martes, 6 de noviembre de 2018

Sexo, fachadas ideológicas y videos


Sexo, fachadas ideológicas y videos

Lic. Fernando Britos V.

La iglesia católica se debate en una gran crisis. Los escándalos por abusos que han afectado a miles de fieles e involucran a cientos de sacerdotes, provocan la destitución de obispos y cardenales acusados de encubrimiento criminal cuando no de haber participado en violaciones y pedofilia. El Papa Bergoglio, Francisco I, y el poderoso aparato del Vaticano se ven conmovidos por el fracaso total de la política de negación de los crímenes y agresivo contraataque a los denunciantes que había instaurado el Papa Wojtila, Juan Pablo II, que por eso fue llamado “el Papa de los pedófilos” y cuya canonización de 2014 está siendo cuestionada.

La perversión y la corrupción de las cúpulas eclesiásticas es el resultado de la incapacidad de la iglesia católica para resolver los grandes problemas que le ocasiona su legendario maridaje con los poderes más retrógrados y represivos, su falta de capacidad política para gravitar más allá de la retórica en los grandes temas que afectan al mundo: las guerras y hambrunas, la desigualdad y la explotación de los desposeídos, la opresión de los más débiles, las mujeres, los niños y los ancianos, el racismo y la xenofobia, la vulneración de los derechos humanos, la crisis medioambiental mundial, las migraciones desesperadas.

Esa incapacidad práctica en muchos casos, así como la indiferencia o la omisión de las jerarquías ante una realidad mundial preocupante, está profundamente arraigada en la impotencia demostrada por los pontífices especialmente en el último medio siglo y particularmente a partir del ahogamiento y extinción de los vientos renovadores que soplaron brevemente después del Concilio Vaticano II – para sacudir un organismo anquilosado y resolver algunos de los problemas internos que alimentan los abusos y las complicidades criminales en su propio seno.
Sería tonto generalizar y reducir la corruptela moral de muchos sacerdotes a la problemática sexual pero no menos obtuso es negar que el patriarcalismo y el machismo, que excluye a las mujeres del sacerdocio (lo cual implica en general considerarlas como seres subordinados de segunda clase cuya exclusiva competencia es reproductiva), el celibato obligatorio (construido como opción vital con el único y verdadero propósito de controlar y mantener firmemente encuadrados a los sacerdotes en el esquema de poder y disciplina) y todo el resto de la dogmática tozudamente opuesta a la ciencia y sobre todo al pensamiento crítico, son las verdaderas incubadoras de las perversiones sexuales, la discriminación y la persecución de las diferencias, el fanatismo y la falta de compasión hacia el sufrimiento y la devastación de sus propios cuadros, la simonía y el ocultamiento de los pecados capitales, “la pérdida de la vocación” y el alejamiento de sus propios fieles.
La santa alianza de curas, pastores y políticos – En este panorama pueden presentarse los más fantásticos episodios: que los restos de una o dos adolescentes romanas, desaparecidas misteriosamente en 1983, aparezcan ahora enterrados debajo de un edificio en el diminuto Estado Vaticano; que un arzobispo pase a la clandestinidad después de producir una carta pública promoviendo la “renuncia” del Papa; que el Cardenal Sturla – el jefe de la iglesia uruguaya – trate de amortiguar y ocultar la gravedad de los abusos cometidos en el país diciendo que “tuvieron lugar hace muchos años” y que las víctimas fueron adolescentes y no niños (lo cual lleva a concluir que para el prelado los jóvenes que superaron la infancia son “presa franca”, capaces de provocar los abusos y por ende de justificar a los perpetradores). Hasta donde sabemos el purpurado no se ha retractado pese a que algún obispo ha calificado esas declaraciones como “desgraciadas”.
Lo que está sucediendo es que la iglesia católica uruguaya tartamudea en este terreno porque está desatando una verdadera ofensiva en otro ámbito y lo hace en santa alianza con algunas sectas evangélicas y sectores de partidos políticos y organizaciones de ultraderecha, para promover los tópicos a los que se está jugando los boletos de la lucha ideológica. Esto debe servir, además, como cortina de humo para disimular su silencio o sus declaraciones “desgraciadas” sobre los crímenes que aquí como en tantísimos países se han cometido.
Algunos de esos tópicos son su empeño por introducir la religión, o mejor dicho sus ideas dogmáticas, en la educación mediante una reivindicación del “laicismo” que es precisamente lo contrario: la promoción del creacionismo, las concepciones medioevales y más reaccionarias, las interpretaciones literales y fantásticas de la Biblia (aunque sería más correcto referirse a las Biblias), las distorsiones y manipulación de la enseñanza, el adoctrinamiento. Las iglesias y las derechas tratan de recuperar el control de las mentes, la imposición de sus ideas retrógradas, el dominio de la enseñanza. Vieja aspiración siempre renovada. El mismo contrabando ideológico del fanatismo autocomplaciente.
Otro de los temas es la promoción de la discriminación, el racismo, la homofobia y, en general, la condena a la diversidad y la defensa fundamentalista del statu quo, la justificación de las injusticias y las desigualdades que, en muchos casos se apoya en el odio y la violencia contra los más desvalidos, la ridiculización de los derechos humanos y otras aberraciones en nombre de una imposición sobrenatural, divina, de la que ellos se constituyen en únicos intérpretes. Estas agresivas campañas emplean ampliamente los medios de comunicación para la difusión de noticias falsas que buscan presentar el reconocimiento de derechos a los más desvalidos como la instauración de privilegios. Lo que realmente promueven es el mantenimiento y naturalización de sus privilegios y canonjías que son producto de la desigualdad y la injusticia.
Algo parecido sucede con las campañas contra la salud sexual y reproductiva o dado caso a favor de penalizar el aborto que se presentan como “defensa de la vida” cuando lo que ponen en riesgo cierto es la salud, la dignidad y la vida de las mujeres mediante una brutal imposición de los esquemas patriarcales. Todas estas campañas están adobadas con “falsos testimonios” y disparates pseudocientíficos que, dicho sea de paso, se han esgrimido en nuestro país y alcanzaron bajeza antológica en expresiones vertidas por los “antiabortistas” en el parlamento argentino.
No es de extrañar que estas campañas utilicen el aparataje de falsedad y mentiras sistemáticas a través de presuntos “expertos deshechables” o de organizaciones de fachada que preservan el anonimato para difundir basura bajo una apariencia reivindicativa. Un ejemplo típico es el llamado Frente Estudiantil Contra la Opresión Ideológica, “Fecopri”.
Los creadores del acrónimo ignoran que lo “coprológico” es fácil de relacionar no solamente con la mierda que difunden sino con la forma en que lo hacen. No muestran su verdadero rostro y sus “voceros” o propagandistas son figuras por lo general poco conocidas. Una fachada hueca, sin sede ni dirección, sin responsables, sin identificación, un servidor y una dirección electrónica que pueden estar en cualquier lado o en ninguno. Son hologramas enfermizos cuyo secretismo encubre la red clandestina que los crea, los financia y los difunde. Organizaciones fotofóbicas que no toleran la exposición a la luz pública y a la confrontación respetuosa de ideas.
Esta fachada presenta a unos actores juveniles que desarrollan libretos que atacan con bajeza a personalidades de la cultura mundial, como Wilhelm Reich, Louis Althusser y Michel Foucault acusándoles como enfermos mentales, delincuentes y perversos sexuales cuyas ideas inficionan a los jóvenes. Como suele suceder quien lanza esos ataques en lugar de enchastrar a los intelectuales elegidos como blanco expone muy claramente cuáles son las obsesiones que atormentan a los guionistas de los videos: el sexo, la enfermedad mental, el delito, el odio. Se dedican a citar la cuerda en la casa del ahorcado.
Proyectan en otros sus propias perversiones: la de los ideólogos fanáticos del fundamentalismo, el negociado y la corruptela de los pastores mediáticos, los abusos de los curas pedófilos y de los falsos profetas. Se presentan como enemigos de las ideologías (“la opresión ideológica”), se declaran independientes de cualquier partido político. Pero todo es pura mentira. Nada más antagónico del cristianismo que la mentira, la falsedad, el odio y la impiedad que promueven. Es una forma de “guerra sucia ideológica” que traiciona a los creyentes y a sus propios seguidores.
Nada más político que la relación carnal y espiritual que desarrollan con los sectores más retrógrados de los partidos políticos. Estos partidarios confesos de la teocracia, del derecho divino, son enemigos jurados de la democracia, de la participación, del diálogo a nivel de la sociedad, de la cultura y desde luego intra e intereclesial. Algunos llegan al parlamento y entonces muestran la hilacha, no son representantes de la ciudadanía, son “elegidos” por una divinidad intangible y superior que habla por su boca y por ende no tienen otro compromiso que con ellos mismos: son profetas de pacotilla, predicadores que abusan de la fe pública.
Un golpe contra el Papa Francisco – La punta de lanza ha sido el ex- nuncio apostólico en los Estados Unidos, el arzobispo Carlo María Viganó, que a fines de agosto se desató con una carta de más de 7.000 palabras (once carillas) contra Francisco exigiendo su dimisión. El misil incluye la acusación que Francisco conocía los abusos sexuales que el destituido cardenal Theodore McCarrick había cometido durante décadas con seminaristas y que le había levantado las restricciones que el Papa Ratzinger, Benedicto XVI, le había impuesto.
“En estos momentos tan dramáticos para la iglesia en el universo, el Papa debe reconocer sus faltas y atenerse al principio de tolerancia cero que proclamó – sostuvo Viganó – y debe ser el primero en dar un buen ejemplo a los cardenales y obispos que encubrieron los abusos de McCarrick y renunciar junto con ellos”. Viganó advierte que Francisco trata de consolar una “corriente homosexual” que existe en el Vaticano.
Los tradicionalistas o fundamentalistas que constituyen un sector importante de la jerarquía católica, cuentan con obispos, cardenales y teólogos. Este sector empezó a atacar al Papa argentino desde su elección. Le enrostran el abandono de la intransigencia dogmática y acusan a Francisco de ser complaciente con el “vale todo” de la era actual que, para los ultras de la iglesia, se manifiesta en los mensajes inclusivos del pontífice en “cuestiones sociales” como por ejemplo la homosexualidad y el matrimonio que para ellos están regidas por principios inmutables en los que no debe haber apertura alguna.
Los aperturistas que respaldan al Papa sostienen que el texto de Viganó es un intento de golpe de Estado y que las acusaciones del ex-nuncio carecen de respaldo. Sin embargo, el Washington Post que suele ser equilibrado en el tratamiento de las pujas internas de la iglesia católica sostiene que entre los laicos estadounidenses partidarios de una agenda reformista hay muchos que critican la acción de Viganó pero empiezan a preguntarse si Francisco es la solución, para la limpieza drástica que debe hacerse o es parte del problema.
Ante el escándalo que produjo el veredicto del Gran Jurado de Pennsylvania al detallar los abusos cometidos por más de 300 curas a lo largo de las últimas siete décadas que sufrieron muchos cientos de niños, jóvenes y adultos, fue la primera vez que un Papa se dirigió “urbi et orbi” diciendo, respecto al pasado, que no hay esfuerzo para pedir perdón que sea suficiente y que alcance para reparar el daño, mientras que, en relación con el futuro, no hay esfuerzo que debiera ahorrarse para “crear una cultura capaz de prevenir que estas situaciones sucedan y también para prevenir la posibilidad de que sean encubiertas y perpetuadas”.
Precisamente para la creación de esa cultura que reclama el Papa, parece claro que no alcanzará con las renuncias masivas de obispos y la expulsión de sacerdotes abusadores, es decir únicamente con raspar hasta el hueso para combatir lo que denominó como “cultura de la muerte”, sino que habrá que atacar el patriarcalismo eclesial y el celibato obligatorio. Parece difícil que Francisco tenga resto para tales medidas, pero sin dudas se trata del punto crítico de su pontificado y de la capacidad de subsistencia de la iglesia católica como referente moral.
El problema es que tiene que mantener cierto apoyo en las jerarquías para neutralizar a la derecha que lo ataca y eso parece obligarle a hacer equilibrio en terrenos peligrosos como el que recorrió cuando comparó al aborto con el genocidio perpetrado por los nazis, pero sin hornos crematorios, lo que parece destinado a tranquilizar a los fundamentalistas y fanáticos.
Por su parte, durante su desempeño como nuncio (embajador) del Vaticano en Estados Unidos, Viganó trabajó en alianza con los conservadores y utilizó su capacidad para nombrar nuevos arzobispos para colocar a los más retrógrados a la cabeza de las diócesis en San Francisco, Denver y Baltimore. Cuando asumió Bergoglio suspendió esa práctica, pero cuando el Papa visitó Estados Unidos, en el 2015, Viganó estuvo a punto de sabotearla porque introdujo a la activista conservadora, Kim Davis, una furibunda funcionaria que se negaba a expedir las licencias matrimoniales a parejas del mismo sexo. “Yo no sabía quién era esa mujer – le dijo el Papa a Juan Carlos Cruz,un mexicano que sufrió abuso – él la hizo escabullirse para que me saludara y, por supuesto, hicieron todo un alarde publicitario al respecto”.
El arzobispo Viganó se hizo famoso por su gran ambición y su poca paciencia. Mantuvo conflictos con sus superiores cuando creía que impedían su ascenso en la Iglesia y participó en la mayoría de los escándalos relacionados con el Vaticano. Aunque alguna vez fue criticado por los tradicionalistas de la iglesia debido a su “pragmatismo”, se ha alineado con los influyentes ultraconservadores de la curia empeñados en impedir cualquier cambio.
Cuando Viganó fue designado como nuncio en los Estados Unidos consideró que se le había apartado del Vaticano para impedirle llegar a ser cardenal. Después, la jugarreta que le hizo a Bergoglio en el 2015 motivó su destitución y retorno a Italia por lo que muchos vaticanistas creen que sus rencores personales son la motivación del texto asestado contra el Papa. El arzobispo tiene antecedentes como libelista cuyas cartas criticando a los dignatarios del Vaticano fueron sistemáticamente filtradas y difundidas en todo el mundo por la prensa de derecha.
En el año 2009, el entonces obispo Viganó fue trasladado a la Gobernación de la Ciudad del Vaticano. Famoso por su sobriedad, convirtió el déficit de la Ciudad del Vaticano en un superávit, pero su rígido estilo administrativo desencadenó quejas y también se le acusó de promover indebidamente la carrera de un sobrino. Su rigor al investigar contratos del Vaticano molestó al secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone, y el diario italiano Il Giornale aseguró que tenía proyectos propios para los servicios de seguridad del Vaticano.
El cardenal Bertone, también ligó en la reciente carta contra Francisco. Viganó sostuvo que se mostraba “notoriamente a favor de promover a las personas homosexuales”, y por eso lo “desterró” a los Estados Unidos. Después de trabajar con un periodista conservador (Marco Tosatti) que le ayudó a escribir la carta, el arzobispo Viganó abandonó su celular y pasó a la clandestinidad. De hecho nadie sabe dónde se encuentra ahora.
La pugna intestina en la iglesia católica está abiertamente declarada. El Papa no contestará el pasquín de Viganó pero habrá que ver cuáles serán sus próximos movimientos, la suerte de su agenda reformista y la profundización de las medidas contra los abusos denunciados que siguen apareciendo en todo el mundo. Lo que es presumible es que la iglesia católica uruguaya se mantendrá en silencio y dejará que los videos actúen como oportuno sofisma de distracción.




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