CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD Y MITOS ENCUBRIDORES
Lic. Fernando Britos V.
El juez federal argentino Daniel Rafecas
(n.1947), ha llevado adelante desde el 2004 algunos de los casos más resonantes
abordados por la justicia argentina (desde la llamada Megacausa del Primer Cuerpo de Ejército donde sigue dos grandes
líneas: la de las estructuras de mando durante la dictadura argentina y la de
los centros clandestinos de detención, hasta los sobornos en el Senado de su
país, la causa Papel Prensa y otras de palpitante actualidad)[1].
Rafecas es profesor de Derecho Penal en la
Universidad de Buenos Aires y en las de Rosario y de Palermo. Es mundialmente
reconocido por su actividad académica dedicada al estudio de los crímenes de
lesa humanidad, contra la discriminación y en defensa de los derechos humanos.
Hace pocos meses se publicó su libro [2]
sobre la Solución Final y con motivo de su presentación en Montevideo concedió
una entrevista [3] a la que
deseamos referirnos ahora.
Sería un atrevimiento opinar sobre el libro de
tan destacado profesor sin haberlo leído de modo que simplemente se trata de
hacer ciertos apuntes, como contribución a los temas candentes y de enorme
vigencia que trae a cuento, el Prof. Rafecas y las preocupaciones que
compartimos uruguayos, argentinos, latinoamericanos y ciudadanos de todo el
mundo.
1 –
El origen del mal y
las secuelas actuales – Tal vez el capítulo más importante de la
historiografía del nazismo y de la historia del siglo pasado ha sido el de los
orígenes ¿cómo sucedió esto?, ¿cómo un pueblo culto, trabajador y sensible pudo
prohijar y seguir fanáticamente a los nazis en sus crímenes? ¿cómo pasó?
¿cuáles fueron las causas? Filósofos, psicólogos, literatos, médicos, maestros,
historiadores, políticos, periodistas, hombres y mujeres comunes y corrientes y
grandes catedráticos, en todo el mundo se han planteado y, como puede verse aún
se plantean y se plantearán, la misma interrogante. A principios de mayo de
1945 - cuando las cenizas del Füehrer aún no se habían enfriado – Bertolt
Brecht, que había condenado valientemente los orígenes y ascenso del régimen,
advertía, refiriéndose al capitalismo como causa del fascismo: "señores,
no estén tan contentos con la derrota de Hitler porque
aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al Bastardo, la Puta que
lo parió está caliente de nuevo" (6 de mayo de 1945).
Brecht anticipaba así el desarrollo de la Guerra Fría
que en realidad había empezado antes de la derrota del Eje. Los orígenes del
mal no pueden ser comprendidos si no se estudia la forma en que los criminales
nazis fueron benévolamente tratados, amparados e incluso contratados por los
gobiernos de los Estados Unidos, de Gran Bretaña, de Francia y, desde luego de
Japón y de la República Federal Alemana, desde su creación[4].
Los orígenes y las secuelas del Holocausto están tan
estrechamente vinculados que las reparaciones, la ubicación de los bienes
robados, la denuncia del aprovechamiento de mano de obra esclava y otros
métodos de enriquecimiento, latrocinio y explotación ha sido insuficiente,
vacilante o acallada. La reparación ha sido extraordinariamente mezquina con
las víctimas y el reconocimiento apenas balbuceado.
La Puta que parió al nazismo no ha sido otra
que el capitalismo y sus métodos de explotación, destrucción y degradación de
los seres humanos, de ejercicio del poder por la clase dominante y de los
métodos imperialistas para el sojuzgamiento de los pueblos. Por eso la
profundización necesaria en estas temáticas no puede circunscribirse a la
esfera estrictamente política de “la toma del poder” por los nazis o al
desarrollo de un “estado totalitario” y una burocracia estatal ciega y
eficiente.
En los últimos años hay varias líneas de
investigación multidisciplinaria sobre el nazismo y sus crímenes que renuevan y
enriquecen viejas perspectivas y, sobre todo, que tienen un gran valor
prospectivo, precisamente en el sentido que dice Rafecas: no existe vacuna contra
estos crímenes y nada impide su repetición sino la alerta temprana basada en un
reconocimiento de los procedimientos, los síntomas precursores y las situaciones
que llevaron a su desarrollo. La aguda crisis europea resuena ahora
cataclísmicamente similar a la de la República de Weimar y aunque es sabido que
la historia es irrepetible sus lecciones no admiten desperdicio.
2 –
Precursores - La
investigación de los crímenes contra la humanidad está inexorablemente sometida
a diversas etapas. En la del Holocausto y los crímenes del nazismo, la
generación de aquellos que sufrieron directamente el nazismo, el fascismo, el
franquismo, ya desaparecieron. Actualmente la generación de los hijos de los sobrevivientes y de los estudiosos más o menos
contemporáneos de los hechos está cediendo su lugar a una tercera o cuarta
camada de nuevos investigadores que no conocieron los fenómenos sino a través
del sufrimiento de su padres, de sus abuelos o el de comunidades que aparecen
histórica y culturalmente distantes [5].
Los nuevos investigadores aportan a su vez
nuevos puntos de vista, nuevas sendas de investigación y las inevitables
polémicas con que se desarrolla el conocimiento pero en todos los casos existe
una pasión, no necesariamente reconocida, que es producto de la identidad
intrínseca a la especie humana. Se trata siempre de una materia de palpitante
interés porque el riesgo de reiteración de los crímenes, independientemente de
su escala, no se disipará sino con la desaparición del capitalismo.
Es preciso estudiar a los perpetradores, de
donde provienen, como se forman, como se organizan, cual es su concepción y sus
procedimientos, quien los financia, cual es el entramado de los autores
intelectuales, los instigadores, los festejantes. Como se entrelazan las
responsabilidades, las complicidades, las omisiones. Esto implica estudiar las
organizaciones criminales en las que se entrenan y actúan y la forma como justifican y ocultan sus crímenes a
través de la desinformación y lo que nosotros denominamos “mitos encubridores
de crímenes de lesa humanidad” [6].
También es necesario considerar a las
víctimas, sus actos, sus huellas, reivindicar su memoria, ubicar sus restos y
reparar a los sobrevivientes, a sus descendientes y a las comunidades que
sufrieron las acciones criminales en todo sentido, es decir desde la reivindicación
simbólica a la material en todas sus formas.
En este marco general es decisiva la seriedad
y consistencia de las investigaciones y la coherencia de las acciones que se
lleven a cabo. Las secuelas de los crímenes de lesa humanidad son transgeneracionales
y transculturales. Hay un vínculo directo entre los crímenes racistas y los
genocidios del pasado, del presente y del futuro. Hay un hilo conductor mucho
más directo que lo que se supone entre un agente de la Ojrana, un oficial
otomano o nipón, un esbirro de la Gestapo, un verdugo franquista, un
interrogador estalinista, un sturmbanfüehrer de las SS, un paracaidista
francés, un agente de la CIA o del Mossad y un torturador pinochetista, ruandés,
argentino, guatemalteco, congoleño o uruguayo. Los métodos se han heredado,
perfeccionado y trasmitido.
Hace mucho que se sabe que los nazis se
inspiraron en el genocidio que sufrieron los armenios en 1915 a manos de los
turcos. En diciembre de 1941, a instancias de Goering y Himmler, el Teniente
General de las SS Reinhard Heydrich convocó una reunión para tratar la Solución
Final del Problema Judío. La reunión debió postergarse y finalmente se llevó a
cabo en el barrio berlinés de Wannsee, el 20 de enero de 1942, con la
participación de 15 capitostes militares, policiales y civiles nazis [7].
Los acuerdos que se adoptaron fueron
redactados por Heydrich y Eichmann y disponían la organización del Holocausto,
es decir el aniquilamiento de los judíos y otras razas inferiores de toda
Europa. Los documentos fueron capturados y presentados en el Tribunal de
Nuremberg que juzgó a los jefes nazis después de la guerra. Hay testimonios de
que, en la Conferencia de Wannsee, Heydrich citó el genocidio armenio como un ejemplo
de impunidad para tranquilizar a los jefes que expresaban dudas respecto a las
represalias que podía acarrear un crimen tan gigantesco.
Sin embargo, antes del exterminio de los
opositores políticos y el desarrollo demencial de los campos de concentración,
los nazis habían llevado a cabo una operación de “limpieza étnica” mediante el
asesinato sistemático de enfermos mentales, discapacitados y pacientes
afectados por enfermedades hereditarias y congénitas. Esto sucedió mucha antes
de la guerra, sus acciones preparatorias empezaron antes del acceso del nazismo
al poder en 1933, fue dirigido por una serie de eminencias médicas de Alemania
y condujo al exterminio de cientos de miles de personas.
La política oficial de la Alemania Nazi comprendía la
“higiene racial” que prohibía los matrimonios con personas de “razas
inferiores”, no solamente judíos sino también romaníes (gitanos) que fueron tan
implacablemente gaseados como los primeros, prescribía la esterilización
forzosa y la procreación favorecida de los arios (Lebensborn). El sistema
incluía la eutanasia de personas estigmatizadas (programa Aktion T4): enfermos
incurables, débiles mentales, homosexuales, ancianos y niños inválidos,
lisiados, personas con deformidades, etc. que eran presentadas como una carga
intolerable para la sociedad a través de campañas propagandísticas sistemáticas.
Este sistema tenía antecedentes en la eugenesia o
mejoramiento de la especie y la eutanasia que venía siendo promovida en los
Estados Unidos desde el siglo XIX y que contó promotores en todos los países,
inclusive en el nuestro, a principios del siglo XX. De modo que los nazis se
sirvieron del antisemitismo, el anticomunismo y la eugenesia, en forma
complementaria, para asegurarse el control,
el poder y la permanencia en el mismo mediante el terror, el engaño, el
miedo y la adhesión fanática pero, en realidad no inventaron nada sino que lo
combinaron en una forma bastante eficaz en las condiciones concretas de la
Europa de entonces y especialmente en las de la sociedad alemana.
El genocidio armenio fue un antecedente del Holocausto
pero no fue el más importante desde
cualquier punto de vista. La “legalidad” de los crímenes masivos se basaba en
antecedentes que pueden remontarse a la Edad Media y aún a la antigüedad, en
materia de segregación, discriminación, persecución y opresión de unas personas
sobre otras.
Desde el punto de vista práctico de la ejecución
racional, el antecedente más importante no fueron “las marchas de la muerte”, las
masacres de aldeas enteras y el exterminio por hambre que caracterizaron al
genocidio armenio sino la fría sincronización de acciones y de medios del
Aktion T4. El mismo personal médico y de enfermería que seleccionaba los
pacientes para ser esterilizados o asesinados fue después el que perfeccionó
los sistemas de selección de las víctimas en los campos de la muerte, ya fuese
para el trabajo esclavo, ya para los sönderkommando que acarreaban los
cadáveres, ya para ser gaseados, ya para los crueles experimentos (“resistencia
al dolor, a la congelación, a la anoxia, a tóxicos y venenos”) y las vivisecciones
que practicaban [8].
Los
asesinados mediante inyecciones letales y procedimientos similares fueron más
de 270.000 de modo que los hospicios, asilos y sanatorios de Alemania fueron
“vaciados” entre 1934 y 1938. Más de 400.000 personas fueron esterilizadas
contra su voluntad. El antisemitismo, el anticomunismo y la eugenesia fueron
ingredientes fundamentales del odio y la despersonalización de las víctimas
necesarios para el genocidio. Auschwitz ya había sido bien ensayado antes y el
personal que lo haría funcionar tenía experiencia hecha sobre su propio pueblo.
3 -
Responsabilidades de antes y de ahora – Este es otro gran
tema recurrente en el estudio de los crímenes de lesa humanidad, en la
prevención de los mismos y en la reparación de sus secuelas. Periódicamente se
producen nuevos debates historiográficos sobre el Holocausto y sus causas y
pocas cosas podrían agregarse a lo que generaciones de historiadores y
analistas políticos han propuesto.
Los “mitos encubridores” inevitablemente van
cayendo ante el trabajo de los investigadores, los descubrimientos documentales
y arqueológicos, los testimonios in
articulo mortis y los análisis multidisciplinarios de las evidencias. Esto
ha venido pasando en la historiografía del Holocausto, en la de España (1936 al
39), Argelia (1956al 60), Vietnam (1945 al 75), las dictaduras terroristas
latinoamericanas de las décadas del 60, 70 y 80 del siglos pasado y tantos
otros episodios marcados por los crímenes de lesa humanidad.
Como advirtió Rafecas sería fácil y
tranquilizadora la supervivencia del mito de que el nazismo fue producto o
creación de un grupo de dirigentes psicópatas. Pero ese mito hace muchas
décadas que ha sido sepultado. En cambio, retorna una y otra vez, el tema de la
responsabilidad colectiva. En 1996 se produjo intensa controversia cuando el
historiador estadounidense Daniel Goldhagen produjo su libro “Los verdugos
voluntarios de Hitler. Los alemanes comunes y el Holocausto” donde hacía un
hincapié absoluto en el antisemitismo como causa y una simplificación de la
culpa colectiva de todos los alemanes como “verdugos voluntarios”. La obra fue
un éxito de ventas pero sus tesis fueron demolidas por la academia.
Los historiadores, incluyendo todos los
especialistas judíos en el Holocausto, hicieron una severa crítica de la obra
señalando que su truculencia y simplificaciones prestaban un flaco servicio a
la determinación de las responsabilidades en la comisión de los crímenes de
lesa humanidad y concretamente a la comprensión de los crímenes del nazismo. Pocos
años después el argentino Federico Finchelstein produjo la que sigue siendo,
sin lugar a dudas, la mejor recopilación e interpretación en español sobre lo
que se dio en llamar el debate Goldhagen [9].
Para precavernos de las interpretaciones simplistas
que terminan salvándoles la ropa a los verdugos e igualando todas las
responsabilidades, lo que equivale a disolverlas todas, nada mejor que citar un
párrafo de Finchelstein (1999, p.38). “El
complejo universo de la Solución Final, sus contradictorios elementos de
planificación científica, de racionalidad instrumental que, mezclados con
elementos atávicos de barbarie y salvajismo llevaron a esa severa caída de la
civilización de la que habla Norbert Elías, están ausentes en el planteo de
Goldhagen. Auschwitz es así una previsible, e históricamente determinada,
puesta en escena de los nazis que expresa el deseo colectivo alemán de
exterminio físico de los judíos europeos”.
Goldhagen y otros abusivos simplificadores
después de él, ignoran la compleja historia de los judíos alemanes. Omer Bártov
sostiene en la misma obra (Cap.4, p.106) que si se acepta las tesis de
Goldhagen hay que creer que los judíos alemanes estaban ciegos o eran
directamente estúpidos, ya que el mensaje de su destrucción estaba escrito en
las paredes desde hacía cien años “y toda
su existencia se basaba en una ilusión”. Lo más interesante es lo que dice
Bártov enseguida: “Esta visión del pasado
(la de Goldhagen) también nos confronta con serios problemas que conciernen al
presente, ya que lo que Goldhagen llama el “antisemitismo eliminacionista” , el
predecesor de su variante exterminacionista, parece haber desaparecido
totalmente de Alemania después de 1945”.
En otras palabras, de la misma manera que los
crímenes de lesa humanidad tienen su contexto, sus antecedentes, su historia,
esas condiciones concretas tampoco desaparecen repentinamente aún en medio de
la derrota bélica o de una transición acelerada. Nadie podría creer que
Alemania (tanto la RFA como la RDA) o Japón, se transformaron en democracias
perfectas en 1945. Cualquier transición requiere sospechar de esas
“conversiones” retóricas o repentinas y esto vale tanto para la España de
Suárez posterior a la muerte de Franco como para el Uruguay al amanecer del 1°
de marzo de 1985.
Finalmente deseamos llamar la atención hacia
cuatro obras que no son precisamente novedosas pero que marcan otras tantas
líneas de investigación. En primer lugar los aspectos políticos y prácticos de
la toma del poder por los nazis, donde destaca la obra de William Sheridan
Allen, “La toma del poder por los Nazis. La experiencia de una pequeña ciudad
alemana, 1922-1945”. Desde hace casi medio siglo Sheridan Allen sostiene,
apoyándose en investigación de campo, que los nazis se hicieron del poder en
forma “legal”, organizada, propagandística y sistemática, apelando a
concepciones, prejuicios e intereses pre existentes, sin perjuicio de la
violencia de sus métodos y del terror que después implantaron [10].
El autor muestra como funcionaba el aparato de promoción, de recaudación y de
compromisos que montaron los nazis para ganarse la adhesión de una muy cómoda
mayoría en una pequeña población del norte de Alemania.
Otro aspecto importante de las
responsabilidades actuales en los crímenes del pasado es el de la participación
de los bancos suizos como caja negra y lavadores del oro robado por los nazis
(de lo cual hay una vasta y documentada bibliografía) y de la participación de
grandes empresas alemanas y de otros países en los beneficios del trabajo
esclavo o en el sustento técnico para el Holocausto. Este precisamente es el
caso de la IBM (International Business Machines). Edwin Black aparece como
autor del libro titulado “IBM y el Holocausto. La alianza estratégica entre la
Alemania nazi y la más poderosa corporación norteamericana”. [11]
Asimismo, aunque se refiere al Asia y a un
teatro de crímenes menos estudiado y conocido como son los cometidos por los
japoneses en China, Corea, Manchuria, Filipinas y todos los países que ocuparon
antes y durante la Segunda Guerra Mundial, se destaca la obra de los esposos
Seagrave [12]. Con
impresionante documentación estos periodistas de investigación muestran páginas
ocultas de la guerra en Asia y de la guerra fría a nivel mundial por cuanto dan
cuenta del saqueo sistemático de todas las riquezas de los países ocupados y su
enterramiento en lugares secretos, incluyendo el Palacio Imperial de Tokio. La
operación fue dirigida por el emperador Hirohito y los príncipes imperiales que
eran los que actuaban sobre el terreno.
Los estadounidenses facilitaron el
ocultamiento de inmensas cantidades de oro y con parte de ellas se financiaron
guerras y cruentas intervenciones de la guerra fría en todo el mundo. Lo
hicieron al incluir en el tratado de paz con el que formalmente terminó la guerra,
en 1952, de un artículo que exoneró al gobierno japonés de cualquier obligación
de pagar indemnizaciones o asumir responsabilidad por los saqueos cometidos,
por el trabajo esclavo, por la muerte y torturas infligidas a millones de
personas, por las violaciones y la esclavitud sexual de decenas de miles de
mujeres, por la destrucción de obras civiles y otros crímenes que permanecen
impunes.
Por fin, se encuentra el tema de las
responsabilidades de las iglesias, especialmente de la Iglesia Católica y del
Vaticano en relación con el Holocausto y otros crímenes de lesa humanidad. En
1963, el controversial dramaturgo alemán Rolf Hochhuth produjo el drama
titulado Der
Stellvertreter. Ein christliches Trauerspiel (El representante,
una tragedia cristiana) que se desarrolla en la época del Holocausto y
presentaba al Papa Pío XII como indiferente ante la suerte de los judíos y en
general de las víctimas de los nazis.
John Cornwell un profesor católico de
Cambridge, realizó a finales de la década de 1990 una investigación documental
y testimonial en los archivos del Vaticano con la intención de que los hechos
absolverían al Papa Pacelli de las acusaciones que no dejaban de producirse [13].
El resultado fue desconcertante para el mismo Cornwell quien confiesa en el prólogo
de su obra que se encontró en una situación de shock moral porque todo
ratificaba y agravaba el siniestro papel jugado por Pacelli, desde cuando fue
Nuncio Papl en la Alemania nazi y favoreció la desaparición de los partidos del
centro católico y la consolidación de Hitler, hasta su desprecio por los judíos
y su papel posterior como Papa, a partir de 1939, de indiferencia ante los
crímenes.
Cornwell (p. 10) dice que Eugenio Pacelli no
fue un monstruo, pues su caso fue más complejo y más trágico dado que su
historia se basaba en una combinación fatal de elevadas aspiraciones
espirituales en conflicto con una ambición desmedida por el poder y el control.
Su vida – sostiene Cornwell – no es un retrato de la maldad sino el de una fatal
disociación moral, el divorcio entre la autoridad y el amor cristiano que lo
condujo a la colusión con la tiranía y en último término con la violencia.
[1] Este Juez Federal accedió por concurso de oposición y méritos y fue
designado por Néstor Kirchner , hace precisamente ocho años, luego que el
Parlamento argentino anuló las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida con que Menem y Alfonsín habían amparado los
crímenes de la última dictadura. Desde entonces y solamente en la Megacausa del
Primer Cuerpo de Ejército, Rafecas ha conseguido identificar positivamente a
más de mil víctimas y ha procesado con prisión a más de 130 perpetradores del
Ejército, la Fuerza Aérea, el Servicio Penitenciario, la Gendarmería, la
Policía Federal y la SID, la mayoría con prisión preventiva. Entre ellos el más
notable ha sido el anteriormente indultado Videla quien encabezó la dictadura
entre 1976 y 1981. A estos perpetradores
militares se ha sumado posteriormente el ex Presidente De la Rúa, procesado por
ordenar los sobornos a senadores y varios parlamentarios por haberlos aceptado.
[2] Rafecas, Daniel (2012) Historia de la Solución Final. Una indagación
de las etapas que llevaron al exterminio de los judíos europeos. Siglo XXI,
Buenos Aires.
[3] Kovacic, Fabián (2012) “No
estamos vacunados contra otro holocausto”. Con el juez argentino Daniel Rafecas.
En: Brecha, 9 de noviembre de 2012, Montevideo.
[4] Es ridículamente bajo el porcentaje de criminales efectivamente
juzgados y condenados en Nuremberg y en Tokio después de la Segunda Guerra
Mundial. Algo parecido había pasado después de la Primera cuando el Kaiser
alemán murió tranquilamente en exilio dorado cercano a los países que había
devastado. Hirohito, Eichmann, Barbie, Mengele, Papon y miles de perpetradores
de los crímenes más horrendos vivieron disfrutando de libertad y riquezas
durante décadas y la mayoría ni siquiera fue juzgada.
[5] De la misma manera los “cazadores de nazis” han desaparecido por
sustracción biológica de materia y el interés se amplía más allá de la
detectivesca y necesaria ubicación de los perpetradores para someterlos a
juicio. Este es un proceso que está sucediendo en todo el mundo y en todos los
casos de crímenes contra la humanidad.
[6] El estudio de las organizaciones criminales y de las responsabilidades
colectivas requiere la mayor atención precisamente porque se han creado
determinados “mitos encubridores”, para no citar sino dos: en el Japón de la
posguerra se acuñó con decisivo papel del gobierno estadounidense y de su
virrey Mac Arthur el mito que el emperador Hirohito había sido una figura
decorativa y que los criminales formaban una camarilla de militares y políticos
que decidían. En realidad Hirohito planificó, alentó y dirigió todos los
crímenes y latrocinios cometidos en toda el Asia pero siguió reinando y murió
tranquilamente sin ser juzgado. Otro mito es el de que la Wehrmacht se limitó a
combatir mientras que las masacres y sevicias sobre la población civil y los
prisioneros las cometía la SS. Está probado que el ejército, la fuerza aérea y
la marina alemana cometieron atrocidades y crímenes de guerra, especialmente en
el frente germano-soviético, que fueron ocultados y por los que los
responsables no rindieron cuentas.
[7] En artículo
aparte haremos una relación de los participantes en esta decisiva reunión
criminal y el destino de cada uno de ellos que sirve para probar la lenidad con
que fueron juzgados y la forma en que la mayoría de ellos eludieron su
responsabilidad en la muerte de millones de personas.
[8] Téngase
en cuenta que en Asia sucedió lo mismo y que los médicos japoneses que
desarrollaron las armas químicas y bacteriológicas que se usaron en China, que
se experimentaron con la población civil y con los prisioneros inermes, que
promovieron el canibalismo y efectuaron vivisecciones, fueron “perdonados” por
los ocupantes estadounidenses a cambio de informes exhaustivos del resultado de
sus “experimentos”.
[9] (1999) Finchelstein, Federico (edit.) Los alemanes, el Holocausto y la
culpa colectiva. El Debate Goldhagen. Eudeba, Buenos Aires (la obra incluye un
prefacio de Dominick LaCapra, un ensayo introductorio del propio Finchelstein,
acertadamente titulado: El debate Goldhagen en contexto. Memorias colectivas y
representaciones críticas, Además contiene capítulos de J. Habermas, R.
Hilberg, preferido por Rafecas, R. Chartier, J.E. Burucúa, H. Mommsen, C.R.
Browning, S. Aschheim, O. Bartov, I, Deá y R. Wistrich.
[10] Sheridan
Allen, William (2009) La toma del poder por los nazis. La experiencia de una
pequeña ciudad alemana, 1922-1945. Ediciones B, Barcelona (la primera edición
en inglés data de 1965).
[12] Seagrave,
Sterling y Peggy (2005) Los guerreros del oro. El tesoro de Yamashita y la
financiación de la guerra fría. Ed. Crítica, Barcelona.
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