martes, 22 de octubre de 2013

You're gonna carry that weight

El cadáver ambulante y
sus cómplices vivientes
Por el Lic. Fernando Britos V.
El pasado 29 de julio, el criminal nazi Erich Priebke cumplió cien años y en su apacible retiro del barrio Aurelio, en un apartamento al oeste de Roma donde cumplía “arresto domiciliario”, grabó un video justificatorio de sus crímenes, un último engaño cuando sentía próximo su fin. En aquellos días recordábamos su trayectoria y su situación: era nada más que uno de los últimos, si no el último nazi sobreviviente y la cuestión era como había eludido a la justicia por más de cuarenta años, como se había transformado en referente de la sociedad barilochense y como vivía un retiro dorado y discreto en Roma, recibiendo visitas y paseando tranquilamente por la vereda de la sombra.

Ahora y poco más de dos meses después, con su muerte, el tema estalló en todos los medios. El antiguo capitán de las SS, el verdugo de las Fosas Ardeatinas que sepultó a sus últimas víctimas en las galerías de una mina, ha tomado notoriedad como cadáver ambulante, los restos que nadie quiere sepultar. Su hijo Jorge, un veterano residente en Bariloche - que hasta hace poco se quejaba de que su padre los había abandonado y no les pasaba dinero - ahora hace declaraciones provocativas, él no tiene nada que ver: “déjense de joder”, “que lo entierren en Israel así están contentos”.

El féretro del viejo asesino, depositado en el aeropuerto militar de Roma, posiblemente haya sido o sea enterrado a las escondidas en algún sitio; tanto da: el episodio biológico de la muerte de un verdugo es insignificante en si mismo.

En las redes se desatan tormentas de olvidadizos y engañados, elogios y comentarios justificando los crímenes, declaraciones antisemitas, llamados a “dar vuelta la página”, reclamos para prestar atención al presente y no a una guerra que se libró hace más de setenta años y toda la vieja pirotecnia de “la teoría de los dos demonios”, la leniencia del perdón y el olvido, la unión de todas las causas reaccionarias y fascistas, que en definitiva muestran que la bestia que ha parido el nazismo y todos su epígonos sigue viva y está, permanentemente, en celo.

Su Alemania natal no lo quiere. Los fascistas y nazis italianos y su secta religiosa (la iglesia cismática lefebvriana de los ensotanados dedicados a absolver sicarios y dar misas en latín) ya intentaron unas exequias provocativas en Albano Laziale (una pequeña ciudad cercana a Roma que es Medalla de Plata de la Resistencia). Los habitantes con su alcalde a la cabeza rechazaron la ceremonia para el verdugo Priebke y un puñado de barras brava neonazis tuvieron que huir del pueblo.

El Vicariato de la Iglesia romana sacó a relucir el Derecho Canónico para negar una ceremonia religiosa en un templo de la ciudad. En el cementerio privado de Pomezia (a unos 30 kilómetros de Roma, financiado por el gobierno alemán), donde fueron enterrados más de 27.000 soldados y oficiales de la Wehrmacht (3.400 de los cuales sin identificar), tampoco quisieron el fardo porque la necrópolis sólo hospeda a los que murieron durante la guerra.

En fin, poco importa donde vayan a parar los restos de Priebke. En cambio es preciso cerciorarse de algo realmente significativo para el presente y para el futuro de la convivencia, la justicia y la felicidad de los pueblos: ¿cuáles fueron los mecanismos que le permitieron a Priebke y a otros miles de criminales de vieja data (no solamente europeos) eludir juicios y encontrar refugio?, ¿quiénes les ampararon y utilizaron su servicios? ¿quiénes les rodearon de respeto y admiración?, ¿quiénes les financiaron, les permitieron alcanzar un buen pasar e incluso enriquecerse?, ¿quiénes les cuidaron solícitamente en su vejez y ahora pretenden blanquear su recuerdo?

El video de difusión póstuma carece de originalidad y oculta las respuestas a los interrogantes que se plantean. Priebke emplea la teoría de los dos demonios bajo la variante “causa y consecuencia”: los partisanos que atacaron la estación de policía militar de la vía Rasella sabían que habría represalias, es decir buscaban que hubiera víctimas inocentes para enardecer al pueblo contra los bondadosos alemanes y los heroicos fascistas que colaboraban con los nazis (los miembros del batallón de policías atacado eran fascistas italianos, fanáticos que habían sobrevivido en el frente germano-soviético y responsables de crímenes de guerra).

Miente descaradamente: las cámaras de gas no existieron y los campos de concentración donde él estuvo en funciones brindaban un trato justo y benévolo a los prisioneros. Se justifica con la típica cobardía de los perpetradores: él obedecía órdenes y si no hubiera fusilado a los rehenes él habría sido ejecutado en su lugar “porque eran órdenes directas de Hitler”.

Por ahora y a modo de adelanto, habrá que detenerse en el abogado italiano Paolo Giachini un connotado defensor de criminales fascistas, amigo de prófugos e hijo o nieto putativo de Erich Priebke. Paolo Giachini (n.1950) es un comerciante, abogado y operador de organizaciones fascistas que fue, desde 1994, el contacto, casero y defensor de Priebke en Italia.

En 1946, el ex integrante del servicio de seguridad (verdugo y carcelero) de las SS escapó de un campo de prisioneros de guerra cercano a Rimini con ayuda de la organización de auxilio de los criminales nazis (ODESSA) y de sacerdotes que lo ocultaron, lo financiaron y le proporcionaron documentos falsos. Estos curas, nazis o colaboracionistas, eran tiroleses (austríacos e italianos) y croatas. Entre ellos se destacaron Johann Corradini de Vipiteno y Franz Pobitzer de Bolzano, así como también del vicario separatista Alois Pompanin. Este último bautizó como católico a Priebke, lo cual más que una repentina conversión del verdugo o un celo pastoral de los curas nazis ha de haber servido para establecer una fe de bautismo que allanara la expedición de un pasaporte.

Después, Priebke fue confiado a la red de evasión del teólogo croata Krunoslav Stjepan Draganovic (Brcko,1903 - Sarajevo,1983) quien era un influyente protegido del Papa Pío XII, no en vano conocido como “el Papa de Hitler”. Draganovic, fue más lejos se afilió al partido nazi, trabajó para los servicios de inteligencia alemanes pero también británicos y estadounidenses y fue obligado a retirase de Roma cuando asumió el Papa Juan XXIII, en 1958. Hasta entonces dirigió a los criminales de guerra hacia América Latina, en su mayoría hacia la Argentina pero también hacia Brasil, Bolivia y Paraguay.

A diferencia de su colega Eichmann, Priebke encontró seguro refugio y una importante posición social en San Carlos de Bariloche (como director de un colegio de la colectividad alemana, el Primo Capraro) durante más de cuarenta años. A principios de la década de los 90 uno de los criminales vecinos de Priebke desveló su verdadera responsabilidad en la matanza de las Fosas Ardeatinas. Cincuenta años después de la masacre, con la confianza que le inspiraba medio siglo de impunidad y su edad (81 años), el ex SS la admitió en una entrevista televisiva callejera.

Desde que llegó extraditado a Italia para ser juzgado (entre 1995 y 1998) fue alojado por Giachini en un apartamento de su propiedad (Via Cardinal Sanfelice 5, tercer piso, apto. 12). Es una callecita estrecha y tranquila en un barrio residencial moderno, al oeste del Vaticano, donde predominan los edificios de cinco pisos, con varios cuerpos. Por ejemplo, las 63 familias vecinas de Giachini/Priebke protestaron desde un primer momento pero debieron conformarse. Al principio el ocupante se mantenía discretamente tras las cortinas cerradas pero desde que, en 1998, se le condenó a prisión perpetua pero bajo arresto domiciliario por su edad empezó a salir al balcón con geranios que da a la piazzetta Cardinal Ferrari o a las ventanas. Después salió con la excusa de “trabajar” en el bufete de su casero, ese si en la zona céntrica de Roma (Via Panisperna 209) y más adelante a cenar con amigos o a hacer su compras al mercado de frutas, verduras y flores de su barrio. En suma un retiro dorado.

Giachini, admirador de Priebke, es amigo de connotados fascistas, sicarios, mercenarios y ricos delincuentes. Creó una organización “Uomo e Libertá”, con sede en su bufete, para reivindicar el carácter de “víctima de la democracia” que le asigna al verdugo y a otros prófugos y delincuentes que él defiende. El abogado no se limita a defender a sicarios y matones del pasado sino actuales. Ha sido un viajero frecuente por América Latina, entre otras cosas para participar en las reuniones y comilonas que organizaba en Paraguay el fascista prófugo de la justicia de su país como autor intelectual y/o material de atentados y asesinatos políticos, Clemente Graziani (Roma,1925-Asunción, 1996).

Graziani fue en lo esencial un mercenario y sicario que desde muy joven actuó con los colaboradores de los nazis en la llamada República Social Italiana y participó en las acciones de las bandas fascistas en Italia (Legión Negra, Ordine Nuovo) hasta 1973. Se fugó a la Bolivia de Banzer y después se instaló en Paraguay donde se enriqueció como ganadero en el Chaco.

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