viernes, 22 de marzo de 2013

La novela papal



NOVELA PAPAL
Memorialistas, olvidadizos, papaturistas y papanatas
Lic. Fernando Britos V.
Los humoristas gráficos suelen tener una extraordinaria capacidad de síntesis de modo que uno de ellos Rogers del Pittsburgh Post) la aplicó al tema excluyente de estos días: la elección del Papa Francisco I. En la caricatura, donde aparece la caricatura del Sumo Pontífice asomado al “balcón de las bendiciones” se ven unos marbetes o etiquetas: una de ellas dice “primer Papa jesuita”, otra “primer Papa latinoamericano”, una tercera “primer Papa Francisco” y finalmente otra que reza “266º Papa conservador”. He aquí una condensación ejemplar del tema de las novedades y las expectativas en torno al nuevo jefe de la iglesia católica.
La pompa y el boato vaticanos, la escenografía milenaria de la elección y la entronización, los ajetreos de los encargados de la seguridad papal y el desfile de personajes gobernantes y dirigentes religiosos de los diversos credos reconocidos como religiones dignas de algún respeto por la Santa Sede (obispos, archimandritas, grandes rabinos y clérigos) siempre ha sido parte de la coreografía del poder y, como en el caso del desfile de escolas do samba, en el sambódromo  januarino, puede parecer reiterativo y cansador, al cabo de un par de horas, a pesar del asombroso despliegue de cuerpos, ropajes, luces y sonido.
Lo que sucede es que le elección de un Papa y sobre todo su accionar posterior no puede ser separado del contexto histórico, social y político. Dentro de ese contexto las expectativas de los creyentes pueden ser grandes pero las acciones son generalmente previsibles.
Es posible que Horacio Verbitsky, un periodista riguroso, serio y muy bien documentado, se haya equivocado y el Provincial de los jesuitas Jorge Mario Bergoglio no haya desprotegido a los dos miembros de su orden apresados por la dictadura argentina en 1977. Probablemente tenga razón el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel al señalar que Bergoglio no fue un colaborador de la dictadura argentina aunque tampoco se destacó como opositor a la misma. Él optó por “la diplomacia discreta”.
Es natural que existan preocupaciones (las de Verbitsky son muy anteriores al ascenso del Cardenal Bergoglio al solio pontificio) en una Argentina donde se dio un entrelazamiento estrecho y carnal entre la jerarquía de la iglesia católica y los crueles tiranos que, como Videla, Bignone y tantos otros eran militares de misa y comunión diaria, ultra católicos fervientes. Es cierto que hubo obispos perseguidos, sacerdotes y monjas asesinados pero el martirio de estos no puede borrar el hecho que también hubo capellanes que absolvían de culpas a quienes lanzaban prisioneros al mar en los vuelos de la muerte, asesinaban a sangre fría, secuestraban y robaban infantes. La iglesia argentina ha sido reticente en condenar a esos colaboradores directos, a quienes escuchaban en confesión y absolvían a los jefes del terrorismo de Estado, a quienes le dieron “respaldo teológico” a los perpetradores.  Sin embargo, tanto para olvidadizos como para memoriosos esto tiene poco que ver con un acontecimiento de importancia mundial como la elección de un nuevo Papa.
Para nosotros, que nos hemos vuelto nuevamente rioplatenses a impulsos de la proximidad y del conocimiento que el nuevo Pontífice tiene de nuestro país, el Papa Francisco parece humano y tangible, comparado con cualquiera de sus predecesores: toma mate, es socio e hincha de San Lorenzo como Tinelli y parece, solamente parece, de trato más campechano al punto de que algún argentino ha llegado a motejarlo como el Pepe Mujica del Vaticano.
Sería inútil expurgar los archivos en busca de alguna postura renovadora en las materias más candentes para la Iglesia Católica Apostólica y Romana. El ascenso al trono de Pedro no ha de haber cambiado al Cardenal Bergoglio, jefe máximo de la iglesia argentina, predicador de la humildad y la sencillez, permanente invocador de los pobres como destinatarios de la acción eclesial pero también durísimo descalificador de las mujeres (la política es cosa de hombres, las mujeres al hogar y a la crianza de los hijos) y tal vez por lo mismo paladín del anti abortismo ultramontano. Implacable condenador de la diversidad sexual y entre otras cosas del llamado matrimonio igualitario.
Como en el caso de sus predecesores, es casi tan importante lo que ha dicho como lo que ha callado y no hay declaraciones que permitan presumir cual será su postura ante la corrupción, el secretismo y los endémicos problemas del Banco Vaticano o frente a los aparentemente interminables escándalos de pedofilia, pederastia y perversiones sexuales que han arrasado y salpicado de arriba abajo a la Iglesia Católica.
De todas maneras hay cosas que poco tienen que ver con la importancia del Papado y el papel que le pueda caber a la iglesia Católica pero que han adquirido dimensiones demenciales seguramente no queridas por el nuevo Papa y que son imputables al cholulismo de los crédulos y al oportunismo de quienes los explotan. Véase si no: ya ha aparecido un Papatour que se ofrece en Buenos Aires por la módica suma de 970 dólares (blue of course). Por esa suma los astutos empresarios llevan a quienes los contraten a conocer los sitios claves de la prehistoria papal. En una semana verán la casa donde nació Bergoglio, el colegio al que concurrió como alumno, la cancha donde se jugaba unos picaditos y también al instituto donde enseñaba filosofía antes de que fuera ordenado sacerdote, los sitios que recorría, la basílica de Luján, el apartamento donde vivía siendo Arzobispo de Buenos Aires y finalmente la Catedral Metropolitana donde oficiaba la misa hasta el momento de su viaje al cónclave que lo consagraría como Papa. Según parece el precio del tour no incluye comidas, bebidas ni hotel.
Ahora bien, si el Papatour puede justificarse en aras de la devoción y la curiosidad lo que resulta francamente cholulo y risible es la desesperación de los medios de comunicación en la Argentina (que como siempre nos irradian sus calenturas). De este modo no solamente han entrevistado a la hermana del Papa, a su sobrino, a sus vecinos, al verdulero del barrio, a sedicentes historiadores que brotan como hongos para embellecer el pasado bergogliano (tal vez pensando en una inversión a cuenta de alguna futura canonización) sino que han dado con Vicente, el sastre del Papa. El artesano que hace 24 años empezó a hacer los trajes de Monseñor Bergoglio y por el cual nos enteramos de detalles tan fundamentales y espirituales como el de que el Padre siempre encargaba los trajes con dos pantalones y que su preferencia decisiva se refería a que la bragueta de éstos debía ser con botones, tal vez a consecuencia de algún doloroso accidente juvenil con los cierres metálicos.
Después de esto la venta de estampitas, llaveros, destapadores, cortauñas, camisetas, cuadros floreros y cuanta fruslería se pueda imaginar con la foto del Papa Francisco parece un inocente negocio en comparación con los verdaderos papanatas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario