En
defensa de Dominique Huez I
SUFRIMIENTO
EN EL TRABAJO. COMPRENDER PARA ACTUAR
Lic.
Fernando Britos V.
El título de este artículo, el primero de un dossier
que dedicaremos al asunto, reproduce en español el de un libro importante en
psicopatología del trabajo, cuyo autor es el médico francés Dominique Huez [1],
especialista en la materia, recientemente amonestado por el Colegio Médico del
Centro de Francia (Indre et Loire)[2]
por determinar que un obrero de la central nuclear de Chinon sufría un cuadro
de angustia depresiva a resultas de las condiciones imperantes en su trabajo.
Tirez
sur le pianiste - El Dr. Huez desarrolla su
especialidad desde hace tres décadas, ejerce en la central nuclear de Chinon
(Electricité de France, EDF), además es secretario general del Sindicato de
Medicina del Trabajo (CGT). Su obra y sus luchas merecen ser conocidas.
La reseña del libro mencionado será materia de otro
artículo pero ahora es preciso enfrentar el fenómeno que está afectando a
quienes denuncian y actúan contra el sufrimiento en el trabajo. En efecto, los
médicos, psicólogos y otros trabajadores de la salud en Francia vienen siendo
acusados por las empresas, ante los Colegios Médicos y Asociaciones
Profesionales, de presuntas violaciones deontológicas.
El objetivo de los denunciantes es evitar que en las
certificaciones médicas y en los estudios clínicos se establezca la relación
que existe entre la salud del paciente y su trabajo. Se procura aislar a los
profesionales que denuncian las prácticas que afectan la salud de los
trabajadores e implican consecuencias sociales o ambientales mediante presiones
o condenas corporativas ejercidas por sus colegas o por la justicia.
Según la comisión disciplinaria de la Orden de los
Médicos del Centro de Francia, los profesionales deben autocensurarse. El Dr.
Huez fue sancionado con “pena de advertencia” porque en diciembre del 2011,
como médico del trabajo de Electricité de France (EDF), ingresó en la urgencia
a un trabajador de Orys (filial del grupo Ortec) empresa subcontratista de EDF,
que se desempeñaba en la Central Nuclear de Chinon y presentaba una “patología
ansiodepresiva” como consecuencia de una serie de síntomas postraumáticos
relacionados con el maltrato profesional sufrido.
Este operario había solicitado, meses antes, ser
retirado de un lugar de trabajo donde estaba expuesto a fibras de amianto. Su
depresión, reconocida como enfermedad profesional, fue asentada por Huez en un
certificado que mencionaba los hechos descritos por el paciente y señalaba que
“la cadena de prácticas de maltrato en el seno de la empresa no hacía sino
agravar en forma deletérea su patología”.
El paciente abandonó la clínica y Huez no supo más
nada hasta fines del año pasado cuando se enteró que la empresa lo había
denunciado por “haber violado en forma manifiesta el Código de Ética Médica” al
emitir un “certificado complaciente”. Según los directores de Orys, Dominique
Huez “empleó términos extremadamente severos que estigmatizaban a la empresa” y
se había permitido dar “consejos personales”.
Según los denunciantes, este experimentado
especialista en psicopatología del trabajo no debió relacionar el estado de
salud del obrero con su desempeño y mucho menos traer a cuenta sus quejas
respecto a la organización del trabajo en la empresa aunque esta fuera la causa
de su depresión. Lo peor fue que el Colegio Médico se adhirió a la denuncia,
reprochándole a Huez el haber dado estado público al asunto.
Aunque Huez ha apelado la sanción que le aplicaron y
cuenta con el apoyo de numerosos colegas, existe evidencia que los
especialistas en psicopatología del trabajo enfrentan, hoy en día en Francia,
una ofensiva concertada de las patronales. Las denuncias y presiones se
multiplican. Algunos casos toman estado público, como el que nos ocupa, pero la
mayoría se resuelven por la vía de la conciliación e incluso porque los
profesionales se retractan para conseguir que se retiren las denuncias contra
ellos y evitar ser sancionados por sus corporaciones.
Los procedimientos de conciliación que rigen en
Francia están pensados para laudar conflictos entre médicos y pacientes pero
cuando la querellante es una empresa, se lleva a cabo sin la presencia del
paciente que sin embargo es el principal involucrado por un certificado médico
extendido a su nombre. De este modo se horada el secreto profesional desde que
la historia clínica se investiga ante un tercero (la empresa denunciante) que
defiende exclusivamente sus intereses. Los profesionales cuestionados se
enfrentan a la modificación o anulación de su diagnóstico sin tener la
posibilidad de un intercambio directo con su paciente.
Los abogados de Huez han señalado que la política de
quejas, que han adoptado los empresarios para evitar hacerse cargo de los
perjuicios y daños que ocasionan las condiciones de trabajo que imponen, son
ilegítimas y contrarias al Código de la Salud. Volveremos sobre el desenlace
del caso montado contra el Dr. Huez y sobre otros ejemplos de las quejas
esgrimidas contra los profesionales de la salud en la actualidad porque estos
temas – independientemente del país en que se desarrollen – son fundamentales
para la ética y la psicopatología del trabajo.
Huez
responde consultas formuladas por internet
- Ahora y considerando que la mejor defensa que se puede ensayar en nuestro
medio es la difusión de su pensamiento traduciremos algunas respuestas que
Dominique Huez ha dado a trabajadores que le han consultado por vía electrónica[3].
P - ¿Cómo
diferencia Ud. el estrés y sus consecuencias, cuando proviene del mundo del
trabajo y cuando proviene de la vida privada?
R – Como profesional jamás me planteo referirme al
estrés de la vida privada. La pregunta que me hago es ¿Será qué lo que causa
sufrimiento, lo qué eventualmente origina esta depresión, puede explicarse por
el trabajo de la persona? Para contestar esta pregunta, le pido a las personas
que me digan que es lo que les pasa hoy en día. Es a partir de lo que esta
persona me da a entender sobre los aspectos de su trabajo que llegamos a darnos
cuenta, los dos, si su actividad laboral se encuentra en el origen de sus
dificultades. Por tanto yo deseo responder simplemente, desde mi punto de vista
de médico del trabajo, que verdaderamente no tengo dificultades para
identificar el origen del estrés. Por el contrario, hay situaciones de
problemas psíquicos, de dificultades mentales, donde no comprendo nada. En
estas situaciones, el trabajo es muy raramente la causa y tal vez se trata de
patologías psiquiátricas pesadas.
P – Todo el
mundo se queja del estrés en las empresas. En el fondo, ¿la causa número uno no
será la ausencia de reconocimiento?
R – Por mi parte, jamás empleo el vocabulario del
estrés porque no se si se habla del trabajo o de la salud. Al respecto tengo la
impresión que el estrés, para Ud., es lo que yo llamo el sufrimiento en el
trabajo y estoy muy de acuerdo en decir que la ausencia de reconocimiento de la
contribución de lo que uno hace en el trabajo, a la vez por sus pares pero
también por su encuadramiento, es esencial. Ciertamente es a través de la
dinámica del reconocimiento que uno construye su identidad en el trabajo y por
lo tanto su salud.
P - ¿La
aceleración que ha sufrido la humanidad, después de la industrialización y más
especialmente en el mundo informatizado de las empresas en Occidente, no tiene
cómo primera consecuencia el recalentamiento acentuado por una obligación de
rendimiento óptimo?
R – Si, pero pienso que es una explicación parcial.
Desde mi punto de vista se registra la conjunción de dos grandes mecanismos
simultáneos en el origen de las psicopatologías: la intensificación, la
densificación del trabajo, la reducción dramática de los márgenes de maniobra,
la desaparición de los márgenes de respiración, y por otra parte, las consecuencias desastrosas de un nuevo
gerenciamiento que no toma en cuenta la realidad del trabajo, que evalúa a los
individuos mediante indicadores y se contenta con medir las erogaciones según
los resultados prescritos.
En este panorama, la evaluación del desempeño es un
dispositivo absolutamente temible porque se propone juzgar a las personas por su
ser, su parecer, como se conforman, y pasa por alto totalmente el trabajo
realmente desplegado, es decir lo hecho y lo realizado junto con otros. En
estas condiciones no puede haber sistema alguno de reconocimiento, de
cooperación, es el vaciamiento de los colectivos de trabajo, es el cada uno
para si, es la desolación, son los aspectos que gravitan en todo lo que hoy en
día se denomina riesgos psicosociales.
P - ¿Existe
una relación entre la modalidad actual de gerenciamiento y el estrés de los
asalariados, asalariados que cada vez son más autónomos y a los que cada vez
más se les exige iniciativa?
R – Si, el modo de gerenciamiento actual tiene que
ver con el desarrollo del estrés porque detrás de lo que se denomina autonomía,
lo que hay en realidad es la prescripción de resultados y el hecho que el
trabajo es hoy en día una caja negra, totalmente impenetrable para la gerencia,
para los colegas y aún para el asalariado. En estas condiciones, lo que es
esencial, es la importancia de los márgenes de maniobra pero también la
posibilidad de discutir, de deliberar con los colegas, en otras palabras
participar en lo que uno hace. Efectivamente, el sufrimiento que uno encuentra
naturalmente en el medio laboral, en el sentido que trabajar es superar las dificultades
organizativas, tiene ciertamente un costo pero es también lo que puede ser
transformado en placer, en fuente de creatividad y de vínculos sociales.
Por otra parte, si las posibilidades de hacer solo y
con los otros son cada vez más reducidas, no es posible la dinámica del placer,
surge la culpabilidad y aumenta el riesgo de que la violencia se revierta
contra uno mismo.
P – Soy
egresado de Ingeniería y ocupo un puesto de ingeniero pero me siento
incompetente y no me animo a hablar de eso. Hago lo posible para no demostrar
mi molestia pero me pesa mucho, al punto que no quiero hacer nada para no
parecer ridículo. He perdido la confianza en mi mismo. Me paralizo cuando
vienen a pedirme cuentas. ¿Qué puedo hacer?
R - Comprendo
la culpabilidad mayor que genera en Ud. la dificultad en realizar la tarea
prescrita en un medio donde su historia y la construcción de sus competencias
son poco o mal tomadas en cuenta. A menudo, entre los cuadros intermedios reina
el individualismo en virtud de la guerra de todos contra todos, ligada a los
excesos de la individualización gerencial. Aún para los dirigentes, trabajar es
hacerlo con otros. Uno de los problemas mayores del encuadramiento es que hoy
es casi ilícito intentar discutir o deliberar acerca de las dificultades laborales
con quienes son sus pares.
La virilidad es un modo defensivo muy promovido por
las empresas entre los dirigentes. Quienes no tienen el coraje, quienes no osan
superar las dificultades y no hacen la vista gorda aceptando hacer el trabajo
sucio son mujercitas y deben ser excluidos del grupo de los verdaderos hombres.
Por ende Ud. tiene dos soluciones: o bien llega, a
pesar de estas grandes dificultades, a poder discutir concretamente y apoyarse
en colegas en los que tiene confianza, o bien después si la soledad es muy
intensa, para no dejarse llevar por la culpabilidad, procura por lo menos un acompañamiento
médico-psicológico cuyo objeto no será medicalizar o psicologizar sino ayudarlo
a percibir concretamente que sus dificultades se encuentran tal vez también en
otros de su misma condición y que, eventualmente, su denominada incompetencia
se sustenta en dificultades reales del trabajo y aún en las prácticas que Ud.
rechaza.
Detrás de los mecanismos deletéreos hay dos grandes
procesos: el miedo y la vergüenza. Estos dos procesos pueden o deben ser
explorados desde el punto de vista de lo que hacen concretamente las personas.
Es a costa de esto que ellas no se precipitan en la enfermedad.
P - Se ha hablado mucho del suicidio de
directivos o responsables. ¿El sufrimiento afecta prioritariamente a una
categoría de trabajadores, asalariados, cuadros intermedios, supervisores,
responsables, directivos, obreros?
R- Hoy en día lo que llega a los medios generalmente
(pero nunca en todos los casos) son los suicidios de los directivos, tal vez
porque se trata de personas públicas y por cuya suerte su empresa se interesa
un poco más. En realidad, desde el punto de vista de los suicidios no hay
elemento alguno que permita pensar que los directivos se suicidan más que los
obreros o empleados. Por otra parte, si unos se interesa en la tendencia o el
diferencial en las tasas de suicidio de obreros y empleados y de supervisores y
directivos, se nota globalmente que, al principio de los últimos diez años,
mientras los suicidios de obreros y empleados duplicaban a los de los
supervisores, hoy en día esa relación casi se ha triplicado. En mi experiencia
profesional también he encontrado esa relación. Es posible que los que se
denominan cuadros intermedios, totalmente ubicados entre el yunque y el
martillo, vean desde su punto de vista que la situación se degrada más rápido.
En lo concerniente a las personas que se suicidan en
relación con el trabajo, entre otras cosas, me parece incorporado hoy en día
que entre las personas más comprometidas con la labor es donde se encuentran
aquellas que pueden suicidarse. ¡Esto significa dramáticamente que generalmente
y en forma contraria a todo lo que se ha dicho y escrito, nada permitiría
pensar que esta persona singular pondría fin a sus días, salvo que se tuviera
una sospecha acerca de las personas más comprometidas! Por el contrario, cuando
uno contempla estas situaciones más de cerca, se comprueba que las personas que
se han suicidado trabajaban en colectivos laborales globalmente precarizados y
sufrientes. Por mi parte pienso que estas situaciones pueden prevenirse, de
antemano, a condición de tener un sistema de vigilancia del trabajo y de lo que
este produce como dificultades del colectivo.
P –
Personalmente estoy rodeado de colegas que juntan rencores a lo largo de la
jornada hacia una dirección que no asume responsabilidad alguna. ¿Los cuadros
medios son incompetentes?
R – Yo pienso que la respuesta no está por el lado
de la incompetencia de los mandos medios. Me parece perfectamente comprensible
que haya colegas que han acumulado tales vivencias de injusticia y de lo
negativo en sus empresas que se puede comprobar que es como si el mundo se
hubiera detenido para ellos hasta que se les haya hecho justicia. Cuando se
trata de fenómenos relativamente antiguos, el vínculo de estos hechos negativos
con el trabajo pierde progresivamente toda posibilidad de comprensión dentro de
la empresa.
En cuanto a los cuadros “incompetentes” yo creo que
se trata de situaciones donde se coloca a las personas en situación de “inserción
paradojal”, es decir que se les piden resultados, cuyos objetivos aumentan cada
año, sin tener en cuenta la realidad del trabajo y que, al mismo tiempo, se les
exige emplear herramientas gerenciales que ponen trabas a la cooperación y que
provocan, en la mayoría de sus colaboradores, una desmovilización defensiva y
que, en términos más generales, dificultan el trabajo en conjunto. Por lo
tanto, ¿cómo aumentar la eficiencia de la producción de sus colaboradores
cuando él mismo ha sido ubicado en posición de “obstáculo” para que ellos
puedan desarrollar su creatividad, obtener placer y el deseo de construir su
salud en el trabajo? Esto es literalmente imposible.
P – Tengo una
visión muy negativa del trabajo de un mando medio: asegura la relación entre la
dirección y los empleados subordinados, atrayendo sobre si los golpes de los
“extremos de la cadena”. ¿No existe en ese momento una especie de crisis
existencial: “¿qué soy verdaderamente?” (a la vez en el seno de la empresa y humanamente
hablando); “¿A quién sirve lo que yo hago, exactamente?”; “¿Mi ausencia
cambiaría verdaderamente alguna cosa en el seno de la gran maquinaria que es mi
empresa?”.
R – Comparto la idea que hoy en día hay una crisis
en la finalidad misma del trabajo de los mandos medios. Antes, en la época del
taylorismo (que sin embargo no está enteramente muerto) se les exigía
prescribir literalmente todo el detalle del trabajo humano, trabajo que por
otra parte era reconocido exclusivamente como una erogación de energía física.
Se percibía que sin el organizador de la “cadena”, no habría trabajo posible
(aunque anteriormente los obreros profesionales no tuvieran necesidad de
supervisores para trabajar).
Hoy en día el trabajo es la caja negra: se pretende
movilizar la inteligencia de los hombres, llegando inclusive a instrumentar
literalmente sus afectos. Por mi parte, yo pienso junto con otros, que la
movilización en el trabajo no puede ser prescrita. Literalmente hay un deseo de
hacer y de hacer junto con otros, que se explica por la dinámica del
reconocimiento. Es por eso que el trabajo es tan esencial.
En cuanto a los mandos medios ¿qué hacer? Pienso que
si los cuadros comprendieran su misión como el de personas cuyo objetivo, en
relación con los colectivos de trabajo, fuera tomar en cuenta, muy
concretamente, lo que son las dificultades en cada situación de trabajo, en
otras palabras, si permitiera a los agentes, en su diversidad, beneficiarse de
sus medios, tener los márgenes de maniobra necesarios, la información
suficiente y los espacios de deliberación para hacer evolucionar la
organización del trabajo, entonces si, este encuadramiento será posible.
Probablemente, desde el punto de vista de las
dificultades vividas, lo esencial sería poder analizar, compartir y señalar las
reglas del oficio de estos cuadros medios. Por mi parte tengo una gran duda
acerca de la posibilidad concreta y actual de que estos cuadros puedan llegar a
discutir sus dificultades profesionales. Tal vez es por esto que las empresas
han heredado del ejército un método de organización que tiende a rotar lo más
rápidamente posible su encuadramiento, de tal manera que los mandos medios muy
raramente se ven confrontados con las consecuencias de las organizaciones que
han desarrollado.
P – En una
sociedad donde uno vive globalmente más tiempo pero donde muchos se “quiebran”
o “estallan” poco antes o poco después de llegar a la edad de jubilarse, ¿qué
consejos daría Ud. a los asalariados “mayores” y desestabilizados (acoso moral,
perspectivas de desocupación prolongada) para terminar su carrera en
condiciones más o menos aceptables?
R – Comprendo, hay una dificultad mayor que está en
el origen del debate social y que no llega a
culminar acerca de la penuria del trabajo. Mi primera comprobación es que
las penurias del trabajo están muy desigualmente repartidas y que los obreros y
empleados, generalmente, están mucho más desgastados que los directivos. En la
medida en que las condiciones de trabajo no lleguen a tomar en cuenta la manera
diferente en que los trabajadores mayores hacen su labor respecto a la de los
más jóvenes, el peso del desgaste en relación a los desplazamientos ilimitados
de la intensificación y de las exigencias del trabajo, cada vez más será un
obstáculo para los trabajadores entrados en años.
Había germinado una idea que era que, a medida que
se acercaba la edad de retiro, los trabajadores de edad cuyo tiempo de trabajo
se redujera, podrían participar, acompañando a los nuevos y trasmitiendo su
saber hacer. Efectivamente era una hermosa idea la de partir con la perspectiva
de que lo que uno ha construido e inventado pueda dejar huellas y ser
trasmitido a otros. Desgraciadamente, compruebo que las condiciones de trabajo
están tan degradadas hoy en día que, a los 55 años, más del 65% de los asalariados
ya no trabajan más. Si no se sabe disminuir la carga de trabajo y aumentar los
espacios de respiración; si no se sabe hacer de suerte que el trabajo se
organice a partir de tomar en cuenta sus dificultades objetivas, en el caso de
numerosas categorías de trabajadores, debo concluir que para ellos, mantener la
salud reside en el “derecho a retirarse permaneciendo en su puesto”. Es
desolador pero por lo menos ellos no han perdido la vida trabajando.
P - ¿Estos
sentimientos de malestar en el trabajo son percibidos más entre los hombres que
entre las mujeres?
R - Todos los
estudios demuestran que las mujeres sufren en el trabajo más que los hombres.
En este punto hay dos pistas para la comprensión que, en ambos casos y en forma
desigual, conllevan una explicación.
La primera pista es que “las mujeres serían más
sensibles” que los hombres a la percepción del sufrimiento, se defenderían
peor, no podrían efectuar una separación, tan fácilmente como los hombres,
entre la vida profesional y la vida privada. Los hombres se sienten seguros porque
su mujer se va a preocupar de sus niños, pero objetivamente en el trabajo, las
mujeres conllevan las preocupaciones laborales, las cuestiones cotidianas y las
preocupaciones familiares.
Hay una segunda pista explicativa, bien argumentada
en trabajos recientes y que yo considero es la principal: en una actividad profesional
dada, los hombres y las mujeres no hacen lo mismo y muy a menudo, las mujeres
se ven confrontadas, a la vez, con exigencias organizativas más “apremiantes” y
de este modo ellas se encuentran en condiciones donde han de prestar más
atención a las “relaciones” profesionales, al trato con los demás, a los cuidados, cualidades todas que se
consideran “naturales” en las mujeres y que, de hecho, hacen que su trabajo sea
objetivamente diferente. Por ende no es sorprendente que, en estas condiciones,
ellas sufran más.
P - ¿No es
problemático definir el trabajo como una remuneración? ¿Por qué no incluir
otros objetivos de realización personal en el mundo del trabajo?
R – Evidentemente se trata del sentido del trabajo
que, hoy en día, es uno de los elementos principales de la crisis de la salud
laboral. Contrariamente a lo que habitualmente se cree, no trabajamos solamente
para vivir. Lo que comprometemos en el trabajo es nuestra propia identidad, son
los vínculos sociales que hemos desarrollado en él y el reconocimiento de
nuestra contribución es el motor de nuestro compromiso. Por lo tanto la
cuestión del sentido de lo que uno hace es fundamental y no hay necesidad de
recordarlo a las personas, aunque para muchos no es posible seguir trabajando
sino salteándose esta cuestión. ¿Por qué? _Porque cuando mi trabajo me obliga a
“trabajar mal”, cuando lo que hago es contrario a mis valores morales, aparece
el espectro de la vergüenza que está en el origen del sufrimiento ético. Este
es el mecanismo más deletéreo del trabajo. En esas condiciones, si uno no efectúa
una separación psíquica de aquello que considera reprobable no es posible
soportarlo. Sin embargo, este proceso psíquico inconsciente tiene consecuencias
desastrosas sobre la vida social y familiar. De este modo, en las evaluaciones que
se hacen actualmente no se puede eludir la crisis del sentido del trabajo,
sobre todo cuando las reorganizaciones laborales se manejan tan mal en este
punto.
[1]
Huez, Dominique (2008) (con
la colaboración de Nicolas Jones-Gorlin), Souffrir au travail :
comprendre pour agir, Paris, Editions Privé.
[2]
La Cámara Disciplinaria de
l’Ordre des Médecins se pronunció el 28 de enero de 2014. L'Ordre
des Médecins es un organismo privado, profesional,
corporativo, administrativo y jurisdiccional de defensa y regulación de la
profesión médica que nosotros traducimos como “Colegio”.
[3]
“Des salariés (ées) posent
leurs questions à Dominique Huez”. Publicado por Alencontre el 20 de noviembre
de 2009. (www.alencontre.org).
Buenas observaciones. Es vital mantener una salud laboral en todos los aspectos, y en muchas ocasiones requerimos de apoyo psicológico tanto solos como en grupo para superar los retos y dificultades de ambientes hostiles de trabajo.
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