martes, 6 de noviembre de 2018

Los reyes malditos II

Los Reyes malditos II

Lic. Fernando Britos V.


En este artículo remontaremos la dinastía de los Borbones españoles desde 1885 hasta 1700 cuando esta familia aterrizó en España. Repasamos a vuela pluma a personajes como Alfonso XII, Isabel II, Fernando VII, Carlos IV, Carlos III, Fernando VI, Luis I y Felipe V. Verlos en perspectiva, aunque no en detalle, muestra la pervivencia de los rasgos más característicamente borbónicos.
ALFONSO XII (1875 – 1885)
Alfonso XII tuvo un reinado relativamente breve (diez años) que dio inicio a la llamada Restauración Borbónica. Era hijo de Isabel II y teóricamente del rey consorte, Francisco de Asís de Borbón, pero es casi seguro que este otro Borbón, primo hermano por partida doble de la reina, no fue el padre de Alfonso. Francisco de Asís de Borbón fue obligado a casarse con Isabel cuando esta era muy joven y era todo un ejemplar borbónico (hay quien dice que era mujeriego pero lo cierto es que según parece nunca hubo relación estrecha entre él e Isabel) pequeño, delgado de gesto amanerado, de voz atiplada y andares de muñeca mecánica;  en la intimidad le llamaban Paquita y le gustaban los baños, los perfumes, las joyas, los encajes y las telas finas. Alfonso nació el 28 de noviembre de 1857 y murió tuberculoso tres días antes de cumplir los 28 años.
En 1868, cuando Alfonso era un niño, su madre Isabel II fue destronada por la Revolución de 1868 (conocida como La Gloriosa), obligando a los Borbones a huir al exilio en Francia y dio lugar al llamado Sexenio Democrático. El futuro Alfonso XII se educó en Francia, Suiza, Austria e Inglaterra. Parece que la reina destronada y su hijo anduvieron cortos de dinero pero fueron bien mantenidos por sus colegas reyes y emperadores europeos. Mientras tanto, en España se sucedieron distintas formas de gobierno: el Gobierno Provisional (1868-1870), la monarquía democrática de Amadeo I de Saboya (1870-1873) – un rey que no quiso saber de nada, renunció al trono y se fue de vuelta a Italia – y la Primera República (1873-1874).
El 29 de diciembre de 1874 se produjo la restauración de la monarquía debida a un pronunciamiento militar. En enero de 1875 Alfonso XII llegó a España y fue proclamado rey ante las Cortes Españolas. Su reinado consistió principalmente en consolidar la monarquía. Se aprobó una nueva Constitución que estableció la alternancia cupular entre las oligarquías liberales y conservadoras. En 1876 terminó una de las guerras carlistas (el sempiterno lío entre los Borbones ultrabsolutistas y sus primos), se logró una paz transitoria con los patriotas cubanos (el Pacto de Zanjón) y se redujeron los fueros vascos y navarros.  Entre 1876 y 1881 apoyó el gobierno autoritario del conservador Cánovas del Castillo que recortó severamente las libertades públicas.
En 1885 se desató una epidemia de cólera en Valencia que se fue extendiendo y cuando la enfermedad llegó a Aranjuez, Alfonso XII fue a visitar a los enfermos, escapando del gobierno que se oponía al gesto. No se contagió pero dos meses después de este episodio murió tuberculoso en El Pardo. En aquellas épocas la familia real sufrió severas bajas por enfermedades además de la del propio rey. Alfonso XII se casó dos veces; con su prima María de las Mercedes de Orleáns, en 1878, que murió de tifus o de tuberculosis cinco meses después, y en segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo Lorena con quien tuvo dos hijas y un hijo nacido después de su muerte, quien llegaría a ser Alfonso XIII, después de una larga regencia de su madre. Como buen Borbón, tísico y todo, Alfonso XII dejó dos hijos ilegítimos con la famosísima contralto Elena Sanz.
ISABEL II (1833 – 1868)
María Isabel Luisa fue el resultado de la endogamia borbónica porque era hija de Fernando VII y de su cuarta esposa, su sobrina María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Su padre había estado casado antes en tres ocasiones, pero ninguna de sus esposas le había dado descendencia; por lo que cuando nació Isabel, en 1830, muchos depositaron sus esperanzas en la joven infanta. El rey Fernando VII, para favorecer la posición de su hija, en detrimento de su hermano Carlos María Isidro, promulgó una ley que permitía a Isabel sucederle tras su muerte si no había hijos varones. De este modo, la niña ocupó el trono en setiembre de 1833 cuando murió Fernando VII. Como todavía no había cumplido los tres años su madre fue nombrada regente del reino. Entonces se armó el carancanfún con su tío Carlos María Isidro de Borbón que se exilió y produjo la división entre isabelinos y carlistas (Primera Guerra Carlista, 1833 – 1840).
Se ha dicho que Isabel era ninfómana o viciosa. Lo cierto es que fue una típica Borbón, tuvo muchos amantes y arrasó con generales, magistrados, ministros y según parece confesores, obispos y posiblemente alguna monja famosa que la habría acompañado en sus correrías. A los 16 años la obligaron a casarse con el ya referido Francisco de Asís y Borbón.  Los cónyuges eran primos carnales por partida doble, pues el padre de él era hermano de Fernando VII, mientras que su madre,  era hermana de la regente María Cristina, la madre de Isabel. Se dice que cuando le comunicaron quien iba a ser su consorte ella exclamó “¡No, con Paquita no!”.
Oficialmente, Isabel II y Francisco de Asís fueron padres en doce ocasiones, aunque varios embarazos acabaron en abortos o los neonatos fallecieron al cabo de muy poco tiempo: Luis Fernando (1849) nacido muerto; Fernando Francisco (1850) murió cinco minutos después del nacimiento; María Isabel (1851) vivió 79 años; María Cristina (1854) muerta a los dos días de nacida; Margarita (1855) muerta al otro día de nacer; un hijo nacido muerto (1856); Alfonso (1857) quien sería rey y murió a los 27 años; María de la Concepción (1859) vivió 22 meses; María del Pilar ( 1861) murió a los 16 años soltera; María de la Paz (1862) vivió 84 años; María Eulalia (1864) vivió 94 años; Francisco de Asís Leopoldo (1866) vivió tres semanas.
Su influencia política fue muy escasa excepto cuando sus caprichos sexuales encumbraron transitoriamente a alguno de sus amantes. Siempre fue manipulada por los actores políticos de la época, que adelantaron su mayoría de edad para que reinara desde los 13 años y como se dijo la casaron a los 16 para negociar alianzas políticas.
La Revolución de 1868 la expulsó al exilio que transcurrió en París, recibida por Napoleón III y Eugenia de Montijo. Hasta su muerte, en 1904, residió en el fastuoso Palacio de Castilla que había comprado, situado cerca de la Place de L’Etoile. Esa residencia fue después el célebre Hotel Majestic y durante la ocupación alemana – desde 1941 – fue sede de la Comandancia de la Wehrmacht. Después fue la primera sede de la UNESCO y en el 2007 el edificio fue comprado por un grupo inversionista de Hong Kong que lo transformó en The Peninsula Paris un hotel de super lujo con 200 habitaciones y 34 suites.
En 1870 Isabel abdicó en favor de su hijo Alfonso e intrigó permanentemente en pos de la restauración borbónica lo que consiguió finalmente en 1875. De su reinado ha quedado un testimonio en decenas de láminas con caricaturas a la acuarela, muchas de ellas pornográficas, titulado “Los Borbones en pelotas” (asequible por Internet) que recién fue publicado por primera vez en España en 1991. Bajo el seudónimo de SEM se habrían ocultado varios autores entre los cuales se señala al poeta lírico Gustavo Adolfo Bécquer, como autor de los textos, y su hermano el pintor Valeriano y otro artista Felipe Ortego responsables de las imágenes. Se trata de una crítica feroz, satírica y pornográfica contra el gobierno español y sobre todo contra el círculo que rodeaba a los Borbones.
FERNANDO VII (1813- 1833)
Fernando VII, llamado “el Deseado” o “el Rey Felón” (nació en 1784 y murió en 1833) reinó entre marzo y mayo de 1808 y, tras la expulsión de José Bonaparte, ocupó el trono desde mayo de 1814 hasta su muerte, exceptuando un breve intervalo en 1823. Hijo y sucesor Carlos IV y de María Luisa de Parma, depuestos por el Motín de Aranjuez organizado por sus partidarios. Pocos Borbones fueron tan populares antes de reinar y durante su exilio y tan abominados después como lo refleja el cambio de su sobrenombre.
Obligado por Napoleón, pasó toda la Guerra de Independencia internado en un castillo en el centro de Francia. Vale la pena detenerse en este periodo porque es elocuente acerca del grado de descomposición que habían alcanzado los Borbones españoles y porque esos episodios debilitaron el yugo español y favorecieron el efervescente proceso independentista que se venía desarrollando en América desde el siglo XVIII.
En 1808, Napoleón que había puesto sus ojos en España, hizo llevar al rey Carlos IV y la reina hasta Bayona, y atrajo al príncipe Fernando, para negociar con los torpes Borbones. El emperador impidió la llegada del superministro Manuel Godoy hasta que todo estuvo consumado, de forma que no pudiese aconsejar a la familia. Napoleón fue el árbitro en la disputa que durante varios días sostuvieron padre e hijo. A Fernando VII le dijo que la renuncia al trono de su padre, producida tras el motín de Aranjuez, era nula ya que se había hecho bajo coacción, por lo que le exigió que le devolviese el trono. La reina María Luisa, en presencia de Fernando, le pidió a Napoleón que lo fusilase, por lo que le había hecho a Godoy, a ella y a su esposo.  Bajo la presión del emperador y de sus padres, Fernando VII devolvió la Corona a Carlos IV el día 6 de mayo, sin saber que el día antes su padre había pactado la cesión de sus derechos en favor de Napoleón, a cambio de asilo en Francia para el matrimonio real y para su favorito Godoy, así como una pensión de 30 millones de reales anuales que nunca cumplió. Napoléon cocinó a los Borbones y designó como nuevo rey de España a su hermano mayor, José.
Fernando VII vio cómo el emperador internó al antiguo soberano y aparte a él junto con su hermano Carlos María Isidro y su tío, en un castillo en el centro de Francia, a unos 300 kilómetros de París. Sus condiciones de cautiverio no fueron muy severas; el rey y su hermano recibían clases de baile y música, salían a montar o a pescar y organizaban bailes y cenas. Disponían de una buena biblioteca, pero su tío Antonio Pascual hizo todo lo posible para que no leyeran libros franceses que pudieran ejercer una mala influencia sobre sus jóvenes sobrinos.
Como Fernando creía que nada se podía hacer frente al poderío de Francia, pretendió unir sus intereses a los de Bonaparte, y mantuvo con él una correspondencia servil, hasta el punto de pedirle que lo adoptara como hijo suyo y de organizar una gran fiesta con brindis, banquete, concierto, iluminación especial y solemne Te Deum con ocasión de la boda del emperador con María Luisa de Austria en 1810. Cuando Napoléon hizo publicar la correspondencia adulona que le enviaba Fernando, para que los españoles vieran su actuación, este se apresuró a agradecer a su emperador que hubiese hecho público el amor que le profesaba.
La condición de prisionero de Napoleón favoreció en este Borbón el mito de Fernando El Deseado, víctima inocente de la tiranía napoleónica, de modo que siguió siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas de Gobierno, el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz. Tras la derrota de los ejércitos franceses y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España.
El Deseado pronto se reveló como un tirano por lo que sus súbditos, pasaron a considerarlo persona sin escrúpulos, vengativa y traicionera. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia y quedó motejado como El Rey Felón. Entre 1814 y 1820 restauró el absolutismo, derogando la Constitución de Cádiz y persiguió a los diputados liberales que se habían creído la leyenda de El Deseado y les pagó con el exilio y las penas de muerte. No aceptó forma alguna de gobierno que no fuera el absolutismo, pero se mostró ineficaz políticamente y pendenciero en la faceta personal.
Conspiró contra el gobierno durante todo el llamado Trienio Liberal (1820- 1823) y fingió ser un monarca constitucional pero en la sombra se confabuló para regresar al régimen absolutista, primero instigando el golpe de Estado de la Guardia Real de Madrid, en 1822, y al fracasar éste, organizando la invasión del país por la Santa Alianza propiciando la intervención militar de los franceses (los Cien mil hijos de San Luis), que le devolvieron el poder supremo en 1823.
Mostró su faceta más vengativa en la llamada “ Década Ominosa” (1823 – 1833), la última de su reinado. Muchas personas fueron condenadas a muerte por sus ideas políticas y hasta 20.000 españoles sufrieron el exilio. Las llamadas Juntas de Fe, herederas de la Inquisición, ejecutaban a las personas por el delito de gritar “¡Viva la libertad!”.
En los retratos de Fernando VII realizados por Goya y otros artistas se ve a un hombre obeso, con un labio superior deprimido, maxilar inferior con prognatismo y falta de oclusión dental, frente prominente, nariz grande, carnosa y curvada, ojos pequeños y estrábicos. Parece que medía 1,65 y en 1821 pesaba 103 kilos. Sufría de gota (una forma muy dolorosa de artritis), y padecía además una hipertrofia genital, una malformación que, lejos de hacerle sexualmente vigoroso, dificultaba mucho el coito. Aunque tenía una desenfrenada pasión borbónica por el sexo era un amante desastroso. Veremos lo que pasó con sus reinas y sus amantes y su descendencia.
Su primera esposa María Antonia de Nápoles (hija de Fernando IV de Nápoles, un Borbón de la rama de Italia) le escribió en 1802 a su madre que se sintió engañada cuando vio en persona a su consorte, el entonces Príncipe de Asturias de 18 años, porque era un adefesio abúlico. La princesa le contó que pasaban los meses y Fernando no consumaba el matrimonio. Cuando al cabo de casi un año por fin lo hizo parece que lo que realmente defraudó a María Antonia fue la carencia afectiva del príncipe y su impotencia sexual. Era un joven inmaduro y el desarrollo excesivo de los genitales había causado la aparición tardía de los caracteres sexuales secundarios, de modo que no se afeitó hasta seis meses después de la boda, por ejemplo.
Fernando VII contrajo matrimonio en cuatro ocasiones:
En 1802, como acabamos de ver, se casó con su prima María Antonia de su misma edad (ambos habían nacido en 1784). María Antonia sufrió dos abortos, y no hubo descendencia. Poco después del segundo aborto falleció de tuberculosis el 21 de mayo de 1806.
En 1816, el rey Fernando VII se casó en segundas nupcias con su sobrina María Isabel de Braganza, infanta de Portugal (1797-1818) hija de su hermana mayor. La relación no marchó y durante el matrimonio Fernando mantuvo abundantes aventuras amorosas con mujeres que se le pusieron a tiro. La reina dio a luz a una hija que vivió cuatro meses y medio. En diciembre de 1818, estando de nuevo embarazada, falleció a causa de una cesárea mal hecha, que tampoco salvó a la hija.
Antes de que hubiera transcurrido un año se arregló el tercer matrimonio con una sobrina segunda (hija de una prima hermana de Fernando VII que se había casado con un príncipe alemán) María Josefa Amalia de Sajonia que cuando llegó a Aranjuez tenía 16 años y no entendía y hablaba sino alemán. Esta muchacha había sido criada en un convento, era muy pacata y carecía de la más elemental educación sexual. La cuñada del rey – que habría sido la encargada de prepararla para consumar el matrimonio, a falta de la reina madre que nunca regresó a España – se negó a hacerlo por que era la madre de la reciente difunta María Isabel, la segunda esposa. De ahí que en la noche de bodas se produjeron escenas dantescas y se dice que la novel reina aterrorizada habría sufrido una diarrea explosiva cuando el rey intentaba el coito lo que, ente otras cosas ahuyentó a Fernando VII y requirió una carta personal del Papa Pío VII para convencer a la joven reina de que las relaciones sexuales entre esposos no eran contrarias a la fe católica y que además eran imprescindibles para asegurar la descendencia de la casa real. Aún así en diez años de casados no hubo descendencia.
Finalmente, en 1829, un Fernando VII prematuramente envejecido, abotargado, peleado con su hermano Carlos que pretendía sucederle en el trono, y ya muy apremiado por tener descendencia se casó con otra de sus sobrinas,  María Cristina de  (1806-1878), hija de su hermana menor. Tuvieron dos hijas: Isabel II (nacida en 1830), quien como vimos reinó entre 1833 y 1868 y Luisa Fernanda (1832- 1897).
Según parece estaba dotado de una inteligencia normal, no exenta de astucia, pero inaviablemente se manifestó cobarde y egoísta. La virtud más reconocida, aun por sus enemigos, era la sencillez y campechanía, al estilo de su tataranieto Juan Carlos I, aunque a menudo esta sencillez derivaba en lo soez y chabacano. Carecía de una sólida formación y de curiosidad intelectual, pero era aficionado a las manualidades, a la música, la pintura, la lectura y la tauromaquia.
Sin embargo, a pesar de las ocasionales muestras de generosidad con los más necesitados, que alimentaban el amor que el pueblo llano sentía por el Deseado, y a pesar de la forma metódica con que despachaba con su gabinete, se le achaca una falta de interés por los asuntos de Estado, que prefería abandonar en sus ministros, y que supeditaba a su codicia o interés personal: antes de su muerte tenía 500 millones de reales depositados en Londres pero durante su reinado la deuda externa de España había aumentado en 1.746 millones de reales. Otro típico rasgo borbónico.
Dando por buenas las peores acusaciones, el psiquiatra e historiador Luis Mínguez Martín, reconoce en Fernando VII un encanto superficial  y una actitud seductora y acomodaticia que ocultaba una personalidad antisocial o psicopática, manifestada en el desprecio hacia los derechos y sentimientos de los demás, el cinismo y el engaño, la mentira y la manipulación.
El historiador Emilio La Parra López, destacó su ordinariez a la hora de expresarse. El 18 de febrero de 1822 – por ejemplo –  hechó a sus ministros y a un diplomático inglés al los gritos de “¡Carajo! Tengo más cojones que Dios. Tengo bastantes cojones para comerme a todos vosotros. ¡Fuera, fuera, carajo!”. Sin embargo está claro que era cobarde a la hora de cumplir sus amenazas. Se ha dicho que su campechanía, su capacidad para el disimulo y su vulgaridad eran calculadas para mostrarse como un rey próximo a sus súbditos, incluso amable o generoso, impresión que alimentaba cuando paseaba por Madrid, durante las audiencias y cuando iba a ver torear, que era su gran afición, o al teatro.
En cuanto a sus intereses, Fernando nunca fue un buen jinete ni le apasionaba la caza como a su padre y a su abuelo. Con el tiempo se convirtió en un buen jugador de billar y su principal afición fue leer y adquirir libros, hasta formar una biblioteca importante. Le encantaba cortar los pliegos de los libros intonsos.
CARLOS IV (1788- 1808)
Su propio padre le consideraba un inútil. No son pocas las anécdotas a este respecto. Una de ellas refiere a una conversación que Carlos III y él mantuvieron sobre las particularidades de la monarquía. El vástago interpeló a su progenitor: “Padre, si todos los reyes somos designados por la gracia de Dios, ¿no deberíamos ser todos buenos reyes?”, a lo que el rey ilustrado respondió: “¡Qué tonto eres, hijo mío!”.
Desde que ocupó el trono se dedicó a revertir la labor reformista de su padre, Carlos III. Después de la Revolución Francesa (1789), temeroso de que los ecos de libertad se oyesen en España, restauró la vieja Inquisición y se libró de las mentes ilustradas, como Jovellanos, a quien desterró, y Campomanes, al cual despojó de sus labores gubernamentales.
Fue un torpe gobernante y se dejó manipular por Manuel Godoy el superministro, muy controvertido, que se decía era el amante de su esposa. Una parte de la aristocracia fundó el partido fernandino (por su hijo, el infante Fernando), para destronarle. Ya vimos como, en 1808, Napoleón cocinó a los Borbones, los obligó a abdicar en favor de su hermano José Bonaparte e internó a la familia en Francia (Carlos, su mujer y Godoy por un lado y a Fernando y su hermano Carlos, por otro). Carlos y su mujer María Luisa nunca volvieron a España.
Se dice que este Borbón padecía de trastorno de bipolar porque según cuentan los cronistas, un día era capaz de bromear con los mozos de las caballerizas de palacio y al día siguiente les daba patadas, les escupía y les obligaba a besarle pies y manos. Asimismo se asegura que fue un gran cornudo y que su real esposa, María Luisa de Parma, le habría manifestado a su confesor, Fray Juan de Alfaraz, que ninguno de los hijos de Carlos IV le pertenecía a él (“Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV, la dinastía de Borbón se ha extinguido en España”, habría dicho).
Si bien Carlos, María Luisa y Godoy formaban una especie de trío muy unido parece difícil atribuirle al superministro el carácter de amante y menos de amante exclusivo de la reina. Así y todo María Luisa, que era prima de Carlos IV y nieta de Luis XV de Francia, sobrellevó nada menos que 23 embarazos. Tuvo diez abortos espontáneos y catorce hijos de los cuales solamente seis alcanzaron la edad adulta. El detalle es el siguiente: Carlos Clemente (setiembre de 1771; vivió dos años y poco); Carlota Joaquina de Borbón y Borbón (1775 – 1830, reina de Portugal, junto con su marido el rey Juan VI huyó al Brasil; ambiciosa, intrigante y violenta, anduvo entreverada en la invasión portuguesa a la Banda Oriental y la creación de la Provincia Cisplatina; después volvió a Europa y dejó a su hijo Pedro I que se transformó en emperador del Brasil, Carlota Joaquina murió a raíz de un cáncer de útero); Niña (diciembre 1775, aborto al 4º mes); Niña (agosto de 1776, aborto al 6º mes);  María Luisa (1777; vivió cuatro años); Aborto en el 1er mes (enero 1778); María Amalia (enero 1779, murió a los 18 años);  Carlos Domingo (marzo 1780; murió a los tres años); Aborto de un niño a los 4 meses y medio (enero de 1781); María Luisa (1782 – 1824, reina de Etruria); Carlos Fco. (setiembre 1783; murió a los 14 meses); Felipe Fco. (setiembre de 1783, gemelo del anterior, murió a los once meses); Fernando (1784 – 1833, rey de España); Carlos María (1788-1855; pretendiente “carlista”); María Isabel (1789 – 1848, reina de las Dos Sicilias);  Aborto en el primer mes de embarazo (diciembre de 1789); Aborto en el primer mes de embarazo (enero de 1790); Aborto en el primer mes de embarazo (marzo de 1790);  María Teresa (1791 – murió a los 2 años y medio); Felipe María (1792, murió a los dos años); Aborto de un niño en el 5º mes y medio de embarazo (enero de 1793);  Francisco de Paula, (1794 – 1865, duque de Cádiz); Aborto de un niño en el 4º mes y medio de embarazo (marzo de 1796) ; Aborto (1799).
CARLOS III (1759- 1788)
Fue el más potable de los Borbones españoles. Fue un rey absolutista pero llevó a cabo una intensa labor reformista para modernizar España. Suprimió la Inquisición, expulsó a los jesuitas, prohibió las corridas de toros. En fin, fue un déspota ilustrado que antes de ser rey de España había sido rey en Italia.
Firmó el llamado  Tercer Pacto de Familia, en 1761, por el que los Borbones españoles se mantuvieron bajo la égida de los Borbones franceses, lo cual se remontaba al inicio de la dinastía cuando el duque de Anjou, nieto de Luis XIV, se transformó en Felipe V de España. El primer asunto que el rey trató fue la llamada Guerra de los Siete Años (1754 – 1763) en la que debió tomar parte del lado de sus parientes franceses. Esa guerra abarcó una larga serie de conflictos internacionales para establecer el control sobre Europa central y por la supremacía colonial en las Américas y la India. Se enfrentaron, por un lado, el Prusia, Hannover y Gran Bretaña junto con sus colonias americanas y Portugal y, por otra parte, Sajonia, Austria, Rusia, Suecia, Francia y España (está última desde 1761). La clave de esa guerra fue el choque entre Francia y Gran Bretaña. Carlos III intervino en la guerra tras la ocupación de Honduras por los ingleses y la pérdida de Quebec por los franceses.
Una escuadra inglesa consiguió tomar La Habana y poco después otra procedente de la India bombardeó y tomó Manila. La guerra terminó en 1763. España cedió a Gran Bretaña la Florida y territorios del golfo de México (Honduras, Belice), a cambio de la devolución de La Habana y Manila. La Luisiana francesa pasó a manos de España y lo más importante desde el punto de vista de lo que sucedió por estas latitudes fue que, Portugal, aliado de los británicos, recuperó la Colonia del Sacramento.
Cabe recordar lo que había pasado en el Río de la Plata: cuando la noticia del estallido de las hostilidades entre Portugal y España llegó a Buenos Aires, el gobernador Cevallos decidió iniciar el ataque contra los dominios portugueses. Reunió un poderoso ejército, incluyendo indios misioneros y atacó y tomó la Colonia del Sacramento al cabo de un mes, también ocupó Maldonado. Por su parte ingleses y portugueses organizaron una flota combinada, que fue costeada por la Compañía Británica de las Indias Orientales, con la intención de apoderarse de ambas márgenes (la Banda Oriental quedaría en poder de Portugal y la Banda Occidental, incluyendo Buenos Aires, sería entregada a Gran Bretaña). La flota llegó en enero de 1763, atacó Colonia pero fue rechazada perdió varios navíos y se retiró. Cevallos contraatacó y tomó las fortalezas de Santa Teresa y San Miguel pero debió detenerse cuando se enteró que la paz había sido firmada en París.
En 1737, Carlos se casó con María Amalia de Sajonia (1724-1760). Tuvieron trece hijos, pero solo siete llegaron a adultos, entre los cuales Carlos IV que como vimos le sucedió en el trono, tres que no tuvieron descendencia y otros tres que si la tuvieron aunque la viruela cobró varias vidas en la familia.
FERNANDO VI (1746 – 1759)
Era medio hermano de Carlos III, su predecesor y fue llamado “el Prudente”, o “el Justo”, aunque  en realidad fue un Borbón timorato y sometido a Francia. Es recordado por haber desterrado a su madrastra Isabel de Farnesio y sus cortesanos italianos y por haber ejecutado lo que se dio en llamar la Gran Redada, para someter a prisión a los gitanos. Consideraba que los romaníes eran seres inferiores y trató de detenerlos y extinguirlos. Sus medidas fueron revocadas por Carlos III.  En 1751 también desató una persecución contra la masonería.
Tras la muerte de la reina Bárbara de Braganza, en 1758, abandonó sus prácticas habituales, como la caza, y se sumió en una locura que algunos historiadores han diagnosticado como Alzheimer. Se dice que el rey desde se mostraba agresivo, tratando de morder a quien se le acercaba y que intentó suicidarse varias veces. En otras ocasiones se hacía el muerto o se envolvía en sábanas blancas horrorizando a sus sirvientes como espectro apestoso, pues tampoco se lavaba y su piel era pálida como la de un cadáver.
LUIS I (1724)
Luis I (1707-1724), reinó desde enero de 1724 hasta su muerte 229 días después. Fue el reinado más efímero de España. Era el hijo mayor de Felipe V y María de Saboya. Luis estaba casado con la princesa francesa Luisa Isabel de Orleáns, desde que él tenía quince años y ella doce.
Luisa Isabel, tenía un severo trastorno de personalidad, era una borderline con conductas extravagantes. Desde su llegada a la corte de los Borbones españoles, Luisa Isabel fue protagonista de numerosos incidentes, se paseaba desnuda, eructaba y se peía en público, corría por los pasillos y trepaba a los árboles. Se presentaba en público sucia y maloliente, se negaba a utilizar ropa interior e intentaba provocar al personal exponiendo sus partes íntimas. También se dice que no tocaba la comida en la mesa pero luego engullía a escondidas (bulimia) todo lo que encontraba a mano, fuera o no comestible. Su comportamiento fue empeorando y se la veía limpiando cristales, baldosas, azulejos en forma compulsiva. La reina se desnudaba y con su vestido y se ponía a frotar los cristales del salón.
En agosto de 1724 Luis I contrajo la viruela y su mujer lo cuidó exponiéndose al contagio. El rey murió con 17 años recién cumplidos. Luisa Isabel también enfermó pero sobrevivió. Felipe V había abdicado a favor de su hijo pero seguía gobernando desde su corte paralela porque este solamente se ocupaba de fiestas con amigos. Cuando falleció, su padre volvió a reinar y su mujer, Isabel de Farnesio, mandó a su nuera de regreso a Francia donde murió a los 32 años. No tuvieron descendencia.
FELIPE V (1700 – 1724 y 1724 – 1746)
El primer Borbón en aterrizar en el trono español fue un títere de Luis XIV y de sus familiares franceses. Era un Borbón francés que ni siquiera hablaba el castellano. Había nacido en Versalles. Con él se iniciaron los llamados Pactos de Familia. Se comportó con crueldad contra sus enemigos durante la Guerra de Sucesión, siendo especialmente impío en el asedio de Barcelona, y persiguió a sus enemigos políticos implacablemente. Igual que otros Borbones, dependió excesivamente de sus vicios y terminó sus días como un demente.
Le obsesionaban la muerte y la sangre y fue el primer rey desde Carlos V en pisar un campo de batalla, pues disfrutaba oliendo la sangre del enemigo y manchándose las ropas con ella. Posiblemente padecía de un trastorno bipolar.como Carlos IV pues presentaba muchos y repentinos cambios de humor y de parecer.
Fue un instrumento para la centralización del Estado y su reconversión al modelo absolutista francés. Aplicó una implacable represión contra los “austracistas”. Finalizada la Guerra de Sucesión, en 1715, fueron ajusticiados miles de ciudadanos por el mero hecho de haber apoyado la causa del candidato de la casa de Austria. Tan solo en Cataluña unas 4.000 personas fueron condenadas, algunas de ellas a muerte y otras a remar en galeras, mientras que los bienes de todos eran confiscados.
Padecía lo que podría considerarse una adicción al sexo. De hecho, se dice que ingería pócimas afrodisíacas y practicaba el coito varias veces por día. Algunos historiadores han relacionado esta obsesión con el placer frecuente con su profundo temor y atracción por la muerte. Durante toda su vida manifestó enormes remordimientos religiosos por su conducta libertina. Había sido educado en su infancia por el obispo Fénelon, quien arraigó en él el terror al pecado y la clásica postura católica de represión y satanización del sexo. Durante toda su vida, sufrió una tensión agobiante entre sus creencias religiosas y sus pasiones carnales.
A partir de 1717 sus padecimientos se agudizaron y se hicieron frecuentes ataques de ira o de terror en público. Cronistas de época sostienen que a veces se creía una rana, que se dejó crecer las uñas hasta el punto de no poder caminar. En un momento dado, se obsesionó con que de su ropa y de la de su esposa irradiaba una luz mágica, y desde entonces encargó la confección de sus vestiduras a las monjas.
Su primera esposa, fue su prima hermana, María Luisa de Saboya (1688 – 1714) que murió tuberculosa y con la que tuvo cuatro hijos: Luis I que vivió 17 años, reinó y murió sin descendencia;  Felipe que murió a los seis días de nacer; Felipe Pedro que murió a los siete años y medio y Fernando VI que reinó y murió a los 46 años.
Su segunda esposa fue Isabel Farnesio (1692 – 1766), la madre de Carlos III, que además tuvo con Felipe V otros seis hijos. Isabel era una aristócrata italiana que había recibido una exquisita educación: estudió gramática, retórica, historia y geografía con los mejores preceptores y llegó a hablar siete idiomas: toscano, castellano, francés griego, latín entre otros. Tuvo una buena formación artística, tocaba el clavicordio y recibió clases de pintura. Fue una gran lectora y reunió una importante biblioteca. Era culta, inteligente, ambiciosa e informada, con amplia preparación política.
Poseía un cuerpo esbelto y atractivo aunque su cara fue muy afeada por la viruela que padeció en la infancia. Tenía un fuerte carácter y una personalidad autoritaria que le permitieron influir grandemente en España durante medio siglo. Cuando falleció la primera esposa de Felipe V, en febrero de 1714, los cortesanos salieron a buscar una princesa que pudiera satisfacer las insaciables ansias sexuales del soberano. La influyente Marie-Anne de la Trémoille, más conocida como La Princesa de los Ursinos, fue la encargada de esa búsqueda. El cardenal Giulio Alberoni, arzobispo de Málaga, le propuso a Isabel de Farnesio, y la definió como “una princesa sumisa, obediente, sin deseos de mando, a la que no le gusta mezclarse en los negocios de la nación ni en las intrigas que rodean el trono…, es una buena muchacha, regordeta, saludable y bien alimentada… acostumbrada a no escuchar otra cosa que no se refiera a la costura y el bordado”.
Esta descripción entusiasmó a la Princesa de los Ursinos, que ya no indagó más, pues pensaba que con semejante reina ella seguiría mandando. La descripción del cardenal Alberoni – probablemente acordada con la novia – era exactamente contraria a la realidad. Isabel de Farnesio apenas llegó a ser reina expulsó a la princesa y a todos los cortesanos franceses que desde un principio habían rodeado a Felipe y elevó al italiano Alberoni como primer ministro y Grande de España.
A partir de 1728 Felipe V empezó a vivir solamente de noche, pues había desarrollado fobia al sol. El príncipe Fernando fue admitido alguna que otra vez a la presencia de su padre, que se había recluido en su palacio. Allí pudo captar con sus propios ojos los tragicómicos desatinos del soberano: se había empeñado en llevar siempre una camisa usada antes por la reina, porque temía que le envenenasen con una camisa; otras veces prescindía de esa prenda y andaba desnudo ante extraños; se pasaba días enteros en la cama en medio de la mayor suciedad, hacía muecas y se mordía a sí mismo, cantaba y gritaba desaforadamente, alguna vez golpeó a la reina, con la cual se peleaba y repitió tanto sus intentos por escaparse que fue preciso poner guardias en su puerta para evitarlo.
Felipe V reinó dos veces. Antes de 1724 quiso ser rey pero tras la muerte de su hijo Luis ya no fue el mismo. Su abdicación no solo se debió a motivos religiosos, como lo sostenía la versión oficial, sino que fue producida por la depresión y la psicosis. Después del interregno que representó el corto reinado de su hijo Luis I, volvió al trono pero para ese entonces un rey consorte de su segunda mujer, Isabel Farnesio, que usó con frecuencia la frase «el rey y yo», como emblema de una singular monarquía dual en la que quien tomaba las decisiones era la reina. La historiografía romántica siempre atribuyó ese segundo reinado al de un hombre secuestrado en la alcoba por su mujer pero la verdad es que era el primero pero no el último de los Borbones inhabilitados mentalmente para reinar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario