Lecturas paralelas de
un texto clásico y provocativo
CRISTOPHE DEJOURS: LA
EVALUACIÓN DEL TRABAJO ANTE EL DESAFÍO DE LO REAL. CRÍTICA DE LOS FUNDAMENTOS
DE LA EVALUACIÓN.[1]
Reseñas y notas de
lectura[2]
por Florent Schepens [3]
y por Philippe Goulois[4]
muestran la vigencia de la crítica de la evaluación desde distintas ópticas y
el palpitante interés que mantiene el tema, desde que es uno de los puntos
clave para desenmascarar las falsas promesas en que vienen envueltas las modas
gerenciales.
Dos reseñas acerca del clásico folleto de Dejours (2003) sobre
la evaluación del desempeño, exponen los puntos de vista, más o menos coincidentes
pero no idénticos, de Schepens y Goulois y sus comentarios acordes o
divergentes con las tesituras del autor. Estas notas no pueden reemplazar la
lectura directa de la obra en cuestión pero permiten apreciar la gran
influencia que ejerce este psiquiatra y psicoanalista francés sobre todas las
disciplinas que se ocupan del mundo del trabajo y en especial las de la última
década sobre los fundamentos de la evaluación del desempeño. Por ende se trata
de divulgar pero, al mismo tiempo, de
captar a través de estas lecturas paralelas, como se enriquecen y fecundan los
aportes teóricos actuales en un campo fundamental para todas las sociedades en
todos los tiempos.
LA LECTURA DE SCHEPENS – Para
evaluar el trabajo es preciso poder definirlo. Esta es la primera y por lo
pronto insuperable dificultad. El trabajo no es la simple ejecución de una
tarea prescripta. Trabajar es saber hacer frente a lo aleatorio, a lo
imprevisto, para llegar al objetivo que se pretendía. ¿Cómo acceder a esta
parte imprevista por las prescripciones del “trabajar”?
Solamente
la palabra de quienes lo ejecutan puede hacerla visible aunque hay numerosos
obstáculos que se interponen en la identificación y evaluación del trabajo.
Dejours
describe cinco de estos obstáculos o impedimentos para la evaluación:
1)
la
clandestinidad
forzosa: si trabajar implica eludir las prescripciones esto quiere
decir cometer infracciones, infracciones que obligan a quienes las cometen a
mantener una cierta discreción.
2)
la
apuesta estratégica del poder: es decir conservar para si los saberes
exclusivos para no ser despojado de su poder sobre el puesto de trabajo.
3)
el
déficit semiótico: hay una gran dificultad para traducir el trabajo en
palabras y para caracterizar los saberes que se aplican.
4)
las
estrategias de defensa contra el sufrimiento: el trabajo ocasiona toda
una serie de sufrimientos debido a las cadencias forzadas, al desprecio, a la
injusticia… Para soportarlos, los trabajadores desarrollan estrategias
defensivas que son negaciones del sufrimiento. Estas negaciones dificultan la
verbalización de esta dimensión del “trabajar”.
5)
el
conocimiento del cuerpo: para
Dejours el sufrimiento es un elemento inmanente en el trabajo y positivo en
tanto vector del aprendizaje. Lo real, al resistirse al saber conduce al actor
al fracaso – fracaso que genera el sufrimiento – y a encontrar una solución.
Según Dejours, esto no es posible sino a través de un conocimiento íntimo de
los objetos técnicos y de la materia que se trabaja (p.22) (este conocimiento
es difícil de verbalizar porque está incorporado). Por nuestra parte - dice
Schepens - en lugar de la expresión de Bourdieu “conocimiento por el cuerpo”
preferimos las palabras de Michel Verret [5] (un saber aprendido y un
saber que uno no sabe que sabe, que uno posee sin saberlo) que si bien traducen
la misma idea de no verbalización, no permiten suponer una inteligencia del
cuerpo que nosotros pensamos imposible.
Al
contrario que Dejours – sostiene Schepens - no nos parece que “una parte
esencial de la habilidad profesional repose sobre un conocimiento corporal de
los procesos de trabajo” (p.21) sino sobre una inteligencia problemática de la
situación de trabajo.
La
imposibilidad de conocer el trabajo para evaluarlo conduce a callejones sin
salida. Originalmente se evaluaba el tiempo de trabajo, aunque este no revela
la calidad del esfuerzo, y se lo vinculaba, desde la década de los 60, con la
evaluación de las performances. El modelo seguía siendo el de la producción
industrial masiva y su completa obsolescencia quedó demostrada con el advenimiento
de actividades de servicio que demandan un “compromiso de la subjetividad” (…) que
supera ampliamente el tiempo que uno considera como tiempo de trabajo
(pp.34-35). Entonces se pasó a la evaluación de las competencias. Sin embargo,
competencia y trabajo son inseparables y no se puede caracterizar una
competencia sin pasar por el conocimiento fino del trabajo. De vuelta en el
punto de partida.
En
tanto la evaluación no evalúa el trabajo se convierte, en cambio, en una
herramienta gerencial y la evaluación de la competencia deriva en una
evaluación del individuo [6]. Es en este momento que la
mirada del clínico se vuelve más esclarecedora. La evaluación conduce a una
competencia generalizada entre trabajadores, lo cual entraña una destrucción de
las solidaridades, de los colectivos, por ende de la identidad en el trabajo,
del soporte de la salud mental (p.62).
El
balance es dramático: el suicidio de trabajadores en su lugar de trabajo
aparece desde fines de la década de los 90. Aparecen también patologías
llamadas de sobrecarga, “el burn-out, el karoshi (muerte súbita descrita en
Japón) y también el abuso de medicamentos, las toxicomanías. Buena parte de las
toxicomanías, notoriamente las que se registran entre los mandos medios, tienen
relación con la sobrecarga de trabajo y evidentemente la tienen las
depresiones” (pp.48-49).
Si
bien el libro de Dejours es tal vez una denuncia, no apunta contra la
evaluación sino contra el mal uso de ésta. No sabemos evaluar el trabajo y por
ende nos hace falta juzgarlo por medio del juicio de utilidad – que apunta a la
utilidad técnica, social y económica de la contribución del trabajador – y del
juicio de belleza o de perfección – que corresponde a los aspectos relativos a
las reglas del arte (del oficio) en una actividad. La conjunción de estos dos
juicios permite evaluar el trabajo realizado y retribuirlo bajo la forma de
reconocimiento. Este reconocimiento es indispensable para el equilibrio mental.
LA LECTURA DE GOULOIS – La
aparición de nuevas tecnologías en la década de los 70 impulsó a repensar las
modalidades de evaluación porque la parte intelectual del trabajo adquirió más
importancia sustrayéndose a la observación directa. En primer lugar, Ch.
Dejours ofrece un paneo de la experiencia del trabajo para poder captar mejor
las dificultades de la evaluación. Según él, el trabajo es un acto dirigido a
un objetivo de producción material o intelectual. El trabajo real revela la
existencia de un desfasaje entre lo prescripto y la realidad.
Trabajar
consiste en crear una nueva forma de cubrir ese desfasaje entre lo prescripto y
lo real pasando por caminos que se apartan de las prescripciones. Esto puede ser
evaluado en forma positiva y calificado como espíritu de iniciativa e
innovación o percibido en forma negativa como una infracción a los
procedimientos establecidos.
Así
es difícil trabajar convenientemente y esta diferencia entre lo prescripto y la
realidad puede conducir a una situación paradojal: para hacer bien es preciso
cometer infracciones. Un ejemplo dado para ilustrar este hecho es el de la
administración de los impuestos en la que los inspectores son conducidos a
hacer trampas para promover el ingreso de dinero porque las leyes establecidas
dificultan la lucha contra el fraude fiscal.
Dejours
insiste sobre este aspecto de las
trampas que son inherentes al trabajo, por dos razones:
a) Si
los trabajadores dejasen de colocarse en infracción, paralizarían el taller, la
administración, la empresa o el Estado (trabajo a reglamento).Esta
contradicción requiere que el trabajador está protegido de la mirada de la
jerarquía o en buena inteligencia con ella, al tiempo que guarda discreción.
b) Lo
esencial del trabajo es invisible y no puede ser observado: es difícil evaluar
un trabajo poco visible.
Para
Goulois, los obstáculos que se oponen a la comprensión del trabajo son cuatro
(que se agregan a la invisibilidad), a saber:
1) Las disposiciones estratégicas – el
análisis estratégico de Michel Crozier[7] ha mostrado el interés
estratégico del actor por guardar el secreto de sus competencias en el marco de
las negociaciones de poder con el fin de legitimar su puesto. Esta parte del
trabajo no puede ser explorada por los evaluadores.
2) El déficit semiótico – que fue
advertido por Josiane Boutet y Patrick Fiala, dado que el ‘saber hacer’
clandestino no puede ser correctamente descrito por falta de palabras y conduce
a una evaluación deficitaria del trabajo debida a la dificultad para hablar de
esta actividad oculta.
3) La descripción subjetiva del trabajo y del
saber hacer corporal – la inteligencia desarrollada por el trabajo es
anterior a su conocimiento y simbolización y de compleja descripción. Los
trabajos de Daniellou y de Yves Clot han ayudado a explicitar este ‘saber
hacer’[8].
4) Las estrategias de defensa contra el
sufrimiento – Los sufrimientos ocasionados por el trabajo entrañan un
debilitamiento de la capacidad de pensar y de trabajar.
¿Podrá
la evaluación volver visible lo invisible?
El
terreno de la dramaturgia
Ante la imposibilidad de volver fácilmente visible lo
que no puede ser visto de su “trabajo” porque escapa a una evaluación objetiva,
los trabajadores tal vez puedan ponerse en escena para hacerlo visible al
observador (Cfr. Nicolás Dodier [9]).
Este análisis sigue siendo insuficiente.
La
invisibilidad del trabajo de las mujeres
En el marco de una división social del trabajo, donde
los hombres son los más valorizados y las mujeres las más “discretas”, estas
últimas sufren la “naturalización de las competencias femeninas” (Cfr. Danièle
Kergoat [10]).
En efecto, la dominación de un género sobre el otro está netamente a favor de
los hombres pues estos últimos reducen las calidades femeninas argumentando que
las aptitudes naturales de las mujeres son propias de sus cuerpos. De este modo
participan en la ocultación del trabajo de género femenino privándolo de todo
valor.
Metodología
de evaluación
Independientemente del método, el trabajo ordinario no
es accesible a la observación directa por lo que es preciso pasar a través de
la subjetividad de los trabajadores por medio del mejor de los útiles, la palabra.
La evaluación: nuevos desafíos, nuevas doctrinas
El surgimiento y la proporción importante que han
alcanzado las actividades de servicio traen aparejadas nuevas dificultades para
la evaluación:
La evaluación de las performances
Todas estas tareas inmateriales, en la medida que son
relacionales también son invisibles y requieren una movilización subjetiva del
trabajador y una medición de las performances puede conducir a aberraciones.
Hoy en día no se sabe evaluar un trabajo que no se sabe siquiera describir.
La evaluación por el tiempo de
trabajo
Es un método igualmente inapropiado porque la
movilización subjetiva del trabajador se desborda ampliamente sobre el tiempo
de la vida privada que, de este modo, contribuye sin duda a la eficacia del
individuo.
La evaluación de las competencias
Este nuevo método no es la panacea porque la
apreciación de la competencia no puede hacerse sin pasar por el conocimiento
del trabajo en cuyo marco aquella se desarrolla. Esta evaluación participa
también de una forma de injusticia en la fijación de los salarios porque no
tiene en cuenta la implicación del trabajador.
La evaluación de la calidad
La calidad total finalmente no pasa de ser un precepto
y no es una evaluación pertinente del trabajo. Su propósito es, en efecto,
obtener membretes o certificaciones (norma tal o cual) lo que antepone el
resultado al trabajo mismo y le agregan obstáculos suplementarios lo que, de
este modo, incita al fraude.
Un imprevisto de la experticia: el trabajo del experto
La experticia y la
evaluación no tienen valor si no se toma en cuenta el conocimiento específico
de lo real, conocimiento que no es accesible sino a través de la experiencia
del trabajo. El trabajo real es víctima de una negación institucional porque
cada vez que se lo analiza de cerca se hacen evidentes las limitaciones y
fallas de la predicción y la planificación, y lo inadecuado de la concepción de
las instalaciones de producción (comprendidas las herramientas y equipamientos).
La evaluación se ha impuesto a pesar
de las diversas objeciones formuladas por las ciencias del trabajo.
Consecuencias
negativas
Consecuencias industriales y
económicas
La alienación cultural (Cfr. F. Sigaut [11])
supone que no ha habido ruptura entre el sujeto y los demás. Todos se reconocen
mutuamente pero todos han perdido el vínculo con lo real. He ahí una situación
escabrosa que se encuentra a menudo y en la cual lo real retorna bajo la forma
de catástrofes (por ejemplo AZF, Toyota y la calidad total).
Consecuencias sobre la salud de
los trabajadores
Entre todos los métodos de evaluación, en tanto
instrumentos de administración, el de la evaluación individualizada de la
performance es el más deletéreo: es injusto y temido por ser demasiado
arbitrario. Los resultados comprenden la dilución de la solidaridad, el
deterioro de la lealtad, de la confianza y de la convivencia, la aparición de
suicidios en el trabajo, de patologías mentales y de tensiones.
Repensar la
evaluación
Aunque deseada por los trabajadores, como portadora de
la utilidad y la calidad aportadas, la evaluación del trabajo, con los medios
actuales, no es objetiva. ¿Será posible una evaluación equitativa? Tal
evaluación comprende un ideal de justicia más que uno de veracidad. En los
hechos, la movilización subjetiva individual y sobre todo colectiva de los
trabajadores permitía obtener desempeños globales excelentes. Ese factor
depende de una dinámica que se basa en la dupla contribución-retribución. Esta
retribución (en lo esencial a través de la autorrealización) es simbólica y
adopta la forma de juicios (y no de mediciones) que integran los criterios de
eficacia con los de justicia en el reconocimiento.
Por lo tanto se habla de juicios de utilidad (técnica,
social o económica) o de belleza (perfección) que es el de los pares, el más
apreciado. ¿Será posible restablecerlos en la actualidad?. Es difícil creerlo, visto
que la parte creciente de actividades de servicios o los nuevos oficios son inestables
o poco duraderos. En consecuencia, el reconocimiento por los pares se vuelve
difícil sino imposible. ¿Qué se puede
proponer? Para Dejours los estudios sugieren que hay que formar investigadores
prácticos en el trabajo de campo e integrarlos en los equipos de evaluación de
las empresas.
Conclusión
¿De qué se
trata la evaluación del trabajo: juzgar o medir? He ahí toda la ambigüedad del
asunto. Desde que no es posible ‘medir’ el trabajo solo resta juzgarlo pero a
condición de conocerlo. Los progresos están por hacerse y solamente un abordaje
en las ciencias del trabajo y su praxis podría conseguirlo. Ese será el precio
de nuestra salud.
[1]
Dejours, Ch. (2003) L’evaluation du travail à l’épreuve du réel. Critique des
fondements de l’evaluation. INRA Editions, París.
[2]
Recopilación y traducción: Lic. Fernando Britos V.
[3] Florent
Schepens es Doctor en Sociología de la
Universidad del Franco Condado (Besançon)
y Miembro del Laboratorio de Socio-antropología de dicha universidad.
Esta nota de lectura data diciembre del año 2005 y fue publicada en el Nº 1 de Interrogations? (revista pluridisciplinaria en ciencias
humanas).
[4]
Philippe Goulois
es un especialista en ergonomía y preventista francés
(philippe.goulois.free.fr)
[5] Verret, M. (1996) La culture ouvriére;
L´Harmattan, París.
[6]
Reynaud, J-D. (2001) “Le management par les competences: un essai d’analyse”.
En: Sociologie du Travail, Nº1, Vol.
43.
[7] Michel Crozier
(1922-2013), produjo el clásico “El fenómeno burocrático” (1964), dos años
después de fundar el Centro de Sociología de las Organizaciones (CSO). Allí
expuso las relaciones de poder y otros mecanismos en dos organismos públicos
franceses. En “El Actor y el Sistema” (“L’acteur et le système”, 1977), coescrito
con Erhard Friedberg. dio una base teórica a sus primeros análisis de las
relaciones entre las organizaciones y los individuos , y las estrategias de
decisión. Esta obra, es un clásico de la sociología y fundadora del “análisis
estratégico”.
[8] Cfr. Seul le travail rentable est évalué por Valérie Ganem (2011) En: Revista Travailler, Nº 25.
[9] Nicolas Dodier, (n.1957) es un
sociólogo francés Director de Investigación en el Instituto Nacional de la
salud y la investigación médica (INSERM) y Director de Estudios de la Escuela
de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) que se considera parte del
movimiento de la “sociología pragmática”.
[10]
Danièle Kergoat (n.1942) ha sido maestra antes de emprender una carrera como
investigadora en ciencias sociales. Es profesora, directora emérita de
investigación y autora de obras sobre
las mujeres, el género y el trabajo. Sus investigaciones apuntan, entre otros
temas, a “la división sexual del trabajo” ya sea profesional o doméstico. Forma
parte de un conjunto de autores que defienden una concepción de las “relaciones
sociales de sexo” que da una base
materialista al análisis de las relaciones entre hombres y mujeres en la
sociedad capitalista.
[11]
François Sigaut (1940-2012) agrónomo e historiador francés que efectuó
importante aportes a las ciencias sociales.
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