Dos epígonos de
Carl Schmitt y sus transacciones para ocultarlo
NEOLIBERALISMO Y
REALISMO EN POLÍTICA INTERNACIONAL
Lic. Fernando Britos V.
Un par de proyectos
políticos de envergadura germinaron entre las ruinas que dejó la
Segunda Guerra Mundial. No estaba circunscripto en ninguna disciplina
en particular, aunque se encontraba sobre representado en el campus
de la Universidad de Chicago, en los Estados Unidos. Estos proyectos
se erigieron a partir de una crítica al liberalismo rooseveltiano al
que acusaron de mala preparación para enfrentar los desafíos de un
mundo de posguerra que sus popes percibían como traicionero y
temible: el mundo de la Guerra Fría que, para los gobernantes, se
caracterizaba como un estado de emergencia permanente.
DEL MODERNISMO
REACCIONARIO AL CONSERVADURISMO
Muchos intelectuales
que se consideraban a si mismos como gente de principios y
conservadores, lejos de sentirse a gusto en el nuevo orden mundial
que había consagrado a los Estados Unidos como la superpotencia
universal, se sentían incómodos con las políticas dominantes
después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, muchos científicos
europeos, especialmente alemanes y austríacos de estirpe
conservadora, que se habían refugiado en los Estados Unidos huyendo
de la crisis económica mundial de 1929 y del ascenso del nazismo,
estaban disgustados con el triunfalismo y la poca seriedad del
liberalismo triunfante de su patria adoptiva y se preguntaban que
podrían hacer para contrarrestar la ingenuidad y la falta de
sofisticación que atribuían al medio intelectual que les rodeaba.
Uno de estos
emigrados fue el abogado y político Hans J. Morgenthau (1904 –
1980) de origen judeoalemán, que llegó a ser una de las figuras más
importantes del siglo XX en el campo de la política internacional.
Otro fue el economista Milton Friedman (1912 – 2006), nacido en
Brooklyn, hijo de inmigrantes provenientes de Europa Central. Ambos
participaron en la Conferencia Sobre Teoría de 1954, patrocinada por
la Fundación Rockefeller, que es considerada como la incubadora del
neoliberalismo. Allí se hicieron homenajes a otro expatriado, el
austríaco Friedrich A. von Hayek (1899 - 1992), el fundador de la
Sociedad Mont Pélerin1
que había sido concebida para reformular el liberalismo clásico y
revisar la teoría política. Para sus contemporáneos, la obra
famosa de von Hayek, “Camino de servidumbre” (1944), guardaba
gran relación con la de Morgenthau, “El hombre científico y el
poder político” (1946).
Existían algunas
diferencias y varias similitudes entre el “neoliberalismo” del
primero y el “realismo” en relaciones internacionales del
segundo. Ambos programas eran claramente transnacionales (estaban
destinados a aplicarse en todo el mundo como lo hemos experimentado
crudamente los latinoamericanos); ambos estaban preocupados por la
teoría política de la posguerra y fuertemente influidos por
ideólogos alemanes, especialmente por Carl Schmitt (aunque se las
habían arreglado para disfrazar prudentemente esas influencias que
eran impotables entonces por su estrecha comunión con el nazismo);
ambos procuraban reformular el conservadurismo derechista
maquillándolo con un lenguaje moderno (hasta podría decirse
modernista), orientado hacia el futuro y cargado de buenas
intenciones (ocultando cualquier nostalgia por un pasado autoritario,
contrarrevolucionario y ultramontano).
Philip Mirowski 2
cita a un autor que caracterizó el amplio espectro del pensamiento
político alemán entre la Primera Guerra Mundial y la era nazi como
un constructo intelectual denominado “modernismo reaccionario”,
asociado con figuras dispares como Hans Freyer, Ernst Jünger, Werner
Sombart, Oswald Spengler y nuestro conocido Carl Schmitt. El
denominador común del modernismo reaccionario era el intento de
reconciliar los impulsos nostálgicos del romanticismo alemán con el
racionalismo modernista embanderado con los avances tecnológicos.
Entre quienes habían
tomado distancia de estas posturas, aún sin ser de izquierda, se
cita al novelista Thomas Mann que había manifestado su decepción
ante el predominio de “un romanticismo altamente tecnológico” en
su país. Entre tanto, los nazis se apropiaron y reformularon el
entusiasmo con la tecnología del siglo XX y las perspectivas
científicas que obraban en el pensamiento alemán y las amalgamaron
en una modernidad alternativa, un modernismo biopolítico 3
- con su desprecio por el racionalismo, el individualismo, el
parlamentarismo y el feminismo - para levantar el racismo, la
eugenesia, la productividad y la fascinación por una agresiva
política de masas como doctrinas de intervención social.
Algunos componentes
del arsenal ideológico del modernismo reaccionario fueron los
siguientes: por el lado del “modernismo” estos intelectuales
alemanes exaltaban el espíritu creativo y rechazaban cualquier
límite que se pusiese a sus ambiciones. Esta concepción tenía
raíces obvias en la búsqueda kantiana del ser auténticamente libre
pero adoptaba la linea nitzcheana del triunfo de la voluntad sobre la
mera razón que elevaba al espíritu por encima de las limitaciones
mundanas o físicas. La fascinación por las técnicas del poder, la
conquista del poder, el ejercicio del poder por el superhombre, eran
las manifestaciones de esta postura. De este modo evitaban la
tentación de caer en un puro solipsismo 4.
Esas tesituras super
idealistas se desarrollaban en el marco de la crítica al positivismo
filosófico y al marxismo, en defensa de categorías absolutas
existentes más allá de cualquier justificación racional. En el
modernismo reaccionario dichas posturas estaban estrechamente
articuladas con el romanticismo político que rechazaba el dominio de
la razón en los asuntos políticos y sociales, procuraba expulsar a
la ciencia de esos ámbitos, rechazaba la política cotidiana y en
cierta forma la participación en ella de “seres superiores” que
encarnaban el espíritu de la nación y no debían rebajarse a la
altura de las masas despreciables.
Por otra parte, en
esas manifestaciones siempre aparecía un texto oculto y subyacente
acerca de fuerzas poderosas que producían sus efectos por detrás o
por debajo de las apariencias. El manejo de esas fuerzas, que
impulsaban a la nación hacia un grandioso futuro histórico,
solamente podía corresponder a ciertos espíritus selectos,
telúricos, todopoderosos. Se trata ni más ni menos que el
anti-intelectualismo de los intelectuales derechistas.
Con la derrota del
nazismo los modernistas reaccionarios se llamaron a silencio y sus
tesituras por un tiempo no fueron de recibo pero esto no quiere decir
que esa ideología no haya calado hondo en los medios conservadores
de todo el mundo. En América Latina y especialmente en el Uruguay
los derechistas, simpatizantes locales del fascismo sufrieron un
proceso: los admiradores de Franco y la Falange se transformaron, de
partidarios de la cruz y de la espada, en meros “hispanistas” y
quienes se habían entusiasmado con el histrionismo mussoliniano y la
Blitzkrieg triunfante, se convirtieron en partidarios de los Estados
Unidos y su democracia liberal cuando se hizo evidente que las
potencias del Eje perderían la guerra. Este proceso está clara y
documentadamente expuesto en el primer tomo de la minuciosa
investigación realizada por Carlos Zubillaga 5.
Algo parecido
sucedió en todo el mundo sin perjuicio de lo cual, los rastros del
modernismo reaccionario y especialmente la influencia de algunos
teóricos, como el jurista Carl Schmitt, perduraría en las ciencias
sociales y políticas. Esas doctrinas retornarían, en el Uruguay,
bajo el gobierno autoritario de Pacheco Areco, desde 1969, y con la
dictadura cívico-militar desde 1973 hasta 1985, de la mano de
intelectuales con alma de rata como Edmundo Narancio, Álvaro Pacheco
Seré. Aparicio Méndez y Fernando Bayardo Bengoa, entre otros.
En definitiva, el
modernismo reaccionario fue el sustrato ideológico en el cual
germinarían dos vástagos ominosos: el realismo en política
internacional - del abogado y político judeoalemán Hans Morgenthau
que se había refugiado en los Estados Unidos - y el neoliberalismo
del abogado y economista Friedrich von Hayek - el aristócrata
austríaco que se nacionalizó británico -. Uno desde Chicago y el
otro desde Mont Pélerin fueron el sustento de las políticas e
intervenciones sociales que soplaron sobre el mundo y que
periódicamente arremeten con renovados bríos derechistas.
Por eso es
importante echar un vistazo a las similitudes y diferencias de estas
doctrinas, las transformaciones cosméticas que han sufrido y su
relación carnal con el modernismo reaccionario que personificó y
personifica el hombrecito de Plettenberg, el jurista nazi Carl
Schmitt. Su retiro de la cátedra, en 1945, al negarse al proceso de
desnazificación, no impidió el desarrollo de una literatura
extensiva sobre su pensamiento legal, político y económico.
Morgenthau y von Hayek, cada uno a su manera, fueron sus epígonos.
Asimismo, cada uno de ellos, por su lado, crearon una “comunidad
epistémica”6
o centros de investigación privados para difundir y defender sus
teorías.
Ambos popes llegaron
a coincidir en la tesitura que la política no podía reducirse a la
razón aunque como se ha dicho crearon sus círculos de promoción
(las comunidades epistémicas). Como los dos se habían amamantado en
la tradición del modernismo reaccionario germánico partían de la
base de que no se podía confiar en que los intelectuales o las masas
actuaran racionalmente y por lo tanto, la teoría social, debía
dejar de lado el liberalismo primitivo y adoptar doctrinas
específicas para asegurar que se aplicasen las medidas que cada uno
de ellos consideraba racionales. Según la tradición reaccionaria
ambos eran definidamente antipositivistas y se las arreglaban para
apelar a “la naturaleza humana” para promover lo que ellos
interpretaban como ciencia. Cabe señalar que los dos habían pasado
por una fase temprana de su desarrollo ideológico en la que
denunciaban el “cientificismo”.
Los dos creían que
las actividades políticas en un estado liberal no eran cuestión de
las masas sino de la intervención de expertos que, al mismo tiempo,
se mantendrían al márgen de la sordidez política. Ambos eran
declarados enemigos del utilitarismo, aunque por distintas razones, y
en total coincidencia con su carga genética de modernismo
reaccionario, planteaban que las crisis del liberalismo se
solucionaban mediante un Estado fuerte al estilo schmittiano. Sin
embargo, pasada la mitad del siglo XX, se abriría una brecha entre
la idea de un Estado ideal que sostenía el realismo y la que
impulsaba el neoliberalismo.
Morgenthau y Schmitt
habían chocado, en la Universidad de Berlín, cuando el segundo hizo
una dura revisión crítica de la opera prima del primero publicada
en 1929. Incluso, después de la guerra, Morgenthau acusó a Schmitt
de haberle robado algunas de sus ideas originales. Sin embargo, el
decisionismo 7
típicamente schmittiano es uno de los fundamentos del llamado
realismo8
en la teoría política que jugó un papel tan importante en la
Guerra Fría y rige el manejo imperialista de Estados Unidos como
superpotencia. Las reminiscencias de las doctrinas nazis que se
perciben en la teoría realista ha hecho que sus divulgadores hayan
ocultado las similitudes entre Morgenthau y Schmitt y prefieran
buscar antecedentes en Max Weber (la racionalidad de los medios y los
fines) y en Friedrich Nietzche (la voluntad de poder) que consideran
menos quemantes que los del jurista nazi.
EL POPE DEL
NEOLIBERALISMO
En el caso de von
Hayek, su arraigamiento en el modernismo reaccionario alemán es
evidente pero sus exégetas han desarrollado una profusa literatura
hagiográfica, destinada a ungirlo como “el más grande de los
filósofos de la libertad”, como lo calificó nada menos que el
padre de los “Chicago Boys”, Milton Friedman 9,
ocultando las terribles consecuencias que la concepción de libertad
que promueve el neoliberalismo ha traido aparejada para los pueblos:
el zorro libre en el gallinero libre.
Los think tanks
derechistas como The Heritage
Foundation, el Cato Institute y la Friedrich Naumann
Stiftung (que en Uruguay acunan a los sectores más reaccionarios y
derechistas del espectro político, como el herrerismo y sus
variantes, el lacallismo aguerrondismo, etc.) se cuidan muy bien de
aludir a las transformaciones que sufrieron las posturas de von Hayek
a lo largo de su trayectoria.
En Viena von Hayek
se apoyaba inicialmente en el positivismo de Ernst Mach 10
y trabó relación con Rudolf Carnap, Otto Neurath y otros destacados
intelectuales del Círculo de Viena que eran socialistas o con Ludwig
Wittgenstein, que no lo era, pero a quien también trató. En 1932,
von Hayek se fue a Londres al aceptar una cátedra en la London
School of Economics. Entonces empezó a desarrollar una actividad
dirigida no contra los marxistas sino contra los científicos que
promovían el socialismo como una extrapolación lógica de la visión
científica del mundo.
Mirowski (Op.cit.
219) sostiene que entre las actividades de von Hayek que marcaron
variantes en sus posturas y una franca derechización debe incluirse
su participación en la fundación de la Sociedad para la Libertad en
la Ciencia junto con el húngaro-británico Michael Polanyi (1891 –
1976) - personalista y partidario de la economía de libre mercado -
que en el invierno de 1940 congregó a un grupo de intelectuales
británicos, la mayoría de los cuales pertenecían a la rama de las
ciencias naturales y trabajaban en universidades, con el propósito
declarado de combatir la difusión del marxismo entre los académicos
de Gran Bretaña y lo hizo activamente como herramienta de la Guerra
Fría hasta su disolución en el verano de 1963.
Entre 1940 y 1949,
su periodo de Cambridge, von Hayek incursionó en toda una serie de
disciplinas desde la ciencia política a la economía, pasando por la
psicología y la filosofía. De hecho elaboró su propia versión del
“anti-intelectualismo de los intelectuales” a partir de su idea
de que la mente humana no es capaz de comprender adecuadamente sus
propias operaciones y afirmaba que la razón no es capaz de
aprehender, por si misma, que los mercados son la forma superior de
organización social.
Con esta “filosofía
de lo inefable” podría haberse aproximado a Wittgenstein pero en
cambio prefirió recurrir a una tradición filosófica alemana, la
que procuraba diferenciar las Naturwissenschaften (ciencias
de la naturaleza) de las Gesisteswissenschaften (las
humanidades), como operaba en la escuela neo kantiana de Heinrich
Rickert y Wilhelm Windelband. A partir de entonces empezó a
denunciar el “cientificismo” con términos reconocibles para
quienes estuvieran familiarizados con la filosofía germana pero que
no eran bien aceptados en su auditorio anglosajón.
En 1974, cuando
recibió el Premio Nobel, su prédica contra los intelectuales - “los
profesionales de la venta de ideas de segunda mano” como los
calificó - y contra las autoridades de las universidades
conservadoras que habían probado “ser incapaces de eliminar a los
defensores del socialismo” y que promovían una “visión
hiperbólica de la democracia”, ya había sido recibida y aceptada
en los círculos del poder. Su reclamo de 1967 (en su libro “Estudios
en filosofía, política y economía”) había coincidido con otro
escudero de la Guerra Fría, Karl Popper, y como él y muchos de sus
predecesores alemanes, sugería que la sociedad libre (“abierta”
según la terminología popperiana) conlleva en ella misma las
fuerzas que la destruirán. Es decir que el libre desarrollo de las
ideas, que es la esencia de la sociedad libre, acarrearía la
destrucción de sus fundamentos.
A cierta altura,
después de la Segunda Guerra Mundial, von Hayek optó por emplear
las ciencias naturales para “naturalizar” el mercado y por ende
para presentar la planificación y en particular la planificación
socialista como antinatural. Este intento por conjurar cierto tipo de
ciencia, sintonizada con su política derechista pone en evidencia la
influencia del modernismo reaccionario sobre el neoliberalismo. Esta
reconciliación de von Hayek, a nivel cognitivo, tiene tres
componentes (Mirowski, Op.Cit. 221): 1º) presenta una “ciencia
unificada” a la que había estado oponiéndose durante décadas
pero esto no es una renuncia a su postura anterior sino una
coincidencia con lo que Karl Popper presentaba como ciencia
verdadera. 2º) von Hayek tomó aspectos del proyecto cibernético,
los que procuraban reducir el pensamiento a “un mecanismo”, y se
afilió a “las ciencias de la complejidad” tomando conceptos de
Weaver 11
. 3º) Después de un tiempo empezó a recurrir a “la evolución”
para explicar como se había llegado a un orden complejo inefable,
que él identificaba con el mercado. A partir de ese momento la clave
de lo inefable pasó de la filosofía alemana a una metáfora
biológica.
LA POLÍTICA DEL
NEOLIBERALISMO
Las tesis sobre
liberalismo y democracia de Carl Schmitt fueron adoptadas por el
padre del neoliberalismo, en el sentido que ambos términos resultan
antitéticos en determinadas circunstancias. Así von Hayek sostenía
que liberalismo y democracia no son equivalentes dado que lo opuesto
a liberalismo es el totalitarismo y lo opuesto a democracia es el
autoritarismo. De este modo, según él, un gobierno democrático
puede ser totalitario y un gobierno autoritario puede actuar según
principios liberales. También manifestaba su típico elitismo al
sostener que debido al “poder ilimitado de las mayorías” las
democracias pueden resultar esencialmente antiliberales.
En su periodo de
Chicago (Ebenstein, Op.Cit. 167) von Hayek desarrolló plenamente su
teoría política. Sus ideas acerca de la naturaleza le llevaban a
creer que las masas jamás llegarían a comprender “la verdadera
arquitectura del orden social”. Además teniendo en cuenta que los
intelectuales seguían intentando intervenir en su todopodreroso
mercado para lograr un mundo más justo y humano, von Hayek planteó
la clave política esencial del neoliberalismo: se necesitaba un
Estado fuerte para neutralizar lo que él consideraba como las
patologías de la democracia. Los ciudadanos debían ser inducidos a
olvidarse de sus “derechos” y reclamaciones para aprovechar las
oportunidades que daba la mayor fuente de información asequible para
la humanidad: el mercado. Por medio de un Estado “fuerte” la
elite neoliberal definiría y establecería el tipo de mercado que
para ellos (no para la ciudadanía) era el más avanzado.
El austro-británico
era el eco de las consignas que Carl Schmitt había promovido contra
la República de Weimar y para legitimar el ascenso de Hitler:
solamente un Estado fuerte puede preservar y engrandecer un mercado
libre; únicamente un Estado fuerte puede generar descentralización
genuina y dominios autónomos libres. Si pensamos que lo único
importante es el ejercicio de la libertad por la mayoría – decía
von Hayek – podemos estar seguros de crear una sociedad escuálida
con todas las características de la falta de libertad. Los
neoliberales habían reemplazado el Führerprinzip de Schmitt
por la figura del emprendedor capitalista, que personificaba la
voluntad de poder actuar sin rendir cuenta alguna a la racionalidad o
a la comunidad.
Pasarían más de 20
años para que la teoría política neoliberal se pudiera concretar
en uno de sus más sangrientos laboratorios latinoamericanos. En
1973, bajo la batuta criminal de Henry Kissinger, en lugar de Hitler,
Chile tendría su Pinochet y los “Chicago Boys” se encargarían
de aplicar todas sus recetas de choque. Por su lado, von Hayek nunca
reconoció su vínculo primigenio con el modernismo reaccionario
alemán y ocultó su abultada deuda intelectual con la figura sombría
de Carl Schmitt. Aunque había hecho una adaptación de las ideas de
ultraderecha apuntadas contra la democracia liberal de Weimar,
desarrolló un gambito especial: su “doctrina de la doble verdad”.
Según esta, una elite sería entrenada para comprender la necesidad
schmittiana de reprimir la democracia mientras que las masas serían
acunadas con canciones sobre un supuesto retorno al estado de
bienestar y acerca de “la libertad de elegir” que promueve el
mercado.
Uruguay, como
muchísimos países, sufrió las consecuencias de la “doble
verdad”, la maligna estafa neoliberal, desde 1973 hasta el 2005.
Sus resultados son evidentes. Para no citar sino dos: la debacle de
las AFAPs, que perjudican a los trabajadores porque destruyeron el
sistema previsional de solidaridad generacional, y el descalabro de
la enseñanza pública producto del atraso presupuestal y las
políticas regresivas durante décadas, acompañadas por la promoción
desaforada de la enseñanza privada. En todos los casos se ocultaron
los verdaderos propósitos bajo la promesa de “la libertad de
elegir” promoviendo el individualismo: elegir mejores jubilaciones
mediante cuentas personales de inversión, elegir la mejor enseñanza
para los hijos, que ocultaba los verdaderos propósitos rapaces del
neoliberalismo.
La organización que
creó von Hayek para promover “la doble verdad” se reunió por
vez primera en Mont Pélerin, Suiza, en abril de 1947. A diferencia
de la mayoría de los intelectuales, a mediados del siglo XX, la
Sociedad Mont Pélerin (SMP) no pensaba que las universidades, las
sociedades académicas o los promotores de intereses corporativos
(los lobbies) fueran los instrumentos apropiados para llevar a
cabo sus propósitos.
Sus integrantes
formaban una sociedad de debates, una cofradía cerrada, cuyos
miembros eran personalmente escogidos por von Hayek y más adelante a
través de un procedimiento riguroso de selección (así ingresó
Ramón Díaz Gaspar en una fecha indeterminada). El propósito
original de la SMP era la creación de un espacio para que personas
influyentes desarrollaran tesituras divergentes del liberalismo
clásico y que estuvieran protegidas del ridículo y las críticas
que esperaban recibir sobre sus propuestas. Aparte de un nombre
anodino, que ocultaba sus verdaderos fines, la SMP desarrolló una
serie de organizaciones concéntricas que actuaban como fachadas
sucesivas (o matrioshkas) para incidir sobre ámbitos específicos de
poder. Por ejemplo, aunque nunca se lo hubiera reconocido
públicamente, la SMP mantenía estrechos vínculos y dominaba a
ciertas instituciones académicas como el Departamento de Economía
de la Universidad de Chicago (el nido de los “Chicago Boys”), la
London School of Economics, L'Institut Universitaire des Hautes
Etudes Internationales de Ginebra, la Universidad de Freiburg en la
RFA y la Virginia School.
Un segundo círculo
por el que se ponían en acción las políticas promovidas por la SMP
se concentraba en fundaciones dedicadas a la promoción de la
educación y las doctrinas neoliberales, por ejemplo, el Fondo
Volker, una institución dotada por un megamillonario estadounidense,
originalmente filantrópica, que se transformó en una de las
fundadoras de la SMP y desarrolló entidades filiales como la
Intercollegiate Society of Individualists (ISI), que más adelante
fue rebautizada con un nombre más inocente como Intercollegiate
Studies Institute, y la Fundación para la Educación Económica.
Un tercer círculo
lo constituían los centros de investigación privados o think
tanks , en
principio el Institute for Economic Affairs, el American Enterprise
Institute, el Schweizerisches Institut für Auslandsforschung
(Instituto Suizo para Estudios Internacionales) que luego se
multiplicaron por todo el mundo con denominaciones similares.
A
su vez, estos centros desarrollaron su propia red de protección y
fachadas, a menduo bajo la forma de centros satélites u ONGs
especializados en el abordaje rápido de temáticas puntuales para
ayudar con
“argumentos”, “encuestas” y presuntos estudios a
políticos “amigos”, a
especialistas en la aplicación de políticas neoliberales, en
sus campañas propagandísticas
o
electorales y desde leugo para alimentar a los medios de comunicación
que les pertenecen o que forman parte de su red.
Los centros satélites procuran borrar las huellas de la
“información” que suministran, de los intereses que promueven,
de la financiación que los mantiene; se especializan en “operaciones
de objetivo único” que pueden apuntar a campañas electorales,
campañas de desprestigio de quienes se les oponen, campañas
religiosas, ambientalistas, sanitarias, reivindicativas o cualquier
otra que por su forma puntual permita ocultar su vinculación con una
plataforma política amplia y omnicomprensiva como es la del
neoliberalismo.
Los miembros de base de estos centros satélites, así como los
participantes benévolos en estas operaciones no suelen percibir la
extensión de la red o la relación entre los distintos círculos de
la política neoliberal porque estos han sido concebidos para que el
origen de la energía, la financiación y las ideas promovidas no se
pueda inferir más allá de los límites del círculo en cuestión.
MORGENTHAU, MODERNISTA REACCIONARIO Y LOS DIÁLOGOS REALISTAS
El
realismo en relaciones internacionales a menudo vincula sus orígenes
con el filósofo
británcio
Herbert Butterfield (1900
– 1979) y
su
compatriota, el feroz opositor del empirismo, el historiador E.H.
Carr (1892
– 1982) pero según Mirowski (Op.Cit 227) nadie y mucho menos Hans
Morgenthau en su intento de establecer una genealogía del realismo,
ha anotado que en 1919 Carl Schmitt proponía una “investigación
de la realidad” como antídoto apropiado para el romanticismo
político. De modo que el realismo de Morgenthau, tan influyente en
la política internacional del imperialismo, puede interpetarse como
un intento relativamente exitoso para trasladar una versión
aparentemente menos agresiva del modernismo reaccionario a los medios
gubernamentales de los Estados Unidos. Desde su retiro en
Plettenberg, Schmitt sostenía, después de 1945, que el recurso a
las típicas formas liberales de resolver conflictos se apoyaba en
una ficción.
En
sus textos de las décadas de 1940 y de 1950, Morgenthau seguía el
hilo del modernismo reaccionario, denunciaba el “positivismo” y
no solamente el positivismo legal de su amigo Hans Kelsen (1881-
1973) 12.
Equiparaba
el utilitarismo con el cientificismo y observaba que el ideal del
cientificismo aplicado a la política implica la desaparición de
ésta. El fundamento de estas denuncias se remontaba directamente a
quien había sido su crítico implacable cuando ambos estaban en
Berlín, Carl Schmitt. Este sostenía que negar la existencia del
poder como un fenómeno separado implicaba erradicar el asunto
esencial de la política.
Se
dice que sostener una “verdadera” teoría política habría
sido
muy impopular con el público estadounidense, de modo que en la obra
de Morgenthau los vínculos con el modernismo reaccionario alemán
están disimulados y en muy pocos momentos indica en forma explícita
su deuda con él,
por ejemplo cuando señala que el poder corrompe, no solamente a los
actores de la escena política sino también a los observadores, como
lo habrían sostenido – dijo – los
destacados representantes del romanticismo político, Adam Muller y
Carl Schmitt.
Tanto
Morgenthau como von Hayek, consideraban
que los
intentos de la entreguerra para construir un Estado liberal
(prototípicamente la República de Weimar) habían sido un desastre
y no solamente en el terreno internacional. El diagnóstico de ambos
correría por vías paralelas pero el punto de destino sería
bastante diferente. La
ponencia que presentó Morgenthau durante la Conferencia auspiciada
por la Fundación Rockefeller (que también patrocinó a von Hayek en
los Estados Unidos), en 1954, señalaba que la política
internacional es desarrollada
por hombres racionales a través de medios
racionales, hasta que resulta
que dicha política es
desviada de su
curso racional a causa de errores de juicio y preferencias
emocionales, estas últimas especialmente cuando la política
internacional está sometida al control democrático. Este
era un típico tema schmittiano que dejaba en evidencia la crisis del
Estado liberal.
En
“El concepto de lo político” 13,
Schmitt había escrito que aunque el liberalismo no ha negado
radicalmente al Estado, tampoco ha avanzado una teoría positiva
sobre el mismo y solamente ha intentado atar lo político a lo ético
y subyugarlo a la economía. Precisamente este último ha sido el
camino recorrido por el neoliberalismo aunque von Hayek podría haber
suscrito fácilmente afirmaciones de Morgenthau en el sentido que si
se le confiara el poder a las mayorías, las salvaguardas liberales
serían innecesarias pero, como no se puede confiar en eso, sus
libertades deben ser restringidas precisamente en aras de la libertad
14.
Morgenthau
rechazaba le afirmación de los catedráticos de Derecho que
sostenían que eran capaces de comprender la dinámica de los asuntos
internacionales basándose en presupuestos schmittianos. La cuestión
– decía – no es tratar de contestar qué es la ley sino qué es
lo que debería ser y esa respuesta no puede ser dada por un abogado
sino solamente por un estadista.
En una jugada similar a la de von Hayek en la década de 1940,
Morgenthau intentó desmarcarse de sus rivales acusándolos de
cientificismo, haciendo de este cargo una razón por la que las
ciencias sociales y especialmente los entusiastas conductistas que
dominaban el campo en la década de 1950 debían mantenerse bien
apartados del estudio de las relaciones internacionales: en la esfera
internacional – fulminaba – la reducción de los problemas
políticos a proposiciones científicas nunca es posible.
Especialistas
como William Scheuerman 15
opinan
que “Morgenthau nunca fue realmente capaz de pensar creativamente
acerca de la posibilidad de un nuevo orden global porque tenía
demasiado bagaje intelectual schmittiano” . Lo mismo podría
decirse de von Hayek.
Las
diferencias y las similitudes, entre los realistas de Morgenthau y
los neoliberales de von Hayek, son muy elocuentes. Ambas
doctrinas tenían una inflexión hacia el modernismo reaccionario y
partían de la premisa que las concepciones liberales del Estado
estaban condenadas a fracasar y que la corrupción del Estado se
manifestaba en las patologías de la democracia parlamentaria. Sin
embargo, los neoliberales se abrieron camino hacia una posición que
planteaba como solución la infiltración y copamiento del aparato
estatal por un conjunto de cuadros de elite que se encargaría de
recrear y estructurar una sociedad regida por el mercado (ejemplo
típico pero no único los Chicago Boys en Chile con la sangrienta
dictadura de Pinochet).
Los
realistas primigenios no tenían necesidad de promover medidas tan
drásticas y brutales porque imaginaban que
una elite de diplomáticos podrían
desarrollar sus
acciones en la esfera transnacional y
aplicar
la
lógica de la contención y el equilibrio de poder
que primó durante la Guerra Fría
y
que ahora
recorre el mundo bajo la forma de la
estrategia de emplear las fuerzas militares como presión, en todo el
orbe,
y
blandir el riesgo
de una catástrofe termonuclear.
Morgenthau
no fue sino el “realista “ original pero
el gran realista y figura de primera magnitud fue Henry Kissinger y
nada pinta mejor sus tesituras que la conversación que mantuvo con
el presidente Richard Nixon, el 16 de setiembre de 1973, cinco días
después que Pinochet y sus secuaces dieran el golpe de Estado en
Chile.
"Nixon: ¿Hay algo nuevo que sea de importancia?Kissinger: Nada grave. Lo de Chile es cuestión de consolidación y por supuesto los periódicos son sangre por todos lados porque un gobierno procomunista ha sido derrocado.Nixon: ¡es que acaso eso no es nada, ¿qué acaso eso no es algo de importancia?!.Kissinger: simplemente están de luto, en vez de celebrar, me refiero, en el período de Eisenhower hubiésemos sido héroes.Nixon: bueno, pero como tú bien sabes, nuestra mano no debe detectarse en este caso.Kissinger: Sí, de eso no hay duda. Me refiero a que les ayudamos [ilegible] crea las condiciones tan grandes como sea posible.Nixon: Muy Bien. Y eso es lo que se va a hacer".
1
En 1947, F.A.
von Hayek
convocó a 36 intelectuales, la mayoría economistas, junto con
historiadores y filósofos en el Hotel
du Parc en la
villa de Mont Pélerin,
en
Suiza, para discutir la situación y el posible destino del
capitalismo y el poder
mundial. Entre sus
miembros se contó
Ludwig Erhard
conductor del llamado
“milagro alemán”;
Jacques Rueff, defensor del patrón
oro; Ludwig
von Mises el economista austríaco mentor de von
Hayek, el periodista estadounidense Walter Lippman, divulgador del
término “guerra fría”, el filósofo Karl Popper y el abogado y
economista uruguayo Ramón Díaz Gaspar (1926 – 2017) quien
presidió la Mont Pélerin en 1998.
2Mirowski,
Philip (2011) “Realism and Neoliberalism”. En: Guilhot, Nicolas
(2011) The Invention of International Relations Theory (210:238)
Columbia University Press, Nueva York.
3Cfr.
Cap. 11º “The Third's Reich Biopolitical Modernisn” En:
Griffin, Roger ( 2007) Modernism and Fascism. The Sense of a
Beginning under Mussolini and Hitler. Palgrave Macmillan,
Londres.
4El
solipsismo que aproximadamente traducido del latín significa “solo
yo existo” es una doctrina filosófica de subjetivismo extremo
según la cual solo existe o solo puede ser conocido el propio yo.
5Zubillaga,
Carlos (2015) Una historia silenciada. Presencia y acción del
falangismo en Uruguay (1936-1955). Tomo 1. Ediciones Cruz del Sur;
Montevideo.
6Una
comunidad epistémica es un grupo de expertos, provenientes de
distintas disciplinas, que se proponen promover una doctrina
política específica, desarrollarla y aplicarla en forma práctica.
De hecho es un sinónimo de la expresión inglesa “think tank”,
una institución o centro de investigación privado que se ocupa de
la reflexión e investigación sobre políticas sociales,
estrategia, economía, conflictos internacionales y asuntos
militares, tecnología, cultura, etc. Los “think tanks” suelen
ser asociaciones civiles sin fines de lucro u organizaciones no
gubernamretales (ONG) que tienen contactos con grupos de presión,
instituciones aparentemente académicas, partidos políticos o
grandes corporaciones que los financian pero tratan de presentarse
como desprovistos de una orientación ideológica ostensible. Los
análisis y recomendaciones que producen están pensados para
incidir sobre las decisiones gubernamentales.
7
Según Schmitt,
en el origen mismo del
derecho hay una
decisión no
condicionada; el
concepto, según él, proviene de la filosofía de Thomas
Hobbes a quién considera el exponente clásico del decisionismo
que, en defintiva, se basa en el principio de autoridad: autoritas,
non veritas facit legem
(las leyes las hace la autoridad, no la verdad) que
naturalmente es el fundamento de todas las tiranías.
8Por
ahora digamos que el realismo en las relaciones internacionales
establece que estas no son benévolas sino egoístas y competitivas,
en contraste con otras teorías como la liberal. También asume que
el sistema internacional es anárquico y que los Estados deben de
relacionarse entre ellos y no guiarse por las directrices de una
entidad de control supranacional como las Naciones Unidas. Para el
realismo son los Estados soberanos, y no las instituciones
internacionales, las ONG o las corporaciones multinacionales, los
principales actores en las relaciones internacionales. Cada Estado
es un actor racional que actúa siempre según sus intereses para
garantizar su propia seguridad. En ese marco las relaciones
interestatales están condicionadas por su nivel relativo de poder,
determinado por las capacidades estatales, tanto económicas como
militares. Además, los realistas creen que los Estados son
inherentemente agresivos ("realismo ofensivo") y que la
expansión territorial tan sólo se limitará mientras existan otros
poderes en oposición.
9Un
ejemplo de alabanzas hagiográficas (en el sentido de “vidas de
los santos”) es la biografía producida por Ebenstein. Cfr.
Ebenstein, Alan (2001) Friedrich Hayek. A biography.
Palgrave, Nueva York.
10El
físico y filósofo austríaco Ernst Mach (1838 – 1916) rechazó
de forma contundente toda metafísica y religiosidad convirtiéndose
por ello en uno de los representantes más destacados del
positivismo de principios del siglo pasado. Sostenía que para la
ciencia no hay declaración admisible si no es empíricamente
comprobable. Con Richard Avenarius creó el empiriocriticismo que
se proponía "limpiar" la concepción de la
experiencia de los conceptos de materia, necesidad y causalidad, que
concebía como apercepciones apriorístícas (conceptos
intelectivos) legítimamente asignados a la experiencia. El
empiriocriticismo fue criticado por por V.I. Lenin en “Materialismo
y empiriocriticismo” (1909).
11
Las teorías de la complejidad tratan cuestiones relativas al
desorden, al
caos, la no-linealidad, el no-equilibro, la incertidumbre, la
contradicción, el azar, la temporalidad, la emergencia, la
auto-organización. Con ello tratan de extender los límites de la
ciencia más allá de las fronteras que marcan el mecanicismo, el
reduccionismo y el determinismo. Es
un campo con límites borrosos que abarca a las teorías de los
sistemas complejos en sentido amplio (sistemas dinámicos, sistemas
no lineales, sistemas adaptativos), la teoría del caos y los
fractales. El término “complejidad
organizada”
fue introducido por Warren Weaver (1948) en “Science
and Complexity” que
puede considerarse como una de las contribuciones fundacionales del
campo.
12El
jurista austríaco Kelsen fue el autor de la Teoría Pura del
Derecho: un análisis del Derecho como fenómeno autónomo de
consideraciones ideológicas o morales, que excluía cualquier idea
de Derecho natural. Concluyó que toda norma emana de otra norma,
remitiendo su origen último a una norma hipotética fundamental,
que es para Kelsen una hipótesis o presuposición trascendental.
Más tarde, situó dicha norma en el Derecho internacional, por lo
que defendió la primacía de éste sobre los ordenamientos
nacionales.
13El
Concepto de lo político (Der
Begriff des Politischen), de Carl Schmitt - publicado
originalmente en 1927 y revisado por el autor en 1932 y 1933 - es
una obra considerada como clásica del pensamiento schmittiano
(modernismo reaccionario), con resonancias derechistas
contemporáneas sobre lo político, lo constitucional y lo jurídico.
14Eso
es lo que sostenía Morgenthau (1958) en Dilemmas of Politics;
Chicago, University of Chicago Press.
15William
E. Scheuerman's
es un especialista en pensamiento político moderno, pensameineto
político alemás, teoría de la democracia, teoría legal, y
política internacional. Actualemnet es catedrático de la
Univerdidad de Indiana en los Estados Unidos es autor de Civil
Disobedience (Polity Press, 2018), Between the Norm and the
Exception: The Frankfurt School and the Rule of Law (MIT, 1994)
y de Carl Schmitt: The End of Law (Rowman &
Littlefield, 1999).