por V.I. Lenin en “Materialismo y empiriocriticismo” (1909).
11 Las teorías de la complejidad tratan cuestiones relativas al desorden, al caos, la no-linealidad, el no-equilibro, la incertidumbre, la contradicción, el azar, la temporalidad, la emergencia, la auto-organización. Con ello tratan de extender los límites de la ciencia más allá de las fronteras que marcan el mecanicismo, el reduccionismo y el determinismo. Es un campo con límites borrosos que abarca a las teorías de los sistemas complejos en sentido amplio (sistemas dinámicos, sistemas no lineales, sistemas adaptativos), la teoría del caos y los fractales. El término “complejidad organizada” fue introducido por Warren Weaver (1948) en “Science and Complexity” que puede considerarse como una de las contribuciones fundacionales del campo.

12El jurista austríaco Kelsen fue el autor de la Teoría Pura del Derecho: un análisis del Derecho como fenómeno autónomo de consideraciones ideológicas o morales, que excluía cualquier idea de Derecho natural. Concluyó que toda norma emana de otra norma, remitiendo su origen último a una norma hipotética fundamental, que es para Kelsen una hipótesis o presuposición trascendental. Más tarde, situó dicha norma en el Derecho internacional, por lo que defendió la primacía de éste sobre los ordenamientos nacionales.
13El Concepto de lo político (Der Begriff des Politischen), de Carl Schmitt - publicado originalmente en 1927 y revisado por el autor en 1932 y 1933 - es una obra considerada como clásica del pensamiento schmittiano (modernismo reaccionario), con resonancias derechistas contemporáneas sobre lo político, lo constitucional y lo jurídico.
14Eso es lo que sostenía Morgenthau (1958) en Dilemmas of Politics; Chicago, University of Chicago Press.
15William E. Scheuerman's es un especialista en pensamiento político moderno, pensameineto político alemás, teoría de la democracia, teoría legal, y política internacional. Actualemnet es catedrático de la Univerdidad de Indiana en los Estados Unidos es autor de Civil Disobedience (Polity Press, 2018), Between the Norm and the Exception: The Frankfurt School and the Rule of Law (MIT, 1994) y de Carl Schmitt: The End of Law (Rowman & Littlefield, 1999).

lunes, 2 de octubre de 2017

El garrote en España

EL GARROTE EN ESPAÑA Y LA DEMOKRACIA DE RAJOY
Lic. Fernando Britos V.
    Las imágenes, tantas veces amañadas, fueron elocuentes el domingo 1º de octubre en Cataluña: los antidisturbios desencadenados emprendiéndola a garrotazos contra una multitud indefensa, ensañándose con las mujeres y los viejos, golpeando, pateando y saltando sobre los caídos con una sevicia bestial que es una marca infamante de la sociedad española. Policías encapuchados arrancando las urnas de las mesas electorales y golpeando a los funcionarios que levantan las manos.
    Esto exige contextualizar lo que sucede, porque no se puede menos que comparar las imágenes de violencia en Cataluña con las que se muestran de Venezuela. En las calles de Caracas unas decenas de encapuchados, armados con cocteles molotov y armas de fuego, unas manifestaciones de gente paqueta en barrios exclusivos y los antidisturbios con carros lanza agua y gases. En Cataluña los mismos antidisturbios pero con balas de goma y garrotazos cuerpo a cuerpo con una multitud inerme, con el rostro descubierto, con niños en brazos. En Venezuela, un Almagro descarado incitador y articulador de la intervención extranjera en los asuntos de un país latinoamericano. En España, un Rajoy hipócrita y corrupto adulando al bravucón en su visita a Trump e instando a “sanciones” contra Venezuela. Difícil equiparar estas violencias.
    Los “operadores políticos” pueden pensar lo que quieran acerca de Venezuela, su gobierno, sus problemas y sus crisis; podrán opinar como un Lacalle Herrera, el adulón de Franco, sobre la unidad de España o sobre el autonomismo catalán pero es indudable que los problemas de Venezuela deben decidirlos los venezolanos y los de Cataluña los catalanes.
    Ahora más que nunca se imponen ciertos ejercicicos de memoria.

España: la patria del garrote
    La pena de muerte en España fue abolida, recién en 1995. Antes en 1978 , la Constitución temblorosa que surgió de más de cuatro décadas de terror franquista y del reestablecimiento de la corrupta dinastía borbónica, estableció una primera abolición que dejaba a “las leyes penales militares en tiempos de guerra” la capacidad de arrancar la vida.
    Franco, ya gagá y en su agonía firmó las últimas ejecuciones que se llevaron a cabo contra dos miembros de ETA político-militar y tres del FRAP, el 27 de setiembre de 1975. Pero estas últimas muertes fueron por fusilamiento apartándose del garrote vil, una máquina típicamente española que había sido empleada sin interrupción desde 1820 hasta 1978 para aplicar la pena capital.
    La económica y bestial modalidad de la muerte por machacamiento del cráneo a garrotazos o bajo forma de estrangulamiento se remonta a la Roma antigua (se sabe que Publio Cornelio Léntulo fue agarrotado junto con otros conspiradores que participaron en la segunda rebelión de Catilina). En la Península Ibérica perfeccionaron el sistema durante la Edad Media. De hecho, el nombre garrote vil proviene de la escenificación de la ejecución que se hacía de acuerdo con los códigos estamentales de la sociedad medioeval. La forma de ejecutar a los miembros de la nobleza era la decapitación con espada. En cambio, para los plebeyos o villanos el medio mortal era el garrotazo.
    El sistema perfeccionado era una especie de silla de respaldo alto contra la que se apoyaba la espalda del reo. En el cuello se le ajustaba un dogal de hierro que en la parte trasera, contra el respaldo, tenía un tornillo rematado en una bola (o en una punta en el caso del garrote que se usaba en Cataluña) que rompía las vértebras cervicales y lesionaba la médula espinal. Si la muerte no se producía por esta vía, ya fuera por la robustez de la musculatura del cuello del ajusticiado o por la poca fuerza del verdugo, el fin sobrevenía por estrangulamiento al aplastar la tráquea.
    Carlos III de España, en 1775, prohibió la horca aduciendo que la muerte del reo resultaba en una agonía demasiado prolongada y la sustituyó por el garrote vil. Después los ingleses perfeccionaron el ahorcamiento, mediante patíbulo con trampilla y caída libre que provocaba el desnucamiento, hasta que el infame Fernando VII reestableció el garrote, en lo esencial porque como máquina era mucho más sencilla, portátil y podía ser confeccionada por cualquier herrero.
    El garrote también fue utilizado, tanto en España como en Portugal y bastante en América Latina (durante la conquista el último emperador inca, Atahualpa, fue agarrotado en Cajamarca en 1533). En las posesiones españolas, después de las independencias que se produjeron a principios del siglo XIX, el garrote se siguió empleando en Cuba, en Puerto Rico y en Las Filipinas (en este último caso hasta bien entrado el siglo XX).




Las ilustraciones precedentes corresponden a: “Exécution d'un assassin a Barcelone” (un grabado de Gustave Doré), publicado en L'Espagne, 1874, y ejecución de anarquistas en Jerez de la Frontera, en 1892, publicado en Le Progrés Illustré. En ambos casos se ve la puesta en escena y el aparato mecánico del garrote vil en acción.
    Sin embargo, durante el siglo XIX, cada tipo de ejecución presentaba una escenificación distinta, según el modo de conducir al condenado hasta el garrote: los condenados a garrote noble iban en caballo ensillado, los de garrote ordinario iban montados en mula o caballo y los de garrote vil en un burro y sentados mirando hacia atrás o arrastrados por el suelo.

Ejecuciones franquistas: el odio sigue vivo
    El 20 de abril de 1963, Julián Grimau un dirigente comunista fue fusilado en el campo de tiro de los Cuarteles de Campamento, en las afueras de Madrid. Dos días antes, un Consejo de Guerra sumarísimo le había condenado por "rebelión militar continuada" presuntamente por delitos cometidos durante la Guerra Civil (1936 - 1939) .
    El jefe de la Guardia Civil en Madrid se había negado a formar un pelotón de ejecución y los mandos militares dispusieron que fueran soldados conscriptos los que fusilaran a Grimau. Según su abogado defensor, el capitán Alejandro Rebollo, que fue obligado a presenciar la ejecución vestido de gala, los reclutas estaban muy nerviosos y dispararon 27 balas y era tal la agitación y la tensión que hizo falta que el oficial a cargo le rematara mediante tres tiros de gracia.
    Julián Grimau había nacido en Madrid el 18 de febrero de 1911. Durante la Segunda República militó en Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña. Al comienzo de la Guerra Civil ingresó en la Brigada de Investigación Criminal (su padre había sido comisario de policía en Barcelona en los años veinte). Su actividad policial debió ser eficaz en Madrid porque fue ascendido y trasladado a Valencia. Más tarde llegó a Barcelona. En octubre de 1936 había ingresado en el PCE.
    Al terminar la Guerra Civil cruzó la frontera hacia Francia y después vivió en varios países latinoamericanos. Fue elegido miembro del Comité Central del PCE en el congreso de Praga de 1954. Desde entonces, empezó a entrar clandestinamente en España, con estancias en Barcelona y Andalucía. Desde 1961 se instala definitivamente en la capital española como responsable del partido en el interior.
    El 7 de noviembre de 1962, tras haber mantenido varias reuniones, Grimau se dirigió a una nueva cita con otro camarada, que le iba a proporcionar papel para hacer volantes. Grimau, ajeno a que disfrutaba sus últimos momentos de libertad, y desoyendo los consejos recibidos de desplazarse en taxi, tomó un omnibus donde sólo viajaban unos pocos policías. Cuando se dio cuenta era tarde.
    Durante los interrogatorios a los que fue sometido cayó de cabeza desde una ventana del primer piso, en la parte posterior de la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol. Grimau estuvo al borde la muerte, pero, con el cráneo, las muñecas y las piernas fracturadas, sobrevivió. El Gobierno se apresuró a indicar que había sido un intento de suicidio pero resultaba poco creíble. Tras recuperase de los traumatismos, Grimau no recordaba nada de lo que sucedió después de las primeras horas del brutal interrogatorio. No realizó ninguna denuncia, tampoco delató a nadie.
    Un mes después de su detención, el 6 de diciembre de 1962, el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne (el mentor de José María Aznar y de Mariano Rajoy), convocó una conferencia de prensa para responder a las acusaciones del informe de la Comisión Internacional de Juristas, con sede en Ginebra, y anunciar “la publicación de un dossier espeluznante de crímenes y atrocidades cometidas personalmente por este caballerete”.
    A Grimau no sólo se le juzgó por sus actividades políticas en España durante los últimos años, sino por un delito durante la guerra. La petición del fiscal era de pena de muerte por delitos de rebelión militar continuada durante la Guerra Civil y treinta años de cárcel por alteración del orden público: reuniones ilegales, impresión y reparto de volantes, incitación a la huelga.
    El juicio fue una farsa. No hubo testigos. Todas las declaraciones obtenidas durante los cinco meses de la instrucción se basaban en segundas versiones y en un libro de un abogado barcelonés que le identificaba erróneamente. El expediente establecía que Grimau, en su condición de comisario de la Brigada de Investigación Criminal, había torturado a fascistas. La defensa del militar y abogado asturiano, Alejandro Rebollo, que cuestionó  la legalidad del delito de rebelión militar por haber pasado más de veinticinco años, fue infructuosa.
    Un año más tarde, otra irregularidad se hizo pública. El comandante auditor y principal acusador, Manuel Fernández Martín, había falsificado su título de abogado, carrera de la que sólo había estado matriculado durante dos cursos en la Universidad de Sevilla.
    Tanto las torturas sufridas durante su detención como su ejecución despertaron un enorme repudio. Durante los cinco meses en que estuvo detenido, el PCE y otros personalidades españolas –desde opositores provenientes del régimen hasta intelectuales - mediaron para salvar la vida de Grimau. Se recibieron miles de telegramas de todo el mundo solicitando el final del proceso que ya entonces se consideraba una farsa.
    Tras la sentencia, pidieron clemencia, entre otros, el secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, Nikita Kruschev, el líder del Partido laborista británico, Harold Wilson y el arzobispo de Milán, cardenal Montini, que sería elegido Papa dos meses más tarde. Esta elección fue un duro golpe para el franquismo y el nacional-catolicismo español. “No hemos sido escuchados” dijo el cardenal. Ya como Pablo VI, dos décadas después, volvió a hacer gestiones para evitar la ejecución del anarquista catalán Salvador Puig Antich, pero Franco se negó a atender su llamada telefónica.
    Ángeles Campillo, la viuda del dirigente comunista, residía en París. Tras la ejecución de Grimau comenzó una larga lucha para reivindicar su memoria y averiguar donde había sido enterrado su marido. En 1967, su abogado presentó un recurso para revisar el juicio ante el Consejo Supremo de Justicia Militar lo que no fue admitido. En abril de 1968, exigió saber el lugar donde se encontraban los restos mortales de Grimau. En diciembre de 1972, solicitó la exhumación, reconocimiento y traslado de los restos de su marido al cementerio civil de Madrid.
    En ese año volvió a solicitar su pasaporte para poder regresar a España, donde ya vivían sus hijas y su madre. La crueldad del régimen con la viuda fue implacable, no pudo volver hasta setiembre de 1976. A los veinticinco años de su fusilamiento, el 30 de noviembre de 1988, volvió a presentar recurso contra la sentencia de muerte de Julián Grimau ante la Sala Militar del Tribunal Supremo. En enero de 1990, fue denegada la revisión de la sentencia por “coherencia jurídica”. Tampoco vio cumplido su deseo, expresado a los cuatro días de la ejecución de su marido, de “que la sangre derramada por Julián Grimau sea la última”. En agosto del mismo año fueron ejecutados, por el método del garrote vil, los anarquistas Joaquín Delgado y Francisco Granados, condenados sin pruebas, en otro consejo de guerra sumarísimo, por la presunta colocación de bombas en edificios gubernamentales.
El garrote nuevamente en acción

    Salvador Puig Antich (Barcelona, 1948-1974)) fue un anarquista y antifascista catalán, apodado "El Metge" ("El Médico" en castellano) que formó parte del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), una organización anticapitalista que desarrollaba propaganda armada y fomentaba luchas populares. Fue detenido el 25 de septiembre de 1973 y condenado a muerte por un Consejo de Guerra por el homicidio de un subinspector del Cuerpo General de Policía en Barcelona, durante un tiroteo que se produjo durante el operativo de su detención junto a otros miembros del MIL. Murió ejecutado por garrote vil en la mañana del 2 de marzo de 1974. Fue la última persona ejecutada en España por este método.
    El defensor de Puig Antich, Francisco A. de Condomines, sostuvo que la jurisdicción militar no era competente y destacó la falta de circunstancias agravantes: “Estaba acorralado y no podía escapar”, dijo el abogado que pedía una sentencia condenatoria de seis años y un día como cómplice y de seis meses y un día por homicidio en riña multitudinaria o con circunstancias atenuantes. La prensa española cubría el juicio como si se tratara de un asunto rutinario, anecdótico. No advertían que la dictadura franquista había preparado todo para aniquilar, en forma ejemplarizante a los jóvenes del MIL, una muchacha de 16, un muchacho de 17 y a Salvador, el mayor de los tres, de 25 años.
    Los tres jóvenes se enfrentaban a un tribunal integrado por siete militares, hombres mayores en uniforme de gala, de guante blanco, pistola y sable, que habían sido instruídos para impartir un terror ejemplarizante y vengar la muerte del almirante Carrero Blanco que la ETA había hecho volar por los aires poco tiempo antes. Para la prensa extranjera el juicio no pasó desapercibido. El proceso fue descrito como un tribunal de excepción incomprensible en 1974 y violatorio de los derechos humanos.
    El abogado suizo, Christian Grobet, que representaba a la Comisión Internacional de Juristas, auspiciada por las Naciones Unidas, dijo que el juicio era una farsa, que la acusación se basaba en pruebas policiales desprolijas, que no se había efectuado autopsia del fallecido, que no se había admitido testigos y no se habían tenido en cuenta las circunstanciass atenuantes (por ejemplo la falta de premeditación en el tiroteo). La transcripción de los interrogatorios que ahora se conocen dejan en claro que se trató efectivamente de una farsa llena de falsas incriminaciones.
    A las seis de la tarde del 9 de enero de 1974, el presidente del Consejo de Guerra, coronel de ingenieros Carlos González de Pablos, manifestó: ‘El consejo seguirá en sesión secreta para la deliberación y pronunciamiento de la sentencia’. La suerte de Salvador estaba echada y se le condenó por la muerte de un funcionario público por razones políticas, a dos penas de muerte por dos supuestos delitos de terrorismo. Uno por un atraco a un banco y otro por la muerte del policía. 
    La promulgación de la sentencia generó un enorme movimiento de repudio, en España y en el exterior. Instituciones nacionales, entre las que se encontraban colegios profesionales y colectivos de intelectuales trataron de librar de la muerte a Salvador. El eco de la injusta condena adquirió gran relevancia: la Comisión Europea, altos mandatarios gubernamentales como el canciller alemán Willy Brandt, e incluso el Vaticano en la persona del Papa Pablo VI intentaron evitar la ejecución, al tiempo que multitudinarias manifestaciones hicieron demostraciones de repudio.
    Al mediodía del 2 de marzo de 1974, Salvador Puig Antich fue ejecutado mediante el garrote vil en la Cárcel Modelo de Madrid. Tenía solo 26 años. Con el correr de los años se verificó que la muerte de Puig Antich no solamente había sido aberrante por el método empleado, el garrote, sino por los enigmas que subsisten de lo que sucedió cuando fue detenido de modo que aparece claramente el papel de chivo expiatorio que asignó al joven el franquismo moribundo. Uno de los hechos que fueron ocultados es que el cuerpo del fallecido subinspector de policía presente durante el tiroteo en un zaguán, en el que fue herido Salvador de dos disparos, presentaba cinco heridas de bala. Puig Antich solamente había disparado tres veces por lo que es presumible que la muerte del policía hubiese sido causado por el “fuego amigo” de sus colegas.
    En marzo del 2016, la Alcaldesa de Barcelona, Ada Colau – muy vista ahora por sus declaraciones de repudio a la violencia desatada en Cataluña por el gobierno español – inauguró una plaza y un monumento en memoria de Salvador Puig Antich.   

Revoleando el garrote: la matanza del 3 de marzo
    La llamada Transición Española, el proceso por el que aquel país dejó atrás la dictadura de Francisco Franco y adoptó una democracia tartajeante bajo la monarquía borbónica que acunó el franquismo, sitúa el proceso entre el 20 de noviembre de 1975, fecha en la que murió el dictador después de una larguísima agonía, y los primeras elecciones libres, desde las de 1936, en junio de 1977.
    Quienes alaban este proceso tienden a ocultar la cantidad de crímenes, maniobras y latrocinios cometidos por la dictadura y naturalmente la ubican como un ejemplo de democracia cuando, en realidad, permitió y permite que la derecha más reaccionaria y sus paniaguados, comprendida una monarquía decadente y corrompida, siga defendiendo la indefendible, tanto en cuanto a lo sucedido en el siglo pasado, como a lo que perpetra ahora el gobierno de Rajoy, el PP y el PSOE, en los últimos años.
    Uno de estos hechos de hace poco más de cuarenta años es el de “los sucesos de Vitoria”, también conocidos como “Matanza del 3 de marzo”, que tuvieron lugar el 3 de marzo de 1976 en Vitoria, capital de la provincia vasca de Álava, pocos meses después de la muerte del dictador, en plena Transición. A las cinco y diez de la tarde efectivos de la Compañía de Reserva de Miranda de Ebro y de la guarnición de Vitoria de la Policía Armada  desalojaron la iglesia de San Francisco de Asís ubicada en un populoso barrio obrero situado al norte de la ciudad, donde 4.000 trabajadores en huelga estaban reunidos en asamblea. La policía lanzó gases lacrimógenos al interior de la iglesia y disparó con munición letal y balas de goma a las personas que salían del recinto.
    Cinco asambleistas murieron y más de ciento cincuenta fueron heridos de bala. Los fallecidos fueron:
Pedro María Martínez de 27 años de edad, trabajador de Forjas Alavesas, falleció en el mismo lugar de los hechos.
Francisco Aznar Clemente de 17 años de edad, estudiante y operario de panadería, falleció en el mismo lugar de los hechos.
Romualdo Barroso Chaparro de 19, gravemente herido murió poco después.
José Castillo de 32 años, trabajador de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, falleció posteriormente.
Bienvenido Pereda de 30 años, trabajador de grupos Diferenciales, falleció posteriormente.
    Después, durante los actos de protesta que se produjeron en todo el país, murió en la localidad vizcaína de Basauri, Vicente Antonio Ferrero.
    Fue una de las mayores matanzas que se produjeron en la llamada Transición española. Los hechos no fueron investigados y nadie fue llevado a juicio. En el año 2008, una comisión del Parlamento Vasco consideró responsables políticos de los sucesos a los "titulares de los ministerios actuantes en este conflicto": Manuel Fraga Iribarne (1922 - 2012), entonces Ministro del Interior - en Alemania durante los sucesos, por lo que el encargado de asumir responsabilidades de los ausentes era Adolfo Suárez (1932 – 2014) -, Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales (nacido en 1934, sosbre quien pesa un pedido de captura internacional por estos crímenes de lesa humanidad dictado por la jueza argentina María Servini de Cubría) y Alfonso Osorio, ministro de Presidencia (nacido en 1923, actualmente retirado es militante de base del PP y contra él pesa una orden de captura internacional similar a la de Rodolfo Martín Villa).
    A continuación la transcripción de parte de las conversaciones entre las patrullas responsables del ataque a la iglesia, según las grabaciones existentes de la Banda de Radio de la Policía (cualquier similitud con atrocidades como las del 1º de octubre de 2017 no será mera coincidencia):
V-1 a Charlie. Cerca de la iglesia de San Francisco es donde más grupos se ven. Bien, enterados.
Charlie a J-1. Al parecer en la iglesia de San Francisco es donde más gente hay. ¿Qué hacemos? _ Si hay gente ¡a por ellos! ¡Vamos a por ellos!
J-1 a Charlie. Charlie, a ver si necesitas ahí a J-2. _ Envíalo para aquí para que cubra la espalda de la iglesia.
J-3 a J-1 Estamos en la iglesia. ¿Entramos o qué hacemos? Cambio.
...Entonces lo que te interesa es que los cojan por detrás. _Exacto.
J-1 a J-2 Haga lo que le había dicho (acudir en ayuda de Charlie a Zaramaga). _ Si me marcho de aquí, se me van a escapar de la iglesia. _Charlie a J-1. Oye, no interesa que se vayan de ahí, porque se nos escapan de la iglesia. ...Mándennos refuerzos, si no, no hacemos nada; si no, nos marchamos de aquí; si no, vamos a tener que emplear las armas de fuego. _Vamos a ver, ya envío para allí un Charlie. Entonces el Charlie que está, J-2 y J-3, desalojen la iglesia como sea. Cambio. _ No podemos desalojar, porque entonces, entonces ¡Está repleta de tíos! Repleta de tíos. Entonces por las afueras tenemos Rodeados de personal ¡Vamos a tener que emplear las armas! Cambio. _ Gasead la iglesia. Cambio. _Interesa que vengan los Charlies, porque estamos rodeados de gente y al salir de la iglesia aquí va a ser un pataleo. Vamos a utilizar las armas seguro, además ¿eh? _Charlie a J-1. ¿Ha llegado ya la orden de desalojo a la iglesia? _Sí, sí la tiene J-3 y ya han procedido a desalojar porque tú no estabas allí. _Muy bien, enterado. Y lástima que no estaba yo allí.
Intento comunicar, pero nadie contesta. Deben estar en la iglesia peleándose como leones. _ ¡J-3 para J-1! ¡J-3 para J-1! Manden fuerza para aquí. Ya hemos disparado más de dos mil tiros. _ ¿Cómo está por ahí el asunto? _ Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco. Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo. _¡Muchas gracias, eh! ¡Buen servicio! _ Dile a Salinas, que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. _ Aquí ha habido una masacre. Cambio.  _De acuerdo, de acuerdo. _Pero de verdad una masacre.

domingo, 1 de octubre de 2017

El reciclaje de los juristas nazis

El hilo conductor de las políticas abyectas

CARL SCHMITT Y EL RECICLAJE DE LOS JURISTAS NAZIS

por Fernando Britos V.

Los colegas y discípulos de Schmitt se reciclaron rápidamente, a partir de 1945, y devinieron de corifeos del nazismo en académicos, magistrados y teóricos neoliberales que ocuparon los más altos cargos en la República Federal Alemana y ganaron predicamento en los países anglosajones y en la España de Franco. Fueron ideólogos de la Guerra Fría e inspiradores de la derecha neoschmittiana, de los neoconservadores europeos y estadounidenses y llegaron a erigirse en mentores ideológicos de las vertientes fundamentalistas cristianas y corporativistas que se manifestaron en las dictaduras latinoamericanas en el siglo pasado, por un lado, y justificadores de los crímenes de la “escuela francesa de contrainsurgencia”, por otro .

1 - ALMA DE RATA
Como señalábamos en un artículo anterior, Carl Schmitt fue uno de los principales críticos alemanes del ordenamiento de Europa que resultó de la Primera Guerra Mundial. Su idea de lo político como determinación de amigo y enemigo con fines de unidad nacional, su concepción de la guerra como culminación de la política, su antisemitismo arraigado en la exigencia de homogeneidad racial se apoyaban en los antiguos enemigos de la Ilustración, que abominaban de la Revolución Francesa y rechazaban la democracia liberal burguesa, la laicidad y la secularización de la sociedad en nombre de un catolicismo fundamentalista y archireaccionario.

Sus resentimientos antiburgueses - expresados desde una posición absolutista y contrarrevolucionaria – le llevaron a manifestarse contra la seguridad apolítica de una forma de vida cómodamente asentada en una combinación de propiedad privada y garantías jurídicas. Su antipositivismo es conocido.

El antianarquismo, antimarxismo y antibolchevismo de Schmitt fue proverbial y constante, desde su juventud hasta su muerte. Sus ideas coincidían con el nacionalsocialismo y aunque despreciaba a Hitler jugó un papel clave en la legitimación del régimen, entre 1933 y 1936, y participó hasta 1945 de actividades políticas, de justificación y adoctrinamiento desde su cátedra. Diseñó un programa político y científico de superautoritarismo contrarrevolucionario, que revalida la soberanía y la convierte en lo puramente político (más allá del Estado de derecho) que se apoya en la declaración del enemigo (preferentemente el enemigo absoluto) para galvanizar la homogeneidad política y existencial y desde luego religiosa. Esta problemática es la característica de toda la obra del hombrecito de Plettenburg, desde la época del Kaiser hasta la Teología Política II en la República Federal Alemana (RFA) 1.

Toda su obra está apoyada en un desencanto metafísico que era la otra cara de una escatología negativa y una filosofía teológica de la historia. Su concepción absoluta del Estado como katechon (pronúnciese katejón), el mecanismo de contención frente al socialismo que identificaba con el Anticristo, y su concepto de lo político, no forman parte de un sistema y no fueron los que le llevaron automáticamente a afiliarse al NSDAP 2 pero son la clave para entender las afinidades estructurales de muchos intelectuales alemanes con la ideología y la praxis del nazismo. Benno Teschke dice que de este modo Schmitt y otros intelectuales alemanes de ultraderecha “estaban predestinados a unirse al nazismo” 3.

Respecto a la concepción schmittiana de soberanía, que Teschke califica como “desocializada”, agrega “también sigue curiosamente despolitizada: el autor intenta identificar un punto arquimediano no sólo fuera de la sociedad, sino igualmente fuera de la política – superaislado de cualquier contestación sociopolítica – para neutralizar por completo la política interior: ultrasoberanía. Esta perspectiva extrapolítica se escoge deliberadamente – y en esto convergen la teología política y el hiperautoritarismo – para determinar con exactitud esa ubicación quimérica que reestabiliza los procesos sociales, ex nihilo, pero con una fuerza abrumadora: la apoteosis del Estado”. 4

Cuando el derrumbe del Tercer Reich, Schmitt eludió hábilmente sus responsabilidades, consiguió escapar a los juicios de Nuremberg y aunque perdió su biblioteca y no recuperó su cátedra se libró de la prisión o la horca y se transformó en el gurú privado de los neoconservadores, los agresivos promotores de la revolución conservadora y de los combatientes de la Guerra Fría.

Antes de abordar a sus discípulos, herederos e imitadores, alemanes y extranjeros, hagamos un par de señalamientos sobre los conceptos de Schmitt que nos ayudarán a comprender porque algunos de sus trabajos han resultado atrayentes para algunos de los llamados escritores posmodernistas y posmarxistas, aún los que se consideran de izquierda.

La interpretación que Schmitt hace del periodo clásico de la civilización interestatal europea (desde principios de la Edad Moderna hasta 1914), el Ius publicum europaeum, se abstrae de los valores e intereses que operaban y se contraponían. América, por ejemplo, aparece como un vacío desubjetivado, como una ficción histórica pero además – dice Teschke – pone de manifiesto la analogía entre el genocidio de los pueblos indígenas americanos y el genocidio de los judíos europeos y la revolución espacial de Hitler.

Cuando toca la guerra como tema, Schmitt hace manipulaciones y amontona falsedades similares a sus consideraciones sobre dicha civilización interestatal europea. Por ejemplo, la guerra entre monarquías en Europa (desde mediados del siglo XV hasta el XVIII aproximadamente) la presenta como un duelo entre caballeros, civilizado y acotado, limitado en el tiempo y humanizado en sus prácticas. La verdad es que todo el periodo fue un estado de guerras permanentes que devoró a las familias reinantes, agotadas y destruidas por los enormes recursos que consumían, por la imposición de impuestos agobiantes, por el descontrol y la desintegración de las comunidades y sobre todo por los terribles sufrimientos que la guerra representaba para la población (muerte y robos, saqueos y requisas, violaciones, trabajos forzados, toma de rehenes, ruina de las cosechas, etc.) 5.

Schmitt había tomado de Clausewitz 6 los conceptos de “guerra limitada” y “guerra total”, muy burdos para dar cuenta de la verdadera naturaleza de la guerra a comienzos de la Edad Moderna. Las guerras anteriores a las revoluciones burguesas (tanto la Revolución Inglesa como la Francesa) no fueron en modo alguno limitadas. Las alusiones de Schmitt no aluden a la frecuencia, la duración, la magnitud y la intensidad de las guerras prerevolucionarias.

Al final de la llamada Guerra de los Siete Años - una serie de guerras internacionales que tuvieron lugar entre 1756 y 1763 que incluso afectaron las provincias del que sería a poco el Virreinato del Río de la Plata – Prusia, que fue uno de los beligerantes, había perdido las dos terceras partes de sus ejércitos (180.000 bajas) que equivalían a la novena parte de su población.

La guerra nunca estuvo humanizada. No existía una distinción clara entre combatientes y no combatientes. La logística de los ejércitos era totalmente inadecuada: los generales de la nobleza viajaban con sus vajillas, mobiliario y guardarropa pero los soldados debían confiscar su comida y abrigo de la población o pasar hambre a la intemperie. 7

En la aparente erudición de Schmitt lo social no aparece. Los acontecimientos históricos mundiales, la Revolución Inglesa, los orígenes del capitalismo y la Revolución Industrial, la Revolución Francesa, Napoleón, el colonialismo y el imperialismo del S. XIX, la Revolución Rusa, son tratados con asombrosa superficialidad o simplemente ignorados.

En suma, el pensamiento político y la narrativa histórica de Schmitt son empíricamente insostenibles, teóricamente erróneos y llenos de contradicciones, omisiones y mistificaciones. El jurista alemán dio prioridad y valor a lo político y lo geopolítico (su concepción de Grossraum) al margen y en contra de lo social. Cuando fue interrogado en Nuremberg negó cualquier afinidad entre su Grossraum y el Lebensraum de los nazis, a pesar de sus grandes similitudes. También negó sus contactos con los capitostes nazis a pesar de haber sido un protegido de Herman Goering y destacó las sospechas que Himmler y sus colegas y rivales de las SS, Reinhard Höhn y Werner Best, proyectaron sobre él. 8

Schmitt se burló de los intelectuales alemanes que se sometieron al proceso de desnazificación en las zonas estadounidense, británica y francesa de la Alemania ocupada. Él, como Heidegger, se negó a someterse a ese proceso que, desde el punto de vista político, implicaba un retorno al liberalismo que tanto detestaba en el marco del reordenamiento ideológico que impusieron los Estados Unidos en Europa y que encabezó el astuto político católico Konrad Adenauer (1876-1967)9.

Desde su casa de Plettenberg, donde montó una especie de seminario privado permanente y en sus visitas a la España franquista y el contacto permanente con sus discípulos y ex colegas nazis, Schmitt se dedicó a reafirmar la naturaleza estrictamente jurídica de sus obras. Además intentó reciclar un argumento que él mismo había utilizado para combatir las condiciones que el Tratado de Versalles había impuesto a Alemania al final de la Primera Guerra Mundial para descalificar la justicia política de los Juicios de Nuremberg promovidos por los aliados en 1945 (nullum crimen, nulla poena sine lege).

De hecho llevó a cabo una redefinición táctica de su producción intelectual. Refritó y reescribió la totalidad de sus obras. Entre ellas se destaca su Teoría del Partisano (mejor traducida como Teoría del Guerrillero) subtitulada Observaciones al Concepto de lo Político. Se trata de un texto originalmente producido en 1932, antes del gobierno hitleriano, y refritado en 1962 para sendas conferencias en Pamplona y Zaragoza, que fue muy frecuentado durante la Guerra Fría y en ciertos círculos de izquierda y de derecha 10.

Schmitt viajaba bastante y participaba en exclusivos “seminarios sobre organización”, que celebraba en Ebrach (un pueblito de Baviera) nada menos que Forsthoff que los denominaba “contrauniversidades”. En España encontró un segundo hogar intelectual, los corifeos del franquismo lo consideraban “venerado maestro”.

2 - CÓMPLICES, CONFIDENTES Y DISCÍPULOS RECICLADOS
La pléyade de adeptos de Carl Schmitt se extendía por Europa pero su principal concentración se encontraba en Alemania, España, Francia e Italia. Después, algunos de los primeros discípulos lo introdujeron en los países anglosajones. A América Latina Schmitt llegó a través de sus exégetas franquistas, monárquicos y especialmente los ultramontanos y fundamentalistas católicos. Ya lo veremos.

Schmitt dedicó su Theorie des Partisanen precisamente a Ernst Forsthoff (por su sexagésimo cumpleaños, el 13 de setiembre de 1962). El entonces cumpleañero fue el más allegado de sus discípulos y su confidente permanente. A su muerte se encontraron más de trescientas extensas cartas, producto de la correspondencia entre ambos colegas. El corresponsal de Schmitt fue un abogado constitucionalista y administrativista nazi que hizo carrera como catedrático, durante el Tercer Reich, en las universidades de Frankfurt, Hamburgo, Köenigsberg y Viena. En esta última y en el año 1942 tuvo algún problemita con la Gestapo (seguramente no por razones políticas) y se trasladó a Heidelberg donde siguió en la docencia hasta 1945.

En 1933 había producido su artículo clásico, “Der totale Staat”, que promovía el Führerprinzip (el poder exclusivo e ilimitado de Hitler). El gobierno de la zona de ocupación estadounidense le prohibió enseñar hasta que, en 1952, retomó su cátedra en Frankfurt. Después de la guerra se presentó como un acérrimo derechista que rechazaba los derechos constitucionales (positivismo legal) y apoyaba el Rechstaat opuesto al Sozialstaat propuesto por los socialdemócratas.

Los discípulos más connotados de Schmitt fueron invariablemente juristas que hicieron carrera bajo el régimen nacionalsocialista y que no solamente eludieron su responsabilidad en los crímenes del mismo sino que ocuparon un sitial destacado en la RFA, fueron aclamados como grandes profesores y homenajeados con publicaciones especiales con motivo de su jubilación. Eran individuos nacidos en los primeros años del siglo XX. A continuación citamos algunos de los discípulos nazis reciclados:

Theodor Maunz (1901 – 1993) perteneció a una secta católica nazi y después de la guerra se transformó en exégeta de la Ley Fundamental de Bonn (la Constitución neoliberal de la RFA). Fue mentor del recientemente fallecido Roman Herzog (1934 – 2017), abogado y político democristiano que llegó a ser Presidente de Alemania entre 1994 y 1999.

Karl Larenz (1903 – 1993) otro profesor nazi que ingresó a la Universidad de Kiel, en 1933, cuando ocupó la vacante del expulsado Gerhart Husserl (profesor de derecho, hijo del filósofo judeoalemán Edmund Husserl) y considerado ella par de Schmitt como jurista comprometido con la legitimación del régimen hitleriano.

Franz Wieacker (1908 – 1994) otro nazi, especialista en historia del derecho romano, que hizo carrera no casualmente en la Universidad de Kiel.

Karl Michaelis (1900 – 2001) profesor nazi que se desempeñó como Decano en la Universidad de Leipzig entre 1942 y 1944.

Wolfgang Siebert (1905 – 1959) Fue miembro destacado de las Juventudes Hitlerianas. Ocupó la cátedra de derecho laboral en Gotinga desde 1950 y en Heidelberg desde 1957. Uno de sus admiradores españoles escribió de Siebert que había “superado magistralmente, fruto de inigualable habilidad, los efectos de la derrota del nacionalsocialismo”.

Otros nazis reciclados en la RFA como grandes profesores de Derecho fueron Ulrich Scheuner (en Bonn), Georg Dahn (en Kiel), Friedrich Schaffstein y E.R. Huber (en Gotinga), Herbert Krüger (en Hamburgo).

El legado de Schmitt, recayó en los neoschmittianos alemanes, influidos por su orientación filosófica e ideológica, aunque no hubiesen sido sus discípulos. Además estos individuos no necesariamente habían tenido responsabilidades en el aparato del nazismo, en la enseñanza o en el gobierno. La mayoría no fueron afiliados al NSDAP o a las Juventudes Hitlerianas aunque, invariablemente, pertenecieron a los sectores derechistas y neoconservadores alemanes. Por otra parte provenían de una serie de disciplinas más allá del Derecho y la mayoría había nacido en el periodo de entreguerras. 
Una relación mínima debe incluir a:

Ernst-Wolfgang Böckenförde (nacido en 1930) se doctoró en 1956 y es considerado una de los más destacados profesores de Derecho de Alemania. Integró la Corte Constitucional de la RFA, autor de más de 20 libros y 80 artículos sobre teoría constitucional, filosofía política conservadora y teología católica. Sus ideas fueron criticadas por Jürgen Habermas.

Johannes Winckelmann (1900 – 1985) fue el editor de Max Weber.

Reinhart Koselleck (1923 – 2006) historiador también influenciado por Gadamer.

Roman Schnur (1927 – 1996) Profesor de Derecho Público.

George Schwab (nacido en Letonia en 1931) politólogo estadounidense especialista en Política Internacional e integrante de un “think tank” conservador.

Odo Marquardt (1928 – 2015) Filósofo del llamado conservadurismo simple, minimalista escéptico, promotor de la tradición y las costumbres.

Wilhelm Grewe (1911 – 2000) Chovinista alemán; diplomático de la Guerra Fría (este si había hecho gran carrera durante el Tercer Reich).

Algunos juristas y profesores alemanes tuvieron posiciones ambiguas antes que el régimen de la República de Weimar se hundiera, en 1933, como Carl August Emge (1886-1970) que se plegó al nazismo pero mantenía “discrepancias” porque era nitzcheano y Erik Wolf (1902-1977) nazi pero teólogo de la iglesia evangélica alemana. Hubo otros que no se comprometieron demasiado pero contribuyeron con algunas loas al Führer o al orden jurídico nazi, como fue el caso de Karl Engisch (1899 - 1990) o Hans Welzel (1904 - 1977). Unos pocos se mantuvieron al margen de la política o cambiaron de tema pero fueron despedidos de sus cátedras, como el socialdemócrata Gustav Radbruch (1878 - 1949) (que sin embargo siguió escribiendo y publicando en Alemania) y Ulrich Klug (1913-1993) que después de la guerra se incorporó al Freie Demokratische Partei (un partido liberal clásico). Desde luego los profesores judíos y los más comprometidos con la izquierda fueron expulsados y debieron exiliarse.

Juan Antonio García Amado11 en su blog “Dura Lex” se pregunta porqué la mayoría de los juristas alemanes adhirieron al nazismo. “Echaron sus cuentas y pensaron que se subían al carro de la Historia. Su conciencia la entregaron porque era venal y miserable. Eran malas personas, eran mezquinos y canallas. También cobardes”. Después de 1945 ni uno asumió gallardamente culpas o errores, ninguno se disculpó. Todos fingieron que no sabían lo que hacían o acusaron a los ausentes. Empezando por el positivismo jurídico en general y por Kelsen en particular. Explicaron que habían acatado los mandatos de Hitler porque, debido a Kelsen, ellos habían sido positivistas convencidos y que por eso no osaron desobedecer las leyes inicuas.

No solamente Schmitt había proclamado que el constitucionalismo liberal era un invento de los judíos para destruir al pueblo alemán. La mayoría afirmó que el crimen no necesitaba tipificación legal para recibir el castigo pues la esencia de lo criminal consistía en ser enemigo del Estado y comportarse de modo contrario a la comunidad racial alemana. Argumentos endebles porque esos académicos no se habían limitado a obedecer sino que apoyaron y fundamentaron los crímenes con entusiasmo.

El jurista alemán Bernd Rüthers 12 (nacido en 1930) fue el primero que demostró sistemáticamente cual había sido la catadura moral y académica de esos profesores. No eran inocentes, no eran ingenuos, no eran simplemente ambiciosos, no actuaban seducidos por una personalidad carismática. Eran inmorales y perversos, sabían que legitimando el régimen y produciendo o promoviendo las leyes fundamentales del nazismo abrían camino a los crímenes más horrendos.

Los nazis no desarrollaron un gran trabajo legislativo sino que se limitaron a imponer unas pocas leyes importantes, manteniendo en todo lo demás la legislación existente. Las leyes que menciona Rüthers son, entre otras, la Ley de Habilitación (1933) 13, la Ley para la Restauración del Funcionariado Público Profesional del 7 de abril de 1933 y las Leyes Raciales de Nuremberg de setiembre de 1935.

Después de la caída del Tercer Reich la mayoría de los juristas mantuvo o recuperó sus cátedras universitarias, retornaron a sus juzgados los jueces, volvieron a la administración pública en la RFA, se reciclaron y juraron que ahora estaban donde siempre habían estado, en la defensa de la libertad, la igualdad y los derechos de la ciudadanía, contra el comunismo y el marxismo y en pro de la democracia. Escribieron, después de 1945, algunas de las grandes obras del pensamiento jurídico del siglo XX pero con su vida produjeron también lo que se ha calificado como “uno de los capítulos más oscuros de la historia universal de la infamia”.

Muchos llegaron a ocupar las más altas magistraturas de la RFA y de la Alemania posterior a 1989. Se parapetaron en la lealtad de sus discípulos y en la complicidad gremial, impidieron la circulación de sus textos de la época nazi, mandaron a callar a los que sabían quiénes habían sido y qué habían hecho. Hasta fines de la década de 1960, en la RFA, no se publicó ni una linea recordando su oscuro pasado reciente.

Las mejores pruebas de la villanía de los juristas nazis – dice García Amado – las aportaron estos personajes reciclados cuando apareció la Ley Fundamental de Bonn (la Constitución de la RFA, en 1949) y la alabaron con idéntico celo con el que habían producido la leyes liberticidas y racistas del Tercer Reich. Después de la guerra expresaron su inquebrantable fe en los derechos humanos y en la dignidad de todos los seres, se convirtieron en exégetas privilegiados de las nuevas normas democráticas liberales y acogieron apresuradamente la nueva Jurisprudencia de Valores 14.

Además, Schmitt generó “diálogos ocultos” con personajes que, en algunos casos, eran o habían sido opositores suyos. Es el caso de Hans Morgenthau (1904 – 1980) Politólogo estadounidense de origen judeo-alemán, amigo de Kelsen y opositor de Schmitt hasta que abandonó Alemania en 1937. Morgenthau, un personaje relevante, complejo y polémico con su “teoría realista de las relaciones internacionales” presenta, en su política de poder, netas influencias schmittianas.

Otro personaje influyente fue Leo Strauss (1899 – 1973) considerado “el padre de los neoconservadores estadounidenses”, enemigo jurado de la modernidad, que creía en la eficacia de la manipulación política y el uso de la mentira porque había hecho suya la noción del combate total de amigo contra enemigo y en el derecho natural del fuerte de dominar al débil. Strauss fue mentor de Samuel Huntington, Francis Fukuyama y Paul Wolfowitz, entre otros.

Los discípulos y biógrafos de Carl Schmitt han tratado de disimular la responsabilidad del hombrecito de Plettenberg en las barbaridades y crímenes del nazismo y de la Guerra Fría, transformándolo de activo promotor en una víctima pasiva de fuerzas situadas fuera de su control. “Yo no he decidido nada – le dijo Schmitt a Kempner – era Hitler quien decidía”.

Cuando en un próximo artículo abordemos su “teoría del guerrillero” veremos claramente la responsabilidad ideológica de Schmitt en los crímenes cometidos por el imperialismo y el colonialismo, desde 1945, en Indochina, en Argelia y en América Latina. Está claro que referirse a las consecuencias políticas de las teorías de Schmitt no puede pasar por la negación de su responsabilidad (la linea escogida por él para su defensa y continuada por sus discípulos e interlocutores para despegarse de los crímenes del nazismo) y tampoco por la indignación moralista.

Como dice Benno Teschke, muchos remiten púdicamente esa indignación al pasado nazi de Schmitt y sus discípulos, convenientemente ocultado como vimos. Sucede que muchos de los epígonos alemanes que blanquearon su pasado desde 1945, en la RFA, siguieron siendo nazis y derechistas (como Heidegger, que nunca se arrepintió) o como varios ilustres profesores que, habiéndose transformado en paladines de la democracia liberal y del neoconservadurismo, en su ámbito íntimo seguían siendo fanáticos hitlerianos. Así ha sucedido con esa generación, fallecidos a fines del siglo pasado y comienzos del presente, cuando se han descubierto sus diarios íntimos y su correspondencia reservada, rebosantes de desembozado racismo, anticomunismo y añoranzas por el poder que tuvieron durante el Tercer Reich.

La Doctrina de la Seguridad Nacional que asoló América Latina en las décadas de 1960 a 1980 del siglo pasado, así como la “guerra global contra el terror” que se desató después de los atentados de setiembre de 2001, durante el gobierno de George W. Bush, en los EUA, responde a un esquema político claramente schmittiano: fortalecimiento del Poder Ejecutivo en desmedro y por encima del parlamento o mediante la disolución de este como en las dictaduras promovidas por los Estados Unidos; limitación de las libertades civiles básicas (censura y manipulación de la información, detenciones de opositores, llegando a la tortura sistemática, las desapariciones y los asesinatos); intervenciones bélicas bajo la forma de guerra o ataques preventivos (incluso bajo la forma de estados de guerra interna); comisión de crímenes de guerra y la negativa a aplicar la Convención de Ginebra (en cuanto al tratamiento de los prisioneros y de la población civil).


1Politische Theologie II. Die Legende von der Erledigung jeder Politischen Theologie. Berlín 1970) (hay traducción al español) fue uno de los últimos libros escritos por Schmitt.
2NSDAP – Sigla del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei, conocido como Nazi.
3Teschke, Benno (2011) “Decisiones e indecisiones. Recepciones políticas e intelectuales de Carl Schmitt”. En: New Left Review, Nº 67, enero-febrero del 2011. El Dr. Benno Teschke es catedrático de la Universidad de Sussex y se ha especializado en Teoría Crítica y Marxismo, Geopolítica y Pensamiento Político Alemán.
4Cfr. Ob. Cit. Además hay que señalar que la teología política es una concepción de la soberanía modelada por el absolutismo y la plenitudo potestatis papal (el poder infalible del Papa).
5 Como en todas aquellas guerras, las bajas entre los militares combatientes eran mucho mayores a causa de enfermedades epidémicas que las causadas por los sablazos, balazos o metralla de sus enemigos. Un ejemplo paradojal fue, por ejemplo, se produjo en 1830, cuando el estallido de movimientos revolucionarios en Europa y una crisis política en Polonia hizo que Clausewitz fuera Jefe de Estado Mayor del ejército de Prusia, liderado por su amigo el Mariscal de Campo Gneisenau. Una epidemia de cólera diezmó al ejército prusiano. Gneisenau enfermó y murió el 23 de agosto de 1831. Clausewitz regresó a su hogar en Breslau, aparentemente sano, pero falleció víctima del cólera el 16 de noviembre a los 51 años de edad.
6 Carl von Clausewitz (1780 - 1831) fue un militar prusiano, influyente historiador y teórico de la ciencia militar moderna, conocido por su tratado De la Guerra, en el que desarrolla un análisis sobre los conflictos armados, con comentarios sobre táctica y estrategia. Concebía la guerra como una empresa política de alto vuelo, sin desconocer la sangre y la brutalidad que implica. Consideraba que todos los recursos de una nación deben ponerse al servicio de la guerra cuando se decide su ejecución y pensaba que, una vez iniciada, no debe detenerse hasta desarmar y abatir al enemigo.
7Se dice que Enrique de la Tour d'Auvergne-Bouillon (1611 – 1675), el Mariscal francés, debió cortar en pedazos su rica vajilla de plata para remunerar a sus soldados amotinados por falta de paga.
8Reinhard Höhn (1904-2000) y Karl Rudolph Werner Best (1903-1989) fueron ambos juristas nazis, pertenecientes a las SS, criminales de guerra y rivales de Schmitt. Los dos fueron adjuntos de Heydrich y jerarcas de la Gestapo y la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich). Höhn fue profesor de derecho constitucional en la Universidad de Berlín y uno de los teóricos del movimiento Völkisch; en 1945 pasó a la clandestinidad y reapareció en 1956, en la RFA, con una academia para empresarios donde enseñaba “manejo del personal”; en 1963 publicó un libro sobre “el ejército como educador de la nación” y en 1970 otro sobre administración de empresas. Werner Best por su parte fue Jefe de Personal de la RSHA, actuó en Francia, en Dinamarca y fue uno de los organizadores de los Einsatzgruppen (los batallones de exterminio); fue testigo en los Juicios de Nuremberg, condenado a muerte en Dinamarca, donde fue apresado, se le conmutó la pena por doce años de prisión y pronto fue liberado, en 1951; constituyó una organización de ayuda a los ex SS; en 1972 Polonia pidió su extradición para juzgarlo y la RFA la negó; murió en Mulheim, Westfalia, a los 86 años de edad.
9 Miembro del Partido de Centro Católico, disuelto en 1933 a instancias del Cardenal Pacelli (el futuro Pío XII) para abrirle paso al nazismo, Adenauer antiguo alcalde de Colonia, fundó en 1945 la Unión Demócrata Cristiana, CDU (la misma de Ángela Merkel). Condujo el proceso del llamado milagro alemán en la República Federal Alemana RFA (creada en mayo de 1949), profundamente anticomunista y antisocialista, promotor de la economía de mercado, aliado principal de la OTAN y enemigo jurado de la República Democrática Alemana, RDA (que se había creado en la zona de ocupación soviética en octubre de 1949) después que los intentos de reunificación fueron vetados por los estadounidenses. Fue el primer Canciller de la RFA, desde 1949 hasta 1963 y uno de los patrones de la Guerra Fría (promovió el rearme de la RFA mediante la creación de la Bundeswehr en 1955).
10Theorie des Partisanen. Zwischenbemerkung zum Begriff des Politischen. Berlín (1ª ed. 1963) . De las traducciones al español, la más reciente es la de Trotta, en el 2013. Con prólogo de José Luis López de Lizaga y epílogo del filósofo heideggeriano Franco Volpi (fallecido en un accidente en el 2009) consiguen transformar el opúsculo original de menos de 90 páginas en un libro de 120. Sin embargo, nosotros preferimos la traducción efectuada por Denes Martos, que fundamenta claramente la conveniencia del título Teoría del Guerrillero (asequible en http://www.scribd.com/people/view/3502992-jorge). Próximamente dedicaremos un artículo a disecar exclusivamente este clásico schmittiano.
11Asequible en legis-pe/cual-es-el-precio-de-un-jurista
12Bernd Rüthers, reconocido especialista en derecho laboral, historia y filosofía del derecho, es el autor de dos obras fundamentales cuya edición en español es relativamente reciente. Se trata de “Carl Schmitt en el Tercer Reich”, editado en el 2004, por la Universidad del Externado en Colombia mientras que el año pasado se editó en Madrid, por la Cátedra de Cultura Jurídica, traducido y prologado por García Amado, “Derecho degenerado. Teoría jurídica y juristas de cámara en el Tercer Reich”.
13La Ley para solucionar los peligros que acechan al Pueblo y al Estado (Gesetz zur Behebung der Not von Volk und Reich), conocida como Ley Habilitante de 1933 fue aprobada por el Parlamento alemán el 23 de marzo de ese año, después que los diputados comunistas fueron encerrados en campos de concentración. Mediante esta ley Hitler obtuvo plenos poderes dictatoriales bajo una apariencia de legalidad.
14Se refiere a la promovida por los popes de la llamada “economía social de mercado”, entre los cuales se destaca Wilhelm Röpke (1899 - 1966), secretario permanente de la secta de feroces economistas neoliberales y sus acólitos, la Sociedad Mont Pelerin convocada por Von Hayek e integrada además por varios príncipes y aristócratas millonarios, por los economistas Ludwig Von Mises y Milton Friedman, el filósofo Karl Popper y el uruguayo Ramón Díaz (1926 – 2017) que la presidió entre 1998 y el 2000, entre otros. Díaz fue un ideólogo neoliberal, que presidió el Banco Central y fundó el derechista semanario Búsqueda en 1972.