Investido con los ropajes de la
ciencia aparece un curro tan
redituable como engañoso
ciencia aparece un curro tan
redituable como engañoso
por el Lic. Fernando Britos V.
Brujos, magos y expertos charlatanesLa pseudociencia es muchas veces un inofensivo entretenimiento de salón o un pasatiempo como las palabras cruzadas. La astrología, la quiromancia, la grafología y otros, constituyen un cuerpo de supuestos conocimientos que parodian el lenguaje de la ciencia para vender certezas pero eluden sistemáticamente los mecanismos de verificación que los científicos siempre emplean en la interminable búsqueda del verdadero conocimiento.
Sin embargo, la pseudociencia no es inocua. Por un lado hay brujos y charlatanes que pretenden pasar por científicos y se ponen la túnica blanca o el vestido bien escotado para curar, predecir, aconsejar y resolver los problemas de la gente. Por otro, están los científicos que, a sabiendas o no, pierden el rumbo, abandonan el campo riguroso de la ética científica y empiezan a inventar resultados de presuntas investigaciones, ocultando sus procedimientos y deslumbrando incautos con promesas y hallazgos grandiosos.
Ambos géneros de charlatanes abusan de la credulidad pública para obtener fama, respeto, reconocimiento y jugosas ganancias. Todos terminan como codiciosos estafadores que buscan poder y dinero. Algunos quedan en evidencia en poco tiempo, otros no son descubiertos sino después de su muerte y muchos siguen sirviendo de ejemplo a discípulos embaucadores. Muchos menos terminan teniendo que rendir cuentas ante la justicia. Entre las actividades moralmente objetables e incluso delictivas, la charlatanería mantiene un índice muy elevado de impunidad.
En los últimos días una universidad privada que se especializa en temas empresariales anuncia un “seminario para descubrir la mentira a través de los gestos” y apela para reclutar incautos a la publicidad gratuita que le otorga la serie televisiva Lie to Me - traducible por Miénteme - donde el actor Tim Roth personifica al dueño de una empresa consultora de “interpretación gestual”, un experto en descubrir la verdad y la mentira que resuelve los casos más difíciles mediante la observación del lenguaje corporal, especialmente la “microgestualidad”. Este genio pseudocientífico emplea, abundantemente, los paradigmas simbólicos del quehacer científico. Lie to Me está inspirada en un personaje real y en algunos de sus trabajos, el psicólogo estadounidense Paul Ekman.
Ekman es un psicólogo clínico, nacido en Washington D.C. en 1934 quien, desde 1971 viene siendo financiado como investigador por el Instituto Nacional de Salud Mental de su país. Es un científico especialmente mimado por los medios de comunicación. Ha sido portada de la revista Time y ha recibido numerosos premios. Naturalmente, Ekman se ha preocupado por vincular sus actividades científicas con asuntos de relumbrón y escándalos nacionales (es muy conocida su declaración que cuando vio al Presidente Clinton por televisión refiriéndose a Mónica Lewinsky, se dio cuenta de que estaba mintiendo porque empleaba “lenguaje distanciador”).
Como buena parte de los psicólogos estadounidenses, nuestro profesor está inmerso en una corriente denominada conductismo que podríamos definir mediante su afirmación de que todo lo que sucede en la psiquis se manifiesta y todo lo que se manifiesta se puede medir. Esta corriente de pensamiento tiene como figura cumbre a Burrhus Frederic Skinner (1904-1990), quien también fue adalid de la sociobiología, es decir de la tesis de que los valores y la conducta de las personas está arraigada en la biología y no en el contexto social y cultural.
Estas tesis, a cuya comprobación experimental se han dedicado generaciones de psicólogos conductistas, son muy reaccionarias, en tanto asocian las diferencias entre las personas con factores biológicos, hereditarios y no con las condiciones sociales e históricas concretas. De este modo, las desigualdades se explican por factores constitucionales, las enfermedades responden a predisposiciones genéticas inevitables, etc. Los conductistas y B.F. Skinner en particular, han hecho uso y abuso de la idea de que las personas son máquinas biológicas que responden a diversos condicionamientos. Las teorías conductistas están emparentadas con la eugenesia originada en Gran Bretaña y en los Estados Unidos, una filosofía que propende a la mejora de los rasgos hereditarios de los humanos mediante distintas intervenciones, lo cual, con pequeñas variantes, ha terminado en las políticas raciales del nazismo y otras formas de genocidio.
El conductismo también opera como respaldo teórico de técnicas de nefasta aplicación en el tratamiento de las enfermedades mentales (psicocirugía y otras), en el control de la conducta, en la educación y, en sus facetas más oscuras, es el inspirador de las técnicas de interrogatorio, de tortura y de destrucción de las personas mediante intervenciones psicológicas que se aplicaron y se siguen aplicando en distintos países. Por ejemplo, el “condicionamiento aversivo” (que utiliza sistemáticamente el castigo para corregir una respuesta no adecuada) y la “indefensión adquirida” (condición psicológica en la cual un individuo es llevado a pensar que su situación no tiene remedio y que debe dejar de luchar u oponerse a sus captores).
Ekman es, como dijimos, un psicólogo mediático, simpático y afable que, hasta donde sabemos no se ha internado en las catacumbas más degradantes que han recorrido muchos de sus colegas. Tomó como punto de partida a psicólogos que postulaban que las expresiones faciales de las emociones no respondían a condiciones culturales (como lo habían postulado los antropólogos) sino que eran de origen biológico e idénticas en todo el mundo. Para corroborar sus tesis se dedicó a efectuar una minuciosa clasificación de las emociones (al principio definió seis: ira, disgusto, temor, alegría, tristeza y sorpresa y después agregó más). También produjo el Sistema de Codificación de la Acción Facial (FACS, su sigla en inglés) y estudió la conducta no verbal y el llamado lenguaje corporal.
En los últimos años, Ekman y una colega se lanzaron por un rumbo más proceloso: el Proyecto Wizards (una palabra que significa “brujo”, “mago” o “experto”, en ese orden). Alegaban que habían estudiado la capacidad de unas 20.000 personas para detectar a través de las “microexpresiones” (fugaces parpadeos, tics y otros gestos menores) si sus interlocutores estaban mintiendo o diciendo la verdad. La conclusión era que habían encontrado unas 50 personas (0,25%) que tenían una habilidad especial para detectar las mentiras sin haber recibido entrenamiento previo. A estas las llamaron “Truth Wizards” (algo así como “Magos de la Verdad”).
Naturalmente que Ekman se cubrió de fama e hizo plata a paladas con estas afirmaciones porque desarrolló el SPOT (en español, Técnicas de Observación para Examinar Pasajeros) y se la vendió a la TSA (Administración de Seguridad en el Transporte) de los Estados Unidos. Ekman y sus colaboradores se dedicaron a entrenar a miles de funcionarios aeroportuarios, policías y empleados de empresas de seguridad y agentes antiterroristas que poblaron los aeropuertos de todo el mundo y especialmente de los Estados Unidos a partir del rigor controlador que se implantó desde el atentado contra las Torres Gemelas (el 11/9/2001).
Este sistema y los promocionados descubrimientos de Ekman en el terreno de la detección de la mentira nunca fueron sometidos a pruebas científicas de validez y confiabilidad. Varios autores han señalado que el SPOT ha probado ser ineficaz y que sus Magos de la Verdad naturales no resisten la confrontación con métodos estadísticos de verificación de resultados, mientras que los Magos entrenados no son capaces de superar a quien hace la determinación al azar (arrojando una moneda a cara o cruz).
Ekman - que tiene un rostro a prueba de balas (si no de mentiras) - sostiene que no publica sus investigaciones a propósito, para no poner sobre aviso a los científicos de otros países que el suyo considera enemigos (Irán, Afganistán, Cuba, Etc.). Esta mentirijilla le ha permitido al profesor conservar, hasta cierto punto, la exclusividad para poder seguir haciendo dinero con su presunto descubrimiento aunque no evita que aparezcan aprovechados (pagándole franquicia o no).
En el campo de la pseudociencia hay gente muy rápida así que, basados en las “microexpresiones” y en los medios electrónicos contemporáneos ya se lanzó un programa informático que analiza los gestos de las personas - por ejemplo en un aeropuerto, en un interrogatorio, en la sala de espera de una comisaría, en un juzgado - para descubrir mentirosos, una especie de “pasillo electrónico” para examinar los gestos de las personas (como si se tratase de un scanner para valijas) y detectar a los posibles terroristas, traficantes u otros sospechosos.
Este directo beneficiario del clima de terror generado por el estado policiaco establecido por Bush y mantenido hasta ahora, tiene dentro de su misma corriente de pensamiento émulos capaces de producir un número indeterminado de violaciones al derecho a la intimidad y al respeto de la persona humana como lo hacen los infames “tests de integridad o de honestidad” que se aplican en algunas empresas.
Por último y para descubrir una verdad hay que decir que, en nuestro país como en cualquier lugar del mundo, un “seminario para descubrir la mentira a través de los gestos” es, indiscutiblemente una técnica psicológica que debe ser manejada (y naturalmente enseñada en cualquier caso) por psicólogos como lo establece la ley. Los técnicos en administración o en comunicación social o cualquier disciplina parecida no tienen competencia legal para hacerlo y mucho menos bajo el patrocinio de una universidad que, al hacerlo, está contrayendo responsabilidad en la violación de la ley que rige el ejercicio profesional de los psicólogos.
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