MITOS
DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA
Lic.
Fernando Britos V.
Vicios
de la Transición Española del franquismo a la monarquía y los mitos que la
envuelven. Cómo operaron las tesis de Samuel Huntington en España, cómo la
cuentan los jóvenes a sus padres y cuáles son las lecciones que pueden
aplicarse a otras transiciones.
Juan Carlos Monedero,
politólogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, ha hecho el
obituario político de Adolfo Suárez (1932 – 2014) como “astuto arribista, un
superviviente en aquel régimen horrendo donde tanta gente perdió la vida. Un
pícaro en un país condenado a serlo de pícaros porque la España del altar, el
trono y el dinero resolvió amputar la II República (…)” [1].
Monedero, obtuvo su posgrado
en Alemania, asesoró al gobierno de Hugo Chávez[2]
y es afín al Movimiento 15-M, los “indignados” españoles. Ha estudiado a fondo
las transiciones entre distintos regímenes políticos y en particular la que se
desarrolló en su país en la década de los setenta del siglo pasado desde el
franquismo a la actual monarquía. De hecho reconoce haber dedicado a este tema
más de veinte años de investigación elocuente y documentadamente recogida en
uno de sus libros: “La Transición contada
nuestros padres.[3]
Refiriéndose a este
libro esclarecedor Monedero sostiene: “con malos cimientos se levantan débiles
edificios. La generación de la Transición cerró la puerta y puso un filtro
cultural donde para entrar había que recitar su nuevo catecismo. Sólo cuando
sus protagonistas dejen de decir: ‘¡Hicimos una gesta maravillosa!’ y lo
sustituyan por el más humilde: ‘Hicimos lo que pudimos’, podremos dar cuenta de
la escasa calidad de la democracia española. Para que el nocturno de la
democracia cambie su partitura y abra paso a tonadas donde voces más alegres
cuenten” [4].
Para nosotros es
fundamental considerar el trasfondo y los procedimientos de la Transición
Española[5],
pues por aquí se la ha puesto como ejemplo de un proceso armonioso, de unión,
de coincidencia y de superación de un pasado signado por el fascismo, sus terribles
crímenes y las penurias del pueblo español. El libro demuestra que esa
transición es un mito, un relato ocultado, de tal modo que España es el único
país europeo “donde se puede ser demócrata sin ser antifascista”.
Monedero ubica ciertos
elementos de la Transición en la República Federal Alemana. Allí la
socialdemocracia, encabezada por Willy Brandt (Canciller 1969-1974), fue la
incubadora del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), formó y financió a los
jóvenes dirigentes, encabezados por Felipe González que se reimplantarían en la
política española de la cual estaban ausentes desde 1939 [6].
También marcó la impronta de salida del franquismo, un proceso que debía ser
tranquilo, sin convulsiones. En medio de la Guerra Fría, Brandt buscaba una política
conciliadora entre estadounidenses y soviéticos porque su propósito era
conseguir la reunificación de su país. Ese “modelo” de transición sin
sobresaltos era el apropiado para evitar que la pugna entre los bloques se
interpusiera.
La Transición se venía
preparando antes de la muerte de Franco. Desde 1969, este había establecido que
Juan Carlos de Borbón sería su sucesor como monarca (“todo quedaba atdo y bien
atdo”). Esto supuso sacar de en medio al padre y al primo del rey actual y
otras tramoyas por las cuales el dictador jugaba con dos mazos y había casado a
su hija con el otro aspirante al trono.
Parte del mito de la
Transición Española es la del rey demócrata aunque hubiera sido criado por el
tirano y le hubiera prometido lealtad desde un principio. El propósito del
Borbón era reinar a cualquier costo y lo consiguió. Los años demostrarían que
este rey fiestero y derrochón, cazador de elefantes y de féminas, prepotente y
tontarrón, no jugó papel alguno y ya estaba bien entronizado en 1981 como para
apoyar el golpe fascista de Tejero (conocido como 23-F). Monedero le califica
como “el perfecto traidor”.
Los militares y la
Iglesia Católica, mayoritariamente enemigos de la República desde 1931, socios
en la Guerra Civil también tenían sus propósitos. Los primeros que solamente
habían probado valía contra su propio pueblo, que habían sido camaradas de
armas de los nazis y fascistas, deseaban seguir gravitando y mantener oculto
ese pasado deshonroso, tan oculto como los 140.000 españoles enterrados en
fosas comunes diseminadas por toda España que todavía están por descubrirse. Los
mandos estaban dispuestos a hacer algunas concesiones pero nada importante.
Durante 25 años a partir de 1939 habían conmemorado el 1º de abril con un
desfile militar: el “Día de la Victoria” (La Victoria Católica en España, como la denominó el Papa Pío XII en
un telegrama a Franco saludando el triunfo del fascismo).
Con la Transición este discurso cambió y se estableció un “discurso de la paz”.
Los malos tiempos habían pasado. La polarización y la lucha entre españoles ya
no volverían.
Los banqueros y los partidos
políticos cooptados por el franquismo también tenían su propósitos y este era
el de ocupar todo el espacio posible amortiguando sus diferencias. Todos tenían
que hacerse potables y funcionales a la nueva democracia. En ese escenario, el
pícaro Suárez que por accidente no había sido ministro de Franco se hizo
compinche del rey arribista y jugó el papel por el que ahora le recuerdan
nostálgicos los sostenedores del mito. Impresentable era Manuel Fraga Iribarne
(1922-2012) el abogado gallego que, como Ministro de Información y Turismo del
decrépito caudillo, había firmado condenas a muerte con él hasta último momento.
Sin embargo, el relato oculto de la Transición le permitió a este viejo
criminal ser uno de los patrocinadores de la Constitución Española y actuar en
distintos gobiernos hasta su muerte.
La T.E. hizo que los
políticos y las instituciones de la España atrasada, reaccionaria y fascista,
se transformaran en un santiamén en demócratas integrales. Los jueces, los
políticos, la policía, el clero, los empresarios, la administración pública,
que habían ejecutado los crímenes, latrocinios y negociados del franquismo
fueron blanqueados y bendecidos para seguir operando hasta la actualidad.
Naturalmente los frutos de esta “herencia institucional” son una democracia de
baja calidad (la fruta viene podrida). La transición también incluyó “herencias
culturales” (la despolitización, la baja participación ciudadana inculcadas por
el terror y el autoritarismo franquista, la falta de espíritu crítico en la academia
y en los medios de comunicación, los partidos políticos poco transparentes y
muy centralizados, etc.) y “herencias sociales” (la persistencia de
desigualdades socioeconómicas, generacionales y de género, las deficiencias en
salud, educación, previsión).
José María Colomer, un
politólogo que dice comprender las razones de la mesura con la que actuaron los
agentes políticos en la negociación de la transición, señala que “las virtudes
de la transición se han convertido en vicios de la democracia”[7].
Monedero no está de
acuerdo con esta tesitura. Él dice que los vicios de la transición son también
vicios de la democracia aunque reconoce que, en plena Guerra Fría, Estados
Unidos no habría permitido una verdadera transición en España, en forma similar
a lo que había acontecido, treinta años antes, cuando con el fin de la Segunda
Guerra Mundial los Aliados permitieron la subsistencia de Francisco Franco a
pesar de que su régimen estaba profundamente comprometido política, militar y
económicamente con el Eje.
Samuel Huntington
(1927-2008), el politólogo de Harvard, se especializó en el estudio de los
regímenes civiles y militares, en los golpes de Estado y naturalmente prestó
atención a los procesos de transición entre regímenes. Al respecto estableció
cuales serían las transiciones permisibles para el esquema geopolítico del
imperio: aquellas en las que la participación popular no desborde lo
institucional. En otras palabras donde el pueblo no tenga más que una
intervención decorativa.
Aunque la Transición
Española no haya sido planificada puntualmente, como algunos pretenden, sus
vicios se corresponden con los principios de Huntington. Estos vicios son, en
particular, la falta de confianza en la gente (nunca se efectuó una consulta popular
en torno al régimen que sucedería a la dictadura: ¿monarquía o república?). Se
impuso una constitución sobre la base del todo o nada (no había alternativas).
Se desarrolló un chantaje espectacular para imponer la incorporación a la OTAN
y a la Unión Europea (“somos euroignorantes” sostiene Monedero). Todos esos
vicios sirvieron de justificación a la corrupción, el clientelismo y los
crímenes.
Sin embargo, el rasgo
esencial de la T.E. fue la supresión del antifascismo, la eliminación del
pasado, la brutal censura y represión de los recuerdos relativos a la lucha
sangrienta que se había librado contra el movimiento cívico militar que llevó a
los 40 años de franquismo. Las clases dominantes en España están decididas a mantener
obliterado el pasado casi a cualquier costo.
A setenta y cinco años
de la Guerra Civil no se han ajustado cuentas y ese es el cimiento más débil de
la democracia hispánica. A pesar de la T.E. como continuidad atemperada del
franquismo el país tropieza una y otra vez con los vicios de su democracia. Los
que se la jugaron por la libertad, los defensores de la República, los que se
enfrentaron al fascismo no solamente en España sino después en el maquis de la
Resistencia francesa, en Yugoeslavia, en Rusia, fueron transformados en no
personas. Son parte del relato ocultado.
Lo que es peor, a
alguno se le ocurrió hacer desfilar a un veterano de las Brigadas Internacionales,
un extranjero que luchó contra los fascistas en la Guerra Civil Española, junto
con un antiguo integrante de la División Azul que Franco mandó a combatir a la
URSS, encuadrada en la Wehrmacht.
Hicimos presión pero
después nos desactivamos – dice Monedero – refiriéndose a los años clave de la
T.E. Entre 1973-1976 (Franco murió en 1975) se registró el mayor periodo de
huelgas y movilizaciones populares en España por lo que se ha dicho que el
dictador murió en la cama pero el franquismo murió en la calle. Pese a esto la
T.E. fue el producto de acuerdos cupulares.
Monedero ilustra sus
tesis apelando al humorismo y en especial a uno de los más grandes de todos los
tiempos, Gila [8]. En una
de su viñetas aparece un hombre en silla de ruedas que le dice a su
interlocutor “yo era muy de izquierdas pero desde que quede paralítico soy
inmovilista”. Entre tanto dice el autor “seguimos
celebrando sinvergüenzas”.
[1]
Monedero, Juan Carlos
(2014) “Suárez en el país de los pícaros”. En : Brecha, 28 de marzo de 2014,
p.35; Montevideo.
[2]
Puede vérselo en You Tube
en polémica televisiva con periodistas derechistas españoles de ABC y El Mundo.
[3] Monedero, Juan Carlos (2013) La
Transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española.
Catarata; Madrid. (2da edición).
[4] www.juancarlosmonedero.org
[5]
En adelante emplearemos la
Transición Española con mayúsculas o utilizando la sigla T.E.
[6] Ver el blog Maremagnum de Quisicosillas: PSOE: 100 años de honradez y 40 de vacaciones .
[7] Colomer, Josep Ma. (1998) La transición
española: el modelo español; Barcelona, Anagrama (p.181).
[8]
Miguel Gila (1919-2001)
actor, humorista, dibujante, madrileño. Algunos de sus monólogos más famosos pueden
verse en You Tube.
No hay comentarios:
Publicar un comentario