El pasado 7 de junio un programa de computadora superó, por vez
primera, el Test de Turing.
EL VERDADERO TEST DE TURING
Fernando Britos V.
Cómo contribuyó el
determinismo biológico al suicido de Alan M. Turing el principal promotor de la
inteligencia artificial y precursor de la informática actual; cómo debe
considerarse el desarrollo actual de la inteligencia artificial (un
entretenimiento sobrevalorado o un avance maravilloso que supera al intelecto
humano) y como el determinismo biológico y los experimentos nazis se conjugaron
para terminar con el científico.
Origen del test de Turing - En octubre de 1950, el
brillante matemático británico Alan Turing (1912 – 1954) publicó en la revista
Mind [1]un artículo titulado
“Máquinas de computación e inteligencia” donde abordaba el problema de la
inteligencia artificial, vaticinaba que medio siglo después, es decir en el año
2000, las computadoras llegarían a pensar por si mismas y propuso una prueba,
después conocida como Test de Turing, para determinar si una máquina es
“sensible”. Desde 1990 esta prueba se viene llevando a cabo anualmente y ha
venido congregando a la flor y nata de los programadores y entusiastas de la
inteligencia artificial. En los últimos años, el director de la prueba ha sido
un entusiasta Kevin Warwick[2] y se desarrolla en su
Universidad de Reading. Este año contó con el patrocinio de la Real Sociedad
para el Avance de las Ciencias Naturales.
El test consiste en una serie de
diálogos que se cumplen vía una pantalla y teclado entre jurados o jueces y dos
interlocutores ubicados en una habitación separada. Uno de ellos es un humano y
el otro un programa de computadora. Los intercambios duran cinco minutos y no
están sometidos a regla alguna, es decir que los jueces pueden preguntar
cualquier cosa, de cualquier manera. Al cabo del lapso establecido, el juez
debe decir cual de los interlocutores es una máquina y cual un humano.
Turing se basó en un presupuesto
positivista, conductista, en el sentido que si alguien es capaz de interactuar
como un humano es capaz de pensar como un humano. En realidad el presupuesto
era muy benévolo sobre todo porque la capacidad de las computadoras de mantener
una conversación y engañar a los jurados debía alcanzar solamente a un tercio
de las entrevistas. Durante varios años las máquinas estuvieron cerca de
alcanzar ese tercio. En el 2008, por ejemplo, faltó un voto para lograrlo y
entonces, el programa que este año pasó la prueba quedó en segundo lugar, muy
cerca del primero.
En sentido estricto los programas
que compiten son robots conversadores o chatbots. El actual ganador se llama
Eugene Goostman y su creadores, dos rusos y un ucraniano vienen trabajando en
él desde 1991. Los programadores dotaron a Goostman de una “personalidad”
adolescente, un joven ucraniano de 13 años, residente en Odessa, hijo de un
ginecólogo. La elección de la edad fue decisiva porque suscitaba la comprensiva
benevolencia de los interrogadores acerca de las deficiencias en la sintaxis
inglesa y del caudal de conocimientos generales.
El test de Turing ha pasado a ser
un acontecimiento propagandístico muy festejado por los adalides de la
inteligencia artificial y criticado como una tontería, un entretenimiento de
salón, por otros. La simulación de una conversación entre seres humanos, en
verdad, parece insuficiente para establecer que una máquina sea capaz de
pensar. Cuando Turing propuso la prueba ni siquiera existían computadoras
primitivas con la capacidad que el téoricamente supuso necesaria. Los chatbots
existen desde hace más de 15 años pero en realidad no comprenden el contenido
de la conversación sino que tienen un gran archivo de palabras y frases que con
su enorme velocidad computacional son capaces de producir como respuesta a las
palabras clave del interrogador. Formalmente la conversación aparece como
coherente pero el robot, en realidad, no entiende el sentido del
interrogatorio.
Esto no quiere decir que estos
programas super especializados no tengan una gran utilidad pero la fantasía de
la inteligencia artificial se apoya en una incomprensión de las características
propias de la mente humana y sobre todo de la condición humana. De todos modos,
más allá el perfeccionamiento de las interfases y los avances de la robótica,
los programas son capaces de simular sentimientos siempre y cuando tengan un
repertorio de respuestas suficientemente rico y variado. El aumento de la
capacidad de almacenamiento de las computadoras y su velocidad que han avanzado
geométricamente en los últimos años facilitan el engaño. Por ejemplo, uno de
los organizadores de la prueba anual mantuvo durante más de un año un chateo
apasionado con una rusa para caer en la cuenta 14 meses después que había
estado intercambiando con una computadora (un chatbot).
Turing: un genio desgraciado – Quienes fabricaron la
máquina en que estamos escribiendo este artículo, la que lo editará y la que le
permitirá a los lectores leerlo mantienen una deuda enorme con Turing que
formalizo, en su juventud (fue un genio precoz) los conceptos de computación y
de algoritmo.
Su padre era un funcionario
colonial en la India pero su madre viajó a Gran Bretaña para que naciera en
Paddington. Durante su infancia los padres viajaban constantemente a la India y
él y su hermano quedaban a cargo de amigos para evitar los peligros que los
niños podían correr en la colonia asiática. Como dijimos, Alan fue un genio
precoz. A los catorce años ingresó a un internado en Dorset y desarrolló una
íntima amistad con un compañero algo mayor, Christopher Morcom, su primer amor.
Morcom murió repentinamente a principios de 1930 y esto destruyó la fe
religiosa, hasta entonces intensa, de Alan que se volvió un curioso ateo pues
siguió creyendo en la supervivencia de las almas. De todos modos adoptó una
concepción entonces imperante en los medios científicos ingleses: el determinismo
biológico y el conductismo, en el sentido que todos los fenómenos que tienen
lugar se manifiestan y todo lo que se manifiesta se puede medir.
La extraordinaria facilidad de
Turing para las matemáticas y la ciencia dificultó paradójicamente su ingreso a
la universidad pero como desde 1927 resolvía complejos problemas matemáticos y
había alcanzado una completa comprensión los trabajos de Albert Einstein a los
16 años, ingresó al King’s College de Cambridge en 1931 y se convirtió en
docente del mismo en 1935. En esos años Alan encaró y efectuó una serie de
aportes de alta especialización en matemáticas y computación. En 1937 y 1938
estuvo en la U. de Princeton donde se doctoró y trabajó con Alonzo Church. En
1939, ya de regreso en Cambridge, asistió a las conferencias de Ludwig
Wittgenstein[3]
sobre los fundamentos de las matemáticas y se enfrentaron duramente porque Alan
defendía el formalismo matemático y Ludwig sostenía que las matemáticas estaban
sobrevaloradas y carecían de capacidad heurística.
Al comienzo de la Segunda Guerra
Mundial, los británicos desarrollaron un proyecto super secreto, en Bletchley
Park, para descifrar los códigos secretos que utilizaban las fuerzas armadas
alemanas. Turing jugó un papel decisivo y su perspicacia matemática o mejor
dicho lógico-matemática permitió penetrar la famosa máquina codificadora Enigma
y los codificadores FISH. Turing construyó un gran aparato electromecánico, la
llamada Bombe, a la cual llegaban todos los mensajes captados por los servicios
de escucha por tierra, mar y aire y eran descifrados y empleados para oponerse
a las operaciones de los alemanes. Estos no se dieron cuenta de que sus
secretos ya no lo eran y eso le significó a Turing un gran reconocimiento,
entre ellos el recibir la Orden del Imperio Británico (OBE) aunque sus trabajos
se conservaron en el más absoluto secreto hasta 1970. Sin embargo, su análisis
criptográfico sirvió de base para la programación de la primera computadora
electrónica programable (“Colossus”) en 1943.
Después de la guerra siguió
trabajando en el Laboratorio Nacional de Física, construyendo el ACE (motor de
computación automático). En 1948 fue designado como director del laboratorio de
computación de la U. de Manchester y en ese puesto se gestó el artículo sobre
inteligencia artificial ya aludido, el que en 1950 proponía el Test de Turing.
Entre 1948 y 1950 empezó a desarrollar un programa de ajedrez par una
computadora que todavía no existía. De hecho las que había no tenían capacidad
para correr ese programa pero se le considera otro precursor de la inteligencia
artificial.
La desgracia ya se cernía sobre
Turing. En 1952, cuando aún no había cumplido los 40 años, su amante Arnold
Murray hizo entrar a un cómplice a la casa de Alan para efectuar un robo.
Cuando fue a denunciarlo a la policía reconoció ingenuamente su homosexualidad
e inmediatmente resultó encartado en un proceso por “indecencia grave y
perversión sexual”, exactamente los mismos cargos que habían recaído sobre
Oscar Wilde en 1895. Aunque en la Gran Bretaña de entonces la homosexualidad
era considerada un delito, por una ley del siglo XIX, que se apoyaba en el
determinismo biológico, la eugenesia y el patriarcalismo más crudo, Turing
estimó que no tenía porque defenderse de los cargos y no lo hizo, tal vez sobrestimando
la protección que le podría brindar su gran prestigio científico y los
servicios distinguidos que había prestado durante la guerra. Sin embargo, lo
que subestimó fue el rigor y la brutalidad del sistema represivo británico.
Después de un proceso que lo
expuso públicamente como un pervertido peligroso fue condenado y se le ofreció
la cárcel o la castración química, es decir un “tratamiento” mediante
inyecciones de estrógenos “para inhibir la libido”. El tratamiento hormonal
duró un año y le produjo notorios cambios físicos, disfunción eréctil,
crecimiento de los pechos y obesidad. Esto desencadenó una depresión profunda y
el 7 de junio de 1954, justamente 16 días antes de cumplir los 42 años, el
genio de la computación y paladín de la inteligencia artificial se suicidó
mediante la ingestión parcial de una manzana bañada en cianuro.
Disculpas póstumas y los brutales tratamientos endosados
por Eysenck - La cruel homofobia y
el abuso médico de los homosexuales transformó a Turing en un fantasma para los
gobiernos británicos. En setiembre de 2009, después de una movilización
importante en pro de su reivindicación, el entonces Primer Ministro Gordon
Brown, pidió disculpas por el trato que había recibido Alan Turing durante
varios años y hasta su muerte. Sin embargo, en el 2012, el gobierno del Primer
Ministro Cameron negó el indulto aduciendo que, en 1952, la homosexualidad era
un delito. A las cansadas intervino la vieja reina Isabel II y el 24 de
diciembre pasado Alan Turing recibió el indulto y quedó póstumamente libre de
culpa más de seis décadas después de haber sido crucificado.
Turing no estuvo solo en su
calvario. Se estima que más de cien mil hombres homosexuales fueron condenados
al amparo de un par de leyes represivas y muchos de ellos fueron encarcelados. Se
considera que 15.000 hombres han sobrevivido a los brutales tratamientos que se
les aplicaron y no han recibido disculpa alguna y mucho menos una reparación
por los tormentos que les infligieron.
Los conductistas británicos del
National Health Service no solamente llevaron a cabo castraciones químicas como
la que sufrió Turing sino las llamadas “terapias de aversión”[4]. En 1952, precisamente cuando comenzaba el proceso
contra Turing, Hans Eysenck[5] acuñó
el término terapia conductual
para referirse a tratamientos que favorecen el cambio de comportamientos
inadaptados, más que proveer revelación sobre conflictos inconscientes.
Según Eysenck, el conocer la causa de la depresión y la catarsis, no
necesariamente consiguen superar la depresión. A diferencia del psicoanálisis
tradicional, los terapeutas conductistas ignoran los conflictos inconscientes,
enfatizan la conducta presente, y suponen que la terapia puede ser completada
en semanas o meses, más que en años. Para los terapeutas conductistas, tanto la
conducta anormal, como la conducta normal, es aprendida, y por lo tanto, puede
ser desaprendida. Los terapeutas conductistas cambian las conductas
inadaptadas aplicando los principios del condicionamiento clásico,
condicionamiento operante, la teoría del aprendizaje social y otros
presupuestos del determinismo biológico.
La terapia de aversión, es una forma de
contracondicionamiento. Su objetivo es hacer que lo que anteriormente era
placentero, pero inadaptado, se convierta en desagradable. Un estímulo que
normalmente produce una respuesta inadaptada se asocia con un estímulo
desagradable, lo que se supone conduce a una reducción en la respuesta
inadaptada. La terapia de aversión fue introducida en la década de 1930 para
tratar el alcoholismo, administrando dolorosos choques eléctricos a pacientes
alcohólicos en presencia de imágenes, olores, y sabores de alcohol y también
para “tratar” a los homosexuales. La infame terapia de aversión también ha sido
usada para tratar una variedad de otros problemas incluyendo fumar, orinarse en
la cama, comer en exceso y la pedofilia.
Peter Price,
un británico que a los 19 años, en 1965, fue sometido a uno de estos
torturantes tratamientos aversivos ha relatado que los médicos le obligaron a
permanecer acostado durante tres días en una cama con sus excrementos, orina y
vómitos, mientras lo obligaban a mirar fotos de hombres desnudos, le inyectabn
drogas que le inducían náuseas y le hacían escuchar grabaciones donde los
insultaban llamándole permanentemente “sucio maricón”.
Aún en 1972,
los psiquiatras del hospital universitario Maudsley defendían las “terapias
aversivas” perpetradas sobre los homosexuales y el mismo Eysenck abogó
públicamente por dichas terapias en una conferencia que en ese mismo año dictó
en el hospital St. Thomas de Londres.
Determinismo biológico, castración química y
criminales nazis - El determinismo
biológico es la creencia que el comportamiento humano es controlado por
los genes
de un individuo. El determinismo biológico, que incluye el determinismo genético, habría jugado un
papel negativo en la explicación y creación de conceptos como la raza, el género y la sexualidad.
El determinismo biológico afirma que tanto la conducta compartida como las
diferencias sociales y económicas que existen (básicamente diferencias de raza, de clase
y de sexo), derivan de ciertas diferencias heredadas
innatas, y que la sociedad es un reflejo de la biología
y de sus leyes naturales.
El determinismo biológico, por el
que aboga la eugenesia y la sociobiología
contemporánea desde el siglo XIX es señalado por R.C. Lewontin,
Steven Rose,
Leon J. Kamin en No está en los genes (1987), como directo
sucesor intelectual del Leviatán (1651) de Thomas Hobbes
(1588-1679) y de su célebre
máxima: “homo homini lupus”, “el hombre es el lobo del hombre”,
quien anteponiendo los intereses individuales a los colectivos contribuyó en
gran medida al establecimiento de las bases de la sociedad
burguesa, sustentadas en la competitividad, el egocentrismo, la
desconfianza y la depredación humana; hechos naturales e inevitables para
Hobbes, porque la estructura biológica del hombre así lo determina. La versión
caricaturesca y deformada de la teoría
de la evolución ha sido usada para justificar la dominación y la desigualdad en
forma pseudocientífica pero similar a la que antes en la historia se atribuía a
la inspiración divina o a la que G.F. Hegel calificó como la dialéctica del amo
y del esclavo.
El determinismo biológico junto con
ideas mesiánicas es claro sustento de las concepciones racistas de los nazis y
no solamente condujo al genocidio, al exterminio de las “razas y seres
inferiores”, sino a las crueles intervenciones y experimentos sobre seres
humanos en el infernal mundo concentracionario que montaron. Si bien los
homosexuales varones que por serlo fueron recluidos en los campos de trabajo
forzado (los que llevaban el triángulo rosado) fueron muy minoritarios tuvieron
una elevadísima tasa de mortalidad. Por otra parte, en Buchenwald fueron
sometidos a crueles tratamientos hormonales que provocaron la muerte o daños
irreversibles a miles de ellos.
En los
medios científicos de Gran Bretaña, como vimos, el determinismo biológico
gravitaba fuertemente y Turing fue su víctima porque la “castración química”
fue adoptada directamente de los experimentos de un médico perverso: Carl
Vaernet. El hombre que había salvado miles de vidas y había jugado un
importante papel para derrotar a los nazis fue destruido por un invento
desarrollado mediante los terribles experimentos efectuados sobre homosexuales alemanes.
Carl
Vaernet nació en Dinamarca en 1893 y murió en Buenos Aires en 1965. Llegó a ser
mayor de las SS y médico del campo de concentración de Buchenwald desde 1943
hasta la rendición del Tercer Reich en mayo de 1945. En 1923, Vaernet (que
había cambiado su apellido original Jensen, muy común en Dinamarca) se recibió
de médico junto con Fritz Clausen que sería después el führer del partido nazi
danés. Ya recibido se trasladó a Alemania y estudió endocrinología y conoció a
Knud Sand quien ya propugnaba la castración química de los homosexuales.
En 1932,
Vaernet experimentaba sus “curas” hormonales con gatos y su colega y rival,
Sand, lo hacía con gallinas. Antes de la Segunda Guerra Carl Vaernet había
llegado a la cúspide de su fama como especialista endocrinólogo pero su
popularidad se esfumó por el rechazo de los daneses a la ocupación alemana. Su
hermano gemelo (Aage Vaernet) era miembro del partido nazi danés y su jefes
recomendaron a Carl ante Heinrich Himmler, el todopoderoso jefe de la Gestapo y
responsable de todos los campos de concentración que, además, mantenía un
especial encarnizamiento en la persecución de la homosexualidad.
En
diciembre de 1943 es nombrado Sturmbannfuhrer (mayor) de las SS y se lo
transfiere a Praga. En febrero de 1944 ya se encuentra instalado con su familia
en un lujoso palacio de aquella ciudad. Entre julio y diciembre viaja
permanentemente a Buchenwald para seleccionar y experimentar con prisioneros
homosexuales “auténticos” según señalan los informes de su colaboradores, el
capitán Gerhard Schiedlausky (ahorcado en 1947) y el médico Erwin Ding-Schuler
(que se suicidó al ser capturado en 1945). Este último se especializaba en
inocular tifus en los prisioneros para seguir su evolución y había asesinado
personalmente a más de 200 en esa forma.
Mientras
las fuerzas armadas alemanas se desmoronaban en todos los frentes, Vaernet
empezó su experimentos el 13 de setiembre de 1944 con 30 o 40 prisioneros (no
todos homosexuales, había algunos heterosexuales y bisexuales). Vaernet había
inventado y patentado un “testículo artificial”, un dispositivo que implantaba
quirúrgicamente en la ingle de los desventurados y que liberaba gradualmente
testosterona con diferentes dosificaciones que él regulaba de antemano.
En un
largo informe del 30 de octubre de 1944, Vaernet informa al comandante del
servicio médico de las SS, Ernst-Robert Grawitz [6],
“las operaciones en Weimar-Buchenwald han sido efectuadas el 13 de setiembre de
194 a cinco prisioneros homosexuales. De estos, dos han sido castrados, uno
esterilizado y dos “tratados”. A todos les ha sido implantada la “glándula
sexual especial” masculina”. Sin embargo, se sabe que entre 13 y 15 de estos
primeros intervenidos fallecieron en las semanas siguientes a la operación. El
10 de febrero de 1945, Vaernet elevó su último informe a Himmler.
En marzo
de 1945, Vaernet volvió a Dinamarca. El 5 de mayo de 1945, el Mayor Vaernet es
internado en el campo británico de prisioneros de Algade Skolen, en Copenhague.
Varios daneses que habían estado internados en Buchenwald le reconocieron y el
comandante británico aseguró que Vaernet sería juzgado como criminal de guerra.
Sin embargo – y aquí viene lo increíble – mientras estaba preso Vaernet
consiguió interesar a las autoridades británicas y danesas en sus experimentos
hormonales para la “cura de la homosexualidad”, entró en contacto con la
compañía farmacéutica Parke, Davis & Comp. Y con la estadounidense Du Pont
que se interesó en la adquisición de su patente del “testículo artificial” y
cierto supuesto tratamiento rejuvenecedor.
En
noviembre de 1945 fue liberado del campo de prisioneros, supuestamente debido a
su mal salud y obtiene un salvo conducto del gobierno de Dinamrca para
trasladarse a una cura en Suecia. De allí escapó fácilmente hacia la Argentina.
Dos años después el periódico danés Berlingske Tidende reproduce una carta de
un emigrante danés que afirma que Vaernet trabajaba en Buenos Aires, en el
Ministerio de Salud. Vaernet que había pasado a llamarse Carlos abrió un
consultorio privado en Uriarte al 2251 (una lujosa casona que había adquirido
en el coqueto barrio Palermo).
Según
parece y en combinación con las autoridades argentinas siguió allí sus
investigaciones sobre la “cura de la homosexualidad”. Vaernet nunca fue
molestado por nadie. Todos los servicios de inteligencia (británicos,
estadounidenses, daneses) conocían su ubicación, sus crímenes y sus actividades
pero nadie lo requirió. Todos los gobiernos argentinos lo ampararon. Finalmente
a fines de 1965 falleció víctima de una trombosis cerebral y yace en el
cementerio británico de la Chacarita. Su hijo primogénito, el neurocirujano
Kjeld Vaernet, perla del mismo collar, colaboró, en la década de 1950 con
Walter Freeman[7] en
las “curas hormonales de la homosexualidad” (4.000 pacientes tratados) y
después estudió la posibilidad de lobotomizarles.
El
círculo se cierra. Los tratamientos para la “cura de la homosexualidad” con los
que Vaernet canjeó su libertad y su nueva vida, fueron adquiridos por los
británicos y a Alan Turing, como a muchos otros, le costó la vida. El feroz
determinismo biológico había alcanzado al paladín de la computación que en sus
últimos años plasmó, en forma de silogismo, su preocupación porque los ataques
a su persona pudieran afectar la confianza en la inteligencia artificial:
“Turing cree que las máquinas piensan; Turing yace con hombres; Por ende las
máquinas no piensan”.
[1]
Mind es una revista científica británica que durante varias décadas desde su
aparición, en 1895, se dedicó a tratar de legitimar a la psicología como una
ciencia natural. Actualmente se dedica a filosofía analítica y lan edita Oxford
University Press.
[2]
Kevin Warwick (n. 1954, Coventry,
Gran Bretaña)
es un ingeniero
y profesor de Cibernética en la U. de Reading conocido por sus
investigaciones sobre Interfaz Cerebro Computadora (ciborgs) que
comunican el sistema nervioso humano con diferentes tipos de
computadores
y por sus trabajos en el campo de la robótica.
[3]
Ludwig Wittgenstein (Viena, 1889 — Cambridge,
1951) filósofo,
matemático,
lingüista
y lógico
austríaco (también fue ingeniero
aeronáutico, jardinero, enfermero voluntario y soldado), posteriormente
nacionalizado británico. Influyó sobre los positivistas lógicos del Círculo de Viena. Tiempo después hizo una severa
autocrítica de su primera obra el Tractatus lógico-philosophicus. Se
interesó en la filosofía de las matemáticas y fue discípulo de Bertrand
Russell en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde más tarde
también él llegó a ser profesor. Por cierto no era una perita en dulce y no
solamente se peleó con Turing sino también con Russell y otros colegas.
[4]
La naranja mecánica (A Clockwork
Orange), una novela de Anthony
Burgess (1962)
adaptada por Stanley
Kubrick en la clásica película del mismo nombre (1971). El protagonista
Alex (Andy McDowell en la película) es llevado a una especie de cine donde es
forzado a observar imágenes de ultraviolencia con música clásica; debido a un
medicamento que le han inyectado, asocia la sensación de malestar con los
vídeos de ultraviolencia y la música clásica (especialmente la novena sinfonía
de Beethoven), de modo que le producen un malestar tan grande que está obligado
a realizar el bien. Finalmente Alex es liberado de la cárcel por haber sido
"curado" de su inclinación a la violencia mediante esta terapia de
aversión.
[5]
Hans Jürgen Eysenck.
(Berlín,
1916 – Londres, 1997), psicólogo
conductista
factorialista inglés
de origen alemán,
especializado en el estudio de la personalidad,
crítico acérrimo del psicoanálisis y promotor de las terapias conductuales. En 1934 tuvo que huir de la Alemania nazi,
refugiándose en Inglaterra. Estudió en la U. de Londres, fue psicólogo en el
hospital londinense de Mill Hill entre 1942 y 1945 y, desde 1945, en el
hospital universitario. Entre 1950 y 1955
fue director de la Unidad de Psicología
del Instituto de Psiquiatría y luego, entre 1955 y 1984, jefe de cátedra de
la carrera de Psicología en la Universidad de Londres, en la que recibió
el título de doctor emérito
[6]
Grawitz (1899 – 1945) fue el Médico en Jefe de las SS y de la policía y
presidente de la Cruz Roja Alemana. En abril de 1945 era médico en el bunker de
Hitler en Berlín. Cuando los jefes nazis empezaron a huir ante el avance de los
soviéticos pidió permiso a Hitler para abandonar el bunker y este se lo negó
pero el médico huyó y se suicidó junto con su mujer y sus hijos arrojando una
granada de mano en su casa.
[7]
Walter Jackson Freeman II (Pensilvania,1895 - 1972) médico
estadounidense.
Recordado principalmente como el pionero de la lobotomía
en Estados Unidos y defensor de la psicocirugía.
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