LA REDITUABLE
MANIPULACIÓN DEL SUFRIMIENTO
Desde el ocultamiento y la justificación a la exhibición
benévola pero sesgada
Lic. Fernando Britos V.
Menos que el miedo pero muchas veces
en combinación con este, el sufrimiento y la solidaridad que este produce han
sido utilizadas para manipular a la opinión pública, para confundir los fines
que se persiguen, para potenciar irresponsablemente ciertas creencias benévolas
o para conseguir los redituables puntos de rating. La penuria moral de los
“talk show” y algunas cruzadas solidarias y la teletonización infinita de la
beneficencia, desde la comida chatarra que asegura donaciones para los niños
con cáncer hasta los pesitos que succionan los supermercados en cada compra
para otros niños que vuelan o que serán “ganadores”.
Explotación
de la solidaridad – Desde
mediados del siglo pasado un grupo de publicistas uruguayos (de alguna manera
hay que llamarlos) puso en marcha una máquina de hacer dinero: las mega rifas
solidarias. Empezaron con el Hospital Pereira Rossell. Una gran campaña
publicitaria prodigaba casas, autos, con una calidad y volumen de los premios
muy atrayente para el gran público. El despliegue de publicidad fue enorme, los
sorteos se hicieron y los premios se entregaron. La antigua lotería estatal que
aportaba al Hospital Maciel parecía anémica ante el relumbrón de la gran rifa
que, además, tenía el noble propósito de volcarse en directo beneficio de los
niños y las madres uruguayas a través de la mejora del Pereira Rossell que
entonces como ahora era otro de los grandes centros de referencia de la salud
pública.
En un par de temporadas quedó claro el oscuro mecanismo es
esta gran rifa: el hospital que brindaba la fachada benéfica y el patrocinio
oficial recibía migajas, un magro porcentaje de lo recaudado. El 80 o 90% de
los ingresos por venta de números quedaba en poder de los promotores por
concepto de gastos de publicidad, “administración”, comisiones y otros rubros
enmarañados en una contabilidad indescifrable. Más adelante aparecieron problemas
y dilaciones en la entrega de los premios y el pago a los proveedores. El
castillo de naipes se derrumbó con poco ruido y escándalo, después de todo los
grandes medios de comunicación habían hecho muy buena plata y estaban muy
comprometidos con el embaucamiento.
Aprovechando los huecos que entonces existían (y en cierta
medida aún persisten) en la reglamentación de la organización de “rifas
benéficas” aún se ensayaron otras, por parte de los mismos organizadores, cuyos
presuntos beneficiarios serían los clubes grandes del fútbol uruguayo. Después
estos explotadores de la solidaridad recorrieron el continente de sur a norte
en pocos años. Montaron su tinglado sucesivamente en Argentina, en Chile, en
Perú, en Ecuador y en Colombia.
A lo largo de este periplo la banda se fue desintegrando. Los
miembros se fueron apeando con su parte del botín para dedicarse a otros
negocios. Uno de los últimos se compró un hotel en una isla del Caribe, asesinó
a su esposa colombiana y terminó suicidándose en la suite donde vivían.
Estos precursores no fueron originales y tuvieron émulos que
crearon franquicias y marcas comerciales en el cono sur para distintas formas
de ordeñar la solidaridad o simularla: en Argentina, Susana Giménez; en Chile la
familia Pinochet (con la franquicia Un techo para mi país) y Mario Luis Kreutzberger, Don Francisco,
(el inventor y dueño de la franquicia Teletón desde 1978)[1].
Los fines benéficos, solidarios, humanitarios siempre fueron
una forma de captar audiencia para la publicidad destinada a vender productos,
servicios o imágenes institucionales y evadir impuestos. “Las buenas noticias
de RAUSA”, “Las tres tareas de la buena voluntad” que conmovían a oyentes y
telespectadores de hace 50 o 60 años parecían simpáticas órdenes mendicantes
comparadas con el brillo de los premios y el poderoso lenitivo espiritual de la
codicia que era el fin benéfico. Obtener fama y fortuna ayudando a los
enfermos, a los niños, a los desvalidos era lo máximo: excitaba la codicia, la
asociaba y justificaba con un presunto bien ajeno y superior y, al mismo
tiempo, conjuraba mágicamente el temor a la propia enfermedad, a la propia
pobreza.
El momento de explosión de la “caridad mediática” solamente
puede comprenderse en el marco del gran despliegue y desarrollo de los medios
masivos de comunicación que fue una de las características del siglo XX que se
continúa hasta ahora. Los operadores posteriores de la explotación de la
solidaridad no han hecho más que trabajarla en distintas vertientes y se basan
en sofismas repetidos: el espectáculo del sufrimiento es el más redituable
(falso) porque como mecanismo es nuevo y genial (falso), porque muestra una
realidad desconocida (falso), porque atiende lo que está desatendido por un
Estado que no hace nada ni se preocupa (falso), porque moviliza energéticamente
a la gente (falso), porque los mecanismos empresariales privados son ágiles y
eficientes (falso), porque ayuda a comprender o tolerar las propias desgracias
(falso).
Estas razones aparentes (que eso son los sofismas) juegan un
papel esencial en la manipulación de las personas, en la anulación del
pensamiento crítico y aún del llamado sentido común. En el mejor de los casos
justifican el individualismo y la autocomplacencia, la pasividad egoísta, la
inacción y la indolencia, en el peor justifican las complicidades y los
crímenes.
Una pequeña minoría de los manipuladores y explotadores de la
solidaridad forman, en circunstancias concretas, la corte de los genocidas, de
los promotores del terrorismo de Estado, de los verdugos y ejecutores de
órdenes inhumanas. Otros aprovechan las circunstancias para alcanzar lo que les
parece su propio beneficio, poder, fama, riqueza, creencias intolerantes (estás
conmigo o estás contra mi) independientemente de que el fin de sus actos sea
altruista o el simple abuso de la fe pública.
En la mayoría de los casos, la ideología que subyace en la
manipulación no es evidente, no aparece como un sustento bien deliberado,
discernido o aún conectado con auténticos sentimientos de solidaridad, comprensión,
amor y respeto, por quienes deberían ser los beneficiarios de la acción. La
ignorancia, la falta de reflexión, las posturas clasistas, el racismo más o
menos velado es el sustrato de muchos comunicadores que siendo grandes
profesionales o maravillosas personas caen en la trampa de la soberbia, del
poder que les brinda la posición asimétrica en su favor que desarrollan los
medios de comunicación, en particular la televisión. Otros, pocos, son
mentecatos, bailan en el caño o hacen programas de chismes.
Un
desafío convenientemente olvidado - Desgraciadamente los resultados de los espectáculos
solidarios no siempre son inocuos. Olvidado ha sido el terrible accidente
ocurrido en Young, en la tarde del viernes 17 de marzo del 2006 que causó
muertos y heridos trozados por una locomotora en el marco de un “festival
solidario”.
Un programa televisivo, desarrollado por el canal privado Saeta
TV, Canal 10, bajo el elocuente título de “Desafío al Corazón” eligió como
escenario a Young, una ciudad de 15.000 habitantes del Departamento de Río
Negro para que ellos mismos llevaran a cabo una “tarea solidaria”.
La prueba, ideada por los creativos del programa, Ernesto
Depauli y Fernando Seriani, consistía en que cierta cantidad de voluntarios del
pueblo remolcaran a pulso mediante largas cuerdas, una locomotora de AFE con su
motor apagado por 75 metros, distancia equivalente a los años que cumplía el
hospital local. A cambio de ese esfuerzo el programa proponía reunir 30.000
dólares, presuntamente entre los habitantes y empresas locales, para donar al
nosocomio.
Una típica idea teletonesca con sabor y simbolismo local: el
esfuerzo colectivo de los forzudos del pueblo se traduciría en dinero para mejorar
la atención en un carente centro de salud pública del interior del país: 75
años, 75 metros para mover 56 toneladas inertes de acero rodante y obtener
30.000 dólares para calefaccionar el nosocomio. ¡Una fiesta, un desafío, qué
genialidad!
Viernes
húmedo y caluroso de fines del verano. Unos 2.000 vecinos entusiasmados se aglomeraron
en la estación de ferrocarril de Young (las vías atraviesan la ciudad que se
extiende a lado y lado). A las 13 arribó desde Paysandú la locomotora Nº 818 de
AFE que sería utilizada para la prueba y el conductor apagó sus motores y puso
el freno aunque en ese tramo los vías no tienen pendiente alguna. Enseguida llegó
el equipo de televisión de Canal 10, encabezado por Humberto de Vargas, nombre
artístico de Humberto De Feo, conductor del programa que además es uno de los
dueños principales de la emisora.
El entusiasmo de la multitud
arengada por los promotores y gruesas fallas de organización, hicieron que el
inútil, pintoresco y posteriormente trágico desafío empezara diez minutos antes
de lo previsto. Bajo densa llovizna, unos trescientos entusiastas vecinos,
alentados por los espectadores y altoparlantes y radios locales, se uncieron a
los largos calabrotes que se habían atado al frente de la locomotora, a la voz
de vamos, vamos, el conductor soltó el freno y empezaron a moverla, diez
minutos antes de la hora fijada por los organizadores. Mujeres, ancianos y
niños bajaron del andén a las vías y echaron mano a las cuerdas sin control
alguno.
Se dice que los rieles mojados
facilitaron el desplazamiento de la máquina pero ese factor es
despreciable. Sucedió que los organizadores
habían ignorado el tremendo riesgo que implicaba mover una mole incontenible de
56.000 kilos. Lo que provocó el resbaloso suelo mojado fue la caída de quienes
estaban más cerca de la locomotora.
Entonces se desarrolló una tragedia
en cámara lenta. La mole iba arrollando y mutilando a quienes caían. El fervor
generalizado, la incorrecta ubicación de las víctimas y sobre todo la falta de responsables,
la ausencia o distracción de quienes
debían estar vigilando el desarrollo del suceso, impidió distinguir entre los
gritos de dolor y terror de quienes iban siendo engullidos por la máquina y los
de aliento de los sirgadores. El resultado: ocho personas muertas y decenas de
heridos, algunos de ellos con mutilaciones. En medio de un caos y de la
sangrienta escena, la locomotora quedó atravesada en la calle impidiendo el
paso de las ambulancias hacia el hospital.
Ninguna de las instituciones
comprometidas (el Ministerio de Salud Pública,
la Intendencia Municipal de Río Negro, la Policía,
los Bomberos, las empresas del medio, las iglesias y sobre todo el Canal 10 y
el conductor del programa “Desafío al Corazón” nunca fueron llamados a
responsabilidad por el accidente. La única persona que fue sometida a la
justicia, el maquinista de AFE, fue absuelto tres
años después porque era evidente que no había tenido responsabilidad en lo
sucedido[2].
En la
sentencia absolutoria, el juez Mario Suárez Suñol señala que el Estado no obró
como agente de seguridad en el insuceso y "por tal no tiene derecho a formular requerimiento penal pues consintió
y autorizó un acto que aparejaba riesgos" y agregó que “aunque parezca mentira, porque ya parece que
integra el modus operandi institucional, el Estado debe seguir convalidando y
alentando estas iniciativas sociales para solventar cometidos esenciales, por
los que le reclama la ciudadanía".
Claro que
la ciudadanía reclama, algunas veces (y este fue el caso en Young) instigada
por los medios de comunicación y en particular por los que hacen explotación de
la solidaridad para promover sus negocios, sus propósitos políticos o ambas
cosas. En todo caso los verdaderos responsables de instigar el reclamo,
presionar la convalidación de actos riesgosos que se presentan como
“iniciativas sociales”, concebir el espectáculo y difundirlo masivamente, se
mantienen a salvo de cualquier exigencia de responsabilidad civil o penal
cuando como en esta oportunidad las cosas salen trágicamente mal y quedan en
condiciones de repetir el show bajo otro formato.
También es
cierto que hubo una operación bastante amplia para disolver culpas y
responsabilidades y para reducir al olvido el terrible episodio. No hubo
culpables de la tragedia. Pasó porque tenía que pasar: lo inexorable
simplemente sucede y si alguien tuvo la culpa fue el maquinista que era un
forastero. Hubo exceso de entusiasmo y nada más. El juez que investigó el caso explicó el accidente
por el "gran entusiasmo popular".
"Todo hace pensar que fue la euforia de la gente lo que hizo
que se comenzara a tirar de las sogas antes de tener implementadas las medidas
de seguridad, que teníamos detalladamente - declaró Juan Pablo Apollonia,
un enfermero que era el Director del Hospital de Young en el 2006 - Nunca se esperó, por ejemplo,
que hubiera mujeres. Estaba previsto que los que iban a cinchar era
todos hombres, que habían recibido una instrucción sobre cómo era el
procedimiento".
Una de las
pruebas de que aún no se había dado la orden de comenzar - sostuvieron los
organizadores - es que los equipos de
filmación no estaban todavía listos — la barquilla del alumbrado público
desde la cual se iban a realizar algunas tomas no había sido montada — y el
personal de la producción del canal 10 estaba sobre la locomotora cuando la
gente empezó a tirar. Según Apollonia, "a eso de las dos y cuarto de la tarde del viernes la gente se empezó
abalanzar hacia las cuerdas. Se empezó a pedir que se retirara, y una persona
de la organización fue a buscar un megáfono y a llamar a la Policía. Cuando nos
quisimos acordar, la locomotora se estaba moviendo".
En todo
caso, las reiteradas menciones a “los organizadores” hechas por el Director del
Hospital y a las medidas que no funcionaron demuestra que lo inevitable pudo
ser evitado. De este modo, en el peor de los casos se sostiene que fue una imprudencia de quienes fueron
arrollados (exceso de entusiasmo, euforia: la culpabilización de las víctimas
siempre rinde).
La
comunidad se cerró en si misma, se enajenó tras una tesitura homogénea de
silencio, apoyo y solidaridad a las familias diezmadas. Quienes quisieron dilucidar lo sucedido o
reclamar reparación del daño sufrido y la pérdida de vidas de sus familiares,
fueron silenciados y presionados para que no demandaran[3].
Si las
experiencias del pasado aprovecharan sería interesante que los jóvenes
estudiantes de ciencias sociales y de ciencias de la comunicación revisitaran
Young para estudiar las secuelas de la tragedia, entre ellas las razones de una defensa negadora, del
encubrimiento o dilución de las responsabilidades ante el sufrimiento.
Algunos
medios llamaron a los fallecidos "los mártires de la solidaridad". Un donante anónimo aportó los 30.000
dólares y este invierno, ocho años y ocho muertos después, se podrá ver si la
calefacción del Hospital sigue funcionando. Los explotadores de la solidaridad
aliviados y seguramente agradecidos en su fuero íntimo.
Hablando de enfermedades raras – El pasado 29 de abril, en uno de los talk show de la televisión uruguaya (“Esta boca es mía” por Teledoce, Canal
12, conducido por la Sra. Victoria Rodríguez) se abordó el tema: La historia de
Andy, un niño con “huesos de cristal”. El formato, curiosamente rígido y
desordenado a un tiempo, comprende a la conductora, siempre de pie como
corresponde en el medio del plató; un panel con cuatro o cinco comentaristas de
planta a un lado; una tertulia escalada de varias filas que incluye un par de
docenas de personas sentadas (entre las cuales dos o tres en las primeras filas
que son los que están programados para intervenir mientras los demás permanecen
callados; finalmente, completa el perímetro, una plataforma en la que, en cada
módulo del programa, se van alternando los invitados que corresponden a la
categoría de personajes centrales o expertos.
En esta oportunidad y en el primer
módulo ocuparon el lugar de honor Andy Moreno y María Rodríguez. Andy es un
adolescente de doce años (cursa primero de liceo) que padece de osteogénesis
imperfecta, una enfermedad congénita en la que se presenta una falla genética
en el metabolismo que hace que sus huesos sean frágiles por lo que sufre
frecuentes fracturas con mucha facilidad. Andy está a cargo de su abuela María con
la que vive y es quien ahora está sentada a su lado.
El niño fue descubierto por otro
programa de Teledoce, una especie de periodístico nocturno especializado en
cosas raras y afecto a cuestiones prostibularias y mundos marginales, que
parece ser responsable de haberlo motejado con el erróneo pero llamativo
calificativo de “niño con huesos de cristal”.
La Sra. Victoria Rodríguez que es
una excelente locutora (voz bien timbrada, dicción perfecta, fluidez impecable)
no es en cambio una conductora bien informada y se apoya mucho en criterios y
valores correspondientes a un estrato social elevado, el suyo, que los
argentinos llaman concheto, los rioplatenses paquetería y que epitomiza la Sra.
Rosa María Juana Martínez, en su personificación aristocrática de Mirtha
Legrand de Tinayre.
En otras palabras la Sra. Rodríguez,
como la Sra. Martínez, tiene prejuicios que nublan su comprensión de los temas
complejos. Por cierto, ni su producción ni sus panelistas parecen capaces de
ayudarla (en realidad alguno de los panelistas, como el Sr. Abdala y la Sra.
Bianchi por ejemplo, tal vez paguen para participar porque es difícil creer que
sus intervenciones y sus ansias de figuración les hagan merecedores de remuneración).
Victoria Rodríguez cree (y no lo
oculta) que las personas que sufren las llamadas enfermedades raras o de baja
incidencia están desatendidas en nuestro país. No se les presta atención, no se
les suministran medicamentos ni tratamientos. Son en suma una minoría
discriminada, no solamente por el Estado (burocrático, ineficiente,
dilapidador, asistencialista) sino por un cuerpo médico y de especialistas de
la salud que no está al tanto de los últimos adelantos o que solamente se
preocupan por obtener grandes ganancias.
En general, la Sra. Rodríguez y
quienes piensan como ella, quieren creer en la incuria del Estado y en
particular del gobierno porque es un gobierno de izquierda que se preocupa por
el “gasto social”, subsidia al pobrerío que no tiene hábitos de trabajo,
promueve el aborto, las drogas, la homosexualidad, alienta los menores delincuentes, etc. y castiga al
capital, las hermosas estancias ancestrales, la cultura superior, el buen
gusto, los buenos modales y todas esas cosas que se dan tan bien en los
círculos selectos de las grandes capitales del primer mundo. Según estas
ópticas los problemas de salud, educación, vivienda son siempre problemas de
seguridad que a veces ni siquiera se pueden resolver con una sólida fortuna
personal.
¿Qué sucede
cuando los maestros de ceremonia no consiguen excitar la cuerda del sufrimiento
ajeno y qué pasa cuándo lo consiguen pero no resuena como lo querían? ¿Qué pasa
cuando los conductores de programas dejan de ser honestos provocadores del
pensamiento y difusores de conocimientos y se ven reducidos a simples
manipuladores de sentimientos? Bueno esto es lo que le sucedió a la conductora
el martes pasado. El interrogatorio primero se centró en un Andy, inteligente,
rápido y frontal.
Las
preguntas y respuestas no son textuales pero muy aproximadas. ¿Tus compañeros
te entienden? ¿Juegan o te dejan solo? Pues se lleva muy bien y juega con sus
compañeros, no sufre discriminación alguna. María es una abuela de mediana
edad, sencilla, directa, inteligente, suave y fuerte, no presenta ni una gota
de autocompasión; se nota que a su lado el nieto ha tenido buena escuela.
¿Quién te ayuda en este caso tan difícil? ¿Hay un sistema de seguimiento o está
sola con su niño enfermo? Cuando se fractura llama a la emergencia y una
ambulancia lo trae al Pereira Rossell donde lo atienden. No, no hay que pagar
taxis desde Barros Blancos y la atención es gratuita. ¿No hay un lugar
específico para esta patología? No, la atención en el Pereira es muy buena. ¿No
hay un tratamiento específico? Si, hace unos años le hicieron un tratamiento
que dio buen resultado. ¿Se puede repetir ese tratamiento? No lo se, confiamos
en el profesor.
Las
preguntas son un torrente y por su tono, amable pero decidido, la conductora
busca una respuesta determinada, busca la falla, el abandono, la incuria, la
inseguridad, la soledad que presupone. ¿Cómo se sobrelleva una enfermedad de
éstas en el Uruguay? ¿Qué te dicen los médicos? ¿O te sentís medio perdida? (todo
sic)- No, no, no… El profesor nos informó, él va a caminar solo. ¿Lo querrían mandar a otro
lado para que lo ayudaran? No.
Alguien del
panel le sopla a la conductora que Andy tiene una pensión del BPS. Aaahh… una
pensión del BPS, bueno pero ya sabemos que las pensiones no sirven de mucho.
Pero resulta que esta sirve. AAhh… y la silla de ruedas ¿cómo hacer para
tenerla? La da el BPS, los bastones, todo lo que necesita para desplazarse lo
suministra el BPS, los medicamentos, los traslados, todo lo que le corresponde
nos lo da el BPS. ¿Hay comprensión de otros miembros de la familia? Si,
bisabuela, primo. A Andy: ¿te sentís en desventaja? No. ¿Qué lo que más te
preocupa? La abuela piensa un instante y responde (aquí no hay respuestas
ensayadas de antemano) _ En verdad, preocuparme nada. Lo único que deseo es
seguir luchando junto con él.
¿Ahora no
querés aprovechar para un reclamo en particular? Hay una empresa de taxis que
lo lleva y lo trae, de eso tampoco tengo que hacerme problema. A él no le hace
falta nada (pausa… María se emociona) Bien… ¿y ese rostro?. ¿Querés decir algo
que tenés trancado, que quieras decir? No.
El módulo
termina con algunas intervenciones para el olvido de algún panelista. Tenemos
que asegurarnos que tengas la accesibilidad para ir a estudiar, etc. Demuestra
no saber que la exigencia legal y normativa se ha cumplido virtualmente en
todas las instituciones públicas y privadas del país. ¿Esta gente vivirá aquí o
quiere engañar incautos?
Declaración
final de este módulo (tesis) por la conductora: en Uruguay no hay un lugar
específico para las enfermedades raras y no hay medicamentos. El Estado no da
la respuesta que los enfermos merecen. Falta una respuesta especial para las
enfermedades raras; el Fondo Nacional de Recursos no las contempla. Esto es lo
que quería demostrar pero Andy y su abuela han sido palmarios: cuentan con
apoyo y están enfrentando la enfermedad con los especialistas del Pereira
Rossell y del BPS: Sus necesidades están cubiertas.
El módulo
final es una paliza épica, una clase dictada por el Dr. Mario Schimchack, un
sabio veterano, antiguo profesor de ortopedia infantil de la Facultad de
Medicina (cátedra ubicada en el Hospital Pereira Rossell), discípulo del Prof.
Oscar Guglielmone (fundador del FNR) y traumatólogo del Departamento Médico
Quirúrgico del BPS. Schimchack expone con claridad en que consiste la
enfermedad de Andy, cuales son los problemas que enfrenta, cuales los
tratamientos que se le aplican y el pronóstico favorable que puede formularse,
con base en tratamientos medicamentosos. No, no son caros y todo lo que
requiere se le proporcionará. Andy dejará de fracturarse cuando se complete su
desarrollo.
Le
preguntan cuál es la incidencia de la enfermedad en nuestro país. ¿Me puede
hablar de números? Pues las estimaciones de países muy similares en cuanto a
incidencia de la osteogénesis imperfecta permite sostener que en nuestro país
habría un caso cada 20.000 nacimientos, grosso modo, dos por año. El galeno
explica con lujo de detalles los completos servicios que se prestan a los
pacientes a través de los servicios públicos. En nivel de atención y aplicación
de adelantos estamos a la par y aún por delante de Huston que es el centro de
referencia para estas enfermedades en los Estados Unidos. Ninguno de estos niños
necesita viajar en busca de atención que el país no pueda brindarle.
El programa
termina en medio de una evidente y apenas contenida incomodidad de la
conductora. No ha podido obtener confirmación de sus tesis. Andy. María y el
Dr. Schimchak la han dejado sin asunto. Los resultados de una especie de
encuesta telefónica, que hacen invariablemente durante el programa, no son
divulgados porque seguramente los espectadores han entendido la realidad
expuesta por los invitados. En conclusión, la Sra. Victoria tendrá que estudiar
seriamente el problema de la atención de la salud. Tal vez llegue a ver la
importancia de apoyar, potenciar y exigir el desarrollo del primer nivel de
atención, es decir la atención primaria de la salud que se lleva a cabo en
policlínicas barriales, nacionales y municipales, yendo adonde están los
pacientes, promoviendo la atención precoz. Esto es decisivo también para el
tratamiento de las llamadas enfermedades raras. El 80 % de las patologías
pueden atenderse a este nivel con una mejora espectacular de los resultados.
Asimismo el segundo nivel de atención, es decir las clínicas y hospitales
generales deben ser conocidos, coordinados y apoyados.
Todo lo que
se ha logrado mediante el Sistema Nacional Integrado de Salud merece ser considerado
e incluso criticado pero sin contraponer los tres niveles de atención.
Finalmente el tercer nivel el de las instituciones de medicina altamente
especializada también debe ser seriamente abordado por los comunicadores, por
los políticos y también por los médicos e integrantes del equipo de salud y
mucho más si se tiene un sincero interés por apoyar a quienes padecen las
llamadas enfermedades raras. Como sostiene el Dr. Henry Engler, Director del
Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (CUDIM), la institución es capaz de
prestar servicios a primer nivel mundial lo que algunos médicos desconocen y
persisten en recomendar a sus pacientes que aborden onerosos y a veces penosos
viajes para someterse a examen en el extranjero.
[1]
El 30 de noviembre del año 2002, el grupo de rock “Los Prisioneros” subió al
escenario del Estadio Nacional en Santiago para actuar en el macro show de la
Teletón, en medio de grandes aplausos. A los pocos segundos, el vocalista de la
banda sorprendería a todos con una filosa crítica: “¡Qué lindo!, ¿no? Qué bonito que se pueda transformar una cosa en
otra; que de todo el ego gigante, que todas las ganas de figurar que tenemos
los artistas, ¿no?, se puedan transformar en ayuda a los niños. Que de toda la
avaricia y el sentido del buen negocio que tienen las empresas, que pueden
subir los precios, pagar menos impuestos, hacerse propaganda y, que con lo que
consume la gente, entre comillas ayudar, se pueda ayudar realmente a los niños.
(…) Es la gallada la que se mete la mano al bolsillo al final, y siempre se
cumple la meta”.
[2] Héctor Ramón
Parentini Rey, que así se llama el maquinista, estaba procesado sin prisión y
con un pedido de la Fiscalía de 5 años y 8 meses de cárcel por considerarlo
único culpable.
[3] El cura Fernando Pigurina, en la ceremonia
religiosa que ofició durante el entierro de las víctimas el sábado siguiente a
la tragedia dio la linea: "Fue un exceso de amor – dijo - no le busquemos más vueltas". Su colega,
el pastor luterano Gustavo Muñiz, fue uno de los fallecidos.
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