"JUEGOS DE LA MENTE: GUERRA PSICOLÓGICA ENTRE TERAPEUTAS Y CIENTÍFICOS"
("Mind Games: Psychological Warfare Between Therapists and Scientists)
Reseña de un artículo de CAROL TAVRIS
(traducción y anotación, Lic. Fernando Britos V.)
La Dra. Carol Tavris integra la directiva del Consejo para la Psicología Clínica Científica y Psiquiatría; es consultora editorial de The Scientific Review of Mental Health Practice y miembro de la junta editorial de Psychological Science in the Public Interest. Este artículo fue publicado hace cuatro años, el 28 de febrero del 2003, en el Vol. 49, Nº 25, pag. B7 de The Chronicle Review (The Chronicle of Higher Education). Está enteramente referido a los Estados Unidos pero más allá de sus peculiaridades, abarca aspectos de gran interés que lo trascienden cuando aborda el conflicto entre ciencia y pseudociencia en psicología y su incidencia práctica en la vida de las personas.
Tavris (n. 1944) es psicóloga social, mantiene una intensa actividad como docente universitaria y conferencista. Escribe artículos de su especialidad para publicaciones científicas y para los principales diarios de su país (The New York Times, Los Angeles Times, etc.). Ha escrito varios libros y dos textos de psicología en coautoría con la Dra. Carol Wade (uno de estos últimos va en la octava edición). De los primeros, el más exitoso fue The Mismeasure of Woman : Why Women Are Not the Better Sex, Inferior or Opposite Sex (un juego de palabras con el famoso The Mismeasure of Man de Stephen Jay Gould) en el cual plantea tesis sobre "el feminismo igualitario". Sus temas favoritos, en los que mantiene una importante producción, son los de género, pensamiento crítico, pseudociencia en psicología, psicología y los medios de comunicación, violencia. Alega integrar "para divertirse" el famoso CSI (Committee for Skeptical Inquiry: Comité para la Investigación Escéptica) institución integrada por importantes científicos estadounidenses que se ocupan de difundir el espíritu crítico, promover el pensamiento científico y denunciar la pseudociencia, la charlatanería y el fraude en todos los campos de conocimiento. En sus ratos libres -que no han de ser muchos- la Dra. Tavris hace caminatas por las colinas en Santa Mónica (California) donde reside, acompañada por su perra Sophie.
Mientras daba una conferencia a un grupo grande de abogados, jueces y otros especialistas de los juzgados de familia, en Los Ángeles, Tavris preguntó cuántos conocían lo que era "un piscólogo social". Tres levantaron tímidamente la mano y las respuestas fueron típicas: piensan que soy una psicoterapeuta que celebra muchas fiestas - explica - "por esa razón ya no digo más que soy una psicóloga social". Sostiene que si dice que es una científica psicológica piensan que es "una terapeuta pomposa porque todo el mundo sabe que 'ciencia psicológica' es un oxímoron" (es decir una figura retórica que unifica términos contradictorios, como crueldad bondadosa). En muchos estados de los EUA ni siquiera puede decir que es una "psicóloga" porque esa denominación se reserva para quien tiene un posgrado en psicología clínica y la licencia para practicar psicoterapia, "lo cual excluye automáticamente a muchos otros tipos de psicólogos que practican la investigación científica en sus respectivas especialidades, incluyendo desarrollo infantil, gerontología, neurobiología, emociones, sueño genética, memoria y conocimiento, conducta sexual y actitudes, traumas, aprendizaje, lenguaje... y psicología social, es decir el estudio de la forma en que las situaciones sociales y las demás personas afectan cada actividad humana desde el amor a la guerra".
Tavris sostiene que para el público, la palabra 'psicólogo' sólo significa psicoterapeuta. "es cierto que los psicólogos clínicos practican terapia pero muchos psicólogos no son clínicos y la mayoría de los terapeutas no son psicólogos clínicos". La palabra 'psicoterapeuta' no está sometida a regulación alguna en los EUA y puede incluir a muchos técnicos que han obtenido una 'certificación' para alguna especialidad terapéutica, trabajadores sociales, consejeros familiares, especialistas en niños, psicoanalistas, psiquiatras y muchos otros sin formación específica alguna. "A partir de mañana mismo - sostiene Tavris - yo podría empaquetar y comercializar mi propio enfoque altamente eficaz: Terapia por Inmersión en Chocolate, y ofrecer un taller de fin de semana para entrenar a los neófitos ($395 dólares, chocolate incluído). Podría desarrollar cualquier tipo de terapia charlatanesca que se me ocurriera y no sería culpable de delito alguno, excepto que me describiera a mi misma como psicóloga".
La proliferación de psicoterapeutas hace que los psicólogos científicos que investigan y enseñan en colegios y universidades tiendan a ser invisibles fuera del medio académico. Los psicoterapeutas son los que obtienen la atención del público porque aparecen dando consejos en programas de televisión y de radio, en libros, revistas y diarios; son entrevistados y hacen especulaciones cada vez que hay un crimen horrendo, un secuestro una desaparición, un accidente. "Nuestra sociedad se mueve siguiendo los consejos de los profesionales de la salud mental, quienes a menudo son llamados, en contextos jurídico-legales, a establecer si se ha abusado de un menor, si un procesado en libertad provisional es aún peligroso, si un acusado está mintiendo o es un enfermo mental, si una madre se encuentra en condiciones de tener la custodia de sus hijos y asi sucesivamente. Aún así y mientras el público supone, vagamente, que los terapeutas deben ser 'científicos' de algún tipo, muchas de las afirmaciones ampliamente aceptadas que promueven estos terapeutas están basadas en opiniones clínicas subjetivas y han sido resonantemente rechazadas por la investigación empírica llevada a cabo por psicólogos científicos".
La autora cita seis ejemplos de afirmaciones cuya falsedad ha sido demostrada:
· La baja auto estima causa agresividad, uso de drogas, prejuicios y bajo desempeño.
· Los niños que han sido sometidos a abuso casi inevitablemente se convierten en padres abusadores, causando un "ciclo de abuso".
· La terapia es benéfica para la mayoría de los sobrevivientes de desastres, especialmente si la intervención es temprana.
· La memoria trabaja como una grabadora que se enciende en el momento del nacimiento; los recuerdos pueden ser adecuadamente recuperados mediante la hipnosis, el análisis de los sueños u otros métodos terapéuticos.
· Las experiencias traumáticas, en especial las de naturaleza sexual, son "reprimidas" de la memoria o escindidas de la consciencia mediante la "disociación".
· La forma en que los padres tratan a un niño en sus primeros cinco años (tres años) (un año) (cinco minutos) de vida es crucial para el posterior desarrollo intelectual y el éxito emocional.
Para Tavris, la disociación que se presenta en psicología entre la investigación y la práctica profesional es tan grande que "muchos psicólogos hablan malhumoradamente de 'la brecha entre científicos y practicantes' aunque esto equivalga a decir que en el Medio Oriente hay una 'brecha árabe-israelí'. Es una guerra, que involucra creencias profundamente arraigadas, pasiones políticas, concepciones de la naturaleza humana y sobre la naturaleza del conocimiento, y - como en el fondo sucede en todas las guerras - dinero y vidas humanas".
La autora dice que esta guerra se extendió desde los laboratorios y los consultorios a las calles, en las últimas dos o tres décadas, cuando tres "epidemias de histeria" se desataron en los EUA: el aumento de las acusaciones de abuso sexual de infantes basadas en "los recuerdos reprimidos"; el número creciente de casos de "desorden de personalidad múltiple" (DPM), que eran contados con los dedos antes de 1980 para llegar a decenas de miles quince años después; la proliferación de escándalos de abuso sexual en guarderías y pre-escolares, que terminaron con cientos de maestros de escuela en la cárcel con base en el "testimonio" de niños de 3 y 4 años.
"Las tres epidemias fueron fomentadas y se perpetuaron debido a creencias erróneas de psicoterapeutas: que 'los niños nunca mienten en materia de abuso sexual'; que el trauma infantil hace que la personalidad "se escinda" en varias y aún miles de identidades; que si usted no recuerda haber sufrido abuso sexual en la infancia, es evidencia de que lo sufrió; que es posible ser violada por su padre todos los días durante 16 años y "reprimir" los recuerdos hasta que son "descubiertos" en la terapia; que la hipnosis, el análisis de los sueños y la asociación libre de fantasías son métodos confiables de 'desvelar' recuerdos precisos. (Por el contrario, tales técnicas han demostrado que aumentan la confabulación y los errores de imaginación y de memoria, en tanto exacerban la creencia de que los recuerdos recuperados son exactos). Las epidemias empezaron a remitir como resultado de la trabajosa investigación de los psicólogos científicos".
"Los sinsentidos terapéuticos son una hidra - advierte Tavris - de tal modo que: se liquida un conjunto de ideas erróneas y otras toman su lugar. La terapia de recuperación de memoria puede estar en decadencia pero las técnicas de "renacimiento" y las formas de "terapia de coerción" (restraint therapy) - prácticas físicamente abusivas que supuestamente ayudan a los niños adoptados o con problemas a establecer vínculos con sus padres - están en ascenso. En colorado, la niña de diez años Candance Newmaker fue asfixiada hasta morir durante un procedimiento de renacimiento en el cual se procuraba que ella se abriera camino a través de un sofocante "canal de parto" de frazadas y almohadas. Los dos terapeutas condenados por la muerte de Candance están purgando su pena en prisión pero los esfuerzos que se hicieron en Colorado para prohibir todas las formas de "trapia de coerción" fueron derrotados por las protestas de los "terapeutas vinculares" en ese estado y en todo el país. Después de la muerte de Candance, un miembro de la Junta de Quejas en Salud Mental de Colorado, señalaba con desazón que el entrenamiento de su peluquera había demandado 1.500 horas mientras que cualquiera podía hacer un curso de dos semanas y obtener un "certificado" en renacimiento. De todos modos, la premisa básica -que los niños pueden recuperarse del trauma, vínculos inestables u otros problemas psicológicos al "revivir" sus nacimientos o sometiéndose a limitaciones punitivas o coercitivas- no tiene validez científica alguna".
La psicóloga social señala que para entender como surgió y se desarrolló la brecha entre clínicos e investigadores hay que estudiar la forma en que sus objetivos y sus métodos fueron apartándose. En el pasado la formación de la mayoría de los psicólogos se basaba en un modelo de "científico practicante", alguien que investigaba y ejercía la profesión al mismo tiempo. En este sentido los aspirantes a terapeutas estudiaban la investigación básica en psicología y la aplicación de los hallazgos de esta a la práctica clínica. Estudiaban el origen de las enfermedades y problemas. También aprendían a identificar las intervenciones que eran inútiles o potencialmente dañinas. Por ejemplo, una popular intervención post traumática, llamada CISD por la sigla de su denominación en inglés, equivalente a 'interrogatorio sobre incidentes críticos de stress', ha demostrado que la mayoría de los sobrevivientes de accidentes y catástrofes naturales, etc. obtienen los mismos beneficios hablando con amigos y con otros sobrevivientes que con los interrogadores. En algunos casos este procedimiento obstaculiza la recuperación al evitar que las víctimas saquen fuerzas de sus propias fuentes de resistencia. A veces, inclusive, perjudica a las personas, al hacer que los sobrevivientes expongan sus emociones sin aprender al mismo tiempo métodos adecuados para manejarlos.
Sostiene la autora que el número de clínicos científicamente entrenados se va reduciendo día a día porque, en los EUA, cada vez más terapeutas obtienen sus títulos en "escuelas independientes" que no dependen de las instituciones de investigación o de los departamentos de psicología de las universidades. En dichas escuelas se enseña únicamente terapia y ni siquiera aquellas técnicas que han probado ser más efectivas ante problemas específicos. Como hay "exámenes de estado" se enseña lo suficiente para pasarlos pero esto no quiere decir que los egresados tengan conocimientos científicos. Aún así son reconocidos por la Asociación Psicológica Americana (APA). Cita como ejemplo de este entrenamiento no científico lo que sucede con el test de manchas de tinta de Rorschach "que ha sido resonantemente desacreditado como herramienta confiable para diagnosticar la mayoría de los desórdenes mentales o problemas emotivos porque, usualmente, dice más acerca del clínico que lo administra que acerca del individuo que se somete a él. Yo lo llamo el Drácula de los tests psicológicos porque nadie ha sido capaz de clavar una estaca atravesando el corazón de la maldita cosa. Muchos clínicos lo aman, aún es ampliamente usado y sigue apareciendo el los exámenes para otorgar licencias".
Reconoce que las tensiones entre investigadores y practicantes existen en cualquier campo (medicina, ingeniería, educación) puesto que al dedicarse a una y otra práctica, sus intereses y formación diferirán. "La meta del clínico, en psicología o medicina, es ayudar a los individuos que sufren; la meta del investigador psicólogo o médico es explicar y predecir el comportamiento o evolución de la enfermedad en las personas en general. Es por eso que muchos clínicos argumentan que la investigación empírica no puede posiblemente capturar la complejidad de los seres humanos que vienen a sus consultorios. El entrenamiento profesional, creen ellos, debería enseñar a los estudiantes empatía y habilidades terapéuticas apropiadas. La buena terapia depende del insight y experiencia del terapeuta, no del conocimiento sobre estadística, la importancia de los grupos de control y el método científico".
Admite también que la terapia trata asuntos sobre los cuales la ciencia se mantiene en silencio: como encontrar coraje en la adversidad, aceptar las pérdidas y tomar decisiones morales. No sin ironía dice que sus amigos clínicos permanentemente la impresionan con su profunda comprensión de la condición humana, "comprensión que está basada en ver a la condición humana sollozando en sus consultorios varias veces por semana". Tampoco sostiene que los investigadores sean impolutos personajes de especial virtud intelectual. "Ellos también manipulan los datos, se pelean furiosamente por la prensa y en público, y tienen una cantidad de intereses y sesgos (por ejemplo, muchos científicos y abogados defensores de los consumidores, están preocupados acerca de la creciente cooptación de los investigadores por la industria farmacéutica, que ahora financia la mayoría de los estudios acerca de tratamientos para los desórdenes mentales y los problemas sexuales, porque el resultado ha sido un sesgo favorable al uso de medicamentos)". "No se trata que yo crea - agrega - que la ciencia nos da las verdades últimas acerca de la naturaleza humana mientras que la percepción clínica es siempre tonta e incorrecta. Más bien me preocupo cuando los psicoterapeutas no consiguen mantenerse al día con la investigación básica en aquellos asuntos sobre los cuales están aconsejando a sus clientes; cuando no logran aprender que métodos son los más apropiados para cuales desórdenes y cuales podrían ser dañinos; cuando no logran comprender sus propios sesgos de percepción y no aprenden como corregirlos; cuando no consiguen someter a prueba empíricamente sus propias ideas antes de apresurarse a promover nuevas terapias basadas en afirmaciones alocadas. Cuando esto sucede, sus clientes y el público más amplio pagan el precio de su ignorancia.
Aduce que los dos elementos centrales del método científico, que también están en la base de la formación de todos los científicos y están prácticamente ausentes en la de la mayoría de los psicoterapeutas, son: el escepticismo (la voluntad de cuestionar el conocimiento recibido) y el apoyarse en la recolección de evidencias empíricas para determinar si una predicción o una creencia es válida. "El método científico -explica- está concebido para ayudar a los investigadores a superar el más arraigado de los hábitos cognitivos humanos: el sesgo de confirmación, la tendencia a percibir y recordar la evidencia que confirma nuestra creencias o decisiones y a ignorar, descartar u olvidar la evidencia que es discrepante. Esa es la razón por la cual todos nosotros nos inclinamos a aferrarnos auna hipótesis en la cual creemos. La ciencia es una forma de forzarnos, pateando y gritando si es necesario, a modificar nuestros puntos de vista".
Tavris alude después a lo que (los traductores de Karl Popper) han denominado "falsación", como condición esencial del conocimiento científico. Me atrevo a pensar que nosotros podemos llamarle más adecuadamente "refutación". Es decir que el conocimiento científico no solamente requiere presentar pruebas, demostraciones de que lo que se afirma es cierto sino también las que podrían demostrar que es falso, incorrecto. Un conocimiento que no es refutable no es científico. "Si usted puede torcer cualquier resultado de su investigación para que sea una confirmación de su hipótesis, no está pensando científicamente". Muchas de las nociones de Freud no son refutables (y por ende no son científicas) y como ejemplo se toma la "angustia de castración". Si los psicoanalistas la encontraban en sus pacientes varones, la universalidad de la teoría de Freud en tal sentido resultaba confirmada, pero si no la percibían - escribía el padre del psicoanálisis - era porque carecían de capacidad de observación y eran o bien demasiado ciegos o demasiado testarudos para verlo. Siguiendo esta forma pensar es imposible refutar la existencia del complejo de castración, el cual, a su vez, es pieza clave de la teoría edípica.
"Pese a todo, muchos terapeutas perpetúan ideas que están basadas, únicamente, en casos que las confirman -las personas que ellos atienden en la terapia, sus pacientes- y no tienen en cuenta los casos que se oponen a estas ideas. La creencia popular acerca de un "ciclo del abuso" se apoya en casos de padres abusadores que fueron a la cárcel o que se sometieron a psicoterapia y que manifestaron haber sido víctima de abusos. Los científicos también querrían estudiar niños golpeados que al llegar a ser padres no maltrataron a sus hijos (y por lo tanto no llegaron a ir a la cárcel o a someterse a terapia) y a niños que no fueron golpeados y sin embargo crecieron y llegaron a ser padres abusivos. Cuando los investigadores Joan Kaufman y Edward Zigler revisaron los estudios longitudinales de los resultados del abuso infantil, encontraron que aún cuando haber sido víctima de abuso aumenta considerablemente el riesgo de convertirse en un padre abusador, más del 70% de todos los niños abusados no maltrataron a su descendencia: lo cual difícilmente pueda considerarse un "ciclo" inevitable".
Advierte que los peritos que no estudian "el sesgo de confirmación" y las formas de contrarrestarlo pueden efectuar afirmaciones devastadoras al declarar como peritos en los juzgados de familia. Por ejemplo, si están convencidos que un niño ha sido sometido a abusos sexuales, a menudo no resultan persuadidos de lo contrario por las reiteradas negativas del niño. Esas negativas, según sostienen, evidencian la profundidad del trauma. Algunas veces, por supuesto, esto es cierto pero ¿qué sucede cuándo no lo es?. En el caso de abusos en la guardería Little Rascals, en Carolina del Norte, una madre dijo a los periodistas que llevó diez meses para que su hijo "reconociera" que había sido molestado. En aquel momento nadie tuvo en cuenta que el niño podría haber sido muy valiente al persistir en decir la verdad durante todo ese tiempo".
Tavris sostiene que, en la medida en que muchos terapeutas tienden a no estar tan comprometidos con el espíritu del escepticismo como los científicos lo están (o se supone que están), es frecuente que muchos de ellos depositen su fe en el promotor de un enfoque o escuela y que traten de hacer exactamente lo que él recomendó sin hacer muchas preguntas acerca de los métodos del fundador o sobre la validez de sus teorías. Ejemplifica con terapias a la moda, basadas en los movimientos oculares, que no son más que ornamentos pseudocientíficos según el científico y clínico Scott O. Lilienfeld.
"En forma similar -agrega- la mayoría de los clínicos no están entrenados para ser escépticos acerca de lo que un cliente les dice o para exigir evidencias que corroboren los dichos. ¿Por qué deberían serlo?. Un cliente viene a verlos quejándose de que tiene una madre tremenda; ¿se le va a discutir su afirmación?; ¿se le va a pedir una entrevista con su madre?. Algunos clínicos, especialmente los que practican la terapia cognitivo-conductual, de hecho le pedirían una evidencia de que su madre es terrible y también le invitarían a considerar otras explicaciones para la conducta de ella, pero la mayoría no lo harán. Como la psiquiatra Judith Herman explicó en un especial de PBS Frontline sobre recuerdos recuperados: 'como terapeuta su trabajo no es ser un detective; su trabajo no es ser un descubridor de hechos; su trabajo no es el de ser juez o juzgado y su trabajo tampoco es hacer que la familia se sienta mejor. Su trabajo es ayudar a que el paciente le de sentido a su vida, le de sentido a sus síntomas...y le de sentido a su experiencia' ".
Este señalamiento deja en claro la diferencia entre los objetivos de los clínicos y de los científicos. Los clínicos seguramente tienen razón en que durante la mayor parte del tiempo no es posible corroborar los recuerdos de un cliente en modo alguno y que no es su trabajo descubrir lo que "realmente" sucedió en el pasado del cliente. Los científicos, por su parte, han demostrado que los recuerdos están sujetos a distorsión. Por lo tanto, si el cliente va a terminar demandando a su padre por abuso sexual o si la intervención del terapeuta termina causando una devastadora ruptura familiar, un poco de trabajo detectivesco parece lo adecuado. El trabajo detectivesco es el campo de los científicos, quienes están entrenados para no creer automáticamente lo que alguien dice o en lo que alguien dice recordar, sino para preguntar '¿dónde está la evidencia?'".
"Para los investigadores, la percepción clínica no es evidencia suficiente, por una razón: las observaciones que hacen los terapeutas estarán inherentemente limitadas si buscan hacer comparaciones con grupos de personas que no están en terapia. Por ejemplo, muchos terapeutas inventan 'listas de control' o 'indicadores' de algunos problemas o desórdenes, digamos: que la masturbación 'excesiva' o la enuresis son signos de abuso sexual o, mi favorito, que perderle la pista al tiempo o abstraerse en un libro es un signo del desorden de personalidad múltiple. Sin embargo, antes de que se pueda decir que la enuresis o la masturbación son indicadores de que un niño ha sido sometido a abusos sexuales, ¿qué es necesario saber?. Muchos psicoterapeutas no pueden dar la respuesta sencilla: es preciso conocer las tasas de enuresis y masturbación de todos los niños, incluyendo aquellos que no se han visto sometidos a abusos. En los hechos, muchos niños que sufrieron abusos no presentan síntomas y muchos que no los sufrieron mojan sus camas, se masturban y se muestran temerosos en situaciones nuevas".
Durante las décadas de los 80 y los 90, en los EUA, muchos terapeutas afirmaron ante los jueces (al declarar como expertos), que podían decir mágicamente con certeza absoluta, si un niño se había visto sometido a abuso sexual viendo como jugaba con muñecas anatómicamente correctas o por lo que el niño mostraba en sus dibujos. "La presunción aceptable - dice la autora- es que los niños muy pequeños pueden desvelar sentimientos en sus juegos o dibujos que no podrían expresar verbalmente. En tanto que estas pruebas pueden tener aplicación terapéutica, nuevamente la evidencia científica demuestra en forma abrumadora que carecen de valor para la evaluación o con propósitos diagnósticos. ¿Por qué sabemos eso?. Porque cuando los científicos compararon el juego con muñecos de niños que sufrieron abuso con el de los grupos de control de aquellos que no lo sufrieron, encontraron que tales juegos no son una forma válida para determinar si un niño había sido víctima de abuso sexual. Los genitales de las muñecas son muy interesantes para todos los niños".
Asimismo, los psicólogos que investigan empíricamente el desarrollo cognitivo de los niños, han sometido a examen la creencia sustentada por muchos psicoterapeutas que "los niños nunca mienten" cuando se trata de abuso sexual. "Los científicos han demostrado en docenas de experimentos -advierte Tavris- que los niños dicen a menudo la verdad pero también mienten, recuerdan incorrectamente y pueden ser influidos para hacer falsas acusaciones: tal como lo hacen los adultos. Los investigadores también han demostrado que los adultos frecuentemente entienden incorrectamente y malinterpretan lo que dicen los niños y han identificado las condiciones que aumentan la sugestionabilidad de un niño y los métodos de entrevista que prácticamente conducen al desarrollo de informes falsos. Estas condiciones y métodos estuvieron presentes en los interrogatorios de niños, realizados por trabajadores sociales, terapeutas y oficiales de policía, en todos los casos sensacionales de histeria de las guarderías durante las décadas de los 80 y los 90. Estas prácticas coercitivas continúan llevándose a cabo hoy en día, en muchas jurisdicciones donde quienes trabajan en la protección de los niños no han sido entrenados de acuerdo con las investigaciones más recientes".
"Temo que la brecha entre científicos y terapeutas es un hecho consumado" sostiene la autora antes de describir las diferencias en la materia que existen entre las asociaciones de psicólogos en los EUA, para señalar que, para el público "estas son batallas intestinas que no parecen tener relevancia directa. Este es el peligro. Mucho se ha escrito acerca del analfabetismo científico de los EUA pero el analfabetismo científico-social está tan difundido como aquel y en cierta forma es aún más pernicioso. Las personas pueden rechazar la evolución o fracasar en el aprendizaje de la física básica pero tal ignorancia raramente afecta sus vidas personales. El analfabetismo científico de los psicoterapeutas, en cambio, ha destrozado familias, ha enviado acusados inocentes a prisión, le ha costado su trabajo y la custodia de sus hijos a muchos y ha promovido terapias carentes de valor inclusive dañinas. Un público incapaz de evaluar críticamente las afirmaciones y los métodos de los psicoterapeutas desde el punto de vista de la credibilidad científica será vulnerable ante cualquier epidemia histérica que sobrevenga. En nuestra cultura con inclinaciones psicológicas sobrevendrán muchas en el futuro. Algunas serán benignas, algunas solamente costarán dinero y algunas pueden costar vidas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario