El hilo conductor de las políticas abyectas
CARL
SCHMITT Y EL RECICLAJE DE LOS JURISTAS NAZIS
por
Fernando Britos V.
Los colegas y
discípulos de Schmitt se reciclaron rápidamente, a partir de 1945,
y devinieron de corifeos del nazismo en académicos, magistrados y
teóricos neoliberales que ocuparon los más altos cargos en la
República Federal Alemana y ganaron predicamento en los países
anglosajones y en la España de Franco. Fueron ideólogos de la
Guerra Fría e inspiradores de la derecha neoschmittiana, de los
neoconservadores europeos y estadounidenses y llegaron a erigirse en
mentores ideológicos de las vertientes fundamentalistas cristianas y
corporativistas que se manifestaron en las dictaduras
latinoamericanas en el siglo pasado, por un lado, y justificadores de
los crímenes de la “escuela francesa de contrainsurgencia”, por
otro .
1 - ALMA DE RATA
Como señalábamos
en un artículo anterior, Carl Schmitt fue uno de los principales
críticos alemanes del ordenamiento de Europa que resultó de la
Primera Guerra Mundial. Su idea de lo político como determinación
de amigo y enemigo con fines de unidad nacional, su concepción de la
guerra como culminación de la política, su antisemitismo arraigado
en la exigencia de homogeneidad racial se apoyaban en los antiguos
enemigos de la Ilustración, que abominaban de la Revolución
Francesa y rechazaban la democracia liberal burguesa, la laicidad y
la secularización de la sociedad en nombre de un catolicismo
fundamentalista y archireaccionario.
Sus resentimientos
antiburgueses - expresados desde una posición absolutista y
contrarrevolucionaria – le llevaron a manifestarse contra la
seguridad apolítica de una forma de vida cómodamente asentada en
una combinación de propiedad privada y garantías jurídicas. Su
antipositivismo es conocido.
El antianarquismo,
antimarxismo y antibolchevismo de Schmitt fue proverbial y constante,
desde su juventud hasta su muerte. Sus ideas coincidían con el
nacionalsocialismo y aunque despreciaba a Hitler jugó un papel clave
en la legitimación del régimen, entre 1933 y 1936, y participó
hasta 1945 de actividades políticas, de justificación y
adoctrinamiento desde su cátedra. Diseñó un programa político y
científico de superautoritarismo contrarrevolucionario, que revalida
la soberanía y la convierte en lo puramente político (más allá
del Estado de derecho) que se apoya en la declaración del enemigo
(preferentemente el enemigo absoluto) para galvanizar la homogeneidad
política y existencial y desde luego religiosa. Esta problemática
es la característica de toda la obra del hombrecito de Plettenburg,
desde la época del Kaiser hasta la Teología Política II en
la República Federal Alemana (RFA) 1.
Toda su obra está
apoyada en un desencanto metafísico que era la otra cara de una
escatología negativa y una filosofía teológica de la historia. Su
concepción absoluta del Estado como katechon (pronúnciese katejón),
el mecanismo de contención frente al socialismo que identificaba con
el Anticristo, y su concepto de lo político, no forman parte de un
sistema y no fueron los que le llevaron automáticamente a afiliarse
al NSDAP 2
pero son la clave para entender las afinidades estructurales de
muchos intelectuales alemanes con la ideología y la praxis del
nazismo. Benno Teschke dice que de este modo Schmitt y otros
intelectuales alemanes de ultraderecha “estaban predestinados a
unirse al nazismo” 3.
Respecto a la
concepción schmittiana de soberanía, que Teschke califica como
“desocializada”, agrega “también sigue curiosamente
despolitizada: el autor intenta identificar un punto arquimediano no
sólo fuera de la sociedad, sino igualmente fuera de la política –
superaislado de cualquier contestación sociopolítica – para
neutralizar por completo la política interior: ultrasoberanía. Esta
perspectiva extrapolítica se escoge deliberadamente – y en esto
convergen la teología política y el hiperautoritarismo – para
determinar con exactitud esa ubicación quimérica que reestabiliza
los procesos sociales, ex nihilo, pero con una fuerza abrumadora: la
apoteosis del Estado”. 4
Cuando el derrumbe
del Tercer Reich, Schmitt eludió hábilmente sus responsabilidades,
consiguió escapar a los juicios de Nuremberg y aunque perdió su
biblioteca y no recuperó su cátedra se libró de la prisión o la
horca y se transformó en el gurú privado de los neoconservadores,
los agresivos promotores de la revolución conservadora y de los
combatientes de la Guerra Fría.
Antes de abordar a
sus discípulos, herederos e imitadores, alemanes y extranjeros,
hagamos un par de señalamientos sobre los conceptos de Schmitt que
nos ayudarán a comprender porque algunos de sus trabajos han
resultado atrayentes para algunos de los llamados escritores
posmodernistas y posmarxistas, aún los que se consideran de
izquierda.
La interpretación
que Schmitt hace del periodo clásico de la civilización
interestatal europea (desde principios de la Edad Moderna hasta
1914), el Ius publicum europaeum, se abstrae de los valores e
intereses que operaban y se contraponían. América, por ejemplo,
aparece como un vacío desubjetivado, como una ficción histórica
pero además – dice Teschke – pone de manifiesto la analogía
entre el genocidio de los pueblos indígenas americanos y el
genocidio de los judíos europeos y la revolución espacial de
Hitler.
Cuando toca la
guerra como tema, Schmitt hace manipulaciones y amontona falsedades
similares a sus consideraciones sobre dicha civilización
interestatal europea. Por ejemplo, la guerra entre monarquías en
Europa (desde mediados del siglo XV hasta el XVIII aproximadamente)
la presenta como un duelo entre caballeros, civilizado y acotado,
limitado en el tiempo y humanizado en sus prácticas. La verdad es
que todo el periodo fue un estado de guerras permanentes que devoró
a las familias reinantes, agotadas y destruidas por los enormes
recursos que consumían, por la imposición de impuestos agobiantes,
por el descontrol y la desintegración de las comunidades y sobre
todo por los terribles sufrimientos que la guerra representaba para
la población (muerte y robos, saqueos y requisas, violaciones,
trabajos forzados, toma de rehenes, ruina de las cosechas, etc.) 5.
Schmitt había
tomado de Clausewitz 6
los conceptos de “guerra limitada” y “guerra total”, muy
burdos para dar cuenta de la verdadera naturaleza de la guerra a
comienzos de la Edad Moderna. Las guerras anteriores a las
revoluciones burguesas (tanto la Revolución Inglesa como la
Francesa) no fueron en modo alguno limitadas. Las alusiones de
Schmitt no aluden a la frecuencia, la duración, la magnitud y la
intensidad de las guerras prerevolucionarias.
Al final de la
llamada Guerra de los Siete Años - una serie de guerras
internacionales que tuvieron lugar entre 1756 y 1763 que incluso
afectaron las provincias del que sería a poco el Virreinato del Río
de la Plata – Prusia, que fue uno de los beligerantes, había
perdido las dos terceras partes de sus ejércitos (180.000 bajas) que
equivalían a la novena parte de su población.
La guerra nunca
estuvo humanizada. No existía una distinción clara entre
combatientes y no combatientes. La logística de los ejércitos era
totalmente inadecuada: los generales de la nobleza viajaban con sus
vajillas, mobiliario y guardarropa pero los soldados debían
confiscar su comida y abrigo de la población o pasar hambre a la
intemperie. 7
En la aparente
erudición de Schmitt lo social no aparece. Los acontecimientos
históricos mundiales, la Revolución Inglesa, los orígenes del
capitalismo y la Revolución Industrial, la Revolución Francesa,
Napoleón, el colonialismo y el imperialismo del S. XIX, la
Revolución Rusa, son tratados con asombrosa superficialidad o
simplemente ignorados.
En suma, el
pensamiento político y la narrativa histórica de Schmitt son
empíricamente insostenibles, teóricamente erróneos y llenos de
contradicciones, omisiones y mistificaciones. El jurista alemán dio
prioridad y valor a lo político y lo geopolítico (su concepción de
Grossraum) al margen y en contra de lo social. Cuando fue
interrogado en Nuremberg negó cualquier afinidad entre su Grossraum
y el Lebensraum de los nazis, a pesar de sus grandes
similitudes. También negó sus contactos con los capitostes nazis a
pesar de haber sido un protegido de Herman Goering y destacó las
sospechas que Himmler y sus colegas y rivales de las SS, Reinhard
Höhn y Werner Best, proyectaron sobre él. 8
Schmitt se burló de
los intelectuales alemanes que se sometieron al proceso de
desnazificación en las zonas estadounidense, británica y francesa
de la Alemania ocupada. Él, como Heidegger, se negó a someterse a
ese proceso que, desde el punto de vista político, implicaba un
retorno al liberalismo que tanto detestaba en el marco del
reordenamiento ideológico que impusieron los Estados Unidos en
Europa y que encabezó el astuto político católico Konrad Adenauer
(1876-1967)9.
Desde su casa de
Plettenberg, donde montó una especie de seminario privado permanente
y en sus visitas a la España franquista y el contacto permanente con
sus discípulos y ex colegas nazis, Schmitt se dedicó a reafirmar la
naturaleza estrictamente jurídica de sus obras. Además intentó
reciclar un argumento que él mismo había utilizado para combatir
las condiciones que el Tratado de Versalles había impuesto a
Alemania al final de la Primera Guerra Mundial para descalificar la
justicia política de los Juicios de Nuremberg promovidos por los
aliados en 1945 (nullum crimen, nulla poena sine lege).
De hecho llevó a
cabo una redefinición táctica de su producción intelectual.
Refritó y reescribió la totalidad de sus obras. Entre ellas se
destaca su Teoría del Partisano (mejor traducida como Teoría del
Guerrillero) subtitulada Observaciones al Concepto de lo Político.
Se trata de un texto originalmente producido en 1932, antes del
gobierno hitleriano, y refritado en 1962 para sendas conferencias en
Pamplona y Zaragoza, que fue muy frecuentado durante la Guerra Fría
y en ciertos círculos de izquierda y de derecha 10.
Schmitt viajaba
bastante y participaba en exclusivos “seminarios sobre
organización”, que celebraba en Ebrach (un pueblito de Baviera)
nada menos que Forsthoff que los denominaba “contrauniversidades”.
En España encontró un segundo hogar intelectual, los corifeos del
franquismo lo consideraban “venerado maestro”.
2 - CÓMPLICES,
CONFIDENTES Y DISCÍPULOS RECICLADOS
La pléyade de
adeptos de Carl Schmitt se extendía por Europa pero su principal
concentración se encontraba en Alemania, España, Francia e Italia.
Después, algunos de los primeros discípulos lo introdujeron en los
países anglosajones. A América Latina Schmitt llegó a través de
sus exégetas franquistas, monárquicos y especialmente los
ultramontanos y fundamentalistas católicos. Ya lo veremos.
Schmitt dedicó su
Theorie des Partisanen precisamente
a Ernst Forsthoff (por
su sexagésimo cumpleaños, el 13 de setiembre de 1962). El
entonces cumpleañero fue el
más allegado de sus discípulos y su confidente permanente. A su
muerte se encontraron más de trescientas extensas cartas, producto
de la correspondencia entre ambos colegas. El corresponsal de Schmitt
fue un abogado constitucionalista y administrativista nazi
que hizo carrera como catedrático, durante el Tercer Reich, en las
universidades de Frankfurt, Hamburgo, Köenigsberg y Viena. En esta
última y
en el año 1942 tuvo algún problemita con la Gestapo (seguramente
no por razones políticas) y se trasladó a Heidelberg donde siguió
en la docencia hasta 1945.
En
1933 había producido su artículo clásico, “Der totale
Staat”, que promovía el
Führerprinzip (el
poder exclusivo e ilimitado de Hitler). El gobierno de la zona de
ocupación estadounidense le prohibió enseñar hasta que,
en 1952, retomó su cátedra
en Frankfurt.
Después de la guerra se presentó como un acérrimo derechista que
rechazaba los derechos constitucionales (positivismo legal) y apoyaba
el Rechstaat opuesto
al Sozialstaat
propuesto por los socialdemócratas.
Los discípulos más
connotados de Schmitt fueron invariablemente juristas que hicieron
carrera bajo el régimen nacionalsocialista y que no solamente
eludieron su responsabilidad en los crímenes del mismo sino que
ocuparon un sitial destacado en la RFA, fueron aclamados como grandes
profesores y homenajeados con publicaciones especiales con motivo de
su jubilación. Eran individuos nacidos en los primeros años del
siglo XX. A continuación citamos algunos de los discípulos nazis
reciclados:
Theodor Maunz (1901
– 1993) perteneció a una secta católica nazi y después de la
guerra se transformó en exégeta de la Ley Fundamental de Bonn (la
Constitución neoliberal de la RFA). Fue mentor del recientemente
fallecido Roman Herzog (1934 – 2017), abogado y político
democristiano que llegó a ser Presidente de Alemania entre 1994 y
1999.
Karl Larenz (1903 –
1993) otro profesor nazi que ingresó a la Universidad de Kiel, en
1933, cuando ocupó la vacante del expulsado Gerhart Husserl
(profesor de derecho, hijo del filósofo judeoalemán Edmund Husserl)
y considerado ella par de Schmitt como jurista comprometido con la
legitimación del régimen hitleriano.
Franz Wieacker (1908
– 1994) otro nazi, especialista en historia del derecho romano, que
hizo carrera no casualmente en la Universidad de Kiel.
Karl Michaelis (1900
– 2001) profesor nazi que se desempeñó como Decano en la
Universidad de Leipzig entre 1942 y 1944.
Wolfgang Siebert
(1905 – 1959) Fue miembro destacado de las Juventudes Hitlerianas.
Ocupó la cátedra de derecho laboral en Gotinga desde 1950 y en
Heidelberg desde 1957. Uno de sus admiradores españoles escribió de
Siebert que había “superado magistralmente, fruto de inigualable
habilidad, los efectos de la derrota del nacionalsocialismo”.
Otros nazis
reciclados en la RFA como grandes profesores de Derecho fueron Ulrich
Scheuner (en Bonn), Georg Dahn (en Kiel), Friedrich Schaffstein y
E.R. Huber (en Gotinga), Herbert Krüger (en Hamburgo).
El legado de
Schmitt, recayó en los neoschmittianos alemanes, influidos por su
orientación filosófica e ideológica, aunque no hubiesen sido sus
discípulos. Además estos individuos no necesariamente habían
tenido responsabilidades en el aparato del nazismo, en la enseñanza
o en el gobierno. La mayoría no fueron afiliados al NSDAP o a las
Juventudes Hitlerianas aunque, invariablemente, pertenecieron a los
sectores derechistas y neoconservadores alemanes. Por otra parte
provenían de una serie de disciplinas más allá del Derecho y la
mayoría había nacido en el periodo de entreguerras.
Una relación
mínima debe incluir a:
Ernst-Wolfgang
Böckenförde (nacido en 1930) se doctoró en 1956 y es considerado
una de los más destacados profesores de Derecho de Alemania. Integró
la Corte Constitucional de la RFA, autor de más de 20 libros y 80
artículos sobre teoría constitucional, filosofía política
conservadora y teología católica. Sus ideas fueron criticadas por
Jürgen Habermas.
Johannes Winckelmann
(1900 – 1985) fue el editor de Max Weber.
Reinhart Koselleck
(1923 – 2006) historiador también influenciado por Gadamer.
Roman Schnur (1927 –
1996) Profesor de Derecho Público.
George Schwab
(nacido en Letonia en 1931) politólogo estadounidense especialista
en Política Internacional e integrante de un “think tank”
conservador.
Odo Marquardt (1928
– 2015) Filósofo del llamado conservadurismo simple, minimalista
escéptico, promotor de la tradición y las costumbres.
Wilhelm Grewe (1911
– 2000) Chovinista alemán; diplomático de la Guerra Fría (este
si había hecho gran carrera durante el Tercer Reich).
Algunos juristas y
profesores alemanes tuvieron posiciones ambiguas antes que el régimen
de la República de Weimar se hundiera, en 1933, como Carl August
Emge (1886-1970) que se plegó al nazismo pero mantenía
“discrepancias” porque era nitzcheano y Erik Wolf (1902-1977)
nazi pero teólogo de la iglesia evangélica alemana. Hubo otros que
no se comprometieron demasiado pero contribuyeron con algunas loas al
Führer o al orden jurídico nazi, como fue el caso de Karl Engisch
(1899 - 1990) o Hans Welzel (1904 - 1977). Unos pocos se mantuvieron
al margen de la política o cambiaron de tema pero fueron despedidos
de sus cátedras, como el socialdemócrata Gustav Radbruch (1878 -
1949) (que sin embargo siguió escribiendo y publicando en Alemania)
y Ulrich Klug (1913-1993) que después de la guerra se incorporó al
Freie Demokratische Partei (un partido liberal clásico).
Desde luego los profesores judíos y los más comprometidos con la
izquierda fueron expulsados y debieron exiliarse.
Juan Antonio García
Amado11
en su blog “Dura Lex” se pregunta porqué la mayoría de los
juristas alemanes adhirieron al nazismo. “Echaron sus cuentas y
pensaron que se subían al carro de la Historia. Su conciencia la
entregaron porque era venal y miserable. Eran malas personas, eran
mezquinos y canallas. También cobardes”. Después de 1945 ni
uno asumió gallardamente culpas o errores, ninguno se disculpó.
Todos fingieron que no sabían lo que hacían o acusaron a los
ausentes. Empezando por el positivismo jurídico en general y por
Kelsen en particular. Explicaron que habían acatado los mandatos de
Hitler porque, debido a Kelsen, ellos habían sido positivistas
convencidos y que por eso no osaron desobedecer las leyes inicuas.
No solamente Schmitt
había proclamado que el constitucionalismo liberal era un invento de
los judíos para destruir al pueblo alemán. La mayoría afirmó que
el crimen no necesitaba tipificación legal para recibir el castigo
pues la esencia de lo criminal consistía en ser enemigo del Estado y
comportarse de modo contrario a la comunidad racial alemana.
Argumentos endebles porque esos académicos no se habían limitado a
obedecer sino que apoyaron y fundamentaron los crímenes con
entusiasmo.
El jurista alemán
Bernd Rüthers 12
(nacido en 1930) fue el primero que demostró sistemáticamente cual
había sido la catadura moral y académica de esos profesores. No
eran inocentes, no eran ingenuos, no eran simplemente ambiciosos, no
actuaban seducidos por una personalidad carismática. Eran inmorales
y perversos, sabían que legitimando el régimen y produciendo o
promoviendo las leyes fundamentales del nazismo abrían camino a los
crímenes más horrendos.
Los nazis no
desarrollaron un gran trabajo legislativo sino que se limitaron a
imponer unas pocas leyes importantes, manteniendo en todo lo demás
la legislación existente. Las leyes que menciona Rüthers son, entre
otras, la Ley de Habilitación (1933) 13,
la Ley para la Restauración del Funcionariado Público Profesional
del 7 de abril de 1933 y las Leyes Raciales de Nuremberg de setiembre
de 1935.
Después de la caída
del Tercer Reich la mayoría de los juristas mantuvo o recuperó sus
cátedras universitarias, retornaron a sus juzgados los jueces,
volvieron a la administración pública en la RFA, se reciclaron y
juraron que ahora estaban donde siempre habían estado, en la defensa
de la libertad, la igualdad y los derechos de la ciudadanía, contra
el comunismo y el marxismo y en pro de la democracia. Escribieron,
después de 1945, algunas de las grandes obras del pensamiento
jurídico del siglo XX pero con su vida produjeron también lo que se
ha calificado como “uno de los capítulos más oscuros de la
historia universal de la infamia”.
Muchos llegaron a
ocupar las más altas magistraturas de la RFA y de la Alemania
posterior a 1989. Se parapetaron en la lealtad de sus discípulos y
en la complicidad gremial, impidieron la circulación de sus textos
de la época nazi, mandaron a callar a los que sabían quiénes
habían sido y qué habían hecho. Hasta fines de la década de 1960,
en la RFA, no se publicó ni una linea recordando su oscuro pasado
reciente.
Las mejores pruebas
de la villanía de los juristas nazis – dice García Amado – las
aportaron estos personajes reciclados cuando apareció la Ley
Fundamental de Bonn (la Constitución de la RFA, en 1949) y la
alabaron con idéntico celo con el que habían producido la leyes
liberticidas y racistas del Tercer Reich. Después de la guerra
expresaron su inquebrantable fe en los derechos humanos y en la
dignidad de todos los seres, se convirtieron en exégetas
privilegiados de las nuevas normas democráticas liberales y
acogieron apresuradamente la nueva Jurisprudencia de Valores 14.
Además, Schmitt
generó “diálogos ocultos” con personajes que, en algunos casos,
eran o habían sido opositores suyos. Es el caso de Hans Morgenthau
(1904 – 1980) Politólogo estadounidense de origen judeo-alemán,
amigo de Kelsen y opositor de Schmitt hasta que abandonó Alemania en
1937. Morgenthau, un personaje relevante, complejo y polémico con su
“teoría realista de las relaciones internacionales” presenta, en
su política de poder, netas influencias schmittianas.
Otro personaje
influyente fue Leo Strauss (1899 – 1973) considerado “el padre de
los neoconservadores estadounidenses”, enemigo jurado de la
modernidad, que creía en la eficacia de la manipulación política y
el uso de la mentira porque había hecho suya la noción del combate
total de amigo contra enemigo y en el derecho natural del fuerte de
dominar al débil. Strauss fue mentor de Samuel Huntington, Francis
Fukuyama y Paul Wolfowitz, entre otros.
Los discípulos y
biógrafos de Carl Schmitt han tratado de disimular la
responsabilidad del hombrecito de Plettenberg en las barbaridades y
crímenes del nazismo y de la Guerra Fría, transformándolo de
activo promotor en una víctima pasiva de fuerzas situadas fuera de
su control. “Yo no he decidido nada – le dijo Schmitt a
Kempner – era Hitler quien decidía”.
Cuando en un próximo
artículo abordemos su “teoría del guerrillero” veremos
claramente la responsabilidad ideológica de Schmitt en los crímenes
cometidos por el imperialismo y el colonialismo, desde 1945, en
Indochina, en Argelia y en América Latina. Está claro que referirse
a las consecuencias políticas de las teorías de Schmitt no puede
pasar por la negación de su responsabilidad (la linea escogida por
él para su defensa y continuada por sus discípulos e interlocutores
para despegarse de los crímenes del nazismo) y tampoco por la
indignación moralista.
Como dice Benno
Teschke, muchos remiten púdicamente esa indignación al pasado nazi
de Schmitt y sus discípulos, convenientemente ocultado como vimos.
Sucede que muchos de los epígonos alemanes que blanquearon su pasado
desde 1945, en la RFA, siguieron siendo nazis y derechistas (como
Heidegger, que nunca se arrepintió) o como varios ilustres
profesores que, habiéndose transformado en paladines de la
democracia liberal y del neoconservadurismo, en su ámbito íntimo
seguían siendo fanáticos hitlerianos. Así ha sucedido con esa
generación, fallecidos a fines del siglo pasado y comienzos del
presente, cuando se han descubierto sus diarios íntimos y su
correspondencia reservada, rebosantes de desembozado racismo,
anticomunismo y añoranzas por el poder que tuvieron durante el
Tercer Reich.
La Doctrina de la
Seguridad Nacional que asoló América Latina en las décadas de 1960
a 1980 del siglo pasado, así como la “guerra global contra el
terror” que se desató después de los atentados de setiembre de
2001, durante el gobierno de George W. Bush, en los EUA, responde a
un esquema político claramente schmittiano: fortalecimiento del
Poder Ejecutivo en desmedro y por encima del parlamento o mediante la
disolución de este como en las dictaduras promovidas por los Estados
Unidos; limitación de las libertades civiles básicas (censura y
manipulación de la información, detenciones de opositores, llegando
a la tortura sistemática, las desapariciones y los asesinatos);
intervenciones bélicas bajo la forma de guerra o ataques preventivos
(incluso bajo la forma de estados de guerra interna); comisión de
crímenes de guerra y la negativa a aplicar la Convención de Ginebra
(en cuanto al tratamiento de los prisioneros y de la población
civil).
1Politische
Theologie II. Die Legende von der Erledigung jeder Politischen
Theologie. Berlín 1970) (hay traducción al español) fue uno
de los últimos libros escritos por Schmitt.
2NSDAP
– Sigla del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei,
conocido como Nazi.
3Teschke,
Benno (2011) “Decisiones e indecisiones. Recepciones políticas e
intelectuales de Carl Schmitt”. En: New Left Review, Nº 67,
enero-febrero del 2011. El Dr. Benno Teschke es catedrático de la
Universidad de Sussex y se ha especializado en Teoría Crítica y
Marxismo, Geopolítica y Pensamiento Político Alemán.
4Cfr.
Ob. Cit. Además hay que señalar que la teología política es una
concepción de la soberanía modelada por el absolutismo y la
plenitudo potestatis papal (el poder infalible del Papa).
5
Como en todas
aquellas guerras, las bajas entre los militares combatientes eran
mucho mayores a causa de enfermedades epidémicas que las causadas
por los sablazos, balazos o metralla de sus enemigos. Un
ejemplo paradojal fue, por ejemplo, se produjo en
1830,
cuando el
estallido de movimientos revolucionarios en
Europa y una crisis
política en Polonia
hizo que Clausewitz
fuera
Jefe de Estado Mayor del ejército de
Prusia, liderado por su amigo el Mariscal
de Campo Gneisenau.
Una
epidemia
de cólera
diezmó al ejército prusiano. Gneisenau enfermó y murió el 23
de agosto de 1831.
Clausewitz regresó a su hogar en Breslau, aparentemente sano, pero
falleció
víctima del cólera
el 16
de noviembre a los 51
años de edad.
6
Carl
von Clausewitz
(1780
- 1831)
fue un militar prusiano,
influyente historiador
y teórico de la ciencia
militar moderna,
conocido por su tratado De
la Guerra, en el
que desarrolla
un análisis sobre los conflictos armados, con
comentarios sobre táctica
y estrategia. Concebía
la guerra como una empresa política de alto vuelo, sin desconocer
la sangre y la brutalidad que implica. Consideraba
que todos los recursos de una nación deben ponerse al servicio de
la guerra cuando se decide su ejecución y
pensaba que, una vez iniciada, no debe detenerse hasta desarmar y
abatir al enemigo.
7Se
dice que Enrique de la Tour
d'Auvergne-Bouillon (1611 – 1675), el Mariscal
francés, debió cortar en pedazos su rica vajilla de plata para
remunerar a sus soldados amotinados por falta de paga.
8Reinhard
Höhn (1904-2000) y Karl Rudolph Werner Best (1903-1989) fueron
ambos juristas nazis, pertenecientes a las SS, criminales de guerra
y rivales de Schmitt. Los dos fueron adjuntos de Heydrich y jerarcas
de la Gestapo y la RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich).
Höhn fue profesor de derecho constitucional en la Universidad de
Berlín y uno de los teóricos del movimiento Völkisch; en 1945
pasó a la clandestinidad y reapareció en 1956, en la RFA, con una
academia para empresarios donde enseñaba “manejo del personal”;
en 1963 publicó un libro sobre “el ejército como educador de la
nación” y en 1970 otro sobre administración de empresas. Werner
Best por su parte fue Jefe de Personal de la RSHA, actuó en
Francia, en Dinamarca y fue uno de los organizadores de los
Einsatzgruppen (los batallones de exterminio); fue testigo en los
Juicios de Nuremberg, condenado a muerte en Dinamarca, donde fue
apresado, se le conmutó la pena por doce años de prisión y pronto
fue liberado, en 1951; constituyó una organización de ayuda a los
ex SS; en 1972 Polonia pidió su extradición para juzgarlo y la RFA
la negó; murió en Mulheim, Westfalia, a los 86 años de edad.
9
Miembro del Partido de Centro Católico, disuelto en 1933 a
instancias del Cardenal Pacelli (el futuro Pío XII) para abrirle
paso al nazismo, Adenauer
antiguo alcalde de Colonia, fundó en 1945 la Unión Demócrata
Cristiana, CDU (la misma de Ángela Merkel). Condujo el proceso del
llamado milagro alemán en la República Federal Alemana RFA (creada
en mayo de 1949), profundamente anticomunista y antisocialista,
promotor de la economía de mercado, aliado principal de la OTAN y
enemigo jurado de la República Democrática Alemana, RDA (que se
había creado en la zona de ocupación soviética en octubre de
1949) después que los intentos de reunificación fueron vetados por
los estadounidenses. Fue el primer Canciller de la RFA, desde 1949
hasta 1963 y uno de los patrones de la Guerra Fría (promovió el
rearme de la RFA mediante la creación de la Bundeswehr en 1955).
10Theorie
des Partisanen. Zwischenbemerkung zum Begriff des Politischen.
Berlín (1ª ed. 1963) . De las traducciones al español, la más
reciente es la de Trotta, en el 2013. Con prólogo de José Luis
López de Lizaga y epílogo del filósofo heideggeriano Franco Volpi
(fallecido en un accidente en el 2009) consiguen transformar el
opúsculo original de menos de 90 páginas en un libro de 120. Sin
embargo, nosotros preferimos la traducción efectuada por Denes
Martos, que fundamenta claramente la conveniencia del título Teoría
del Guerrillero (asequible en
http://www.scribd.com/people/view/3502992-jorge).
Próximamente dedicaremos un artículo a disecar exclusivamente
este clásico schmittiano.
11Asequible
en legis-pe/cual-es-el-precio-de-un-jurista
12Bernd
Rüthers, reconocido especialista en derecho laboral, historia y
filosofía del derecho, es el autor de dos obras fundamentales cuya
edición en español es relativamente reciente. Se trata de “Carl
Schmitt en el Tercer Reich”, editado en el 2004, por la
Universidad del Externado en Colombia mientras que el año pasado se
editó en Madrid, por la Cátedra de Cultura Jurídica, traducido y
prologado por García Amado, “Derecho degenerado. Teoría jurídica
y juristas de cámara en el Tercer Reich”.
13La
Ley para solucionar los peligros
que acechan al Pueblo y al Estado (Gesetz zur Behebung der
Not von Volk und Reich), conocida como Ley
Habilitante
de 1933 fue aprobada por el Parlamento alemán el 23 de marzo
de ese año, después que los diputados comunistas fueron encerrados
en campos de concentración. Mediante esta ley Hitler obtuvo plenos
poderes dictatoriales bajo una apariencia de legalidad.
14Se
refiere a la promovida por los popes de la llamada “economía
social de mercado”, entre los cuales se destaca Wilhelm Röpke
(1899 - 1966), secretario permanente de la secta de feroces
economistas neoliberales y sus acólitos, la Sociedad Mont Pelerin
convocada por Von Hayek e integrada además por varios príncipes y
aristócratas millonarios, por los economistas Ludwig Von Mises y
Milton Friedman, el filósofo Karl Popper y el uruguayo Ramón Díaz
(1926 – 2017) que la presidió entre 1998 y el 2000, entre otros.
Díaz fue un ideólogo neoliberal, que presidió el Banco Central y
fundó el derechista semanario Búsqueda en 1972.
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