IMÁGENES PERVERSAS 2
por el Lic. Fernando Britos V.
Lindo artículo el de Gatti y López Belloso (Este fin, en la contratapa de Brecha del 21/10/2011) dominada por un gran retrato de un Gaddafi (adusto, despeinado, entorchado) obtenido por Monteforte en época bastante anterior al regodeo sangriento en que se ha convertido su cadáver en todos los medios de comunicación en las últimas horas. Como se trata de una nota sobre “el peso de las imágenes” me he permitido hacer algunos paralelismos, mentar algunas de sus analogías y aventurar algunas hipótesis para seguir con nuestro tema: las imágenes perversas.
Así terminan los que se nos oponen – Este es el mensaje y no hay horario de protección al menor, decoro periodístico o estética de primeras planas que pueda contener este desborde sangriento, del afiche de la muerte.
Por otra parte, la imagen del desvalimiento, del desgreño, la suciedad y la soledad son casi tan importantes como la sangre y los trofeos de caza. Efectivamente así pasó con Saddam Hussein. Sin embargo y precisamente porque la producción de imágenes ha resultado incontrolable debido a la explosión digital es posible encontrar notas disonantes en esos mensajes masivos.
En el caso del iraquí hubo imágenes y sonido de un juicio donde aparecía desafiante lo que llevó a apurar su ejecución y aún durante este último acto, el 30 de diciembre de 2006, se produjo un registro clandestino que le permitió al derrocado un último gesto reivindicador de su dignidad Dirigiéndose a quienes presenciaban su ahorcamiento les cuestionó: ¿Así que ustedes consideran que esto es valentía? Uno de los presentes dirigiéndose al reo le dijo: Vete al infierno y Saddam, justo antes de que el verdugo abriera la trampilla bajo sus pies, replicó: Al infierno que ahora es Irak. Fin de la secuencia.
Festejos y la pequeña ayuda de los amigos - Volviendo a Libia y a las imágenes profusamente difundidas en las semanas previas a la muerte de Gaddafi hay dos cosas que llaman la atención. Una de ellas es el despliegue de juegos y salvas con camionetas artilladas con ametralladoras pesadas, lanza cohetes y cañones sin retroceso. Las escenas se repetían, algunas docenas de irregulares disparando sus AK-47 al aire en frenético festejo y otros haciendo trompos y piruetas con sus vehículos.
Es muy probable que quienes pronostican las dificultades que enfrentarán los futuros gobernantes para que sus soldados no se maten entre ellos y circunstancialmente los ultimen en una guerra tribal interminable se hayan quedado cortos. Ahora bien, obsérvese que esas imágenes de los “festejos” se limitan siempre a grupos reducidos, en plano cerrado y con pocas o muy pocas escenas de enfrentamientos reales. Las consecuencias de los miles de toneladas de bombas y cohetes disparados por la aviación sobre la población civil nunca se muestran, salvo que se atribuyan a alguno de los edificios de Gaddafi. También se ven pocas armas capturadas y blindados destruidos pero lo que más llama la atención es la ausencia de prisioneros, entre ellos la de anunciados mercenarios subsaharianos, porque es indudable que el coronel y su familia no podrían haber resistido durante meses, pueblo a pueblo, con un puñado de guardaespaldas. Se sabe que la lucha casa por casa es de infantería intensiva.
Entonces llegamos al segundo punto. Si se observan atentamente las imágenes es posible ver un número no menor de participantes en los “festejos” que ostensiblemente no son maghrebíes, no son libios, y muy probablemente se trate de “soldados de fortuna”, mercenarios que no suelen faltar en estas guerras por el petróleo. Es posible que estas imágenes no vuelvan a verse, es posible que se las edite, pero allí estaban ellos, rubios polvorientos, con ropas abigarradas, que no portaban los populares AK-47, con gafas polarizadas y con un talante mucho más discreto. Que el de los eufóricos locales. Después de todo, los mercenarios profesionales se deben a la empresa que los contrata y no es cuestión de andar haciéndose notar y desperdiciando municiones.
Abu Ghraib y la borra del café – Se ha comparado las muertes de Sadam y de Gaddafi con la de Bin Laden. De esta última no hay imágenes, dicen. Sin embargo, nos atrevemos a pensar que debe de haber muchas imágenes. Es habitual que los operativos de comando, así como las incursiones aéreas y los asesinatos selectivos perpetrados desde helicópteros, se filmen. Estas imágenes no solamente sirven como trofeos, como demostración de que la misión se ha cumplido, como material de entrenamiento, como demostración de cuan largo es el brazo de los poderosos sino que satisface otras perversiones, en lo fundamental el regodeo que produce la muerte, la tortura, la degradación de los seres humanos en los criminales de guerra.
Entonces como en Abu Ghraib, soldados de ambos sexos desvelarán sus souvenirs. Como la borra del café las imágenes también aparecen al final después que se ha apurado el trago fuerte del pocillo. Ya veremos, fotos del cadáver ensangrentado de Osama Bin Laden, ya se mostrarán, algún día, porque esa es la lógica de las imágenes perversas.
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