martes, 6 de noviembre de 2018

Los reyes malditos I

Los Reyes malditos (I)

Fue el título que el francés Marcel Druon dio a sus novelas sobre los turbulentos monarcas Capetos y Valois contra los que lanzó su maldición el Gran Maestre de los Templarios, cuando era conducido a la hoguera, en 1314, a instancias del rey Felipe el Hermoso (¡Malditos, todos malditos hasta vuestra decimotercera generación! ). Sin que medien maldiciones puntuales y con base en calidades propias hay una familia, que se remonta a dinastías francesas, que también se habría ganado el renombre de “reyes malditos”: los Borbones españoles.
Hace más de tres siglos – con tres o cuatro breves interregnos – los Borbones españoles han sido una de las mayores plagas de la península ibérica. Sucesivos monarcas han perpetuado la opresión, el oscurantismo, el atraso, la corrupción y los vicios de las dinastías anteriores (desde antes de los bautizados como Reyes Católicos por el Papa Borgia, a fines del siglo XV, hasta los Austrias o Habsburgos que los sucedieron).
El último y estéril Habsburgo, Carlos II el Hechizado, murió en noviembre de 1700 y dejó como herencia la corona de España a los Bourbon y más precisamente al Duque de Anjou, nieto del Rey Luis XIV. En realidad la posibilidad de esa “herencia” se había cocinado en el Tratado de Ryswick, tres años antes. En 1697, Francia firmó la paz de la llamada Guerra de los Nueve Años que había enfrentado al Rey Sol con Inglaterra, España, los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico. En el pináculo de su poderío, el rey francés cedió algunos territorios, compró otros, devolvió Cataluña a España pero se aseguró la posibilidad de nombrar sucesor en el trono español.
En un juicio global sobre esta familia, el escritor Gabriel Rosselló ha dicho: “los Borbones se han caracterizado por hacer alarde de los valores del más rancio tradicionalismo en lo público, mientras que en lo privado mantenían un modo de vida libertino y en algunas ocasiones escandaloso. En mi opinión ha sido una familia aferrada al poder a cualquier precio, e incluso en ciertas ocasiones sus miembros han hecho prevalecer sus intereses personales sobre los dinásticos. Para perdurar han apoyado golpes de Estado y dictaduras y no han tenido problema en participar en represiones sobre la población disidente. Han engordado sin dudas el patrimonio familiar a merced de su preponderancia en España y han conspirado siempre a fin de obtener el mejor botín para sí mismos”.
Los Borbones han reinado en España desde 1700 hasta la actualidad excepto durante la ocupación napoleónica (1808 -1813), el Sexenio Revolucionario (1868 -1874), la Segunda República (1931-1939) y la dictadura de Franco (1939 -1975). Once Borbones han sido cabeza de la casa desde que el duque de Anjou se transformó en Felipe V, rey de España.
Sin pretensión de análisis histórico haremos un paneo de los Borbones en un par de artículos. En el primero empezaremos por el actual Felipe VI para remontarnos hasta su bisabuelo Alfonso XIII (es decir aproximadamente los Borbones de los siglos XX y XXI. En el segundo repasaremos los reinados de Alfonso XII, de Isabel II, de nuestro viejo conocido, Fernando VII – que reinó desde 1813 cuando Napoleón le devolvió el trono español – de Carlos IV, de Carlos III y del primer Borbón, Felipe V.
Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia (desde 2014 a la fecha)
Felipe VI, asumió como rey de España en el año 2014, con cuarenta y pico de años (nació en 1968) cuando la situación de su padre, sumido en escándalos de todo tipo había llevado a la monarquía a un desprestigio terminal. Su llegada al trono fue un recambio bien preparado. Con cuatro años de reinado, en medio de una gran campaña mediática para presentarle bajo las mejores luces, todavía no hay evidencias contundentes de un involucramiento directo en algunos de los incontables escándalos que han caracterizado las esferas empresariales y de gobierno en España.
Protegido por las infames leyes represivas heredadas del franquismo, que tipifican como delitos las “injurias a la Corona” y el “ultraje a España” y resguardan a los Borbones y al aparataje gubernamental y simbólico de cualquier crítica o denuncia. Sin embargo se aprecian indicios preocupantes de las características familiares que desvelan a la derecha española.
El monarca ha actuado con tibieza en materia de los derechos de sucesión al trono de su hermana, enterrada hasta los ejes en una gigantesca trama de corrupción y blanqueo de capitales. Aunque públicamente Felipe VI ha manifestado su rechazo a toda forma de corrupción, no es menos cierto que no ha forzado a su hermana, la infanta Cristina (responsable de la llamada trama Nóos) a renunciar a sus derechos dinásticos, con lo que hipotéticamente los españoles podrían terminar con una reina ladrona sentada en el trono.
Parece difícil que el rey ignorase los negocios sucios de su cuñado, el marido de Cristina de Borbón, el ex deportista y empresario ladrón Iñaki Urdangarín (actualmente preso privilegiado, condenado a cinco años), y no sería extraño que no haya estado implicado indirectamente en estos menjunjes.
Felipe ha dado su apoyo a Javier López Madrid, uno de los implicados en grandes escándalos de corrupción. López Madrid ostenta el cargo de consejero delegado del Grupo Villar Mir, miembro del consejo de administración de Fertiberia, consejero de Inmobiliaria Espacio, vicepresidente y consejero delegado de Grupo Ferroatlántica, presidente de Tressis, fundador y presidente del holding inversor Siacapital, miembro del World Economic Forum. Fue miembro del patronato de la Fundación Princesa de Asturias hasta marzo de 2016, un año después de haber sido procesado. Fue condenado en el caso de las ‘tarjetas black’ u opacas de Caja Madrid y está involucrado en otros procesos judiciales.
Cuando el empresario resultó salpicado por el escándalo de las tarjetas de Bankia, la reina Letizia le mostró su apoyo en un mensaje de texto. Cuando el yerno de Villar Mir, investigado por financiar ilegalmente al Partido Popular de Rajoy, se lamentaba que España “es un país muy difícil”, el propio rey le ratificaba: “¡Y tanto!”.
En 2016, el celular de López Madrid, reveló conversaciones con sus amigos los reyes, Felipe VI y Letizia Ortiz, en las que el empresario corrupto utilizaba la agenda del monarca para concertar reuniones entre el “rey emérito” Juan Carlos I y sus socios en el faraónico proyecto del ferrocarril de alta velocidad saudita (el AVE de Medina a la Meca) que supone un gigantesco negociado en el que están comprendidas empresas españolas.
Felipe VI ha sido criticado por realizar visitas oficiales para negociar con países que no respetan los derechos humanos, como es precisamente Arabia Saudita. Llegó a Riad en 2016, poco después de que la monarquía saudita hubiese decapitado a 47 personas, entre ellas el clérigo Nimr Baqr al-Nimr, un chiita opositor que se erigió como una de las principales voces contra las autoridades saudíes, denunciando la discriminación histórica de la comunidad chií en su país.
Asimismo ha hecho un recibimiento “con honores” al criticado gobernante egipcio, el golpista general Abdulfatah Al Sisi de quien la organización Human Rights Watch ha solicitado sea investigado por crímenes contra la humanidad por la brutal represión contra manifestantes egipcios.
Consecuente con la sempiterna actitud de los Borbones, el rey no ha alentado en ningún caso un debate sobre la pluralidad de España, apoyándose en la “indisoluble unidad patria” y tampoco se ha mostrado proclive a un “referéndum” sobre monarquía o república, poniendo los intereses dinásticos por encima de los de los ciudadanos. Asimismo, en el discurso de inauguración de la última legislatura de Mariano Rajoy, se mostró sin tapujos favorable a los partidos del bloque conservador, agradeciendo al PSOE su maniobra de alejamiento de la izquierda y de rechazo a Podemos. No es de extrañar pues que haya sido reiteradamente abucheado en estadios de fútbol y por los catalanes en Barcelona, cuando compareció junto con el impresentable Rajoy para solidarizarse con las víctimas de los atentados terroristas en las Ramblas.
Sobre la situación actual dice Hugo Martínez Abarca en Cuartopoder (Felpie VI y la imbecillitas regis): “La fragilidad de la monarquía es una confesión de parte: nos la gritan los silencios de la Casa Real, nos la susurran sus defensores más prudentes, nos la cacarean los opinadores más mamarrachos. Y esa fragilidad monárquica para delimitar a los partidos que anteponen el conservadurismo institucional a la transparencia, la decencia y, en definitiva, a la democracia”.
“Quien protege la corrupción en la cúspide del Estado está amparando la expansión de la corrupción por todo su andamiaje. Quien se opone a investigar el caso Corinna ¿con qué argumento defenderá que la Gürtel merecía una moción de censura? ¿Cómo puede alguien decirle a la familia Urdangarín-Borbón que Iñaki Urdangarín debe estar en la cárcel por haberse aprovechado de su pertenencia a la Familia Real para lucrarse ilegalmente?”
“Quienes miran para otro lado cuando la mierda alcanza al rey garantizan que la mierda se vierta sobre toda España. Hoy la imbecillitas regis es la principal grieta que sufren quienes pudrieron las instituciones del 78, que son los mismos que construyeron la Transición como una religión política. Esa fragilidad de la cúspide del edificio que ellos mismos se encargaron de pudrir es, por tanto, la principal oportunidad de quienes queremos una España limpia, moderna y democrática”.
Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón (1975-2014)
Aunque muchos en España han considerado a Juan Carlos I como un rey bonachón, campechano, partidario de la democracia, su trayectoria revela que no ha sido más que un Borbón vividor y “playboy” que ha antepuesto los intereses dinásticos y personales a los de los españoles. Ahora bien, los grandes medios de comunicación españoles han ocultado durante mucho tiempo las vergüenzas de este monarca.
En el Uruguay la visita del Borbón en mayo de 1983 y la reunión que mantuvo, al margen de la agenda de la dictadura, con políticos opositores le dio cierto efímero prestigio democrático pero hace tiempo que perdió ese halo por sus pasadas intervenciones soberbias a impertinentes en los asuntos latinoamericanos.
En 1947 aceptó la sucesión del dictador Franco, a pesar de que el Caudillo había desterrado a su padre, Don Juan, y lo había humillado en diversas ocasiones. Juan Carlos I mostró su ambición política desde muy joven y aceptó sin remordimientos la tutela y el encargo del dictador. Juró fidelidad a los principios fascistas del Movimiento Nacional en 1975. Nuevamente anteponiendo su persona a la de su padre, con tal de heredar el poder, aceptó el encargo de Franco de preservar la tiranía en España.
No le quedó más remedio que aceptar la Transición en 1978. “Aunque muchos hablamos de un postfranquismo – dice Gabriel Rosselló – nadie fue condenado por las atrocidades de la dictadura y de hecho algunos ministros de Franco crearon partidos políticos e incluso ocuparon ministerios en el nuevo gobierno. Juan Carlos es halagado por su actitud democrática, cuando lo que en realidad hizo fue extirpar un régimen de imposible continuidad dentro de una Europa democrática e imponer y perpetuar la monarquía en España, sin proponer un referéndum republicano”.
Fue intermediario ante varias dictaduras, especialmente la de la Argentina, a quien proporcionó ayuda, junto con varios empresarios y banqueros españoles como Emilio Botín. Distintos documentos revelan que el monarca mantuvo una estrecha relación con el régimen que encabezaba el siniestro Jorge Rafael Videla. En una conversación con un enviado del dictador, le aseguró que España sería su “más claro y leal amigo”.
En la Constitución de 1978 se blindó ante la ley. En un ejercicio de irresponsabilidad firmó el artículo en el que se le otorga impunidad legal y en el que se considera cualquier ultraje a la monarquía como un delito. Fomentó el culto a su personalidad. Como han denunciado varios medios internacionales, promovió la censura sobre su persona y la de sus hijos (baste recordar el secuestro de la revista humorística El Jueves en cuya carátula aparecían el entonces príncipe Felipe y Letizia en actitud amorosa explícita). Existe una larga lista de juicios y persecuciones por presuntas injurias a la Corona tipificadas como delito en el Código Penal.
Probablemente conocía y apoyaba ideológicamente el golpe de Estado de 1981, también conocido como 23F, un intento fallido perpetrado el 23 de febrero de 1981 por algunos mandos militares. Los episodios centrales fueron el asalto al Palacio de las Cortes en Madrid por un numeroso grupo de guardias civiles a cuyo mando se encontraba el teniente coronel Tejero. Tal y como publicó Der Spiegel en 2012 a partir de unos archivos desclasificados, es posible que Juan Carlos I estuviese con los golpistas pero parece que se echó atrás cuando vio que la intentona fallaba o bien pudiera haber sido una farsa preparada para reforzarse en la jefatura del Estado.
Juan Carlos I ayudó al Reino de Marruecos en su represión al pueblo saharaui. Muchas ONG han denunciado sus viajes para reunirse con Hassan II y Mohammed VI, ante quienes habría actuado como intermediario para la adquisición de armamento destinado a la mencionada represión.
El escándalo de la Fundación Nóos estalló durante su reinado y no hizo nada ante la imputación a su hija, la infanta Cristina, y a su yerno, Iñaki Urdangarín. Aunque en su discurso de Navidad afirmó que todos somos iguales ante la ley, no recordó que él es inmune, y en ningún momento despojó a su heredera de los derechos dinásticos, seguramente porque él mismo estaba al tanto de la corrupción. El desastre lo heredó su hijo y sucesor.
En medio de la catastrófica crisis económica que arrasó España, Juan Carlos I viajó a Botswana, en el 2012, para participar en un safari de super lujo. Después de exigir en un discurso “rigor” y “sacrificios” a los españoles, se fue para dedicarse a una de sus pasiones: la caza mayor (junto con la navegación en yates carísimos, los cruceros románticos con amigas, los aparatos de alta gama y el esquí). Cuando aparecieron fotos del rey con un elefante abatido, las noticias de que había sufrido un accidente de caza y se había fracturado la cadera, se produjo una gran indignación popular que condujo a su eclipse y forzosa abdicación en un intento de limitar los daños causados a la monarquía.
Durante su reinado aumentó el patrimonio de los Borbones españoles hasta los 1.800 millones de euros estimados por medios británicos y estadounidenses. Tal y como reveló el New York Times, en 2012, la familia real española había pasado de un patrimonio exigüo durante la Transición a ser una de las familias más opulentas del mundo. Lo cierto es que, aunque el Rey haga declaración  pública de sus bienes, nadie conoce a ciencia cierta cuales son sus ingresos. Tampoco, se sabe cuál es el patrimonio de los Borbones y sobre todo de donde provienen sus ingresos “extra presupuestales”.
El secretismo y la opacidad de lo que le cuesta a los españoles la monarquía es muy grande. Las únicas cifras oficiales son las que recogen los Presupuestos Generales del Estado desde el primer año completo de don Juan Carlos I al frente de la Jefatura de Estado. Desde entonces, la partida destinada a la Casa del Rey ha crecido el doble que la inflación. El costo global se estimó en 25 millones de euros anuales. La diferencia que escapa al presupuesto oficial procedería de partidas distribuidas entre otros ministerios de modo que la cifra verdadera podría ser cuatro o cinco veces más alta.
Precisamente en este mes de julio del 2018, los velos del misterio empiezan a desgarrarse y manifestaciones de una de sus amantes, la empresaria Corinna, están siendo investigadas ante la presunción de que el rey “emérito” se habría dedicado, durante muchos años a cobrar enormes comisiones por negociados y tramas fraudulentas.
La fama de playboy, mujeriego y disoluto de Juan Carlos I es real y acorde con su tradición familiar. Se le asoció con más de una docena de amantes, entre las que se contaron, entre otras, la actriz Sara Montiel, la cantante Paloma San Basilio, la empresaria Marta Gayá, o la recién mencionada Corinna Larsen, de casada Corinna zu Sayn-Wittgenstein, una empresaria alemana que se hace llamar princesa y cuyas grabaciones aterrizaron el viernes pasado (20/7/18) en la Audiencia Nacional donde un juez ha abierto un expediente secreto para indagar los posibles delitos que habría cometido Juan Carlos I cobrando suculentas comisiones.
Por otra parte, no ha querido reconocer a sus hijos e hijas ilegítimos fruto de sus relaciones extramatrimoniales. Se vio envuelto en varios litigios y se negó sistemáticamente a someterse a exámenes de paternidad en varios casos en los que se vio inmerso.
Juan de Borbón y Battenberg (jefe de la casa de Borbón en el exilio 1941- 1977)
Hijo de Alfonso XIII y padre de Juan Carlos I, acechó el poder durante toda su vida. Influido por el resentimiento de su padre hacia la II República, intentó de todas las maneras posibles restaurar la monarquía borbónica en España. Al principio intentó ser cooptado por los golpistas que desataron la Guerra Civil en 1936. Al ver que eso no era posible trató de buscar aliados internacionales en todas partes. Franco prefirió al joven Juan Carlos, para manipularlo como su sucesor a largo plazo, porque no estaba dispuesto a ceder su lugar como tirano absoluto para restablecer la monarquía hasta su muerte, como efectivamente sucedió.
Al inicio de la Guerra Civil española, Alfonso XIII alentó a su hijo a unirse al bando del levantamiento militar, cosa que este intentó el 1º de agosto de 1936, con el apoyo de algunos generales monárquicos. Sin embargo, el general Emilio Mola, le obligó a regresar al exilio. Mola fue el principal cabecilla y organizador del golpe de Estado, jefe indiscutido del bando fascista en la Guerra Civil hasta que el estrellamiento de su avión en 1937, le abrió el camino a Franco.
Por otra parte, Mola prefería a los fanáticos “carlistas”, con importante participación militar en el bando rebelde. El “carlismo se había originado en una riña sucesoria entre Borbones y era la escisión ultrabsolutista que, desde 1830, pretendió imponer en el trono a un hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, y posteriormente a sus descendientes.
Desaparecido Sanjurjo primero y Mola después (víctimas ambos de muy convenientes accidentes aéreos) Juan de Borbón escribió reiteradamente a Franco adulándole para ganarse su apoyo. El Generalísimo le ignoró y humilló en todas las ocasiones, tanto en el transcurso de la Guerra Civil, como en los inicios del franquismo, impidiendo que accediese a cualquier cargo en España. Lo mantuvo en el exilio y muy contadas veces le permitió ingresar al país vigilándole estrechamente.
En 1941 Don Juan trató de obtener el apoyo de Hitler y estableció contacto con el Ministro de Asuntos Exteriores alemán, von Ribbentrop, pero este estaba convencido de que el Borbón no tenía gran peso político y en cambio mantenía buenas relaciones con el ministro Serrano Suñer, “el cuñadísimo” de Franco, ferviente pro nazi.
En marzo de 1945 el Tercer Reich agonizaba y Franco procuraba tomar distancia para evitar que los Aliados le pasaran factura por su identificación con Hitler y Mussolini. Entonces Juan de Borbón, desde su exilio en Suiza, intentó una jugada para presentarse como demócrata anti nazi y posible salvador de la dictadura española. Para eso produjo el llamado Manifiesto de Lausana, en el que el pretendiente al trono de España se presentaba como alternativo a la dictadura franquista, cuyo régimen calificaba como “inspirado desde el principio en los sistemas totalitarios de las potencias del Eje”.
Don Juan le pedía al Generalísimo Franco que abandonara el poder y diera lugar a la restauración de la monarquía en su persona, como hijo y heredero legítimo del rey Alfonso XIII, fallecido en febrero de 1941. Sin embargo, Franco ya contaba con la buena disposición de Churchill, sabía que no sería molestado y las volteretas del Borbón fracasaron completamente.
En 1969, cuando Franco oficializó a Juan Carlos como su sucesor en la jefatura del Estado, dejando a Don Juan definitivamente fuera del juego, este se enemistó con su hijo. Pesaban más sus intereses personalistas para convertirse en Juan III de modo que padre e hijo no volvieron a verse hasta 1975. De hecho, Don Juan no renunció a sus derechos sucesorios hasta 1977.
 Alfonso XIII (1902 – 1931)
Alfonso León Fernando María Jaime Isidro Pascual Antonio de Borbón y Habsburgo-Lorena. En 1902, al cumplir los dieciséis años, Alfonso XIII, popularmente apodado el “Piernecitas”, porque las tenía muy delgadas, fue declarado mayor de edad y asumió las funciones constitucionales de Jefe de Estado. Fue un hijo póstumo y desde 1886 su madre había ejercido la Regencia.
Fue un vividor al más puro estilo de su nieto Juan Carlos I. Su vida se caracterizó por situarse siempre junto a quien le garantizara el gobierno, a expensas de los intereses del pueblo. Coleccionó muchas amantes y gozó de las producciones pornográficas que él mismo ayudaba a producir. Hacía alarde de enormes banquetes desde su infancia. En una España sumida en la crisis (desastre del 98), disponía para sus meriendas de ágapes interminables.
Durante su reinado fue uno de los responsables de la represión en la Semana Trágica de 1909. En relación con la guerra colonial en África (Guerra del Rif) se había impuesto la leva forzosa de ciudadanos para combatir en Marruecos. Hubo una huelga general y rebelión en Barcelona al grito de ¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los ricos! ¡Todos o ninguno! que fue salvajemente reprimida.
El balance de la represión en Barcelona supuso 78 muertos (75 civiles y 3 militares); medio millar de heridos y 112 edificios incendiados (de estos, 80 eran edificios religiosos). El gobierno conservador de Maura llevó a cabo una represión durísima y arbitraria. Se detuvo a varios millares de personas, 2.000 fueron procesadas,175 condenadas a penas de destierro, 59 cadenas perpetuas y 5 condenados a muerte. Además se clausuraron los sindicatos y se ordenó el cierre de las escuelas laicas.
Los cinco reos de muerte fueron Josep Miquel Baró, un nacionalista republicano ejecutado en agosto de 1909 en el castillo de Montjuic; Antonio Malet Pujol, un republicano lerrouxista; Clemente García, el joven discapacitado mental que había bailado con el cadáver de una monja por las calles de Barcelona; Eugenio del Hoyo, un ex guardia civil y guardia de seguridad; y el más conocido de todos ellos Francisco Ferrer, pedagogo anarquista cofundador de la Escuela Moderna.
En octubre Maura acudió a Palacio para plantear al rey la continuidad de su gobierno, pero cuando le presentó la dimisión en forma protocolaria Alfonso XIII la aceptó, asustado por la enorme repulsa internacional que se había producido, y nombró a otro primer ministro. El nuncio papal interpretó aquel cambio de gobierno como un “primer triunfo” de la “masonería internacional” contra España, la Monarquía y, sobre todo, la Iglesia.
Por su parte, en unas declaraciones pilatunas a un diario francés el rey Alfonso XIII lamentó la “interpretación tan falsa” que se había dado de los sucesos de Barcelona y se mostró especialmente dolido con la imagen que se había proyectado de España. “De dar oídos a ciertos franceses, parecería que éramos un país de salvajes”, afirmó. Sobre el caso Ferrer dijo: “Yo soy un monarca constitucional, tan constitucional que ni siquiera tengo la iniciativa del indulto”.
Desde 1923 a 1930 apoyó la dictadura del capitán general Miguel Primo de Rivera. Se posicionó desde el primer momento al lado del golpe de Estado militar, hecho que derivó en la animadversión que desde entonces los partidos políticos albergaron hacia su persona y que desembocaron en su exilio al inicio de la República.
Apoyó el golpe de Estado en 1936 y a los facciosos en la Guerra Civil, con la intención de reponer a cualquier precio la monarquía en España y aunque su hijo Juan fue rechazado por Franco, no dejó de conspirar hasta su muerte para recuperar el poder.
Alfonso XIII se había casado con Victoria Eugenia de Battenberg (1887 – 1969) nieta de la reina Victoria de Inglaterra y bisabuela del actual Borbón, Felipe VI. El matrimonio tuvo siete hijos: Alfonso (1907) (nació hemofílico y renunció a sus derechos dinásticos en 1933); Jaime (1908) (era sordo y por presión del rey le hicieron renunciar al trono en 1933); Beatriz (1909); Fernando (1910) (nació muerto); María Cristina (1911); Juan (1913) (que como vimos recibió el título de conde de Barcelona y asumió los derechos dinásticos a la muerte de su padre) y Gonzalo (1914) (que también nació hemofílico).
Como buen Borbón Alfonso XIII, fue un prolífico galán, tuvo decenas de amantes y cinco hijos bastardos. Frecuentó, entre otras, a personalidades de la Belle Epoque como la cantante, bailarina, actriz y cortesana la Bella Otero (1868 – 1965) o la actriz Carmen Ruiz de Moragas (1896 -1936). Tuvo una relación con la aristócrata francesa Mélanie de Gaufrydi de Dorton en 1905, como consecuencia tuvo un hijo Roger Leveque de Vilmorin.
De la larga e intensa relación con Carmen Ruiz de Moragas nacieron dos hijos, la primera fue María Teresa Ruiz Moragas en 1925 y Leandro Alfonso Ruiz Moragas 1929. La justicia española sentenció ante la reclamación de Leandro, el 21 de mayo de 2003, que pudiera usar el apellido Borbón y así paso a llamarse Leandro Alfonso de Borbón Ruiz.
Además tuvo dos hijas más. La primera, con una de las institutrices de sus hijos, de la que se desconoce el nombre; la niña fue abandonada en un convento madrileño. La segunda, en 1916, con otra institutriz, la irlandesa Beatrice Noon, que llevó el nombre de Juana Alfonsa Milán y Quiñones de León. Su primer apellido es tomado por su padre adoptivo, el duque de Milán y el segundo apellido es del embajador de España en Francia.
Según el historiador y crítico cinematográfico Roman Gubern, el rey fue un gran aficionado al erotismo y al cine pornográfico. Utilizó como intermediario al conde de Romanones. Hizo rodar a los hermanos Baños, en la década de 1915 -1925, varias películas pornográficas en el Barrio Chino de Barcelona, que serían las primeras de este género realizadas en España.
Tres de esas películas, se dieron por perdidas, pero aparecieron misteriosamente en un convento valenciano a fines del siglo pasado. Fueron identificadas y restauradas. Actualmente se conservan en la Filmoteca de Valencia. Las películas se titulaban, “El confesor”, “Consultorio de señoras” y “El ministro”. El rey fue el autor de los guiones.
La primera cuenta la historia de un cura confesor que se beneficia de su poder para someter a sus parroquianas. La segunda, de más duración y de mejor técnica, cuenta la historia de la consulta de un doctor que examina a las pacientes mediante métodos especiales. La tercera película trata la historia de una mujer que acude a un ministerio para rogar que no se despida a su marido, a lo cual el ministro accede a cambio de favores sexuales.
Ya en el exilio visitó Hollywood. Según cuenta Anita Loos, en su libro “Adiós a Hollywood con un beso”, Alfonso XIII tuvo como anfitrión al actor Douglas Fairbanks. Se interesó por conocer al comediante Fatty Arbuckle (el Gordo de El Gordo y el Flaco). Douglas le informó que Fatty había sido defenestrado por haber ocasionado la muerte de una adolescente en una orgía, introduciéndole una botella de champán en los genitales. Anita Loos cuenta que el rey, tras oír la desgraciada historia, exclamo: “Vaya, qué injusticia. ¡Si eso le podía haber pasado a cualquiera!“.
Alfonso XIII, gustaba coleccionar películas pornográficas y verlas una y otra vez. Al igual que su padre, Alfonso XII, no era selectivo a la hora de elegir eventuales compañeras de cama. Solamente le interesaban los caballos, la caza, los automóviles de lujo, la pornografía y sobre todo “los negocios”. Disponía de información privilegiada financiera e industrial y socios y testaferros para hacer inversiones que le reportaron mucho dinero.
En el año 1929 – por ejemplo – se creó el Club Deportivo Galguero español, una sociedad sin ánimo de lucro para fomentar el galgo español. El general Emilio Mola le otorgó la explotación exclusiva de las carreras de galgos y sus apuestas mutuas. El club transfería sus beneficios a la Sociedad Mecánica y Stadium Metropolitano, donde el rey participaba a través de un testaferro. Desde su inicio hasta que las carreras fueron prohibidas por la República, obtuvieron un beneficio superior a los seis millones de euros (todas las cifras son expresadas en el equivalente actual en euros). Más tarde vendieron la sociedad en doce millones de euros. La República interpuso una querella judicial contra Alfonso XIII y Jacobo Stuart, duque de Alba. Sin embargo, con la victoria de Franco esta querella desapareció.
El patrimonio de Alfonso XIII, entre 1886 y 1902, era de 35,5 millones de euros. Esta fortuna era consecuencia de la asignación anual del Estado, que por entonces rondaba los dos millones de euros y la herencia de su padre Alfonso XII, que fue de 4,4 millones de euros. Si a ello unimos la fortuna de la reina Victoria Eugenia y los lucrativos negociados del rey, se puede decir que su patrimonio rondaba los 144 millones de euros. El escritor Valle Inclán decía “los españoles han echado al último Borbón, no por ser rey sino por ladrón”.
El juez Mariano Luján, titular del juzgado número diez de Madrid elevó al Tribunal Supremo, el seis de diciembre de 1933, un auto donde acusaba al rey y al duque Alba de “lucrarse con apuestas cruzadas en las carreras de galgos” a ello se le unió el de estafa y malversación de caudales públicos.
El 14 de abril de 1931 cuando se fue al exilio, tenía no declarados en bancos de Londres y París, la friolera de 48 millones de euros. En sus diez años de exilio los gastó en safaris, viajes por el mundo, mansiones y fiestas, hoteles, dándose la gran vida. Cuando murió, en 1941, solo le quedaban 18 millones de euros.
Lic. Fernando Britos V.

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